LOST IN CONTEMPLATION OF WORLD

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CINE ISLANDÉS: Lamb

Por: Mónica Heinrich V.

Mucho se ha dicho sobre Lamb. Claro, porque se puede decir mucho. Es una película que se comercializa como adscrita al género terror, y si uno (champado en la ingenuidad) sigue esa etiqueta y quiere verla para arañar las butacas o sufrir un poco de taquicardia, se va a llevar un chasco. Es justo afirmar, entonces, que Lamb no es una película de terror.

Maria, yo haría exactamente lo mismo que vos.

Lamb, ahí donde la ven, ha ganado el Festival de Cine Fantástico Sitges de este año y también fue selección oficial de la sección Una Cierta Mirada del Festival de Cannes. Entre esos logros y/o datos estimulantes, tenemos que es la película más cara de la historia de Islandia y la que ha conseguido meter más personas a sus salas de cine. Fuera de sus fronteras la película ha peleado espacio en USA con el estreno de James Bond. Una batalla David vs Goliat de la que no ha salido mal parada, convirtiéndose en la película islandesa más vista en suelo gringo.

Tanta cháchara para llegar al meollo del asunto. ¿Qué tal está Lamb? ¿Vale la pena verla, terrorífica o no?

La opera prima de Valdimar Jóhannsson se divide en tres episodios. En el primero, nos presenta a Maria (Noomi Rapace) y a Ingvar (Hilmir Snær Guðnason), un matrimonio que se dedica a su granja en los paisajes fríos y montañosos de Islandia. Este primer pedazo tiene un ritmo pausado, y será el momento en el que los que fueron al cine buscando una película de terror querrán salir de la sala.

La cámara sigue en tono casi documental las actividades rutinarias de la pareja. Limpieza de establos, lavar la ropa, trabajar con el tractor, cuidar a su rebaño de ovejas y carneros. El guion del mismo director y de Sjón (coguionista también de Bailando en la oscuridad), consigue transmitirnos cierta tristeza. Algo no está bien. Las ropas colgadas en el tendedero, moviéndose al viento como metáfora de la soledad y aislamiento de estas dos personas, hacen hincapié en eso.

La rutina se rompe cuando ambos asisten al parto de una de sus ovejas y consiguen que el cordero nazca. El plano no abandona las caras de María e Ingvar, y cuando salen con el bulto en brazos, está claro que, por fin, hay una razón para sonreír y estar bien. Acá viene la piñata de spoilers, así que si no la han visto, deténganse. 

Maria, yo también le entregaría flores a Ada.

Uno como espectador intuye lo que está pasando, pero no se lo quiere creer del todo porque suena demasiado “raro” para ser verdad. Desde mi butaca pandémica gritaba: ¿Son bracitos? ¡Me muero, es un bracito humano! Decime que tiene cuerpito ¡por favor! Necesito que tenga cuerpito humano. Así, en diminutivo, porque es la única manera de hablar sobre Ada.

En el episodio dos comienza lo que algunos podrían ver terrorífico, es donde confirmamos que sí, que la oveja dio a luz una corderita/humana: cuerpito humano, patita de futura ovejita, manito humana y cabecita de futura ovejita. Oh, por Dios, LA AMO. Yo también le pondría cuna, y le pondría impermeable cuando lloviera y la sacaría de la mano a recorrer las montañas. #nomejuzguen.

La cinematografía paisajística se convierte en una cinematografía del duelo y vemos ante nuestros escépticos ojos cómo puede funcionar una propuesta así. La dirección de Jóhansson es pulcra, sabe lo que quiere contar y cómo. No musicaliza en exceso sus escenas, de hecho, son los sonidos de la montaña, de los animales, del clima, los que se vuelven también protagonistas del relato. Esa brecha existente entre lo humano y lo inhumano se refleja en las apariciones de la madre biológica de Ada, y las reacciones de Maria.

Demasiada bellosidad.

En el tercer episodio se involucra un nuevo personaje, el hermano de Ingvar que generará una tensión constante ante su rechazo a la situación. La situación sigue su curso natural o antinatura, y hasta ese instante uno acompaña con entusiasmo a la parejita, al hermano, a Ada y a todos los carneros, ovejas y corderos del mundo.

Entendía la postura del hermano de Ingvar, pero me indigné cuando le dio el pasto a Ada. ¡Cómo te atrevés hermano de Ingvar! CÓ-MO.

Luego, nos fuimos a la mierda. Han pasado ya dos o tres semanas desde que la vi, y aún no sé qué pasó, porque lo que Jóhansson construyó con tanto mimo se cae en una escena que parece una resolución anticlimática, tonta y que convierte a este drama folk en una comedia involuntaria. ¿Para qué ese bichote? PARA QUÉ. No quiero al bichote. Rechazo al bichote. De hecho, una de las dudas que rondaba mi mente era de cómo sale Ada mitad ovejita mitad humano y la respuesta retorcida y perver que me había dado era que Ingvar…buee…y que Maria había…bueee. #nomejuzguen.

Y zas, la aparición del bichote cerró el espacio de todas esas cosas bellas y turbias que reventaban en mi mente como pipocas y tuve que dejar de teorizar para ver al bicho computarizado.

Triste.

El trabajo actoral de Noomi Rapace y de Hilmir Snær Guðnason, hace creíble lo increíble. El nivel de confianza que debe existir entre los actores y el director para entregarse a un guion que puede fácilmente derrapar en el ridículo, tiene que ser inmenso.

Esta es una historia que tiene sus tiempos, la mayor parte pausados. Así que los amantes de la adrenalina y el blockbuster, si no se salieron antes de la sala, se saldrán tarde o temprano. Hay que destacar el trabajo de los efectos especiales que crearon a una Ada adorable y que la integran completamente a las montañas lloviznosas.

Lamb termina, y uno que ha estado con el ojo pelado, queriendo abrazar a Ada, comprendiendo plenamente a la parejita en duelo, odiando un poquito al hermano de Ingvar, tiene la sensación de que es una película que pudo crecer mucho más, que estuvimos ante un hermoso globo que estaba siendo inflado y que reventaron de golpe y que tuvimos que conformarnos con eso que queda después del globo reventado: una maldita hilacha de plástico.

¿Y ahora qué carajos hago con este resto de plástico, Johansson?

De todas formas, muchas cosas pasan en pantalla como para que tengamos tiempo y ganas de sufrir por expectativas frustradas. Volviendo a sumergirnos en lo que cuenta Jóhansson, en cómo decide finalizar su historia, el verdadero terror, incluso tomando en cuenta el cuestionado y sangriento final, es el de esa herida abierta para Maria. La perdida, el duelo, una vez más.

Lo mejor: Ada y todos los animales del mundo Lo peor: su abrupto y anticlimático final Lo más falsete: su abrupto y anticlimático final El mensaje manifiesto: en el cine y en la vida: todo puede ser posible  El mensaje latente:no juzguemos La escena: todas en las que aparecía Ada, y también cuando a Maria se le va la olla y hace lo que hace con la mamá biológica de Ada El personaje entrañable: Ada y todos los animales del mundo El personaje emputante: el bicho/papá/tóxico que aparece al final El agradecimiento: por Ada y todos los animales del mundo.

CINE: Dune

Por: Mónica Heinrich V.

¡Qué hermosa que es Dune!

O sea, en mi claustro pandémico, con la resignación de que la cuarta ola nos iba a cubrir igualito al tsunami de Lo imposible, estaba viendo la última película de Denis Villeneuve en TV. Sí, es una herejía. Porque era Dune, claro, y más que nada porque era Villeneuve. No importa lo pedorro que sea el guion, no podés ver una película de Denis Villeneuve en TV.

Entonces, ahí, sentada frente a la pantalla, entre polvillos y vestidos que se arrastraban en slow motion, entre slow motions y más polvillos, me dije: Esto es tan hermoso que tengo que verlo en pantalla gigante.

Así, me fui al cine, antes de que el paro parara el cine y las ganas de vivir, después de que mi retorno al cine post-in-pandemia fuera una deslucida y paupérrima película nacional que me hizo sentir que no hacía falta ir al cine (el riesgo es que no te quieras quedar).

Y al regresar por segunda vez al cine, por Dune, por Villeneuve, confirmé: ¡Qué hermosa que es Dune!

¿Ya dije que es hermosa? Aunque estarán pensando que hermoso es un adjetivo que supone algo más superficial, y tienen toda la razón avispados lectores.

Puedo decir, un poco orgullosa y sobradora y boluda, que he visto toda la filmografía de Villeneuve (al final del día, it´s all about Villeneuve) y que mi película favorita de este gran sujeto es Incendies (reseñada ACÁ) y aunque siempre supe que Arrival era hermosa (reseñada ACÁ) no fui muy fan, pero después de seguir la carrera de Villeneuve en gringolandia y lo que consiguió con guiones chafines como Sicario (reseñada ACÁ) y Prisoners (reseñada ACÁ) una de las cosas que me quedó clara en la vida es que el tipo sabe dirigir. Échenle cualquier huevada y saldrá airoso, y parecerá mejor de lo que en realidad es y uno dirá: Qué hermosa película es.

Acá el desafío era enorme. Estamos hablando de otro intento por llevar a la pantalla la novela de Frank Herbert escrita en 1965. La novela de ciencia ficción más vendida hasta la fecha. La novela que fue parte de una trilogía (Dune, El mesías de Dune, Los hijos de Dune) a la que por su éxito se terminó agregando otra trilogía más (Dios, emperador de Dune, Herejes de Dune y Casa Capitular Dune). Y a la que el hijo de Herbert le sumó otras historias.

O sea, #miedito.

En algún momento de mi existencia juvenil y despreocupada leí la novela (en pdf: Dune – Frank Herbert) que empieza exactamente cuando la Reverenda Madre Gaius va a hacerle la prueba del dolor a Paul.

La versión literaria es larga y enrevesada, llena de personajes y detalles que, obvio, una película jamás podrá condensar. En otro momento de mi existencia juvenil y más preocupada, vi la versión cinematográfica de David Lynch. Siempre me llamó la atención que se hablaba de la Dune lynchiana como incomprensible, siendo que Lynch se apegó bastante al texto e incluso lo hizo de manera didáctica. Además de mantener a la princesa Irulan (futura esposa de Paul) como narradora, los mismos personajes terminaban explicando cosas que sucedían o iban a suceder. Sí, se veía chabacana y caótica (lo era), Lynch mismo la odió y la recuerda con hondo rencor. El corte que vimos en pantalla no era lo que él tenía en mente. Intentó abarcar el libro completo (y alguito de más allá) y la densidad de la historia se esfumó para terminar las secuencias un poco apuradas y esperpénticas. Oh, por Dios, el don supurando que volaba, y Sting ahí mamerteando, son cosas que no deberían habitar nuestra memoria. Tal vez por eso es que no conseguía enganchar emocionalmente con una trama que en papel es una montaña rusa de emociones.

En la versión literaria, Herbert se basó en el conflicto de Oriente Medio por el petróleo para ilustrar la lucha de las Casas Nobles en su universo. Una lucha guiada por la necesidad de poseer la especia, un elemento que todos codiciaban y que eran el combustible para los viajes interestelares y algunos poderes especiales. En la novela se hacía énfasis en esa batalla feudal.  Así es, eran un montón de ricachones tratando de dominar el universo y mostrar quién la tenía más grande. Lynch mantuvo ese enfoque, mientras Villeneuve lo rompe o más bien dicho lo adapta al poner la voz de Chani (Zendaya) como guía al inicio de la película hablando de los Fremen y de la opresión. Ese es un vuelco interesante, porque transforma la película en algo más humano que en una visión crítica de las clases aburguesadas.

Hay que entender que Villeneuve (rechazó No time to die para hacer Dune) es mega-fan de la novela, que su sueño desde niño era poder filmarla y se mostró en contra de la adaptación de nuestro amigo David Lynch, una de sus frases más punzantes ha sido “no sé si Lynch estaba realmente interesado en Dune”. Amigo, entre bueyes no debería haber cornadas.

Entonces, Villeneuve  filmó Dune bajo la consigna de que el libro era la Biblia a seguir.

Hola, soy Paul y estoy atormentado.

La historia base es que el emperador le pide a la Casa Atreides que se mude a Arrakis para ayudarlo con el tema de la melange (especie). El emperador, en realidad, quiere deshacerse de los Atreides porque resiente el poder y el crecimiento de su casa. La ida es para cagarlos. El joven heredero es Paul Atreides, que manifiesta poderes especiales y es, en apariencia, el mesías que podría darle un vuelco a todo. 

De la Dune de Villeneuve hay mucho que rescatar. La fotografía de Greig Fraser (Foxcatcher, Rogue, Zero Dark Thirty, Vice) es lo más notable. Greig nos transporta con su cámara a la arenosa Arrakis. Todo deleita la pupila. Los grandes encuadres. Los primerísimos planos. Los ya mencionados polvillos (arena, especie, you name it) en slow motion. El vestuario y la dirección de arte colaboran para que a nivel visual sea todo impecable y digno de admirar. La música de Hanz Zimmer (que rechazó trabajar con Nolan en la boluda Tennet para hacer este trabajo) con un toque tribal construye aún más esa atmósfera del mundo de Dune, en el que se agitan conspiraciones y luchas de poder.

Creo que Timothe Chalamet como Paul no fue un error. Aunque siempre se lo ve casi igual en todas sus películas, el chico actúa y responde perfectamente a la descripción física que Herbert hace de Paul en su novela. Oscar Isaac (Balada de un hombre común, Star Wars, ExMachina) interpreta a Leto Atreides, Isaac es un actor que no disfruto mucho, su energía siempre es hacia afuera y pertenece a esa larga lista de actores que actúan con la frente. De todas formas, tanto él como Rebecca Ferguson (Mission Impossible, Dr. Sueño) que interpreta a Jessica Atreides, crean el poderoso vínculo familiar de Paul. 

Pero…de qué le sirve a las flores haber nacido en el campo.

El resto de personajes aparecen vagamente de manera más torpe que construida, ejemplo Duncan (Jason Momoa) Stilgar (Javier Bardem) o hasta la misma Chani (Zendaya) que habita los sueños o visiones de Paul de manera excesiva. En la novela creo que sueña con ella una o dos veces antes de conocerla, en la versión de Villeneuve aparece tanto que más parece un enganche facilón para jóvenes audiencias. Ese tiempo perdido en Zendaya se pudo usar para darle un poco más de densidad a la vida interna de Paul, ya que Villeneuve decide contar Dune desde Paul.

Aunque el estilo, la elegancia, el saber estar de Villeneuve (te queremos, Denis) nuevamente elevan la película, el guion de Eric Roth (Forest Gump, El curioso caso de Benjamin Button), de John Spaits (Prometheus, Passengers) y del mismo Villeneuve, lava la historia y la hace más “familiar”. Ahí donde el Barón Vladimir era un pervertido sexual, maquiavélico, asqueroso, repugnante, sin límites morales de ningún tipo, en la versión 2021 es interpretado por Stellan Skarsgard como un gordo desagradable y ya, se remoja por aquí, se saunea por allá. Su villanía es desabrida. Lo mismo sucede con el complejo destino de Mesías de Paul. En la novela existen escenas en las que se hablan de estrategias políticas, o de cómo manejar el poder o hay más tela para cortar que la del joven afligido. En la Dune de Villeneuve se ve a Paul algo más perdido, y su tormento está casi vacío de explicación. Sufre, sí, pero no se construye psicológicamente ese sufrimiento con profundidad. Lady Jessica, por su parte, está más empoderada en la película que en el libro, en el libro es la tipa discriminada por ser la concubina e incluso en ella recae la sospecha de ser la traidora a la Casa Atreides cuando las cosas comienzan a ir mal. Villeneuve no se quiere complicar la existencia, o los guionistas o el estudio, y decide dejar todo apto para las castas audiencias americanas. En un arranque de fervor coyuntural, decide hacer más modificaciones y pone al Dr. Keynes como mujer,  y construye una escena más cinematográfica/pipoquera para su muerte.

La versatilidad actoral: Frente Isaac

La verdad que, tanto en la versión de Lynch como en esta, se han resaltado casi las mismas escenas. Un libro tan largo y ambos cineastas deciden contar casi lo mismo con algunas diferencias en cuanto a personajes y pequeños detalles de la trama como el destino de Leto, y el manejo de las visiones de Paul, entre otras cosas. Me aburro.

Uno de los momentos que ni Lynch ni Villeneuve pudieron solucionar es la secuencia en la que Paul y Jessica se encuentra con los Fremen en el desierto. ¿No parece todo muy boludo y torpe? Sí, la secuencia es descrita más o menos así en el libro, pero no sé…como que no se pudo resolver.  

Después de que se nos pasa la impresión por la fotografía, por la música, por los personajes, por todo lo que sucede a nivel visual, la película se desinfla y comienza a sonar a una peli más de mesías cuyo destino es salvar al mundo, una película ajena a cualquier personalidad fuera de su estilismo.

Así, llega el final y la promesa de una secuela. Aunque los que leímos la novela o los que vimos la versión Lynch, sabemos en qué degenerará, no quedé con esas ganas locas de quedarme aplastada en mi butaca hasta que llegue la segunda parte de esta historia. Habrá que ver si Villeneuve consigue levantar esa segunda parte y no convertirla en una sosa historia de amor entre Paul y Chani. Ojalá abandonemos un poco la ondita family friendly que tanto vende, pero que tanto daño le hace a este tipo de productos.

Lo mejor: Denis Villeneuve Lo peor: lo que nos ha quitado Hollywood por apropiarse de Denis Villeneuve Lo más falsete: Cuando un veinteañero Chalamet corre a los brazos del personaje de Momoa, como si tuviera 4 años. MIS OJOS El mensaje manifiesto: los despelotes de gente que quiere el poder continuarán en el futuro El mensaje latente: siempre habrá una clase oprimida La escena: todas donde había slow motions, vestidos arrastrándose o polvillos volando El personaje entrañable: los gusanos El personaje emputante: el doctor traidor. Me emputan los traidores El agradecimiento: por la belleza, siempre por la belleza.

 

CINE FRANCÉS: Titane

Por: Mónica Heinrich V.

A Nanni Moretti lo recuerdo por La habitación del hijo, este año compitió en el Festival de Cannes con su nueva película Tre Piani (Tres pisos). Ni bien el festival dio su máximo galardón a Titane, de Julia Ducournau, Nanni utilizó la plataforma del pajarito (twitter) para escupir: Uno nota el paso del tiempo cuando compite en Cannes y gana una película en la que una mujer se queda embarazada de un coche.

¿Tu envidia es mi progreso?

Ay, Nanni. Aunque hay un gesto poco deportivo en tu comentario, te puedo entender. Si hubiera visto Titane en mis tempranos, medianos o finales veintes, tendría un poco más de receptividad a su excesivo entusiasmo por provocar audiencias.

Provocar tampoco es malo. Hay cineastas que han creado una reputación así, pienso en Pasolini, en Cronemberg, en Noe, en Carax, en Dolan, en Despentes, el tema es si después de la bulla, el trago y los cohetazos, queda algo más aparte del silencio. Yo misma me lo he pasado chancho con algunos trabajos de los mencionados aún sabiendo que son pajas estridentes frente al espejo.

La directora de Titane tuvo como primer largometraje Raw (2017), una obra interesante de oscura atmósfera. Al aferrarse al fantástico, la película podía permitirse licencias en cuanto a la lógica y lo verosímil. Raw tenía sus fallas (la mayor parte similares a las que aquejan a Titane), pero por su estilismo, por una idea base que enganchaba (la chica vegetariana que descubre un deseo voraz por la carne humana) y su más que cumplidor casting, Julia se convirtió en una cineasta a seguir. Vos te preguntabas en medio de la noche: ¿qué estarás haciendo, Julia?

En esta nueva propuesta, es como si la directora intentara (de forma muy calculada) ir más allá con cada secuencia. Lo que muchos describen como trepidante, feroz, y refrescante, es un pastiche de elementos que sueltos son disparos en la oscuridad y dentro de la trama de Titane se pierden aún más en ese clima de constante desenfreno.

Tenemos a su protagonista, Alexia (Agathe Rousselle), que cuando niña sufre un brutal accidente de auto que hace que le implanten placas de titanio. Ahí, ella genera un ¿amor? ¿atracción? ¿compulsión sexual? por los autos. Pasa el tiempo y Alexia ya es una bailarina, fría y dura como el metal que le salva la vida, a la que nos la presentan en una escena larga de frotamientos contra un auto de exhibición.

Tú y yo, vivamos el momento

SPOILER

Después del evento, un supuesto fan/groupie/acosador de Alexia-bailarina, le pide un autógrafo y la besa por la fuerza. Alexia lo asesina. Sigue una estela de asesinatos tarantinescos al pedo, el descontrol porque sí. Nuestra protagonista trata de huir de las consecuencias obvias a sus crímenes y no se le ocurre mejor manera que hacerse pasar por el hijo desaparecido de un pobre tipo. Para que se entienda: ¿Te busca la policía, has matado a un culo de gente, y decidís presentarte como el hijo muerto de alguien más como estrategia de sobrevivencia? O sea, GRACIAS A DIOS y al de abajo que Vincent estaba tan o más tronado que ella y la/lo recibe ipso facto. 

En su forma masculina de Adrien, Alexia se verá juzgada, sufriendo bullying, obligada a cumplir un rol social, todo mientras dentro suyo crece (muy rápido) algo producto de su relación sexual con un auto.

FIN DEL SPOILER

Hasta ese momento solo pensaba: Julia…¿cómo vas a salir de este berenjenal?

Quizás lo que funciona mejor de este relato (que según su directora no quiere intelectualizar sino hacer “sentir” lo que sienten sus personajes) lo encontramos en momentos de genuina emoción entre Adrien y Vincent (Vicent Lindon). Vincent, un bombero que se inyecta esteroides en otra muestra de masculinidad tóxica, necesita que Alexia sea Adrien. Ah, el pobre Vincent…tiene unos ataques de amor por su hijo-no-hijo que de un rato a otro componen escenarios de tensión sexual (¿incesto?)

Esta historia de “amor” es lo que Julia vende como explicación o sublimación de sus intenciones en la película. Aunque, en la práctica, lo que propone como un amor antidogmático es una relación rarísima entre dos personas claramente enfermas.

Análisis o forzadas lecturas podrían imaginar que Julia hace un juego con los tabúes sociales, la identidad de género, el asfixiante rol de la maternidad, el machismo presentado en los personajes masculinos (no hay uno que no sea un machirulo de cuidado) y el concepto de amor no dogmático ya mencionado, entre muchas cosas. Sí, se pueden hacer esas lecturas porque esta mezcolanza da para todo. Un espectador menos condescendiente dirá que lo formal se fagocitó el contenido, y que esta es una muestra más de ese cine ruidoso, vacío, que apela a la provocación como arma creativa.

tóxicos everywhere

Un ejemplo de corrección política que loa la falsa irreverencia: «Es que la película habla de la aceptación en todas sus formas»: no quiero pinchar el globo de nadie, pero si aceptación significa recibir con beneplácito a una completa desconocida que se mete a tu casa haciéndose pasar por tu hijo muerto, usa tu dolor para su beneficio y encima ha dejado un reguero de cadáveres por ahí sin ascos, estamos todos locos. 

No voy a negar que tiene que existir voluntad del espectador para acompañar a Julia en su absurda trama. Como lo hizo en Raw, y en su cortometraje Junior (está en youtube) se aferra al fantástico y lo reviste de terror, eso puede amainar las necesidades de una mínima de lógica y coherencia en lo que sucede en pantalla. Si nos subimos a ese caballo redentor, tendremos una película jugada con un código de violencia afincado no en lo psicológico sino en lo físico. Porque Titane entra también en el body horror (horror corporal) y es por eso que hay espectadores que no pueden resistir su visualización. La escena del tironeo del piercing, la quebrada de nariz, el estado de preñez de Alexia/Adrien, el ¿lubricante? ¿aceite de motor? que sale de sus heridas, son parte de la firma que Julia está construyendo como cineasta. Estimado lector, cada quien puede perseguir los molinos de viento que desee, en mi caso esos arrebatos si no tienen un asidero me suelen provocar más indiferencia.

Aquí llega la potra, la diva, la caballota

Mi experiencia con Titane se redujo a valorar la presencia autoral de Julia en la dirección y el guion, a disfrutar de los pequeños momentos de verdad entre Vincent y Alexia/Adrien como la escena de la cena, la del vestido amarillo, o el baile en el techo del carro de bomberos (no por el concepto atávico/naif de ver la incomodidad de un bollo de machos frente a un baile que «no debería» ser femenino, sino por la construcción visual de la escena). Las actuaciones ayudaron a que conecte con esos personajes perdidos. La debutante Agathe Roussell y el gran Vincent Lindon, estuvieron tan comprometidos con sus personajes que no sentís que acompañarlos en esta historia sea en vano. Pero más allá de eso, la polera de Never give up, la presencia de Garance Marillier interpretando a Justine como una autoreferencia de Raw y Junior, la música que con su letra comentaba las escenas (ejemplo: en la escena del inicio, de su último asesinato dentro de la casa, se escucha la voz de Caterina Casseli cantando «No importa lo que pase aquí, nadie puede juzgarme. Ni siquiera vos«. O seaaa) y el ruido general de la película tratando de asentarse en su misión shockeadora, me hicieron desconectar.

La película intenta abrazar con cualidad casi pulposa demasiadas cosas. Toca el transhumanismo e intenta en su elección del titanio como metal de transición hablar de la hibridez, de la mutación. Todos somos monstruos, nos dice Julia en sus entrevistas y con un dejo de ingenuidad define su cine como una muestra de lo que no se puede mostrar, un cine que habla de lo que no se puede hablar. Amiga, has puesto en tu película canciones como eco de lo que les pasa a los personajes y encima, tu película se adscribe a temas que ya están sonando hace tiempo: lo queer, lo trans, la violencia como metáfora/obviedad del mundo hostil. De hecho, es una película tan fácil de instrumentalizar como discurso, que es precisamente por ahí que se la explota.

¿Cuántas veces hemos escuchado eso de «estoy haciendo algo que nadie más hace o hizo»? ¿No suena muy del mundo teen? ¿o de la chantulinidad? ¿Titane realmente cumple esa promesa? Invito a analizar su final, SPOILER ese en el que la mujer, después de sufrimientos varios, termina muriendo para luego dejarle al tipo creepy el bebé que tanto necesitaba en su vida. FIN DEL SPOILER 

Celebro a los que les parece rompedora e irreverente, lo hermoso del cine es que la misma película puede ser recibida por otras personas de manera distinta. Mirala y experimentá. Es como esa escena en la que una doñita está chau y Adrien está haciendo CPR, Vincent canta en un español afrancesado para ayudarlo a seguir el ritmo del masaje cardiaco: Dale a tu cuerpo alegría Macarena, que tu cuerpo es pa darle alegría y cosa buena. Por ahí pa tu cuerpo, Titane será «alegría y cosa buena».

Lo mejor: Las actuaciones y los momentos de verdad Lo peor: esa cosa errática que se extiende a las entrevistas que da la autora de su obra Lo más falsete: y bueee…no es una película para pedirle coherencia ni verosimilitud El mensaje manifiesto: tóxicos everywhere El mensaje latente: menos es más La escena: el baile entre Vincent y Adrián después de la cena El personaje entrañable: los autos violados. ALGUIEN QUIERE PENSAR EN LOS AUTOS. El personaje emputante: tóxicos everywhere El agradecimiento: por la alegría y cosa buena.

TELEVISIÓN: Squid Game /El Juego del Calamar

Por: Mónica Heinrich V.

Niñ@s. Este es el hype del momento. La serie tendencia que hace que nos preguntemos: ¿Valdrá la pena? ¿O esto vendrá de la misma gente que mantiene a Betty la fea en el top 10 de lo más visto en Bolivia?

Mi destino era “resfalar” ahí, porque recuerden que una parte de mi “작은 마음” es coreano.

No sabía nada de ella. No había visto el tráiler. No había leído sinopsis ni reseñas.

Ah, la incertidumbre de la virginidad.

Me lancé al primer episodio.

Qué chancho bello

Esto estará muy spoilereado, si no querés salir más trasquilado que oveja con los detalles del argumento, pasá de largo.

Sigo.

Primer episodio.

No voy a negar que admiro la manera en la que los coreanos manejan a sus personajes. O sea, un vicioso, jugador, flojo, vago, que le roba plata su madre, que apuesta el dinero del regalo de su hija, que tiene deudas por todas partes, te lo venden como a un pobre individuo con el que empezás a empatizar. Señoras y señores, con ustedes: el mamerto de Seong Ji Hun interpretado por Lee Jung Jae. A Lee Jung Jae lo conocía por sus trabajos en The Housemaid (2010, véanla), Amsal (2015, no hace falta que la vean) y The New World (2013, véanla).

Bueno, este tipito o tipejo (depende desde dónde se lo mire) debe un culo de plata a unos mafiosos que le quieren sacar hasta los riñones. En el metro, después de peripecias mil, se encuentra con el doncito de Train to Busan (Gong Yoo) que le presenta un juego con unos cosos de papel rojos y azules. Después, el doncito lo agarra a manazo limpio. Ya desde los manazos Ji Hun debió desconfiar, pero no: dale a un mañoso una nueva maña y se cuelga de ella como mono a árbol de guineo motacusito.

Resulta y acontece que le entregan una tarjeta con la cual parece que podrá resolver todos sus problemitas. Quintos aquí, quintos allá, quintos acullá. Plata fácil. Y decide ignorar todo lo raro que rodea la invitación y parte en busca del dorado (literal, un chancho dorado). No es al único al que invitan, se llega a juntar a 456 personas con nulas dotes de administración financiera, montón de deudas, problemas mentales y algunos delitos.

Bienvenidos, querubines, tienen 0,000000001% de posibilidades de vivir. ¡A jugar!

Todo pinta mal, los duermen con un gas, los transportan dopados, los llevan a una isla, y los reciben una especie de guardias vestidos de La Casa de Papel, pero en lugar de la máscara de Dalí usan unas máscaras con figuras geométricas que corresponden a su rango de autoridad dentro del tugurio. El tugurio es muy pro, tiene al pedo una representación de la Muralla Roja, cuartos llenos de cámaras, y tecnología a full. Eso sí, podría decir que su seguridad es tan mala como la defensa del Manchester United en su último partido contra el Liverpool.

En el tugurio arrejuntan a los deudores morosos y les dicen: Vamos a un jugar seis juegos, si los pasan belleza, se van con la plata. Y vos pensás (pensé) en Saw, en Battle Royal, en Hostel, en La pequeña casa en la pradera. Presentación de personaje aquí, presentación de personaje allá: Está el tipito o tipejo (depende de dónde se lo mire) que tuvo todas las oportunidades, recibió educación y se convirtió en un vil estafador; el paquistaní (para ser inclusivos) explotado, inmigrante ilegal; la desertora de Corea del Norte, para ser coyunturales; la chica abusada sexualmente, para no perder el momento #metoo; la parejita matrimonial, para que nos duela romper el vínculo de esa sagrada institución heteropatriarcal; el doctor que hizo mala praxis; el mafioso psicópata; la mafiosa psicópata; el Viejito que querrás y SEGUIRÁS QUERIENDO (no me jodan).

Cuando aparece la muñecota una voz dentro tuyo (mío) dice: Necesito esa muñecota en mi vida. Y luego, zas. La cabezanga gira y la muñecota empieza a liquidar a todo lo que se mueve.

Un ser facho, de conciencias turbias, pensará: qué buena limpieza que hizo la muñecota, PERO la muñecota liquidó a casi la mitad de esos crispines sin ascos. Muchos cadáveres. Demasiados. Ahí decís (me dije): tenés mi atención Hwang Dong-hyuk.

¡Ahí les voy, perros! muajajaja

Hwang Dong-hyuk es el director de esta serie que se ha convertido en la más vista de Netflix. O sea, bien por él, pero nuevamente: en el top 10 de esa plataforma siempre está Betty La fea. Este director coreano existía antes de Netflix. Con una formación cinematográfica muy americana (se te notan tus años de estudio en Los Ángeles, Hwang) tiene un currículum que incluye varias películas con las que ganó unos cuantos premios desconocidos.

El tema es que este guion/idea/proyecto estaba en su cabecita desde hace un montón de tiempo y es recién en estas épocas netflixeras que se hace realidad. La pandemia, y lo que el también coreano (¿filósofo? ¿escritor? ¿genio?) Byung-Chul Han consideraría un elemento de subyugación digital, nos traen El juego del Calamar (Squid Game) y claro, estamos ahí, sentados, en esta “sociedad del cansancio” viendo cómo eliminan al estrato más fácilmente “desechable” de la escalera social en clave de entretenimiento.

Permiso, voy a tomarme una caipiriña y a llorar.

Llegué al episodio 2 que es cuando algunos espectadores abandonan el barco. ¿Por qué abandonan? Porque es cuando se humaniza a los personajes, y humanizarlos en lugar de matarlos resulta «aburrido» o ¿no? Es un episodio dedicado por entero a tratar de explicar por qué los personajes deciden regresar a una muerte segura. O, por lo menos, al riesgo de muerte. (99,9999999% de probabilidades). Carretadas de análisis sociológicos, políticos, económicos e históricos podrían explicar mejor esa decisión en apariencia boluda. O, tal vez, es nomás que no tienen nada que perder y millone$ de razones para intentarlo.

Hasta ahí, quería seguir viendo. Quería poner mis quintos a favor de la norcoreana, aunque era obvio que no lo lograría, quería poner mis quintos en contra de Cho Sang-woo (Park_Hae-soo, que será Berlín en la versión coreana de La Casa de Papel). Era más cantado que Despacito que el viejo y el paquistaní fenecerían como ofrenda al señor de la oscuridad.

Así, llegaron los VIP.

Los mejores amigos de niño Trump.

Ya andábamos a los tumbos con el argumento. Estaba pegado con moco o con baba de caracol. Cuando llegamos a los VIP, la trama se cae completamente. Volvés a pensar en Saw, Hostel, La pequeña casa en la pradera y/o en The Hunter. Ricachones víctimas del cansancio social, emulándote a vos que desde tu casa también apretás el play para ver morir cojudos como lluvia tropical de septiembre.

Ah. Te lo agradezco, pero no.

Hay muchas cosas que no funcionan en esos episodios. El exceso de diálogo, el sobrecomentario de lo que ven, sos uno más de los gordos fodongos que se aburren mientras todo sucede. Encima, ya sabés lo que va a pasar. Ya intuís que el hermano del policía está por ahí, ya estás emputado de que el policía, a pesar de las cámaras, ande suelto como Bambi en las praderas, sabés que viene el giro Shymalan y cuando ese giro llega, no decís (no dije) WTF, sino: ¡por favor!

El viejito había sido la mente maestra detrás del juego. Ok. Algunos espectadores lanzaron la teoría de que en realidad el viejo es el padre de Seong Ji Hun. Amig@s, el tarado de Ji Hun está vivo porque el paquistaní lo salvó en el primer juego, en el juego de las canicas fue Ji Hun el que eligió al viejo, en el de las galletas se salvó por un pelo y en el juego de los vidrios si no fuera la hijueputez del villano, también moría. El viejo, no estaba ni ahí con él, porque el viejo es otro psicópata que se creó excusas pendejas para matar gente. Él disfruta cada maldito segundo.

¿Quién? ¿Shhoo?

Son nueve episodios que cuando descubrís a la muñecota decís (dije) por qué tan poquitos, pero cuando llegan los VIP sentís (sentí) que eran demasiados: ¡Que mueran todos de una vez! No alarguen más esta debacle narrativa.

Cuando acordamos (acordé) se nos vino el sermón dominguero de misa del medioevo. Ni He-man se atrevió a tanto. El discursito de: riqueza vs pobreza, el ser humano es malo por naturaleza y la sociedad está corrompida por eso. Ay, no puedo usar esta plata manchada de la sangre de los otros 455 jugadores. La plata no había sido la felicidad. Esto es un experimento social. Bla bla bla. Seguro, tu experimento social ya lleva décadas. 

Escuchame, Hwang Dong-hyuk. En Los Juegos del Hambre nos apuntaban con un dedo acusador, y nos decían que no había absolución posible para el hombre, ese animal remoto que devora y devora primaveras. En su versión literaria el final era demoledor, no se salvaba nadie, todo estaba corrompido, hasta el último gajo de toborochi, sin ninguna esperanza. Hollywood no pudo estrujarnos en la cara tanta amargura, ¿vos tampoco pudiste? Porque tu Juego del Calamar se queda más en la superficie, en el artificio, en la caricia de guante pre-fabricado de un oso de peluche que huele a naftalina. 

Al final, Jin Hu se convierte en el cliché de la venganza coreana, largamente vista en el cine, doramas y series coreanas. Él, que siempre vivió endeudado, cagándose en su madre, decepcionando a su hija, siendo mal hijo, mal padre, mal esposo, mal amigo, mal ciudadano, tiene valores altísimos y quiere poner en su sitio a la gente que organiza el juego. ZZZZzzzZZZzzzzZZzz cachetéenme con un inodoro y apaguen la luz al salir. 

Sin embargo, más allá de la trama y sus baches, hay que admirar el cuidadoso diseño de producción de esta serie, la dirección de arte que además trabajó con pocos efectos especiales, recreando lo más posible los escenarios de los juegos. La paleta de colores que usaron, la música que acompaña a las secuencias (Jaeil Jung, el mismo compositor de Parasite y Okja), el Danubio Azul, la fotografía…no podés decir que estos coreanos no invirtieron bien su presupuesto.

El Juego del Calamar empieza como un feroz cuestionamiento al capitalismo, después lo usa a su favor para ser parte del capitalismo-consumismo que cuestiona. Respeto que juegue el juego que quiere jugar, faltaba más, pero al final quedé con sabor a poco, a tomadura de pelo, como si tuviera una galleta dalgona con forma de crisantemo y un mondadientes muto. 

Solo quería gritar: Amigo, Jin Hu, volvé al puto avión y cumplí con tu hija alguna vez en la vida. ¿Es mucho pedir?

Lo mejor: La muñecota y el chancho lleno hasta el tope Lo peor: que la muñecota solo aparezca una vez Lo más falsete: las trampas que hacían en el juego, el tráfico de órganos, y el tiempo que el paco estuvo paseando de infiltrado por todos lados, tanta vigilancia al pedo El mensaje manifiesto: la plata no lo es todo El mensaje latente: solo sabrás que no lo es todo cuando la tengás (insertar emoticón de chancho dorado) La escena: la de la muñecota liquidando a todos El personaje entrañable: adivinaron: LA MUÑECOTA El personaje emputante: el viejo e mierda hablando huevadas en su lecho mortuorio. Asumí que te encantaba liquidar gente. El agradecimiento: por la muñecota y el chancho lleno hasta el tope.

CINE: Cry Macho

Por: Mónica Heinrich V.

Ah, Clint Eastwood.

Tiene 91 años y sigue filmando películas. Cry Macho es su trabajo número 39. Qué dulzura. Hasta nos llegamos a olvidar de su respaldo al más rancio conservadurismo yanqui y al señorito Trump. También, nos hacemos los opas y fingimos no notar que en varios de sus trabajos el personaje tristemente célebre: “gringo/blanco salvador” es una constante.

Podemos decir: es que es una leyenda viva del cine, es que imagínense que saca casi una película por año, es que el retiro se lo va a dar el cajón, es que las flores que nacen de los tajibos, es que la lluvia que deja su delicioso aroma en la tierra…y bla bla bla. Sí, hay espacio para la solidaridad, la simpatía y la empatía.

Te queremos, Clint.

Luego, vemos Cry Macho en versión subitulada, en pantalla gigante, producida por MalPaso y ya en sus primeras escenas detectamos que cerquita hay un iceberg y que como espectadores chocaremos de frente y a todo vapor (suena la flauta de Titanic).

Clint interpreta a Mike, un entrenador, domador, veterinario, muchas cosas más, que trabaja bajo las órdenes de Howard Polk (Dwight Yoakam). Howard al inicio de la película lo despide y lo bota como si fuera un zapato que se pringó de puchi de vaca. Mike deja claro que él siempre creyó que Howard era un tarado y un pobre cojudo. Hasta ahí, una presentación paupérrima de los personajes, pero aún digerible.

Hacen una elipsis temporal de un año y el mismo sujeto, el tal Howard, va a buscar a Mike para pedirle-exigirle que cruce la frontera y “recupere” a su hijo adolescente (Rafo) al que no ve hace añadas. Sí, ese Howard que le dijo que no servía ni de papel higiénico y que Mike, además, desprecia, le dice que agarre sus chécheres y vaya a traer a su latin-american-hijo de regreso.

Lo más increíble es que Mike agarra sus chécheres y va a traer a su latin-american-hijo de regreso.

No hay la más mínima lógica. Un señor que puede infartarse en el trayecto, yendo a buscar al hijo de un tipejo x al rancho de una mafiosa. Por mucho que intenten vender la pomada más adelante contando lo que Mike le “debía” al sujeto, por mucho que quieran venderlo como el que quiere puede, no da.

Tu padre es un pelotudo y un tipo poco confiable, pero he venido a llevarte con él.

El guion escrito por Richard Nash (fallecido en el 2000) fue rechazado muchas veces por distintos estudios desde los años 70s. Ahora vemos por qué.

Así las cosas, Clint decidió hacerse cargo de este guion y le dio una revisada con su colaborador Nick Schenk (La Mula, Gran Torino). ¿Qué podemos esperar de un guion lleno de lugares comunes, un poco racistón siendo adaptado por el colaborador más genérico y racistón de Clint Eastwood? Pues, sí. Cry Macho.

El poster señala sentimental: A story of being lost and…found. Porque esa es la otra veta a explotar, esa doble mirada a la infancia y a la vejez, el cuerpo marchito de un hombre que aún puede dar sorpresas, el hombre desechado que encuentra razones para seguir, una especie de héroe antihéroe que ya no da tiros sino que trata de salvarse, y en el camino ayuda a los demás.

Volvamos a la ficción. Mike cruza la frontera como si estuviéramos en La mula y en Gran Torino. Toda la cinematografía es cinematografía al estilo de Clint Eastwood, pausada, serena, sin grandes artificios. Climas que vienen acompañados de la cámara de Ben Davies (Guardianes de la Galaxia, Three Billboards OUtside of Missouri, Capitan Marvel). Quizás eso sea lo que deberíamos rescatar que teniendo un guion tan básico, Clint consigue filmar algunas secuencias bellas y con algo cercano a la emoción, a pesar de la tontería.

Como Cry Macho terminará siendo en parte una buddie movie-road movie, Mike encuentra al famoso Rafo (Eduardo Minnet) un chico que en el relato pintan como un pequeño demonio y que resulta más cursi que el mismísimo Mike.

Salgamos de la ficción. El casting del niño debe ser una de las elecciones más cuestionables de un rol semiprotagónico de este año. Estamos hablando de un personaje que tiene que estar casi toda la película al lado de la “leyenda viva” Clint. Un chico que actúa con la frente y que se llena de mohínes tratando de transmitir emociones a diálogos lamentables.

Desde la butaca (dentro y fuera de la ficción) la pena ajena te inunda y te preguntás qué o quiénes llevó-llevaron al señor Clint a dejar, a estas alturas del partido, una de sus películas más flojas y estamparla en nuestras retinas. La buena noticia es que esta película no alcanza a generar los malestares provocados por 15:17 Tren a Paris (reseñada ACÁ, donde también sufrí el casting infantil Y EL ADULTO) que ya anunciaba que Clint Eastwood era capaz de filmar burreras.

Y te vas a enamorar de mí, porque obvio…soy Clint.

Hay tantas cosas que no funcionan en Cry Macho. Todo suena desafinado, edulcorado, amañado. Mike, que apenas puede caminar erguido, resulta ser un imán para las féminas latinas, quienes al ver al supuesto gringo por antonomasia, caen casi rendidas a sus botas. La analogía del pollo llamado Macho es otra mirada rústica a contramano de los relatos menos serviles a los clichés del género. Parte de la platea parece conformarse con que Mike diga “eso de ser Macho está sobrevalorado”, mientras toda la película gira en torno a estereotipos largamente acariciados por el cine anglosajón. La relación entre el gringo y el niño mexicano es casi una parodia. De hecho, tuve la mala suerte de ver días antes: El protector con un Liam Neeson que tenía que proteger a otro niño mexicano (niño actor que compite en baja performance con el de Clint). Gringo blanco salvador = niño latino a salvo.

Mientras la película más avanza, peor se pone. El gringo se gana el cariño de todo un pueblito de latinos que a pesar de tener animales de granja o domésticos no sabían cómo curarlos hasta que llega el gringo. El gringo zafa de federales, de pacos, de sicarios, de maleantes, del mismo niño. El gringo es pues el súper gringo, no importa que sea de la tercera edad, es EL gringo.

Entiendo las intenciones de Clint, pero la autoindulgencia es tan evidente que estorba en cada frame.

No hay ninguna sorpresa en su estructura, no hay nada que admirar en su torpe narrativa, estamos ante un Clint Eastwood que queremos, pero al que no podemos aplaudir solo por sus 91 años y sus casi 40 películas. ¿O podemos?

Así, con los caballos, el sol que cae, el sombrerito puesto…zafamos como una especie de homenaje a la vejez y a las cosas que son y que pasan.

Su avanzada edad hace que algunas escenas con sangrantes puestas de sol entibien nuestro corazón y veamos detrás de tanta impostación, actuaciones torpes y anécdotas facilonas, una mirada nostálgica hacia la vejez. Hacia ese punto final de una vida que como espectadores hemos visto transcurrir en la cinta mágica, en el cine.

El final de Cry macho intenta ser emocional y sacarte lágrimas condescendientes. Este es Clint en su eterna cabalgada hacia el ocaso, o, mejor dicho, este es Clint en su eterna conducción de una camioneta destartalada hacia el ocaso. En mi caso, espero que aún quede gasolina para que no sea la despedida.

Lo mejor: verlo a Clint. Que Clint siga filmando. Cierta cosa nostálgica que desprende. Lo peor: es muy tonta en su historia base y el niño actúa de terror Lo más falsete: la actuación del niño y muchas cosas más El mensaje manifiesto: eso de ser Macho está sobrevalorado El mensaje latente: muy sobrevalorado La escena: cuando la mamá de Rafo se le ofrece a Mike (WHAT!) El personaje entrañable: el pollo El personaje emputante: todos los que rodean al pollo El agradecimiento: siempre por Clint. A pesar de todo, por Clint.

CINE FRANCÉS: Seules les bêtes / Solo las bestias

Por: Mónica Heinrich V.

¿Quién no ha recibido alguna vez por mail un mensaje de algún misterioso millonario que acaba de heredar una fortuna o está por morir de cáncer y desea entregar ese dinero casualmente a un perfecto desconocido? ¿Quién no ha recibido un mensaje a través de Facebook de una linda extranjera que quiere “hacer amigos” hablando un dudoso español? ¿Quién no ha recibido un mensaje diciendo «Soy fulanito, fulanita…¿te acordás de mí? me podés hacer una transferencia por Tigo Money?».

El director germano-francés Dominik Moll se sumerge en las vicisitudes del “cuento del tío” para contarnos una furiosa y trepidante historia.

Su última película Solo las Bestias se basa en el libro homónimo de Colin Niel (para leer ACÁ). La novela se definió como un “noir rural” y Domink Moll, al que recordamos por perturbadores trabajos como Harry, un amigo que te quiere bien (2000, reseñada ACÁ) y Lemmings (2005), es el director ideal para llevarla a la pantalla gigante.

En nevados e inhóspitos parajes de un pueblito francés, desaparece una mujer. De Evelyn (Valeria Bruni) solo ha quedado su auto abandonado a un costado de la carretera. La película, al igual que la novela, va desenredando la maraña de situaciones que rodean su desaparición dándole voz a sus cinco personajes principales. Eso quiere decir que llegaremos a ver la misma escena desde varias perspectivas.

Alice (Laure Calamy) es una trabajadora social, casada que tiene un amorío con Joseph (Damien Bonnard). Joseph es un hombre adulto con problemas de sociabilización y cuya madre con la que compartía casa acaba de morir, como compañía le quedan el perro y las visitas ocasionales de Alice. Marion (Nadia Tereszkiewicz) es una mesera que se enamora perdidamente de Evelyn y que deja su trabajo por ir detrás de ella. Michel (Denis Ménochet) es el  marido de Alice que inicia una relación virtual con una desconocida que vive en Costa de Marfil.

Te amo, perfecta desconocida que me pide plata por internet.

Lo que tienen en común todos los personajes es el vacío y la soledad. No comparten género, raza, estrato social, edad, oficio de vida, comparten la más profunda soledad y ninguno parece estar cómodo o feliz con la vida que lleva.

Es el siglo XXI, la tecnología ha avanzado, pero la comunicación sigue siendo un problema. Amig@s, tengo noticias para ustedes, ese temita siempre será un problema. 

Una de las virtudes del guion, adaptado por el mismo Moll y por su habitual colaborador Gilles Marchand, es cómo consigue que cada segmento se una perfectamente al otro cual pieza de un rompecabezas que encaja justo en su lugar y, además, que deje en el espectador la necesidad de ver qué pasará.

Sí, gordito menso, largá los quintos.

Más allá de su apariencia de thriller a secas, las diferencias evidentes entre la vida de sus personajes franceses con las carencias de Armand (Guy Roger ‘Bibisse’ N’Drin) y sus amigos en Costa de Marfil, no dejan de ser un contraste que marca un discurso social y político. Marion, por ejemplo, no tiene ni para pagarse un cuarto de hotel, pero vive una “pobreza” distinta a la Armand.

Otro punto alto son las actuaciones. Recordemos a Ménochet como el dubitativo francés que traicionaba a los judíos que escondía debajo de los tablones de su casa al comienzo de Malditos Bastardos, también Damien Bonnard representó con mucha altura al paco que queda atrapado por la rebelión de la calle en Les Miserables y la misma Laure Calamy ganadora del premio César a Mejor Actriz por My donkey, My lover and I. Este es un reparto solvente y experimentado que en Solo las bestias encarnan personajes muy tristes.

Donde la película tropieza es en su enroscada narrativa que termina en un punto demasiado Deux ex machina. Vemos los dedos del novelista cerrando un círculo de forma arbitraria. Como espectador empezás a gritarle a la pantalla: ¡No pues, así no!

En su versión literaria se sostiene mejor, porque podemos estar más en contacto con lo que piensan o sienten los personajes, mientras que en la película solo vemos acciones. Las secuencias relacionadas al brujo, chamán, o maestro espiritista, también parecían pegadas con moco apuntando a un folklore más que a una necesidad de la trama. 

De todas formas, Moll y sus bestias cuentan una historia donde la oportunidad, las circunstancias y el azar se entremezclan con las soledades contemporáneas.

Esa oscura fórmula reflejada en el mensaje virtual de Amandine que recibe Michel al final. “¿Estás ahí?”, le pregunta.  Y luego, la sonrisa pelotuda de Michel y la felicidad real, pero de mentira, dirigida a una pantalla de computadora.

Tan siglo XXI.

Lo mejor: entretiene y tiene una postura política y social Lo peor: se enreda demasiado Lo más falsete: lo de la ex esposa de Armand y su relación con la muertita El mensaje manifiesto: WhatsApp vemos caras no sabemos El mensaje latente: la soledad hace que uno haga cagadas La escena: el cara a cara con Armand El personaje entrañable: el perrito ¡no pues! El personaje emputante: el que más me empujaba era Michel, por pelotudo El agradecimiento: por lo literario.

CINE BOSNIO: Quo vadis, Aida / ¿A dónde vas, Aida?

Por: Mónica Heinrich V.

Estamos en Srebrenica. Es julio de 1995. El general serbio Ratko Mladíc y sus paramilitares “Los Escorpiones”, están en las afueras de la ciudad y han recibido un ultimátum de la ONU para abandonar sus acciones hostiles. La ONU tiene un pequeño campamento dirigido por cascos azules holandeses que se han comprometido con los lugareños a defenderlos y a no permitir el ingreso del enemigo a la zona. Lo que no saben los casquitos azules es que estos señores se van a pasar el ultimátum allá por donde la espalda pierde su bello nombre. Y lo peor, la central de la ONU les soltará la mano.

No hay spoiler posible. Esta fue la peor masacre que tuvo Europa desde el holocausto judío.

La cineasta bosnia Jasmila Zbanic, escribe y dirige Quo vadis, ¿Aida? Una película en la que una vez más nos damos cuenta que el mayor enemigo del ser humano es el ser humano. Para eso, Jasmila introduce como personaje principal a Aida (Jasna Djuricic), una profesora bosnia que gracias a que habla inglés termina de traductora para la ONU.

Con mucha impotencia, veremos cómo el ultimátum fracasa y los desplazados se refugian en el campamento de la ONU, bajo la idea que a la ONU no la pueden tocar.

“Tengo 25,000 personas a las que no puedo alimentar y darles un solo inodoro”, grita el coronel Krammens (Johan Heldenbergh) a través del teléfono mientras intenta encontrar algún tipo de apoyo en su institución sin resultados.

Se respira el peligro en cada toma. Solo al ver al infame “carnicero de Srbrenica”, sabés que nada podrá salir bien.

Aida está casada y tiene dos hijos. Ellos también han escapado de la invasión serbia y buscan refugio en el campamento de la ONU. El calvario del espectador se divide entre la desesperación de Aida de encontrar la manera de salvar a su familia y las sospechosas acciones de los serbios con relación a la supuesta evacuación.

Jasmila no duda en poner la cámara a merced de ese peligro constante, y tiene la paciencia suficiente para ir revelando de a poco algo que solo huele a muerte.

La reconstrucción del grupo de refugiados, de escenas de la vida cotidiana interrumpidas por la llegada de los serbios, son una prueba del talento de la directora y la cámara de Christine A. Mier (Grvabica, On the Path, Love Island) su habitual colaboradora.

El conflicto de los Balcanes sirve para mostrar lo mucho que daña el pensamiento binario: Aida se encuentra a un ex alumno entre los paramilitares, hay conocidos de un lado y de otro, la guerra ha separado amigos, familiares, vecinos. Ya llegados a ese punto, las personas se olvidan de los lazos que los unen en favor de lo que los desune.

La inoperancia e inutilidad de la ONU, revela también que estas organizaciones juegan el juego de la guerra desde una esquina burocrática bajo la anuencia de la comunidad internacional que decide intervenir o mirar para un costado de acuerdo a su propia agenda.

La película está filmada con elegancia y con un ritmo vertiginoso. Veremos a Aida correr por los pasillos del improvisado campamento, luchando por conseguir un permiso, una firma, un algo que separe a los suyos de la muerte.

Quizás en su necesidad de poner énfasis en la villanía del VSR (Ejército de la República Srpska) faltó matizar un poco más el papel de la ONU, a los que además de negligencia y boludez, también se les ha detectado terribles violaciones a los derechos humanos en la época de la guerra de los Balcanes.

Los bosnios aparecen como una masa de gente asustada sin otra etiqueta posible que el de la víctima y Mladíc (que según su biografía meses antes había sufrido el suicidio de su hija de 23 años) es también una figura plana, un villano a secas sin motivaciones reales. Capaz al ser una historia contada como furiosa denuncia, desde la mirada de las víctimas, esta falta de profundidad o de matices, es la que los refugiados percibían: ellos no sabían quién o cómo era este hombre en su vida emocional, solo conocían de él lo que la guerra les había mostrado.

Esta es la quinta película de Jasmila Zbanic, nacida en Sarajevo, hija de dos bosnios, titiritera y clown profesional. Su cine siempre ha tratado de darle voz a los bosnios, a contar esas historias que quedaron escondidas en medio de la destrucción de la guerra. En el caso de Srebrenica, se ejecutaron a sangre fría a más de 8.000 bosnios entre hombres, ancianos y niños. Los hechos se relatan acá desde la descripción y no desde el análisis.

Quo vadis, Aida? fue nominada al Oscar a Mejor Película Extranjera. El galardón se lo terminó quedando la película danesa Druk (reseñada ACÁ), una película más amigable y condescendiente con el gran público. Ahí donde Druk terminaba con un baile que celebraba la vida entre trago y cantos; esta película no baila, no canta, no es libre. Su final es eso que deja la guerra siempre. En Srebrenica, en el Congo, en Siria, en Afganistán, en todas partes. Ausencias y heridas.

Lo mejor: cine denuncia sobre un terrible hecho Lo peor: es más descriptivo que analítico Lo más falsete: la falta de matices con los serbios El mensaje manifiesto: la guerra todo lo destruye El mensaje latente: las convulsiones sociales muestran lo peor de la gente La escena: el final El personaje entrañable: las víctimas El personaje emputante: la guerra que todo lo destruye El agradecimiento: por los que consiguieron sobrevivir.

 

CINE: ANNETTE

Por: Mónica Heinrich V.

Es raro hablar de ego desde una película cuyo ego autoral está sobrepuesto por encima de su público. Así es, mis confundidos espectadores, Leos Carax emuló a la gran Britney Spears: Ups, he did it again. (Ups, lo hizo de nuevo).

A contracorriente de la receta típica de una película típica de lo más típico del cine típico, Carax presentó Annette en el más reciente festival de Cannes. Al finalizar la proyección, lo ovacionaron durante cinco minutos.

Momentito, Cannes también es un aglutinador de egos, y no es garantía que muchos egos se hayan puesto de pie para aplaudir Annette.

Quizás la clave para entender este trabajo es la exposición en la que Carax está trabajando para el próximo año en el Centre Pompidou donde exhibirá un video que se llama Hombre, el cine te perdona todo. Porque Carax cree y cito: «Es algo en lo que siempre he pensado. Hombres malos, padres malos y estos creadores que a veces eran hombres repulsivos pero que tanto me inspiraron. Por ejemplo, el escritor Céline» y claro, Céline fue un verdadero hijo de puta. Traidor, racista, antisemita, misógino, pero…buen escritor. Y Carax asume que a veces la obra consigue hacer que nos distraigamos de esos detallitos. Luego viene el eterno y caldeado debate sobre si esos detallitos realmente importan en la balanza de obra vs autor. Habría que preguntarse qué podríamos consumir si realmente consumiéramos solo lo que produce la gente de bien. 

So ladies and gents, please, shut up and sit

Dentro de esas posiciones ante la vida, Annette tiene como protagonista a Henry (Adam Driver) un standpero/comediante que es adorado por su público al que menosprecia.  “Hacer reír a la gente es una estafa», dice en medio de su acto. Esas rutinas de “comedia” muestran dos caras de un mismo escenario, por un lado, el egocéntrico comediante que usa tópicos densos tratando de ganarse la lisonja del público con la risa y, por otro lado, el público voluble que un día te amará y otro día querrá que te quemen vivo. Las rutinas cómicas de Henry son bastante hmmm no hay palabra en español que las defina, quizás lo más cercano sea «incómodas», aunque la expresión en inglés Cringe, le hace un poco más de justicia.

Henry, parece tenerlo todo: éxito, validación, está casado con Ann (una grácil y dulce Marion Cotillard) que es a su vez una exitosa cantante de ópera.

Pero algo no está bien. Recordemos que la felicidad no es llenar casilleros de cosas que hemos cumplido. Algo, dentro de Henry, no está bien. Se lo dice a su público, ya no puede hacerlos reír porque está enamorado y ese amor lo consume todo. Pensamiento machirulo 1.

Entonces, su carrera como comediante empieza a caer en picada, y porqué no, comienza a resentir el hecho de que ella, Ann, siga brillando mientras él, Henry, ya no. La envidia lo corroe como a viborita del desierto. Pensamiento machirulo 2.

Y cuando llega Annette, Baby Annette, el cringe, la envidia, las viboritas imaginarias y los pensamientos machirulos alcanzan otras cimas.

Apártense, perros.

SPOILER

Quiero que vean muy bien la foto de Baby Annette. Ajá. Baby Annette es una marioneta. Desde que sale escupida por la vagina de Ann, Baby Annette es una marioneta. Rara, fermosa (fea + hermosa) y digna heredera del Cringe de su papá. Eso generará, sin duda alguna: Un mundo de sensaciones, un mundo de vibraciones.

FINAL DEL SPOILER 

El guion escrito por el dúo de música Sparks (Ron y Russel Mael) surgió en un principio como un álbum que lanzarían como un proyecto musical narrativo. Conocieron a Leos Carax hace ya casi diez años en Cannes y fue juntar el hambre con las ganas de comer, así Leos decidió llevar a Annette a la pantalla gigante, sin dejar de lado su origen musical.

Amig@s, contándolo así parece todo muy razonable. 

Pero oh, sorpresa. Esta no es la típica película del cine típico del típico Hollywood. Esto es un trabajo de Leos Carax. Así que ajústense los cinturones que el viaje será movidito.

Annette bordea peligrosamente el ridículo o lo esperpéntico. Hay excusas válidas para afirmar que solo lo bordea y no nada en estilo mariposa dentro de ambos. Digo bordea porque si asumimos que seguimos la historia desde la mirada de Henry que está sufriendo un quiebre mental, podemos interpretar esta realidad distorsionada como un síntoma. Prueba de ello es el final donde aparece Annette interpretada por la pequeña Devyn McDowell, que con tan solo 4 años consigue una de las mejores secuencias de la película.

Amigo, estás sosteniendo un títere.

Hay muchas escenas autoreferenciales a trabajos pasados de Carax, la forma de filmar una moto, la forma de filmar dentro del auto, el look, actitudes de sus personajes, estructura narrativa, hay cosas que nos llevan a Pola X o a Holy Motors (reseñada ACA).

Leyendo mi reseña de Holy Motors sabrán lo que siento por Leos. Pajero, sí. Pretencioso, sí. Posero, sí. Raro, sí. Puede que cojudo, sí. Me importa, no. 

En sus dos horas y veinte minutos de duración, Carax va y viene, viene y va, te cansa, te emputa y a ratos se te escapa una risotada, que nada tiene que ver con la labor de comediante de Henry, sino más bien con esos momentos extrañamente incómodos, pero igual de cinematográficos que el francés ha convertido en un estilo. 

Una cosa que siempre me ha fascinado del trabajo de Carax es su exquisito arte, su manejo del color, y la construcción de espacios estéticamente bellos. En Annette repite la paleta ya vista en Holy Motors, como una continuación a ese mundo verdoso, amarillento en el que los actores eran a su vez títeres de un mundo moderno que todo lo fagocitaba.

Las actuaciones son un poco teatrales, acorde al género musical: opera rock. Hay gestos grandilocuentes, escenas dramáticas casi de culebrones televisivos, la comentada escena en el que se mezclan cánticos y cunnilingus habitará un rincón de tu memoria quizás para siempre. Adam Driver, de eso ya no se vuelve.

Acompañando a Marion Cotillard y a Adam Driver está Simon Helberg (AKA Howard en The Big Bang Theory) en una escena muy alabada, porque Helberg nos vende esa escena con ímpetu, Leos nos vende esa escena con ímpetu. El ímpetu es otro de los grandes protagonistas. Admirás ese ímpetu. Hay gente que con más agua en la piscina, no salta así.

Amiga, diste a luz un títere.

Parte del crew, los guionistas, Leos Carax y su hija Nastya aparecen al inicio y al final del filme rompiendo la ficción, y hablándole directamente al espectador, y cuando el director te habla y desea que te vaya bien, que llegués a tu casa seguro, ya te acostumbraste a la mancha que crece en el coto de Henry, ya aceptaste el sentido diálogo con la Annette de carne y hueso, ya querés (una vez más) a este Leos Carax que puede ser estúpido e inteligente, cursi e incisivo, bueno y malo, todo y nada.

Annette concluye así atestiguando que una película es un trabajo colectivo. Algunos, como en Cannes, la ovacionarán y no podrán sacarse de la mente escenas en las que su director juega como un niño. Otros la encontrarán insufrible, insoportable, hueca perorata del ego desmedido de un director que como dije sobre Holy Motors se hace una paja frente al espejo.

¿Audaz? ¿Arrogante?

Capaz sea un poco de las dos. Lo que sí me queda claro, es que Baby Annette marioneta y Baby Anette de carne y hueso se convertirán en un fantasma cinematográfico en tu memoria y una de esas frases que el cine deja omnipresente será: Ahora no tenés nada que amar.

Lo mejor: Jugada, hermosa, con mucho para analizar Lo peor: pajera, pretenciosa, cursi, boluda, esperpéntica, larga Lo más falsete: difícil elegir algo, es una película que bebe de lo que podría verse falso y/o ridículo  El mensaje manifiesto: la fama y las vidas en apariencia felices, tienen su lado oscuro El mensaje latente: ese lado oscuro es un abismo La escena: la charla entre Annette y su padre en la cárcel El personaje entrañable: Baby Annette El personaje emputante: Henry El agradecimiento: por jugar.

 

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