LOST IN CONTEMPLATION OF WORLD

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FOTOGRAFÍA: We are the world (Parte 11)

1.- Protesta (Daniel Etter-2013)

En mayo de este año, Turquía se veía sacudía por una protesta para salvar el ParqueTaksim. Dicho parque iba a ser destruido y en su lugar se construiría un centro comercial inspirado en el estilo otomano y además se planeaba reconstruir un Cuartel Militar. El objetivo del gobierno era seguir dándole alas a un proyecto de mayor urbanización del país. La ola de protestas de ecologistas y afines hizo que se vivieran violentos enfrentamientos. El fotógrafo Daniel Etter capturó esta instantánea en junio cuando la policía reprimió a los manifestantes y el joven de la foto luchaba contra los gases lacrimógenos sin soltar su bandera.

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2.- Dolor (Kevin Lamarque-2013)

La foto corresponde al Cementerio Nacional de Arlington (USA). Existe una sección destinada a los soldados muertos en Iraq y Afganistán. El fotógrafo Kevin Lamarque de Reuters vio a varias familias rindiéndole tributo a sus muertos, pero le llamó la atención esta adolescente que perdió a su hermano (Ryan Goyer). La chica quedó en posición fetal junto a la lápida.  El conmovedor momento es solo uno de tantos que se viven en los cementerios americanos. Paralelamente a las muertes que han dejado en los países invadidos, Estados Unidos tiene entre sus filas las muertes de miles y miles de jóvenes soldados. Las cifras oficiales hablan de 4.000, pero las no oficiales creen que el número llega a duplicarse. Una prueba más de que la guerra solo deja dolor a su paso.

A woman lies down in front of the grave of her brother at Arlington National Cemetery near Washington
 

3) Madre (Anthony Suau-1987)

En 1987 Corea del Sur tuvo elecciones. Las elecciones rápidamente se vieron manchadas con la sospecha del fraude y distintas ciudades iniciaron revueltas y disturbios reclamando los resultados. En Kuro, la policía antimotines detuvo y encarceló a estudiantes que estuvieron envueltos en manifestaciones contra el gobierno. La foto fue tomada a la madre de uno de estos manifestantes, que apoyada contra el escudo del policía implorando clemencia y perdón para su hijo.
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4) El niño (Lucian Perkins-1995)

Uno de los conflictos más jodidos es el checheno. En 1995, Boris Yeltsin ordenó el bombardeo a la ciudad chechena de Shali. Perdieron la vida cerca a medio centenar de personas y más de 200 fueron heridas. El fotógrafo americano ganador de dos Pulitzer, Lucian Perkins, capturó esta instantánea de un bus lleno de refugiados que salen de Shali. Un niño checheno se asoma con las manos pegadas al vidrio. Desarraigo.

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5) Gravedad (Francois Mori-2012)

En Marzo del 2012, el artista chino Li Wei desafía la gravedad dando la ilusión óptica de vuelo. Acostumbrado a jugar con el ilusionismo, Li Wei se vistió de monje, y “sobrevoló” la Fontaine de Lyon en París. Para redondear el efecto de gravitación colocó humo rojo saliendo de sus zapatos. El artista siempre hace performances en las que mezcla cables, acrobacias, espejos y humo. La foto fue tomada por Francois Mori. 

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EN CARTELERA: Yvy Maraey

“ESTA HISTORIA TENÍA QUE SER OTRA COSA”

Creo que si hay algo que ha demostrado Juan Carlos Valdivia desde sus inicios es que sabe filmar. Una vez comenté que de las películas Jonás y la ballena rosada y de American Visa no guardaba muy buenos recuerdos, aunque amén de los peros que se les pueda poner no se negaba que ambas-dos estaban bien realizadas.

El descubrimiento de Valdivia como un cineasta-autor llegó el 2009 con Zona Sur, ahí nos dimos cuenta que el paceño no estaba destinado solamente a entregar productos con aspiraciones comercialonas, de contenido en líneas generales vacío y poco memorable, no. Con Zona Sur, descubrimos que existía eso que tanta falta le hace al cine nacional: riesgo y resultado.

Y dividió aguas, hubo quienes detestaron su cámara circular, su ritmo pausado, contemplativo, su historia de jailones venidos a menos, ajá. En ese reflejo del suelo patrio, hubo aquellos a los que no les gustó lo que vieron.

Se entiende, el cine autoral no es para todos, y el guión escrito por el mismo Valdivia tenía sus momentos algo telenoveleros, hecho que también destaqué cuando hablé del tema.

Cuatro años después se estrena Yvy Maraey, la película que supone años de investigación sobre la cultura guaraní, la película que Valdivia afirma es la mejor de su filmografía, y la que supuestamente le ha cambiado la vida.

233756_600Para los bolivianos, tiene el atractivo de rescatar del olvido a una cultura casi aniquilada y exterminada por la modernidad y su día a día. Una cultura que lentamente ha ido convirtiéndose en un fantasma que vemos cómo se pierde en la neblina y a nadie le importa lo suficiente para detener esa desaparición.

Ivy Maraey prometía dosis altas de lo guaraní, de su cosmogonía, de su teogonía. Las notas de prensa hablaban de un complicado rodaje, de una producción jodida, de semanas de intensa búsqueda de un casting adecuado, de actores naturales, de locaciones hostiles, de investigación rigurosa y de una idea que llevaba madurando años en la cabeza de su director.

Finalmente, luego de truncados intentos de estreno, la semana pasada pudimos ver el resultado de tanto trabajo y tanta expectativa.

Juan Carlos Valdivia interpreta a Andrés, cineasta que obsesionado por las imágenes recabadas por el antropólogo Erlan Nordenskiöld se lanza a la gran aventura de recorrer el chaco para llegar al lugar donde fueron filmadas en 1910 y hacer una película.

Esa búsqueda también habla de una búsqueda interior, personal, existencial que es remarcada durante el desarrollo de la película. Para dicha búsqueda se alía con Yari (Elio Ortiz ), guaraní cuya labor es llevarlo a su objetivo y cuya misión dentro de la estructura del guión es servir como contrapunto para el manoseado contraste del karai y el guaraní. Blanco-indio.

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Los problemas de la película comienzan con ese forzado contraste, teniendo en cuenta que la historia de una región depende de la interacción de sus diferentes actores y va más allá de un encuentro bipolar.

Las frases hechas bombardean al espectador con el ánimo de sentar muy claras las bases de la relación de cada personaje con el aspecto étnico al que pertenece y del issue intercultural. Momentos en los que un silencio bien puesto harían más por el tono de la película que tanta reflexión dicha en voz alta.

Esa mirada en la que se sumergen el uno en el otro y el otro en el uno es el todo de la película. Son diferentes pero al mismo tiempo muy parecidos. Bello.

La tierra sin mal se nos presenta mágica, impredecible, misteriosa, plagada de personajes pintorescos y de situaciones que intentan aligerar el peso filosófico de la película con unos atisbos de humor.Típico recurso de películas de este tipo: dos personajes aparentemente opuestos se juntan por avatares del destino para terminar siendo chanchos amigos y tener una experiencia religiosa, diría Enrique Iglesias.

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La idea de “la lucha de un pueblo otrora feliz contra una raza más fuerte” manejada por Nordenskold que se insinúa en el filme, y la frase de que son los karai los que ahora “tienen que luchar por su identidad”, en el contexto pluri-multi que siempre ha vivido el país suenan reduccionistas y condescendientes.

Otro problema es el apartado actoral. Entiendo que son actores naturales y que se trata de la primera experiencia de Juan Carlos Valdivia en esas lides, pero definitivamente las actuaciones rondaban la media para abajo, llegando un poco al bochorno en la fiesta donde hay la pelea y en el encuentro con los cineastas improvisados (excelentemente equipados con proyectores, generadores de electricidad y otros).

La película transcurre entre frases coelhianas onda qué profundos somos, escenas coreográficas y manejo de cámara en movimiento, herencia directa de Zona Sur, que no sé hasta qué punto sirve para retratar de forma fidedigna una región caracterizada por lo inhóspito, la quietud, la semi-aridez y el sofocante calor.

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Entiendo que puede ser un estilismo, pero ese estilismo se choca ya con las frases hechas, las actuaciones medianas, y la visión bilateral del mundo, dando como resultado un filme irregular y de características que pueden valorarse más por la búsqueda personal del director (Juan Carlos Valdivia, no Andrés) que por ser una película que sea justa con lo guaraní. Estrella inicial de la premisa del filme que se desinfla para dar paso a una suerte de road-selfie-movie.

Yéndonos por el apartado siempre discutible y triste del cine nacional: lo técnico, podemos decir que aquí es donde Valdivia brilla a sus anchas y deja claro que sí, es verdad que sabe filmar, ya que TODO, todo lo técnico en Ivy Maraey es impecable e inobjetable.

Una hermosa fotografía de Pablo de Lumen, que también participó en Zona Sur, nos regala escenas como la de los guaraníes peinándose en las rocas o la de las proyecciones en el monte. Una impresionante producción; el talento siempre necesario de Cergio Prudencio en la música (aunque a veces demasiado incidental); y lo dicho, una calidad a nivel técnico que habla de rigor y talento, son elementos suficientes para coronarla, de lejos, como la mejor película en ese rubro este año.

Y eso acarrea la mayor decepción, Valdivia es un tipo que tiene la inteligencia comercial para generar auspicios y trabajar con los presupuestos más altos del medio y tiene la inteligencia artística para rodearse de un buen equipo técnico y humano, por eso es que a estas alturas Ivy Maraey parece un ejercicio algo ingenuo.

1385418_1424568831092968_1517043930_nLleno de buenas intenciones como todo nuestro cine y, en este caso en particular, como un renacimiento personal del director, una vez salen los créditos, la tierra sin mal se queda como una cómoda visión binaria de la realidad (blanco-indio, Karai-guaraní, rico-pobre, yo escucho Serrat y tú Locomía) que no te acompaña al salir de la sala.

Me parece que le puede ir bien en festivales internacionales, tiene esa temática ONGeísta que le ha dado premios a películas como El vuelco del cangrejo y un nombre a Ken Loach, y en lo nacional debe ser, como ya dije, de lo más logrado en los últimos años en el apartado técnico.

Como todo en la vida, habrá aquellos que la encuentren reveladora, una joya del cine nacional, una película a la que mirar hacia arriba por las virtudes que derrocha. Muy válido, en esa pluralidad de miradas y cosmovisiones, la misma Ivy Maraey lo dice: yo no sé de qué color ves el mundo, y definitivamente vos tampoco sabés de qué color lo veo yo.

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Lo mejor: hecha con mucho rigor en lo técnico y con buenas intenciones

Lo peor: a ratos se siente un pajazo

La escena: hay escenas muy lindas, incluso el final funcionaría si se mostrara de otra manera menos discursiva

Lo más falsete: la bola de papel, los recortes, las frases hechas

El mensaje manifiesto: La tierra sin mal existe

El mensaje latente: La tierra sin mal está desapareciendo

El consejo: Vela, realmente: VELA.

El personaje entrañable: la niña del final

El personaje emputante: la dupla de amigos

El agradecimiento: por el rigor, por apostar siempre a la máxima calidad

CURIOSIDADES (extraídas íntegramente del dossier de prensa de Ivy Maraey, sección Anécdotas)

A Juan Carlos le contaron que todavía habían muchos huesos humanos de la guerra en Kuruyuki en la zona, pero jamás vio uno, hasta un día de abril de 2012 que encontró los restos de un kereimba (guerrero). Allí supo que era hora de comenzar el rodaje. Puso los huesos en un viejo cantaro guaraní y se los llevó a La Paz, prometiendo devolverlos cuando la película esté terminada.

Un año estuvieron los huesos de kereimba (guerrero) en casa de Juan Carlos. La devolución de estos huesos es el tema del documental Memoria, que Cinenómada encargó a la cineasta venezolana Rossana Matecki para el proyecto Recuperación de la Memoria, en cooperación con la Embajada de Alemania en Bolivia.

El equipo técnico y artístico de Yvy Maraey constaba de aproximadamente 60 personas fijas que se desplazaron en 12 vehículos por 5 departamentos, en una superficie de 10,000 km.

El rodaje de Yvy Maraey se realizó durante siete semanas. La pre-producción llevó cuatro meses. La concepción y la construcción, sin embargo, tomaron seis años.

A la víspera del rodaje en julio de 2012, 22 personas del equipo se perdieron en el bosque a orillas del pantano. Después de horas de andar en círculos por la orilla del espeso monte, se resignaron a dormir alrededor de una fogata sobre una espesa capa de hojas secas. Al día siguiente, encontraron numerosas huellas frescas de tigre en las inmediaciones.

Para filmar las escenas del Chaco, la producción tuvo que llevar los extras por 800 km. de caminos accidentados. Doscientas personas, entre equipo técnico y artístico, vivieron por una semana en Lonte, en una hacienda abandonada del siglo XIX, donde se tuvo que llevar hasta el agua.

El equipo de producción fue secuestrado varias horas por los indios Weenhayek del sur de Bolivia. Los Weenhayek, descendientes de los Matacos que conoció Erland Nordenskiöld, son uno de los grupos originarios más aguerridos de Bo- livia. Retuvieron el material que Valdivia filmó para recrear el viaje de Nordens kiöld por un malentendido entre autoridades. Las bellas imágenes de los indios pescando en el río y viviendo en precarias aldeas corrieron el riesgo de desapa- recer para siempre. Valdivia logró filmar un convenio de cesión de derechos seis meses después de la filmación.

FOTOGRAFÍA: We are the world: Siria

Desde el 2011 que Siria está asolada por una guerra civil que ya se ha convertido en una masacre. Los rebeldes y el régimen de Bashar Al Assad, son las dos fuerzas que se enfrentan en una lucha donde las palabras sunnita y chiíta no significan nada para los que solo entienden de balas y bombas.

La pasividad de los organismos internacionales y de la opinión pública hacen que sea necesario recordar que cada día mueren cientos de sirios, los desplazados ya llegan a millones y las principales ciudades del país se encuentran prácticamente destruidas. El otro día leía el texto de una periodista italiana que escribía la dura crónica: Sólo estamos aquí por los premios y algunas otras verdades del periodismo de guerra, donde afirmaba:

«Porque Siria ya no es Siria. Es un manicomio. Está el italiano desempleado que se unió a Al Qaeda y cuya madre lo está buscando alrededor de Alepo para darle una paliza; está el turista japonés que vino al frente porque dice que necesita dos semanas de “emociones”; está el graduado de Leyes sueco que vino a recolectar evidencia de crímenes de guerra; están los músicos norteamericanos con barbas al estilo Bin Laden que insisten en que los ayuda a pasar desapercibidos, aunque son rubios y de dos metros (trajeron drogas contra la malaria, aunque aquí no hay malaria, y quieren entregarlas mientras tocan el violín). Están los varios funcionarios de varias agencias de Naciones Unidas que, cuando uno les dice que sabe de un chico con leishmaniasis (una enfermedad difundida por la mordida de una mosca de la arena) y les pregunta si pueden ayudar a sus padres a llevarlo a Turquía para que lo traten, dicen que no pueden porque no es más que un niño, y ellos sólo tratan a la “niñez” como un todo»

Y en ese manicomio donde los de afuera pretenden encontrar una razón de vida o de lauros profesionales, los de adentro, los sirios, se matan unos a otros.

La batalla por el control de Alepo se ha vuelto más cruel y sanguinaria con cada día que pasa, ayer el mundo despertaba con la noticia de un supuesto ataque, que de ser cierto sería el peor ataque químico  durante los últimos 25 años. Perpetrado en Damasco,  los muertos suman cientos o miles  (no se sabe la cifra oficial) como resultado de tanta barbarie. El origen de dicho ataque es tan confuso como lo que se sabe de la guerra en Siria hasta el momento. Se acusa al régimen de Al Asad cuando su bando andaba ganando en las ofensivas y no necesitaría para nada un ataque de esas características con una inspección de la ONU en curso. Si fuera una operación bandera falsa como todo hace suponer, también se ha ido demasiado lejos.

Mientras Libia y Egipto obtuvieron atención mediática/política por motivos obvios (Siria no tiene el petróleo de Libia), su fuerte armamento militar y la situación geopolítica son las excusas para no intervenir en una situación que ya se fue de las manos.

La mal llamada Primavera árabe que se ha llevado la vida de cientos de miles de personas, está condimentada con injerencias variopintas y la presencia de mercenarios de guerra de todas las latitudes. Parece ser que eso le espera a una Siria vapuleada por la violencia.

Como rostro visible de una guerra inhumana y humana, tenemos la foto de Aída, tomada en Alepo por el fotógrafo argentino Rodrigo Abd, corresponsal de La Nación y ganador del Pulitzer 2013 por su trabajo en Siria:

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Lo terrible es que esta guerra no solo destruye a adultos, sino que toca a los niños. Aquí la foto que ganó el 2012 el premio UNICEF. Alessio Romenzi congela la imagen de esta niña. El piso manchado de sangre, y ella, la pequeña protagonista, rodeada de hombres armados.

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En esta foto, también tomada por Romenzi, vemos a un grupo de civiles refugiados de las bombas y disparos.

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Aquí, el español Manu Bravo tomó la instantánea de un anciano en un hospital psiquiátrico en el cual conviven alrededor de 60 pacientes. Debido a la guerra han sido abandonados, viven en las condiciones más precarias y solo los cuidan 3 personas.

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Y ya para finalizar este post dedicado a Siria, aquí las ruinas de Homs, la que fuera la tercera ciudad más importante de Siria y que ha sucumbido a los bombardeos y ataques de ambos bandos.

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en la guerra, la primera víctima es la verdad,

y aunque se puedan debatir los orígenes, causas, soluciones sobre el conflicto sirio la única verdad que sobrevive es la de cientos de miles de víctimas que aumentan a cada instante.

Siria duele, Egipto duele, Gaza duele, esperemos que encuentren pronto la luz.

FOTOGRAFÍA: We are the world (Parte 10)

1) Refugiada (Pietro Di Giambattista, 2001)

En 1992 iniciaría una de las guerras más crueles de las que tiene memoria la edad moderna: La Guerra de Bosnia. En ella se enfrentaron hermanos, familiares, vecinos, amigos, empujados por diferencias culturales, étnicas y los intereses particulares de algunas naciones que se metieron en el conflicto. Duró 3 años y dejó como saldo más de 100.000 víctimas y 1,8 millones de desplazados. El fotógrafo italiano Pietro Di Giambattista captó esta instantánea de una pequeña niña en las afueras de Roma que deja un campo de refugiados en un auto y que está siendo relocalizada a otro campo en Italia. Su mirada lo dice lo todo. Lleva la guerra escrita en la cara.

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2) Infancia (Francesco Zizola, 1996)

En Angola hay un pequeño pueblo llamado Kuito que fue rodeado por minas antipersonales en uno de los tantos conflictos bélicos que aquejan la zona, se dice que el cerco al pueblo fue más salvaje que el de Sarajevo. “La crónica de la humanidad es una lista de violencias”, explica el gran escritor portugués Miguel Torga en su obra cumbre “La creación del mundo”. Kuito tiene su memoria un ejército de mutilados de los que el tercer mundo ni siquiera puede guardar una correlación de números y estadísticas. Se estima que unos 8000 niños han sido víctimas de las minas en esta región. Por décadas, colonizadores, grupos paramilitares y otros han sembrados minas en Kuito buscando arruinar cualquier sistema de comunicación y escape. Hasta la fecha en que la foto fue tomada, seguían existiendo minas que no habían sido eliminadas y que constantemente herían y traumatizaban a algún civil de forma accidental. En la imagen, Zizola expone la infancia rota de aquellos que no escaparon de las minas…

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3) Negra (Douglas Martin, 1957)

Douglas Martin inmortalizaría a Dorothy Counts en la fotografía que ven a continuación. El momento, fuera de contexto parece no tener ninguna importancia, sin embargo se trataba de la imagen en la cual Dorothy Counts se convertía en la primera estudiante negra en asistir a un colegio «para blancos”, el Harry Harding High School. La chica estaba en su primer día de clases y fue seguida a su ingreso por una multitud de estudiantes que la insultaban y se burlaban de ella. La esposa del líder del Consejo de Ciudadanos blancos (agrupación racista con más de 60,000 miembros ) había instado a los chicos a “mantenerla fuera” y a las chicas a escupirla. La caminata estoica de la adolescente de 15 años fue histórica. Desgraciadamente, debido a los múltiples acosos y ataques, Dorothy tuvo que abandonar la escuela al cuarto día.

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4) Amor (Fausto Podavini, 2013)

Premiada este año, la foto nos cuenta la historia de Mirella y Luigi, una pareja de ancianos italianos que estuvo casada más de 40 años. Cuando Luigi cumplió 65 años fue diagnosticado con Alzheimer. Seis años de cuidados y de devoción siguieron al dramático diagnóstico. Mirella tuvo que adaptar su rutina diaria a las necesidades de su esposo. Llegó un punto en que el hombre olvidó para qué servía la comida, y dejó de diferenciar el día de la noche. Lo más doloroso fue cuando ya no pudo reconocer a su esposa ni familiares. El 2011, Luigi sucumbió a la enfermedad y murió con Mirella al costado de su cama.

Fausto Podavini

MINICRÍTICAS: Los Croods, Blancanieves, OZ, el poderoso, G.I. Joe Retaliation

Veo la cartelera y me dan ganas de sentarme en una piedra a la orilla del río y llorar. Sí, necesitamos urgentemente más salas de cine, necesitamos desesperadamente que llegue mejor cine, si no fuera porque el fin de semana vi la película rusa ELENA la vida no tendría sentido. Pero de Elena hablaremos después, que se merece más que unas cuantas líneas escritas a la rápida y teñidas de resentimiento.

Procederé, entonces, a vertir la experiencia concentrada de casi 10 horas en una sala de cine:

Viva mi papá!

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Aunque Los Croods nos plantea una historia harto ya vista y manoseada en La Era del hielo 4, y hasta con personajes similares (Eep=hija dinosauria/ suegra Crood=abuelita / Papá cavernícola=Papá dinosaurio) no dejamos de sucumbir ante el amoroso tratamiento de la trama.

Es el primer gol en dirección de Chris Sanders, que tiene créditos como responsable de las historias de Aladdin, El Rey León, Mulán, La bella y la bestia y como director en How to train your dragon; y el primer gol en todo sentido de Kirk DeMicco que codirige este proyecto y cuyo currículum es paupérrimo como discurso político.

La  familia cavernícola que sale de la cueva y trata de ponerse a salvo en la montaña más alta ante un inminente apocalipsis, conquista de principio a fin. Todo está bien en esta animación de Dreamworks, todo, incluido el mensajito ñoño y moral sobre el respeto/amor a los padres; la aceptación de lo nuevo, de los cambios, la destrucción de tu mundo, el asumir los peligros crueles que nos depara el universo (¡), la simbología del fuego, del sol, del sacrificio humano, del dar, el querer, el saber, ufffffffff tantas cosas tan bonitas…

(insertar emoticón de hadita)

Seh…recomendadísima para que sus niños la vean antes de que la vida los escupa a gusto y para nosotros los adultos que vivimos en el piso atropellados por la realidad. Un momento de digno solaz y de mágico embeleso.

Lo mejor: Brazo y que dura solo 90 min. Lo peor: una historia muy similar a la de La era del hielo 4 (o era 3) y que no se pueda ver la opción ORIGINAL subtitulada La escena: toda la secuencia inicial es muy linda Lo más falsete: la sobreviviencia (mueran!) El mensaje manifiesto: Al final del día, tu papá siempre será el héroe El mensaje latente: Uno crece y se olvida de lo heroicos que son sus padres El consejo: Vela, es muy linda El personaje entrañable: Brazo El personaje emputante: Eep, ajá…me cansan esos personajes femeninos “rebeldes” que resultan ser un poco boludos El agradecimiento: Verla en 3D, lo amerita.

Blanca…qué?

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No, no me ha gustado la Blancanieves española. Admito que está bien filmada, y tiene una que otra escena muy conseguida, pero el trabajo de Pablo Berger me pareció soporífero y hasta irritante.

Estoy un poco cansada de que se filme como antes (años 20s, 30s, 40s, 50s, 60s, 70s, 80s, 90s) en pleno siglo XXI y encima que se repitan los mismos vicios y miserias del mal cine de esa época (imágenes sobrepuestas, exceso de cartones explicativos, obviedades y redundancias).

Ni siquiera se agarran de los grandes grandes autores, aunque los tengan como referencia, sino que hacen en el dos mil y pico, una versión de una película muda como si se tratara de un “experimento ingenioso” y tenemos las mismas ingenuidades de la época. Para un público de los años 20s se justificaba pero ahora como que tenés que ponerle más empeño al guión, a la historia, y pensar que no, ya el público no es ese ramillete casto y puro de seres humanos que no necesitaban los lentes 3D para sentir que el tren de la pantalla gigante se les iba encima.

A la Blancanieves de Berger no le veo la magia, no le veo el riesgo, más bien la siento un poco snob y pretenciosa.

Más allá de eso, por el planteo “original” (película muda filmada en tiempos sonoros) puede ser que para cierto público sea interesante de ver. Por ejemplo, El Artista no me encantó pero en algún momento me enganchó e hizo que tuviera empatía con los personajes y que dijera con voz de alguien que ve un perrito vestido: “Qué boniiiito”.

Aquí fue todo lo contrario.

El cuento de los hermanos Grimm, incluso con la censura que afrontó en su país, era perverso, jodido, y tétrico. Una malvada bruja que seduce a un viudo y cegada por la vanidad quiere eliminar a su hijastra da para hacer de todo en la pantalla gigante. Disney lo transformó en un clásico, y el año pasado las dos versiones americanas fueron decepcionantes. Berger quiso dárselas de arriesgado y replanteó todo el despelote en Sevilla, con toreros, cánticos y bailes flamencos.

Lo compro. Incluso detestando la tauromaquia lo puedo comprar. Lo que no compro es ese guión insostenible, tan básico y limitado, auto-indulgente porque intenta emular el cine de antes.

El ritmo es bastante irregular, hay pajeos con tomas donde el director quiso dejar claro que le gusta componer una escena, y si esa mano invisible es visible para el espectador, tendría que ser la mano de un genio, y Berger no lo es.

Quizás lo más rescatable sea la fotografía y el encanto de la actriz Macarena García, perdida en un mar de caricaturas vacías.

La música, por momentos notable, por momentos empalagosa, acompaña una historia que como ya dije se siente como si alguien te hiciera sonar un pito en el oído persistentemente.  Es ruidoso, molesto y dan ganas de apagar la bulla.

Lo mejor: Algunas escenas Lo peor: aburrida, vacía y pro tauromaquia La escena: El final, me gustó El mensaje manifiesto: Filmar como antes no es garantía de filmar mejor El mensaje latente: Qué mal anda el cine español si esto es lo mejor que tuvo el año pasado El consejo: vela, por ahí te gusta El personaje entrañable: la bruta de BlancaNieves El personaje emputante: el torero, por pusilánime  El agradecimiento: que la segunda parte levanta un poco.

OZ,asqueroso

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En ese camino incierto de homenajes, reposiciones y replanteos de grandes clásicos llega el horror de horrores: Oz, el poderoso. La apuesta de Disney por resucitar a El Mago de Oz.

Mis querubines, El Mago de Oz no necesita “resucitamiento” porque está vivito y coleando y es uno de los grandes grandes títulos del cine de todos los tiempos, del mundo mundial, del infinito y más allá. Además, si a algún acelerado se le ocurre hacer esta precuela, lo ideal sería contratar gente de categoría A, no vas a llamar a Sam Raimi que hizo una trilogía pésima (El hombre araña) y cuyo trabajo demuestra la inconstancia y la falta de inspiración propia de alguien sin mucho talento. No, para qué llamar a Sam Raimi. A ese desacierto sumale dos guionistas como Mitchell Kapner y David Lindsay. Resultado? Una película menor, llena de clichés, aburrida hasta decir basta y donde lo de “The great and Powerful” que acompaña al título original sería la publicidad más engañosa del año.

James Franco interpreta a Oscar, un estafador que vive de sus presentaciones de magia. Al inicio del filme le descubren una fechoría y huye en un globo de aire. Esta parte es contadita en blanco y negro. Lo agarra un tornado y lo agita más que a vaso coctelero para finalmente llegar al maravilloso mundo de Oz. El blanco y negro cambia a colores a full /tierno/nadaobviorecurso. El tipo cae en un mundo diseñado a punta de computadora, donde lo peor es que SE NOTA, y donde hasta el vestuario se ve chafita y ordinario.

Pregunta: ¿Qué tan difícil es centrar una maldita corona en la cabeza de Michelle Will…digo de una actriz?

Sigo. Oscar es confundido con el salvador de la profecía, el hombre bravío que rescatará a Oz de la malvada bruja. En brujas tenemos a: Michelle Williams, Mila Kunis y Rachel Weisz. Michelle, pobrecita, parece que hubiera tomado un fuerte analgésico, toda la película se la pasa con cara de lucidez espiritual, con una sonrisa de empleado McDonald. Mila Kunis tiene el peor papel que le he visto hasta ahora, el de la bruja que se vuelve mala por despecho. Aunque honestamente más que despecho parecía una tipa medio stalker, sin vida propia, que se obsesiona con el primer pantalón que se le cruza y luego cuando el don resulta no ser un príncipe se vuelve muy freak. Qué bochorno para una bruja/nemésis que era digna enemiga en su versión clásica. Finalmente, Rachel Weisz le pone empeño, luce malévola pero con altura, aunque el guión no permite mayor lucimiento. Hablando del guión… si hay algo terrible aparte de los personajes bizarros (mono botones y muñequita de porcelana) es el guión, donde todo parece ser posible y nada tiene el más mínimo sentido. Los personajes actúan tontamente en situaciones no menos tontas, el final se huele desde la escena uno y es más desangelado e incómodo que cuando James Franco condujo los Oscar al lado de Anne Hathaway o cuando Angelina Jolie usó el vestido negro en el que forzadamente sacaba su pierna…Plástico, plástico, plástico…como para armar un bloqueo muy boliviano en el camino de ladrillos amarillos y no dejar pasar a nadie.

Lo mejor: Que termina Lo peor: larga al pedo y un guión poderosamente malo La escena: cuando salen los créditos y podés irte a tu casa El mensaje manifiesto: Todo tiempo pasado fue mejor El mensaje latente: Hollywood nunca será lo que fue, es tiempo de buscar otras quimeras El consejo: no perdés nada con no verla… El personaje entrañable: a pesar de su “rareza” el mono botones El personaje emputante: Oscar y la bruja de Mila Kunis  El agradecimiento: Que termina.

 Corea, rocks!

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Recuerdo muy poco de la primera G.I. Joe, y siempre que veía el tráiler de G.I Joe 2 decía: “Lo mejor es ese chino”, con “ese chino” me refería al actor surcoreano Byung-Hun Lee que solito hace que valga la pena ver una película a la que los gringos le han puesto cero amor.

Da asco sentir cómo subestima la industria al espectador porque teniendo tanto presupuesto para una película de estas características le dan la dirección a Jon Chu, un fulano que dirigió cositas como la película de Justin Bieber, Step Up y Street Dance. Sí, sí, sí, tampoco podíamos esperar que la dirija Malick o Haneke, obvio, pero entre tanto director pipoquero se eligieron uno de los peorcitos.

Encima (muy en el modus operandi de Oz) contrataron un par de guionistas de terror (Rhett Reese y Paul Wernicke) cuya experiencia conocida en el difícil arte de escribir guiones se reduce a Zombieland.

No obstante, se destaca el sentido de oportunidad de la máquina hollywoodense, que sin rubores dota a su trama del requerido tono de amenaza nuclear  norcoreana (talibanes, rusos y medio oriente pueden descansar cinco minutos)

El comando de élite G.I. Joe se encuentra en misión súper clasificada, estilo “liquiden a Osama”, cuando de la nada aparece fuego amigo y los intenta borrar del firmamento. El beso de Judas viene directamente desde el mismísimo presidente de los Estados Unidos de América.

Dejo un espacio para que asimilen que el digno mandatario del país del Norte pueda ser tan traicionero y vil.

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Luego todo se va al chancho, y los G.I. Joe propios sobreviven a la hecatombe para ir a buscar explicaciones. Escenas de ellos volviendo a USA no se sabe cómo, las lindas y profundas charlas entre “Brenda” y Bruce Willis, la Roca poniendo cara de circunstancia, y nuestro surcoreano sacando el pecho (literalmente) por la película, conforman esta píldora nacionalista.

Predecible y poco sorprendente filme de acción, G.I. Joe se inscribe en esos pequeños fiascos pomposos, con alguna escena espectacular (las montañas y, nuevamente, el pecho aceitado de cosito) y poco más que rescatar.

 Lo mejor: la escena en que Hun Lee está sin camisa pagó mi entrada. Lo peor: nada nuevo bajo el sol La escena: todas las de Hun Lee El mensaje manifiesto: Corea del norte es el nuevo enemigo El mensaje latente: El master puppet del enemigo siempre será… El consejo: para verla si no hay nada más interesante El personaje entrañable: Hun Lee, por supuesto El personaje emputante: “Brenda”  El agradecimiento: pudo ser peor.

LIBROS: Clarice: tantas Clarices…

 Yo soy capaz de vibrar, de vibrar como la cuerda tensa de un arpa

Qué linda frase! una frase así hace que queramos conocer a su autor/a. Invoca una imagen poderosa. Una frase así solo puede pertenecer a Clarice. La gran Clarice Lispector. La que vibra es ella.

Clarice nació en Ucrania, pero su familia se mudó a Brasil cuando ella era apenas un bebé. Pienso que eso la hace más brasileña que ucraniana, ella pensaba igual. Ya brasileña, cuenta que fabulaba desde los 7 años, y que mandaba sus textos para concursos infantiles y se los rechazaban porque no había historias, ni argumento, sino descripción de sensaciones, de sentimientos. A los 9 perdería a su madre, pero la orfandad materna no le quitaría la capacidad de fabular. Al contrario, crecería y se convertiría en una escritora prolífica. Sería una de aquellas gemas que la generación del 45 dejó. Una autora cuya voz  vibraba como el arpa misma.

Y como nunca es tarde cuando la dicha llega, la editorial Siruela regala a los fans y curiosos, un compendio de textos llamado “Donde se enseñará a ser feliz y otros escritos”, en el que se reúnen fragmentos, cuentos, ensayos, notas periodísticas, entrevistas, columnas y traducciones de esta escritora.

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Estos pedazos de Clarice tienen que ver con esa máxima nostálgica tan suya:

Me gusta de una manera cariñosa lo inacabado, lo mal hecho, aquello que torpemente intenta un pequeño vuelo y cae sin gracia al suelo

A los 23 años publicó Cerca del corazón salvaje, novela que la pondría directamente en el ojo de la intelectualidad brasileña y que la convertiría en una de las narradoras femeninas más prometedoras de su generación.

El matrimonio (maldito, él) hizo que pasara 15 años de su vida viajando, siguiendo la carrera de diplomático de su esposo, rebotando de país en país y añorando terriblemente al Brasil que la vio crecer. Distancia/Anhelo que influiría en su obra.

El libro que nos atañe le da una mirada a su obra menos conocida, esa que pertenece a fases de su vida muy marcadas, esas que hablan de la Clarice mujer. Digamos que los pasitos que dio para llegar a ser llamada por nombre y apellido: Clarice Lispector.

La primera parte está dedicada a una selección de relatos cortos a los que nos introducen como “Clarice, escritora principiante”. Podemos leer El Triunfo donde una trastornada Luisa sufre el abandono de su amante. La desesperación de encontrarse sola, la certidumbre de que ÉL no volverá y un, a veces, molesto retrato de mujer dependiente y patética, son los ingredientes principales. Gracias a Dios, el final nos revela algo más. Luisa no es tan patética, aunque sí algo pelotuda y no menos ingenua en su cierre: Una pusilánime aceptación de la debilidad del otro como motivo de gloria.

En Jimmy y yo, la protagonista explora la naturaleza primitiva de las relaciones. Narra con despreocupación su enamoramiento por Jimmy, al que le sigue una no menos despreocupada inclusión de un tercero en discordia con el que se rompe el primitivo equilibro hegeliano. ¿La conclusión? Somos simples animales.

Cartas a Hermengardo, por otro lado, es un texto escrito en primera persona (para variar) en el que una voz femenina habla sobre aspectos varios.

Somos la única presencia que no nos dejará hasta la muerte,

afirma sabiamente. Lanzar piedras, es más fácil que arrastrar cadáveres, dice. Chupar caramelos de menta, aconseja. Y sobre todo, escuchar la Quinta Sinfonía de Beethoven a través del silencio.

Ya para dejar a la escritora principiante, Fragmento desnuda nuevamente a un personaje femenino que en el fondo es rebelde, autosuficiente y con sus propios sueños, pero que en la superficie depende emocionalmente de su pareja: Flora entra a un bar a esperar a Cristiano. La espera se alarga y ella empieza a imaginar razones por las que el hombre no llega. Rápidamente se ve abandonada, humillada y denigrada. En dos líneas finales, la autora pinta a Flora como la triste mujer que es, aquella que esperó en un bar a Cristiano, y que mientras esperaba a Cristiano se sintió morir.

Rápidamente conocemos a Clarice periodista, que a los 20 años entró a trabajar a la Agencia Nacional en un escenario laboral dominado por los hombres, esa que se ruborizaba ante las malas palabras dichas por sus colegas.

El artículo Donde se enseñará a ser feliz describe la inauguración de una casa para 5000 huérfanas a las que se les dará educación, techo y alimentación. Sobre el futuro escribirá:

Las jóvenes sabrán, entonces, que se espera de ellas que cumplan con el serio deber de ser felices

Una visita a la Casa de Expósitos es más una crónica de Clarice, de su experiencia en un hogar de niños fundado por Romao de Matos Duarte. Su descripción de los niños abandonados que seguramente esperan a apagar la luz para llorar, o su reclamo a las autoridades que intentan frenar la aceptación de niños sin datos en los orfanatos, como si los niños abandonados pudieran exigir llegar con nombre y apellido, son parte de este emotivo relato.

Clarice-Lispector

En Clarice estudiante, sabemos que el único motivo por el que terminó su carrera de Derecho fue porque una amiga le dijo que ella nunca terminaba nada de lo que empezaba. Ni siquiera recogió su título, y al conocer a su marido se embarcó en los viajes que su papel de esposa de diplomático requería. De su época de estudiante se rescatan dos textos 1) Sobre el derecho a castigar, en el que reflexionará acerca de cómo el fundamento de derecho a castigar es simple morfina para la sociedad y que en la práctica no soluciona el problema del crimen; y 2) ¿Debe trabajar la mujer? Diatriba sobre el destino biológico de la mujer y un reflejo de la época en la encuesta que aplica entre sus compañeros. Ambos textos se leen algo ingenuos, con ese toque de rebeldía propia de la juventud, pero sin la profundidad que solo da la vida y el sufrimiento. Aún así, su ingenuidad cuestionadora es reconfortante en una sociedad como la cruceña, donde el 80% de estudiantes universitarias ni siquiera se plantea algo tan básico como la efectividad del castigo, y ya ni hablar sobre el papel de la mujer que proclama que todas seamos Susanitas (Quino) nos casemos y tengamos hijitos entre los 20 a los 25 años.

Llegamos a la faceta más humilde: Clarice, la dramaturga, en la que se embarcó una sola vez con el texto La pecadora quemada y los ángeles armoniosos que escribió mientras estaba embarazada de su hijo Pedro. Después de publicarlo en 1964, nunca más volvió a escribir para teatro.

He descubierto una especie de estilo polvoriento , una especie de estilo que está siempre debajo de nuestro estilo

le comentaba a un amigo acerca de la experiencia: Un pueblo, una pecadora, un esposo, un amante, un sacerdote. La única que no habla es la pecadora, la pecadora es la que engaño a su esposo con su amante, y el amante alega que a él lo engañaba con el esposo. Una vez más la mujer es la muda heroína estoica que sufre los embates de una sociedad machista.

Dejamos de lado a todas las Clarices conocidas para sentir a Clarice madre. Esa que escribió Conversaciones con P., extractos de un cuaderno en el que recopila las charlas que tiene con sus hijos Paulo y Pedro. El mundo infantil, sus excentricidades, la ternura de afirmaciones tales como: “soñar con el ojo” o preferir la palabra exposible a imposible, son algunas descripciones que Clarice realiza de su vida como madre… El valor literario de esta sección se encuentra en las apreciaciones que solo un niño puede hacer.

Luego pasamos a la columnista. Cuando Clarice se divorcia, sus gastos no pueden ser cubiertos solo con la venta de sus libros, así decide participar como columnista de algunas publicaciones, siempre y cuando se haga con seudónimo. Ese capricho era parte de su temor de empañar su carrera literaria con columnas femeninas sin contenido. Sin embargo, escribió algunas como La hermana de Shakespeare, genial, genial escrito que transcribo íntegramente por ser cortito y pendejo. El texto es a propósito de Una habitación propia de Virginia Woolf.

Una escritora inglesa-Virginia Woolf-, queriendo probar que ninguna mujer, en la época de Shakespeare, podría haber escrito las obras de Shakespeare, inventó para él una hermana llamada Judith. Judith tendría el mismo genio que su hermano William, la misma vocación. En realidad sería otro Shakespeare, solo que, por gentil fatalidad de la naturaleza, llevaría faldas.

Antes, en pocas palabras, Virginia Woolf describió la vida del propio Shakespeare: había asistido a escuelas, había estudiado en latín a Ovidio, Virgilio, Horacio, y además todas las otras bases de la cultura; de niño había cazado conejos, deambulado por los alrededores, observado bien lo que quería observar, almacenado infancia; ya muchacho, se vio obligado a casarse a toda prisa; esa ligera liviandad le dio ganas de escapar y ahí se fue, camino de Londres, en busca de fortuna. Como está probado le gustaba el teatro. Empezó por colocarse como vigilante de caballos en la puerta de un teatro, después se metió entre los actores, consiguió ser uo de ellos, frecuentó el mundo, afiló sus palabras en contacto con las calles y el pueblo, tuvo acceso al palacio de la reina, acabó siendo Shakespeare.

¿Y Judith? Bueno, Judith no iría a la escuela. Y nadie lee latín sin saber al menos las declinaciones. A veces, como tenía tantos deseos de aprender, cogía los libros de su hermano. Sus padres intervenían: le mandaban a zurcir medias o vigilar al asado. No por maldad: la adoraban y querían que fuese una verdadera mujer. Llegó el momento de casarse. Ella no quería, soñaba con otros mundos. Su padre le pegó, vio las lágrimas de su madre. Luchando contra todo, pero con el mismo ímpetu de su hermano, ató su fardel y huyó a Londres. A Judith también le gustaba el teatro. Paró a la puerta de uno, dijo que quería trabajar con los artistas; hubo una carcajada general, todos imaginaron otra cosa. ¿Cómo podría conseguir comida? No podía seguir andando en las calles. Alguien, un hombre, sintió pena por ella. Poco después esperaba un hijo. Hasta que una noche de invierno se mató. “¿Quién?”, dice Virginia Woolf “podrá calcular el calor y la violencia de un corazón de poeta cuando está preso en el cuerpo de una mujer?”.

Y así acaba la historia que no existió.

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Pasamos a Clarice, ensayista y traductora. Con tiempo suficiente para leer un discurso que escribió sobre Literatura de vanguardia en Brasil, y un texto sobre su labor de traductora: Traducir procurando no traicionar. En ambos destaca la honestidad con que valora su trabajo y la humildad sobre su talento.

Como conferenciante, los textos elegidos están relacionados a su paso por el Congreso Mundial de Brujería, acto al que asistió por placer, ya que ella misma tenía supersticiones y creencias que solo conocían sus más allegados. En esta sección encontramos: Literatura y magia; y El huevo y la gallina.

Llegando al cierre del libro, estamos ante la Clarice que sufrió graves quemaduras luego de quedarse dormida con un cigarrillo encendido, estamos ante la Clarice que morirá de cáncer en un año. Esa Clarice que gustaba de hacer entrevistas, que había entrevistado a Pablo Neruda, Oscar Niemeyer, Chico Buarque, Carlos Scliar, pero que odiaba ser entrevistada.

La hazaña es conseguida por los escritores Affonso Romano y Marina Colasanti, a pedido de la misma Clarice y a ellos se suma Joao Salgueiro director del Museo da Imagen e do Som de Río de Janeiro.

Una de sus expresiones más inteligentes fue cuando le preguntaron sobre los premios literarios:

Los premios están fuera de la literatura; además, literatura es una palabra detestable, está fuera del acto de escribir

Durante 2 horas, la entrevista que esta vez permite, termina de dibujar el perfil de todas las facetas que el libro recorre, de todas esas Clarices de furioso pelo rojo y marcado acento en la rr : Clarice Lispector.

Escritora. Más solitaria que independiente, dijo un amigo suyo.

Mónica Heinrich V.

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