LOST IN CONTEMPLATION OF WORLD

TELEVISIÓN: The Bear (Segunda Temporada)

Por: Mónica Heinrich V.

Mis querid@s:

Hay veces que uno se engancha a una serie y llega a formar una relación. Ajá. Una relación con un triste final (a vos te hablo GOT), una relación de placeres culposos (a vos te hablo Grey´s Anatomy), una relación intensa y de amor (a vos te hablo Succession) y así, ad infinitum.

A The Bear la amo. Te amo, The Bear.  Y te acepto en la salud y en la enfermedad, en la sutileza y en el exceso, en lo bueno y en lo malo.

El amor es así, lo sé.

Ya reseñé la primera temporada ACÁ, y en mi corazón quedó la horrible semilla de la duda, de que nos podríamos ir al chancho en la segunda, de que nuestra felicidad podría mancharse. Gente, yo ya no creo en pajaritas preñadas y cuando pasó lo de los quintos dentro de las latas de tomate, me dije: no hay forma de salir bien librado de ese despelote. Además, es difícil mantener el brío. El brío no es poca cosa.

Pero, oh, sorpresa de agosto, sorpresa de 2023, sorpresa.

La segunda temporada de The Bear sigue gustando, sigue generando cosas, sigue provocando amor.

Advierto que esto será pajero, spoilereado, largo y medio al pedo. Pero es lo que hay.

La segunda temporada inicia exactamente donde la dejamos. Estamos en la génesis de The Bear. Ese restaurant que Carm siempre soñó, que los Bear siempre soñaron. Son diez episodios casi todos con el nombre de alguna comida y con la misma cadencia que hizo que amara/amemos esta serie.

¡Recuperemos los cannolis, redefinamos el trauma!

No hay nada muy remarcado, es el vértigo de la cocina, la tristeza de la vida, los daños que cargás, lo que anhelás y no conseguís, los pequeños fracasos, los pequeños triunfos.

Carm (Jeremy Allen) sigue en un estado de duelo permanente, de presencia ausente, pero le mete todas sus energías a este proyecto, a este reseteo de vida. Sydney (Ayo Edebiri) está tan comprometida que conmueve. Es su momento de brillar, es la socia-nosocia que quiere triunfar en un rubro cada vez más competitivo y azotado por la pandemia. Hay un hermoso arco de personaje para Richie (Ebon Moss), que en la primera temporada parecía el primo-noprimo jodido y nada más. Richie en esta temporada rellena emocionalmente a ese primo-noprimo jodido, muestra su matrimonio arruinado, su indefensión ante el paso del tiempo, ante el fracaso, muestra su existencia tocada por la magia de la cocina, sus repentinas ganas de intentarlo, de realmente triunfar.

Es en el episodio seis donde encontraremos el punto de inflexión de toda la serie. ¡Cuántos actores y actrices talentosos dándole vida a personajes pendejos! Rememoro: Nuestro por siempre jamás Saúl Goodman, Bob Odenkirk como el emputante Tío Lee. La gran, gran Jamie Lee Curtis como la matriarca del clan: Donna. Nuestro Jon Bernthal, por siempre jamás Shane, como el impulsivo Mikey. Y a ellos se le suman el talentoso John Mullaney, Sarah Paulson, Gillian Jacobs, y a alguno me estaré dejando por ahí.

Este episodio seis contiene toda la tensión de la serie. Es esa cena familiar tóxica, caótica, en la que la mierda estalla como fuegos artificiales. Uno de los momentos más duros, fue ver a Donna absolutamente sobrepasada por la cocinada, algo borracha, en evidente depresión, sin control de sí misma ni de su entorno, decir que ella siempre hacía cosas bonitas para lo demás, pero que nadie hacía cosas bonitas por ella. Pensé en todas las madres. En todas las no madres. En los seres agobiados por ese tipo de certidumbre.

Dejame darte un apretado abrazo, Donna
¿Y si mejor te abrazo, Donna?

Además, la tristeza está muy presente en toda esa cena/escena. Tristeza por Mikey, que aún no había perdido las ganas de vivir. Por Richie que, también en esa época, había intentado salir del loop del fracaso. Por la preñez de Tiff. Por la incomodidad de Carm. Por cada “¿estás bien?” de Natalie. Por el brindis ñoño de Stevie. Por Donna, oh, Dios, por Donna.

Hay mucha expertise en el manejo de tantos personajes en un ambiente en el que la tensión se está cocinando a fuego lento. El ritmo, como en toda la serie es vertiginoso. La cena/escena es casi claustrofóbica. Y aún así tiene tiempo para el humor. Como cuando el fulano llega con la tarta de atún y todos sabemos, porque TODOS sabemos, que es una muy mala idea.

Luego está la escena del tenedor. La FAN TÁS TI CA escena del tenedor, en la que con todo mi ser gritaba: ¡BOTÁSELO, SHANE! ¡MALDITA SEA, BOTÁSELO!¡BOTALE TODOS LOS TENEDORES DEL MUNDO!

Es evidente que este episodio sale de la tónica de la serie a nivel narrativo. En The Bear, la trama para algunos espectadores puede parecer fofa y sin chiste, aburrida, y en este episodio seis, aunque en general es una cena donde se acumula la bilis hasta que explota, no deja de ser mucho más intenso de lo que la serie acostumbra. No faltará el que verá efectismo, aunque el efectismo siempre puede ser un elemento que bien usado aporta. A mí, en particular, se me hizo poco creíble que Donna no escuchara el incidente del tenedor, pero fuera de eso, el episodio seis fue un disfrute a pleno: en actuaciones, en trama, en puesta en escena, en dirección, en arte, en edición, en música. Qué placer.

¡BOTÁSELO, SHANE!

También disfruté mucho el episodio 7. El que se llama Tenedores (guiño guiño). Es mucho más sosegado que el 6, pero ahí es cuando el arco de personaje de Richie se profundiza más. Y encima aparece la gran Oliva Colleman como la chef Terry. Uno de los momentos más emotivos fue cuando descubrimos la frase. El mantra que ha estado rondando la serie todo el bendito tiempo.

Y ya si estamos hablando de momentos, el de Marcus y el tipo de la bicicleta en Noruega agitó las aguas saladas de mis ojos y de mi corazón. Y es curioso cómo se plantea esa escena, de una manera tan chiquita, que ya viene trabajada por el hecho de que sabemos que la mamá de Marcus está muriendo, de la soledad de Marcus en ese país, y de todas los dolores que los personajes de la serie han convertido en trauma.

Como todo en la vida, The Bear no puede ser perfecta. Lo que ponderé en la temporada uno, la ausencia de historia de amor, en la segunda temporada hace su aparición cursi y cliché, porque el amor es así, lo sé. No compré ese romance, ni la muletilla del mensajito final cuando el sujeto está encerrado, como para que duela más la revelación de que sí, el amor agota y distrae y quita tiempo. Como si no fuera muy difícil saber que en la próxima temporada a pesar de que agote, distraiga y quite tiempo, Carm volverá a intentarlo. Tampoco compré mucho la idea de que Carm, un perfeccionista y exigente ganador de michelines, por muy enamorado que esté, se haya olvidado o haya dejado pasar detalles básicos que contemplarían hasta en una fonda.

El final de la temporada promete más episodios. Y cuando ya querés a Carm, a Sydney, a Nat, a Richie, al tío Oliver Platt, a los hermosos platos cocinados por la hermana chef del creador de la serie, al creador de la serie, a la showrunner, a los directores, al editor, y a tutti quanti, sólo podés agradecer que los episodios sigan llegando.

Como diría el letrerito: Every second counts (Cada segundo cuenta).

Lo mejor: una serie para amar Lo peor: las cositas fuera del tono original y que las uñas de Richie continúan cuchuquis Lo más falsete: el romance y que Donna no haya escuchado el jaleo del tenedor El mensaje manifiesto: se puede resignificar el trauma y el dolor El mensaje latente: las pérdidas siempre están ahí, omnipresentes El personaje entrañable: Sydney, Mikey, Donna, Carm, Marcus, el papá de Sydney y sí, Richie. El personaje emputante: el tío Lee, OBVIO El agradecimiento: porque el amor es así, lo sé.

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5 Comentarios

  1. Todos merecen un Emmy por el episodio 6 y ojalá lo consigan el próximo año. «Animal» de Pearl Jam sonando en el momento de más tensión del último episodio fue también muy genial.

  2. Que te puedo decir, una serie sobre un restaurante medio michi no me llamaba la atención, pero cuando la empecé, la solté a las 2 de la mañána por que tenia que dormir, y la termine al día siguiente, y para la temporada 2 se fue en un domingo,…. mucha serie.
    A mi me gustó el personaje de Will Poulter, sale poco pero conocí gente asi, practica pero parca, que no pierde el tiempo, y sin embargo son gentiles, un tipo de presión distinta.
    Y tal como decis, una gran, gran, GRAN Jamie Lee Curtis,… que papel.
    Saludos.

    • David! recién veo el comentario. A veces la web no me avisa y yo soy muy olvidadiza y no reviso todo lo que debería. Yo adoré a Will, y me gustan muchos los episodios en los que aparece. Ojalá la próxima temporada la serie no decaiga. Qué ganas que llegue el estreno!

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