LOST IN CONTEMPLATION OF WORLD

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TELEVISIÓN: The White Lotus (HBO MAX)

Por: Mónica Heinrich V.

Hay un mito. Hay un poema. En el mito griego de La Odisea y en el poema del británico Tennyson, los devoradores de loto viven sus días en una isla desconocida de África. Se dedican, cómo no, a comer loto y a aislarse del resto del mundo, se entregan (calzones y todo) a la apatía, al sopor y a un estado de irrealidad producto del consumo de, sí: loto. ¡Oh, Homero! ¡Oh, Tennyson!

El guionista, director y creador Mike White comentó que antes de tener desarrollado el proyecto de su mini-serie, sabía que se llamaría The White Lotus como una referencia al mito, al poema, y a su propio apellido.

Esta serie basada en mitos griegos y en poemas y en apellidos obtuvo varios premios Emmy. Ajá. Pero ¿por qué?

Empecemos con Mike White. El buen Mike tiene en su currículum cosas tan dispares como Dawson´s Creek, Freak and Geeks y Enlightened. Y en el cine, será siempre recordado por el guion de esa icónica comedia del 2003 Escuela del Rock («Nice, pipes, Tamika»).

Viendo esos títulos sabremos cosas importantes de Mike, una de ellas es que tiene sentido del humor (gracias, Mike), otra sería que su humor ha ido evolucionando y, de hecho, en The White Lotus llega a encontrar en la sátira y el sarcasmo a sus mejores amigos.

The White Lotus tiene solo seis episodios. En un principio se presentó como mini-serie, pero debido a su éxito ya ha pasado a ser serie. Una de sus primeras escenas es cuando el grupo de empleados de un resort de lujo están parados en la orilla de una playa hawaina, con las olas golpeando las rocas y un pequeño yate lleva a los turistas-huéspedes a su lugar de vacaciones. La primera escena marca muy bien las separaciones empleados-huéspedes, escala social baja-escala social alta, no privilegios-privilegios. De hecho, el tono de la serie se representa en la pobre Lany y su embarazo escondido. 

Esta es una serie de personajes por lo que cada personaje tiene muy marcadas sus características. Por el lado de los huéspedes: Tanya, la doñita mayor (Jennifer Coolidge) cuya madre abusiva ha muerto y su duelo pasa por ir a ese hotel de lujo a esparcir las cenizas al mar; la familia Mossbacher, en la que Nicole (Connie Britton) es una exitosa mujer que gana más que Mark (Steve Zahn) su marido que anda fatigado porque piensa que tiene cáncer de testículo, Olivia (Sydney Sweeney) es la hija que constantemente cuestiona sus privilegios y que invita a Paula (Britnnay O Grady) su amiga no privilegiada, a sus vacaciones de lujo, mientras Queen (Fred Herchinger), su hermano, vive metido en el celular viendo porno; la parejita de jóvenes recién casados compuesta por un hijito de mamá, Shane (Jake Lacy) y Alex (Alexandra Daddario), una periodista  que siente que ha cometido un error al casarse con ese boludín. Por el lado de los empleados está Armand (Murray Barlet) gerente/administrador del lugar, un drogadicto gay en recuperación que se estresa lidiando con los huéspedes y la empática Belinda (Natasha Rothwell) que administra el spa del lugar.

¡Chau, Mamá, chau!

La serie de Mike White propone un relato en el que constantemente se está haciendo foco sobre los devoradores de loto (los huéspedes) gente aletargada en sus privilegios, tanto que sus preocupaciones suenan tontas si se las comparan con los problemas con los que lidian a diario los empleados del hotel.

La historia que pretende tener una alta dosis crítica presenta un misterio también ya que en sus primeros minutos se revela que uno de los personajes murió y a partir de eso se hace como un flashback en el que se cuenta qué pasó, quién murió, cómo y por qué. Eso consigue mantener nuestra atención porque llega un momento (sobre todo en las comidas de la familia Mossbacher) que el panfleto se usa como pesado elemento narrativo y se discute sobre el feminismo, el racismo, la brecha social, etc.…y es ahí donde el aburrimiento y la impostación cachetean al espectador hasta el hartazgo.  Basta, White. BASTA, gritás con la copa de vino blanco en la mano.

Felizmente, la fantástica música del canadiense/chileno Cristobal Tapia hace que te sacudás cualquier cansancio narrativo. Chillidos de animales, gemidos, instrumentos de viento, una onda tribal, que como dice White transmiten la sensación casi de un acto barbárico, como si se estuviera a punto de realizar un sacrificio. ¡Qué belleza! ¡Qué bendición! Debe ser una de las mejores bandas sonoras de series del año. La podría poner en loop todo el día, junto con la de Sucession (nunca adelantaré tu intro, Sucesssion. NUNCA).

Privilegio/No privilegio

Uno de sus puntos más fuertes es el reparto. Desde Jennifer Coolidge, a quien la industria siempre le ha dado papeles secundarios (te quiero, Sophie de Two broke girls), hasta la chica de Euphoria: Sydney Sweeney a quien por fin vemos abandonar el personaje de tetona llorona y disfrutar de otro tipo de registro. Son actores/actrices sólido/as, responsables también de que te enganchés a la pantalla.

The White Lotus tiene la habilidad de mantener nuestra atención y de que ese abundante pututu de historias y personajes de alguna manera fluya. PERO, alerta de ruido atmosférico y movimiento intestinal: No dudo de sus buenas intenciones, el problema es que cómo podés plantear una crítica a las clases privilegiadas, ignorantes de la realidad, utilitarios de los que se encuentran más abajo, indiferentes a las necesidades del resto de los mortales, si tanto tus personas privilegiadas como los de la otra cara de la moneda los resolvés con los estereotipos de siempre: la pareja rich/white que no tiene sexo hace añadas, el machirulo de manual, el gay de closet que contrajo SIDA, el empleado que termina robando porque supuestamente los ricachones solo con su existencia le han robado a “su gente”, la chica morena y de menos recursos que resiente la amistad de la privilegiada que no la denuncia y hasta trata de ser condescendiente con ella, el gerente gay drogadicto que comete todos los ilícitos posibles…si la trama se analiza bien, hay muchas cosas que hacen más ruido que previa carnavalera.

SPOILER Por ejemplo, la chapucera muerte de Armond se me antojó a tomadura de pelo. BASTA, WHITE, BASTA! grité con la copa de vino blanco en la mano FIN DEL SPOILER.

Amén de que el reparto sea muy bueno (por algo estaban casi todos nominados a mejor actor/actriz) y que la serie se vea con dosis de entretenimiento y humor negro, hay temas que ojalá se resuelvan en la segunda temporada porque la impresión que queda es un resabio al mito de La Odisea, al poema de Tennyson: tenemos un devorador de loto tratando de criticar a los devoradores de loto.

Lo mejor: El humor y la fluidez de la propuesta Lo peor: Houston, tenemos un problema de coherencia Lo más falsete: la supuesta crítica que usa estereotipos de siempre El mensaje manifiesto: no es tan sencillo referenciar a los devoradores de loto El mensaje latente: es difícil reconocer que sos un devorador de loto La escena: cuando la doñita está en el yate con la parejita de casados y cuando esparce las cenizas de su mamá en el mar El personaje entrañable: Tania, la doñita de las cenizas El personaje emputante: las charlas aleccionadoras de la familia jailona El agradecimiento: por las dosis de humor negro y las cenizas al mar. La pregunta: ¿te rayarías si te dan una habitación equivocada en un hotel? ¿Te rayarías si tu cliente se raya porque te equivocaste en la reservación de su habitación? La otra pregunta: ¿Qué habrá sido de Lany? (Te queremos, Lany)

DOCUMENTAL: Pacto Brutal: El asesinato de Daniela Perez (HBO Max)

Por: Mónica Heinrich V.

Era Cló. Hermosa, joven, talentosa. Daniela Pérez interpretaba a una bailarina en la novela brasilera Vientre de Alquiler (Barriga do aluguel). Su participación era pequeña, salía de la amiga de la protagonista Clara, papel encarnado por Claudia Abreu. Era la época dorada de la red O Globo. ¿Se acuerdan? Principios de los 90s, cuando no había Netflix ni internet y los finales de telenovelas paralizaban países. Vientre de alquiler tenía un tema polémico y jodidito, una joven alquila su vientre a una pareja que no puede tener hijos y se encariña con el hijo que no es su hijo. A mi corta edad ya me trenzaba en altisonantes intercambios de opiniones y asistí emocionada a cómo se presentaron finales alternativos, era un debate eso de “con quién debía quedarse el bebé” o sea con Ana. Hasta el día de hoy la canción que formaba parte de su intro (Aguanta Corazón) suena de vez en cuando en algún nostálgico karaoke.

Siempre recordé la novela…y a Daniela. 

En medio Clara (la ladrona de bebés) y a su izquierda, nuestra derecha, Cló…la hermosa Daniela.

Por eso, cuando la noticia de su muerte corrió por todos lados, quedé en shock. No podía creerlo. Los detalles del asesinato eran turbios. Su compañero de telenovela, el infame Guillherme de Pádua, la había asesinado en complicidad de su esposa embarazada, la no menos infame, Paula Thomaz. Qué horrible todo, y aún así…la ausencia de redes sociales me protegió de lo TAN horrible que fue.

Nunca supe si en Bolivia exhibieron la novela En Cuerpo y Alma, novela que sería la última actuación de Daniela y donde se gestaría toda la pesadilla que acabaría con su vida. Para mí, solo era Cló, la de Vientre de Alquiler, la amiga de Clara. Hermosa, joven, talentosa.

Este año, HBO Max decide presentar Pacto Brutal: El asesinato de Daniela Pérez, una devastadora serie documental que cumple un doble fin: homenaje a Daniela y denuncia.

Homenaje porque el asesinato ocurrió en 1992 y hay una generación que nunca la conoció, o que supo muy vagamente qué pasó con ella. Daniela Pérez existió, y era más que Cló, más que Jazmín (su último personaje) y si no fueran las manos criminales de Guillherme de Pádua y Paula Thomaz seguiría entre nosotros.

Denuncia porque si bien los asesinos fueron juzgados y condenados, los 18 años de cárcel que tendrían que haber cumplido presos se convirtieron en 6 años y 9 meses y ambos rehicieron su vida.  Todo criminal tiene derecho a rehacer su vida, claro, pero en el caso de estos personajes hasta la fecha siguen incordiando a la familia de su víctima.

Los ganadores del Emmy Tatiana Issa y Guto Barra, deciden contar lo que pasó ese fatídico 28 de diciembre de 1992 y el juicio posterior en 5 episodios. El guion escrito por Barra, tiene la sensibilidad suficiente para nunca darle micrófono a los asesinos. Esta es la historia de una víctima, de cómo sus familiares y amigos fueron destruidos por su muerte, es la historia de la justicia corrupta de un país.

La valiente Gloria Pérez ¿Qué se le dice a una madre que entierra a una hija? No hay palabra para describir eso.

Gloria Pérez, mamá de “a Dani”, es el alma de este documental. La guionista estrella de O Globo (Vientre de Alquiler, En Cuerpo y Alma, El Clon, entre muchas) nos muestra a Daniela a través de sus ojos. Nos cuenta la niña que fue. La adolescente fascinada con el baile. La joven que se enamoró y se casó a los 19 años. Rompe el corazón cuando Gloria cuenta que se arrepiente de no haber almorzado con ella el día que murió.

Pacto Brutal no se pone tímido para mostrar las fotos oficiales de la escena del crimen. Eso en un principio me chocó, pero una parte de mí entendía que la familia quería que todos supiéramos qué le hicieron, cómo se ensañaron con esa “menina”, cómo no hay absolución posible para esa muerte. Además de Gloria, dan su testimonio el hermano de Daniela, el viudo, los amigos, los colegas de trabajo, los fans que se tomaron la última foto con ella, los involucrados en el juicio, todo sirve para desenmarañar un caso que se convirtió en algo mucho más grande que la muerte de una actriz, como en un principio titulaban los medios.

En la época que Daniela fue asesinada, ese tipo de crimen no era considerado un crimen hediondo (Brasil tipifica como crimen hediondo a un crimen que tendría que causar toda la repulsa del Estado y por lo tanto que debería tener mayores penas). La cruzada de Gloria Pérez por cambiar la ley brasileña y encontrar justicia para su hija es conmovedora y deja sin palabras. Una de las grandes virtudes del documental es que desde el crimen de Daniela se cuestiona la corrupción institucionalizada de la justicia brasilera y la inoperancia de su policía, y ni hablar del papel de la sociedad que permite que un asesino mute a youtuber, pastor de iglesia y sea invitado a dar su testimonio en televisión cada vez que le da la gana.

ella siendo ella en su último año nuevo

Hay dos cosas en las que discrepo en cuanto al tratamiento de la historia. Es cierto que los hechos demuestran que Daniela Pérez nunca tuvo un affaire con su asesino, pero en la práctica no importaría. Porque, aunque hubieran tenido un romance, aunque ella hubiera intentado seducirlo, aunque ella lo persiguiera, no hay justificación para 18 puñaladas. Así que a veces el excesivo remarcado de que no tuvieron nada me hacía un poco de ruido. Aunque también entiendo la necesidad de la familia en dejar claro que ella no tenía nada que ver con ese tipejo.

Lo que menos comparto es la falta de cuestionamiento a los testigos que vieron cómo Guillherme de Pádua noqueaba a Daniela en la calle y se la llevaba en calidad de bulto. O sea, fueron testigos de todo, no hicieron nada, no dijeron nada después, la madre los tuvo que perseguir para que colaboren, y el documental casi que los presenta como los héroes que terminaron aclarando las cosas. Imagino que es por pedido de Gloria y porque efectivamente, el testimonio cambió el curso del proceso, pero esos sujetos no son héroes, para nada. 

Pacto Brutal, tal como lo anuncia su título es brutal. Te deja con el corazón hecho un guiñapo. El trabajo de investigación y el cuidado que le pusieron a nunca matizar las acciones de los asesinos es admirable. Hace imposible mirar la forma u opinar sobre sus características técnicas cuando el contenido cala tan hondo. Los cuestionamientos a los medios de comunicación, a cómo se manejo el crimen, al machismo sobre el caso, aportan la nota crítica que nunca se mencionó en los 90s. 

Mientras más se acerca el final, más sufrís por esa familia que nunca recuperará lo perdido. Una de las frases que  me golpeó profundamente fue cuando Gloria Perez rememora esa etapa en que sentía que se encontraba plena: su hijos estaban bien, ella estaba pasando por un gran momento laboral, vivía cómoda y tranquila, todo estaba bien…y el 28 de diciembre de 1992, eso se esfumó. «Ya no busco la felicidad, sino las felicidades posibles», dice ahora.

Y paralelo al documental, te agarra la impotencia de saber que los asesinos nunca dijeron la verdad, nunca se arrepintieron, nunca tuvieron un acto digno. 30 años después, y a pedido de las redes sociales, Guillherme (muy en su tono psicópata de siempre) pidió perdón a Gloria Pérez por la muerte de Daniela a través de un video de youtube que solo produce el más alto nivel de CRINGE.  

Solo queda decir: Ni olvido, ni perdón.

Lo mejor: Daniela y la entereza de los que la perdieron Lo peor: haberla perdido Lo más falsete: los testimonios de Guillherme, los de Paula y los de los testigos de la gasolinera El mensaje manifiesto: la vida puede cambiar en un segundo El mensaje latente: recuperarte de ese segundo puede llevarte una vida entera La escena: cuando Gloria habla de Dani, todos los momentos son muy duros El personaje entrañable: Dani, siempre Dani y Gloria El personaje emputante: los asesinos El agradecimiento: porque el recuerdo nunca muere.

CINE SUIZO: Azor

Por: Mónica Heinrich V.

En el día a día todos vivimos situaciones en las que a veces elegimos mirar hacia el costado y “no meternos”. Es más fácil hacerse el opa que sumergirse en problemas ajenos, conflictos de pareja, disputas económicas, peleas de amigos, temas laborales, lo que sea. Se elige el mullido colchón de la comodidad. Uno prefiere no alterar su mundo involucrándose. Pero ¿qué pasa cuando es necesario, realmente necesario, involucrarse, meterse, incomodarse?

Andreas Fontana es un director de cine suizo, con maestría en Literatura Comparada, que encontró el diario de su fallecido abuelo y descubrió que el señor hizo un viaje a la Argentina en 1980, en plena dictadura de Videla. Lo que le llamó la atención es que su abuelo, un funcionario de la banca privada suiza, relató su viaje sin mencionar nunca las condiciones que vivía el país en ese momento. Y, como es de esperarse, Andrea se perturbó.

De ahí surge Azor, su opera prima, una película que transita las calles de Buenos Aires narrando de manera atípica cómo el jailonerío y las esferas de poder vivieron ese amargo periodo histórico: sin involucrase, sin meterse, sin incomodarse.

En Azor, Yvan (Fabrizio Rongioni) es un banquero suizo que llega a Buenos Aires para reemplazar a su socio, el enigmático y desaparecido Keys (Alain Gegenschatz). Keys es una figura omnipresente en toda la película. Algunos hablan a favor de él, otros dan a entender que a Keys se le habían soltado algunos tornillos. Yvan parece poco inclinado a averiguar realmente qué pasó con su colega, su labor es más bien pastorear a los clientes del banco y asegurarse que en medio de la crisis de la dictadura sigan siendo sus clientes. Al final, es un tema de plata. Yvan se reúne con distintos personajes acaudalados que también están viviendo en su propio mundo. Casi 10,000 desparecidos, unos 45,000 secuestros, niños robados, bienes confiscados, y un sector de la sociedad seguía piscineando, yendo al club hípico y haciendo fiestas.

Es esa mirada fría y despiadada lo que hace que la película de Fontana termine metiéndose dentro de tu piel y del corazón.

Azor casi no menciona el tema de los milicos como “tema”, en algún momento Yvan va al Club de Armas, se relaciona y comparte con ministros y milicos ficcionales/noficcionales que mientras beben un whisky venden las compañías del Estado al mejor postor. Quizás lo más panfletario será cuando va al club hípico y uno de los personajes dice con pesar: No se conforman solo con las personas, se están llevando hasta los caballos.

La película que también escribe Fontana y co-escribe Mariano Llinás (a quien descubrimos en Historias Extraordinarias) es sutil, te envuelve con escenas que parecen repetirse y que algunos espectadores encontrarán aburridas o pretenciosas. A mí, el mundo que propone Fontana me inquietaba, me generaba angustia, su cámara más bien convencional (fotografía del rumano Gabriel Sandru) con una música más bien no convencional (del compositor Paul Corlet), crean una atmósfera opresiva, rara, diferente.

Otra cosa a destacar es cómo Fontana presenta a este personaje (Yvan) como un personaje que también tiene sus conflictos o sus propias expectativas sobre sus funciones. No es un villano en toda regla. Es alguien que fue a cumplir un trabajo y que, sobre todo al final, se da cuenta del gran negocio que puede llevarse si solo cierra la boca y facilita las cosas.

Además de un casting de actores profesionales, Azor también cuenta con actores naturales: banqueros, hacendados, etc., en un intento de darle mayor realismo a la historia y que la fama de algún actor no se interponga en la mente del espectador recordando a otro personaje interpretado.

Fontana dirige con mucha elegancia este su debut cinematográfico. Desde la escena inicial, única en la que veremos al esquivo y siempre recordado Keys, hasta esa escena con la que cierra, queda clara su vocación narrativa, su gran pulso como director.

No necesita apuntar contra Videla, contra los milicos, o rememorar a los desaparecidos. No necesita hacer una apología contra la violencia, ni un discurso sobre los derechos humanos. No necesita nada de eso.

En Azor que echa un vistazo a la Buenos Aires de 1980 podemos ver cualquier conflicto actual, cualquier crisis, siempre aparecerá la banca privada tratando de resguardar el dinero del poder y al poder tratando de salvar o multiplicar los quintos.

Y no solo eso, también estarán aquellos que mientras eso y otras cosas más suceden, no se involucrarán, no se meterán, no se incomodarán.

Pase lo que pase.

Lo mejor: Tiene personalidad y garra Lo peor: a cierto público le puede parecer redundante y/o aburrida Lo más falsete: la secuencia con el cura El mensaje manifiesto: Plata es plata El mensaje latente: si te hacés el opa podés beneficiarte La escena: las del Club de Armas y las de la hacienda del señor al que se le despareció la hija El personaje entrañable: los desaparecidos, siempre El personaje emputante: el mullido colchón de la comodidad El agradecimiento: porque de la historia se puede aprender.

 

CINE: Crímenes del futuro (Crimes of the future)

Por: Mónica Heinrich V.

Desde los 90s que no veíamos a este David Cronenberg. Concretamente desde eXistenZ (1999). Y cómo lo extrañábamos.  Me atrevería a usar más el término brasilero saudade, esa suerte de melancolía y nostalgia por algo que te ha dejado un vacío. ¿Se puede tener saudade por un cineasta? La repuesta es sí. Yo sobrevivo con múltiples saudades de ese estilo.

Me hacía falta el Cronenberg juguetón, el arriesgado, el que se embarcaba en proyectos raros y hasta esperpénticos. Eso no quita los méritos de su etapa de no terror-bichos-bodyhorror que nos ha dado cosas como Una Historia de Violencia (2005). Pero, uno tiene su corazoncito cinéfilo y a veces, solo a veces, nos sumergimos en la perentoria idea de que “todo tiempo pasado fue mejor”.

Crímenes del futuro está situado en algún momento del futuro. Ese que durante la Pandemia sonaba tan incierto. Ese futuro donde el cambio climático y la vida hicieron lo suyo. Ese futuro donde el cuerpo humano empezó a desarrollar espontáneamente órganos desconocidos que amenazan las vidas de sus dueños. Ese futuro donde la humanidad está privada del dolor corporal y lo añora. Ese futuro donde hay un nuevo humano, uno que directamente no puede deglutir comida sino que necesita plásticos y cosas sintéticas. Ese futuro donde además hay una nueva relación sexual, el placer que nace del bisturí.

El cuerpo de Saul Tenser (Viggo Mortensen) sufre de Síndrome de evolución acelerada y genera nuevos órganos desconocidos con regularidad, Caprice (Lea Seydoux) lo acompaña en performances artísticas en las que ella extrae el órgano ante los ojos, cámaras y celulares de un público fascinado y morboso. Como historia paralela, Lang Dotrice (Scott Speedman) sufre por la muerte de su hijo al que la madre asesinó por ser un monstruo. Dotrice se ha convertido en una especie de líder de eso que el resto de los humanos trata de combatir.

Cronenberg, que también escribe el guion, no siente necesidad de echar luz sobre el contexto o lo que llevó al mundo a esa situación, aunque el mensaje casi de panfleto medioambientalista salta más que un conejo Duracell. Fiel a su estilo, se apoya en una dirección de arte en la que destacan los implementos (silla, cama, etc.) que usa Saul para conseguir manejar el dolor al dormir, al comer o para ser exhibido mientras le extirpan cosas del cuerpo. De hecho, gran parte de la película se sostiene por esas escenas, que son las más trabajadas a nivel narrativo y conceptual.

El espectador que ya conoce el cine cronenbergiano sentirá el deja vu, la mente pendeja viajará a otras historias, a otras caras, a otros momentos que el cine de Cronenberg nos ha dado. Eso no necesariamente será negativo, la autoreferencia puede funcionar y en este caso ayuda a que sigamos el curso de la historia porque lo extrañábamos (¿ya quedó claro eso?) y queremos ver hasta el final qué nos va a regalar.

En Crímenes del futuro se pueden admirar más los detalles. El humor con el que se introducen al director del Registro Nacional de Órganos o RNO, Wippet (Don McKellar) y a su titubeante asistente Timlin (Kristen Stewart), las paredes descascaradas de la oficina burocrática en la que intentan llevar registro de cada órgano nuevo del que tienen conocimiento, el hombre lleno de orejas, el concurso de Belleza Interna, hay muchas buenas ideas sueltas flotando alrededor del tema principal. En la revolcada cae también el arte como objeto de vouyerismo y de narcisismo galopante. Los límites que se cruzan en su nombre. 

Obviamente que su casting ya paga el visionado de la película, un Viggo Mortensen al que amamos desde Una Historia de Violencia (2005), la francesa Lea Seydoux que siempre será nuestra Adele, un sorpresivo Scott Speedman al que en sus épocas de galán de serie ñoña juvenil (Felicity) nunca imaginamos encontrarlo en una película de David Cronenberg, y, claro, Kristen Stewart que ha dejado de ser la insulsa Bella Swan para convertirse en una actriz seria.

A pesar de tener todo para ser un peliculón y de ser un guion desarrollado a lo largo de veinte años, algo falta para que termine de cuajar. Estamos ante un globo que en sus escenas iniciales se infla grande y voluminoso, y que luego sale escupido al firmamento. Tiene que ver con que los elementos periféricos como la historia de Dotrice, el policía, lo del RNO o las dos tipas técnicas de las máquinas, no tienen casi ningún asidero narrativo real más que aportar algo de color a la historia. Por eso, cuando la película avanza, muy bellamente, por cierto, se desluce hasta el más que anunciado final. 

Crímenes del futuro pretende ser una admonición desde su título. Esa admonición se desenvuelve durante toda la película: los viejos temas de los viejos humanos persisten; el otro, el diferente, será aquel al que hay que censurar, cazar, eliminar; o como decía Shakira cuando era una juvenil y morocha compositora: lo que no se quiere se mata.

El humano del futuro no es muy diferente del humano del pasado o del presente.

Capaz la mayor debilidad de la película es que llega algo tarde, este mismo guion hace unos 10 años se sentiría mucho más transgresor que ahora.  Aunque qué es la transgresión sino una impostura más que pretende dar la ilusión de singularidad.

La belleza, la oscuridad, y las capas que se pueden abrir a raíz de Crímenes del Futuro, pucha que se agradecen. Y, claro, es una película de David Cronenberg (nuestro extrañado y amado David Cronenberg) con eso basta y sobra. ¿O no?

Lo mejor: Es Cronenberg Lo peor: algo le falta para redondearla y hacerla más sólida Lo más falsete: algunas escenas pegadas con moco como la de las técnicas asesinas o la del policía El mensaje manifiesto: Estamos enfermando al mundo El mensaje latente: porque nosotros somos unos enfermos La escena: las de la máquina de la autopsia, y la del señor de las orejas El personaje entrañable: el niño come plástico El personaje emputante: Dotrice, por inútil El agradecimiento: porque Cronenberg existe.

CINE IRANÍ: A Hero (Un héroe)

Por: Mónica Heinrich V.

¿Qué harían si se encontraran un fajo de dinero en el piso y, encima, estuvieran necesitando plata para cubrir algún tipo de deuda o gasto personal muy importante?

No piensen más. El cine siempre tiene la repuesta para cualquier situación que la vida nos presente.

Después del resbalón que supuso la fallida Everybody Knows (tremendo resbalón, con fracturas incluidas), Asghar Farhadi volvió a sus inicios. Sí, con A Hero, regresa a sus raíces, a su tono narrativo, a esa trama ausente de estrellas hollywoodenses que tanto nos gusta.

La película comienza cuando Rahim Soltani (Amir Jadidi) sale de la cárcel gracias a un permiso de dos días. Rahim está preso por una deuda. Su enamorada le cuenta que encontró una cartera de mujer en la calle que contiene varias monedas de oro. Con esas monedas podrían pagar la mitad de la deuda y conseguir que su acreedor retire su denuncia para sacarlo de la cárcel. Rahim, después de eventualidades varias, decide buscar a la dueña de la cartera y devolverle los quintos. Lo logra.

Se corre la voz de su noble gesto y, pronto, el preso que a pesar de su situación decide devolver el dinero encontrado se convierte en héroe. Un héroe mediático, además.

El cineasta iraní hace eso que siempre hace en sus historias: exhibir un complejo realismo social que desnuda a la Irán contemporánea.

Los personajes son variados: Está el hijo tartamudo, el cuñado generoso, la hermana abnegada, los administradores de la cárcel oportunistas, la gente buena que es buena cuando parece que Rahim es bueno y que se vuelve menos buena cuando parece que Rahim no es tan bueno.

El conflicto moral de la devolución o no devolución de las monedas es trabajado en el guion con mucho cuidado, de tal manera que cuando eso se convierte en ornamento y la trama revela otras capas narrativas, el espectador ya está interesado en lo que sucede en pantalla y en el destino de su protagonista.

No cabe duda que la expertise de Asghar como guionista se confirma una vez más. Por un lado, tenemos al sufrido Rahim, el tipo que por una “mala suerte”, “burrera”, está en una mala situación y solo necesita una oportunidad para salir adelante, pero Rahim en todo su “buen actuar”, nunca es capaz de pedirle disculpas a su acreedor, ni ofrecerle un sincero mea culpa, ni hacer un poco de autocrítica, ni siquiera agradecerle el préstamo inicial. Por otra parte, lo que dice el acreedor es cierto: ¿por qué celebrar algo que debería ser la norma y no la excepción? ¿por qué, él, que prestó el dinero como un acto de bondad, que perdió la dote de su hija, que a su vez tuvo que vender sus cosas para recuperar lo prestado, termina siendo el cobrador bastardo?

Hay toda una escala de valores que se cuestiona en el argumento. Lo mejor, es que la película deja que el espectador saque sus propias conclusiones. Son dos horas de una trama que necesita silencios, pausas y respiros para hacerla crecer. En un par de ocasiones, el atormentado Rahim insiste que no le importa la plata ni el trabajo ni salir de la casa, lo único que desea es salvar su honor. Un tema muy arraigado en la cultura iraní.

Donde A Hero pierde es cuando se enrosca tanto que la fuerza de la trama inicial se dilata, los puntos de giro, a ratos forzados, terminan de marear la perdiz, aunque recupere lo perdido en su final, que es un final como el que esperaríamos encontrar en una buena película de Asghar Farhadi.

A hero ganó el Gran Premio del Festival de Cannes el 2021, y fue pre seleccionada entre las candidatas a Mejor Película Extranjera en los Oscar de este año, quizás no pasó la selección debido a la batalla legal en la que se encuentra envuelta.

Al parecer, Farhadi impartía cursos de cine en Irán y la temática de A Hero fue presentada por Azadeh Masihzadeh, una de sus alumnas, en el 2014 y exhibida en un documental llamado All Winners, All Losers, en el 2018. Farhadi decidió hacer A Hero y, a través de su equipo, hizo firmar un documento a Azadeh en el que aceptaba que el cineasta fue quien le dio la idea a ella en el curso.

Pruebas van, pruebas vienen, la chica se arriesgaba a dos años de cárcel y a 74 latigazos (el castigo corporal en Irán sigue vigente), las últimas noticias arrojan que el cineasta perderá el caso.

Esta historia detrás de la historia de A Hero, parece digna de un guion de Asghar Farhadi. Hay el dilema moral, los personajes que claman por su honor manchado, y un resultado incierto, que incluso con la sentencia del juez, dejará a ambos alegando su inocencia.

El ser humano siendo el ser humano.

CINE BELGA: Un monde (Un pequeño mundo)

Por: Mónica Heinrich V.

Nora.

La pequeña Nora (Maya Vanderveque) es la nueva del colegio y en su primer día de clases no se desprende de su padre y llora ante lo incierto de esa nueva experiencia.

Te entendemos, Nora.

Nora es apenas una niña en un mundo ancho y ajeno.

Un monde (traducido literalmente como Un mundo, pero que los gringos han llamado Playground y en Latinoamérica se tituló Un pequeño mundo) es la feroz y, a la vez, sutil opera prima de Laura Wandel.

Durante algo más de una hora, la cineasta belga nos muestra la génesis de muchas cruces con las que luego cargamos como adultos. El colegio es, claro, uno de nuestros principales espacios sociales, en él se desarrollarán armas para enfrentar el futuro o, en el peor de los casos, para evadirlo.

Laura escribe también el guion. Su narrativa parte de la mirada de Nora, que en un principio lucha por encajar entre sus nuevas amiguitas, sus nuevas rutinas, su nuevo todo. Esto chocará con la situación de su hermano Abel (Günter Duret), unos cuantos años mayor que ella, al que los bullys tienen marcado.

Nora observa aterrada y confundida cómo su hermano mayor es acosado y maltratado constantemente. En su mente, la situación de su hermano está fuera de lugar y durante buena parte de la película intenta solucionar el problema. Pero no olvidemos que Nora es apenas una niña en un mundo ancho y ajeno.

Una de las grandes virtudes de Laura Wandel es que cumple lo que promete en su título: Un monde. La cámara está al servicio del mundo de Nora. Es su mirada la que conduce el relato. Son sus vivencias las que marcan la pauta de lo que sucede en pantalla. La cámara, incluso, no abandona el rostro de Nora cuando Abel es atacado. Vemos en ella el horror, no el horror que sufre su hermano, y eso es, quizás, más terrorífico aún. Ese tratamiento cinematográfico nos recuerda a la devastadora, enorme, El hijo de Saul (reseñada ACÁ) o a Never Rarely Sometimes Always (reseñada ACÁ).

Al igual que en esas películas, el vínculo afectivo con el espectador se construye casi por ósmosis. Sentimos la desesperación de Nora, la impotencia, la fatiga, sabemos por qué se distrae en clases, o cuando juega con sus amigas en el colegio.

Wandel nunca nos lleva con Nora fuera del colegio. No sabemos cómo vive, ni dónde está su madre, no sabemos qué tipo de vida tiene lejos de sus compañeritas, de su profesora, de los bullys. Ese mundo escolar es lo que Wandel elige mostrar. Y lo muestra de una manera elegante, medida, con la cámara a la altura de la niña, con espacios para risas, para el aprendizaje, pero el bullying que sufre Abel sobrevuela la película incluso en los momentos de calma, de solaz.

El casting es otro de los grandes aciertos de esta película. Maya Vanderbeque es sencillamente fantástica, fluye cuando la cámara le hace un primer plano y su mirada lo dice todo. Maya nos hace olvidar que es una película, y en su actuación solo vemos a una niña rota y triste. Nosotros, los espectadores, no queremos ver rota y triste a Nora.

En apariencia, Un monde, puede resultar demasiado sencilla o simplona. Hasta podría confundirse con pornomiseria escolar. Pero no es solo el relato de un bullying, en esa aproximación tranquila y casi rutinaria al bullying que sufre Abel, vemos mucho más: está el amor y lealtad fraternal, están las dinámicas que se instalan en la niñez que permiten crear adultos opresores, abusivos, insensibles, están las dinámicas de los adultos que se vuelven inútiles e incapaces para resolver un problema como ese, están las dinámicas familiares que también son tóxicas en su afán de ayudar, está la presión social, de tus pares, para convertirte en algo diferente a lo que eras.

Amén de sus buenas intenciones y de sus excelentes resultados, hay un par de escenas discursivas que rompen con el esquema general de la película, perdemos la sutileza para darle paso a momentos didácticos con frases hechas y genéricas. Al ser estas escenas muy pocas, son detalles que no afectan a la percepción global.

Porque Un monde permite una lectura amplia, y posee una mirada tan sensible y honesta al tema que su final es demoledor.

Cuando la cámara se detiene en la pequeña espalda de Nora, la espaldita que hemos seguido durante toda la película, tu corazón se estruja recordando al niño(a) que fuiste, Laura Walden lo hizo: mostró un mundo que puede ser el mundo de cualquiera.

Lo mejor: gran actriz principal, muy buena construcción de climas Lo peor: algunos momentos discursivos y didácticos Lo más falsete: algunos momentos discursivos y didácticos El mensaje latente: crecer requiere de temple La escena: la de la foto de lo hermanitos El personaje entrañable: Nora y Abel El personaje emputante: los bullys y los adultos inútiles El agradecimiento: por la economía de recursos. 

CINE: CODA, El callejón de las almas perdidas, King Richard, Don´t look up, West Side Story, Licorice Pizza, Belfast, Drive my car

Por: Mónica Heinrich V.

Amig@s, planeaba subir las nominadas al coso dorado por enviones, pero el sistema no me permite producir mucho fuera de la matrix, así que acá va todo sin anestesia y en orden aleatorio. Amén. 

CODA

Ya. CODA es una película amable, inclusiva, genérica. Podría ser la Miss Simpatía de un concurso de belleza. Sabemos que no va a ganar el coso dorado a Mejor Película, pero ahí está. Un poco jodiendo la lista de mejores películas, un poco siendo Macedonia del Norte contra Italia. Lo más importante (para el qué dirán) es que le chisguetea diáfanas gotitas de diversidad a una Academia que suele ser un desierto árido e inhóspito en ese apartado. Nótese el diminutivo de gotitas, como si salieran de esos dispersores que nos colgábamos en el cuello con alcohol (y sueños, y esperanzas, y miedos repetitivos e inútiles) para evitar el COVID.

El tema es que agarré CODA en Prime Video. Le hice lance mucho tiempo porque ya el poster me daba un poco de repelús, demasiada felicidad y armonía ante mi ajada humanidad, era como un episodio de la extinta 7th heaven o de Fuller House. Otra cosa que hacía que fingiera que “no nos conocemos” era mi experiencia con su directora/guionista Sian Heder y su anterior película: Tallulah. Así es, no miro sinopsis, pero busco prontuarios. Si pienso en Tallulah marco algunas casillas mentales: amable, inofensiva, genérica. Y puede que el gran público, la gente de bien, encuentre esos atributos más que aceptables: no es mi caso. Sacrifíquenme al amanecer.

Los quiero a todos, bichitos de luz

CODA nos cuenta la historia de Ruby. Ruby es una adolescente oyente. Este dato es necesario recalcarlo porque su papá, su mamá y su hermano, no lo son. Ajá, ya adivinaron el conflicto. Familia sorda, hija oyente (CODA: es el acrónimo de ‘Child of Deal Adults’ por el que en Estados Unidos se conoce a una persona que ha sido criada por uno o más padres sordos y significa exactamente eso, “hijo de padres sordos”) que está creciendo y buscando su camino, decisiones que tomar, ajustes que hay que hacer, la vida siguiendo su cochino camino. O, en la premisa de la película, su sabio camino.

Como no puede faltar en este tipo de guiones genéricos, amables, inclusivos, hay obstáculos que sortear. Ruby tiene un talento que quiere desarrollar, pero sus particulares condiciones familiares se interponen. ¿Será la pequeña y dulce Ruby capaz de cumplir sus sueños? ¿La divertida y carismática familia podrá seguir adelante? ¿Las dificultades que enfrentan como parte de la comunidad sorda son insalvables?

Solo hace falta mirar el póster para responder esas y más preguntas.

Lo que saca a CODA un poco de su aire de telefilm de media tarde de domingo sin Champions, es la más que lograda actuación de Troy Kotsur (Frank Rossi) nominado también a Mejor Actor de Reparto. La ya ganadora del Oscar, Marlee Matlin (Jacki Rossi), Daniel Durant (Leo Rossi) y Emilia Jones (Ruby Rossi), logran que cuando uno termine de ver ese desfile de lugares comunes y escenas condescendientes, no nos arrepintamos y no hagamos la gran Phoebe Buffay: ¡Mis ojos, mis ojos! Eso, muy a pesar de tener que fumarnos a Eugenio Derbez (cosas así, son difíciles de perdonar, Sian). También se valora lo que la Academia astutamente explota, el hecho de que se presente una problemática relacionada con una comunidad (los sord@s) generalmente omitidos de cualquier tipo de historia en la pantalla gigante.

No quiero hablar del final, porque al igual que todo en esta película se adivina con el póster. Solo decir que me fatiga (#doña) que se cante en una película (escena de la audición) si no va a ser la súper mega escena de voz, de interpretación, de algo, si no sucede esa magia me dan ganas de gritarle a la pantalla: Toma tus cuchillos y vete.

Lo mejor: se deja ver, es inclusiva Lo peor: amable, inofensiva, genérica La escena: cuando Papa Troy le pone la mano en la garganta y le pide que cante para saber de qué carajos hace tanto alboroto, única secuencia que me conmovió Lo más falsete: la audición en Julliard. Sí, sure, gringuitos. El mensaje manifiesto: los sueños hay que cumplirlos El mensaje latente: el universo conspira coelhianamente para que los cumplás El personaje entrañable: La familia entera, que en la vida real es sorda El personaje emputante: el profesor (O sea: DERBEZ y el boludito que cantó con ella El consejo: : mirala si sos gente de bien El agradecimiento: Por los buenos actores que tiene.

Nightmare Alley / El callejón de las almas perdidas

Ah, Guillermo. Cómo me cae bien este gordo. Si empiezo a marcar casillas mentales para El Callejón de las almas perdidas, se me ocurriría: interesante, oscura, plástica.

Dos de tres no está tan mal.

Por un breve instante de estupor (y boludez) pensé que vería una huevada similar a The Shape of Water (reseñada ACÁ). La culpa la tuvo la introducción machacona que hicieron del “monstruo”, ya lo veía a Bradley Cooper yendo a llevarle comidita, a charlar sobre la insoportable levedad del ser, a ayudarlo en su huida y quizás intercambiar uno que otro fogoso beso en el agua.

La película se basa en el libro homónimo de William Lindsay Greesham (en PDF ACÁ) que lógicamente me descargué y leí con entusiasmo porque me quedé un poco picada/conflictuada con la película. Ya entraremos en la característica piscina séptica de libro vs película, mientras tanto quiero contarles de qué va todo:

Estamos en los inicios de la segunda guerra mundial, la gente se mata o muere cruzando el charco y en Gringolandia todos siguen con sus vidas (guiñito). Uno de esos gringos es Stan (Bradley Cooper) fulano medio turbio que consigue trabajo en un carnaval, un espectáculo itinerante que tiene: el ya mencionado monstruo, el enano, la chica eléctrica Molly (Rooney Mara), y otros números variopintos. A Stan le empieza a interesar el acto de Zeena y Pete. Una pareja que se sirve de trucos para que el vulgo crea que son psíquicos o mentalistas. #amigosdénsecuenta. Cosas cuestionables pasan y Stan se cruza al lado oscuro, porque la gente puede ser muy cojuda. Más adelante entrará en acción el personaje de Cate Blanchett (la doctora Ritter) y ya a ese punto es oscuridad total, porque, de verdad, la gente puede ser muy pero muy cojuda.

Cojudos

Algo sucede con la película de Guillermo que no termina de cuajar. Tenemos el escenario, la historia, las estrellas rutilantes que interpretan los personajes, pero este es un noir descafeinado, una chicha sin azúcar, un J Balvin subiendo fotos de Gandhi rezando.

El guion escrito por Guillermo del Toro y por la debutante Kim Morgan, no consigue ponerse a la par ni de su versión literaria ni de la primera versión de la película que se hizo en 1947 (que me vi entre gallos y medianoche sin reprís de la Champions). El diseño de producción es perfecto, la fotografía de Dan Lautsen (te quiero, Dan) es perfecta, y, sin embargo, a pesar de todo no podemos ser felices. ¿Por qué es tan difícil ser feliz? Sacrifíquenme al amanecer.

Luego de ver la versión en blanco y negro, y de leer las páginas que un atormentado y pre-suicida Greesham escribió, mi conclusión es que Guillermo se distrajo tanto en el diseño de producción que la trama quedó desdibujada y los personajes, sobre todo, el ambicioso y turbio Stan, no tuvieron un peso específico. En el libro, por ejemplo, es fácil sentir antipatía inmediata por un Stan que desprecia al monstruo y que se cree superior a su entorno. En la versión de 1947 teníamos al gran Tyrone Power, que en cada frame le imprimía un subtexto a su personaje. Bradley Cooper hace un trabajo notable, pero el guion está dando tantas vueltas y la fotografía parece tan empeñada en asombrarnos que al final, todo se diluye como pompas de jabón.

El final, más explicado en la adaptación de Guillermo que en el libro, es durísimo, de hecho, hasta ese momento no pensaba leerme la novela porque #repechajes y #eliminatorias, pero terminé buscando la novela y leyéndola.

Igual, entiendo que El callejón de las almas perdidas esté en la lista de las diez mejores del año. Recapitulemos: 1.- Guillermo del Toro (dispersor de gotitas de inclusión latinoamericana) 2.- Perfecto diseño de producción. 3.- Rutilantes estrellas hollywoodenses (Blanchet, Mara, Cooper, Dafoe) 4.- Ashhí es la vida.

Sus posibilidades de ganar el coso dorado son idénticas a las de CODA: Ninguna. Si quizás hubiéramos visto el verdadero rostro de Stan, ese que quería ser gobernador, que estaba dispuesto a pisar a quien fuera desde la página 1, el ser monstruo que todavía no era monstruo y que quería ser parte de los monstruos, otro sería el cantar. Hollywood, sin embargo, se conforma con estos monstruos peso pluma. 

Qué flojera.

Lo mejor: perfecto diseño de producción y perfecta fotografía Lo peor: dispersa, desabrida y poco profunda La escena: la risa final de Bradley Cooper, entréguenle un coso dorado o algo por eso Lo más falsete: no termina de cuajar nunca. Dejaron la gelatina de pata fuera de la heladera El mensaje manifiesto: los monstruos, monstruos son El mensaje latente: no disimulés, maquillés o dosifiqués a los monstruos El personaje entrañable: El personaje emputante: Stan y la loca de la psicóloga El consejo: leé el libro El agradecimiento: Por el libro y por Tyrone Power.

King Richard

Le estuve huyendo, así como al contacto cercano de menos de 1,5 metros. Había varias cosas que me hacían ruido. Era una película acerca de cómo surgieron Serena y Venus Williams y se llamaba King Richard. No pues. La protagonizaba Will Smith, actor al que respeto más por su evidente entusiasmo actoral que por sus resultados en la pantalla. Y, encima, era una biopic. Género engañoso. Es usual que las biografías terminen alteradas para lavar imágenes, limpiar conciencias y granjear simpatías (mi humanidad está muy ajada para esos simulacros). Los nombres de las hermanas Williams como productoras del filme, así lo confirmaban.

Sobre el famoso Richard Williams, recordé que hace añadas surgieron denuncias de violencia doméstica. Su ex esposa, Oracene, terminó en el hospital con las costillas rotas, supuestamente por una “puerta”, aunque los informes policiales dieron cuenta de que no era la primera vez que acudían a un llamado extraño sobre hechos extraños con resultados extraños alrededor de la familia Williams. Más extraño fue el silencio de Venus, presente en el hospital, que no quiso comentar ni sobre la puerta ni sobre Richard.

Pero volvamos a la película, que de Richard (el que no es Will Smith) nos ocuparemos después.

King Richard es una feel good movie, ese tipo de película que te entibia el corazón al ver gente que en teoría no tenía ninguna oportunidad de cumplir sus sueños, cumplirlos y con creces. Es ser testigos de cómo triunfan el trabajo, la disciplina, la persistencia y la convicción.

Lindo. 

El guion escrito por el debutante Zach Baylin, transita los tortuosos caminos de la fórmula esperada en una película familiar de superación personal.

Reinaldo Marcus Green firma como director. Esta es la tercera película de Reinaldo, cuya experiencia ha sido más que nada televisiva (First Step, Top Boy, Amend) y que como director cumple, aunque no sorprende.

Will Smith interpreta a Richard Williams, el padre de las hermanas Serena (Demi Singleton) y Venus (Saniyya Sidney), futuras leyendas del tenis. La primera sorpresa es que Will no está tan mal como suele estar. Eso, si no lo comparamos con el verdadero Richard, que es donde notamos que: no se parecen tanto, pero…GRAN PERO: saquen su dispersor de gotitas de diversidad e inclusión hollywoodense doradas.

En la película, Richard está obsesionado. Quiere que sus hijas triunfen en el tenis. Las entrena, las motiva, y dedica gran parte de su tiempo a impulsar ese futuro que avizora. Con él, Oracene (Aunjanue Ellis), y el resto de las hijas, están comprometidos a full con un plan que Williams escribió desde antes que las niñas nacieran. Está claro, porque lo ha dicho el mismo Williams en sus entrevistas, que la primera motivación fue el dinero. Williams vio en la TV que dedicarse al tenis podría darle premios económicos importantes y es así que decidió tener hijos con ese objetivo: ganar premios económicos a través del tenis. Válido, por supuesto. Como válida es también la necesidad de la película de introducir otros elementos que le quiten protagonismo al vil metal: el tenis es un deporte de blancos y ricos, las Williams representarían a cada negro que vería en ellas la oportunidad de triunfar también.

La película comienza, entonces, con los orígenes humildes de las tenistas y con un Richard Williams que, por sus poco ortodoxos métodos, era objeto de burla y bullying de propios y extraños. De ahí, hay una escalera narrativa cuidadosamente construida para que seamos partícipes de los pequeños logros, obstáculos, y fatigas de los Williams en pos del ansiado sueño.

Es claro que sin Williams y sin su obsesión, Venus y Serena no hubieran llegado al mundo del tenis, pero también es cierto que el discurso de “trabajo, esfuerzo, dedicación” sin el talento natural de las chicas hubiera quedado en anécdota. Williams no es el único padre del mundo que sobre exige a sus hijos con la esperanza de que sean artistas, atletas de élite, que se terminen convirtiendo en sostenes económicos de sus familias. La historia está llena de casos como esos, sin ir muy lejos Luisito Rey con Luis Miguel o, en el mundo del tenis, el padre de André Agassi. Permanecen en el anonimato los padres/madres que sometieron a sus hijos a similares experiencias pero que no alcanzaron la cima.

La película elige el camino fácil, incluso cuando retrata a Richard Williams como un abnegado defensor del concepto de familia. Richard abandonó a los cinco hijos que tuvo con Betty Jhonson, una relación anterior a Oracene, pero claro, eso no quedaría bien ante las castas plateas. Sacrifíquenme al amanecer.

King Richard es una película hecha a beneplácito de las excentricidades y culto a la personalidad que cultivó el verdadero Richard. Muestra sus mejores momentos cuando Serena y Venus están en pantalla haciendo historia, gracias y a pesar de Richard. Sus momentos más flojos son esos en los que insiste en mostrar bajo una luz amable a un Richard cuestionable.

Marcus Reinaldo traslada su experiencia televisiva al filme, que termina pareciendo una película más de las tantas que llenan los catálogos de streaming. Sobresale Will Smith, y la garra con la que las niñas actrices interpretan a las hermanas Williams. Nada en su montaje, ni en su estructura, ni en su visión de dirección, hace que sea una película que dejará huella profunda.

Al final, tendremos la postal familiar. La que nos gusta ver. Esa donde la familia queda unida, feliz y triunfando. En la vida real, sobrevive Richard Williams que peleó todos sus bienes en el divorcio de Oracene, que demandó a su tercera y más joven esposa, que dejó un montón de hijos regados, no reconocidos, por todos lados, que sufrió varios derrames cerebrales y que ahora vive recluido con demencia en su lujosa mansión. Un rey sin corona.

Lo mejor: Las niñas Lo peor: condescendiente y lava imágenes cuestionables La escena: el match contra Arantza Lo más falsete: la postal de Richard de hombre abnegado por su familia El personaje entrañable: Las niñas El personaje emputante: King Richard, sí El mensaje manifiesto: la disciplina y el esfuerzo conquistan logros El mensaje latente: los logros tienen su precio El consejo: para ver cerrando los ojitos y fingiendo que Richard no es lo que es El agradecimiento: Por Serena y Venus.

Don´t Look Up

Para mí, es una sorpresa que esta película haya tenido la repercusión que tuvo. O sea, en su momento valoré el trabajo de Adam Mckay en Big Short (reseñada Acá) o su participación en la gran ya no tan gran Succesion (reseñada ACA), pero entre la vida y yo hay un cristal tenue, decía el adorado Pessoa. Y a mí me encanta ver películas, series o leer libros sobre ese cristal estallando en mil pedazos.

Es así que, en el 2018, mis ojos se detuvieron en la serie Salvation (disponible en Netflix). ¿La trama? Un estudiante ñoño-nerd descubre que un meteorito se estrellará en seis meses en la tierra y la destruirá por completo, corre a contárselo a su profesor (que desaparece misteriosamente) llega a contárselo al gobierno americano y termina aliándose a un millonario gurú de la tecnología. Comprenderán que No mires arriba no significó ninguna sorpresa sino un déja vù de algo que abandoné a media temporada cuando sacan plutonio de un lugar secreto como si hubieran ido a comprar un Pilfrut.

En la versión de Mckay, la señorita Kate (una cerquilluda Jennifer Lawrence) descubre que un meteorito se dirige hacia la tierra y que el impacto será catastrófico, corre a contárselo a su profesor, Randall Mindy (Leonardo Di Caprio, que en teoría era la propuesta inicial para interpretar al Stan de Guillermo del Toro) y juntos intentan lograr alguna acción por parte de la presidente americana Janie Orlean (Meryl Streep).

La parodia que se cree muy inteligente, irreverente y edgy, presenta a la primera presidente mujer americana como a una tipa frívola y boluda que causa la destrucción de la humanidad. Ok. Te lo compro, Mckay. Lo que no compro es lo tan en serio que la película se toma a sí misma, tomando en cuenta que está planteada desde el humor.

acá, casual, esperando el fin del mundo

Los presentadores de televisión carroñeros, los milicos torpes, los funcionarios ineptos, el ombliguismo americano de que si existe realmente un meteorito dirigiéndose a la tierra serán los que tengan en su poder salvar a la humanidad o no ¿es parodia/crítica o cliché? Ya cuando aparece Timothée Chalamet para que las estrellitas estrelladas sigan desfilando antes que el meteorito se estrelle, había perdido el interés. Sacrifíquenme al amanecer.

Sin embargo, la terminé de ver, y pude disfrutar de su mejor secuencia que es cuando se sientan a cenar y conversan y los personajes parecen personas reales como vos y como yo esperando tranquilamente la muerte. Lo demás es un arrejunte de sketches, que funcionan algunos más que otros (¡el milico les cobró los snacks!) y que nos pueden hacer sentir conectados con una realidad irreal: que somos precisamente el tipo de persona que mira hacia arriba (ternurita), mientras los borregos están con la cabeza en el piso.

Permítanme dudar.

Lo mejor: Tiene una idea base interesante y algunos sketches funcionan Lo peor: se toma demasiado en serio a sí misma La escena: la de la cena final Lo más falsete: su supuesta originalidad e irreverencia El mensaje manifiesto: Mirá hacia arriba El personaje entrañable: El personaje emputante: todos y cada uno de ellos El mensaje latente: hay muchos sitios a los cuales mirar El consejo: Flogene Relax Forte El agradecimiento: por la escena de la cena.

West Side Story

West Side Story (de 1961) es considerado el mejor musical filmado nunca. Podríamos debatir sobre si era “problemático” que los actores que interpretaban a latinos (incluida Rita Moreno) tuvieran que pasar por un proceso de maquillaje larguísimo para oscurecerles la piel u otros detalles que ahora la harían ver muy “este pendejo es racista y no lo sabe”, pero como lo que nos atañe es la versión 2021, vamos pa allá.

Decía que West Side Story versión 61 entró a los anales del cine como el mejor musical de todos los tiempos.

¿Por qué harías un remake de algo que supuestamente es lo mejor de lo mejor del mundo mundial? ¿Por qué, amigo Steven Spielberg, por qué?

Quizás sea porque él no necesita ser chisgueteado con gotitas inclusivas, quizás sea porque tiene a toda la industria detrás celebrando cuando nos lanza sus manzanitas al pasto, lo mismo sea La lista de Schlinder que War Horse. Quizás sea porque puede, y el que no, que se siente y lo aplauda.

Clap clap clap.

El buen Steven tomó el desafío de igualar, sobrepasar o reversionar la West Side Story sesentera. A su favor, diré que el señor sigue siendo un maestro del espectáculo, hace del cine eso que Hollywood siempre ha ponderado. Hermoso diseño de producción, hermoso vestuario, hermosas coreografías, hermosa adaptación de los temas musicales, hermosito todo. Nada que reclamarle a un señor (es que sos un señorón Steven) que ya dejó lo que tenía que dejarnos en el paseo de la fama del Hollywood Boulevard en Los Ángeles.

qué lindo se vive en América (la gringa, claro)

Lamentablemente…seh…ahí les voy…sacrifíquenme al amanecer…Lamentablemente, eso no alcanza para que esta propuesta se quede en nuestra mente y en nuestro corazón.

La obra original de Jerome Robins se basó en el clásico de Shakespeare: Romeo y Julieta, y Spielberg contrató a su colaborador habitual Tony Kushner para guionizar esta nueva versión.

Dios, qué mal ha envejecido la trama.

Estamos en un barrio del Upper West Side newyorkino. Un grupete de gringos blanquitos tiene su pandilla llamada los Jets, unos mini-skinheads de medio pelo surgidos de las profundidades mismas de los deshechos del sueño americano. Como antagonistas están los Sharks, un grupete de puertorriqueños que también forman su pandilla, unos bochincheros de medio pelo, surgidos de las profundidades de los deshechos del sueño americano. Pues el líder de los Jets, Tony (Ansel Elgort), acaba de salir de la cárcel. Estuvo en la sombrita porque casi mató a golpes a otro crispín con el que se peleó. Así que sale de la chirola con aires redentores. Así, conoce a María (Rachel Zegler), una boricua de la que queda enamorado a primera vista y que resulta ser la hermana de Bernardo (David Alvarez), el líder de los Sharks. La tragedia está servida.

En serio, qué mal ha envejecido la trama.

La propuesta binaria de blancos vs latinos, de culturas y territorios enfrentados, de sueños rotos o sueños por cumplir, no estorba hasta que te das cuenta que este chico, Tony, de haberse quedado con la mensa de María la hubiera terminado agarrando a puñetes tarde o temprano. Así es, Tony es un personaje masculino que representa una alerta ambulante (red flag). El chico salió de la cárcel porque casi mató a alguien, dice que no quiere problemas, se enamora de esta chica y luego SPOILER ALERT en medio de una refriega termina matando al que supuestamente sería ¿su cuñado? Sin pensar un solo segundo en cómo le cambiaría la vida a su amada, en cómo afectaría su vida de él mismo, en nada. Luego, en el final, cuando piensa que la mensa de María esta muerta, sale a los gritos a buscar la muerte. O sea, un tipo que no controla sus emociones ni acciones es el galán de la película. De la que te salvaste, María. FIN DEL SPOILER. Y claro, la historia de los sesenta y la de ahora nos venden esa cosa turbia (SPOILER un tipo acaba de matar a tu hermano, el único familiar con el que contás en esa tierra de nadie, y vas y te encamás con él FIN DEL SPOILER) como una relación romántica y que además tiene un comentario social.

Mi ajada humanidad ya no soporta esos simulacros. De verdad.

No obstante, mis ojos sí disfrutaron visualmente todo el despelote, porque la fotografía de Janusz Kaminski puede mostrar a un asesino como galán de Hollywood de una manera bellísima. Nuevamente, qué coreografías, qué vestuario, qué colores. Esta película debe ganar un montón en pantalla de cine.

Quizás en esa misma línea, al trabajo del señor Steven le falta ese ñeque que tuvieron películas como In the Heighs. Cuya potencia de algunas escenas (la de la piscina, por ejemplo) se quedarán para siempre en nuestra memoria y pasarán años y vendrán otros musicales y vos pensarás: sehhh pero no es tan buena como esa escena de la piscina.

Hay que reconocer que (saquen su manguera que chorrea inclusión y corrección política) Steven quiso estar más acorde a las épocas actuales e introdujo personajes (el personaje no binario de Iris Mena, Rita Moreno como la dueña de la pulpería) y escenas a esta versión que la aggiornaron. Además, para seguir la ondita #latinolover, el señor Steven contrató a un equipo mayoritariamente latino y pidió que no subtitulen para los gringos las partes habladas en español para que los dos idiomas tuvieran la misma importancia.

Ay, Steven. De qué les sirve a las flores haber nacido en el campo.

Lo mejor: Un diseño de producción impresionante Lo peor: la historia ha envejecido MUY MAL La escena: la parte de la coreografía de América y algunas escenas del enfrentamiento final Lo más falsete: la relación “romántica” El mensaje manifiesto: cuando los gringos hablan de latinos tienen que redoblar esfuerzos para sus comentarios sociales e inclusivos El mensaje latente: Esos esfuerzos suelen ser en vano El personaje entrañable: Anita y Rita Moreno El personaje emputante: la parejita cursi El consejo: Amigas, tomen las red flags en serio, sino un cojudo puede venir y matarte a tu hermano sin ascos  El agradecimiento: por el diseño de producción y su bella fotografía.

Licorice Pizza

Tengo una debilidad por Paul Thomas Anderson. Esa debilidad hace que reciba con beneplácito y amor (mucho amor) cualquier cosa que haga. Ajá, no soy la persona indicada para dar opiniones sobre Paul Thomas. Sacrifíquenme al amanecer.

Así que, cuando empecé a ver Licorice Pizza, mi corazón cinéfilo estaba extasiado con el encuentro entre Alana (Alana Haim) y Gary (Cooper Hoffman). Por muchas razones, algunas de ellas tangibles, otras boludeces que uno piensa cuando ve cosas que le gustan. Entre las tangibles, me gustó el plano donde descubrimos a Alana de espaldas, caminando, las aguas que se prenden en el jardín, Gary en la cola espiando. Me encantó el juego y el uso de los movimientos de cámara. El plano secuencia que acompaña su charla. Perfecto. Entre las boludeces que uno piensa cuando ve cosas que le gustan, encontrarme con que el hijo de Philip Seymour Hoffman (que sigo extrañando) es tan buen actor, reconocer en su cara a su padre, ver en él eso que Simon Cowell calificaría como el factor X, pues sí, también le suma puntos extra a la experiencia.

La película, escrita por Paul Thomas, se basa en la vida de Gary Goetzman, un amigo de Paul Thomas que le contó sus experiencias como actor infantil y como emprendedor adolescente.

Así tenemos a Gary Valentine (Cooper Hoffman), un chico de 15 años que queda prendado a primera vista de Alana Kane (Alana Haim) que a su vez ya cuenta con 25 años. La diferencia de edad no se interpone para que la pareja comience una relación en un principio de amistad.

Licorice Pizza es muchas cosas, es un viaje por los años 70s, una inmersión a la adolescencia en la que todo parece posible (Gary), a la juventud en la que andás perdido (Alana) y no sabés para qué lado jalar. Hay mucha nostalgia, humor y, sobre todo, cine.

Corré, antes que nos alcance la adultez y la vejez

La parte racional, si no se tratara de Paul Thomas, diría que después de una primera mitad encantadora, la película redunda en sus artificios argumentales (Alana y Gary están distanciados y pasa algo que los vuelve a unir). La parte racional también diría que Alana está teniendo una relación con un menor de edad. La parte racional, cuestionaría, que se exhiba como una historia de amor, como una cosa tierna la relación construida entre un personaje demasiado volátil (Alana) y otro demasiado intensito (Gary). Lejos de la hermosa fotografía, de la bella banda sonora, desprovistos de los planos perfectos de Paul Thomas, hay más toxicidad que amor romántico en esa relación. La parte racional diría que el cine, una vez más, contribuye a resaltar arquetipos románticos que perpetúan las relaciones tóxicas (Solo vuelvo con vos cuando me va mal, cuando el viejo con el que estoy se caga en mí, cuando me accidento, cuando me usan de pantalla para cubrir una relación gay. Me gustás porque sí, serás mi esposa porque sí. Estarás conmigo, tarde o temprano, porque sí).

Paul Thomas, sin embargo, envuelve su Licorice Pizza de tanto cine que terminás disfrutando lo demás. Disfrutás de ese pequeño papel que hace Bradley Cooper como Jon Peters. Disfrutás de la familia de Alana Kane que en la vida real es la familia de Alana Haim. Disfrutás del cameo del papá de Leonardo Dicaprio (George Dicaprio como el vendedor de las camas de agua) Incluso se puede disfrutar de la presencia de Sean Penn. INCLUSO.

No, no es la mejor película de Paul Thomas. Se dispersa un poco en su camino hacia el final, pero su casting, nuestro recién descubierto y ya adoptado Cooper Hoffman, la suave Alana Haim, el siempre solvente desempeño de Paul Thomas en la dirección, guion, fotografía (co-trabajada con Michael Bauman) son excusas suficientes para verla.

Sus probabilidades de llevarse el coso dorado son bajísimas, casi nulas…pero ¿acaso nos importa? preguntame si me importa. En tu cabeza Taj Mahal seguirá cantando el final de Licorice Pizza:

Baby, get your good times.

Lo mejor: Paul Thomas Anderson, Cooper Hoffman y Alana Haim Lo peor: la parte racional que no me deja ser feliz La escena: cuando están en la cama de agua, cuando corren casi al final, cuando se encuentran, la secuencia con Jon Peters. Lo más falsete: la relación “romántica” El mensaje manifiesto: la adolescencia y la temprana juventud: tierra de boludos El mensaje latente: en retrospectiva, siempre se verá con nostalgia y amor El personaje entrañable: las icónicas camas de agua El personaje emputante: Sean Penn, siempre y para toda la vida: SEAN PENN  El consejo: No se pierdan a Cooper Hoffman  El agradecimiento: por Cooper Hoffman. Y claro, lo tengo que decir, por Paul Thomas.

Belfast

Ah, Kenneth. Kenneth Brannagh. A Kenneth lo quiero desde siempre (corazón de condominio). Me gusta como actor y lo respeto como director, aunque las películas que ha dirigido suelen mostrar su apego a la puesta teatral, por lo que, a veces, le quedan solemnes e impostadas.

Ya cuando supe que Belfast estaría en blanco y negro, me dije: Uy, problemas.

Desconfío un poco del blanco y negro como recurso estético. Tiene que estar muy, muy justificado, sino ya nomás pienso que el director está con pajas mentales que se sobreponen al producto final.

Las gentes de bien dirán que esas pajas pueden ser MIS pajas mentales, interpretaciones subjetivas de alguien cuya humanidad está ajada y que no puede ser feliz. Sacrifíquenme al amanecer.

Así y todo, con mis pajas mentales que esperaban las pajas mentales de Kenneth, me senté a ver Belfast.

El inicio con las tomas de la Belfast actual a todo color, fue bonito. Lo vendió tan bien que me dieron ganas de ir a Irlanda (sí, sure, gringuitos). Luego, vino el cambio de color con el tilt up desde el graffiti para transicionar a la Belfast de 1969. Bien jugau, Kenneth.

Toda la secuencia inicial en al que vemos la vida tranquila y juegos de la calle en la que vive Buddy es fantástica. La cámara hace una circular que envuelve a nuestro pequeño protagonista y pum: estalla la hecatombe. Uno, desde su butaca, agradece ese momento especial de alta cinematografía donde ves que Kenneth y Haris Zambarloukos (director de fotografía) se tomaron el trabajo de regalarte algo muy bien preparado.

Buddy (Jude Hill) es un pequeño niño que vive con sus padres en un barrio de Belfast, la icónica ciudad del conflicto entre los unionistas protestantes de Irlanda del norte y los republicanos católicos irlandeses. Caitríona Balfe interpreta a la sufrida mamá de Buddy, que tiene que hacerse cargo de los niños mientras Papá (Jamie Dornan) hace trabajos esporádicos en Inglaterra para tratar de mejorar la situación familiar. Ese turbulento momento histórico será contado desde esta familia. Cómo los afecta, qué hacen al respecto, qué sienten al respecto. Por un lado, por eso se convierte en un relato nostálgico de una era, y puede ser el espejo en el que se miren los desplazados de conflictos similares. Este es nuestro hogar, dice la Mamá de Buddy cuando aún se rehusa a abandonar Belfast. Por otro lado, al observar el conflicto desde el mundo de la familia, lo poco que se muestre del afuera debería tener más peso, me parece.

el cine, siempre salvándonos la vida

Kenneth reconstruye sus propios recuerdos para contarnos lo que vemos en pantalla. Y es muy válido. La película fluye en sus primeros minutos de manera natural, pero cuando se empieza a esbozar la amenaza que significa para la familia quedarse, Kenneth pierde el rumbo. SPOILER La escena del saqueo, cuando Buddy agarra el detergente y la mujer decide regresar justo EN ESE MOMENTO y pasa todo lo que pasa, me pareció tan mal ejecutada a nivel narrativo, de imagen, de tensión, que me desconecté de la película FIN DEL SPOILER. Esas chabacanerías, no, Kenneth.

Luego está la propuesta formal. Me gustó la apuesta por escenas en las que espiábamos a los personajes a través de las ventanas, la fotografía con primeros planos y mucho aire encima del personaje era lindo de ver, las charlas de los abuelos, la gran Judi Dench haciendo lo suyo, ayudaban a generar un impacto emotivo. El capricho de dirección de colorear algunas secuencias para remarcar con la forma lo que ya está remarcado con el contenido, me parecía innecesario.

Sé que muchos encontraron encantador a Jude Hill y lo es, pero su actuación estaba muy cercana a cómo actuaría un niño en una obra de teatro o en una obra de Broadway, por ejemplo: la pataleta cuando le anuncian que hay la posibilidad de mudarse. Y cuando hay ese decibel extra en la actuación, es más difícil olvidar que estás viendo una película.

El final apuntaba a ser esa cosa sutil que debería ser, hasta que Buddy va a despedirse de la niña católica que le gustaba y sale el mensaje a la conciencia en la boca de Jamie Dornan, que termina de enterrar mis esperanzas cinematográficas de un gran cierre.

En todo caso, Belfast es una película hermosa visualmente, que tiene momentos interesantes y bien planteados estéticamente. Lo triste es que, tocando un tema tan duro, y teniendo en sus manos los elementos correctos para sacudirnos el corazón en tiempos de guerra, cuando pensemos en ella pensaremos en Van Morrison y en el detergente Omo.

Lo mejor: Tiene secuencias muy logradas y estéticamente es hermosa Lo peor: pierde fuelle y no consigue ser testigo de su tiempo histórico La escena: la circular del inicio y el baile de Everlasting love que borra de nuestra mente a Jamie Dornan como el pelotudo de Christian Grey. Lo más falsete: que la mamá (que dos escenas antes discutía con el marido sobre que estaban matando niños a la vuelta de la esquina) decida ir a un saqueo, en medio del saqueo, a devolver un puto detergente OMO. El mensaje manifiesto: a veces, el hogar se vuelve insostenible El mensaje latente: el hogar es donde uno y su familia esté El personaje entrañable: a pesar de todo, Buddy  El personaje emputante: el pandillero palomillo que lo jodía al papá de Buddy El consejo: se disfrutará más en pantalla gigante y en idioma original  El agradecimiento: por everlasting love.

Drive My car

Este es un revoltijo de cuentos de Murakami, y no sé si el famoso escritor japonés quedaría muy convencido del resultado. La víctima es el libro Hombres sin mujeres (2013, en pdf ACÁ). Usé la palabra víctima porque me parece que debe ser fuerte escribir tres cuentos que, aunque tienen un hilo común (hombres sin mujeres), terminan unidos en la pantalla gigante a capricho de un director.

Así es, el director Ryusuke Hamaguche se lanzó a la piscina Murakamiana con varios salvavidas. Drive my car, Sherezade y Kino, son los relatos elegidos para ser adaptados teniendo como historia principal lo que sucede en Drive my car.

Drive my car posee una extensión de unas treinta páginas y Hamaguchi se dio mañas para extender ese relato a tres horas de película. Para eso se alió con el casi desconocido guionista Takamasa Oe. Esta re-escritura recupera los personajes principales: 1) el atormentado actor/director de teatro Kafuku 2) Misaki, la chica que será su chófer ocasional.

En la obra de Murakami es Kafuku quien solicita un chófer, y es su mecánico quien recomienda a Misaki. En la película de Hamaguchi, los encargados de la residencia en la que Kafuku está montando su obra de teatro le imponen a Misaki por políticas internas.

Murakami concibe una historia minimalista que tiene varias capas y que prácticamente se desarrolla dentro del auto como parte de sus charlas con Misaki. Ahí sabremos que es viudo, que perdió a su esposa y a su hija y entraremos a esa cosa densa y oscura que es su conocimiento de las escapadas sexuales de su mujer y su tormento por no comprender mucho de lo que su esposa vivió en sus últimos meses (la mujer murió de cáncer de útero). Ahí también confluyen el duelo por la muerte de su hija (muerta a los pocos días de nacida) y la extraña amistad trabada con el último amante de su esposa, al que Kafuku busca.

Hola, ¿de qué cuento saliste?

Hamaguchi cambia prácticamente todo. Abre su película cuando Otó (la esposa) le cuenta a Kafuku una historia que se le acaba de ocurrir en medio del sexo (todos esos detalles tomados del cuento Sherezade). Kafuku luego la ayudará a que recuerde lo que le contó, porque el vínculo entre la pareja se mantiene gracias también a esos pequeños momentos. La fotografía de Hidetoshi Shinomiya (Farewell Song) transita con elegancia la oscuridad (en la casa de Kafuku, en los bares y en el teatro), los paisajes fríos (en la residencia teatral y en la ex casa de Misaki) con primeros planos de los actores que lanzan textos cargados de dolor.

En el texto de Murakami, una de las obras cumbres de Chéjov: Tío Vania, convive con el relato de manera muy sutil. Es un espejo lleno de subtextos de la situación personal de Kafuku.

Hamaguchi decide hacer el paralelismo más literal, mostrándole al espectador parte del montaje de la obra y haciéndonos partícipes de textos en los que se hace hincapié que a pesar del dolor, a pesar de las desgracias, a pesar de todo, tenemos que seguir viviendo.

Ese tono sentimental ya lo habíamos visto en anteriores trabajos de Hamaguchi, como Asako I & II, una necesidad de contrastar lo turbio con un diálogo que busca la lágrima.

Y el truco le funciona. Hay un clima de nostalgia y pérdida alrededor de Kafuku que engancha al espectador emocionalmente al espectador. La presencia de Takatsuki como el amante de la esposa de Kafuku, que audiciona para su obra y que insiste en tener conversaciones con él, agregan algo de tensión. Una tensión que le hace falta a un guion largo y denso.

Hamaguchi es muy hábil en su puesta en escena, en su presentación de personajes, en envolvernos en su universo. La situación de este viudo y (no hay palabra para definir a un padre al que se le muere un hijo), que además está perdiendo la vista, es bastante desoladora, por eso cuando Hamaguchi, desde el guion y desde su propuesta de dirección, apreta los botones adecuados, el público puede responder con empatía.

El problema, para mí, surge cuando ese botón es apretado varias veces. La trama peca de excesiva, y comienza a redundar en el “estamos rotos” pero hay que “seguir adelante”, convirtiendo los momentos que pueden ser conmovedores, en algo cacofónico. El vínculo dramático que se construye con su premisa se desgasta y llegamos a lugares de la historia en la que podríamos cerrarla y no la cerramos. Sacrifíquenme al amanecer.

Es evidente que esa es la visión de Hamaguchi y ya tenía esos problemas en Asako I & II. El director suele engolosinarse demasiado con sus historias y las estira de manera artificial.

En Drive my car, la sutileza del relato de Murakami es sacrificada. Tanto es el sacrificio, que me parecería más honesto decir que la película está inspirada en relatos de Murakami, a decir que es una adaptación de ese cuento en específico.

Queda, sin embargo, la expresión de Kafuku en el espejo cuando encuentra a su mujer en el sofá (tomado del cuento Kino), queda el primer plano lloroso de Takatsuki contándole el final de la historia de la chica que se cuela a la casa de Yamaga, queda la conversación entre Kafuku y Misaki, la del túnel rojo, cuando asume su culpa y la culpa de Misaki, queda la última escena que vemos del montaje teatral de Tío Vania y queda, sobre todo, la certeza de que algún día…después de miserias y alegrías, descansaremos.

Lo mejor: Está muy bien filmada y la trama inicial llega Lo peor: es excesiva y cacofónica Lo más falsete: el alargamiento medio al pedo de secuencias y diálogos El mensaje manifiesto: algún día descansaremos El mensaje latente: hay que resistir al dolor La escena: la del sofá, la del cuento, la del túnel rojo  El personaje entrañable: Kafuku y el perro El personaje emputante: la culpa  El agradecimiento: por Murakami.

CINE NORUEGO: La peor persona del mundo/ The worst person in the world

Por: Mónica Heinrich V.

¿Qué es ser buena persona? Pregunta engañosa. Pregunta abanico. Hay valores, o principios éticos-morales-emocionales que pueden ejercer de barómetro, pero en la práctica el concepto es esquivo. Más aún, tomando en cuenta que en los últimos años la libertad personal se usa como bandera para cagar a los demás. Capaz que si preguntáramos a gente al azar si se consideran buenas personas, las repuestas generales serían positivas. Nadie es buen Sherlock Holmes de sí mismo.

Joachim Trier y su coguionista habitual Eskil Vogt, nos traen esta película nominada al Oscar 2022 como Mejor Película Extranjera: La peor persona del mundo. Título sutil donde los haya.

Nótese que ya desde el poster entramos en el despropósito: «Uno de los mejores filmes románticos de los últimos tiempos». Awards watchs, #amigadatecuenta.

En La peor persona del mundo seguimos las peripecias de Julie (gran Renate Reinsve). La película continúa la fórmula familiar (gracias, primo Lars Von Trier) de separar la historia en bloques de episodios, 12 para ser precisos, más un prólogo y un epílogo. Una voz en off en tercera persona (gracias, de nuevo, primo Lars Von trier) complementa lo que nuestros ojitos/oídos perezosos parecen no ser aptos de decodificar.

Julie es una treinteañera que anda por la vida un poco perdida o buscándose o ambas, usted elija. Cuando la película arranca, la voz en off prologosa narra que Julie estaba estudiando medicina y en un momento epifánico decide que lo suyo es la psicología. En otra epifanía, el nuevo Everest será ser fotógrafa. En medio de ese ir y venir, Julie conoce a Aksel Willman (Anders Danielsen), famoso escritor de novelas gráficas que le lleva unos cuantos años. La parejita, obvio, empieza a tener una relación y así se derramarán como un efecto dominó los 12 episodios.

Soplémonos marihuana, nos vemos cools y desenfadados

Hay mucho que discutir. Sobre Joachim. Sobre Julie. Sobre los 12 episodios. Sobre el epílogo. Sobre el cine. Y sobre ser o no ser mala persona.

Joachim. Sigo a Joachim desde Reprise (2006), que me gustó mucho, y Oslo, 31 de agosto (2011), de la que mi proyector de cine interior guarda frames. Le hice una reseñita a Joachim (te sigo queriendo, Joachim) allá por el 2015 (leer ACÁ). Cuando se comparan ambas películas hay un poco de reprís de la mirada a la vida noruega y de sus personajes, de hecho, el personaje principal de las dos está interpretado por Anders Danielsen, que repite colaboración con Joachim en La peor persona del mundo. Luego, Joachim nos entregó una filmografía menor, hasta que llegamos a Thelma (2017). Un personaje femenino principal, outsider que no maneja el amor ni las relaciones personales, otra vez al revés. Y ahora, llegamos a Julie en La peor persona del mundo. Me aburro. Joachim, somos pocos y nos conocemos mucho.

Julie. Ya dije que si hay algo que sube la película uno o dos escalones es la comprometida interpretación de Renate Reinsve. Qué importante que es el casting. Cómo un personaje que de otra manera sería insoportable, al que desearías volcar a manazo limpio, adquiere matices a contramano de su guion, gracias a esta actriz. Es Renate la que logra que aguantemos atravesar los repetitivos y anunciados episodios. Es a Renate que le creemos que Julie no debe ser la peor persona del mundo. Gracias, Renate.

Amigo, después de este polvo no me jodás más. Superame.

Los 12 episodios. Tenemos: 1.- Los otros 2.- Engañando 3.- El sexo oral en la era del #metoo 4.- Nuestra propia familia 5.- Mal momento 6.- Tierras Altas de Finmark 7.- Un nuevo capítulo 8.- El circo narcisista de Julie 9.- BobCat Rompe la navidad 10.- Primera persona singular 11.- Positivo 12.- Todo llega a su fin. ¿Por qué nos hacemos esto Joachim? ¿Por qué? Mientras el espectador está viendo, es muy fácil adivinar lo que va a pasar en la mayor parte de los episodios solo con los títulos. Una vocecita interior cinéfila y odiosa dice: Ah, acá seguro sucederá tal o cual cosa, y lo peor: no se equivoca. Vi un poco forzado el recurso, además de anunciar la trama hasta hacer casi aburrida la sucesión de episodios. ¿Lo bueno? que podías saber qué tan cerca estabas de terminar con el show del circo narcisista de Julie. 

Epílogo. Cuando pasa lo que pasa, Trier sigue engolosinado con Julie, el resto de sus personajes carecen de trasfondo, de densidad, son estas personas que casi no conocemos porque se alimentan como sanguijuelas del personaje de Julie, que tampoco está muy dibujada, a pesar que la cámara no la abandona nunca. Incluso cuando supuestamente escribe un artículo “brillante” sobre el sexo oral y la era metoo, no sabemos hasta dónde llegó su agudeza para poder admirarla. El final o su arco de aprendizaje o lo que sea que quede dentro de Julie después de esos 4 años de vida resumidos en episodios chotos, es autocomplaciente, como un libro de autoayuda: “Te pasaron todas estas cosas, y ahora, mirá, mirá dónde te trajo todo eso. Qué loco ¿no?”.

Eh. No.

¿Pa qué nos vamos a mentir? Seguiré haciendo huevadas.

El cine. Podría pensarse que esta multipremiada y multinominada y multifestejada película noruega no vale la pena. Error. De alguna manera, el señor Joachim Trier se las ingenia para que su habilidad como director nos haga sentir que la película funciona a pesar de todo. Hay esos ramalazos de cine que hicieron que guardemos a Reprise o a Oslo, 31 de agosto en nuestro corazón. Incluso, cuando su recurso más halagado (la detención del mundo, mientras Julie le da rienda suelta a su hedonismo) ya lo hubiéramos visto en la película Futuro de Miranda July.

Para personas un poco más tolerantes con estos personajes tantas veces retratados en películas y series (la tipa/el tipo que sigue sus instintos o sus emociones sin importar nada más, aunque no sepa muy bien hacia dónde va) las vivencias de Julie podrán generar una mayor empatía. Las charlas didácticas sobre feminismo, o la pareja, o los hijos, o las carreras, o la vida, encontrarán receptividad también en un público dispuesto a recibir esas consignas de brazos abiertos.

Los demás nos quedaremos medio emputados ante un personaje unidimensional y poco atractivo. Trier huye a cualquier tipo de intimismo real aunque pretenda hacernos creer que es una película de «personaje». Al ser su película sobre Julie, y al Julie comportarse como se comporta, el cineasta noruego parece querer echar una palmadita complaciente sobre la espalda de Julie mientras nos la exhibe. No, esta chica no es mala persona. ¿No ve? Guiño, guiño. Trier se conforma con eso y poco más. 

Así pasamos tres noruegas horas. Con pocas dudas y muchas certezas. Emerson, el padre del trascendentalismo, lo tenía claro allá por el siglo XIX: Es muy difícil ser lo suficientemente simple para ser bueno.

Lo mejor: la actriz principal y el estilo de Joachim que hace la experiencia sea un poco más amena  Lo peor: el circo narcisista de Julie La escena: el copie de Futuro Lo más falsete: el circo narcisista de Julie El mensaje manifiesto: ser libre puede ser sinónimo de ser muy cojudo/a El mensaje latente: Ser bueno solamente consigo mismo es ser bueno para nada El consejo: para ver si se desea pasar tres noruegas horas con Julie El agradecimiento: Por Joachim, que cualquier huevada la embellece.

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