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DOCUMENTAL: The Dissident / El Disidente

Por: Mónica Heinrich V.

El 5 de diciembre Justin Bieber dio un concierto como acto inaugural del Gran Premio de Arabia Saudita. La imagen de Bieber, que promocionaba el famoso evento de fórmula 1, aparecía al lado de la de MBS (Mohamed bin Salmán, príncipe heredero del Reino). Eso provocó un pedido mediático que llamaba a Bieber a la reflexión. ¡No, Justin, no vayás! Actualmente, MBS es una figura un poco “rechazada” y digo poco, porque para las acusaciones que se le hicieron, la sacó muy barata.

¿Pero qué podría ser tan grave? ¿Por qué era mejor que niño Justin no posara sus piecitos gringos por esas calurosas arenas? Pues en octubre del 2018, el periodista saudí más famoso del mundo (escribía para el Washington Post) fue al consulado de Arabia Saudita en Estambul-Turquía. Jamal Khashoggi quería recoger unos documentos de divorcio que le permitirían contraer matrimonio de nuevo. Lo que parecía un trámite simple se convirtió en un hecho extrañísimo y fuera de lugar que ni un guion hollywoodense se hubiera atrevido a plantear.

Última imagen de Jamal con vida

Jamal entró al consulado y nunca salió. Su prometida lo esperó afuera del lugar y después de horas sin tener noticias suyas llamó a amigos, conocidos para contarles lo que había pasado. En un principio se creyó que habían retenido a Jamal, quien era uno de los enemigos abiertos del régimen saudí. Luego, se hizo evidente que lo que sea que ocurrió era mucho más turbio de lo que cualquiera se había imaginado. Así es, en un territorio considerado seguro para cualquier ciudadano (consulado, embajada) habían asesinado a Jamal sin ascos.

El documental El Disidente, dirigido por Bryan Fogel, intenta echar luz sobre este caso. A Fogel lo conocemos por el documental ganador del Oscar Icarus, en el que se veía una clara visión política que empañaba el trabajo. Sin embargo, Icarus recogía algunos elementos interesantes y a pesar de su agenda anti-rusa, estaba bastante bien filmado.

Algo similar ocurre con El Disidente. Es un trabajo impecable a nivel visual, a nivel de recopilación de información, de montaje, de post-producción. Se nota que Fogel ha contado con presupuesto para elaborarlo y que además le ha sacado partido a los quintos. Pero, a veces, lo que más importa de un documental es lo que no se dice.

En El Disidente, Fogel elabora un relato benévolo de Jamal y de su entorno, incluso dándole voz al “activista” Omar Abdelaziz, cuyos discursos en twitter se basan en una arenga ramplona para tomar las armas. Omar también termina revelando su relación con Jamal, que en su faceta de periodista estuvo 30 años al servicio del régimen saudí y que con la toma de poder por parte de MBS, decidió exiliarse a USA. Este periodista que desde el Washington Post escribía contra el régimen, terminó financiando actividades “irregulares”, por decirlo de alguna manera. Claro que a nombre de la democracia y la libertad de expresión. Fogel en ningún momento cuestiona ni profundiza en las acciones de Jamal, tampoco en las de Omar. Porque en estos personajes (tanto de un lado como del otro) que se van a los extremos, hay mucho más que un deseo patriótico de mejores días para sus países.

Lo que sería interesantísimo de entender (las políticas de Arabia Saudí, la organización en cuanto a su jerarquía de poder, las reacciones de los otros opositores, los entretelones de su política exterior, la vida de Jamal en el régimen, sus actividades extra curriculares) termina convirtiéndose en un anecdotario de situaciones puntuales para reforzar la premisa principal.

Por ejemplo, nos cuentan como una gran historia de amor la relación entre Jamal y Hatice Cengiz. Jamal conoció a Hatice a principio del 2018, meses antes de su muerte. En el documental retratan a Jamal como un hombre solitario que estaba tratando de recuperar su vida y de construir una familia con Hatice. En la vida real, Hatice iba a ser su cuarto matrimonio. No solo eso, ese mismo 2018 ya se había casado con otra mujer egipcia en una especie de ceremonia que no contó con aval legal.

El papel del gobierno turco en el entuerto, también se pasa por encima sin mencionar los réditos internacionales y de imagen al manejar la crisis del asesinato de Jamal. Aunque intenta hacer un juicio de valor sobre la postura de Trump que en ningún momento aceptó la culpabilidad de MBS, al final tampoco se elabora mucho sobre la amistad evidente entre Trump y MBS, ni revela nada acerca de la política exterior americana que SIEMPRE (más allá de Trump) ha socapado los desmanes de países poderosos como Arabia Saudita.

Si nos alejamos del tono binario, tendencioso del documental, de ese occidente vs barbárico oriente, lo más valorable del documental es la descripción que hacen del sistema de espionaje Pegasus manejado por Arabia Saudita y de sus “moscas”. Las moscas vendrían a ser miles de personas contratadas para estar constantemente en línea construyendo la narrativa a favor del régimen y actuando como grupos de choque de los disidentes que a su vez formaron su propio grupo de guerreros digitales llamados “las abejas”. Este sistema no es nuevo, y cada país lo ejecuta (oficialistas/opositores) a discreción de acuerdo a sus propios presupuestos. En todo caso, ese complejo entramado de control y manipulación social, es donde el documental brilla.

Moscas y abejas jodiendo por todos lados

Sí, Arabia Saudita aceptó la muerte de Jamal en su consulado y responsabilizó a personas del régimen que según ellos actuaron solos. Y bueno. Más allá de la culpabilidad de MBS, existe todo un tejido nudoso entre las políticas de los distintos países que, como dije, ningún guionista podría poner en papel y hacerlo ver coherente o posible.

El caso en sí es fascinante por todo lo que involucra: un grupo de poder que se cree tan poderoso como para pensar que se saldrá con la suya violando toda norma internacional y ese grupo de poder saliéndose con la suya.

Aunque en un principio la comunidad internacional puso cara de asquito ante semejante atrevimiento, las aguas se calmaron y Arabia Saudita no tuvo ninguna represalia ni se le exigió demostrar qué había hecho con los acusados/responsables. Jamal está muerto y su muerte solo sirvió para mostrarle a los necesitan pruebas, que sí, que las normas están para saltarlas y que si sos la mano que mece la cuna (USA, Arabia Saudita, o cualquier potencia) la cuna es definitivamente tuya y puede ir Justin Bieber a cantarte el arrorró.

Lo mejor: un tema que merece ser analizado, estudiado, profundizado, todos los ado. Lo peor: omite o tuerce la historia a su favor La escena: las imágenes de archivo de Jamal entrando en el consulado a encontrar la muerte Lo más falsete: los testimonios del extremista Omar El mensaje manifiesto: hay un zumbido subterráneo que maneja la vida social, política y económica del mundo  El mensaje latente: ese zumbido es turbio y tiene sus propias reglas El consejo: para ver y analizar El agradecimiento: por la cámara que probó que Jamal entró y no salió.

CINE: The power of the dog/El poder del perro

Por: Mónica Heinrich V.

Parece que los gringos se dieron cuenta recién que los Globos de Oro eran amañados. Actores y actrices cuyos agentes expertos en lobby sabían qué wiskis o cuñapés mandar a los capos de la industria, o cuyos estudios hacían la gran Emily in Paris (invitar a los votantes a un hotel de lujo en París todo pagado, con distintas recreaciones incluidas) se mostraron sorprendidísimos porque el mundo había sido un lugar gris (mejor dicho: demasiado blanquito) y hostil.

Déjenme sacarme el barbijo para gritarles: No, mis cielas. No les creo nada.

Pero, bueno, no quiero hablar de todos los festivales y concursos o premios cinematográficos o literarios o musicales en los que se hace y se hará lo mismo, mejor centrémonos en lo importante: El domingo, The Power of the Dog ganó tres de esos amañados/cancelados premios: Mejor Película Drama, Mejor Dirección, Mejor actor de reparto.

La espalda de la masculinidad tóxica

The Power of the dog se basa en la novela homónima de Thomas Savage. La novela se publicó en 1967, pasó sin pena ni gloria, vendió pocos ejemplares hasta que el 2001 fue re-editada y re-valorizada. Ese ReRe llegó hasta Jane Campion. A Jane la conocemos por esa elegante y estilosa película que es The Piano. A Jane, después de ganar Cannes por The Piano, le ofrecieron un culo de plata para hacer películas hollywoodenses. A Jane, un agente le recomendó que no lo haga, que la destruiría. A Jane se le ocurrió probar (Holy Smoke) y odió la experiencia. A Jane se le reveló que nunca más haría nada en lo que no se sintiera comprometida.

Es así que Jane leyó The Power of the Dog y se quedó con una imagen en la mente: Peter caminando orondo delante de un montón de tipos que le gritaban marica. Y ahí se sintió comprometida y ella misma adaptó la novela a un guion.

No cabe duda que la versión cinematográfica de The Power of the Dog es visualmente preciosa, de lo mejor que vi este año. La cámara de Ari Wegner (a quien ADORÉ en The True Story of the Kelly Gang) nos lleva de la mano por esos paisajes áridos. Hay muchos primeros planos que ayudan a construir los personajes y los climas. Las pausas, la banda sonora compuesta por Jhonny Greenwood (Radiohead), todo está puesto en el momento justo. Jane mantiene esa elegancia que le vimos en The Piano, es una directora de atmósferas que sabe contar lo que quiere contar.

la cara de la masculinidad tóxica

Recapitulemos con Spoilers: Es 1925. Phil (Benedict Cumberbatch) y su hermano George (Jesse Plemons) se encargan del rancho familiar. Phil ha abrazado su labor/imagen de ranchero o machomen con entusiasmo al punto que casi ni se baña y tiene unas actitudes de mierda con los que lo rodean. En la dupla, la figura dominante es Phil, y George siempre es disminuido al término “Gordito”. A diferencia del estilo rudo de Phil, George es delicado y sumiso. La cosa sigue su curso natural hasta que George posa sus ojitos gorditos en Rose (Kirsten Dunst). Rose es viuda y administra una fonda acompañada de Peter (Kodi Smit-McPhee), su hijo que apenas está saliendo de la adolescencia. Phil desprecia a Peter a quien encuentra afeminado y a Rose a quien considera poca cosa para ser parte de la familia. Eso no frena al gordito que termina casándose a escondidas para llevarse a Rose y a Peter a la casa familiar.

De ahí, suceden varias cosas. Por un lado, Rose recibe un bullying constante de Phil, aunque siendo honestos tampoco es lo peor que un tipo como Phil podría hacer. Eso la lleva a empinar el codo para tratar de aplacar o sobrevivir a sus infelices días. El gordito no se da cuenta de nada y la mayor parte de la película se la pasa por ahí con un solo estado: buenudo. Peter, el hijo “afeminado” que desaparece de la película un buen rato porque en la historia se va a la universidad (quiere ser médico) regresa para notar todo lo que el gordito no nota. Luego pasan más cosas. Para mí ese celebrado final fue demasiado anunciado, y cuando la película terminó quise sacarme algunas dudas de encima, así que me descargué el libro que pueden leer acá: El poder del perro – Thomas Savage.

damisela en apuros

En la película, segundo UNO, la voz de Peter nos dice que salvará a su madre, porque sino ¿qué clase de hombre sería? (uno que no es asesino ¿tal vez?) En la novela, entramos al relato con: “Phil siempre se encargaba de la castración”. Hay una diferencia sustancial en cómo empezar la historia. En la versión de Jane ya me anunciás lo que va a pasar, ya mi mente sabe que Peter hará algo, y por el tono deduzco que será turbio. En la versión de Savage hay otro tipo de sutileza.

Mi mayor problema con la historia fue el final, la narrativa de Jane Campion lo convierte en una especie de final feliz o de astuta venganza. Me hizo ruido. Ya estoy un poco cansada de que las injusticias que se plantean en una historia de abuso sean resueltas con un asesinato gratuito y que además se celebre. Me pregunté si en el libro, un bullying de mediana intensidad era motivo suficiente para que Peter tomara tales determinaciones, y si tales determinaciones se afrontaban con tanta liviandad.

Y la sorpresa que me llevé es que no. En la novela, Phil también está involucrado indirectamente en el suicidio del padre de Peter. Hay toda una secuencia inicial que nos relata cómo un Peter niño ve a su padre borracho siendo vilipendiado por la gente del pueblo y cómo Phil, en concreto, lo humilla un par de veces. Es evidente que incluso dentro del relato de Savage, la figura del papá de Peter es errática y débil, por lo que concluimos como lectores que, si bien Phil tiene cero empatía y hace gala (una vez más) de su masculinidad tóxica, tampoco podríamos decir “se suicidó por su culpa”. En todo caso, Peter (como personaje) sí podría guardar ese recelo, o Rose, por lo que quedaría más y mejor explicado, cómo ella cae tan rápido en la bebida y parece incapaz de sobrellevar esa nueva vida. Se entiende más, también, el rechazo de Phil a ambos.

Tóxicos everywhere

Hay otras diferencias que me parecen notables. Las alusiones a Bronco Henry son más sutiles, la homosexualidad de Phil es más sutil. En ese sentido, Phil, tal cual está construido en su versión literaria, no tendría el altar de Bronco Henry con su montura, porque va en contra de esa cosa sentimental que tanto ha intentado evitar. Peter, por su parte, es más retorcido en el libro, su placer en las disecciones de animales es oscuro: tenemos claro que hay un problema en el chico. Sociopático, psicopático, lo que sea. Bajo esos detalles, el final no se antoja a final feliz.

En lo que más discrepo (aunque respeto esa mirada) es en argumentar que El poder del perro es una especie de deconstrucción masculina o de ensayo feminista solo porque lo dirige una mujer o porque hay un machomen exhibido o «derrotado». De un tiempo a esta parte, estos personajes que tienen obvios problemas mentales, son usados como ejemplos de narrativa deconstructiva. En realidad, la historia, tanto la literaria como la cinematográfica, se centra en los arquetipos de siempre: Un machomen abusivo , la damisela en apuros que será rescatada en un inicio por George que se casa con ella y la saca de su vida modesta y luego por Peter que termina asesinando a quien la acosa. La felicidad parece ser una pareja besándose bajo la luna.

Se va a caer, se va a caer

Si uno lo analiza bien, incluso Phil, el villano gay, es una víctima. ¿Acaso Phil, en los años 20s, criado en un ambiente de machomens, que nunca aceptaría su amor por Bronco Henry, no intentó toda su vida encajar con lo que le enseñaron que era un hombre? ¿No llevó al extremo su rechazo propio, el miedo a su propia homosexualidad? En la novela se insinúa que los padres de Phil tienen una discusión de origen desconocido con él y ese es el motivo por el que dejan el rancho. Quizás esos matices son los que extrañé de la versión de Jane. Una versión que se nutre de la fórmula del melodrama más común del cine.

Es evidente que lo literario y lo cinematográfico son dos lenguajes distintos, y que es imposible condensar en dos horas una novela como la de Savage sin dejar nada en el tintero. El trabajo que hace Jane Campion sobre lo central de la historia, está. Y, además, lo presenta de una manera tan bella y con actores tan compenetrados en sus roles, que uno como espectador valora la experiencia. No importa si para el ritmo del relato George o Peter desaparecen de escena a antojo o si los encuentros entre Rose y Phil son forzados, o si la secuencia con los indios es condescendiente, el giro final consigue los aplausos que corresponden.

Hola, Phil. Vengo a ofrecerte un poco de Antrax vengativo.

La película cierra (antes del beso bajo la luna) con Peter, Biblia en mano leyendo el famoso Salmo 22:

¡Libra de la espada mi vida, mi alma solitaria del poder del perro!

Jane dijo en una entrevista que el perro son los impulsos, lo oculto que llevamos dentro. Quise entender mejor el contexto de la frase y abrí la Biblia. Los salmos son escritos por David, el famoso David de David y Goliat. El poder del perro hace referencia al poder de los enemigos del Rey David, los mismos que crucificaron a Cristo. El perro era lo que amenazaba sus vidas, ese otro que significaba muerte o destrucción. En la novela, el perro era Phil. Así lo dice el autor al final del libro sin muchas florituras. 

Puesto que ella ya era libre, gracias al sacrificio de su padre y al sacrificio que él mismo había podido hacer a partir de un conocimiento que había adquirido en los grandes libros negros de su padre. El perro estaba muerto.

Lo mejor: visualmente perfecta Lo peor: que la película diluye algunas decisiones con liviandad y celebra lo que en la novela tiene un tono más turbio. También: La muerte del conejito La escena: la caminata de Peter cuando todos le gritan marica. También: La muerte del conejito. Lo más falsete: las escenas poco sutiles del homosexualismo reprimido de Phil El mensaje manifiesto: la venganza sí es dulce  El mensaje latente: el final feliz es debatible El consejo: para ver y disfrutar del talento de Jane Campion y su solvente casting El agradecimiento: por la gran cámara de Ari. 

DOCUMENTAL: Val

Por: Mónica Heinrich V.

El algoritmo facebookero me derivó a una nota de El Mundo de España cuyo título era: “Val Kilmer, la más grande derrota jamás filmada”. Palabras fuertes. No necesité nada más, ni siquiera entré a leer el coso, me fui directo a Prime Video y PLAY.

Ahí estaba: el señor Val Kilmer. El sex symbol al que llegaron a comparar con Brad Pitt. El actor que tuvo sus 15 minutos de fama y que los aprovechó tan mal que terminó con una carrera más bien discreta. El actor que con la carrera discreta decidió trasladar sus energías a su primer amor: el teatro. El actor que viviendo su sueño de hacer teatro puro y duro fue diagnosticado con cáncer de laringe en el 2015. El actor que producto de ese agresivo cáncer tuvo una agresiva laringectomía y perdió su voz.

El documental Val, es dirigido por Leo Scott y Ting Poo. Lo escribe el mismo Val, y lo narra su hijo Jack Kilmer. Esto de la narración del hijo no es algo simbólico o de origen sentimental, sino una necesidad. Jack le presta la voz a su padre.

La vida de Val ha sido intensa. En lo personal, nunca fue de mis actores favoritos, pero puedo recordarlo en un montón de películas y visualizar su imagen como parte de mi vida, porque el cine termina siendo parte de la vida de uno. Y ver Val deja un sabor amargo por eso. Este es un documental que suena a testamento y el tipo solo tiene 61 años. Como espectadora no pude distanciarme.

Lo que la vida termina haciéndonos, o lo que nosotros terminamos haciéndole a la vida.

A lo largo del documental, sabremos que Val se ha filmado desde muy pequeño, que tuvo en hermano que quería ser cineasta, que con él compartió su amor por el teatro y el cine, que juntos amontonaron cortos y cintas caseras que filmaron repletas de sus sueños infantiles y que ese hermano murió a los 15 años ahogado en la piscina familiar.

Después de esas revelaciones, es muy fácil tenerle simpatía al Val que con 16 años consiguió entrar a la prestigiosa y exclusivísima escuela Julliard. Es muy fácil seguirlo en sus ambiciones, en su frustración por protagonizar películas “comerciales”, en las quichicientas cintas que le mandó a Stanley Kubrick para convencerlo de contratarlo, en su dicha cuando consiguió el papel de Jim Morrison con Oliver Stone.

Val (el documental) va y viene entre esos recuerdos adolescentes, juveniles, en los que todo parecía posible. Uno de los aspectos más emotivos del documental es precisamente eso: el contraste espontáneo entre el Val sonriente de los 90s que sobradoramente se burlaba de Tom Cruise o que criticaba a los actores empíricos y el Val actual, el hombre avejentado y fragilizado que solo puede hablar a través de una prótesis fonatoria.

Val, luchándola

Al ser un trabajo de Val sobre Val, el documental es bastante amable con los errores o tropiezos del actor. Sí, Val asume su perfil de chico “problemático” pero siempre lo tiñe de cierta “incomprensión” o “injusticia” hacia su persona. Si la industria le dio la espalda o lo dejó de lado, el actor parece no darse cuenta del papel que jugó para que eso sucediera. Las innumerables anécdotas de su errático comportamiento en rodaje incluidas el cigarrillo que le apagó en la cara a un camarógrafo en La Isla del Doctor Murneau o la pelea a golpes con el director Joel Schumaher en el set de Batman, son solo unas cuantas de las leyendas urbanas que circularon sobre él y que le cerraron varias puertas.

Aún así, a pesar de cierto tono de autocompasión o de mea culpa a medias, no cabe duda que este documental va un poquito más allá de la vida de Val como Val.

Ver a un tipo que llegó a la cima, y que no solo desaprovechó ese privilegio, sino que mal administró su plata, sus bienes, desatendió a su familia, a sus hijos, y todo para terminar enfermo y solo…todo para terminar sobreviviendo de las viejas glorias de sus personajes más comerciales (esos que tanto despreciaba), yendo al Comic Con a firmar autógrafos para gente que lo recuerda como Iceman (Top Gun) o yendo a un screening de Tombstone para firmar autógrafos a gente que lo recuerda como Doc Holliday, es muy sobrecogedor.

Me dueles, Val. Me dueles.

Hubo un tiempo que fui hermoso, y fui libre de verdad.

A nivel técnico le sobran unos cuantos minutos. Una vez pasaste la parte más rica del recuento, cuando ya contó sobre su familia, su infancia, cuando ya mostró clips exclusivos con Cristian Slater, Jhonny Deep, Kevin Bacon, Marlon Brando, cuando ya entendiste todo lo que perdió…los últimos veinte minutos son algo repetitivos. Es el cierre que el estudiante de Julliard hubiera querido. El cierre que tiene que hacer Val, y que un editor, director, jamás le podría recortar porque para Val no estaría a la altura de la tarea. La cosa impostada y autoconsciente que manejó sus relaciones laborales y personales. Val siendo Val.

Sí, es un documental duro. Imagino que catártico para él y aleccionador casi por ósmosis para cualquier espectador. Es un “todo lo que sube puede bajar” o un “cuidado con escupir hacia arriba”. Por eso, Val tiene el poder de removernos las entrañas a pesar de su autoculto. La parte más humana de nosotros puede empatizar con Val, derramar algunas lágrimas por lo que le pasó y por cómo sigue adelante y, sobre todo, deseará que este hombre de 61 años pueda tener una segunda o tercera oportunidad, querremos verlo cumplir más sueños porque ya que estamos con las frases “Nosotros, los de entonces, ya no somos los mismos”.

Lo mejor: emotivo y humano recuento de una vida Lo peor: la autocrítica es limitadita  La escena: cuando empieza y es la voz de Jack hablando como si fuera Val. Y cuando Val se sentía mal en la firma de autógrafos y se quedaba igual. Y cuando veía sus screenings de Tombstone. Lo más falsete: los datos omitidos para que Val no se vea mal El mensaje manifiesto: Todo lo que sube baja El mensaje latente: Nosotros, los de entonces, ya no somos los mismos  El consejo: Para verlo cuando se esté vibrando alto, porque es muy triste El personaje entrañable: a pesar de todo: VAL El agradecimiento: por los momentos de verdad.

CINE: The Guilty / The harder they fall / Shiva Baby / No Sudden Move / The Unforgivable / Dos

Por: Mónica Heinrich V.

The Guilty (la netflixera)

El otro día, un lector de este blog me dejó un mensajito: “Deberías escribir sobre The Guilty y compararla con la original. Si escribiste sobre Cry Macho y sobre The Squid Game ¿cómo no vas a escribir sobre The Guilty?”. #justoenlamiseriacinéfila. Le dije: “No le veo fallas a tu lógica”. Y acá estamos.

El 2019, desde Dinamarca, nos llegó The Guilty (reseñada ACÁ), la opera prima del señorito Gustav Möller. Supe de su existencia por los cosos dorados (Oscar 2019) que la incluyó en su lista de Mejor Película Extranjera. Ahí la vi y dije: Este Gustav nos va a dar alegrías en la vida.

Los gringos también la vieron y decidieron hacer un remake versión hollywoodense/netflixera. No voy a echarle mierda a Netflix, porque en realidad hay algunas muy buenas cosas reptando por ahí, pero aún no sé cómo una película de corte tan intimista como The Guilty terminó en las manitos patrioteras, videoclipseras y rancias de Antoine Fuqua. De Fuqua he visto todo, hasta muchos de sus videoclips (sos videoclipsero, Fuqua). La única reseña que hice de una peli suya fue para Southpaw (leer ACÁ), pero lo mejor que puedo decir es que: conozco a mi ganado.

Por lo menos, Fuqua se arrimó a Nic Pizzolatto (True Detective, The Killing) para adaptar el guion danés. ¿El resultado? Pues el guion sigue prácticamente la misma historia nórdica, la diferencia está en la austeridad de recursos y la austeridad de…ajá…actuación. Allá donde los daneses estaban en un cuartucho, sin extras, a oscuras, Fuqua estaba en la full sala de atención de llamadas, con montón de extras y tecnología a todo trapo. Allá donde el actor danés Jakob Cedergren componía un Aster (protagonista) poco emocional, frío, distante, hasta enigmático, lo que hizo Jake Gyllenhaall con su Joe (protagonista) fue lo opuesto: gritón, desbordado, explosivo.

La historia gringa es mucho más aleccionadora, redentora y apta para públicos masivos. El destino del bebé, las condiciones en que es encontrado, el final, en la versión danesa te dejan un muy mal sabor de boca, hay una oscuridad un poco más sutil e intangible que hace que la historia danesa tenga más músculo. En todo caso, amamos a Jake (te amamos, Jake) y aunque su atormentado Joe sea un pelín desbordado siempre es un actor al que vale la pena ver.

Si algo aprendí del Elton Jhon de Taron Egerton es que: Donde hay oscuridad, ahora estás tú, y será un viaje salvaje.

Lo mejor: mantiene la línea de la original Lo peor: con menos músculo narrativo  La escena: cuando se descubre lo del bebé Lo más falsete: los cambios más benévolos que hicieron y el arrepentimiento choto de Joe El mensaje manifiesto: nada es lo que parece El mensaje latente: las historias solo hay que saberlas contar  El consejo: Analiza y actúa (no al revés) El personaje entrañable: Oliver y Mathilde El agradecimiento: por Jake Gyllenhaal (te queremos, Jake)

The harder they fall (la netflixera)

El otro día, el algoritmo netflixero me recomendó esta película. A veces, me emputan las intromisiones de Netflix en mi vida de espectadora, pero vi que estaba Idris Elba (bien jugau, Netflix) y no había nada más que decir. Play.

Es un western, pero un western aggiornado o lo que es lo mismo “un western al estilo que se me canta”. Eso parece decir nuestro amigo Jeymes Samuel que debuta como director con este trabajo. Jeymes (te voy a llamar Jeymes) es compositor/músico de muchas cositas en Inglaterra, hizo dos cortos y un día se levantó con la picazón de un largometraje y decidió juntar forajidos afroamericanos que existieron realmente y contarnos una huevada que viene y que va, que va y que viene y que, sobre todo: es tan estilosa que no nos importa un centímetro de (ponga usted su palabra soez favorita) que no tenga sentido.

Está el pequeño Nat Love. 11 años y le revientan a balazos al padre y a la madre. Deducimos después que fue el HDP de Rufus Black (más conocido por todos como Luther y que en su vida cotidiana se hace llamar Idris Elba. Idris…sos Luther y punto). Hay una elipsis temporal y vemos a Nat (que ya es Jonathan Majors) mayorcito. Nat no puede vivir sin pensar en cómo liquidar a Rufus Black. Rufus Black (que sigue siendo el sexilón Luther) en su condición de prisionero está siendo trasladado a otro lugar por tren y su banda consigue liberarlo. Es ahí donde se entremezclan muchas cosas o nada. Depende de cómo lo miremos.

El guion, a cargo del israelí Boaz Yaquin (The Punisher, Safe) y del mismo Jeymes nos hace creer que Nat Love necesita vengarse, necesita un payback.

#lavenganzamataelalmaylaenvenenaNOT.

En medio del tole tole ponen una historia de amor solo para que veamos bocas estrujarse y todo está tan bonito visualmente (súper vestuario, arte, fotografía) con una banda sonora bastante disfrutable, que uno dice: metele, Jeymes. Metele.

Amig@s. Debo confesar (porque a veces estoy en modo confesional) que en el caso de esta película que tiene muchas reseñas/críticas/opiniones en contra, da lo mismo lo que suceda en pantalla. ¿Ya dejamos claro que nada tiene el más mínimo, peregrino sentido? ¿Ya dijimos que los planes en pos de la venganza son absolutamente infantiles y boludos? ¿Ya comentamos que el final y el plot twist starwarense no da la talla? Bueno, si ya lo dejamos claro, sobre aviso no hay engaño.

En mi caso, me divertí. Sí, es un pastiche de Tarantino, de películas clásicas del wild west, de cosas que fueron y que están, pero…a estas alturas de la vida, lo tomo con fernet y coca cola.

Debo confesar (porque sigo en modo confesional) que Jeymes le mete sin rubores y termina esta venganza que no es coreana sino gringa/pedorra/westernhispter con una redención que no importa y un reguero de muertos importante. Porque parece ser que hoy nos entrenemos con cosas así: medio chotas pero funcionales. Por eso es que Netflix la rompe.

Si algo aprendí del Freddy Mercury de Rami Malek es que: La condición humana requiere un poco de anestesia.

Lo mejor: su estilismo, es un disfrute para lo ojos Lo peor: guion flojito y disparatado  La escena: cuando entra al bar, y cuando empieza el despelote Lo más falsete: y bueee, todo El mensaje manifiesto: la venganza mata el alma y, sobre todo, el cuerpito El mensaje latente: hay fantasmas que nunca te dejarán dormir  El consejo: para verla sin esperar mucho El personaje entrañable: Cathay y Jim El agradecimiento: por lo bello.

Shiva Baby (la filminera)

El otro día, viendo el catálogo de Filmin, “resfalé” en Shiva Baby. Así, a primera vista, su poster y la gráfica del título no me motivaban mucho a gastar 1 hora y 11 minutos de mi vida. Pero cuando leí su descripción: “mordaz, salvaje, incómoda”, cerraron el trato.

Play.

La jovencísima Emma Seligman lanzó a sus 26 años esta su opera prima. Shiva Baby ya fue un corto de 8 minutos, el corto que le sirvió como tesis para graduarse en cine. Emma ha explicado la necesidad de trasladar el corto a un largo y hacerlo un poco más agobiante. Ese agobio del que Emma habla es en teoría el agobio de la mujer joven moderna que oscila entre la universidad y las expectativas que familia/amigos/sociedad/ellamisma han generado sobre su vida.

El guion, escrito también por la directora, narra las peripecias de Danielle (Rachel Senott) una chica que debe asistir a una Shiva. Alguien ha muerto y los familiares harán su tradicional rito judío en una casa para vivir el duelo. La cosa se complica cuando a Danielle se le junta el ganado. A saber: Joel y Debbie (sus padres), Max (su sugar daddy, que resulta ser colega o conocido de su padre, Maya (su exnovia con la que la comparan) la esposa y bebé de Max, y otros pintorescos personajes.

En resumidas: se arma el puterío.

La película juega en clave de humor negro con la incomodidad y tensión de esta reunión familiar. Todo se desarrolla en una sola locación, por lo que hay cierta sensación claustrofóbica cuando seguimos a Danielle en medio de su parentela, dan ganas de agarrarla del bracito y sacarla de ahí. El punto fuerte está en la mirada crítica tanto a esa presión familiar/social como al rito o a la tradición al pedo. Los personajes parecen no ser muy conscientes de la importancia de la reunión o el peso del supuesto duelo por la persona fallecida, es más un junte para chismosear y juzgar la vida de los presentes y ausentes.

Danielle se asoma como muestra de resistencia o rebeldía a la solemnidad y al concepto de éxito, en un principio sus padres acuerdan con ella lo que debe decirles a los familiares si le preguntan qué anda haciendo con su existencia, sin embargo, no es la única que miente o que no ha conseguido “triunfar”. Por mi parte, sentí poca simpatía por ese personaje millenial boludo, que siempre toma decisiones egoístas, cuestionables y hasta dañinas. Dirán: la juventud es así. Y sí, claramente los jóvenes (y adultos, y seres vivos) la cagarán de vez en cuando, pero me reafirmo: con las cagadas de Danielle, en particular, me era difícil empatizar. Más allá de eso, la película se sumerge un poco en los arquetipos del mundo judío como “mundo judío”. Los estereotipos de la comunidad judía que hemos visto tanto en series como en películas se deslizan en pantalla con liviandad o ¿inmadurez? Ese es otro temita, Shiva Baby pincha, pero no corta. Hay algo en su juguetona envoltura que te hace disfrutar la película sin huellas más profundas.

Si algo aprendí del Hitler de Bruno Ganz es: Sea despiadado. La vida no perdona la debilidad.

Lo mejor: tiene esta cosa de película indie bien trabajada, con los climas y las actuaciones que fluyen Lo peor: queda demasiado liviana y no llega a ser memorable  La escena: cuando la cojuda se va al baño Lo más falsete: algunas situaciones muy estereotipadas El mensaje manifiesto: la familia: ese infierno El mensaje latente: vos mismo: ese infierno  El consejo: para verla una tarde de sábado con una copa de vino blanco  El personaje entrañable: la abuela El agradecimiento: por buenas actuaciones y un buen uso de sus recursos.

No sudden move (la hbolera)

El otro día, buscando cositas en HBO MAX, me topé con la cara de Benicio del Toro. A Benicio no lo veo desde Sicario 2, así que solo por los viejos tiempos le di Play, sin saber sinopsis ni nada, con la prístina dicha del que se encuentra con un viejo amigo.

La sorpresa vino cuando aparecieron varios nombres más: Matt Damon, Kieran Culkin (Hola, Roman) y, sobre todo: Brendan Fraser. A Brendan lo perdimos cuando era galancito de Hollywood, cuando protagonizó La Momia 2 y su carrera se fue a la mierda.  Brendan reapareció hace poco. Gordito y con cara de circunstancia nos contó que había destruido su cuerpo tratando de cumplir el rol de galán noventero, que hasta la fecha hacía tratamientos para recuperarse, que un periodista lo había manoseado en una fiesta de los Globos de Oro y que quedó traumadísimo, que su esposa le sacó hasta los calzoncillos en el divorcio y bue, que Hollywood se olvidó de él. Hollywood se olvidó de él, capaz que nosotros un poquito también, pero Steven Soderbergh que dirige, fotografía y edita No Sudden move, lo recordó y le dio un papel.

El guion, escrito por Ed Solomon (Now you see me 1 y 2, Men in Black), sitúa la acción en Detroit, Michigan. Es 1954 y Doug Jones (Brendan Fraser) recluta a dos exconvictos Curt Doynes (Don Cheadle) y Ronald Russo (Benicio del Toro) para un trabajo en apariencia sencillo. La paga es inusualmente alta, y ese dato nos hace a sospechar a TODOS (los crispines mafiosos y nosotros) que algo muy malo hay detrás. La pega es ir junto con otro matoncito llamado Charley (Kieran Culkin) a la casa de Matt Wertz (David Harbour), secuestrar a su familia y hacer que el sujeto recupere una libretita que se supone está en la caja fuerte de su jefe en el banco en el que trabaja.

De ahí en adelante, los besos de Judas se reparten como vacunas Sinopharm.

We need to talk about Soderbergh. Un tipo que casi siempre me parece desangelado, en estado catatónico, pero que suele tener recursos y respaldos para filmar cosas medianamente presentables. Esta No Sudden Move pintaba para un poquito más. O sea, hay todo un trasfondo revelado, cual conejo que sale del sombrero al final, en el que descubrimos que el estilismo Soderbergh derramado durante dos horas era para en realidad mostrarnos el detrás de bambalinas de las competencias desleales entre grandes compañías automotrices de la época. Les soy sincera, daba lo mismo si la libretita contenía la receta de la salsa Toby. La película está tan entretenida en la recreación de la época y en tratar de poner color a los personajes, que poco o nada interesa ese “comentario social”.

Eso sí, su solvente reparto, el clima muy Detroit, muy mafia de medio pelo, los diálogos que quieren ser ágiles en una narrativa que no lo es, hacen que uno acompañe a los Judas detroitinos hasta el final. Salen los créditos y te sacudís de ese limbo sin mirar atrás.

Si algo aprendí de la Cleopatra de Elizabeth Taylor es que: Qué extrañamente despierto me siento. Como si vivir hubiera sido solo un largo sueño.

Lo mejor: Los climas y su reparto Lo peor: al final no cocina nada bien, ni el cuento de los mafiosos que se traicionan ni el comentario social La escena: la «charla» con el personaje de Matt Damon y lo que le pasa al personaje de Kieran Culkin Lo más falsete: la escena del restaurant y el comentario social puesto al final, pero que no termina de cuajar ni de levantar la película El mensaje manifiesto: la confianza es una trampa El mensaje latente: la trampa es otra trampa El consejo: es más para disfrutar de grandes actores El personaje entrañable: no hay El agradecimiento: por sus climas.

Imperdonable (la netflixera)

El otro día, cuando pensé en subir esta multireseña, estrenaron The Unforgivable, justito cuando pensaba ver la película de la parejita que se despierta chuta cosida por el estómago. Dudas llovieron sobre mi ser. ¿Estómago cosido o La Sandy? Acababa de almorzar revuelto de hígado, así que PLAY.

Es realmente imperdonable que una película donde actúa La Sandy (Sandra Bullock) tenga como mayor atractivo a…ajá…La Sandy. Esta película es dirigida por la alemana Nora Fingscheidt, de quien solo conozco la un poco pasada de rosca System Crasher, que ya con el título dice todo lo que podés esperar de ella. Pues Nora terminó en Netflix con La Sandy y la historia de Sally WainWright que hizo una miniserie de tres episodios de lo mismito. Alguien pensó que sería una buena idea volver eso película y arrejuntó a los guionistas Peter Craig (que está escribiendo el guion de Gladiator 2 #miedito), Hillary Seitz (Insomnia) y Courtenay Miles (Mindhunter) para adaptar la cosa inglesa a la cosa netflixera.

La Sandy interpreta a una fulana llamada Ruth Slater que acaba de salir de la cárcel. Está claro que estuvo presa 20 años por asesinato y ni bien sus piecitos salen de la chirola, se le mete entre ceja y ceja la idea de ir a buscar a su hermana menor, Katie. Katie tenía solo cinco años la última vez que vio a La Sandy. Como La Sandy asesinó a un policía resulta ser que eso en los yunaiteds es más grave que nuestros 800 ítems fantasmas, así que La Sandy será bullyneada a cada rato. Katie ya es una chica universitaria que toca el piano y vive atormentada por flashbacks de la infancia que no consigue recordar del todo. La primera parte de la película es mostrarnos la atribulada vida de La Sandy como civil matapolicías, y su obsesión por reencontrarse con la tal Katie.

La cosa va escalando en incoherencias, resulta que los hijos del paco muerto no están contentos con la libertad de La Sandy, así que estarán como petos mocochincheros viendo cómo vengarse. Ocurren muchas cosas que son comedia involuntaria o tragedia cinematográfica, y lo peor es la explicación final SPOILER: Tu hermana de cinco años (INIMPUTABLE) accidentalmente mata al paco y vos te echás la culpa para “no traumarla” y pasás 20 años en la cárcel para “no traumarla” y luego ¿buscás un encuentro como una crazy bitch cualquiera? ¿Nadie hizo la prueba del guantelete en esa escena del crimen? ¿La Sandy no pensó que igual esa criaturita del señor iba a terminar traumadanga? ¿20 años no es nada, qué febril la mirada? Y luego está la escena del cachetón encamándose con su cuñada y que desata la venganza final. FIN DEL SPOILER Gente, para eso tuvimos TRES guionistas, TRES.

Si algo aprendí del Steve Jobs de Michael Fassbender es que: El animal más eficiente del planeta es el cóndor. Los animales más ineficientes del planeta son los humanos.

Lo mejor: está bien filmada Lo peor: 1) su tono solemne 2)desperdicia a Shane (Jon Bernthal) La escena: cuando Ruth se pone crazy bitch en al reunión con los padres adoptivos. Tomate un rivotril, amiga Lo más falsete: la ida de Ruth a su casa, el encuentro con el abogado bonachón, el cachetes, el secuestro, el secreto, bueee El mensaje manifiesto: a veces se toman decisiones muy poco racionales El mensaje latente: a veces esas decisiones poco racionales se convierten en películas  El consejo: Racionalizá El personaje entrañable: los padres adoptivos de la tal Katie El agradecimiento: porque La Sandy hace lo que puede.

Dos (la netflixera)

El otro día, después de ver esa película llamada Imperdonable, se me ocurrió que para sacar de mi mente a La Sandy mal maquillada debía mirar la película de la parejita que se despierta chuta cosida por el estómago. Si existe alguien en las alturas velando por nuestro bienestar, en este caso POR QUÉ ME HAS ABANDONADO. Dos (Two) debe ser lo peor que he visto últimamente en una plataforma de streaming. Ignoro quién aprobó su inclusión en el catálogo y cómo el algoritmo hijo de puta me la recomendó, solo sé que ahí “resfalé” como quien pisa puchi en la calle.

Mar Targarona, su directora, desde los 90s nos viene convenciendo de no ver sus películas. De ella me he visto Secuestro (también en Netflix) y El Fotógrafo de Mauthasen (también en Netflix), y en ambas películas adolecía de problemas narrativos, de ritmo, de guion, de ganas, de todo. Sin embargo, si había un pozo cinematográfico en el que estaba Mar, acaba de cavar un pequeño túnel hacia el subsuelo de ese pozo. 

La película parte de una premisa digamos que prometedora, hay trabajos que se convirtieron en películas de culto con inicios parecidos (El ciempiés humano, Saw): Un hombre y una mujer que no se conocen, despiertan en una habitación desnudos y cosidos por el estómago. Ok. Me encanta. Ahora ¿cómo desarrollás eso, querida Mar?

Dos dura apenas 70 minuto y a los 10 minutos ya estás queriendo dejarla. 

Sara (Maria Gatell) y David (Pablo Derqui) están pegaditos y chutos. Cualquiera que haya pasado por una operación sabe que no es nomás ponerse una toalla pesadota sobre los puntos o sobrellevar movimientos bruscos. Uno de los principales problemas de la película es que no respeta su idea central (estar cosidos) y a veces parece olvidarse que los actores jamás podrían ponerse en posición casi frontal o con los torsos separados.

Cuando dejás de creer, deja de importar.

Otro tema son los paupérrimos diálogos. Nuevamente, la situación no da para sentarse entre las flores a reflexionar sobre el ser y la nada, y mucho menos para de un momento a otro agarrarte a los besos con el cojudo o la cojuda que tenés costurada, y MENOS AÚN intentar coger con puntos en carne viva. 

Mar, amiga, no pues. 

El guion es un engendro de Cuca Canals (La camarera del Titanic), Christian Molina (Diario de una ninfómana) y Mike Hostench (Asmodexia). Gente. TRES guionistas para esto. TRES.

Si piensan que lo que relato es el pus supurante de una herida, espérense al final. Acá me veo en la obligación de ahorrarles el visionado y contarles el final, yo le hubiera mandado un canastón y un ramo de agradecimiento eterno a ese buen samaritano. Resulta que los costurados eran siameses que fueron separados al nacer (!). Ajá. El padre los rastrea y los vuelve a unir, porque se da cuenta que el número dos es la base de todo lo conocido y por conocer (!). Para eso se disfraza del marido de la doñita (!). En una escena…no encuentro el adjetivo…los hermanitos se descosturan y ella intenta salvarse para quedar tendida en la nieve mientras se forma…wait for it… el signo del Yin y el Yang sobrepuesto a su cuerpo (!). Los créditos salen con montón de fotos e ilustraciones de siameses (!).

(!!!!!!)

Mátenme. Solo mátenme y olviden dónde me dejaron.

Es en esos momentos en donde uno mira hacia atrás, y revaloriza a La Sandy y su película chota. 

Si algo me enseñó el John Nash de Russel Crowe es: No creo en la suerte, pero sí creo en asignar valor a las cosas.

Lo mejor: premisa «entretenida» Lo peor: no se respeta a sí misma y para durar 70 minutos es casi insoportable  La escena: cuando se «revela» la verdad Lo más falsete: desde que despiertan pa adelante El mensaje manifiesto: hay cosas que no deberían salir a la luz del ojo público El mensaje latente: si las dejás salir es porque no sos consciente del bochorno El consejo: evitala o mirala con unas dos chelas o caipiriñas o grupo de amigos como comedia El personaje entrañable: el espectador que tiene que fumársela El agradecimiento: porque hay la opción de poner stop.

CINE ISLANDÉS: Lamb

Por: Mónica Heinrich V.

Mucho se ha dicho sobre Lamb. Claro, porque se puede decir mucho. Es una película que se comercializa como adscrita al género terror, y si uno (champado en la ingenuidad) sigue esa etiqueta y quiere verla para arañar las butacas o sufrir un poco de taquicardia, se va a llevar un chasco. Es justo afirmar, entonces, que Lamb no es una película de terror.

Maria, yo haría exactamente lo mismo que vos.

Lamb, ahí donde la ven, ha ganado el Festival de Cine Fantástico Sitges de este año y también fue selección oficial de la sección Una Cierta Mirada del Festival de Cannes. Entre esos logros y/o datos estimulantes, tenemos que es la película más cara de la historia de Islandia y la que ha conseguido meter más personas a sus salas de cine. Fuera de sus fronteras la película ha peleado espacio en USA con el estreno de James Bond. Una batalla David vs Goliat de la que no ha salido mal parada, convirtiéndose en la película islandesa más vista en suelo gringo.

Tanta cháchara para llegar al meollo del asunto. ¿Qué tal está Lamb? ¿Vale la pena verla, terrorífica o no?

La opera prima de Valdimar Jóhannsson se divide en tres episodios. En el primero, nos presenta a Maria (Noomi Rapace) y a Ingvar (Hilmir Snær Guðnason), un matrimonio que se dedica a su granja en los paisajes fríos y montañosos de Islandia. Este primer pedazo tiene un ritmo pausado, y será el momento en el que los que fueron al cine buscando una película de terror querrán salir de la sala.

La cámara sigue en tono casi documental las actividades rutinarias de la pareja. Limpieza de establos, lavar la ropa, trabajar con el tractor, cuidar a su rebaño de ovejas y carneros. El guion del mismo director y de Sjón (coguionista también de Bailando en la oscuridad), consigue transmitirnos cierta tristeza. Algo no está bien. Las ropas colgadas en el tendedero, moviéndose al viento como metáfora de la soledad y aislamiento de estas dos personas, hacen hincapié en eso.

La rutina se rompe cuando ambos asisten al parto de una de sus ovejas y consiguen que el cordero nazca. El plano no abandona las caras de María e Ingvar, y cuando salen con el bulto en brazos, está claro que, por fin, hay una razón para sonreír y estar bien. Acá viene la piñata de spoilers, así que si no la han visto, deténganse. 

Maria, yo también le entregaría flores a Ada.

Uno como espectador intuye lo que está pasando, pero no se lo quiere creer del todo porque suena demasiado “raro” para ser verdad. Desde mi butaca pandémica gritaba: ¿Son bracitos? ¡Me muero, es un bracito humano! Decime que tiene cuerpito ¡por favor! Necesito que tenga cuerpito humano. Así, en diminutivo, porque es la única manera de hablar sobre Ada.

En el episodio dos comienza lo que algunos podrían ver terrorífico, es donde confirmamos que sí, que la oveja dio a luz una corderita/humana: cuerpito humano, patita de futura ovejita, manito humana y cabecita de futura ovejita. Oh, por Dios, LA AMO. Yo también le pondría cuna, y le pondría impermeable cuando lloviera y la sacaría de la mano a recorrer las montañas. #nomejuzguen.

La cinematografía paisajística se convierte en una cinematografía del duelo y vemos ante nuestros escépticos ojos cómo puede funcionar una propuesta así. La dirección de Jóhansson es pulcra, sabe lo que quiere contar y cómo. No musicaliza en exceso sus escenas, de hecho, son los sonidos de la montaña, de los animales, del clima, los que se vuelven también protagonistas del relato. Esa brecha existente entre lo humano y lo inhumano se refleja en las apariciones de la madre biológica de Ada, y las reacciones de Maria.

Demasiada bellosidad.

En el tercer episodio se involucra un nuevo personaje, el hermano de Ingvar que generará una tensión constante ante su rechazo a la situación. La situación sigue su curso natural o antinatura, y hasta ese instante uno acompaña con entusiasmo a la parejita, al hermano, a Ada y a todos los carneros, ovejas y corderos del mundo.

Entendía la postura del hermano de Ingvar, pero me indigné cuando le dio el pasto a Ada. ¡Cómo te atrevés hermano de Ingvar! CÓ-MO.

Luego, nos fuimos a la mierda. Han pasado ya dos o tres semanas desde que la vi, y aún no sé qué pasó, porque lo que Jóhansson construyó con tanto mimo se cae en una escena que parece una resolución anticlimática, tonta y que convierte a este drama folk en una comedia involuntaria. ¿Para qué ese bichote? PARA QUÉ. No quiero al bichote. Rechazo al bichote. De hecho, una de las dudas que rondaba mi mente era de cómo sale Ada mitad ovejita mitad humano y la respuesta retorcida y perver que me había dado era que Ingvar…buee…y que Maria había…bueee. #nomejuzguen.

Y zas, la aparición del bichote cerró el espacio de todas esas cosas bellas y turbias que reventaban en mi mente como pipocas y tuve que dejar de teorizar para ver al bicho computarizado.

Triste.

El trabajo actoral de Noomi Rapace y de Hilmir Snær Guðnason, hace creíble lo increíble. El nivel de confianza que debe existir entre los actores y el director para entregarse a un guion que puede fácilmente derrapar en el ridículo, tiene que ser inmenso.

Esta es una historia que tiene sus tiempos, la mayor parte pausados. Así que los amantes de la adrenalina y el blockbuster, si no se salieron antes de la sala, se saldrán tarde o temprano. Hay que destacar el trabajo de los efectos especiales que crearon a una Ada adorable y que la integran completamente a las montañas lloviznosas.

Lamb termina, y uno que ha estado con el ojo pelado, queriendo abrazar a Ada, comprendiendo plenamente a la parejita en duelo, odiando un poquito al hermano de Ingvar, tiene la sensación de que es una película que pudo crecer mucho más, que estuvimos ante un hermoso globo que estaba siendo inflado y que reventaron de golpe y que tuvimos que conformarnos con eso que queda después del globo reventado: una maldita hilacha de plástico.

¿Y ahora qué carajos hago con este resto de plástico, Johansson?

De todas formas, muchas cosas pasan en pantalla como para que tengamos tiempo y ganas de sufrir por expectativas frustradas. Volviendo a sumergirnos en lo que cuenta Jóhansson, en cómo decide finalizar su historia, el verdadero terror, incluso tomando en cuenta el cuestionado y sangriento final, es el de esa herida abierta para Maria. La perdida, el duelo, una vez más.

Lo mejor: Ada y todos los animales del mundo Lo peor: su abrupto y anticlimático final Lo más falsete: su abrupto y anticlimático final El mensaje manifiesto: en el cine y en la vida: todo puede ser posible  El mensaje latente:no juzguemos La escena: todas en las que aparecía Ada, y también cuando a Maria se le va la olla y hace lo que hace con la mamá biológica de Ada El personaje entrañable: Ada y todos los animales del mundo El personaje emputante: el bicho/papá/tóxico que aparece al final El agradecimiento: por Ada y todos los animales del mundo.

CINE: Dune

Por: Mónica Heinrich V.

¡Qué hermosa que es Dune!

O sea, en mi claustro pandémico, con la resignación de que la cuarta ola nos iba a cubrir igualito al tsunami de Lo imposible, estaba viendo la última película de Denis Villeneuve en TV. Sí, es una herejía. Porque era Dune, claro, y más que nada porque era Villeneuve. No importa lo pedorro que sea el guion, no podés ver una película de Denis Villeneuve en TV.

Entonces, ahí, sentada frente a la pantalla, entre polvillos y vestidos que se arrastraban en slow motion, entre slow motions y más polvillos, me dije: Esto es tan hermoso que tengo que verlo en pantalla gigante.

Así, me fui al cine, antes de que el paro parara el cine y las ganas de vivir, después de que mi retorno al cine post-in-pandemia fuera una deslucida y paupérrima película nacional que me hizo sentir que no hacía falta ir al cine (el riesgo es que no te quieras quedar).

Y al regresar por segunda vez al cine, por Dune, por Villeneuve, confirmé: ¡Qué hermosa que es Dune!

¿Ya dije que es hermosa? Aunque estarán pensando que hermoso es un adjetivo que supone algo más superficial, y tienen toda la razón avispados lectores.

Puedo decir, un poco orgullosa y sobradora y boluda, que he visto toda la filmografía de Villeneuve (al final del día, it´s all about Villeneuve) y que mi película favorita de este gran sujeto es Incendies (reseñada ACÁ) y aunque siempre supe que Arrival era hermosa (reseñada ACÁ) no fui muy fan, pero después de seguir la carrera de Villeneuve en gringolandia y lo que consiguió con guiones chafines como Sicario (reseñada ACÁ) y Prisoners (reseñada ACÁ) una de las cosas que me quedó clara en la vida es que el tipo sabe dirigir. Échenle cualquier huevada y saldrá airoso, y parecerá mejor de lo que en realidad es y uno dirá: Qué hermosa película es.

Acá el desafío era enorme. Estamos hablando de otro intento por llevar a la pantalla la novela de Frank Herbert escrita en 1965. La novela de ciencia ficción más vendida hasta la fecha. La novela que fue parte de una trilogía (Dune, El mesías de Dune, Los hijos de Dune) a la que por su éxito se terminó agregando otra trilogía más (Dios, emperador de Dune, Herejes de Dune y Casa Capitular Dune). Y a la que el hijo de Herbert le sumó otras historias.

O sea, #miedito.

En algún momento de mi existencia juvenil y despreocupada leí la novela (en pdf: Dune – Frank Herbert) que empieza exactamente cuando la Reverenda Madre Gaius va a hacerle la prueba del dolor a Paul.

La versión literaria es larga y enrevesada, llena de personajes y detalles que, obvio, una película jamás podrá condensar. En otro momento de mi existencia juvenil y más preocupada, vi la versión cinematográfica de David Lynch. Siempre me llamó la atención que se hablaba de la Dune lynchiana como incomprensible, siendo que Lynch se apegó bastante al texto e incluso lo hizo de manera didáctica. Además de mantener a la princesa Irulan (futura esposa de Paul) como narradora, los mismos personajes terminaban explicando cosas que sucedían o iban a suceder. Sí, se veía chabacana y caótica (lo era), Lynch mismo la odió y la recuerda con hondo rencor. El corte que vimos en pantalla no era lo que él tenía en mente. Intentó abarcar el libro completo (y alguito de más allá) y la densidad de la historia se esfumó para terminar las secuencias un poco apuradas y esperpénticas. Oh, por Dios, el don supurando que volaba, y Sting ahí mamerteando, son cosas que no deberían habitar nuestra memoria. Tal vez por eso es que no conseguía enganchar emocionalmente con una trama que en papel es una montaña rusa de emociones.

En la versión literaria, Herbert se basó en el conflicto de Oriente Medio por el petróleo para ilustrar la lucha de las Casas Nobles en su universo. Una lucha guiada por la necesidad de poseer la especia, un elemento que todos codiciaban y que eran el combustible para los viajes interestelares y algunos poderes especiales. En la novela se hacía énfasis en esa batalla feudal.  Así es, eran un montón de ricachones tratando de dominar el universo y mostrar quién la tenía más grande. Lynch mantuvo ese enfoque, mientras Villeneuve lo rompe o más bien dicho lo adapta al poner la voz de Chani (Zendaya) como guía al inicio de la película hablando de los Fremen y de la opresión. Ese es un vuelco interesante, porque transforma la película en algo más humano que en una visión crítica de las clases aburguesadas.

Hay que entender que Villeneuve (rechazó No time to die para hacer Dune) es mega-fan de la novela, que su sueño desde niño era poder filmarla y se mostró en contra de la adaptación de nuestro amigo David Lynch, una de sus frases más punzantes ha sido “no sé si Lynch estaba realmente interesado en Dune”. Amigo, entre bueyes no debería haber cornadas.

Entonces, Villeneuve  filmó Dune bajo la consigna de que el libro era la Biblia a seguir.

Hola, soy Paul y estoy atormentado.

La historia base es que el emperador le pide a la Casa Atreides que se mude a Arrakis para ayudarlo con el tema de la melange (especie). El emperador, en realidad, quiere deshacerse de los Atreides porque resiente el poder y el crecimiento de su casa. La ida es para cagarlos. El joven heredero es Paul Atreides, que manifiesta poderes especiales y es, en apariencia, el mesías que podría darle un vuelco a todo. 

De la Dune de Villeneuve hay mucho que rescatar. La fotografía de Greig Fraser (Foxcatcher, Rogue, Zero Dark Thirty, Vice) es lo más notable. Greig nos transporta con su cámara a la arenosa Arrakis. Todo deleita la pupila. Los grandes encuadres. Los primerísimos planos. Los ya mencionados polvillos (arena, especie, you name it) en slow motion. El vestuario y la dirección de arte colaboran para que a nivel visual sea todo impecable y digno de admirar. La música de Hanz Zimmer (que rechazó trabajar con Nolan en la boluda Tennet para hacer este trabajo) con un toque tribal construye aún más esa atmósfera del mundo de Dune, en el que se agitan conspiraciones y luchas de poder.

Creo que Timothe Chalamet como Paul no fue un error. Aunque siempre se lo ve casi igual en todas sus películas, el chico actúa y responde perfectamente a la descripción física que Herbert hace de Paul en su novela. Oscar Isaac (Balada de un hombre común, Star Wars, ExMachina) interpreta a Leto Atreides, Isaac es un actor que no disfruto mucho, su energía siempre es hacia afuera y pertenece a esa larga lista de actores que actúan con la frente. De todas formas, tanto él como Rebecca Ferguson (Mission Impossible, Dr. Sueño) que interpreta a Jessica Atreides, crean el poderoso vínculo familiar de Paul. 

Pero…de qué le sirve a las flores haber nacido en el campo.

El resto de personajes aparecen vagamente de manera más torpe que construida, ejemplo Duncan (Jason Momoa) Stilgar (Javier Bardem) o hasta la misma Chani (Zendaya) que habita los sueños o visiones de Paul de manera excesiva. En la novela creo que sueña con ella una o dos veces antes de conocerla, en la versión de Villeneuve aparece tanto que más parece un enganche facilón para jóvenes audiencias. Ese tiempo perdido en Zendaya se pudo usar para darle un poco más de densidad a la vida interna de Paul, ya que Villeneuve decide contar Dune desde Paul.

Aunque el estilo, la elegancia, el saber estar de Villeneuve (te queremos, Denis) nuevamente elevan la película, el guion de Eric Roth (Forest Gump, El curioso caso de Benjamin Button), de John Spaits (Prometheus, Passengers) y del mismo Villeneuve, lava la historia y la hace más “familiar”. Ahí donde el Barón Vladimir era un pervertido sexual, maquiavélico, asqueroso, repugnante, sin límites morales de ningún tipo, en la versión 2021 es interpretado por Stellan Skarsgard como un gordo desagradable y ya, se remoja por aquí, se saunea por allá. Su villanía es desabrida. Lo mismo sucede con el complejo destino de Mesías de Paul. En la novela existen escenas en las que se hablan de estrategias políticas, o de cómo manejar el poder o hay más tela para cortar que la del joven afligido. En la Dune de Villeneuve se ve a Paul algo más perdido, y su tormento está casi vacío de explicación. Sufre, sí, pero no se construye psicológicamente ese sufrimiento con profundidad. Lady Jessica, por su parte, está más empoderada en la película que en el libro, en el libro es la tipa discriminada por ser la concubina e incluso en ella recae la sospecha de ser la traidora a la Casa Atreides cuando las cosas comienzan a ir mal. Villeneuve no se quiere complicar la existencia, o los guionistas o el estudio, y decide dejar todo apto para las castas audiencias americanas. En un arranque de fervor coyuntural, decide hacer más modificaciones y pone al Dr. Keynes como mujer,  y construye una escena más cinematográfica/pipoquera para su muerte.

La versatilidad actoral: Frente Isaac

La verdad que, tanto en la versión de Lynch como en esta, se han resaltado casi las mismas escenas. Un libro tan largo y ambos cineastas deciden contar casi lo mismo con algunas diferencias en cuanto a personajes y pequeños detalles de la trama como el destino de Leto, y el manejo de las visiones de Paul, entre otras cosas. Me aburro.

Uno de los momentos que ni Lynch ni Villeneuve pudieron solucionar es la secuencia en la que Paul y Jessica se encuentra con los Fremen en el desierto. ¿No parece todo muy boludo y torpe? Sí, la secuencia es descrita más o menos así en el libro, pero no sé…como que no se pudo resolver.  

Después de que se nos pasa la impresión por la fotografía, por la música, por los personajes, por todo lo que sucede a nivel visual, la película se desinfla y comienza a sonar a una peli más de mesías cuyo destino es salvar al mundo, una película ajena a cualquier personalidad fuera de su estilismo.

Así, llega el final y la promesa de una secuela. Aunque los que leímos la novela o los que vimos la versión Lynch, sabemos en qué degenerará, no quedé con esas ganas locas de quedarme aplastada en mi butaca hasta que llegue la segunda parte de esta historia. Habrá que ver si Villeneuve consigue levantar esa segunda parte y no convertirla en una sosa historia de amor entre Paul y Chani. Ojalá abandonemos un poco la ondita family friendly que tanto vende, pero que tanto daño le hace a este tipo de productos.

Lo mejor: Denis Villeneuve Lo peor: lo que nos ha quitado Hollywood por apropiarse de Denis Villeneuve Lo más falsete: Cuando un veinteañero Chalamet corre a los brazos del personaje de Momoa, como si tuviera 4 años. MIS OJOS El mensaje manifiesto: los despelotes de gente que quiere el poder continuarán en el futuro El mensaje latente: siempre habrá una clase oprimida La escena: todas donde había slow motions, vestidos arrastrándose o polvillos volando El personaje entrañable: los gusanos El personaje emputante: el doctor traidor. Me emputan los traidores El agradecimiento: por la belleza, siempre por la belleza.

 

CINE FRANCÉS: Titane

Por: Mónica Heinrich V.

A Nanni Moretti lo recuerdo por La habitación del hijo, este año compitió en el Festival de Cannes con su nueva película Tre Piani (Tres pisos). Ni bien el festival dio su máximo galardón a Titane, de Julia Ducournau, Nanni utilizó la plataforma del pajarito (twitter) para escupir: Uno nota el paso del tiempo cuando compite en Cannes y gana una película en la que una mujer se queda embarazada de un coche.

¿Tu envidia es mi progreso?

Ay, Nanni. Aunque hay un gesto poco deportivo en tu comentario, te puedo entender. Si hubiera visto Titane en mis tempranos, medianos o finales veintes, tendría un poco más de receptividad a su excesivo entusiasmo por provocar audiencias.

Provocar tampoco es malo. Hay cineastas que han creado una reputación así, pienso en Pasolini, en Cronemberg, en Noe, en Carax, en Dolan, en Despentes, el tema es si después de la bulla, el trago y los cohetazos, queda algo más aparte del silencio. Yo misma me lo he pasado chancho con algunos trabajos de los mencionados aún sabiendo que son pajas estridentes frente al espejo.

La directora de Titane tuvo como primer largometraje Raw (2017), una obra interesante de oscura atmósfera. Al aferrarse al fantástico, la película podía permitirse licencias en cuanto a la lógica y lo verosímil. Raw tenía sus fallas (la mayor parte similares a las que aquejan a Titane), pero por su estilismo, por una idea base que enganchaba (la chica vegetariana que descubre un deseo voraz por la carne humana) y su más que cumplidor casting, Julia se convirtió en una cineasta a seguir. Vos te preguntabas en medio de la noche: ¿qué estarás haciendo, Julia?

En esta nueva propuesta, es como si la directora intentara (de forma muy calculada) ir más allá con cada secuencia. Lo que muchos describen como trepidante, feroz, y refrescante, es un pastiche de elementos que sueltos son disparos en la oscuridad y dentro de la trama de Titane se pierden aún más en ese clima de constante desenfreno.

Tenemos a su protagonista, Alexia (Agathe Rousselle), que cuando niña sufre un brutal accidente de auto que hace que le implanten placas de titanio. Ahí, ella genera un ¿amor? ¿atracción? ¿compulsión sexual? por los autos. Pasa el tiempo y Alexia ya es una bailarina, fría y dura como el metal que le salva la vida, a la que nos la presentan en una escena larga de frotamientos contra un auto de exhibición.

Tú y yo, vivamos el momento

SPOILER

Después del evento, un supuesto fan/groupie/acosador de Alexia-bailarina, le pide un autógrafo y la besa por la fuerza. Alexia lo asesina. Sigue una estela de asesinatos tarantinescos al pedo, el descontrol porque sí. Nuestra protagonista trata de huir de las consecuencias obvias a sus crímenes y no se le ocurre mejor manera que hacerse pasar por el hijo desaparecido de un pobre tipo. Para que se entienda: ¿Te busca la policía, has matado a un culo de gente, y decidís presentarte como el hijo muerto de alguien más como estrategia de sobrevivencia? O sea, GRACIAS A DIOS y al de abajo que Vincent estaba tan o más tronado que ella y la/lo recibe ipso facto. 

En su forma masculina de Adrien, Alexia se verá juzgada, sufriendo bullying, obligada a cumplir un rol social, todo mientras dentro suyo crece (muy rápido) algo producto de su relación sexual con un auto.

FIN DEL SPOILER

Hasta ese momento solo pensaba: Julia…¿cómo vas a salir de este berenjenal?

Quizás lo que funciona mejor de este relato (que según su directora no quiere intelectualizar sino hacer “sentir” lo que sienten sus personajes) lo encontramos en momentos de genuina emoción entre Adrien y Vincent (Vicent Lindon). Vincent, un bombero que se inyecta esteroides en otra muestra de masculinidad tóxica, necesita que Alexia sea Adrien. Ah, el pobre Vincent…tiene unos ataques de amor por su hijo-no-hijo que de un rato a otro componen escenarios de tensión sexual (¿incesto?)

Esta historia de “amor” es lo que Julia vende como explicación o sublimación de sus intenciones en la película. Aunque, en la práctica, lo que propone como un amor antidogmático es una relación rarísima entre dos personas claramente enfermas.

Análisis o forzadas lecturas podrían imaginar que Julia hace un juego con los tabúes sociales, la identidad de género, el asfixiante rol de la maternidad, el machismo presentado en los personajes masculinos (no hay uno que no sea un machirulo de cuidado) y el concepto de amor no dogmático ya mencionado, entre muchas cosas. Sí, se pueden hacer esas lecturas porque esta mezcolanza da para todo. Un espectador menos condescendiente dirá que lo formal se fagocitó el contenido, y que esta es una muestra más de ese cine ruidoso, vacío, que apela a la provocación como arma creativa.

tóxicos everywhere

Un ejemplo de corrección política que loa la falsa irreverencia: «Es que la película habla de la aceptación en todas sus formas»: no quiero pinchar el globo de nadie, pero si aceptación significa recibir con beneplácito a una completa desconocida que se mete a tu casa haciéndose pasar por tu hijo muerto, usa tu dolor para su beneficio y encima ha dejado un reguero de cadáveres por ahí sin ascos, estamos todos locos. 

No voy a negar que tiene que existir voluntad del espectador para acompañar a Julia en su absurda trama. Como lo hizo en Raw, y en su cortometraje Junior (está en youtube) se aferra al fantástico y lo reviste de terror, eso puede amainar las necesidades de una mínima de lógica y coherencia en lo que sucede en pantalla. Si nos subimos a ese caballo redentor, tendremos una película jugada con un código de violencia afincado no en lo psicológico sino en lo físico. Porque Titane entra también en el body horror (horror corporal) y es por eso que hay espectadores que no pueden resistir su visualización. La escena del tironeo del piercing, la quebrada de nariz, el estado de preñez de Alexia/Adrien, el ¿lubricante? ¿aceite de motor? que sale de sus heridas, son parte de la firma que Julia está construyendo como cineasta. Estimado lector, cada quien puede perseguir los molinos de viento que desee, en mi caso esos arrebatos si no tienen un asidero me suelen provocar más indiferencia.

Aquí llega la potra, la diva, la caballota

Mi experiencia con Titane se redujo a valorar la presencia autoral de Julia en la dirección y el guion, a disfrutar de los pequeños momentos de verdad entre Vincent y Alexia/Adrien como la escena de la cena, la del vestido amarillo, o el baile en el techo del carro de bomberos (no por el concepto atávico/naif de ver la incomodidad de un bollo de machos frente a un baile que «no debería» ser femenino, sino por la construcción visual de la escena). Las actuaciones ayudaron a que conecte con esos personajes perdidos. La debutante Agathe Roussell y el gran Vincent Lindon, estuvieron tan comprometidos con sus personajes que no sentís que acompañarlos en esta historia sea en vano. Pero más allá de eso, la polera de Never give up, la presencia de Garance Marillier interpretando a Justine como una autoreferencia de Raw y Junior, la música que con su letra comentaba las escenas (ejemplo: en la escena del inicio, de su último asesinato dentro de la casa, se escucha la voz de Caterina Casseli cantando «No importa lo que pase aquí, nadie puede juzgarme. Ni siquiera vos«. O seaaa) y el ruido general de la película tratando de asentarse en su misión shockeadora, me hicieron desconectar.

La película intenta abrazar con cualidad casi pulposa demasiadas cosas. Toca el transhumanismo e intenta en su elección del titanio como metal de transición hablar de la hibridez, de la mutación. Todos somos monstruos, nos dice Julia en sus entrevistas y con un dejo de ingenuidad define su cine como una muestra de lo que no se puede mostrar, un cine que habla de lo que no se puede hablar. Amiga, has puesto en tu película canciones como eco de lo que les pasa a los personajes y encima, tu película se adscribe a temas que ya están sonando hace tiempo: lo queer, lo trans, la violencia como metáfora/obviedad del mundo hostil. De hecho, es una película tan fácil de instrumentalizar como discurso, que es precisamente por ahí que se la explota.

¿Cuántas veces hemos escuchado eso de «estoy haciendo algo que nadie más hace o hizo»? ¿No suena muy del mundo teen? ¿o de la chantulinidad? ¿Titane realmente cumple esa promesa? Invito a analizar su final, SPOILER ese en el que la mujer, después de sufrimientos varios, termina muriendo para luego dejarle al tipo creepy el bebé que tanto necesitaba en su vida. FIN DEL SPOILER 

Celebro a los que les parece rompedora e irreverente, lo hermoso del cine es que la misma película puede ser recibida por otras personas de manera distinta. Mirala y experimentá. Es como esa escena en la que una doñita está chau y Adrien está haciendo CPR, Vincent canta en un español afrancesado para ayudarlo a seguir el ritmo del masaje cardiaco: Dale a tu cuerpo alegría Macarena, que tu cuerpo es pa darle alegría y cosa buena. Por ahí pa tu cuerpo, Titane será «alegría y cosa buena».

Lo mejor: Las actuaciones y los momentos de verdad Lo peor: esa cosa errática que se extiende a las entrevistas que da la autora de su obra Lo más falsete: y bueee…no es una película para pedirle coherencia ni verosimilitud El mensaje manifiesto: tóxicos everywhere El mensaje latente: menos es más La escena: el baile entre Vincent y Adrián después de la cena El personaje entrañable: los autos violados. ALGUIEN QUIERE PENSAR EN LOS AUTOS. El personaje emputante: tóxicos everywhere El agradecimiento: por la alegría y cosa buena.

TELEVISIÓN: Squid Game /El Juego del Calamar

Por: Mónica Heinrich V.

Niñ@s. Este es el hype del momento. La serie tendencia que hace que nos preguntemos: ¿Valdrá la pena? ¿O esto vendrá de la misma gente que mantiene a Betty la fea en el top 10 de lo más visto en Bolivia?

Mi destino era “resfalar” ahí, porque recuerden que una parte de mi “작은 마음” es coreano.

No sabía nada de ella. No había visto el tráiler. No había leído sinopsis ni reseñas.

Ah, la incertidumbre de la virginidad.

Me lancé al primer episodio.

Qué chancho bello

Esto estará muy spoilereado, si no querés salir más trasquilado que oveja con los detalles del argumento, pasá de largo.

Sigo.

Primer episodio.

No voy a negar que admiro la manera en la que los coreanos manejan a sus personajes. O sea, un vicioso, jugador, flojo, vago, que le roba plata su madre, que apuesta el dinero del regalo de su hija, que tiene deudas por todas partes, te lo venden como a un pobre individuo con el que empezás a empatizar. Señoras y señores, con ustedes: el mamerto de Seong Ji Hun interpretado por Lee Jung Jae. A Lee Jung Jae lo conocía por sus trabajos en The Housemaid (2010, véanla), Amsal (2015, no hace falta que la vean) y The New World (2013, véanla).

Bueno, este tipito o tipejo (depende desde dónde se lo mire) debe un culo de plata a unos mafiosos que le quieren sacar hasta los riñones. En el metro, después de peripecias mil, se encuentra con el doncito de Train to Busan (Gong Yoo) que le presenta un juego con unos cosos de papel rojos y azules. Después, el doncito lo agarra a manazo limpio. Ya desde los manazos Ji Hun debió desconfiar, pero no: dale a un mañoso una nueva maña y se cuelga de ella como mono a árbol de guineo motacusito.

Resulta y acontece que le entregan una tarjeta con la cual parece que podrá resolver todos sus problemitas. Quintos aquí, quintos allá, quintos acullá. Plata fácil. Y decide ignorar todo lo raro que rodea la invitación y parte en busca del dorado (literal, un chancho dorado). No es al único al que invitan, se llega a juntar a 456 personas con nulas dotes de administración financiera, montón de deudas, problemas mentales y algunos delitos.

Bienvenidos, querubines, tienen 0,000000001% de posibilidades de vivir. ¡A jugar!

Todo pinta mal, los duermen con un gas, los transportan dopados, los llevan a una isla, y los reciben una especie de guardias vestidos de La Casa de Papel, pero en lugar de la máscara de Dalí usan unas máscaras con figuras geométricas que corresponden a su rango de autoridad dentro del tugurio. El tugurio es muy pro, tiene al pedo una representación de la Muralla Roja, cuartos llenos de cámaras, y tecnología a full. Eso sí, podría decir que su seguridad es tan mala como la defensa del Manchester United en su último partido contra el Liverpool.

En el tugurio arrejuntan a los deudores morosos y les dicen: Vamos a un jugar seis juegos, si los pasan belleza, se van con la plata. Y vos pensás (pensé) en Saw, en Battle Royal, en Hostel, en La pequeña casa en la pradera. Presentación de personaje aquí, presentación de personaje allá: Está el tipito o tipejo (depende de dónde se lo mire) que tuvo todas las oportunidades, recibió educación y se convirtió en un vil estafador; el paquistaní (para ser inclusivos) explotado, inmigrante ilegal; la desertora de Corea del Norte, para ser coyunturales; la chica abusada sexualmente, para no perder el momento #metoo; la parejita matrimonial, para que nos duela romper el vínculo de esa sagrada institución heteropatriarcal; el doctor que hizo mala praxis; el mafioso psicópata; la mafiosa psicópata; el Viejito que querrás y SEGUIRÁS QUERIENDO (no me jodan).

Cuando aparece la muñecota una voz dentro tuyo (mío) dice: Necesito esa muñecota en mi vida. Y luego, zas. La cabezanga gira y la muñecota empieza a liquidar a todo lo que se mueve.

Un ser facho, de conciencias turbias, pensará: qué buena limpieza que hizo la muñecota, PERO la muñecota liquidó a casi la mitad de esos crispines sin ascos. Muchos cadáveres. Demasiados. Ahí decís (me dije): tenés mi atención Hwang Dong-hyuk.

¡Ahí les voy, perros! muajajaja

Hwang Dong-hyuk es el director de esta serie que se ha convertido en la más vista de Netflix. O sea, bien por él, pero nuevamente: en el top 10 de esa plataforma siempre está Betty La fea. Este director coreano existía antes de Netflix. Con una formación cinematográfica muy americana (se te notan tus años de estudio en Los Ángeles, Hwang) tiene un currículum que incluye varias películas con las que ganó unos cuantos premios desconocidos.

El tema es que este guion/idea/proyecto estaba en su cabecita desde hace un montón de tiempo y es recién en estas épocas netflixeras que se hace realidad. La pandemia, y lo que el también coreano (¿filósofo? ¿escritor? ¿genio?) Byung-Chul Han consideraría un elemento de subyugación digital, nos traen El juego del Calamar (Squid Game) y claro, estamos ahí, sentados, en esta “sociedad del cansancio” viendo cómo eliminan al estrato más fácilmente “desechable” de la escalera social en clave de entretenimiento.

Permiso, voy a tomarme una caipiriña y a llorar.

Llegué al episodio 2 que es cuando algunos espectadores abandonan el barco. ¿Por qué abandonan? Porque es cuando se humaniza a los personajes, y humanizarlos en lugar de matarlos resulta «aburrido» o ¿no? Es un episodio dedicado por entero a tratar de explicar por qué los personajes deciden regresar a una muerte segura. O, por lo menos, al riesgo de muerte. (99,9999999% de probabilidades). Carretadas de análisis sociológicos, políticos, económicos e históricos podrían explicar mejor esa decisión en apariencia boluda. O, tal vez, es nomás que no tienen nada que perder y millone$ de razones para intentarlo.

Hasta ahí, quería seguir viendo. Quería poner mis quintos a favor de la norcoreana, aunque era obvio que no lo lograría, quería poner mis quintos en contra de Cho Sang-woo (Park_Hae-soo, que será Berlín en la versión coreana de La Casa de Papel). Era más cantado que Despacito que el viejo y el paquistaní fenecerían como ofrenda al señor de la oscuridad.

Así, llegaron los VIP.

Los mejores amigos de niño Trump.

Ya andábamos a los tumbos con el argumento. Estaba pegado con moco o con baba de caracol. Cuando llegamos a los VIP, la trama se cae completamente. Volvés a pensar en Saw, Hostel, La pequeña casa en la pradera y/o en The Hunter. Ricachones víctimas del cansancio social, emulándote a vos que desde tu casa también apretás el play para ver morir cojudos como lluvia tropical de septiembre.

Ah. Te lo agradezco, pero no.

Hay muchas cosas que no funcionan en esos episodios. El exceso de diálogo, el sobrecomentario de lo que ven, sos uno más de los gordos fodongos que se aburren mientras todo sucede. Encima, ya sabés lo que va a pasar. Ya intuís que el hermano del policía está por ahí, ya estás emputado de que el policía, a pesar de las cámaras, ande suelto como Bambi en las praderas, sabés que viene el giro Shymalan y cuando ese giro llega, no decís (no dije) WTF, sino: ¡por favor!

El viejito había sido la mente maestra detrás del juego. Ok. Algunos espectadores lanzaron la teoría de que en realidad el viejo es el padre de Seong Ji Hun. Amig@s, el tarado de Ji Hun está vivo porque el paquistaní lo salvó en el primer juego, en el juego de las canicas fue Ji Hun el que eligió al viejo, en el de las galletas se salvó por un pelo y en el juego de los vidrios si no fuera la hijueputez del villano, también moría. El viejo, no estaba ni ahí con él, porque el viejo es otro psicópata que se creó excusas pendejas para matar gente. Él disfruta cada maldito segundo.

¿Quién? ¿Shhoo?

Son nueve episodios que cuando descubrís a la muñecota decís (dije) por qué tan poquitos, pero cuando llegan los VIP sentís (sentí) que eran demasiados: ¡Que mueran todos de una vez! No alarguen más esta debacle narrativa.

Cuando acordamos (acordé) se nos vino el sermón dominguero de misa del medioevo. Ni He-man se atrevió a tanto. El discursito de: riqueza vs pobreza, el ser humano es malo por naturaleza y la sociedad está corrompida por eso. Ay, no puedo usar esta plata manchada de la sangre de los otros 455 jugadores. La plata no había sido la felicidad. Esto es un experimento social. Bla bla bla. Seguro, tu experimento social ya lleva décadas. 

Escuchame, Hwang Dong-hyuk. En Los Juegos del Hambre nos apuntaban con un dedo acusador, y nos decían que no había absolución posible para el hombre, ese animal remoto que devora y devora primaveras. En su versión literaria el final era demoledor, no se salvaba nadie, todo estaba corrompido, hasta el último gajo de toborochi, sin ninguna esperanza. Hollywood no pudo estrujarnos en la cara tanta amargura, ¿vos tampoco pudiste? Porque tu Juego del Calamar se queda más en la superficie, en el artificio, en la caricia de guante pre-fabricado de un oso de peluche que huele a naftalina. 

Al final, Jin Hu se convierte en el cliché de la venganza coreana, largamente vista en el cine, doramas y series coreanas. Él, que siempre vivió endeudado, cagándose en su madre, decepcionando a su hija, siendo mal hijo, mal padre, mal esposo, mal amigo, mal ciudadano, tiene valores altísimos y quiere poner en su sitio a la gente que organiza el juego. ZZZZzzzZZZzzzzZZzz cachetéenme con un inodoro y apaguen la luz al salir. 

Sin embargo, más allá de la trama y sus baches, hay que admirar el cuidadoso diseño de producción de esta serie, la dirección de arte que además trabajó con pocos efectos especiales, recreando lo más posible los escenarios de los juegos. La paleta de colores que usaron, la música que acompaña a las secuencias (Jaeil Jung, el mismo compositor de Parasite y Okja), el Danubio Azul, la fotografía…no podés decir que estos coreanos no invirtieron bien su presupuesto.

El Juego del Calamar empieza como un feroz cuestionamiento al capitalismo, después lo usa a su favor para ser parte del capitalismo-consumismo que cuestiona. Respeto que juegue el juego que quiere jugar, faltaba más, pero al final quedé con sabor a poco, a tomadura de pelo, como si tuviera una galleta dalgona con forma de crisantemo y un mondadientes muto. 

Solo quería gritar: Amigo, Jin Hu, volvé al puto avión y cumplí con tu hija alguna vez en la vida. ¿Es mucho pedir?

Lo mejor: La muñecota y el chancho lleno hasta el tope Lo peor: que la muñecota solo aparezca una vez Lo más falsete: las trampas que hacían en el juego, el tráfico de órganos, y el tiempo que el paco estuvo paseando de infiltrado por todos lados, tanta vigilancia al pedo El mensaje manifiesto: la plata no lo es todo El mensaje latente: solo sabrás que no lo es todo cuando la tengás (insertar emoticón de chancho dorado) La escena: la de la muñecota liquidando a todos El personaje entrañable: adivinaron: LA MUÑECOTA El personaje emputante: el viejo e mierda hablando huevadas en su lecho mortuorio. Asumí que te encantaba liquidar gente. El agradecimiento: por la muñecota y el chancho lleno hasta el tope.

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