LOST IN CONTEMPLATION OF WORLD

DOCUMENTAL: Gunda

Por: Mónica Heinrich V.

Hace varios años, un amigo me dijo que no le gustaban los animales porque “son bichos sin alma”. Lo miré como quien descubre que la amistad también puede ser ese terreno pantanoso de la disidencia y le pronostiqué que el día que tuviera la dicha de amar a un animal su vida cambiaría. Llegó su gato. Un gato rescatado que alguien arrojó como basura a la calle. Un pequeño ser por el que ahora se preocupa, se fatiga, se estresa y con el que pasa muchos momentos de alegría. Ajá. No son bichos sin alma. No son bichos. No son “algo” que te va a “gustar” como cuando hablás de un helado o de tu color favorito. Los animales son mucho más que eso.

Gunda es un documental precioso producido por Joaquin Phoenix y dirigido/montado/escrito por Victor Kossakovsky, un director ruso cuya idea del cine es mostrar, no narrar. Fiel a esa premisa, Gunda muestra la vida de una chancha que en un plano fijo inicial se encuentra en labor de parto. Nacen ¿nueve o diez? crías que buscan las tetillas de su mamá. Ah, las maravillas del inicio de la vida.

El documental, filmado en riguroso blanco y negro, acompaña a Gunda en su cotidianeidad y en ese vínculo innato entre mamá e hijos que también se reproduce en el mundo animal. Recordemos lo que dijimos al principio: No son bichos sin alma. Entonces vemos a los bebés de Gunda explorar el mundo, jugar, revolcarse sobre su madre. Vemos a Gunda observarlos apaciblemente cuando ella descansa en la sombra.

A Gunda y a sus hijos los rodean otros animales, gallinas que también tienen sus rutinas, una en especial: una gallina coja se mostrará desconcertada ante una malla de alambre que intenta atravesar. También estarán cientos de vacas que salen de sus galpones al despuntar el día, felices de correr sobre el pasto.

Durante más de una hora seguimos a estos animales en su granja noruega. No hay un solo humano en el metraje. En Netflix se estrenó el documental En la mente de un gato, que rápidamente se convirtió en uno de los más vistos de la plataforma, ese documental entrevista a humanos que interpretan a los gatos y cómo viven. Son los gatos desde la perspectiva de los humanos. Igual sucede con el documental Stray, que narra la vida de tres perros callejeros en Estambul. Aunque intenta darnos la perspectiva del animal, los humanos están presentes. Gunda, por su parte, es un trabajo de observación hiperrealista. Los humanos no participan en esta exhibición de hábitos y sentires animales. Sí, existe un humano que con mimo los filma y hay otros humanos que los observarán en la pantalla añorando una mejor vida para ellos, pero Gunda está siendo registrada con naturalidad, sin artificios.

Ya casi al final, el humano aparece y no aparece, nunca lo vemos, sabemos que él está ahí haciendo lo que el humano suele hacer con el mundo animal, rompiendo la rutina, estabilidad de Gunda y sus hijos. El final es demoledor. Porque llevás más de una hora viendo, conociendo y queriendo a esos animales, y porque sabés que no podés hacer nada al respecto.

No se dice una sola palabra en todo el documental. No es necesario. Kossakovsky tiene los recuerdos más felices de su infancia gracias a Vasha, un cerdito que fue su compañero de juegos y que luego terminó cocinado en su plato. Eso lo convirtió en vegano en la Unión Soviética. Por eso, Gunda es su trabajo más personal hasta la fecha. Es verdad que el director ruso no tiene empachos en sentar una posición. De hecho, la ficción puede disfrazar el límite moral, pero en el género documental la visión moral del director queda mucho más expuesta. Kossakovsky en su trabajo y en sus entrevistas aboga contra la muerte de los animales a manos de los humanos: “Nuestra capacidad de matar otros animales se mide por miles de millones. Es una de las principales actividades económicas. Estamos matando 1,5 billones de cerdos al año, 66 billones de pollos, un billón de peces al año….». Las cifras son estremecedoras.

Gunda quiere mostrarnos algunas de esas billones de vidas perdidas.

Hay momentos en los que las vacas, las gallinas, miran a la cámara, reconociendo a ese objeto extraño (la cámara, el humano) en su hábitat. Algo en sus ojos transmite curiosidad. No hay miedo ni agresividad, solo curiosidad. Sin embargo, al final, cuando Gunda mira, nos mira, después de lo que le sucede, esa expresión, esa mirada…se quedarán con el espectador horas, días, semanas después de haberla experimentado.

La revolución de la empatía que pide Kossakovsky sí es necesaria.

Lo mejor: la vida de los animales Lo peor: el ser humano interrumpiendo esas vidas Lo más falsete: El mensaje manifiesto: la naturaleza es sabia El mensaje latente: el ser humano no El personaje entrañable: los animales El personaje emputante: el humano El agradecimiento: por la dicha de conocer el amor por un animal.

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