LOST IN CONTEMPLATION OF WORLD

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El futuro es hoy ¿oíste, viejo?

Por: Jorge León Lozano

En el mes de octubre del año 2021 el fundador de Facebook, Mark Zuckerberg, anunció la creación de un universo dentro de nuestro propio universo. Y así, se creó el ´Metaverso`. Un universo donde la gente ya no tendrá la necesidad de salir de sus hogares, ni de trasladarse geográficamente a otros países, ni de interactuar con personas de manera física, ya que todo se podrá hacer a través de un universo virtual; con el Metaverso de Zuckerberg es el futuro de la conexión digital, donde se combina lo real con lo digital.  

El cine de ciencia ficción no estuvo tan alejado de predecir el futuro. La industria cinematográfica de Hollywood nos mostró mundos que, probablemente, jamás pensaríamos que llegaría el momento de presenciarlos. Las generaciones de los 80´s y 90´s son los más sorprendidas por los avances de la tecnología. Sin embargo, no solamente fue el cine, también estuvo muy involucrada la literatura. Pero, en este caso, me basaré más en el cine, con algunas películas y series (que en lo personal aprecié, pero quizá existan más…) que impactaron en la pantalla grande y en la pantalla chica.

La cinta animada ‘Wall.E’ (2008) dirigida por Andrew Stanton y producida por Pixar Animation Studios y Walt Disney Pictures nos da un pantallazo del Metaverso del Zuckerberg. En la película animada se aprecia cómo los pasajeros de las naves generacionales fueron vencidos por la pereza y la obesidad y solamente con un click o mediante la voz hacen que las cosas sucedan, sin necesidad de mover un solo músculo. De esta manera, en años posteriores el Metaverso nos ocasionará el mismo efecto que a los pasajeros de la peli. Otro aspecto interesante del filme es cómo el hombre contaminó la órbita del espacio con centenares de satélites: satélites que tienen cada país (como el satélite artificial de telecomunicaciones Tupac Katari de Bolivia), satélite de canales de televisión y de diferentes empresas. ‘Wall.E’ nos demuestra que el Metaverso es un camino hacia la obesidad, la holgazanería y la excesiva comodidad con la tecnología.

Desde otro punto de vista, es necesario mencionar al filme de ‘Her’ (2013) dirigido por Spike Jonze e interpretado por Joaquín Phoenix. La historia es sobre un hombre que desarrolla una relación amorosa con su sistema operativo, es decir con su teléfono celular. Aunque parezca algo satírico, este filme no está nada alejado de la realidad. No hace mucho, Akihiko Kondo, un hombre Japonés, se casó con un holograma, una cantante de realidad virtual llamada Hatsune Miku. Entonces te preguntas, wá ¿qué está pasando?… Pero otros te responderán: nada, bro, ahora las cosas son así. El filme ‘Her’ te plantea que puede suceder una situación similar a su historia. Akihiko Kondo y Hatsune Miku demuestran que sí existe ese tipo de amor: el amor con un holograma. Esperemos que Akihiko Kondo no pase por todas las cosas que tuvo que pasar Phill en la película ‘Jexi’ (2019), que por cierto, es un metraje de parodia a ‘Her’. Muy importante ver ambas pelis.

Ahora se escucha bastante sobre amores por redes sociales, jóvenes y señoritas que no se llegan a conocer en persona, pero sí llegan a tener una relación amorosa, como en la serie ‘Black Mirror’ en el capítulo de Striking Vipers (quinta temporada), donde mediante un juego de realidad virtual dos amigos se reencuentran, y en esa arena virtual donde predominan la lucha y los golpes, los protagonistas Karl y Danny, vencidos por la pelea,  caen uno sobre el otro y se besan. Y se les hace vicio. Se convierte en un amor de amigos, un amor de hombres, un amor fantasioso, un amor de realidad virtual. En nuestra cotidianidad cochabambina/boliviana también se escuchan algunos casos donde los jóvenes se aventuran en un periplo para conocer a su amor surgido a través de los videojuegos y/o redes sociales. Una locura. Como el caso del surcoreano que llegó hasta la ciudad de La Paz para declarar su amor a Mary. Locura x2.

En la misma perspectiva hay algunos vídeos musicales (sin importar el género) que plantean una similar situación, un ejemplo es el videoclip: Let Me Love You de DJ Snake ft. Justin Bieber y, en su vídeo, te muestra que con los videojuegos se puede fantasear con un amor ficticio, pero ojo, no se sabe quién está del otro lado del monitor, y probablemente lo mismo suceda en el Metaverso de Zuckerberg. Amores de metaversos: perfiles vemos, pero caras y géneros no sabemos.

 

Dentro de los primeros adelantos del Metaverso, el señor Zuckerberg anunció que implementaría el juego de GTA: San Andreas mediante el Oculus Quest 2, de cierta manera es algo emocionante porque se tendrá la posibilidad de vivir una realidad alterna donde se podrá robar autos, asaltar casinos, etc…

Y bueno, regresando al cine, a lo largo de la historia del séptimo arte existieron películas donde el protagonista, de alguna manera, ingresa al juego. Sin entrar en mucho spoiler (porque hacer eso es feito), las películas de este género son: ‘Ready Player one´ (`Comienza el juego’) (2018) dirigida por Steven Spielberg. Otro filme es ‘Scott Pilgrim contra el mundo’ (2010) bajo la dirección de Edgar Wright. ‘Jumanji en la selva’ (2017) de Jake Kasdan y del mismo director ‘Jumanji: el siguiente nivel’ (2019); ‘Gamer’ (2009) dirigida por Mark Neveldine y Brian Taylor; o la última película que me pareció increíble ‘Free Guy: tomando el control’ dirigido por Shawn Levy e interpretado por Ryan Reynolds. Y claro, sin dejar de lado las buenas películas clásicas como ‘Jumanji’ (1995) dirigido por Joe Johnston e interpretado por el gran actor Robin Williams. Otro Filme es ‘Starfighter: La aventura comienza’ (1984) dirigido por Nick Castle y, por último y no la menos importante la cinta clásica ‘Juegos de guerra’ (1983) bajo la dirección de John Badham.  Hay muchas otras películas que existen y que, en lo personal, me faltan por descubrir. (Y ojo que también los videojuegos se pueden utilizar como arma de guerra, como le pasó a Bart Simpson, pero esperemos que ese no sea el objetivo del Metaverso del señor Zuckerberg).

Dentro de lo que nos ha cautivado en la pantalla chica tenemos series como ‘Rick y Morty’ que sigue al aire desde el 2013, es una serie de animación para adultos parida por las perturbadas mentes de Justin Roiland y Dan Harmon; de igual manera la asombrosa serie ‘Black Mirror’ (2011) en dos capítulos: Striking Vipers (quinta temporada) y, Partida (tercera temporada), estos dos capítulos con relación a los videojuegos. En realidad, toda la serie está dentro de esas posibilidades del desarrollo, del mal uso y la obsesión por la tecnología. Muy importante ver la serie x2.

El avance de la tecnología es abrumadora e increíble, de hecho desde la llegada de la pandemia y el encierro obligatorio (sumando que ahora tenemos presente al Metaverso) poco a poco se está combinando lo real con lo digital. En algún momento estaremos como en el filme ‘Free Guy’ donde existirán infinidad de posibilidades, ya sea de comunicarse, de conversar, de conocer gente, de enamorarse, de jugar, de viajar, y técnicamente de hacer de todo, no existen límites. Y todo esto, solamente permaneciendo sentados como los pasajeros obesos de las naves generacionales de Wall.E,  también podemos decir que estamos en camino hacia Black Mirror.

El futuro es hoy ¿oíste, viejo?…

Jorge León Lozano – Comunicador Social.

CINE CHILENO: 1976 / CINE ARGENTINO: Argentina, 1985

Por: Mónica Heinrich V.

1976

“Qué oscuros somos los chilenos” dice uno de los personajes de 1976. Y sí, si pienso en el Chile de 1976, qué oscuros fueron los chilenos. Qué oscuros fuimos todos.

Para el cine latinoamericano esos periodos han sido muy difíciles de retratar. El cine memoria cuesta, duele, jode. De Chile se me aparece como un fantasma Post Mortem (reseñada ACÁ) o Machuca (que vi en el Festival Iberoamericano de Cine hace añadas) de Andrés Wood que co-produce 1976. No es casualidad lo de Wood, 1976 es dirigida por Manuela Martelli una de las protagonistas de Machuca. Martelli también fue protagonista de B-Happy, ¿recuerdan esa película que también estuvo en el Festival Iberoamericano de Cine hace añadas? Después, la actriz se fue a estudiar dirección de cine a Estados Unidos y, gracias a Dios, regresó no con un cine de fórmula sino con un debut que tiene voz.
El inicio de 1976 es perfecto. Una doñita jailona, Carmen (Aline Kuppenheim), está eligiendo el color de pintura para las remodelaciones de su casa frente al mar. Es un rosado cursilón. El primer plano está fijo en el balde de pintura que está mezclando el color, de fondo se escucha un alboroto. Los milicos han detenido a alguien en plena calle, a plena luz del día. No lo vemos, pero lo sabemos.

Eso es lo mejor que tiene 1976: lo que no se ve, pero se sabe.

Posteriormente, un sacerdote (Hugo Medina) le pide a Carmen que lo ayude a curar (Carmen trabajó en la Cruz Roja) a un muchacho que recibió un balazo. Le da a entender que es un delincuente común, que hay que protegerlo porque es joven y merece una segunda oportunidad. Se intuye que el herido es alguien de la resistencia contra Pinochet.

Es muy interesante el juego espejo que establece Martelli entre la sordidez de los desaparecidos por la dictadura y las vidas del privilegio que seguían remodelando casas, juntándose a comer, a tomar un vinito, a festejar cumpleaños, en una burbuja que los apartaba de los muertos diarios. Vivían los toques de queda, conocían personas que desaparecían, o colegas que iban presos por ser “rojos”, pero el horror-horror no los tocaba.

El guion de 1976 co-escrito entre Martelli y Alejandra Moffat es íntimo, sin anhelos de mainstream y con un cuidado en la puesta de escena que se disfruta.

Su actriz principal, Aline Kuppenheim, sostiene el peso dramático de todo lo que vemos, quizás algo que te saca de la trama es Ernesto Meléndez como el refugiado. El actor hace lo que puede, pero el personaje requiere a alguien que pueda transmitir que la vida le está pasando por encima como un tractor y, por ratos, su actuación era poco convincente. Este desnivel actoral se sufre en otros momentos en el que aparecen más secundarios igual de flojos. De todas formas, lo que cuenta 1976 es tan importante que el desnivel actoral termina siendo pasado por alto.

Martelli tiene una mirada acuciosa que traduce la tensión de la época. Esa tensión contrasta con el marido de Carmen, un doctor acomodado cuyos amigos son parte de la cúpula militar. Contrasta también con la discusión que se arma a la hora de comer entre hermanos que no tienen la misma postura política. Carmen, por su parte, necesita consumir pastillas para afrontar el día a día, y su generosidad con el refugiado está más allá de la política, más cercana a su vocación de enfermera.

Al mismo tiempo, la relación con el chico le hace notar bajo una fea luz eso que estaba pasando hace mucho y que ella recién dimensiona. Es más fácil ignorar u odiar al “salvaje”, al “peligroso”, al “subversivo”, si no lo conocés, si solo lo ves como esa amenaza que tu círculo inmediato y la prensa utilitaria pregonan.

Me sobraron los recortes de periódico, aunque debo reconocer que el uso que hizo de los discursos de Pinochet en la TV fue muy logrado. No me suelen gustar esos “apoyos”, pero: la señal interrumpida, los niños jugando, me parecieron un gran contrapunto.

La trama me recordó a Golpes a mi puerta (1994) por lo menos en lo básico: Dos monjitas escondían a un rebelde buscado por los milicos e intentaban protegerlo hasta lo último. En esa película el lugar era cualquier país de Latinoamérica en la época del Plan Cóndor y era más entendible que las monjitas se sintieran impelidas a ayudar. En 1976 la ayuda proviene del espectro que se mantuvo pasivo.

Es claro que 1976 no será de esas películas de Hollywood triunfalistas, en las dictaduras tuvimos pocas victorias. Por eso, cuando llega el final y ya lo intuías, igual estás con Carmen hasta el último plano. Y otra vez, con el cántico, la torta, la alegría mundana, regresa la palabra privilegio, pero mientras veo a nuestra Carmen (porque realmente la acompaño) digo no, eso más que privilegio es un quebranto, una vergüenza.

Sí, que oscuros fuimos, qué oscuros somos.

Lo mejor: Tiene voz y una gran protagonista Lo peor: algunos secundarios y algunas escenas que parecen muy tontas  La escena: el final  Lo más falsete: cuando Carmen va a buscar al otro cura  El mensaje manifiesto: qué oscuros fuimos El mensaje latente: qué oscuros somos El consejo: ni olvido ni perdón El personaje entrañable: las víctimas El personaje emputante: el privilegio que miró para un costado El agradecimiento: por la memoria.


Argentina, 1985

No soy fan de Santiago Mitre, aunque respeto la vocación comercial de su cine. Todo, y no miento, todo lo que he visto de él, incluso pensando solo en su trabajo de guionista en películas como Carancho o Leonera, me remite a una fórmula vieja, gastada, imitadora del cine americano. Prolija, claro, pero es el niño que llega al cumpleaños con corbatita de moño. Muy formal, muy consciente de sí mismo.

Argentina, 1985 bebe como si se tratara de agua bendita de la estigmatización del género. El género requiere que sea una película que toma posición y el contexto es netamente manejado hacia ese lado. La milicada no es explorada más que como postes de luz a los que se les nota la maldad, y que tienen que darnos miedito y asco sin ahondar mucho en cómo fue posible lo que hicieron. Parece también que son los únicos responsables, cuando en realidad todos los milicos del mundo en ese contexto tienen el apoyo de distintos círculos internacionales, políticos, sociales, de poder que están permitiendo, empujando y financiando sus desmanes.

Argentina, 1985 sigue el juicio histórico que se le hizo a las Juntas Militares, Jorge Rafael Videla, Emilio Massera, Eduardo Viola, Armando Lambruschini, Orlando Agosti y otros cuatro militares, por los desaparecidos en la dictadura, la narrativa gira en torno al horroroso crimen, las víctimas suben al estrado y Santiago Mitre trata de hacer que sean realmente los testimonios de lo inenarrable. Y funciona. Dialoga con la generación que lo sufrió y con un público que hoy apenas resiste ver una película completa. Tiene los ingredientes adecuados: Un héroe (Strassera), los sorprendidos hijos de la generación que fue en su mayoría pasiva y que pueden lanzar gags («tenía voz de facho, como usted») el niño pintoresco (hijo de Strassera) la amenaza del mal (obstáculos para el éxito) el uso emotivo del relato (testimonios de las víctimas y escenas con las Madres de Plaza de Mayo),  la redención del que “no sabía”, “no se imaginó” (mamá de Ocampo). Estamos todos.

Desgraciadamente, el tono es tan condescendiente que la propuesta termina deslucida a favor de sus aspiraciones comerciales. Se va por el lado sensiblero y omite, por ejemplo, el aporte imprescindible del informe elaborado por la CONADEP (Comisión Nacional sobre la Desaparición de Personas) cuyo director era nada más y nada menos que el escritor Ernesto Sabato. Sin ese informe el juicio no hubiera sido posible. Esos son los papeles donde escarban Strassera y sus jóvenes ayudantes para armar la acusación. La figura de Alfonsín es apenas una sombra, porque el foco está puesto en la valentía e hidalguía de Strassera, pero para que Strassera pudiera trabajar estuvo protegido por una voluntad política. Es así que el contexto histórico, político, la enormidad de lo que se hizo tras bambalinas, quedan supeditados a una sensación más de telefilm de Hallmark.

A nivel de actuaciones hay desniveles. El niño, la esposa de Strassera, siempre tienen un gesto de más. Ricardo Darín hace una vez más de Ricardo Darín y una vez más funciona. Los chicos cools que acompañan a Strassera aportan color y destaca, de manera inesperada, Peter Lanzani como Ocampo.

Quitando la liviandad y el tono absolutamente convencional con que Argentina, 1985 es contada, en general es una película resultona que seguro generará un nexo emocional con los espectadores de cualquier parte del mundo. No olvidemos lo que dijo una vez Eric Hobsbawm: «La destrucción del pasado, o más bien de los mecanismos sociales que vinculan la experiencia contemporánea del individuo con las generaciones anteriores, es uno de los fenómenos más característicos y extraños de las postrimerías del siglo XX. En su mayor parte los jóvenes, hombres y mujeres, de este final de siglo ofrecen en una suerte de presente sin relación con el pasado del tiempo que viven». Así que por ese lado, la película es importante y cumple una función de denuncia y memoria. Aún cuando juegue a lo seguro. Aún cuando las oscuras sombras de esos oscuros tiempos siguen sin ser tocadas de verdad.

Lo mejor: Es cine memoria, pone sobre el tapete lo que pasó en esa época, le hace recuerdo a los que se quieren olvidar y se lo cuenta a quienes no lo saben Lo peor: plana y sensiblera  La escena: el testimonio de las víctimas  Lo más falsete: las escenas con el niño y con la esposa  El mensaje manifiesto: qué oscuros fuimos El mensaje latente: qué oscuros somos El consejo: buscar la información sobre el papel de la CONADEP y la cronología de cómo se armó el juicio, también buscar las notas que le hicieron a Borges cuando asistió a una de las audiencias y quedó shockeado El personaje entrañable: las víctimas El personaje emputante: los que operaron en las sombras El agradecimiento: por la memoria.

CINE: Everything everywhere all at once (Todo en todas partes al mismo tiempo)

Por: Mónica Heinrich V.

Un día, la vida me agarró mal parqueada y caí de golpe y porrazo ante Swiss Army Man (2016). Un tal Hank (hermoso Paul Dano) estaba solo en una isla hasta que llegaba flotando el cadáver de otro tipo interpretado por Harry Potter (Daniel Radcliffe). Hasta ahí, todo bien. Puedo navegar en esas inciertas aguas. Era una revisión a la relación entre el personaje de Tom Hanks y Wilson en El Naúfrago (digamos). Cuando el cadáver se tira pedos y esos pedos son usados como fuerza propulsora para salir de la isla y su bruta erecta sirve de brújula y hay una escena en la que ambos personajes terminan besándose y luego suceden muchas y más locas cosas, mi mente entendió que todo era una breve mascarada. Busqué frenéticamente quién era el padre o madre de ese engendro y aparecieron ellos: los Daniels. Daniel Kwan y Daniel Scheinert. Ya en esas épocas la película fue rotulada como una oda a la amistad, al amor, a superar tus inseguridades, solo faltó que dijeran que era una casi metáfora de El Cerdo que quería ser jamón de Baggini. Alguien páseme un Alikal, por favor o inyécteme diazepam a vena.

Otro día, la vida me volvió a agarrar mal parqueada y caí de golpe y porrazo ante La muerte de Dick Long (2019), película austera con muy buena fotografía en la que un grupo de amigos ociosos, marihuanos y borrachines se cogía en secreto y durante años a un caballo. Eso hasta que uno de ellos terminaba muerto después de un encuentro sexual un poco “movidito” con el pobre equino. Nótese el «juego» de palabras del título de la película: Dick Long: Pene largo… Sí, gente. Está chequeado. Encima la película la contaban con tono trascendente, humor negro y aspavientos de cine de autor. Y adivinen qué, el director y guionista era uno de los Daniels, el flaquito, el que menos habla: Daniel Scheinert.

Ahí ya vi un patrón o una maña o un vicio. Estamos hablando de gente que sabe filmar. Indiscutiblemente. Que tiene buenos contactos. Que está en la industria, ya que además son conocidos por haber trabajado en un montón de videoclips y publicidades. Y cuyo trabajo es, no importa cuánto crezcan, infantil, inmaduro, por ratos súper cursi, disparando mensajitos a la conciencia, apoyado en los gags escatológicos que funcionan muy bien en un público que está atiborrado de TikToks y que extraña Jackass.

Otra muestra de la ondita de los Daniels es su corto Interesting Ball (busquen esa huevada en youtube), atención al minuto 2:27 en donde el Daniel asiático engulle a través de su culo al otro Daniel.

Bichitos de luz, la escena condensa el cine, las intenciones y el estilismo de los Daniels.

Este año, su más reciente película Todo en todas partes y al mismo tiempo ha arrasado en premios y nominaciones del mundillo del cine. Ha cosechado legión de admiradores que ven en este trabajo un rapto creativo, una muestra del cine dentro del cine, una película que derrama originalidad, y unos directores atrevidos y geniales. Querubines del señor, para mí: Si Matrix (1999), Saving Face (2014), Mr. Nobody (2009) y el libro Cómo no ser una drama mamá (2012) de Maya Ascunce tuvieran un hijo sería esta película. Es más, el cine asiático clase B está repleto de esperpentos similares.

Evelyn (Michelle Yeoh) una inmigrante china, está pasando por una crisis en la gran Norteamérica: su marido, al que no respeta, le está por pedir el divorcio, su negocio (una lavandería) tiene deudas y un grave problema impositivo, su hija es lesbiana (Oooooooh, por Diosssss) y para más inri está en pareja con una gringa, su padre está postrado en una silla de ruedas y la juzga constantemente. En general, el mundo que la rodea está colapsando a su alrededor. Se dice facilito, pero los Daniels fieles a sus ganas de mostrarse “irreverentes” deciden contarlo por el camino de la sobrecarga sensorial, del tunchi tunchi efectista.

Cuando Evelyn acude a solucionar su problema impositivo, su esposo Waymond (Ke Huy Quan) es poseído por otra versión de sí mismo que le informa que ella es la Evelyn (de un montón de Evelyns) destinada a salvar las existencias de todos, la Evelyn que tendrá que enfrentarse a una gran villana. Neo all over again. Aunque claro, nada es real y todo es real.

La pobre y sufrida Evelyn

Volvamos a la escena del culo de un Daniel tragándose al otro Daniel. Los Daniels parecen pensar que tienen que inventar constantemente mecanismos que generen sorpresa visual en el espectador. En el 90% de los casos esta sorpresita tiene nula relación con la narrativa. Sucede porque sí, porque a los Daniels se les cantan los huevos: Hagamos que luche con un par de penes de plástico. Hagamos que tengan dedos en forma de salchicha. Hagamos que exista un mapache simulando a Ratatouille con un chef de cocina. Hagamos que dos piedras hablen. Hagamos que…

Esta ruptura en la forma se sustenta en la excusa de los saltos a los distintos universos y la infinidad de posibilidades que la vida de Evelyn tendría. Hola, Sliding Doors (1998). La incoherencia está en todas partes, al mismo tiempo. Sin embargo, está escondida en una edición vertiginosa y amparada en la licencia de la ciencia ficción o el cine fantástico, de tal manera que las dos horas y media transcurren de salto en salto, de sketch en sketch, bajo una idea más bien simplona y manipuladora: La vida puede ser muy jodida, todo se puede venir abajo, pero lo importante es la familia y querernos/aceptarnos como somos.

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Miren qué colorido vestuario y maquillaje llevo en esta escena.

El “rapto creativo” de los Daniels consiste en hacer un collage, homenaje, guiño, easters eggs, llámelo como mejor lo haga sentir consigo mismo, de otras películas más originales. Su cine es así y seguirá siendo así. La irreverencia, audacia, locura de los Daniels esconde el mensaje conserva pro familia y sueño americano de siempre. La Evelyn de los Daniels no dejará la vida de mierda que lleva. Todos demandan algo de Evelyn, su padre: una hija a la medida de sus expectativas, el marido: una compañera, la hija: una madre contenedora y compresiva. Y Evelyn, al final, será igual al personaje de Meryl Streep en Los Puentes de Madison. Un estoicismo que vende y anula realidades posibles, universos paralelos que sí existen. 

Así que esta «irreverencia» termina siendo la anestesia a la que nos tiene acostumbrados el cine convencional.  

¿Hay algo que consiga hacernos creer que el Bagel no debería succionar todo de una maldita vez? ¿He dicho que los Daniels filman bien? Sí. El oficio lo tienen. Son profesionales que se preocupan por su dirección de arte y en cada trabajo podés sentir sus miradas a nivel composición de imágenes y propuestas de escenas. A nivel visual saben lo que quieren, aunque uno puede compartir o no su amor por el exceso. Tuvieron, también, el tino de elegir un gran casting. Nadie desafina o desentona (a excepción de los que interpretaron su canción empalagosa en los Oscar) y hay que reconocer el entusiasmo de Michelle Yeoh, Ke Huy Quan y de Jamie Lee Curtis para un proyecto que estoy segura nunca pensaron que llegaría tan lejos. Puedo rescatar, también, su habilidad de distribución, cuando la vi por primera vez (la terminé viendo dos veces por acompañar a otra incauta) me dije “Estos deben tener muy buenos contactos y debieron gastar varios quintos lobbyseando semejante película” porque no olvidemos que las nominaciones y premios responden a canastones, pasajes, regalos, llamadas, y sobamientos de espalda a las personas adecuadas.

Escuchame bien, china, los uniteds te darán una segunda oportunidad si te portás bien, venís con tu familia y tus papelitos y no jodés al sistema.

El acalorado debate sobre si este cine “comercial” es entretenido y eso hace que valga la pena verla y premiarla, podría generar que regueros de sangre corran en este y en otros universos. No me corresponde responder a los que opinan que anoche “ganó el cine”, eso es asunto de cada quien y de cada cual. El carnaval del mundo engaña tanto.

Los Oscar, cada vez más devaluados, han premiado a esta película como lo Mejor del Año…en una noche que muy bien podría ser parte de la filmografía de los Daniels. Una noche aburrida, afectada, llena de los oropeles que la caracterizan, que parece un loop de otras noches. Unos premios deslucidos en los que también destacó una película antibélica de fórmula que ya hemos visto muchas, muchas veces en otras películas mejores, un documental que rescató a un personaje que relacionó a los musulmanes con cucarachas e hizo un video en el que comparó a los inmigrantes con caries a las que había que eliminar. Todo parece un gran chiste y…adivinen qué… lo es.

Lo mejor: El chancho Lo peor: que el chancho aparece muy poco  La escena: cuando el chancho sale  Lo más falsete: que no le dieran más uso al chancho  El mensaje manifiesto: Al peor chancho, la mejor bellota El mensaje latente: un chancho que no vuela es solo un chancho El consejo: hay que alimentar bien al chancho para tener buen tocino El personaje entrañable: el chancho El personaje emputante: todos los que no eran el chancho El agradecimiento: por el chancho.

CINE: Triangle of sadness (El triángulo de la tristeza)

Por: Mónica Heinrich V.

Leí una entrevista de Ruben Östlund cuyo título era: Ruben Östlund no odia a los ricos. Qué bello título. La entrevista se la hacían porque su última película: Triangle of Sadness (El triángulo de la tristeza) había obtenido el máximo galardón del Festival de Cannes, un festival de prestigio, claro, pero lleno de los ricachones que el director suele satirizar con saña. 

Lo conocí por Force Majeure (2014), esa película en la que un padre muy pendejo huía despavorido de una avalancha dejando a su mujer y a su progenie botados como una chancleta en la terraza de un restaurant en los Alpes. El foco era ese: que ante la posibilidad de la muerte, el sujeto corrió por su vida (solo por su vida) sin mirar atrás. Luego vino The Square (2017) donde exhibe la dicotomía de un director de museo en apariencia altruista que reacciona de manera “baja” ante el robo de un celular. Y bue…lo pongo entre comillas porque todo podría ser material para otra reseña o para un acalorado debate en los cachivacheros. Con El triángulo de la tristeza parece finalizar una trilogía que yo llamaría “El asco por los ricachones”, aunque él afirma que es una trilogía sobre el papel del hombre en estos tiempos modernos. No lo sé, Rick. Yo me inclino más por casi escucharlo diciendo: Estos malditos ricachones. Con ese desprecio y asco propio del ricachón que no se asume como ricachón. Qué mejor que un sueco para hacer películas sobre eso.

Si bien el mismo director apunta a que su interés es que la audiencia se cuestione cierto tipo de estructura y cómo se construye la sociedad, el resultado es un poco irregular.

El triángulo de la tristeza como expresión se refiere a esa zona de la cara entre las cejas y la nariz que forman el ceño fruncido cuando vas envejeciendo. Lo primero que la gente se botoxea, lo que en teoría es indicio de decadencia, del irreductible paso del tiempo, del desconchifle. Östlund agarrá ese asuntito como metáfora de esas vidas ficticias para su ficción. Qué projundidá…

La película está dividida en tres actos o esquinas (spoilers everywhere):

1) Carl y Yaya: Carl (Harris Dickinson) es modelo y Yaya (Charlbi Dean) es modelo e influencer. Son pareja, pero existe una asimetría entre lo que ganan y los trabajos que consiguen siendo Yaya más exitosa que Carl, lo que genera en el chico inseguridades y actitudes cojudas. Yaya, por su parte, es un poco cojuda o muy cojuda. La discusión en el restaurante y la escena en el ascensor marcan muy bien el tono de los personajes.

2) El Yate: Carla y Yaya serán invitados como influencers (sin pagar nada (me gusta este entreparéntesis)) a un exclusivo yate lleno de exclusivos huéspedes: millonarios rusos, traficantes de armas, herederos, gente con título nobiliario, etc. En esta parte es donde Östlund se regodeará más en su exhibición de las desigualdades sociales. Paula (Vicki Berlin), la motivadísima jefa de staff, estará dispuesta a hacer la estancia de los huéspedes una experiencia perfecta. Su motivación parte también de las posibles jugosas propinas que obtendrán al final del viaje. El Capitán borracho y zurdo (Woody Harrelson) le aporta algo de vértigo al yate que se bambolea sobre las olas del mar.

3) La isla: acá viene un spoiler (uno más) … Después de una tormenta y una situación inaudita, el exclusivo yate naufraga con sus exclusivos huéspedes atendidos por sus exclusivos tripulantes. Los sobrevivientes del naufragio tienen que asumir nuevas reglas y nueva estructura de poder. Abby (Dolly de Leon) que en el barco era una simple empleada, en la isla se convierte en la líder del grupo al tener habilidades básicas como cazar, cocinar y encender un fuego. Este liderazgo viene con poder y ese poder con consecuencias. Dame dame dame todo el power, para que te demos en la madre.

El guion de Östlund va desde interesantes e incómodas escenas como la doñita que insiste en que todo el servicio del barco se de un baño en el mar, hasta un reguero de vómitos y diarrea jailona, que es la secuencia más aplaudida y comentada de la película. El director sueco puede conquistar con las partes más sencillas de su película, por ejemplo, la secuencia inicial del casting que es fantástica, incluso con su obvio comentario social. Puede desesperar con la charla entre un comunista capitán de yate de lujo y un capitalista millonario ruso, ya cállense señoras. Y puede decepcionar con su final.

El estiramiento de la película y el acto 3 desgastan, y hasta degradan, la premisa. Su final me provocó una incomodidad similar a la que sentí con la película mexicana Un nuevo orden (2020) de Michel Franco. Porque una cosa es la intención de lo que querés decir y otra lo que terminás comunicando. Y que en tu película tu personaje más humilde, del estrato social menos privilegiado, termine siendo más salvaje y mezquino que aquellos a los que supuestamente estás apuntando, es para revisarlo. 

Otras cosas intentan salvar a El triángulo de la tristeza de su inminente naufragio: su sentido del humor (cuando funciona), las escenas interesantes ya mencionadas, la fotografía de su colaborador habitual Fredrik Wenzel, su soundtrack que lo mismo incluye tocatas y minués que el tunchi tunchi de música dance o techno. También disfrutamos de Charlbi Dean, la hermosa Yaya murió a sus 32 años producto de una infección bacteriana y ver la película sabiendo ese detalle hace la experiencia diferente.

La película, que tuvo un presupuesto de unos catorce millones de dólares, además de los premios alrededor del mundo que ya ha ganado está nominada al Oscar de este año en la categoría de Mejor Película, Mejor Director y Mejor Guion Original, será divertido ver la ceremonia en la que un entacuchado Östlund estará sumergido hasta los cabellos en otra gala más que es parte de todo eso que su trabajo cuestiona: Estructuras rancias de poder, abusos, corrupción, hipocresía, millonarios con falsa conciencia de clase, de género, y bla bla bla. Eso sí, todos con el triángulo de la tristeza borrado o muy bien maquillado. Como tiene que ser.

Lo mejor: Tiene su cosita interesante y algunos momentos de humor negro que funcionan Lo peor: mensaje turbio y la escena del burrito. CON EL BURRO NO, POR FAVOR La escena: la secuencia inicial del fesfile y lo del burrito. De verdad, CON EL BURRO NO, POR FAVOR  Lo más falsete: lo que dice que dice y lo que dice realmente  El mensaje manifiesto: el poder corrompe El mensaje latente: como guionista mejor no meterse en honduras que luego no se sabe manejar El consejo: para ver con el estómago vacío El personaje entrañable: el BURRITO  El personaje emputante: todos eran muy detestables El agradecimiento: por el burrito.

CINE: Women Talking (Ellas Hablan)

Por: Mónica Heinrich V. 

Los primeros minutos de Women Talking conmocionan. Creo que pocas veces he usado ese adjetivo para describir una película. En este caso, es la palabra más adecuada. Porque mientras ves/escuchás esos primeros minutos no hay otra descripción posible. Te sacude, te impacta, te con-mo-cio-na.

La voz en off de una niña narra cómo las mujeres de una colonia menonita se despertaron con sangre y moretones durante mucho tiempo sin saber qué había pasado.

Satanás, un castigo del Señor, fantasmas, imaginaciones, intentos de llamar la atención, fueron durante años parte de las explicaciones. La realidad era más terrible que cualquiera de esas opciones. Las mujeres (niñas, jóvenes y ancianas) eran violadas sistemáticamente por hombres de su comunidad.

“Era como si desapareciéramos, como si ya no tuviéramos invitación para ser parte de lo real”, dice la niña.

Women Talking se basa en el libro homónimo de Miriam Toews. Miriam fue criada en una comunidad menonita ultrareligiosa. Ya ha escrito nueve libros y ha sido protagonista de Luz Silenciosa (2007) ¿recuerdan esa película de Carlos Reygadas? Quizás su libro más duro es el de Pequeñas desgracias sin importancia (2022, para bajar y leer ACÁ) que narra el dolor del suicidio de su hermana. Miriam perdió a su hermana y a su padre por problemas de salud mental. Ambos, en diferentes años, decidieron acabar con sus vidas de exacta manera: arrojándose a las vías de un tren.

En Women Talking (publicado el 2020 y que se puede bajar para leer ACÁ), Miriam se basa en los hechos sucedidos en la colonia menonita de Manitoba, Bolivia. Para nosotros, los bolivianos/as que supimos del tema, no hay todavía palabra que describa lo sucedido. Crimen le queda chico, pecado (suponiendo que nos apeguemos a lo religioso) es casi ofensivo, maldad parece un eufemismo. En la vida real, las víctimas de estos sujetos se quedaron en su colonia y aunque algunos de los criminales continúan purgando su pena en la cárcel, un grupo de hombres de la colonia anda gestionando su salida. ¿La excusa? el perdón que les enseña Dios y que ya pagaron sus penas.

La ficción de Miriam (me gusta llamarla Miriam) recrea una posibilidad que tal vez las menonitas reales no consideraron: irse de la colonia. Dentro del imaginario y de las reglas en las que esas mujeres viven parece inaudito, pero Miriam lo plantea como un acto revolucionario, necesario, incluso siendo una alternativa ficticia.

El libro es narrado desde la perspectiva de August, personaje que al ser varón sabe leer y escribir y puede llevar nota o hacer actas de las reuniones de las víctimas que tratan de definir su destino con tres opciones: 1) Quedarse y pelear, 2) Perdonar o 3) Abandonar la colonia. En el libro, Miriam asume la presencia de August como una muletilla, para que quede justificado el lenguaje más elaborado y para que August se convierta también en la anomalía a la machirulidad y a ese peligro que representa la figura masculina dentro del relato. Sí, hay hombres enfermos y malos. Pero, no, no todos son así.

Para traspasar el texto a la imagen, convertirlo en película, contamos con Sarah Polley. Esta directora, actriz y cantante ya ha dirigido películas cuya temática central es la mujer. Debutó con Away from her (2006), donde Fiona (Julie Christie) sufría de Alzheimer, luego siguió con Take this Waltz (2011) en la que una confundida Michelle Williams decidía entre su esposo y una relación extramatrimonial y pasó al documental con Stories We Tell (2012) en donde la directora canadiense cuenta que es producto de una relación extramatrimonial. Casi una década después Sarah (me gusta llamarla Sarah) se embarca en este desafío. Women Talking.

¿Ya dije que los primeros minutos conmocionan? Sí, conmocionan. Se conecta muy rápido con la historia de estas mujeres que hacen una reunión para definir sus destinos. Y es fácil conectar porque tiene actrices de lujo: Frances McDormand interpretando a Janz, Jesse Buckley como la fatigada Mariche, Clare Foyle como la combativa Salomé, Roonie Mara como la dulce Ona, entre otras. En el papel de August está Ben Whishaw a quien (por esas ironías de la vida) tenemos situado en la mente como el asesino de mujeres en El Perfume.

Mientras la voz infantil de Aujte (Katie Hallet) nos cuenta desde su visión, inocencia y soltura lo que pasa, se nos forma un nudo en la garganta. Cuando Greta (hermosa Sheila McCarthy) hace paralelismos con historias cotidianas de sus caballos, estamos con ellas. Cuando intentan votar marcando imágenes que representen lo que votan, nuestro corazón las empieza a amar. La cosa comienza a ponerse súper discursiva y casi panfletaria y lo aceptamos, porque a veces esa cosa discursiva y panfletaria es necesaria. Luego, Women Talking comienza a dar vueltas sobre sí misma y cansa. Y los discursos se repiten otra vez con los mismos conceptos. En el caso del libro la oralidad está a cargo de August, y por eso es más creíble que los textos tengan cierta filosofía o rebuscamiento, en el caso de la película, las mujeres que discursean se alejan del personaje que representan: esas menonitas tan tímidas que apenas podían declarar que fueron violadas, o que no encontraban la manera de contarlo hasta a su propia familia. Esas menonitas que no saben leer, ni escribir. 

En el libro SPOILER deciden irse, pero la marcha es más intuida que mostrada. August relata un poco de cómo las ve partir a lo lejos. En la película Sarah nos muestra la partida con primeros planos, niñas y mujeres acarreando cosas en una larga caravana a plena luz del día. Ninguna de esas mujeres que abandonan la colonia (único lugar que conocen en el mundo), que abandonan sus campos (en su concepto: único motivo de vida y de progreso), que abandonan familiares y amigos (únicos círculos de relacionamiento que conocen) están lo suficientemente rotas o quebradas por ese forzado éxodo. Puede ser un mensaje de fortaleza, sí, pero alguien que deja su casa sin tanta incertidumbre también parte roto y tomando en cuenta los motivos que las obligan a dejar sus casas, debe ser desolador si ocurriera en la vida real. El final de Sarah es condescendiente y simplón FIN DEL SPOILER

Y ese es uno de los puntos flojos de la película, a ratos hay algo muy coreografiado en la charla en el granero, en cómo se van, en los textos y le da un aire de teatralidad a algo que ya tiene su subtexto de manera natural y no necesita mucho más. Ellas sin adornos son más ellas que ellas tratando de mostrar más.

Sarah tiene hermosos momentos cuando deja lo coreografiado, cuando es Autje la que narra lo que ve sin muchas florituras. Sus partes más conmovedoras están con el mapa de los Cielos, con la mano brújula, cuando ellas hablan de cosas cotidianas o relacionan su tragedia con conceptos menos elaborados. Una gran decisión de dirección es omitir el acto de las violaciones de manera gráfica, porque la violencia y lo terrible del hecho sobrevuelan la película sin necesidad de ver a los violadores en acción. Y se agradece esa sutileza, esa delicadeza. La perdemos un poco cuando hay flashbacks que no aportan y que repiten imágenes o situaciones que ya vimos en lo primeros minutos.

De manera personal no comparto mucho que la corrección de color de la película esté con baja saturación y que la imagen tenga más tonos grisáceos para hacernos sentir lo que les pasó. Para mí es más duro que un hermoso campo de girasoles, un hermoso día soleado, con el cielo azul, el olor de la hierba, los animales pastando, toda esa magia que ocurre en el campo incube la violencia y la desgracia que sufrieron estas mujeres. Y más desgarrador aún que la vida, el mundo, y su belleza continúen a pesar de eso.

La película deja esa tristeza propia de las historias tristes basadas en tristes hechos reales.  El año pasado en otras dos colonias se arrestaron a tres menonitas que violaron alrededor de cincuenta mujeres con el mismo método: el spray de uso veterinario que adormecía a las víctimas. Además, en la introducción del libro se dice que el 2013 se reportaron más violaciones en Manitoba. Hay testimonios que arrojan que no solo las mujeres fueron violadas, que algunos hombres y niños corrieron la misma suerte. Y no solo es Manitoba o el mundo menonita, esa parálisis para alejarse de los abusadores se traslada al mundo supuestamente más desarrollado, más moderno. En Bolivia, ¿cuántos abusos sexuales son silenciados, cuántas víctimas no consiguen alejarse o cuántos de los agresores nunca son castigados?

En el libro una de las últimas preguntas que se leen es: ¿Y de qué sirve estar vivo si no estás en el mundo?

En la película lo último que se escucha de ellas es: ¿Estamos todas?

Lo mejor: Conmovedora y grandes actuaciones Lo peor: A ratos tiene un aire televisivo y se pone súper machacona La escena: la secuencia inicial, la de la brújula del cielo  Lo más falsete: algunos textos muy elaborados, y las llantinas de August que en el libro existen, pero están más matizadas. Además, en el libro hay otras escenas que condimentan la acción aparte de las charlas en el granero  El mensaje manifiesto: No es huir es alejarte de lo que te daña El mensaje latente: Se puede reconstruir desde el dolor El consejo: vela con empatía más por lo que cuenta que cómo lo cuenta El personaje entrañable: todas, ellas,  El personaje emputante: los hijos de puta malditos que se atrevieron a tanto El agradecimiento: por ellas, por todas.

CINE: Tár

Por: Mónica Heinrich V.

Una de las sinopsis más mentirosas que circulan en las redes es la que atañe a Tár: La célebre música Lydia Tár está a punto de grabar la sinfonía que supondrá la cumbre de su carrera. Sin embargo, el destino parece estar en su contra y solo encuentra consuelo en Petra, su hija adoptiva”. En base a eso uno se imagina un drama un tanto cursi, con mucha música y con una sufrida protagonista. Lo evadís por la posible cursilería, así como evadiste The Fabelman. Hasta que terminás yendo al cine por todo lo que han dicho de la maravillosa actuación de Cate Blanchett y porque la película está super nominada y súper recomendada y súper valorada. Tanto súper te incita a mirar. Nada puede salir mal.

A Todd Field lo conocí por In the bedroom (2001) película que también tuvo su acogida en los Oscar y que disfruté mucho en su momento. Aún te recuerdo maldito Richard (William Maphoter). También vi Little Secrets (2006), un drama un poco más telenovelero en donde Jackie Earle Haley brilló más que nunca como el pedófilo acosado por los vecinos. Sí, he pasado buenos momento cinematográficos gracias a Field. 

Field tiene formación como actor y músico, y en las películas que dirigió siempre valoré su capacidad de elegir casting y la creación de sus atmósferas. Dieciseis años después de Little Secrets, Field regresa con Tár. Field se tomó ese tiempo para ver sus hijos crecer (ternurita) y en medio de la pandemia escribió el guion en doce semanas.

En sus escenas iniciales Tár presenta a Lydia Tár (Cate Blanchett), una directora de orquesta considerada una genia de la música que tiene que montar lo que será la cumbre de su carrera: la Quinta Sinfonía de Mahler. Lydia es parte de la exclusiva lista EGOT, una lista de artistas que han ganado un Emmy, un Grammy, un Oscar y un Tony (Audrey Hepburn y hasta Whoopi Goldberg, por ejemplo). Por eso, en la apertura de su película, Field considera que tiene que dejar en claro la relevancia de la protagonista a través de una entrevista en la que un periodista resalta todos los atributos de Lydia y ella suelta un montón de texto sobre el ser y la nada. La escena bastante larga da paso a un ¿almuerzo? ¿cena? ¿café? que nuevamente apunta al lucimiento de Lydia y a que el perfil del personaje esté machacado. En esos momentos te preguntás ¿y la música? Ah, sí, inmediatamente viene otra escena didáctica en la que Lydia hace gala de toda su mala leche en un conversatorio en Julliard. Ahí mismito, Lydia y un alumnito se trenzan en una disputa sobre Bach, o, mejor dicho: vida personal del autor vs. trabajo. Un obvio contraste a lo largo de la película.

Pequeño querubín, el/la artista puede ser cabrón o cabrona…let it be

Field entonces comienza a exhibir las fallas de la “genio”, de la “gran artista”, de la tipa que todos admiran y adoran. Lydia es una gran música y una directora de orquesta sin comparación, pero también es una pareja infiel, déspota, una madre ausente, una colega traidora, una jefa abusiva, una tipa que usa su posición para enredarse con las jóvenes pupilas a las que promete cosas que nunca cumple. Lydia, en resumen, es una cabrona.

A partir de eso estamos ante algo ya visto muchas veces con personajes machirulos, solo que ahora la machirula es la blancona jailona lesbiana Lydia. No sé hasta qué punto la propuesta de Field se hunde por ese lugar común apuntando a que una mujer que tuvo sus luchas para abrirse paso en un mundo mayoritariamente masculino también tiene su lado oscuro o es simplemente la falta de brío para abordar su tema principal y todo el abanico que abre después: las relaciones transaccionales, la cultura de la cancelación, la conducta corporativa, las campañas de desprestigio virtual, el se es culpable hasta que se demuestre lo contrario.

Hay un puchero de muchas cosas que intenta dialogar con los problemas coyunturales. Hay espacio, también, para ese contenido subido al #metoo en el que dentro de la misma película el foco está centrado en el machirulo o machirula de turno, y las voces que cuestionan o denuncian sus juegos de poder son silenciadas por la película misma, en este caso: la esposa, la asistenta, las chicas que denuncian, la chica que se suicidó, son apenas sombras. Esta es una decisión de dirección, la película se llama Tár y es obviamente desde la perspectiva de Lydia, de hecho, nunca la abandonaremos en ningún plano. Aún así ¿en la película es el guionista/director el que silencia esa contraparte o es Lydia? Lo dejo ahí, en el tintero. El resto de sus personajes-sombras son unidimensionales, habitan un mundo con el que es difícil conectarse emocionalmente. Ni siquiera la escena que quiebra un poco la monotonía del guion consigue sacudir esa pesadez que Field ha impuesto en Tár. La escena es anti-climática y lejos del perfil del personaje, nuevamente la manipulación del guionista/director se hace presente.

Soy una cojuda, pero sufro…

La actuación de Blanchett consigue que la película salga de un pozo en el que seguro caería sin ella, Tár también cuenta con un gran diseño de producción, una fotografía impactante de Florian Hoffmeister y una partitura visceral de la ganadora del Oscar Hildur Gudnadottir que colaboran en la construcción de ese mundo que evoca, pero no es suficiente.

Una lectura audaz podría plantear que todo está en la cabeza de Lydia. Hay momentos que insinúan un quiebre mental, y algunas escenas absolutamente inexplicables por no decir tontas como la del peluche o la intrusión de Lydia dentro de un teatro vestida de directora de orquesta delante de todos sin que nadie la detenga, encontrarían en el remanido quiebre mental un asidero que podría ser una salida ingeniosa del guion. Sin embargo, gente, conociendo la filmografía de Field y habiendo leído entrevistas suyas sobre su proceso creativo y sus intenciones, más parecen cosas vagas e imprecisas puestas a dedo para generar múltiples lecturas. Válido también.

El final me hizo pensar un poco en cómo terminó Val Kilmer (documental reseñado ACÁ) Ese actor que siempre despreció a actores empíricos porque él había estudiado arte dramático en Julliard. Ese actor que fue una patada en los huevos y ovarios de mucha gente en los rodajes. Ese actor que pensó que se iba a comer el mundo y terminó asistiendo a exhibiciones de sus películas más comerciales  y firmando autógrafos para los nostálgicos de los 90s. Es la caída de las estrellas, con todo lo que eso conlleva. Y aunque el tema termina siendo duro y triste, hay cierta cosa fría, plana que hace que ni bien salís del cine conversés sobre Tár o reflexionés sobre esa relación de expectativa recompensa de las obras de arte que plantea Lydia al inicio del filme, y luego te alejés de su elegante y sofisticada puesta, de su catarata de frases hechas y del periplo ego-maniaco de su protagonista.

Seguramente conmoverá por alguna arista con la que el público pueda sentirse cautivado ya sea la obsesión del artista, el amor o su ausencia, la dicotomía de lo clásico y lo moderno, lo triste que es dejar de ser relevante, o usted escoja, acaricia tantas cosas al mismo tiempo que puede encontrar un público específico aún siendo una película poco comercial o no muy lúcida en el apartado más autoral. Sea lo que sea, después de la temporada de premios hará silencio, así como cuando el/la director/a de orquesta baja la batuta en la nota final.

Lo mejor: Buen diseño de producción y una Cate Blanchett que siempre brilla La escena: el rifirrafe sobre Bach  Lo más falsete: lo del peluche, lo de la intrusión en el teatro, incluso si es todo parte de un quiebre mental, es bastante ramplón  El mensaje manifiesto: Lo que sube baja El mensaje latente: Hay maneras elegantes de caer El consejo: Igual mirala, si se compara con la media de producciones netflixeras es pues una obra de arte El personaje entrañable: la pobre Petra, que la usan en la sinopsis y está ahí de adorno El personaje emputante: Lydia, qué sujeta más desagradable! El agradecimiento: por el casting. Sabés elegir casting, Field. 

DOCUMENTAL BOLIVIANO: Sin Aroma

Por: Jorge León Lozano

“Tenemos que ver que el futuro del cine nacional está en nuestras manos. La primera cosa para hacer cine: Debemos aprender a hacer cine. Y para ir a lo práctico: el cine se aprende viendo cine. […] Se aprende a hacer cine haciéndolo. Así, el cortometraje y el documental son la mejor escuela de producción cinematográfica”. (Mesa, Gisbert 1982; 202 – 203). Con este acápite del libro ´el cine boliviano según Luis Espinal`, doy inicio a la presente reseña del documental “Sin Aroma”. En una anterior publicación que realicé sobre la ópera prima “Alma pura” de Dorian Magne; escribía que, habría que estar atento al desenvolvimiento en el séptimo arte de Mange; dicho y hecho, ahora nos deleita con esta nueva producción que, no hace mucho, se proyectó en el ´Festival de cine Entre Largos y Cortos de Oriente de Venezuela` y logró Mejor guion, Mejor Dirección, Mejor Fotografía y Mejor sonido; y en tierras Bolivianas obtuvo la Selección Oficial del Fenavid de Santa Cruz y también tiene la Selección Oficial del Festival de cine Diablo de Oro de Oruro. Y en los próximos meses se llevará a cabo la proyección en nuestra Llajta.

Una imagen desenfocada de luces de neón y acompañada con música de fondo, a un costado inferior de la pantalla presenta el nombre del documental “Sin Aroma”; corte a fundido negro y aparece la frase: “El hombre nace bueno y la sociedad lo corrompe” de Jean-Jacques Rousseau. De esta manera da inicio el documental escrito y dirigía por Dorian Magne, que no sobrepasa los treinta minutos de metraje.

Un documental. Dos historias duras y crudas. Ambas historias desarrolladas en Cochabamba. La primera historia es una introspección a la segunda historia. La primera es más cruda, sangrienta y auténtica; visualmente en la primera historia aparecen cerdos, en la que esas imágenes de cerdos gritando y acompañada brillantemente con una frase en voz en off narra cómo es el destino del hombre desde su inicio hasta su fin en este burdo mundo, listos para el matadero, en donde sólo queda despertar y esperar, tal vez algún día todo podría mejorar. La segunda historia es sobre José Edwin Gutiérrez Caballero. Vive dos años en la calle. Tiene 14 años y ya va por los 15 años. No vive tranquilo, no vive feliz. Es consumidor de pasta base que viene del trópico, pero él lo llama: Tula. Otros como los satánicos lo llaman: Sata, según para ellos eso es el diablo. Tal pasta, según José, debe ser compartida porque si se consume solito puede llevarte a cometer actos desastrosos, como asesinar. De esta manera la segunda historia gira en torno a José, quién es un joven de la calle, consumidor de drogas y su único sustento económico es extender la mano para que la gente le regale monedas, o a veces, es realizar una carrera de manos, hurtando una billetera o algo de valor para sobrevivir.

Dos historia hacen son parte de “Sin Aroma” y de cierta manera ambas se entrelazan entre sí. Desde mi perspectiva el nombre del documental es ambiguo. Sin Aroma, que hace referencia en primera instancia que las personas o la sociedad en su conjunto han perdido esa sensibilidad humana, como en el caso de la primera historia entre el carnicero y los cerdos, donde el carnicero se condiciona a hacer su trabajo y de algún modo está ignorando todas las reglas morales y éticas hacia los mismos seres vivos y de la sociedad; en el caso de José es una historia casi común, donde él no ha escogido ser así, si no que la sociedad lo ha vuelto así. Y en otro aspecto quizá sencilla y llanamente podría hacer referencia a la Avenida Aroma como tal, que es donde se desarrolla gran parte del documental.

Dorian Magne, dio a conocer que: “al inicio la idea era muy diferente, tenía pesando hacer cine experimental, pensaba hacer una sinfonía de la ciudad al estilo del ojo de cámara de Vertov, enfocado en Cochabamba con una secuencia narrativa del día hasta la noche, de cómo es Cochabamba, descompuesta por una línea narrativa donde se pueda ver a una velocidad que el ojo no tiene, o a una similitud que no puede llegar a ver el ojo de todo lo que está pasando en Cochabamba”, continúa Magne, “En ese transcurso estábamos grabando tipo 11 de la noche, y del micro baja un chico, con una frazada puesta y estaba vendiendo refresco, y le compré, y empezamos a entablar conversación de cómo es la calle y me comentó que consumía pasta base y ese fue el detonante y el punto de partida del documental y, de ahí salió lo que es Aroma, de lo que es él, y empezamos a enfocarnos netamente en ese nuevo proyecto”.

La técnica y lenguaje cinematográfico del documental Sin Aroma es impecable. La música de Charly Rojas Lara queda perfectamente con la historia. La fotografía es espectacular. Es increíble cómo juega con el movimiento de cámaras y la misma composición. Al atardecer en la Coronilla, mientras José está preparando su pasta base, en voz en off narra la trágica historia de su padre y, en eso, inhala – ilusión óptica – José está volado, la cámara sobre su mismo eje da un giro de 360 grados – ilusión óptica –  (dando a entender que los demonios no vienen del infierno, vienen del cielo). Una imagen desenfocada de luces de neón de todos los colores. José ya no está en esta tierra de mortales, está en otro mundo. Con un movimiento de cámara subjetiva camina por la Avenida Aroma, se sienta y se recuesta observando al cielo color rosa y el pasar de los automóviles, quizá, esperando un mejor mañana. Es así que con gran destreza de la técnica y un increíble manejo del lenguaje cinematográfico, y la gran composición poética de la fotografía, y el uso adecuado de la paleta de colores y edición, nos deleita una historia exquisita por su contenido y gran producción. Cuando le toque ser proyectada en salas y/o espacios culturales de Bolivia hay que apreciar y disfrutar verlo en pantalla grande y con sonido envolvente.

En los últimos años, el cine documental en Bolivia ha tomado mayor fuerza en producción. Solamente faltan ser proyectados y socializados en diferentes espacios. Y de esta manera lograr que el público consuma mayor cine documental porque ahora es cuando está en su máximo esplendor histórico. 

Jorge León Lozano – Comunicador Social.

Correo: jorgeleonlozano8@gmail.com

Link del tráiler del documental Sin Aroma: https://www.youtube.com/watch?v=PjIHGFoKxms

CINE: Babylon

Por: Mónica Heinrich V.

En la Biblia, Apocalipsis 18, se habla de la destrucción de Babilonia. Según las sagradas escrituras, Babilonia era una ciudad que tenía que ser eliminada de este bello mundo porque era nido de…cito: Cosas asquerosas y detestables, obscenas y desagradables. Y uno reflexiona (mientras cae la lluvia y tratamos de escapar del dengue) que por eso el cineasta Damien Chazelle eligió ese obvio título para narrarnos una no menos obviedad que ha sido interpretada como una carta de amor al cine o.…un disparate.

En esta babilónica versión hollywoodense, Chazelle nos regala Babylon, pero tengo noticias para ustedes amables lectores, en Babylon co-existen promiscuamente dos películas. 

Hablemos de la primera película: Carretera. Aproximación. Presentación de personaje. Manny (Diego Calva). Mexicano. Elefante. Camioneta apta para un caballo. Gordo chófer. Colina empinada. Manny, elefante, camioneta, gordo subiendo colina. Hay una fiesta a la que el elefante (no Manny, ni el gordo) tiene que llegar sí o sí para entretener a un montón de ricachones drogadictos cuyos oficios están relacionados al séptimo arte. Elefante y Manny consiguen llegar a fiesta y sigue una secuencia de situaciones “pecaminosas” destinadas a escandalizar ñoños. Presentación de otro personaje: Jack Conrad (Brad Pitt) actor. Estrella del cine mudo. Galancito que se casa y se divorcia, se divorcia y se casa. Sensación del momento. Por donde pasa disfruta de su poder y su lugar en el mundo, en Hollywood. Es el machirulo buena gente.

¿Marlon, sos vos?

Presentación de otro personaje: Nelly (Margot Robbie) estrella que no es estrella pero que será estrella porque estrella se nace no se hace. Drogadicta. Borracha. Excéntrica. Inestable. Manny y Nelly hablarán sobre una mesa llena de cocaína acerca de por qué añoran estar en un set de película. En esa primera película, incluso con la conversación condescendiente entre Manny y Nelly y con las frases hechas que dice Jack Conrad acerca de cómo un set de grabación es el lugar más mágico del mundo, en esa primera película esnifada: hay velocidad, ritmo, fiereza, y uno sonríe en la oscuridad de la platea cuando ve a esos equipos de rodaje de los años 20 correr para alcanzar la golden hour y luchar por filmar una escena cuando todo indica que no lo conseguirán.

Y de ahí, el cochino paso del tiempo.

La transición de cine mudo a cine hablado. Los que se quedaron en medio. Los que surgieron en medio. En esa primera película el protagonista es el cine y Manny, Nelly y Jack son como pequeñas y pintorescas mascotas del tema mayor. Sí, sí, hay mucha pose y cacofonía muy Chazelle. Estamos hablando del mismo director de Whiplash (2014) y de La La Land (2016, reseñada ACÁ) y ya sabemos que tiende al exceso y a la auto indulgencia y a la cosa ñoña y a la celebración de lo más falaz del cine, pero a veces su producto final consigue sobreponerse a sus vicios o disfrazarlos.

Si Babylon terminara con esa primera película, tendríamos más ganas de vivir. Desgraciadamente, una vez Jack Conrad sale de la oficina de Elinor (Jean Smart), la segunda película comienza. Una llena de golpes bajos, bochornos ajenos y, sí, disparates. SPOILER Por ejemplo, la cliché entrada de Jack Conrad en el baño para matarse, media hora antes ya le estaba gritando a Brad Pitt: No si te ocurra matarte, pendejo. La llegada de Nelly a la casa de Manny con su caótica historia y más dura que rulo de estatua. La presentación de otro personaje al pedo: James Mckay. El comentario social vomitado en cada secuencia. Babylon que no termina o que no sabe cuándo ni cómo terminar. Vos en la butaca llen@ de rencor pensando: Acabá de una maldita vez. Dios, mandá el fuego. El derrape final en ese collage de imágenes que no necesitamos ver porque ya Elinor le explicó a Jack y nos explicó a nosotros que la vida sigue. Vos en la butaca viendo esa chorizada de homenajes cursis sin sentido, como si Damien no tuviera amigos, familiares, colaboradores que lo agarraran a sopapos y le dijeran EDITATE. FIN DEL SPOILER

¿Y si mejor cortamos y nos dejamos de huevadas?

Si Babilonia sobrevive ese último tramo es por los resabios de la primera película. Las actuaciones de Brad Pitt y de Margot Robbie son muy buenas, aunque a Margot ya estoy cansada de verla con el mismo registro, ese personaje de excéntrica inestable gritona crazy bitch harleyqueenesco, ya puse una vela a la virgen del Socavón para que le lancen otras manzanitas al pasto. Tobey McGuire (uno de los productores del filme) aparece y uno grita: ¡El Hombre Araña! para luego gritar también ¡Ay, no, qué horror! su interpretación es buena, pero el pobre habita lo peor de la película, la secuencia más tirada de los pelos, la más inoficiosa, la más estúpida. El mexicano Diego Calva cumple con la enorme tarea de dar vida a Manny hasta la segunda parte cuando el mexicano aspiracional se convierte en el mexicano camote de la gringuita, en los momentos que habla español y le dice a Nelly que la ama me provocó la misma reacción que obtuvo Jack Conrad en la película que marcó el fin de su carrera: carcajadas, pena, y ese feo sentimiento con el que se critica al prójimo porque SE PUEDE.

Lo que sí disfruté y mucho fue la banda sonora. Justin Hurwitz compone un ambiente musical donde priman los tambores, la batería, las trompetas. Hay un bombardeo de jazz sexy, hedonista que impregna cada frame de Babylon y que si lo vivís en el cine te va a dejar con ganas de escuchar algunas composiciones de nuevo. A ratos era mejor cerrar los ojos y dejarse llevar. Dejarse caer, dejarse arrebatar súbitamente por la inmensa cachuela del espacio. 

Sydney: el ya arquetípico personaje de películas que recrean las miserias de Hollywood: El negro digno

Imágenes épicas, grandilocuentes, decadentes a cargo de Linus Sandren desfilan ante el público que parece subido a un frenético carrusel de emociones, sobre todo en las escenas de la fiesta, la secuencia donde faltaba la cámara y la de la víbora. Hay una grandiosidad visual innegable lo que hace más perceptible su vacuidad en cuanto a la narrativa. La luz que baña el cigarrillo de Lady Fay o cómo filmaron las intervenciones musicales de Sydney, son detalles que nos hacen querer a Linus por encima de todas las cosas.

Las referencias llueven: Brad Pitt tiene un aire a Marlon Brando en algunas tomas. Spike Jonze (director de Her y Quiero ser John Malkovich) interpreta al fatigado Otto Van Strassberger, Singing in the rain está por todos lados como si fuera la película más importante del mundo mundial, y los personajes principales se basan en personas que existieron en la vida real. Mi mente susurraba Clara Bow. Clara Bow. Chazelle se queja de las lentejuelas y oropeles de Hollywood, donde todo el brilli brilli es falso con mucho, mucho brilli brilli. 

Te queremos, Linus. Gracias por esa luz en el pucho.

Y así, a pesar de su derroche de grandiosidad y de estrellas que nacieron para ser estrellas, Babylon fue un fracaso en taquilla y solo consiguió tres nominaciones a los cosos dorados (Oscar 2023). Dura demasiado. Tres horas de las cuales la mitad sobran, es mucho. Y a pesar de ese mucho, ese exceso, debajo de todos su colgandijos hay algo que llega. La decadencia de la decadente Babylon engancha, aunque sabés que Chazelle la cagó.

Tu mente vuelve a susurrar Clara Bow. Clara fue la it girl en los años 20. Era dorada del cine mudo. Clara pasó de mendigar en Brooklyn a ser la actriz mejor pagada de Hollywood. Y luego le vino el ocaso, el quiebre mental, la tragedia. Es el año 2023 y aún podemos acordarnos de ella, pensar en ella y reconocer las obvias referencias del obvio homenaje de Chazelle. Elinor, con su boca llena de verdades, le dijo a Jack algo sobre el cine y las estrellas encendidas y apagadas, algo que como espectadora también siento cada vez que veo una película y a todas las Claras Bows y que también me deja Babylon: no importa nada, ni taquilla ni cosos dorados…igual pasarán la eternidad al lado de ángeles y fantasmas.

Lo mejor: Una buena y trepidante primera parte La escena: excesiva, repetitiva, con un casi terrible segundo acto Lo más falsete: el segundo acto, la estupidez de la deuda, la estupidez de la huida, el regreso, el «envejecimiento» del personaje de Manny que no envejeció un carajo El mensaje manifiesto: Mandá el fuego El mensaje latente: No es Hollywood, es la gente que va a Hollywood lo que lo arruina: Mandá el fuego El consejo: Mandá el fue…ah, perdón El personaje entrañable: el elefante, sano y glorioso entre tanto drogadicto El personaje emputante: Manny en su versión de mexicano camote de gringuita. Nelly en su versión de gringuita pasada de coca El agradecimiento: por una excelente banda sonora y algunos grandes momentos de montaje y fotografía.

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