LOST IN CONTEMPLATION OF WORLD

CINE: Tár

Por: Mónica Heinrich V.

Una de las sinopsis más mentirosas que circulan en las redes es la que atañe a Tár: La célebre música Lydia Tár está a punto de grabar la sinfonía que supondrá la cumbre de su carrera. Sin embargo, el destino parece estar en su contra y solo encuentra consuelo en Petra, su hija adoptiva”. En base a eso uno se imagina un drama un tanto cursi, con mucha música y con una sufrida protagonista. Lo evadís por la posible cursilería, así como evadiste The Fabelman. Hasta que terminás yendo al cine por todo lo que han dicho de la maravillosa actuación de Cate Blanchett y porque la película está super nominada y súper recomendada y súper valorada. Tanto súper te incita a mirar. Nada puede salir mal.

A Todd Field lo conocí por In the bedroom (2001) película que también tuvo su acogida en los Oscar y que disfruté mucho en su momento. Aún te recuerdo maldito Richard (William Maphoter). También vi Little Secrets (2006), un drama un poco más telenovelero en donde Jackie Earle Haley brilló más que nunca como el pedófilo acosado por los vecinos. Sí, he pasado buenos momento cinematográficos gracias a Field. 

Field tiene formación como actor y músico, y en las películas que dirigió siempre valoré su capacidad de elegir casting y la creación de sus atmósferas. Dieciseis años después de Little Secrets, Field regresa con Tár. Field se tomó ese tiempo para ver sus hijos crecer (ternurita) y en medio de la pandemia escribió el guion en doce semanas.

En sus escenas iniciales Tár presenta a Lydia Tár (Cate Blanchett), una directora de orquesta considerada una genia de la música que tiene que montar lo que será la cumbre de su carrera: la Quinta Sinfonía de Mahler. Lydia es parte de la exclusiva lista EGOT, una lista de artistas que han ganado un Emmy, un Grammy, un Oscar y un Tony (Audrey Hepburn y hasta Whoopi Goldberg, por ejemplo). Por eso, en la apertura de su película, Field considera que tiene que dejar en claro la relevancia de la protagonista a través de una entrevista en la que un periodista resalta todos los atributos de Lydia y ella suelta un montón de texto sobre el ser y la nada. La escena bastante larga da paso a un ¿almuerzo? ¿cena? ¿café? que nuevamente apunta al lucimiento de Lydia y a que el perfil del personaje esté machacado. En esos momentos te preguntás ¿y la música? Ah, sí, inmediatamente viene otra escena didáctica en la que Lydia hace gala de toda su mala leche en un conversatorio en Julliard. Ahí mismito, Lydia y un alumnito se trenzan en una disputa sobre Bach, o, mejor dicho: vida personal del autor vs. trabajo. Un obvio contraste a lo largo de la película.

Pequeño querubín, el/la artista puede ser cabrón o cabrona…let it be

Field entonces comienza a exhibir las fallas de la “genio”, de la “gran artista”, de la tipa que todos admiran y adoran. Lydia es una gran música y una directora de orquesta sin comparación, pero también es una pareja infiel, déspota, una madre ausente, una colega traidora, una jefa abusiva, una tipa que usa su posición para enredarse con las jóvenes pupilas a las que promete cosas que nunca cumple. Lydia, en resumen, es una cabrona.

A partir de eso estamos ante algo ya visto muchas veces con personajes machirulos, solo que ahora la machirula es la blancona jailona lesbiana Lydia. No sé hasta qué punto la propuesta de Field se hunde por ese lugar común apuntando a que una mujer que tuvo sus luchas para abrirse paso en un mundo mayoritariamente masculino también tiene su lado oscuro o es simplemente la falta de brío para abordar su tema principal y todo el abanico que abre después: las relaciones transaccionales, la cultura de la cancelación, la conducta corporativa, las campañas de desprestigio virtual, el se es culpable hasta que se demuestre lo contrario.

Hay un puchero de muchas cosas que intenta dialogar con los problemas coyunturales. Hay espacio, también, para ese contenido subido al #metoo en el que dentro de la misma película el foco está centrado en el machirulo o machirula de turno, y las voces que cuestionan o denuncian sus juegos de poder son silenciadas por la película misma, en este caso: la esposa, la asistenta, las chicas que denuncian, la chica que se suicidó, son apenas sombras. Esta es una decisión de dirección, la película se llama Tár y es obviamente desde la perspectiva de Lydia, de hecho, nunca la abandonaremos en ningún plano. Aún así ¿en la película es el guionista/director el que silencia esa contraparte o es Lydia? Lo dejo ahí, en el tintero. El resto de sus personajes-sombras son unidimensionales, habitan un mundo con el que es difícil conectarse emocionalmente. Ni siquiera la escena que quiebra un poco la monotonía del guion consigue sacudir esa pesadez que Field ha impuesto en Tár. La escena es anti-climática y lejos del perfil del personaje, nuevamente la manipulación del guionista/director se hace presente.

Soy una cojuda, pero sufro…

La actuación de Blanchett consigue que la película salga de un pozo en el que seguro caería sin ella, Tár también cuenta con un gran diseño de producción, una fotografía impactante de Florian Hoffmeister y una partitura visceral de la ganadora del Oscar Hildur Gudnadottir que colaboran en la construcción de ese mundo que evoca, pero no es suficiente.

Una lectura audaz podría plantear que todo está en la cabeza de Lydia. Hay momentos que insinúan un quiebre mental, y algunas escenas absolutamente inexplicables por no decir tontas como la del peluche o la intrusión de Lydia dentro de un teatro vestida de directora de orquesta delante de todos sin que nadie la detenga, encontrarían en el remanido quiebre mental un asidero que podría ser una salida ingeniosa del guion. Sin embargo, gente, conociendo la filmografía de Field y habiendo leído entrevistas suyas sobre su proceso creativo y sus intenciones, más parecen cosas vagas e imprecisas puestas a dedo para generar múltiples lecturas. Válido también.

El final me hizo pensar un poco en cómo terminó Val Kilmer (documental reseñado ACÁ) Ese actor que siempre despreció a actores empíricos porque él había estudiado arte dramático en Julliard. Ese actor que fue una patada en los huevos y ovarios de mucha gente en los rodajes. Ese actor que pensó que se iba a comer el mundo y terminó asistiendo a exhibiciones de sus películas más comerciales  y firmando autógrafos para los nostálgicos de los 90s. Es la caída de las estrellas, con todo lo que eso conlleva. Y aunque el tema termina siendo duro y triste, hay cierta cosa fría, plana que hace que ni bien salís del cine conversés sobre Tár o reflexionés sobre esa relación de expectativa recompensa de las obras de arte que plantea Lydia al inicio del filme, y luego te alejés de su elegante y sofisticada puesta, de su catarata de frases hechas y del periplo ego-maniaco de su protagonista.

Seguramente conmoverá por alguna arista con la que el público pueda sentirse cautivado ya sea la obsesión del artista, el amor o su ausencia, la dicotomía de lo clásico y lo moderno, lo triste que es dejar de ser relevante, o usted escoja, acaricia tantas cosas al mismo tiempo que puede encontrar un público específico aún siendo una película poco comercial o no muy lúcida en el apartado más autoral. Sea lo que sea, después de la temporada de premios hará silencio, así como cuando el/la director/a de orquesta baja la batuta en la nota final.

Lo mejor: Buen diseño de producción y una Cate Blanchett que siempre brilla La escena: el rifirrafe sobre Bach  Lo más falsete: lo del peluche, lo de la intrusión en el teatro, incluso si es todo parte de un quiebre mental, es bastante ramplón  El mensaje manifiesto: Lo que sube baja El mensaje latente: Hay maneras elegantes de caer El consejo: Igual mirala, si se compara con la media de producciones netflixeras es pues una obra de arte El personaje entrañable: la pobre Petra, que la usan en la sinopsis y está ahí de adorno El personaje emputante: Lydia, qué sujeta más desagradable! El agradecimiento: por el casting. Sabés elegir casting, Field. 

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