LOST IN CONTEMPLATION OF WORLD

CINE ARGENTINO: Planta Permanente

Por: Mónica Heinrich V.

El cine de Ezequiel Radusky siempre es interesante. En su ópera prima titulada Los Dueños (2013, codirigida con Agustín Toscano) hizo la gran Parasite y nos contó una historia en la que los empleados de una gran casona en las afueras de Buenos Aires aprovechaban las comodidades del lugar en la ausencia de los patrones. Dicho así, podría parecer que Radusky quiere sopapearnos con una feroz crítica a la jerarquización de las clases sociales tiñendo de un halo victimista a aquellos que siempre están en la parte baja del escalofón de la vida, pero oh, sorpresa, Radusky encuentra matices.  Esos matices están tanto en su ópera prima como en su segunda película, y primera en solitario, Planta Permanente (2019).

En Planta Permanente, Lila (Liliana Juárez) y Marcela (Rosario Bléfari) son dos amigas y comadres que trabajan hace décadas como empleadas de limpieza en un edificio estatal (el Ministerio de Obras Públicas). La película arranca con un cambio de gestión y la llegada de una nueva directora (Verónica Perrota). Una tipa que lanza un discurso típico de político que anuncia un cambio con su gestión o, por lo menos, que finge serlo, y que asegura que nadie será despedido y que trabajará para mejorar la situación de todos. Ya sabemos que cuando un político emite tales declaraciones, lo más probable es que suceda exactamente lo contrario.

El edificio estatal que sirve para desarrollar la historia se convierte en otro personaje. Las escenas construidas en sus pasillos o habitaciones lo muestran sin un buen mantenimiento, con dependencias abandonadas a su suerte, con palomas anidando y gatos callejeros. Los funcionarios entran y salen con un roce social aburrido y mecánico. Un reflejo más de cómo se maneja el aparato público y la decadencia del Estado como ente regulador.

Lila y Marcela, mucho antes de la llegada de la nueva directora, montaron un comedor para los funcionarios en un espacio deshabitado del edificio en el que se acumulaban objetos desechados. Lo hicieron a merced del poco control y en la falta de entendimiento o nomeimportismo de los límites que como empleadas podrían cruzar o no. Cocinan y dan de comer a todo aquel que se anote y se ganan unos quintos extras. Es evidente que la nueva directora tendrá que ser informada de este hecho irregular y así lo hacen, le cuentan y le piden permiso. La directora pone cara de incredulidad y espanto ante ese emprendimiento culinario mientras pregunta: “¿Cómo es que puede existir un lugar así?”…

El mayor logro de Radusky (que también es el guionista) está en que no convierte su historia en una lucha entre buenos y malos. Del enfoque global de la película hacia un sistema corrupto hace un primer plano a las miserias personales de los personajes. Porque en la sociedad todos podemos ser muy miserables, existe pues una democratización de la miseria.

Las que en un principio se llevan las simpatías del espectador, Lila y Marcela, las amigas, las comadres, se ven enfrentadas por mantener un statu quo al cual ya estaban acostumbradas, al cual todo el edificio estaba acostumbrado.

Radusky cuenta su historia de una manera semi-documental, la cámara de Lucio Bonelli, el director de fotografía, muestra con tono laberíntico las locaciones, los pasillos estatales que son también el lugar ideal en el que un grupo de gente otrora unida en la rutina comienza a romper su unidad por los cambios de gestión. Ah, nada como el funcionario acomodaticio que desea mantener su pega ante una inminente masacre blanca.

Planta Permanente se desarrolla bajo un necesario humor negro porque de ser abordada solo como drama social sería bastante desoladora. Destaca la dupla de actrices que sostienen la película a punta de momentos llenos de credibilidad. Esta película es también el último trabajo de Rosario Bléfari que interpreta a Marcela, la actriz y cantante murió de cáncer este año con apenas 55 años. Junto con Liliana Juárez logran hacernos creer el vínculo de comadres, de amigas de años, de empleadas de limpieza que tratan de salir de ese camino en línea recta que es su futuro.

Como contraparte, sí, hay un evidente rechazo a la buracracia estatal (Radusky fue empleado estatal muchos años) y algunas secuencias pueden ser lugar común debido a lo familiar que suenan, también el último tramo de la película tiende a ser más discursivo y a tratar de poner en pantalla de manera demasiado evidente la rabia de una Argentina que ha sido orillada al abismo. Esos puntos serán algo decepcionantes para un espectador que espere más de este relato en el que Radusky no quiere entregar nada más ni nada menos de lo que entrega.

Cuando se acerca el final lo ves venir como el rocío de la mañana, sabés exactamente lo que va a pasar ¿podríamos acusar a Radusky de predecible o de realista? No lo sé.  Lo cierto es que tanto en la ficción como en la vida real, los amigos del poder son siempre los que terminan ganando.

Lo mejor: su tono documental, la idea, y la miseria vista con una mirada amplia Lo peor: se pone lugar común, y bastante discursiva al final  Lo más falsete: algunas situaciones creadas solo para ponerle picante al relato El mensaje manifiesto: el sistema está muerto por dentro El mensaje latente: hay muchos zombies dentro del sistema La escena: cuando aparece el negocio paralelo  El personaje entrañable: las ganas de romper el statu quo El personaje emputante: los políticos  El agradecimiento: por el humor.

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2 Comentarios

  1. Gracias por el comentario Monica que la pelicula promete (por mas discursivito que sea el final) como buen ejemplar del alto nivel del cine argentino al que estamos acostumbrados

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