CINE: Everything everywhere all at once (Todo en todas partes al mismo tiempo)
Por: Mónica Heinrich V.
Un día, la vida me agarró mal parqueada y caí de golpe y porrazo ante Swiss Army Man (2016). Un tal Hank (hermoso Paul Dano) estaba solo en una isla hasta que llegaba flotando el cadáver de otro tipo interpretado por Harry Potter (Daniel Radcliffe). Hasta ahí, todo bien. Puedo navegar en esas inciertas aguas. Era una revisión a la relación entre el personaje de Tom Hanks y Wilson en El Naúfrago (digamos). Cuando el cadáver se tira pedos y esos pedos son usados como fuerza propulsora para salir de la isla y su bruta erecta sirve de brújula y hay una escena en la que ambos personajes terminan besándose y luego suceden muchas y más locas cosas, mi mente entendió que todo era una breve mascarada. Busqué frenéticamente quién era el padre o madre de ese engendro y aparecieron ellos: los Daniels. Daniel Kwan y Daniel Scheinert. Ya en esas épocas la película fue rotulada como una oda a la amistad, al amor, a superar tus inseguridades, solo faltó que dijeran que era una casi metáfora de El Cerdo que quería ser jamón de Baggini. Alguien páseme un Alikal, por favor o inyécteme diazepam a vena.
Otro día, la vida me volvió a agarrar mal parqueada y caí de golpe y porrazo ante La muerte de Dick Long (2019), película austera con muy buena fotografía en la que un grupo de amigos ociosos, marihuanos y borrachines se cogía en secreto y durante años a un caballo. Eso hasta que uno de ellos terminaba muerto después de un encuentro sexual un poco “movidito” con el pobre equino. Nótese el «juego» de palabras del título de la película: Dick Long: Pene largo… Sí, gente. Está chequeado. Encima la película la contaban con tono trascendente, humor negro y aspavientos de cine de autor. Y adivinen qué, el director y guionista era uno de los Daniels, el flaquito, el que menos habla: Daniel Scheinert.
Ahí ya vi un patrón o una maña o un vicio. Estamos hablando de gente que sabe filmar. Indiscutiblemente. Que tiene buenos contactos. Que está en la industria, ya que además son conocidos por haber trabajado en un montón de videoclips y publicidades. Y cuyo trabajo es, no importa cuánto crezcan, infantil, inmaduro, por ratos súper cursi, disparando mensajitos a la conciencia, apoyado en los gags escatológicos que funcionan muy bien en un público que está atiborrado de TikToks y que extraña Jackass.
Otra muestra de la ondita de los Daniels es su corto Interesting Ball (busquen esa huevada en youtube), atención al minuto 2:27 en donde el Daniel asiático engulle a través de su culo al otro Daniel.
Bichitos de luz, la escena condensa el cine, las intenciones y el estilismo de los Daniels.
Este año, su más reciente película Todo en todas partes y al mismo tiempo ha arrasado en premios y nominaciones del mundillo del cine. Ha cosechado legión de admiradores que ven en este trabajo un rapto creativo, una muestra del cine dentro del cine, una película que derrama originalidad, y unos directores atrevidos y geniales. Querubines del señor, para mí: Si Matrix (1999), Saving Face (2014), Mr. Nobody (2009) y el libro Cómo no ser una drama mamá (2012) de Maya Ascunce tuvieran un hijo sería esta película. Es más, el cine asiático clase B está repleto de esperpentos similares.
Evelyn (Michelle Yeoh) una inmigrante china, está pasando por una crisis en la gran Norteamérica: su marido, al que no respeta, le está por pedir el divorcio, su negocio (una lavandería) tiene deudas y un grave problema impositivo, su hija es lesbiana (Oooooooh, por Diosssss) y para más inri está en pareja con una gringa, su padre está postrado en una silla de ruedas y la juzga constantemente. En general, el mundo que la rodea está colapsando a su alrededor. Se dice facilito, pero los Daniels fieles a sus ganas de mostrarse “irreverentes” deciden contarlo por el camino de la sobrecarga sensorial, del tunchi tunchi efectista.
Cuando Evelyn acude a solucionar su problema impositivo, su esposo Waymond (Ke Huy Quan) es poseído por otra versión de sí mismo que le informa que ella es la Evelyn (de un montón de Evelyns) destinada a salvar las existencias de todos, la Evelyn que tendrá que enfrentarse a una gran villana. Neo all over again. Aunque claro, nada es real y todo es real.
Volvamos a la escena del culo de un Daniel tragándose al otro Daniel. Los Daniels parecen pensar que tienen que inventar constantemente mecanismos que generen sorpresa visual en el espectador. En el 90% de los casos esta sorpresita tiene nula relación con la narrativa. Sucede porque sí, porque a los Daniels se les cantan los huevos: Hagamos que luche con un par de penes de plástico. Hagamos que tengan dedos en forma de salchicha. Hagamos que exista un mapache simulando a Ratatouille con un chef de cocina. Hagamos que dos piedras hablen. Hagamos que…
Esta ruptura en la forma se sustenta en la excusa de los saltos a los distintos universos y la infinidad de posibilidades que la vida de Evelyn tendría. Hola, Sliding Doors (1998). La incoherencia está en todas partes, al mismo tiempo. Sin embargo, está escondida en una edición vertiginosa y amparada en la licencia de la ciencia ficción o el cine fantástico, de tal manera que las dos horas y media transcurren de salto en salto, de sketch en sketch, bajo una idea más bien simplona y manipuladora: La vida puede ser muy jodida, todo se puede venir abajo, pero lo importante es la familia y querernos/aceptarnos como somos.
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El “rapto creativo” de los Daniels consiste en hacer un collage, homenaje, guiño, easters eggs, llámelo como mejor lo haga sentir consigo mismo, de otras películas más originales. Su cine es así y seguirá siendo así. La irreverencia, audacia, locura de los Daniels esconde el mensaje conserva pro familia y sueño americano de siempre. La Evelyn de los Daniels no dejará la vida de mierda que lleva. Todos demandan algo de Evelyn, su padre: una hija a la medida de sus expectativas, el marido: una compañera, la hija: una madre contenedora y compresiva. Y Evelyn, al final, será igual al personaje de Meryl Streep en Los Puentes de Madison. Un estoicismo que vende y anula realidades posibles, universos paralelos que sí existen.
Así que esta «irreverencia» termina siendo la anestesia a la que nos tiene acostumbrados el cine convencional.
¿Hay algo que consiga hacernos creer que el Bagel no debería succionar todo de una maldita vez? ¿He dicho que los Daniels filman bien? Sí. El oficio lo tienen. Son profesionales que se preocupan por su dirección de arte y en cada trabajo podés sentir sus miradas a nivel composición de imágenes y propuestas de escenas. A nivel visual saben lo que quieren, aunque uno puede compartir o no su amor por el exceso. Tuvieron, también, el tino de elegir un gran casting. Nadie desafina o desentona (a excepción de los que interpretaron su canción empalagosa en los Oscar) y hay que reconocer el entusiasmo de Michelle Yeoh, Ke Huy Quan y de Jamie Lee Curtis para un proyecto que estoy segura nunca pensaron que llegaría tan lejos. Puedo rescatar, también, su habilidad de distribución, cuando la vi por primera vez (la terminé viendo dos veces por acompañar a otra incauta) me dije “Estos deben tener muy buenos contactos y debieron gastar varios quintos lobbyseando semejante película” porque no olvidemos que las nominaciones y premios responden a canastones, pasajes, regalos, llamadas, y sobamientos de espalda a las personas adecuadas.
El acalorado debate sobre si este cine “comercial” es entretenido y eso hace que valga la pena verla y premiarla, podría generar que regueros de sangre corran en este y en otros universos. No me corresponde responder a los que opinan que anoche “ganó el cine”, eso es asunto de cada quien y de cada cual. El carnaval del mundo engaña tanto.
Los Oscar, cada vez más devaluados, han premiado a esta película como lo Mejor del Año…en una noche que muy bien podría ser parte de la filmografía de los Daniels. Una noche aburrida, afectada, llena de los oropeles que la caracterizan, que parece un loop de otras noches. Unos premios deslucidos en los que también destacó una película antibélica de fórmula que ya hemos visto muchas, muchas veces en otras películas mejores, un documental que rescató a un personaje que relacionó a los musulmanes con cucarachas e hizo un video en el que comparó a los inmigrantes con caries a las que había que eliminar. Todo parece un gran chiste y…adivinen qué… lo es.
Lo mejor: El chancho Lo peor: que el chancho aparece muy poco La escena: cuando el chancho sale Lo más falsete: que no le dieran más uso al chancho El mensaje manifiesto: Al peor chancho, la mejor bellota El mensaje latente: un chancho que no vuela es solo un chancho El consejo: hay que alimentar bien al chancho para tener buen tocino El personaje entrañable: el chancho El personaje emputante: todos los que no eran el chancho El agradecimiento: por el chancho.