LOST IN CONTEMPLATION OF WORLD

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CINE ISRAELÍ: Foxtrot

Por: Mónica Heinrich V.

“No importa donde vayas, siempre volverás al mismo punto donde empezaste”: parece una frase de libro de auto-ayuda, de reflexión sobre la existencia, del ir y venir tonto y pandémico del ser humano, pero el director Samuel Maoz está describiendo el foxtrot como baile y, también, como una metáfora del sinsentido de la guerra.

En una maravillosa secuencia de inicio, Michael Feldman (Lior Ashkenazi) y Dafna Feldmann (Sarah Adler) reciben una terrible noticia: su hijo, Jonathan (Yonathan Shiray), ha muerto en pleno servicio militar. Las circunstancias de su muerte no son explicadas, pero la comitiva que representa al aparato militar cumple a cabalidad con el protocolo estándar para informar a la familia del soldado caído y acompañarla en sus gestiones del funeral.

La película israelí Foxtrot comienza así su primer bloque. Porque Foxtrot está divida en tres partes, en tres miradas. La primera la tenemos dedicada a Michael, a cómo encaja la noticia de la muerte de su hijo, y qué hay detrás de este hombre mayor, ese pasado y presente que tienen el aroma de la muerte; en la segunda parte, la cámara nos muestra la vida de Jonathan como soldado: olvidado en un puestito de control, una especie de checkpoint fronterizo, donde junto a otros tres jóvenes pasan los días. “Nos estamos hundiendo”, dice uno de ellos cuando el container en el que duermen comienza a inclinarse hacia un costado en el barro; finalmente, la tercera parte está dedicada a Dafna, la mamá, la que cierra la historia sin olvido ni perdón.

Tenemos que decir que Maoz es, antes que director de cine, un ex militar. A sus 20 años era uno de los tiradores de los primeros tanques que entraron al Líbano, y, de hecho, su primera película se llama Líbano en alusión a la triste Guerra del Líbano. Amig@s, ví Líbano en una de esas tantas veces que maratoneé películas en carnaval. La experiencia fue extraña aunque aún la recuerdo. Unos soldaditos dentro de un tanque esperando la muerte.

Entonces, las experiencias de Maoz en la guerra no son ficción. Este es un hombre que ha matado y ha visto matar y morir. Por eso, lo que más funciona de Foxtrot es su sensibilidad para describir tareas rutinarias y boludas de un soldado en servicio. Lo inútil que parece. El protocolo militar también inútil y carente de empatía real con el “soldado caído”. Las familias que sufren pérdidas siempre absurdas.

Maoz ha vivido lo que cuenta y sabe contarlo. El guion escrito por él mismo ofrece distancia y sequedad en su primer bloque, puede que en el segundo, al ser el mundo de Jonathan, la narrativa se vuelve más onírica, y hay algunos diálogos o textos más cursis y discursivos. Cuando volvemos al último bloque, con Dafna, el tono regresa a la sutileza inicial, aunque ahora el dolor es el gran protagonista.

Hay dos grandes momentos en la película, uno cuando el joven Jonathan baila ensimismado con su fusil una rutina de foxtrot en medio del desierto y otra, cuando en su puesto fronterizo un grupo de palestinos desarmados es baleado por accidente, siendo el hecho encubierto por las autoridades de turno.

La escena de los palestinos, bastante audaz para un director israelí, hizo que el gobierno de Israel pusiera el grito en el cielo y que la Ministra de Cultura Miri Regev saliera rápido a decir públicamente que las Fuerzas de Defensa de Israel eran «el ejército más moral del mundo» …Ajá…el chiste o la tragedia, se cuenta solo. Miri Regev no sabe que Maoz no vivió lo que vivió a sus 20 años para venir a contarnos mentiras.

Maoz, sin embargo, no se regodea en lo que significa la escena en el contexto del conflicto palestino-israelí, al contrario, para Maoz es una muestra más de lo que es la guerra a secas.

Foxtrot ha sido descrita por su director como un rompecabezas filosófico, y logra su cometido en gran parte de su metraje, el problema es que el cine episódico es bastante difícil de manejar. La película sufre en ese aspecto, cambia de tono en sus tres episodios y a ratos es difícil concebirla como una unidad, aunque tiene momentos brillantes que cubren sus debilidades menos evidentes.

Sí, es cierto que los puntos de giro mantienen nuestra atención, pero el final se acerca predecible a un espectador que lleva casi dos horas yendo hacia muchos lados y volviendo al punto inicial, como el baile.

Igual, no cabe duda que Foxtrot es ambiciosa, tiene una alta dosis de atractivo en ese desierto estéril, fangoso e inhóspito. Nunca más veremos a un soldado israelí bailar abrazando a su fusil, mientras una rubia americanísima de fondo sonríe sosteniendo un helado multicolor en sus manos. Ese es el contraste, es la vida y la muerte.

Maoz que ha matado y ha visto morir…sabe que la guerra, es la guerra nomás.

Lo mejor: un par de secuencias inolvidables Lo peor: la secuencia del medio es la más flojita  Lo más falsete: las partes más oníricas o cursis El mensaje   manifiesto: la guerra todo lo destruye El mensaje latente: la guerra es siempre una gran mentira La escena: la del baile con el fusil El personaje entrañable: los chicos que iban en el auto El personaje emputante: la guerra  El agradecimiento: cuando las guerras terminan.

CINE ITALIANO: Martin Eden

Por: Mónica Heinrich V.

Qué experiencia más singular es Martin Eden. El segundo largometraje de Pietro Marcello cala hondo y puede dividir las aguas como Moisés al mar Rojo.

Hablemos primero sobre que esta película italiana adapta la novela autobiográfica y homónima de Jack London, hablemos también de la literatura de London, hablemos de su gran cuento Encender un fuego, hablemos de su otro enorme cuento, Un buen bistec, hablemos de cómo esos relatos viscerales contrastan con sus relatos más aventureros como Colmillo Blanco o Jerry, de las islas, hablemos de Spencer, de la burguesía, del individualismo, del socialismo, de los bastardos, de los perros y de los pobres. Hablemos de Martin Eden.

Martin (Luca Marinelli) es un marinero sin educación que por casualidades de la vida defiende de una golpiza a un joven desconocido en el puerto. El joven resulta ser miembro de una acaudalada familia, y en muestra de agradecimiento por su intervención, la familia abre sus puertas y brazos a Martin. Una bella y blonda Elena (Jessica Cressy) entra en escena. Elena es hermana del salvado. Martin se deslumbra por todo, por la mansión a la que lo invitan, por la elegancia de lo que ve y, sobre todo, por Elena, a la que empieza a amar. Es así que decide estudiar y ser escritor, para acceder a esa vida que le ha sido negada en origen.

Esa sería la sinopsis inicial tanto en la novela como en la película, solo que, en el libro, en lugar de estar en Italia estamos en USA y la joven acaudalada se llama Ruth. En el libro, queda claro desde el principio que, aunque la joven es receptiva a los avances amorosos de Martin, la brecha social es insalvable.

Para London y para Marcello, el discurso ideológico de Martin Eden no es otro que el de la necesidad de vencer al individualismo, de ver al colectivo social como algo por lo cual luchar, algo que hay que defender. London dijo con pesar que su obra no fue bien interpretada por los críticos de su época, y Marcello presenta a su antihéroe como un traidor a su origen. El hartazgo posterior de Eden no es sino el paralelismo de otra gran frase que lanza en la película: el saciado no cree en el ayuno.

No cabe duda que es un libro complejo de llevar a la pantalla. En su versión literaria, todo este proceso autodidacta de formación de Eden es muy meticuloso, los tópicos son más específicos, sus fracasos más notorios, en la película si bien se construye el periplo de Martin como un camino muy cuesta arriba, se tienen que condensar tiempos para que el espectador no se aburra de ver una y otra vez las puertas cerrarse en la nariz de nuestro personaje principal.

La adaptación cinematográfica, el traspaso de novela a guion, llevado a cabo por Maurizio Braucci y el mismo Petro Marcello, ha sido desafiante, porque tiene que respetar la esencia de London, pero al mismo tiempo imbuir a su historia vintage algo de actualidad.

Una decisión de Marcello, que puede no ser muy bien entendida, es cómo toma los pasajes más oníricos de los pensamientos de Eden para trasladarlos al lenguaje cinematográfico en cápsulas estilo documental. Algunas son imágenes de archivo de eventos llamativos como la revolución del 1 de mayo de 1886, otras son cápsulas ficcionadas de lo que Eden escribe. Este contexto-fuera-de-contexto puede verse como una paja pretenciosa de cineasta pretencioso, y lo es, pero dentro de su pretensión por momentos alcanza lugares interesantes.

De igual manera, Marcello acompaña la inocencia de Martin con canciones pops cursis italianas, y con textos cursis de los que luego el mismo personaje se burlará al final, es otra cualidad/defecto de Marcello. Tendremos la tentación de abandonar la película que al inicio se percibe un poco fuera de tono ¡hay que aguantar! Marcello irá poniendo en pantalla el desarrollo de su personaje, y si al principio lo rodea de cierta cosa cursi, al final lo acompañará con un piano lúgubre que hace eco de su asco por la vida.

Sí, la novela de London fue escrita por partes entre 1908 y 1909. Sí, London escribió un par de veces acerca del suicidio, y su muerte sigue siendo un misterio en cuanto a si tomó o no su propia vida. Sí, el texto de London, por tanto, es lleno de frases rimbombantes, de reflexiones auto conscientes, de ideas condescendientes con las nociones más básicas sobre socialismo, burguesía, o individualismo. Estas diatribas sobre la sociedad y las desigualdades pueden sonar a sermón social, porque son más que un comentario social, y ya dependerá del espectador si acepta la propuesta.

La formación teatral de Luca Marinelli como Martin le pasa factura en algunas escenas en las que parece actuando más para una platea que para una cámara de cine. Hay mucho grito y cosa pasada de rosca, la elipsis temporal de su vida de marinero ignorado por los editores a fenómeno de la literatura de su época apenas se construye. Si estuviste atento, y más aún si conocés la literatura de London, sabrás el final con mucha anticipación. Ese final anticipado no deja de ser triste, y Marcello lo soluciona con una hermosa toma. Quizás la toma estéticamente más linda de toda la película.

Mientras tanto, cuando su última película concluye, te queda bailando en tus oídos una frase que solo está en la película: “Los pobres tienen derecho a tener un perro. En su lugar podrían tener ratas: sirven igual y están exentas de impuestos. Viven apretados en cuartos con sus costosos bastardos. ¿Por qué no juegan con las moscas? ¿No son animales de compañía? Y hay que pagar el ayuntamiento. Hay que ponerle fin a esto o acabarán comprándose ballenas. Hay que tomar una decisión: Matar a los perros. ¿No es una buena idea? Y el próximo emprendimiento: matar a los pobres”.

Martin Eden puede gustar o no gustar, su imposición ideológica es muy marcada, pero en este caso en particular es tan a propósito que más parece un sello personal, y no cabe duda que Pietro Marcello tiene un estilo y una forma de hacer cine que hay que seguir para ver hacia dónde más nos llevará en sus próximos trabajos.

Empieza la guerra, dice casi al final otro de los personajes. Martin Eden está sentado en la playa con la mirada pérdida, y nunca sabemos qué guerra ha empezado, solo sabemos que empezó.

Lo mejor: una experiencia singular con momentos intensos Lo peor: las partes «disonantes» o que pueden hacer que el espectador abandone la película  Lo más falsete: la elipsis es un poco torpe y hay, a ratos, demasiado histrionismo El mensaje   manifiesto: todo es efímero El mensaje latente: hay gente que pierde la costumbre de vivir La escena: la del discurso de matemos a los perros, matemos a los pobres El personaje entrañable: el sangriento ocaso sobre el mar El personaje emputante: el hastío  El agradecimiento: porque toca. 

 

CINE: The killing of two lovers

Por: Mónica Heinrich V.

El amor se acaba, cantaba hace años José José, y sí, el amor se acaba o muere. Y no está mal que pase, pero hay que saber lidiar con el cadáver apestoso que queda después.

The Killing of two lovers es la historia de David (Clayne Crawford) y Nikki (Arri Graham), una joven pareja.

La escena inicial de la película es perturbadora, David con un revólver en la mano apunta a Nikki, que duerme acompañada de otro hombre en la que fue su cama matrimonial.

El director y guionista, Robert Machoian, elige a David como el vehículo al cual nos subimos para transitar esta historia. David, el papá de cuatro hijos que producto de la separación se muda con su padre viejo y enfermo. David, que no sabe qué ha pasado, que no entiende las decisiones de Nikki y que acepta cualquier condición que ella impone tratando de salvar su matrimonio. David, que maneja muy mal el vínculo roto, y que tiene ideas y actitudes violentas cuando supone que ese vínculo nunca se va a recomponer. David.

La película maneja una tensión constante gracias a su premonitorio título. Machoian se nutre de escenas sencillas e íntimas para construir el universo familiar que David no quiere perder. La escena en el parque con los cohetes y los niños destila belleza y nostalgia. Los tiempos son precisos en esta pequeña película sobre el amor, la familia y la imposibilidad de aceptar cambios.

En la otra esquina, tenemos a Nikki, nunca sabremos qué impulsa a Nikki a “repensar” la relación. Intuimos que está cansada, que se imagina que existe otra vida fuera de David, que se casó muy joven, que está creciendo laboralmente, que no vivió ni experimentó lo que una chica de su edad… sí, que en resumen puede ver un futuro sin su marido. Sentires muy válidos, el problema está en la falta de transparencia.

La película aborda muy bien cómo el ser humano se empantana. O sea, si querés terminar con alguien, hacelo bien, no con dobles mensajes ni faltándole el respeto a alguien que pasó años a tu lado. David, ya totalmente quebrado, en algún momento le dice a Nikki, “tenés que dejarme ir, si no te duele la mitad que a mí, tenés que dejarme ir porque yo pienso en esto todo el puto día”. Hay ya cierta desesperación que es gatillada por el discurso constante de ella de: “estamos viendo qué pasa”, mientras ya tiene un nuevo amante.

Por otro lado, David parece no captar a Nikki y no darse cuenta que sus acciones dicen más que su palabras, que  ella ya fue y que, además, está en todo su derecho. Me daban ganas de meterme a la película y tatuarle en el brazo un #Amigodatecuenta para que lo vea todas las mañanas.

Cuando se introduce el personaje de Chris Coy como el pretendiente de Nikki, la película se hunde hasta los cabellos en el fangoso escenario que ha construido de a poco, ese en el que todo puede pasar, ese que no queremos ver, pero que estamos esperando.

En medio sufren los cuatro niños que procrearon cuando aún se amaban, cuando aún tenían planes juntos. Uno viendo desde afuera se pregunta por qué gente que alguna vez se quiso se puede hacer tanto daño.

Aunque la película tiene un tempo precioso en cuanto a climas y no duda en ponerse fría y sórdida en momentos claves, el personaje de David bordea peligrosamente al feminicida. Porque uno puede empatizar con él viendo cómo Nikki le marea la perdiz todo el tiempo, o entender que no es justo, ético o moral que después de una vida compartida no tengás consideración por tu ex pareja, pero cuando David va un poquito más allá de la toxicidad y entra en lo psicopático (escena del cuarto y él apuntando a la pareja que duerme) la película no se da cuenta o finge que no es un problema de David y de nadie más. Una cosa es que Nikki sea egoísta o insensible, y otra que David no tenga la madurez o sanidad mental para seguir adelante, porque al fin y al cabo la vida es eso, adaptarnos a los golpes y las bajezas que se presentan en el camino.

No pude dejar de notar que hay menos simpatía por Nikki, joven y madre de cuatro hijos, bregando con los niños, con el intenso de David y con el loquito que se consigue como nueva pareja. Para el mismo Machoian, parece ser difícil entender a su personaje femenino o, tal vez, en realidad la tragedia sea esa: una pesada estructura familiar que te frena a salir de ella por más que deseés hacerlo. Porque no solo es Nikki la que termina sucumbiendo a esa estructura, la parálisis de David ante la situación es también producto de esa visión cuadrada de: vida «completa» únicamente posible con una familia convencional.

Ya hablando de temas técnicos, me pareció innecesario el machacón efecto de sonido para remarcar lo turbio de algunas secuencias, era como un sonido de puerta de auto que se azota al cerrarse o como un ajuste de gatillo de pistola, si ya tenés una película íntima y muy austera en cuanto a diálogos y primeros planos, basta con el capricho de comprimir la relación de aspecto a 4:3 para remarcar el drama que burbujea en cada fotograma.

No quiero hablar del final, porque es bastante debatible, es un final muy “seguro”, pero como lo mencioné antes puede ser un final trágico aunque no lo parezca a simple vista. De todas formas, el director y guionista consigue que pases casi hora y media entre la fatiga y la tristeza por lo que tus ojitos ven en pantalla. 

Casi al inicio de la película, David le preguntó a una de sus clientas sobre si tuvo un buen matrimonio, la anciana dio entender que tuvo sus altas y sus bajas, pero lo más importante que dijo y que se aplica a cualquier relación afectiva fue “una relación es más que el amor, es el respeto por el amor”. 

Bien dicho, señora Staples.

Lo mejor: tema complejo, película muy bien actuada y con una dirección que augura buenas cosas en el futuro Lo peor: la película siente más empatía por su personaje David que llega a tener actitudes hiper tóxicas que bordean al feminicida  Lo más falsete: lo que sucede con el amante de Nikki cuando tienen la discusión afuera de la casa El mensaje   manifiesto: Porque el sentimiento es humo Y ceniza la palabra El amor acaba El mensaje latente: si se acaba, siempre hay que tener respeto por lo que una vez existió La escena: la del parque y los cohetes, y la discusión donde yo también empecé a gritarle a la pantalla: NO ES TU ASUNTO, PENDEJO El personaje entrañable: los niños, que siempre pagan el pato por los adultos El personaje emputante: Los adultos haciendo huevadas  El agradecimiento: por los momentos que funcionan. 

TELEVISIÓN: Friends: The Reunion

Por: Mónica Heinrich V.

Tengo sentimientos encontrados con las reuniones, los reboots, los refritos, los reencuentros, el regreso a cosas que pasaron hace quichicientos años.

No quiero ver a los New Kids on the Block cincuentones cantando Step by Step y haciendo la mismita coreografía que cuando tenían 20 años. Córtenme el cable y el wify.

Me duele ver a Luis Miguel cantando botoxeado La chica del bikini azul. Extráiganme las pupilas y tímpanos.

Pero la gente es cojuda. No sé quién dijo que: El pasado es la única cosa muerta cuyo aroma es dulce y así, por cojuda y oledora de cosas dulces, me he visto todas las reuniones, los reboots, refritos, reencuentros: Fuller House (R.I.P. Cometa y Cosmo), Beverly Hills 90210 (R.I.P. Luke Perry), Gilmore Girls (R.I.P. Edward Hermann), Saved by the bell (R.I.P. Dustin Diamond), Will & Grace (R.I.P. Shelley Morrison), El príncipe del Rap (R.I.P. James Avery) etc.. Y, para rematar, no sé cómo (digamos) un año antes de la pandemia terminé en un concierto de Luis Miguel cantando a grito pelado La chica del bikini azul (R.I.P. Micky de los 90s).

Los caminos del señor son misteriosos.

Y esos misteriosos caminos nos llevaron a la reunión de Friends.

He leído a mucho hater pandémico quejándose de esta reunión con argumentos como: Yo nunca la vi, es una serie de mierda, gente grande haciendo burreras, el discursoheteronormativoblancoprivilegiadopatriacal de siempre, apenas soporté un episodio.

(espacio para chorrear comprensión y empatía como la fuente de agua del Parque Urbano)

Querid@ lector@ que nunca vio Friends, que piensa que es una mierda, que no soportó un episodio, que afirma que son adultos haciendo burreras, que solo vio el discursoheteronormativoblancoprivilegiadopatriacal de siempre, odio reventar la acogedora burbuja en la que vivís, pero te cuento que esta reunión, este reencuentro, no fue hecho pensando en vos.

REPITIENDO: No es pa vos, choquit@.

Esta reunión es, primero, un fan-service. Es para los que vimos Friends, para los que sabemos que Joey no comparte comida, para los que colgaríamos a Glynnis y a Gladys en nuestra sala, para los que descubrimos que Yemen sería un destino inmediato en caso de una ruptura, para los que nunca nos comeríamos el sándwich de Ross.

Esta reunión es, segundo, una publicidad descarada para HBO Max que estrena plataforma a finales de junio y su adquisición de los derechos de la serie, porque claro, hay que seguir vendiendo la pomada a las nuevas generaciones.

Hmmm. Capaz que, en realidad, sea más lo segundo que lo primero.

(Insertar sonido de caja registradora)

Aclarado ese punto, es justo y necesario sumergirnos en Friends: La Reunión. Esto será largo, pajero, redundante, podría llenar páginas y páginas sobre mis impresiones, pero no quiero torturar a nadie (Hola, Justin Bieber vestido de vacuna rusa).

Para empezar, no es lo mismo ver a los actores de la serie hablando sobre la serie, que a los actores de la serie haciendo la serie. En eso, concuerdo plenamente con Lisa Kudrow cuando dice que las historias de los personajes se habían cerrado y para hacer uno o más episodios tendrían que deshacer lo ya cerrado, más o menos como Will & Grace, que para regresar el 2017 fingieron que su episodio final del 2006 nunca pasó: bochornito. Nuestros amigos de Beverly Hills 90210 me sorprendieron porque hicieron una ficción de la no ficción. La temporada que sacaron el 2019 tiene a los mismos actores de los 90s (a excepción del siempre querido Luke Perry (+)) pero no repiten a los icónicos Brandon, Brenda, Donna, Steve, Andrea, David o Kelly, sino que hacen de ellos mismos y los capítulos ficcionan aspectos reales de sus vidas como los divorcios de Jennie Garth, los problema de ira de Jason Priestley, Tori Spelling desheredada, Brian Austin Green casado con una estrella más conocida (Megan Fox), todo en el contexto de lo que significó la serie como boom televisivo y el posterior olvido de sus actores.

En el caso de Friends no hicieron ni lo uno, ni lo otro, decidieron juntar a sus protagonistas en un pastiche de muchas cosas: entrevista, reencuentros, nostalgias, testimoniales, cameos…

ZZZZZzzzzZZZZzzzzZZZZzzzz

Ah, perdón, me dormí con tanta celebridad colada al pedo.

Si este reencuentro funciona es por la parte emotiva del asunto. Cuando ellos, ya cincuentones, recorren el set en el que pasaron diez años juntos. Cuando rememoran anécdotas banales, cuando Matt Le Blanc y Matthew Perry se vuelven a sentar en sus famosos sillones y Lisa Kudrow les dice a sus compañeras: “Oh, están sentados en sus sillones” y vos estabas pensando exactamente lo mismo, cuando Matthew llama Matty a Matt Le Blanc, cuando repiten el abrazo que hacían antes de filmar cada episodio, porque parte de la magia de este reencuentro es que esos 17 años han pasado también en nuestras vidas.

Sí, algunos están más panzones, viejos, arrugados, botoxeados como el sol de México, pero realmente ¿importa? No hace falta ser celebridad para tener que lidiar con el paso del tiempo y con la vanidad de una juventud, muy entre comillas, perdida.

Permiso, voy a llorar al baño.

El esperado reencuentro, entonces, jala de los hilos emocionales que cada espectador ha construido con la serie. Hubo cariño y cuidado al armar esta reunión, pero, siempre existe un pero, aunque se trate de un fan-service, aunque como seguidores de algo nos importe un carajo ese pero…

PERO.

Aparte de lo emocionante que es ver a esos 6 personajes juntos después de 17 años, de ver en sus caras y cuerpos el paso del tiempo, de la onda junte de promo, el pasado siempre tiene por comparación un dejo de tristeza, porque como dije al principio es algo ido. La sensación que queda al final es rara, siguiendo con comparaciones odiosas, la reunión de El Príncipe del Rap se sintió mucho más natural y fluyó de una manera que incluso un desconocedor de la serie pudo disfrutarla. Acá huele a guionización exagerada, además de a naftalina y un poco de pachuli new age.

Podríamos pensar que este justo homenaje a una serie que mal que mal rompió récords, sería una oportunidad perfecta para abrir el mundo de Friends y sacarlo de su cómoda casilla excesivamente whitey, excesivamente privilegiada, excesivamente rosa. Más aún, teniendo en cuenta que sus actores han vivido, como cualquier persona, momentos duros. Pero después de casi 20 años, Friends mantiene su pecera.

Tomemos a Matthew Perry cuyas intervenciones fueron quizás lo más honesto de todo el show que se montaron. Mucho se dijo sobre él después, fue el más criticado por su aspecto, fue el más cuestionado por su forma de hablar, por su lenguaje corporal, y no, desde nuestro sillón pandémico no podemos saber qué le pasa exactamente a Matthew porque Matthew estaba ahí por el Chandler que vive en nuestra memoria. Lamentablemente, el «tono» tan armado del encuentro lo hacía resaltar como un lunar en relación a sus sonrientes compañeros.

Contribuyendo a la impostación, está la aleatoria elección de celebridades invitadas a testimoniar su gusto por la serie. Qué predecible tomar gente como Malala para re-significar el fenómeno Friends para las generaciones que no crecieron con ella, qué predecible e innecesario intentar globalizar la serie tomando a gente de lugares como Ghana o intentar verse más inclusivos haciendo que personas de la comunidad LGBT digan que Friends fue su balsa en medio de un mar picado: Beckham, Lady Gaga, Kit Karrington, Cara Delenvigne ¿Justin Bieber? My eyes, my eyes.

ZZZZzzzzZZZZZZzzzzz

Ah, perdón, me volví a dormir con tanta celebridad colada al pedo.

(insertar nuevamente el sonido de la caja registradora)

La entrevista comandada por James Corden no pudo ser más genérica. Todo, a excepción del forzado crush de David/Jennifer, todo lo hablado cuando están con la fuente de agua detrás, es conocido por cualquier fan básico de Friends. Siento que la premisa era brindar una entrevista frívola y cumplidora, que no pusiera en apuros a nuestros entrevistados a los que se les había pagado alrededor de 3 millones de dólares (c/u). Una especie de loop a la entrevista que les hizo Andy Cohen hace unos años, en la que solo faltó Matthew Perry. Por lo menos, en el reencuentro de El príncipe del Rap, Janeth Hubert (la primera tía Vivian) se reconcilió con Will después de cantarle unas cuantas verdades.

En cambio, el efecto pecera de Friends se vive hasta el final. Si un hater viera esta reunión confirmaría la mayor parte de los preconceptos que tiene de la serie. Una pena que no se haya podido traspasar el espectáculo hacia el lado más íntimo o humano.

El especial fue filmado no hace mucho, en abril del 2021, y se exhibe en plena pandemia, cuando muchos países que han acogido sus capítulos sufren pérdidas devastadoras por el Covid-19, cuando USA ya lleva más de medio millón de muertes. La única referencia al tema es cuando Matthew Perry llora casi al final y le pasan un kleenex usado, “ha sido analizado por Covid”, comentan. Risas. Volvemos a James Corden: “Señores y señoras, el reparto de Friends”

Los aplausos de los extras sindicalizados y testeados por covid a los que contrataron como público despiden a nuestros a·m·i·g·o·s.

HBO ganó, porque el reencuentro no importa tanto, es como cuando acaba el junte de promo y volvés a tu casa y la vida sigue.

Lo que realmente importa son las ganas de buscar el dulce aroma del pasado, anestesiarnos ante tanta tragedia pandémica e inyectarnos a vena los episodios tontos que recordamos y seguimos queriendo.

Mi mente tararea… I’ll be there for you. ‘Cause you’re there for me too.

Lo mejor: la parte emotiva, lo que se siente real y humano del reencuentro Lo peor: cuando sentís la guionización y claro…las estrellas coladas al pedo  Lo más falsete: las estrellas coladas al pedo y los testimonios de gente hablando sobre Friends El mensaje manifiesto: el dulce aroma del pasado es embriagador El mensaje latente: el tiempo pasa para todos La escena: cuando se abrazan como lo hacían antes de salir en cada episodio El personaje entrañable: Matthew El personaje emputante: Lo genérico de James  El agradecimiento: por el junte. El dato perturbador: Matthew Perry es menor que Will Smith. Amig@s, díganle No a las drogas.

 
 

TELEVISIÓN: Bo Burnham: Inside

Por: Marco Martorell

En esta pandemia y encierro que estamos viviendo, se han realizado un sin número de producciones de todo tipo: dramáticas, como Homemade (Hecho en casa) los cortos de directores famosos, o especiales de comedia un tanto forzados como  Kevin Hart: Zero F**ks Given, que hace el esfuerzo de emular con un pequeño público lo que una gran audiencia debe dar. Se ha dado, también, la explosión de consumo masivo de youtubers y tiktokers, que son creadores de contenido no tan elaborado, pero de rápida asimilación.

Es interesante cómo Bo Burnham, que tiene sus orígenes ligados a este tipo de entretenimiento de creadores autosuficientes, nos entregue este especial de comedia. Debido a las falta de público o de espacios ‘’normales” para su representación, aprovecha más bien el entorno de la creación para sobreexponerlo, mezclando todas las tendencias de las producciones antes nombradas, además nutriéndose de otros tipos de especiales de comedia como el 8 Jerrod Carmichael o el Drew Michael 2018, y es capaz de transmitirnos no solo la soledad de un creador de auto contenido sino una poderosa representación del encierro que hemos sufrido todos y las consecuencias psicológicas que conlleva.

Tengo que confesar que Bo Burnham no me es particularmente atrayente con muchos de sus trabajos anteriores, los cómicos musicales son a veces difíciles de tragar temáticamente y si bien él es notoriamente perspicaz peca de una confianza que en su posición usualmente me crea antipatía. Quizás viene de su juventud y el recelo que le tenemos los más viejos a los más jóvenes, dado que en este caso el público que siempre ha buscado es el de su generación.

En Inside, a diferencia de sus especiales de comedia anteriores, puede plasmar sin público algo más pulido y donde su auto-conciencia y uso de todos los recursos técnicos a su disposición como iluminación, fotografía, sonido, edición, y su manejo de los mismos llevan este especial de comedia a un camino más cercano al de un largometraje. Es esa conciencia de todas las herramientas que va manejando durante todo el especial, esa narrativa interna y externa encausada hacia la comedia, la que entretiene y eleva las exigencias de lo que en sí está produciendo. Bo Burnham sabe crear tensiones y resolverlas en cada momento, nada queda sin ser apuntado o deja esa impresión.

SPOILER (así que lea esto bajo su riesgo)

Toca temas (en sus canciones) como el por qué hacer comedia en este momento, cuál es el real funcionamiento del mundo, el sexting, Jeff Bezos, los streamers de videojuegos y otros. Entre canción y canción nos muestra situaciones de su proceso que proyectan esa soledad de la creación de algo para una cámara, que demuestran cómo se va degradando poco a poco su psiquis, apoyado en el cansancio que le produce el encierro, y la responsabilidad de crear su propio material.

Esto se marca muy bien en la mitad del especial cuando cumple 30 años y comienza a entrar en temas más densos como el suicidio, pero con tal manejo del entretenimiento que no deja que el ritmo de la comedia baje, ya sea por medio de las transiciones que nos muestran el proceso de producción y edición, o de incluso sobreponer por medio de proyecciones en un futuro donde ya sus momentos son cosa del pasado. Así, llega a un final más por cansancio que apoteósico, con un mensaje de que la vida sigue y este encierro en algún momento debe acabar.

Fin del Spoiler

Inside es una pieza audiovisual que tiene muchas capas para ser disfrutadas, si quieres ver solo las canciones hay varias graciosas, si quieres verlo como un todo también, si quieres disfrutar de soluciones imaginativas para producir tu contenido también puedes hacerlo, es altamente recomendable para estos tiempos, para reflexionar sobre el encierro, para reírse un rato o ambas.

CINE: Sound of metal

Por: Mónica Heinrich V.

Ya Riz Ahmed nos había demostrado su valía en The Night Of, una recomendable serie de HBO que vimos el 2016. Sí, sí, su final fue un poco #pordiosquéhacésstevenzaillian, pero esa debacle narrativa no impidió que pudiéramos disfrutar de la gran actuación de Riz.

Y así, Riz volvió con Sound of Metal y su personificación de Ruben traspasó la pantalla lo suficiente para hacer notar una película que años atrás jamás hubiera sido nominada a los cosos dorados. ¿Por qué? Porque su factura está más cercana al cine autoral y su temática es muy poco comercial.

Darius Marder es el gringo que debuta en dirección capitaneando este barco. Gran amigo y colaborador de Derek Cianfrance, coescribió el guion de The Place Beyond the Pines. ¿Se acuerdan? ¿la película atormentada y tormentosa con Ryan Gosling y Bradley Cooper? A Derek lo conocimos por esa no menos atormentada y tormentosa película que es Blue Valentine, también con Ryan Gosling. Y bueno, entre Derek y Darius hay cierta similitud en tipo de narrativa dramática con personajes siempre fatigados por la existencia.

De hecho, Sound of metal tiene su origen en un documental inacabado de Derek llamado Metalhead, cuya temática era la misma: músicos que pierden la audición y tienen que readaptarse al mundo. El trabajo de Derek está en post-producción desde el 2009, así que a Darius empezó a picarle el bichito de hacer una ficción en toda regla y le pidió a Derek su bendición.

Voilá.

Ruben (Riz Ahmed), un baterista de una banda musical, empieza a perder la audición. El deterioro es veloz. Obviamente, nuestro protagonista estará shockeado por su situación y pasará por las fases normales de negación, rabia, negociación, etc.. Estamos hablando de una persona cuya pasión es la música, de eso vive, a eso se dedica en cuerpo y alma.

Darius nos lo cuenta sin despeinarse y tiene el pulso para mostrarnos exactamente lo que siente Ruben mientras se empieza a quedar sordo. Para eso se acompaña del gran trabajo en diseño de sonido de Jaime Baksht, Michelle Cuottolenc y Carlos Cortés, que tardaron 10 semanas en ocuparse de los climas, de crear los bruscos cortes de audio y los momentos de tensión.

Carajo, no escucho nada

Y sí, es muy desesperante comprender a cabalidad por lo que pasa el personaje. Las escenas de Ruben tocando su batería, sabiendo nosotros que tendríamos que escuchar un “ruido” de padre y señor mío, mientras solo percibimos el triste silencio: Jodido.

Qué ganas de abrazarte, Ruben.

Evidentemente, una pérdida de audición no solo resignifica tu vida como ser humano, sino tus relaciones. Ruben está en pareja con Lou (Olivia Cooke), por lo que se abre otro frente de dolor para el personaje. ¿El amor sobrevivirá a la nueva situación?

Darius escribe el guion junto a su hermano Abraham Marder e introduce, además, la figura de la comunidad de sordos a la que Ruben recurre tratando de readaptarse al mundo.

Hasta ahí, tenemos una película emotiva, bellamente filmada con un diseño de sonido más que inteligente y con actores protagónicos que hacen que uno como espectador compre toda la pomada.

Lo que fue un gol en contra es cómo se trata la necesidad de Ruben de aferrarse a cualquier esperanza para recuperar su audición o mejorarla. O sea, el tipo es músico, vive de tocar la batería, a mí no me parece para nada fuera de lugar que trate de recuperar la audición de cualquier manera.

Pero en Sound of metal, la necesidad del personaje se compara incluso con la adicción a las drogas, ya que Ruben resulta también ser un exadicto. De ahí, algunas escenas aleccionadoras comandadas por Joe (Paul Raci) son los puntos más bajos de la película, porque para moralejas y enseñanzas estoicas prefiero ir a misa o ver una película de Ken Loach.

Ruben, sos sordo y siempre serás sordo y  tenés que quedarte sordo, no importa si hay la posibilidad de no ser sordo. Si no conseguís resignarte a ser sordo, no podés quedarte con nosotros, los otros sordos.

En una situación llena de grises, el director se va por la tónica negro o blanco en  todas las premisas de su película, incluida la relación amorosa. Y claro, eso al final termina haciendo más débil el relato al anclarlo a una cosa sensiblera. Porque Sound of metal posa como una película con un acercamiento humano ante la pérdida de la audición, pero al mismo tiempo termina siendo este tipo de película “terapia”, con una mirada chata y conservadora a los implantes cocleares que han tenido buen impacto en la vida de otras personas.

No negaremos que su bella puesta en escena y su diseño de sonido la elevan unos escalones más, aunque, por ejemplo, La escafandra y la mariposa (reseñada ACA hace diez años ) llevó esa experimentación hacia lugares inimaginables. Tampoco negaremos que en estructura, es la estructura usual del guion que exhibe la pérdida de un sentido, estructura vista incluso en La familia Ingals, cuando nuestra Mary Ingals pierde la vista de repente, no se resigna, se emputa, y luego termina yéndose a vivir a una comunidad de ciegos en la que le enseñan a «manejarse» y después alcanza la paz de la resignación.

Así y todo, Sound of metal llega a asestarte los golpes emocionales que se supone tiene que asestar.  No cabe duda que Darius es muy hábil. Y Riz es muy hábil y ser hábil no es virtud de cualquiera. Y cuando termina, te quedás conmovido/a junto a Ruben sintiéndote absurdo y bendecido, escuchando el silencio, con ganas de hacerle caso a Joe y buscar esos famosos momentos de quietud.

Lo mejor: su diseño sonoro Lo peor: se pone lugar común, y pone a los implantes cocleares como una opción no válida  Lo más falsete: que Ruben consiga 40.000 dólares de la nada, aunque sea vendiendo su equipo es harta plata para conseguirla en poco tiempo El mensaje manifiesto: el ser humano se adapta y evoluciona en cualquier situación El mensaje latente: cada quien puede readaptarse como mejor le parezca La escena: el incómodo reencuentro con Lou El personaje entrañable: La desesperación de Ruben El personaje emputante: Joe, lo siento, tenía ganas de agarrarlo a manazos  El agradecimiento: por los avances de la ciencia.

CINE ARGENTINO: Planta Permanente

Por: Mónica Heinrich V.

El cine de Ezequiel Radusky siempre es interesante. En su ópera prima titulada Los Dueños (2013, codirigida con Agustín Toscano) hizo la gran Parasite y nos contó una historia en la que los empleados de una gran casona en las afueras de Buenos Aires aprovechaban las comodidades del lugar en la ausencia de los patrones. Dicho así, podría parecer que Radusky quiere sopapearnos con una feroz crítica a la jerarquización de las clases sociales tiñendo de un halo victimista a aquellos que siempre están en la parte baja del escalofón de la vida, pero oh, sorpresa, Radusky encuentra matices.  Esos matices están tanto en su ópera prima como en su segunda película, y primera en solitario, Planta Permanente (2019).

En Planta Permanente, Lila (Liliana Juárez) y Marcela (Rosario Bléfari) son dos amigas y comadres que trabajan hace décadas como empleadas de limpieza en un edificio estatal (el Ministerio de Obras Públicas). La película arranca con un cambio de gestión y la llegada de una nueva directora (Verónica Perrota). Una tipa que lanza un discurso típico de político que anuncia un cambio con su gestión o, por lo menos, que finge serlo, y que asegura que nadie será despedido y que trabajará para mejorar la situación de todos. Ya sabemos que cuando un político emite tales declaraciones, lo más probable es que suceda exactamente lo contrario.

El edificio estatal que sirve para desarrollar la historia se convierte en otro personaje. Las escenas construidas en sus pasillos o habitaciones lo muestran sin un buen mantenimiento, con dependencias abandonadas a su suerte, con palomas anidando y gatos callejeros. Los funcionarios entran y salen con un roce social aburrido y mecánico. Un reflejo más de cómo se maneja el aparato público y la decadencia del Estado como ente regulador.

Lila y Marcela, mucho antes de la llegada de la nueva directora, montaron un comedor para los funcionarios en un espacio deshabitado del edificio en el que se acumulaban objetos desechados. Lo hicieron a merced del poco control y en la falta de entendimiento o nomeimportismo de los límites que como empleadas podrían cruzar o no. Cocinan y dan de comer a todo aquel que se anote y se ganan unos quintos extras. Es evidente que la nueva directora tendrá que ser informada de este hecho irregular y así lo hacen, le cuentan y le piden permiso. La directora pone cara de incredulidad y espanto ante ese emprendimiento culinario mientras pregunta: “¿Cómo es que puede existir un lugar así?”…

El mayor logro de Radusky (que también es el guionista) está en que no convierte su historia en una lucha entre buenos y malos. Del enfoque global de la película hacia un sistema corrupto hace un primer plano a las miserias personales de los personajes. Porque en la sociedad todos podemos ser muy miserables, existe pues una democratización de la miseria.

Las que en un principio se llevan las simpatías del espectador, Lila y Marcela, las amigas, las comadres, se ven enfrentadas por mantener un statu quo al cual ya estaban acostumbradas, al cual todo el edificio estaba acostumbrado.

Radusky cuenta su historia de una manera semi-documental, la cámara de Lucio Bonelli, el director de fotografía, muestra con tono laberíntico las locaciones, los pasillos estatales que son también el lugar ideal en el que un grupo de gente otrora unida en la rutina comienza a romper su unidad por los cambios de gestión. Ah, nada como el funcionario acomodaticio que desea mantener su pega ante una inminente masacre blanca.

Planta Permanente se desarrolla bajo un necesario humor negro porque de ser abordada solo como drama social sería bastante desoladora. Destaca la dupla de actrices que sostienen la película a punta de momentos llenos de credibilidad. Esta película es también el último trabajo de Rosario Bléfari que interpreta a Marcela, la actriz y cantante murió de cáncer este año con apenas 55 años. Junto con Liliana Juárez logran hacernos creer el vínculo de comadres, de amigas de años, de empleadas de limpieza que tratan de salir de ese camino en línea recta que es su futuro.

Como contraparte, sí, hay un evidente rechazo a la buracracia estatal (Radusky fue empleado estatal muchos años) y algunas secuencias pueden ser lugar común debido a lo familiar que suenan, también el último tramo de la película tiende a ser más discursivo y a tratar de poner en pantalla de manera demasiado evidente la rabia de una Argentina que ha sido orillada al abismo. Esos puntos serán algo decepcionantes para un espectador que espere más de este relato en el que Radusky no quiere entregar nada más ni nada menos de lo que entrega.

Cuando se acerca el final lo ves venir como el rocío de la mañana, sabés exactamente lo que va a pasar ¿podríamos acusar a Radusky de predecible o de realista? No lo sé.  Lo cierto es que tanto en la ficción como en la vida real, los amigos del poder son siempre los que terminan ganando.

Lo mejor: su tono documental, la idea, y la miseria vista con una mirada amplia Lo peor: se pone lugar común, y bastante discursiva al final  Lo más falsete: algunas situaciones creadas solo para ponerle picante al relato El mensaje manifiesto: el sistema está muerto por dentro El mensaje latente: hay muchos zombies dentro del sistema La escena: cuando aparece el negocio paralelo  El personaje entrañable: las ganas de romper el statu quo El personaje emputante: los políticos  El agradecimiento: por el humor.

DOCUMENTAL: Colectiv (Collective)

Por: Mónica Heinrich V.

Colectiv era una discoteca rumana que se consumió por el fuego en menos de una hora.

La noche del 30 de octubre del 2015 la banda metalera Goodbye to Gravity estaba en pleno concierto. En youtube podemos verlos en ese escenario, en esa noche, interpretando premonitoriamente The day we die. Parte de su letra era la frase “Al carajo tu perversa corrupción”. Finalizada la canción, la voz del vocalista diría: “Parece que hay fuego acá ¿alguien tiene un extintor?” y luego, luego el pandemónium. 27 muertos de manera instantánea. 180 heridos. Días después morirían 37 personas más.

En la discoteca había solo una puerta que daba al exterior y medía 81 cm. El aforo legal para ese espacio era de 80 personas, en ese momento habían entre 300 a 400 personas. Encima, el boliche hizo firmar a la banda un contrato en el que se estipulaba que debían meter a 300 personas mínimo o los multaban.

Cuando la gente se percató que el fuego devoraba el techo, corrió en desbandada hacia la puerta de 81 cm. Los que no murieron por el fuego murieron por el humo, los que no murieron por el humo murieron por algún tipo de lesión provocada por la estampida, los que no murieron ni por el fuego ni por el humo ni por la estampida murieron por una infección intrahospitalaria.

Alexander Nanau dirige el documental Colectiv y sigue el trabajo periodístico de Catalin Tolontan, quien a pesar de estar a la cabeza de un periódico dedicado solo a los deportes, lanza una investigación sobre el incendio de la discoteca y descubre que la atención médica recibida por las víctimas fue deficiente y que el líquido usado para desinfectar los quirófanos era diluido. O sea, cuando las víctimas del incendio llegaron a los hospitales, las bacterias de las que tienen que protegerte en un hospital se campeaban a sus anchas.

Nominado al Oscar a Mejor Documental y a Mejor Película Extranjera, el documental está planteado en dos bloques, uno que sigue a Tolontan presentando el problema de los desinfectantes diluidos y la corrupción del sistema de salud rumano y otro que sigue a Vlad Voiculescu, el Ministro de Salud que posesionan en medio de la crisis para tratar de recuperar la confianza del país.

Hay que resaltar el trabajo de Nanau que crea un documental que parece una ficción. No existen entrevistas con gente mirando a cámara, no hay testimoniales, Nanau lleva a cabo un registro de imágenes de reuniones, charlas tanto de los periodistas, sus fuentes, como de las víctimas para darle más profundidad a la valiosa investigación. Las conclusiones son terroríficas. El desinfectante además de ser diluido al mínimo por el proveedor, vuelve a ser diluido en el hospital, anulando su efectividad. Pero no es solo el desinfectante, es la designación a dedo de gerentes de hospitales y su nula preparación para el manejo de presupuestos millonarios. Es convertir la salud en un negocio manejado por mercanchifles.

Toda esa primera parte que presenta a algunas víctimas, desmenuza la negligencia, la corrupción, el cinismo, y hasta podría decir la falta absoluta de respeto por la vida humana, está muy bien trabajada. Uno se queda espantado y empezás recordar a conocidos que han muerto por bacterias intrahospitalarias, o pensás en los rumores sobre tal o cual clínica que viven llenas de bacterias intrahospitalarias. Y claro, es en las crisis sanitarias cuando el aparato público ya sea estatal o municipal aprovecha para saquear porque ya saben: en río revuelto, ganancia de pescadores.

Donde Colectiv pierde fuerza es cuando abandona al periodista Tolontan y se centra en la figura de Voiculesco. Nanau es un reformista frustrado, un rumano que emigró a Alemania y que aún espera una revolución como la del 68 y vio en el joven ministro un aliado . Pero yo, yo no confío en los políticos, y mucho menos en sus intenciones, entonces cuando Voiculescu, que pertenece al partido opositor del gobierno de ese momento, dice a quemarropa que el mal manejo de los pacientes quemados en Colectiv fue una decisión política, aunque tenga razón hay mucho más detrás de esas afirmaciones. Voiculescu está haciendo, a su vez, un cálculo político y por eso pienso que la cámara de Nanau debió quedarse con Tolontan, un personaje más confiable y que además abordaba el asunto desde un punto de vista periodístico y no político.

Aún así, Colectiv es un documental más que recomendable de ver, y muy necesario no solo para Rumania sino para el mundo en general porque describe con precisión la terrible corrupción estatal y sus consecuencias. Creo que espectadores de todo el mundo podrán reconocer situaciones similares en sus respectivos países.

La banda Goodbye to Gravity era un quinteto, esa noche murieron cuatro miembros y quedó vivo el vocalista con casi el 50% del cuerpo quemado. La noche del incendio, la banda permitió el uso de fuegos artificiales. Fuegos artificiales que fueron instalados cerca de un techo que fue hecho de esponja inflamable para que los dueños del local abarataran costos. Techo de esponja que fue pasado por alto por los funcionarios que acreditaron el lugar para que pudiera servir como salón de eventos. Funcionarios que seguramente recibieron un soborno para dejarlo pasar. Soborno que, por lo general, es parte de la mayor parte de las funciones públicas de cualquier estado. Esa noche, el único sobreviviente de la banda cantó premonitoriamente The day we die, parte de su letra era: Otra fila saltando a la llama. Los labios sueltos son líderes cambiantes. De aquí en adelante todos tienen la culpa.

Lo mejor: es una denuncia fuerte y clara que tuvo como consecuencia un cambio de gobierno y una crisis política sin precedente en la Rumania post Ceausescu Lo peor: creo que pasarle la posta del relato al ministro debilitó la propuesta  Lo más falsete: el ministro El mensaje manifiesto: al corrupto no le importa la vida humana El mensaje latente: la corrupción es una cadena que va desde lo más alto hasta lo más bajo del estrato social La escena: los gusanos comiéndose al paciente en terapia intensiva El personaje entrañable: las víctimas de la corrupción estatal El personaje emputante: la corrupción  El agradecimiento: por la valentía de destapar el caso.

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