CINE: The killing of two lovers

Por: Mónica Heinrich V.

El amor se acaba, cantaba hace años José José, y sí, el amor se acaba o muere. Y no está mal que pase, pero hay que saber lidiar con el cadáver apestoso que queda después.

The Killing of two lovers es la historia de David (Clayne Crawford) y Nikki (Arri Graham), una joven pareja.

La escena inicial de la película es perturbadora, David con un revólver en la mano apunta a Nikki, que duerme acompañada de otro hombre en la que fue su cama matrimonial.

El director y guionista, Robert Machoian, elige a David como el vehículo al cual nos subimos para transitar esta historia. David, el papá de cuatro hijos que producto de la separación se muda con su padre viejo y enfermo. David, que no sabe qué ha pasado, que no entiende las decisiones de Nikki y que acepta cualquier condición que ella impone tratando de salvar su matrimonio. David, que maneja muy mal el vínculo roto, y que tiene ideas y actitudes violentas cuando supone que ese vínculo nunca se va a recomponer. David.

La película maneja una tensión constante gracias a su premonitorio título. Machoian se nutre de escenas sencillas e íntimas para construir el universo familiar que David no quiere perder. La escena en el parque con los cohetes y los niños destila belleza y nostalgia. Los tiempos son precisos en esta pequeña película sobre el amor, la familia y la imposibilidad de aceptar cambios.

En la otra esquina, tenemos a Nikki, nunca sabremos qué impulsa a Nikki a “repensar” la relación. Intuimos que está cansada, que se imagina que existe otra vida fuera de David, que se casó muy joven, que está creciendo laboralmente, que no vivió ni experimentó lo que una chica de su edad… sí, que en resumen puede ver un futuro sin su marido. Sentires muy válidos, el problema está en la falta de transparencia.

La película aborda muy bien cómo el ser humano se empantana. O sea, si querés terminar con alguien, hacelo bien, no con dobles mensajes ni faltándole el respeto a alguien que pasó años a tu lado. David, ya totalmente quebrado, en algún momento le dice a Nikki, “tenés que dejarme ir, si no te duele la mitad que a mí, tenés que dejarme ir porque yo pienso en esto todo el puto día”. Hay ya cierta desesperación que es gatillada por el discurso constante de ella de: “estamos viendo qué pasa”, mientras ya tiene un nuevo amante.

Por otro lado, David parece no captar a Nikki y no darse cuenta que sus acciones dicen más que su palabras, que  ella ya fue y que, además, está en todo su derecho. Me daban ganas de meterme a la película y tatuarle en el brazo un #Amigodatecuenta para que lo vea todas las mañanas.

Cuando se introduce el personaje de Chris Coy como el pretendiente de Nikki, la película se hunde hasta los cabellos en el fangoso escenario que ha construido de a poco, ese en el que todo puede pasar, ese que no queremos ver, pero que estamos esperando.

En medio sufren los cuatro niños que procrearon cuando aún se amaban, cuando aún tenían planes juntos. Uno viendo desde afuera se pregunta por qué gente que alguna vez se quiso se puede hacer tanto daño.

Aunque la película tiene un tempo precioso en cuanto a climas y no duda en ponerse fría y sórdida en momentos claves, el personaje de David bordea peligrosamente al feminicida. Porque uno puede empatizar con él viendo cómo Nikki le marea la perdiz todo el tiempo, o entender que no es justo, ético o moral que después de una vida compartida no tengás consideración por tu ex pareja, pero cuando David va un poquito más allá de la toxicidad y entra en lo psicopático (escena del cuarto y él apuntando a la pareja que duerme) la película no se da cuenta o finge que no es un problema de David y de nadie más. Una cosa es que Nikki sea egoísta o insensible, y otra que David no tenga la madurez o sanidad mental para seguir adelante, porque al fin y al cabo la vida es eso, adaptarnos a los golpes y las bajezas que se presentan en el camino.

No pude dejar de notar que hay menos simpatía por Nikki, joven y madre de cuatro hijos, bregando con los niños, con el intenso de David y con el loquito que se consigue como nueva pareja. Para el mismo Machoian, parece ser difícil entender a su personaje femenino o, tal vez, en realidad la tragedia sea esa: una pesada estructura familiar que te frena a salir de ella por más que deseés hacerlo. Porque no solo es Nikki la que termina sucumbiendo a esa estructura, la parálisis de David ante la situación es también producto de esa visión cuadrada de: vida «completa» únicamente posible con una familia convencional.

Ya hablando de temas técnicos, me pareció innecesario el machacón efecto de sonido para remarcar lo turbio de algunas secuencias, era como un sonido de puerta de auto que se azota al cerrarse o como un ajuste de gatillo de pistola, si ya tenés una película íntima y muy austera en cuanto a diálogos y primeros planos, basta con el capricho de comprimir la relación de aspecto a 4:3 para remarcar el drama que burbujea en cada fotograma.

No quiero hablar del final, porque es bastante debatible, es un final muy “seguro”, pero como lo mencioné antes puede ser un final trágico aunque no lo parezca a simple vista. De todas formas, el director y guionista consigue que pases casi hora y media entre la fatiga y la tristeza por lo que tus ojitos ven en pantalla. 

Casi al inicio de la película, David le preguntó a una de sus clientas sobre si tuvo un buen matrimonio, la anciana dio entender que tuvo sus altas y sus bajas, pero lo más importante que dijo y que se aplica a cualquier relación afectiva fue “una relación es más que el amor, es el respeto por el amor”. 

Bien dicho, señora Staples.

Lo mejor: tema complejo, película muy bien actuada y con una dirección que augura buenas cosas en el futuro Lo peor: la película siente más empatía por su personaje David que llega a tener actitudes hiper tóxicas que bordean al feminicida  Lo más falsete: lo que sucede con el amante de Nikki cuando tienen la discusión afuera de la casa El mensaje   manifiesto: Porque el sentimiento es humo Y ceniza la palabra El amor acaba El mensaje latente: si se acaba, siempre hay que tener respeto por lo que una vez existió La escena: la del parque y los cohetes, y la discusión donde yo también empecé a gritarle a la pantalla: NO ES TU ASUNTO, PENDEJO El personaje entrañable: los niños, que siempre pagan el pato por los adultos El personaje emputante: Los adultos haciendo huevadas  El agradecimiento: por los momentos que funcionan. 

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