LOST IN CONTEMPLATION OF WORLD

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CINE: Women Talking (Ellas Hablan)

Por: Mónica Heinrich V. 

Los primeros minutos de Women Talking conmocionan. Creo que pocas veces he usado ese adjetivo para describir una película. En este caso, es la palabra más adecuada. Porque mientras ves/escuchás esos primeros minutos no hay otra descripción posible. Te sacude, te impacta, te con-mo-cio-na.

La voz en off de una niña narra cómo las mujeres de una colonia menonita se despertaron con sangre y moretones durante mucho tiempo sin saber qué había pasado.

Satanás, un castigo del Señor, fantasmas, imaginaciones, intentos de llamar la atención, fueron durante años parte de las explicaciones. La realidad era más terrible que cualquiera de esas opciones. Las mujeres (niñas, jóvenes y ancianas) eran violadas sistemáticamente por hombres de su comunidad.

“Era como si desapareciéramos, como si ya no tuviéramos invitación para ser parte de lo real”, dice la niña.

Women Talking se basa en el libro homónimo de Miriam Toews. Miriam fue criada en una comunidad menonita ultrareligiosa. Ya ha escrito nueve libros y ha sido protagonista de Luz Silenciosa (2007) ¿recuerdan esa película de Carlos Reygadas? Quizás su libro más duro es el de Pequeñas desgracias sin importancia (2022, para bajar y leer ACÁ) que narra el dolor del suicidio de su hermana. Miriam perdió a su hermana y a su padre por problemas de salud mental. Ambos, en diferentes años, decidieron acabar con sus vidas de exacta manera: arrojándose a las vías de un tren.

En Women Talking (publicado el 2020 y que se puede bajar para leer ACÁ), Miriam se basa en los hechos sucedidos en la colonia menonita de Manitoba, Bolivia. Para nosotros, los bolivianos/as que supimos del tema, no hay todavía palabra que describa lo sucedido. Crimen le queda chico, pecado (suponiendo que nos apeguemos a lo religioso) es casi ofensivo, maldad parece un eufemismo. En la vida real, las víctimas de estos sujetos se quedaron en su colonia y aunque algunos de los criminales continúan purgando su pena en la cárcel, un grupo de hombres de la colonia anda gestionando su salida. ¿La excusa? el perdón que les enseña Dios y que ya pagaron sus penas.

La ficción de Miriam (me gusta llamarla Miriam) recrea una posibilidad que tal vez las menonitas reales no consideraron: irse de la colonia. Dentro del imaginario y de las reglas en las que esas mujeres viven parece inaudito, pero Miriam lo plantea como un acto revolucionario, necesario, incluso siendo una alternativa ficticia.

El libro es narrado desde la perspectiva de August, personaje que al ser varón sabe leer y escribir y puede llevar nota o hacer actas de las reuniones de las víctimas que tratan de definir su destino con tres opciones: 1) Quedarse y pelear, 2) Perdonar o 3) Abandonar la colonia. En el libro, Miriam asume la presencia de August como una muletilla, para que quede justificado el lenguaje más elaborado y para que August se convierta también en la anomalía a la machirulidad y a ese peligro que representa la figura masculina dentro del relato. Sí, hay hombres enfermos y malos. Pero, no, no todos son así.

Para traspasar el texto a la imagen, convertirlo en película, contamos con Sarah Polley. Esta directora, actriz y cantante ya ha dirigido películas cuya temática central es la mujer. Debutó con Away from her (2006), donde Fiona (Julie Christie) sufría de Alzheimer, luego siguió con Take this Waltz (2011) en la que una confundida Michelle Williams decidía entre su esposo y una relación extramatrimonial y pasó al documental con Stories We Tell (2012) en donde la directora canadiense cuenta que es producto de una relación extramatrimonial. Casi una década después Sarah (me gusta llamarla Sarah) se embarca en este desafío. Women Talking.

¿Ya dije que los primeros minutos conmocionan? Sí, conmocionan. Se conecta muy rápido con la historia de estas mujeres que hacen una reunión para definir sus destinos. Y es fácil conectar porque tiene actrices de lujo: Frances McDormand interpretando a Janz, Jesse Buckley como la fatigada Mariche, Clare Foyle como la combativa Salomé, Roonie Mara como la dulce Ona, entre otras. En el papel de August está Ben Whishaw a quien (por esas ironías de la vida) tenemos situado en la mente como el asesino de mujeres en El Perfume.

Mientras la voz infantil de Aujte (Katie Hallet) nos cuenta desde su visión, inocencia y soltura lo que pasa, se nos forma un nudo en la garganta. Cuando Greta (hermosa Sheila McCarthy) hace paralelismos con historias cotidianas de sus caballos, estamos con ellas. Cuando intentan votar marcando imágenes que representen lo que votan, nuestro corazón las empieza a amar. La cosa comienza a ponerse súper discursiva y casi panfletaria y lo aceptamos, porque a veces esa cosa discursiva y panfletaria es necesaria. Luego, Women Talking comienza a dar vueltas sobre sí misma y cansa. Y los discursos se repiten otra vez con los mismos conceptos. En el caso del libro la oralidad está a cargo de August, y por eso es más creíble que los textos tengan cierta filosofía o rebuscamiento, en el caso de la película, las mujeres que discursean se alejan del personaje que representan: esas menonitas tan tímidas que apenas podían declarar que fueron violadas, o que no encontraban la manera de contarlo hasta a su propia familia. Esas menonitas que no saben leer, ni escribir. 

En el libro SPOILER deciden irse, pero la marcha es más intuida que mostrada. August relata un poco de cómo las ve partir a lo lejos. En la película Sarah nos muestra la partida con primeros planos, niñas y mujeres acarreando cosas en una larga caravana a plena luz del día. Ninguna de esas mujeres que abandonan la colonia (único lugar que conocen en el mundo), que abandonan sus campos (en su concepto: único motivo de vida y de progreso), que abandonan familiares y amigos (únicos círculos de relacionamiento que conocen) están lo suficientemente rotas o quebradas por ese forzado éxodo. Puede ser un mensaje de fortaleza, sí, pero alguien que deja su casa sin tanta incertidumbre también parte roto y tomando en cuenta los motivos que las obligan a dejar sus casas, debe ser desolador si ocurriera en la vida real. El final de Sarah es condescendiente y simplón FIN DEL SPOILER

Y ese es uno de los puntos flojos de la película, a ratos hay algo muy coreografiado en la charla en el granero, en cómo se van, en los textos y le da un aire de teatralidad a algo que ya tiene su subtexto de manera natural y no necesita mucho más. Ellas sin adornos son más ellas que ellas tratando de mostrar más.

Sarah tiene hermosos momentos cuando deja lo coreografiado, cuando es Autje la que narra lo que ve sin muchas florituras. Sus partes más conmovedoras están con el mapa de los Cielos, con la mano brújula, cuando ellas hablan de cosas cotidianas o relacionan su tragedia con conceptos menos elaborados. Una gran decisión de dirección es omitir el acto de las violaciones de manera gráfica, porque la violencia y lo terrible del hecho sobrevuelan la película sin necesidad de ver a los violadores en acción. Y se agradece esa sutileza, esa delicadeza. La perdemos un poco cuando hay flashbacks que no aportan y que repiten imágenes o situaciones que ya vimos en lo primeros minutos.

De manera personal no comparto mucho que la corrección de color de la película esté con baja saturación y que la imagen tenga más tonos grisáceos para hacernos sentir lo que les pasó. Para mí es más duro que un hermoso campo de girasoles, un hermoso día soleado, con el cielo azul, el olor de la hierba, los animales pastando, toda esa magia que ocurre en el campo incube la violencia y la desgracia que sufrieron estas mujeres. Y más desgarrador aún que la vida, el mundo, y su belleza continúen a pesar de eso.

La película deja esa tristeza propia de las historias tristes basadas en tristes hechos reales.  El año pasado en otras dos colonias se arrestaron a tres menonitas que violaron alrededor de cincuenta mujeres con el mismo método: el spray de uso veterinario que adormecía a las víctimas. Además, en la introducción del libro se dice que el 2013 se reportaron más violaciones en Manitoba. Hay testimonios que arrojan que no solo las mujeres fueron violadas, que algunos hombres y niños corrieron la misma suerte. Y no solo es Manitoba o el mundo menonita, esa parálisis para alejarse de los abusadores se traslada al mundo supuestamente más desarrollado, más moderno. En Bolivia, ¿cuántos abusos sexuales son silenciados, cuántas víctimas no consiguen alejarse o cuántos de los agresores nunca son castigados?

En el libro una de las últimas preguntas que se leen es: ¿Y de qué sirve estar vivo si no estás en el mundo?

En la película lo último que se escucha de ellas es: ¿Estamos todas?

Lo mejor: Conmovedora y grandes actuaciones Lo peor: A ratos tiene un aire televisivo y se pone súper machacona La escena: la secuencia inicial, la de la brújula del cielo  Lo más falsete: algunos textos muy elaborados, y las llantinas de August que en el libro existen, pero están más matizadas. Además, en el libro hay otras escenas que condimentan la acción aparte de las charlas en el granero  El mensaje manifiesto: No es huir es alejarte de lo que te daña El mensaje latente: Se puede reconstruir desde el dolor El consejo: vela con empatía más por lo que cuenta que cómo lo cuenta El personaje entrañable: todas, ellas,  El personaje emputante: los hijos de puta malditos que se atrevieron a tanto El agradecimiento: por ellas, por todas.

CINE: Tár

Por: Mónica Heinrich V.

Una de las sinopsis más mentirosas que circulan en las redes es la que atañe a Tár: La célebre música Lydia Tár está a punto de grabar la sinfonía que supondrá la cumbre de su carrera. Sin embargo, el destino parece estar en su contra y solo encuentra consuelo en Petra, su hija adoptiva”. En base a eso uno se imagina un drama un tanto cursi, con mucha música y con una sufrida protagonista. Lo evadís por la posible cursilería, así como evadiste The Fabelman. Hasta que terminás yendo al cine por todo lo que han dicho de la maravillosa actuación de Cate Blanchett y porque la película está super nominada y súper recomendada y súper valorada. Tanto súper te incita a mirar. Nada puede salir mal.

A Todd Field lo conocí por In the bedroom (2001) película que también tuvo su acogida en los Oscar y que disfruté mucho en su momento. Aún te recuerdo maldito Richard (William Maphoter). También vi Little Secrets (2006), un drama un poco más telenovelero en donde Jackie Earle Haley brilló más que nunca como el pedófilo acosado por los vecinos. Sí, he pasado buenos momento cinematográficos gracias a Field. 

Field tiene formación como actor y músico, y en las películas que dirigió siempre valoré su capacidad de elegir casting y la creación de sus atmósferas. Dieciseis años después de Little Secrets, Field regresa con Tár. Field se tomó ese tiempo para ver sus hijos crecer (ternurita) y en medio de la pandemia escribió el guion en doce semanas.

En sus escenas iniciales Tár presenta a Lydia Tár (Cate Blanchett), una directora de orquesta considerada una genia de la música que tiene que montar lo que será la cumbre de su carrera: la Quinta Sinfonía de Mahler. Lydia es parte de la exclusiva lista EGOT, una lista de artistas que han ganado un Emmy, un Grammy, un Oscar y un Tony (Audrey Hepburn y hasta Whoopi Goldberg, por ejemplo). Por eso, en la apertura de su película, Field considera que tiene que dejar en claro la relevancia de la protagonista a través de una entrevista en la que un periodista resalta todos los atributos de Lydia y ella suelta un montón de texto sobre el ser y la nada. La escena bastante larga da paso a un ¿almuerzo? ¿cena? ¿café? que nuevamente apunta al lucimiento de Lydia y a que el perfil del personaje esté machacado. En esos momentos te preguntás ¿y la música? Ah, sí, inmediatamente viene otra escena didáctica en la que Lydia hace gala de toda su mala leche en un conversatorio en Julliard. Ahí mismito, Lydia y un alumnito se trenzan en una disputa sobre Bach, o, mejor dicho: vida personal del autor vs. trabajo. Un obvio contraste a lo largo de la película.

Pequeño querubín, el/la artista puede ser cabrón o cabrona…let it be

Field entonces comienza a exhibir las fallas de la “genio”, de la “gran artista”, de la tipa que todos admiran y adoran. Lydia es una gran música y una directora de orquesta sin comparación, pero también es una pareja infiel, déspota, una madre ausente, una colega traidora, una jefa abusiva, una tipa que usa su posición para enredarse con las jóvenes pupilas a las que promete cosas que nunca cumple. Lydia, en resumen, es una cabrona.

A partir de eso estamos ante algo ya visto muchas veces con personajes machirulos, solo que ahora la machirula es la blancona jailona lesbiana Lydia. No sé hasta qué punto la propuesta de Field se hunde por ese lugar común apuntando a que una mujer que tuvo sus luchas para abrirse paso en un mundo mayoritariamente masculino también tiene su lado oscuro o es simplemente la falta de brío para abordar su tema principal y todo el abanico que abre después: las relaciones transaccionales, la cultura de la cancelación, la conducta corporativa, las campañas de desprestigio virtual, el se es culpable hasta que se demuestre lo contrario.

Hay un puchero de muchas cosas que intenta dialogar con los problemas coyunturales. Hay espacio, también, para ese contenido subido al #metoo en el que dentro de la misma película el foco está centrado en el machirulo o machirula de turno, y las voces que cuestionan o denuncian sus juegos de poder son silenciadas por la película misma, en este caso: la esposa, la asistenta, las chicas que denuncian, la chica que se suicidó, son apenas sombras. Esta es una decisión de dirección, la película se llama Tár y es obviamente desde la perspectiva de Lydia, de hecho, nunca la abandonaremos en ningún plano. Aún así ¿en la película es el guionista/director el que silencia esa contraparte o es Lydia? Lo dejo ahí, en el tintero. El resto de sus personajes-sombras son unidimensionales, habitan un mundo con el que es difícil conectarse emocionalmente. Ni siquiera la escena que quiebra un poco la monotonía del guion consigue sacudir esa pesadez que Field ha impuesto en Tár. La escena es anti-climática y lejos del perfil del personaje, nuevamente la manipulación del guionista/director se hace presente.

Soy una cojuda, pero sufro…

La actuación de Blanchett consigue que la película salga de un pozo en el que seguro caería sin ella, Tár también cuenta con un gran diseño de producción, una fotografía impactante de Florian Hoffmeister y una partitura visceral de la ganadora del Oscar Hildur Gudnadottir que colaboran en la construcción de ese mundo que evoca, pero no es suficiente.

Una lectura audaz podría plantear que todo está en la cabeza de Lydia. Hay momentos que insinúan un quiebre mental, y algunas escenas absolutamente inexplicables por no decir tontas como la del peluche o la intrusión de Lydia dentro de un teatro vestida de directora de orquesta delante de todos sin que nadie la detenga, encontrarían en el remanido quiebre mental un asidero que podría ser una salida ingeniosa del guion. Sin embargo, gente, conociendo la filmografía de Field y habiendo leído entrevistas suyas sobre su proceso creativo y sus intenciones, más parecen cosas vagas e imprecisas puestas a dedo para generar múltiples lecturas. Válido también.

El final me hizo pensar un poco en cómo terminó Val Kilmer (documental reseñado ACÁ) Ese actor que siempre despreció a actores empíricos porque él había estudiado arte dramático en Julliard. Ese actor que fue una patada en los huevos y ovarios de mucha gente en los rodajes. Ese actor que pensó que se iba a comer el mundo y terminó asistiendo a exhibiciones de sus películas más comerciales  y firmando autógrafos para los nostálgicos de los 90s. Es la caída de las estrellas, con todo lo que eso conlleva. Y aunque el tema termina siendo duro y triste, hay cierta cosa fría, plana que hace que ni bien salís del cine conversés sobre Tár o reflexionés sobre esa relación de expectativa recompensa de las obras de arte que plantea Lydia al inicio del filme, y luego te alejés de su elegante y sofisticada puesta, de su catarata de frases hechas y del periplo ego-maniaco de su protagonista.

Seguramente conmoverá por alguna arista con la que el público pueda sentirse cautivado ya sea la obsesión del artista, el amor o su ausencia, la dicotomía de lo clásico y lo moderno, lo triste que es dejar de ser relevante, o usted escoja, acaricia tantas cosas al mismo tiempo que puede encontrar un público específico aún siendo una película poco comercial o no muy lúcida en el apartado más autoral. Sea lo que sea, después de la temporada de premios hará silencio, así como cuando el/la director/a de orquesta baja la batuta en la nota final.

Lo mejor: Buen diseño de producción y una Cate Blanchett que siempre brilla La escena: el rifirrafe sobre Bach  Lo más falsete: lo del peluche, lo de la intrusión en el teatro, incluso si es todo parte de un quiebre mental, es bastante ramplón  El mensaje manifiesto: Lo que sube baja El mensaje latente: Hay maneras elegantes de caer El consejo: Igual mirala, si se compara con la media de producciones netflixeras es pues una obra de arte El personaje entrañable: la pobre Petra, que la usan en la sinopsis y está ahí de adorno El personaje emputante: Lydia, qué sujeta más desagradable! El agradecimiento: por el casting. Sabés elegir casting, Field. 

DOCUMENTAL BOLIVIANO: Sin Aroma

Por: Jorge León Lozano

“Tenemos que ver que el futuro del cine nacional está en nuestras manos. La primera cosa para hacer cine: Debemos aprender a hacer cine. Y para ir a lo práctico: el cine se aprende viendo cine. […] Se aprende a hacer cine haciéndolo. Así, el cortometraje y el documental son la mejor escuela de producción cinematográfica”. (Mesa, Gisbert 1982; 202 – 203). Con este acápite del libro ´el cine boliviano según Luis Espinal`, doy inicio a la presente reseña del documental “Sin Aroma”. En una anterior publicación que realicé sobre la ópera prima “Alma pura” de Dorian Magne; escribía que, habría que estar atento al desenvolvimiento en el séptimo arte de Mange; dicho y hecho, ahora nos deleita con esta nueva producción que, no hace mucho, se proyectó en el ´Festival de cine Entre Largos y Cortos de Oriente de Venezuela` y logró Mejor guion, Mejor Dirección, Mejor Fotografía y Mejor sonido; y en tierras Bolivianas obtuvo la Selección Oficial del Fenavid de Santa Cruz y también tiene la Selección Oficial del Festival de cine Diablo de Oro de Oruro. Y en los próximos meses se llevará a cabo la proyección en nuestra Llajta.

Una imagen desenfocada de luces de neón y acompañada con música de fondo, a un costado inferior de la pantalla presenta el nombre del documental “Sin Aroma”; corte a fundido negro y aparece la frase: “El hombre nace bueno y la sociedad lo corrompe” de Jean-Jacques Rousseau. De esta manera da inicio el documental escrito y dirigía por Dorian Magne, que no sobrepasa los treinta minutos de metraje.

Un documental. Dos historias duras y crudas. Ambas historias desarrolladas en Cochabamba. La primera historia es una introspección a la segunda historia. La primera es más cruda, sangrienta y auténtica; visualmente en la primera historia aparecen cerdos, en la que esas imágenes de cerdos gritando y acompañada brillantemente con una frase en voz en off narra cómo es el destino del hombre desde su inicio hasta su fin en este burdo mundo, listos para el matadero, en donde sólo queda despertar y esperar, tal vez algún día todo podría mejorar. La segunda historia es sobre José Edwin Gutiérrez Caballero. Vive dos años en la calle. Tiene 14 años y ya va por los 15 años. No vive tranquilo, no vive feliz. Es consumidor de pasta base que viene del trópico, pero él lo llama: Tula. Otros como los satánicos lo llaman: Sata, según para ellos eso es el diablo. Tal pasta, según José, debe ser compartida porque si se consume solito puede llevarte a cometer actos desastrosos, como asesinar. De esta manera la segunda historia gira en torno a José, quién es un joven de la calle, consumidor de drogas y su único sustento económico es extender la mano para que la gente le regale monedas, o a veces, es realizar una carrera de manos, hurtando una billetera o algo de valor para sobrevivir.

Dos historia hacen son parte de “Sin Aroma” y de cierta manera ambas se entrelazan entre sí. Desde mi perspectiva el nombre del documental es ambiguo. Sin Aroma, que hace referencia en primera instancia que las personas o la sociedad en su conjunto han perdido esa sensibilidad humana, como en el caso de la primera historia entre el carnicero y los cerdos, donde el carnicero se condiciona a hacer su trabajo y de algún modo está ignorando todas las reglas morales y éticas hacia los mismos seres vivos y de la sociedad; en el caso de José es una historia casi común, donde él no ha escogido ser así, si no que la sociedad lo ha vuelto así. Y en otro aspecto quizá sencilla y llanamente podría hacer referencia a la Avenida Aroma como tal, que es donde se desarrolla gran parte del documental.

Dorian Magne, dio a conocer que: “al inicio la idea era muy diferente, tenía pesando hacer cine experimental, pensaba hacer una sinfonía de la ciudad al estilo del ojo de cámara de Vertov, enfocado en Cochabamba con una secuencia narrativa del día hasta la noche, de cómo es Cochabamba, descompuesta por una línea narrativa donde se pueda ver a una velocidad que el ojo no tiene, o a una similitud que no puede llegar a ver el ojo de todo lo que está pasando en Cochabamba”, continúa Magne, “En ese transcurso estábamos grabando tipo 11 de la noche, y del micro baja un chico, con una frazada puesta y estaba vendiendo refresco, y le compré, y empezamos a entablar conversación de cómo es la calle y me comentó que consumía pasta base y ese fue el detonante y el punto de partida del documental y, de ahí salió lo que es Aroma, de lo que es él, y empezamos a enfocarnos netamente en ese nuevo proyecto”.

La técnica y lenguaje cinematográfico del documental Sin Aroma es impecable. La música de Charly Rojas Lara queda perfectamente con la historia. La fotografía es espectacular. Es increíble cómo juega con el movimiento de cámaras y la misma composición. Al atardecer en la Coronilla, mientras José está preparando su pasta base, en voz en off narra la trágica historia de su padre y, en eso, inhala – ilusión óptica – José está volado, la cámara sobre su mismo eje da un giro de 360 grados – ilusión óptica –  (dando a entender que los demonios no vienen del infierno, vienen del cielo). Una imagen desenfocada de luces de neón de todos los colores. José ya no está en esta tierra de mortales, está en otro mundo. Con un movimiento de cámara subjetiva camina por la Avenida Aroma, se sienta y se recuesta observando al cielo color rosa y el pasar de los automóviles, quizá, esperando un mejor mañana. Es así que con gran destreza de la técnica y un increíble manejo del lenguaje cinematográfico, y la gran composición poética de la fotografía, y el uso adecuado de la paleta de colores y edición, nos deleita una historia exquisita por su contenido y gran producción. Cuando le toque ser proyectada en salas y/o espacios culturales de Bolivia hay que apreciar y disfrutar verlo en pantalla grande y con sonido envolvente.

En los últimos años, el cine documental en Bolivia ha tomado mayor fuerza en producción. Solamente faltan ser proyectados y socializados en diferentes espacios. Y de esta manera lograr que el público consuma mayor cine documental porque ahora es cuando está en su máximo esplendor histórico. 

Jorge León Lozano – Comunicador Social.

Correo: jorgeleonlozano8@gmail.com

Link del tráiler del documental Sin Aroma: https://www.youtube.com/watch?v=PjIHGFoKxms

CINE: Babylon

Por: Mónica Heinrich V.

En la Biblia, Apocalipsis 18, se habla de la destrucción de Babilonia. Según las sagradas escrituras, Babilonia era una ciudad que tenía que ser eliminada de este bello mundo porque era nido de…cito: Cosas asquerosas y detestables, obscenas y desagradables. Y uno reflexiona (mientras cae la lluvia y tratamos de escapar del dengue) que por eso el cineasta Damien Chazelle eligió ese obvio título para narrarnos una no menos obviedad que ha sido interpretada como una carta de amor al cine o.…un disparate.

En esta babilónica versión hollywoodense, Chazelle nos regala Babylon, pero tengo noticias para ustedes amables lectores, en Babylon co-existen promiscuamente dos películas. 

Hablemos de la primera película: Carretera. Aproximación. Presentación de personaje. Manny (Diego Calva). Mexicano. Elefante. Camioneta apta para un caballo. Gordo chófer. Colina empinada. Manny, elefante, camioneta, gordo subiendo colina. Hay una fiesta a la que el elefante (no Manny, ni el gordo) tiene que llegar sí o sí para entretener a un montón de ricachones drogadictos cuyos oficios están relacionados al séptimo arte. Elefante y Manny consiguen llegar a fiesta y sigue una secuencia de situaciones “pecaminosas” destinadas a escandalizar ñoños. Presentación de otro personaje: Jack Conrad (Brad Pitt) actor. Estrella del cine mudo. Galancito que se casa y se divorcia, se divorcia y se casa. Sensación del momento. Por donde pasa disfruta de su poder y su lugar en el mundo, en Hollywood. Es el machirulo buena gente.

¿Marlon, sos vos?

Presentación de otro personaje: Nelly (Margot Robbie) estrella que no es estrella pero que será estrella porque estrella se nace no se hace. Drogadicta. Borracha. Excéntrica. Inestable. Manny y Nelly hablarán sobre una mesa llena de cocaína acerca de por qué añoran estar en un set de película. En esa primera película, incluso con la conversación condescendiente entre Manny y Nelly y con las frases hechas que dice Jack Conrad acerca de cómo un set de grabación es el lugar más mágico del mundo, en esa primera película esnifada: hay velocidad, ritmo, fiereza, y uno sonríe en la oscuridad de la platea cuando ve a esos equipos de rodaje de los años 20 correr para alcanzar la golden hour y luchar por filmar una escena cuando todo indica que no lo conseguirán.

Y de ahí, el cochino paso del tiempo.

La transición de cine mudo a cine hablado. Los que se quedaron en medio. Los que surgieron en medio. En esa primera película el protagonista es el cine y Manny, Nelly y Jack son como pequeñas y pintorescas mascotas del tema mayor. Sí, sí, hay mucha pose y cacofonía muy Chazelle. Estamos hablando del mismo director de Whiplash (2014) y de La La Land (2016, reseñada ACÁ) y ya sabemos que tiende al exceso y a la auto indulgencia y a la cosa ñoña y a la celebración de lo más falaz del cine, pero a veces su producto final consigue sobreponerse a sus vicios o disfrazarlos.

Si Babylon terminara con esa primera película, tendríamos más ganas de vivir. Desgraciadamente, una vez Jack Conrad sale de la oficina de Elinor (Jean Smart), la segunda película comienza. Una llena de golpes bajos, bochornos ajenos y, sí, disparates. SPOILER Por ejemplo, la cliché entrada de Jack Conrad en el baño para matarse, media hora antes ya le estaba gritando a Brad Pitt: No si te ocurra matarte, pendejo. La llegada de Nelly a la casa de Manny con su caótica historia y más dura que rulo de estatua. La presentación de otro personaje al pedo: James Mckay. El comentario social vomitado en cada secuencia. Babylon que no termina o que no sabe cuándo ni cómo terminar. Vos en la butaca llen@ de rencor pensando: Acabá de una maldita vez. Dios, mandá el fuego. El derrape final en ese collage de imágenes que no necesitamos ver porque ya Elinor le explicó a Jack y nos explicó a nosotros que la vida sigue. Vos en la butaca viendo esa chorizada de homenajes cursis sin sentido, como si Damien no tuviera amigos, familiares, colaboradores que lo agarraran a sopapos y le dijeran EDITATE. FIN DEL SPOILER

¿Y si mejor cortamos y nos dejamos de huevadas?

Si Babilonia sobrevive ese último tramo es por los resabios de la primera película. Las actuaciones de Brad Pitt y de Margot Robbie son muy buenas, aunque a Margot ya estoy cansada de verla con el mismo registro, ese personaje de excéntrica inestable gritona crazy bitch harleyqueenesco, ya puse una vela a la virgen del Socavón para que le lancen otras manzanitas al pasto. Tobey McGuire (uno de los productores del filme) aparece y uno grita: ¡El Hombre Araña! para luego gritar también ¡Ay, no, qué horror! su interpretación es buena, pero el pobre habita lo peor de la película, la secuencia más tirada de los pelos, la más inoficiosa, la más estúpida. El mexicano Diego Calva cumple con la enorme tarea de dar vida a Manny hasta la segunda parte cuando el mexicano aspiracional se convierte en el mexicano camote de la gringuita, en los momentos que habla español y le dice a Nelly que la ama me provocó la misma reacción que obtuvo Jack Conrad en la película que marcó el fin de su carrera: carcajadas, pena, y ese feo sentimiento con el que se critica al prójimo porque SE PUEDE.

Lo que sí disfruté y mucho fue la banda sonora. Justin Hurwitz compone un ambiente musical donde priman los tambores, la batería, las trompetas. Hay un bombardeo de jazz sexy, hedonista que impregna cada frame de Babylon y que si lo vivís en el cine te va a dejar con ganas de escuchar algunas composiciones de nuevo. A ratos era mejor cerrar los ojos y dejarse llevar. Dejarse caer, dejarse arrebatar súbitamente por la inmensa cachuela del espacio. 

Sydney: el ya arquetípico personaje de películas que recrean las miserias de Hollywood: El negro digno

Imágenes épicas, grandilocuentes, decadentes a cargo de Linus Sandren desfilan ante el público que parece subido a un frenético carrusel de emociones, sobre todo en las escenas de la fiesta, la secuencia donde faltaba la cámara y la de la víbora. Hay una grandiosidad visual innegable lo que hace más perceptible su vacuidad en cuanto a la narrativa. La luz que baña el cigarrillo de Lady Fay o cómo filmaron las intervenciones musicales de Sydney, son detalles que nos hacen querer a Linus por encima de todas las cosas.

Las referencias llueven: Brad Pitt tiene un aire a Marlon Brando en algunas tomas. Spike Jonze (director de Her y Quiero ser John Malkovich) interpreta al fatigado Otto Van Strassberger, Singing in the rain está por todos lados como si fuera la película más importante del mundo mundial, y los personajes principales se basan en personas que existieron en la vida real. Mi mente susurraba Clara Bow. Clara Bow. Chazelle se queja de las lentejuelas y oropeles de Hollywood, donde todo el brilli brilli es falso con mucho, mucho brilli brilli. 

Te queremos, Linus. Gracias por esa luz en el pucho.

Y así, a pesar de su derroche de grandiosidad y de estrellas que nacieron para ser estrellas, Babylon fue un fracaso en taquilla y solo consiguió tres nominaciones a los cosos dorados (Oscar 2023). Dura demasiado. Tres horas de las cuales la mitad sobran, es mucho. Y a pesar de ese mucho, ese exceso, debajo de todos su colgandijos hay algo que llega. La decadencia de la decadente Babylon engancha, aunque sabés que Chazelle la cagó.

Tu mente vuelve a susurrar Clara Bow. Clara fue la it girl en los años 20. Era dorada del cine mudo. Clara pasó de mendigar en Brooklyn a ser la actriz mejor pagada de Hollywood. Y luego le vino el ocaso, el quiebre mental, la tragedia. Es el año 2023 y aún podemos acordarnos de ella, pensar en ella y reconocer las obvias referencias del obvio homenaje de Chazelle. Elinor, con su boca llena de verdades, le dijo a Jack algo sobre el cine y las estrellas encendidas y apagadas, algo que como espectadora también siento cada vez que veo una película y a todas las Claras Bows y que también me deja Babylon: no importa nada, ni taquilla ni cosos dorados…igual pasarán la eternidad al lado de ángeles y fantasmas.

Lo mejor: Una buena y trepidante primera parte La escena: excesiva, repetitiva, con un casi terrible segundo acto Lo más falsete: el segundo acto, la estupidez de la deuda, la estupidez de la huida, el regreso, el «envejecimiento» del personaje de Manny que no envejeció un carajo El mensaje manifiesto: Mandá el fuego El mensaje latente: No es Hollywood, es la gente que va a Hollywood lo que lo arruina: Mandá el fuego El consejo: Mandá el fue…ah, perdón El personaje entrañable: el elefante, sano y glorioso entre tanto drogadicto El personaje emputante: Manny en su versión de mexicano camote de gringuita. Nelly en su versión de gringuita pasada de coca El agradecimiento: por una excelente banda sonora y algunos grandes momentos de montaje y fotografía.

DOCUMENTAL: Expediente Chapecó (HBO MAX)

Por: Mónica Heinrich V.

La cosa es turbia, oscura y hedionda como agua de letrina. No hay palabras para describir la desazón y la indignación que quedan después de ver Expediente Chapecó, una producción original de Discovery que se encuentra en la plataforma de HBO Max.

La miniserie de cuatro episodios busca encontrar la verdad sobre lo ocurrido con el avión de LaMia y su caída antes de llegar a Medellín. A bordo estaban 77 pasajeros: los integrantes del equipo de fútbol Chapecoense, su cuerpo técnico, periodistas e invitados. Solo seis personas sobrevivieron y hasta la fecha no existe nadie preso, ni la indemnización correspondiente.

La serie tiene el respaldo de testimonios importantísimos como el de Marco Rocha (testaferro en Bolivia) y Ricardo Albacete (dueño de LaMia), dos de los principales acusados/responsables de la tragedia, Erwin Tumiri (el técnico de aviación boliviano que sobrevivió) dos de los futbolistas sobrevivientes, viudas de jugadores fallecidos, Romario como senador de Brasil, Mascherano contando su experiencia con la aerolínea, periodistas, bomberos y muchos otros que ayudan a dar un panorama general de la cadena de responsabilidades.

El diccionario dice que accidente significa: suceso imprevisto que altera la marcha normal o prevista de las cosas, especialmente el que causa daños a una persona o cosa. En el caso de lo ocurrido con el avión de LaMia estamos hablando de un crimen. No puede ni debe ser catalogado de otra manera.

La serie comparte momentos emotivos y datos terribles. En el episodio uno nos muestra el lado humano de la tragedia, nos hace conocer a esos chicos de entre 21 a 32 años que habían gestado la hazaña de llegar por primera vez a la final de la Copa Sudamericana de fútbol.

Vemos a los futbolistas, pero también a los padres, esposos, hijos, hermanos que eran. La felicidad por estar alcanzando un sueño los movía a tal punto que no se cuestionaron cuando la primera vez que viajaron con LaMia tuvieron un montón de percances. Las “anomalías” fueron inmortalizadas en clips filmados por los mismos jugadores cuando no pudieron abordar el avión en Brasil y tuvieron que volar hasta Corumbá y de ahí por tierra llegar a Puerto Suárez.  LaMia no había conseguido permiso para volar desde Brasil y, a último momento, un viaje que debía durar máximo 5 horas terminó después de 12 horas. Para los pasajeros fue solo anécdota, aventura, lo que importaba era que ganaron su partido y llegaron a la final. El precio del chárter hizo que la dirigencia hiciera la vista gorda y volviera a contratar a LaMia. La aerolínea cobraba ida y vuelta lo que cualquier otro vuelo chárter cobraría solo ida.

El segundo vuelo que el Chapecoense contrató, que sería fatídico, tampoco pudo partir de Sao Paulo, el grupo tuvo que tomar un vuelo comercial hasta Santa Cruz de la Sierra y, con retrasos, partieron hacia Medellín donde se jugaría la final. El retraso hizo que no pudieran recargar combustible en Cobija (habitual punto de recarga) porque el aeropuerto solo funcionaba de día y llegaron de noche. La tacañería hizo que no recargaran combustible en Bogotá, porque en Bolivia el combustible es subvencionado y en esas decisiones incomprensibles el piloto apostó por jugársela tratando de llegar a Medellín sin hacer recarga en Bogotá. Posterior al accidente se encontraron cinco hojas de vuelo en las que quedaba en evidencia que LaMia siempre viajaba con combustible justo para el trayecto. La selección argentina, con Messi incluido, había viajado semanas antes con apenas 18 minutos extras de combustible cuando la norma estipula que debe existir excedente de combustible para unos 35 a 45 minutos de autonomía de vuelo.

Pero no fue solo la decisión del piloto Micky Quiroga de no recargar combustible, hay autoridades en el aeropuerto Viru Viru de Santa Cruz que permitieron que el avión saliera en esas condiciones. Cuando se escarba un poquito, resulta que todo es más triste aún de lo que parece. LaMia había intentado sacar la certificación que le permitiría operar en otros países sin éxito. Ricardo Albacete, el dueño y fundador, gracias a nexos con ex militares de la Fuerza Aérea Boliviana y con, obvio, algunos políticos, consigue sacar esa certificación en Bolivia. Pone de testaferros a Marco Rocha y a Micky Quiroga, y él y sus hijas operan por detrás una aerolínea que siempre tenía problemas de fondos. La viuda del paraguayo Gustavo Encinas (tripulante de vuelo) relata que el cabildeo llegaba hasta la CONMEBOL. La CONMEBOL fue quien empezó a recomendar a LaMia a los equipos de fútbol.

Expediente Chapecó es eso: un expediente que rompe el corazón. Abre con las víctimas, quiénes eran, las sonrisas que se perdieron, las ausencias que se extrañan; continúa con el accidente, cómo sucede, hay imágenes de Erwin Tumiri sentado bajo la lluvia, en shock gritando los nombres de sus compañeros mientras es atendido por bomberos o diciendo como en trance “debimos recargar combustible, debimos recargar combustible”; habla de los responsables, del cochino cabildeo, de todas las infracciones y negligencias que se pasaron por alto; nos cuenta que la dejadez e irresponsabilidad de LaMia llegó a tanto que ni siquiera tenían su póliza vigente y pagada; y concluye en cómo las aseguradoras trataron de lavarse las manos con la indemnización, cómo nadie se hizo responsable y todos se fueron pasando la pelotita de los muertos.

La serie fue filmada en Brasil, Argentina, Colombia, Bolivia, Paraguay, Estados Unidos y España, lo único para objetar es que pudieron ser más incisivos con las preguntas a Marco Rocha y a Ricardo Albacete, aunque lo que consiguen extraer es suficiente para no darles absolución.

Una pena que el caso no haya tenido el cierre a nivel de justicia que pedían a gritos los familiares, amigos, conocidos, y cualquier persona que haya visto ese funeral colectivo en el estadio con los ataúdes de los futbolistas que perdieron la vida y la gente dándoles su último adiós bajo la lluvia.

Los vivos, los que sobrevivieron, han tenido que seguir viviendo con ese dolor. 

Lo mejor: testimonio y denuncia Lo peor: las vidas perdidas, el crimen que nunca obtuvo castigo Lo más falsete: la excusas de los responsables El mensaje manifiesto: las normas se hicieron para cumplirlas El mensaje latente: nunca falta un hijo de puta que se las pasa por el forro El personaje entrañable: los que se fueron, los que quedaron El personaje emputante: los criminales que permitieron que sucediera El agradecimiento: por el homenaje a las víctimas.

CINE INGLÉS: The Banshees of Inisherin

Por: Mónica Heinrich V.

Tengo una debilidad por Martin McDonagh. Sí, por vos, Martin. Por vos que decís que siempre has tenido voces en tu cabeza o que dijiste: ¿Cómo no vamos a estar furiosos con el mundo?

Cinco años después de la premiada Three Billboards Outside Ebbing, Missouri (reseñada ACÁ) Martin regresa con The Banshees of Inisherin (Los espíritus de Inisherin).

Y es una película muy Martin. Y una película que desatará voces en tu cabeza. Y una película muy furiosa con el mundo.

En una remota y ficcional isla llamada Inisherin, Pádraic (Colin Farrell) irá como todos los días a tocarle la puerta a Colm (Brendan Gleeson), su mejor amigo. Pero: oh, sorpresa, Colm no atiende y cuando Pádraic va al bar y se topa con Colm, el que fuera su mejor amigo muy suelto de cuerpo le dice que ya no quiere más esa amistad porque lo encuentra muy aburrido, que quiere dedicar el poco tiempo que le queda a actividades más edificantes que charlar huevadas con él y que deje de buscarlo. Vaya a echarse. Así de sencillo.

El estupor se apodera de Pádraic y del espectador. ¿Puede ser posible que una decisión de esa naturaleza se tome tan arbitraria e insensiblemente? Para Colm es posible. Pádraic no se resigna a perder esa amistad, porque además no entiende los motivos, ser “aburrido” no le parece un argumento, así que intenta retomar la relación con Colm. Sin embargo, Colm está decidido y lo que ya era extraño (no quiero ser tu amigo porque me aburrís) se vuelve perturbador cuando Colm le dice a Pádraic que cada vez que lo busque o intente retomar el contacto se cortará uno de los dedos de la mano que usa para tocar su amado violín.

Voy a ver si este cojudo se corta los dedos

A ese punto la película de Martin nos tiene secuestrados. Y sabés que lloverán dedos a granel. Habrá quienes simpaticen con Pádraic, este hombre sencillo, de gustos simples, que está devastado por el golpe que significa perder la amistad de Colm. Habrá quienes encuentren razonable que Colm haga con su tiempo lo que mejor le parezca y corte los lazos que desee cortar en busca de la anhelada trascendencia. Habrá quienes quieran escribirle furiosas cartas a Martin por someter a semejante tortura moral al espectador. Habrá quienes se dejarán llevar como las olas que golpean esa Inisherin que existe y que no existe.

A Pádraic y Colm los rodean Siobhán (Kerry Condon) la hermana de Pádraic, una mujer que desea huir de ese pueblo chico infierno grande y que, a su manera, también percibe una vida mejor lejos de Pádraic. Parece que todo es mejor lejos de Pádraic. Conoceremos a Dominique (Barry Keoghan) un chico alcohólico, abusado por su padre y cuya existencia se encuentra al borde del abismo. Y claro, sentiremos nuestro corazón derretirse cada vez que aparezca la dulce y maravillosa Jenny, una burra a la que Pádraic (y nosotros) le tiene mucho apego. 

Martin usa una vez más el humor negro que ya le conocemos y disfrutamos en In Bruges (2008, reseñada ACÁ), en Siete Piscópatas (2012) y en Three Billboards outside Ebbing, Missouri (2017). Ese humor en el que se disfraza lo terrible que está contando. El guion escrito por él mismo tiene un in-crescendo en el que esta cosa negra que tiñe las escenas iniciales termina manchando de oscuridad todo.

Hay también un comentario social: el escenario, los personajes la isla Inisherin parecen sacados del folclore irlandés. Y no es casualidad que ese aire a folclore irlandés más romántico y suave sea elegido para este relato. Es el contrapunto de Martin a sus raíces. De hecho, el título banshee que ha sido traducido literalmente como espíritu tiene otra connotación más profunda. Las banshees forman parte del folclore irlandés desde el siglo VIII. Son espíritus femeninos que se aparecen para anunciar con sus llantos o gritos la muerte de un pariente cercano. Son consideradas mensajeras del otro mundo. La figura evoca dolor, soledad, tragedia.

Y en rigor a la verdad The Banshees of Inisherin nos cuenta una amarga tragedia. La mirada de Martin es pesimista. El ser humano está condenado a peleas fratricidas. A conflictos nacidos de argumentos banales o absurdos. Sos aburrido, no me gusta tu ideología política o a quién seguís o cómo te vestís o con quién cogés. Martin sabe que esos conflictos escalan y rompen amistades, familias, sociedades. El director apunta a la Guerra Civil Irlandesa que finalizó en 1923, y es el año que elige de contexto para su película. Esa guerra trajo miles de muertos para nacionalistas y unionistas, dejó heridas que continuarían abiertas hasta la fecha y que tienen sus réplicas en distintos países.

Lo que se rompió ya no se vuelve a pegar

Entre sus puntos flojos quizás The Banshees of Inisherin se puede tornar un poco repetitiva, además requiere de cierto compromiso del espectador para creer lo que sucede entre Pádraic y Colm. Hay espectadores que se toman la película en una onda neo-realista y no consiguen entrar a la premisa de arrojar dedos a la puerta de un ex amigo. En mi caso, estaba con Martin en lo bueno y en lo malo, en los dedos cortados y sin cortar.

Mientras la película más avanza nos arrastra a un verdadero penar de una banshee tradicional. El final un tanto anti-climático con el comentario social más masticado dejará a más de uno pensando si no está pegado con saliva. No hay un punto intermedio, solo miseria y la certeza de que cualquier ser humano puede convertirse en un hijo de puta. Pero hay tanto para disfrutar en cuanto a narrativa y trabajo actoral que podés mirar discretamente hacia otro costado.

La dupla conformada por Brendan Gleeson y Colin Farell es fantástica. Ya sabíamos gracias a In Bruges (2008) que existe una química entre ambos actores que la pantalla ama y que nosotros amamos. Cualquier premio que reciban será más que merecido. Martin sabe lo que hace y hace lo que sabe repitiendo la alquimia de juntarlos y solicitándole a Carter Burwell, su habitual compositor, que la música del filme no tenga nada que ver con las melodías irlandesas. Esas sabias decisiones de dirección elevan un poquito más a The Banshees of Inisherin.

El director de fotografía Ben Davis (también habitual colaborador de Martin), cuyo currículum está lleno de películas de súper héroes, se luce retratando los acantilados irlandeses, la tranquila existencia de Pádraic en su pequeño mundo ordenado, el solaz de una vida en inicio tranquila, la gloriosa Jenny pastando por las colinas. La necesidad de Colm de trascender, el tiempo escapándose impune porque así se nos escapará a todos. Se luce, también, en la debacle que viene para ambos personajes, en la sinrazón, en la pérdida, en no poder soportar las cosas insoportables, en el silencio y, sobre todo, en esa escena en que ambos amigos ya examigos se dicen lo que se dicen, porque en ese preciso momento  la cámara y nosotros somos testigos de la desintegración de la alegría. Y cómo duele.

Lo mejor: Una película muy Martin con dos actores portentosos y una divina Jenny Lo peor: es una película triste y pesimista, y lo que le pasa a nuestra Jenny Lo más falsete: quizás el abandono tan campante de la hermana en medio de la situación tan difícil que pasaba Pádraic El mensaje manifiesto: las relaciones no hay que darlas por sentada, se pueden romper por huevadas El mensaje latente: cuando las cosas se salen de las manos no es el final sino el comienzo de algo más denso El personaje entrañable: MI Jenny El personaje emputante: la necedad gobernando decisiones El agradecimiento: por Martin, siempre por Martin…y sí, Jenny.

CINE: Speak no Evil, Barbarian, Smile, The black Phone

Por: Mónica Heinrich V.

Están pasando tantas cosas que no dan ni ganas de escribir, pero adivinen qué es lo único que siempre estará para nosotros en las buenas y en las malas, ajá: El Cine. Así que tenía dos opciones para escapar y evadir la insoportable levedad del ser, del país y de la vida: 1) Sumergirme en las profundidades cósmicas de una caipiriña o 2) ver películas. Elegí lo segundo. Siempre elijo lo segundo. Me habían llegado una serie de recomendaciones, algunas de cuestionable procedencia, pero elegí creer. No siempre elijo creer.

SPEAK NO EVIL

Hace ya tiempito (chequeo: octubre) alguien me escribió un inbox diciéndome (hago copy and paste): hola, el otro día ví Speak no evil, una película danesa, pucha, me dejó incómodo, espero te dés tiempo para verla. Y yo respondí intensa (hago copy and paste): Ohhhh quiero sentirme incómoda!! Justo estaba pensando en verla, gracias x la recomendación.

Y así, sin caipiriñas, una mañana de paro cívico (¡!) la vi.

El cine danés y yo nos llevamos bien. Suelo disfrutar sus tiempos, su fotografía, sus tramas… sé que no voy a ver alguna cagada porque las posibilidades de que una película del pongaelnombredesucineastabolivianomenosapreciado danés llegue a ser accesible son muy pocas. No había leído nada sobre Speak No Evil (su título original es Gæsterne que significa Los Invitados) así que la historia se fue desarrollando frente a mis azorados e INCÓMODOS (tenías razón amable lector que recomienda películas) ojitos.

Bjorn (Morten Burian) y Louise (Sidsel Siem) son una pareja ñoña danesa que está de vacaciones en la Toscana italiana con Agnes (Liva Forsberg), su hija pequeña. La pareja traba amistad con Patrick (Fedja Van Huet) y Karin (Karina Smulders) una pareja holandesa rarita, que a su vez tiene un hijo, Abel (Marius Dalmlev), más o menos de la misma edad que Agnes.

Mientras observaba el roce social, me fatigaba la facilidad y familiaridad con la que esa amistad evolucionaba. A los ñoños claramente les faltaba calle y a los raris claramente les sobraba mala vibra encubierta. Los ñoños vuelven a Dinamarca y los raris vuelven a Holanda, desde donde invitan a los ñoños a pasar unos días en su casa de campo. ¡No me jodan! Todos hemos viajado y encontrado alguna vez algún personaje en el hotel, paseo o lugar turístico con quien nos hemos llevado bien (aún nos acordamos de vos, Mariano), pero no me cabe en la cabeza cómo estando en el santuario de tu hogar, volviendo de a fuerzas relacionarte con gente que de no ser un hotel no tendrías ninguna posibilidad de topártelos en la vida, decidís aceptar esa invitación. Los ñoños lo hacen en parte porque son ñoños, obvio, y en parte porque Bjorn ve con cierta admiración la personalidad extrovertida y, digamos, “extravagante” de Patrick. Hay algo que lo seduce/atrae de él.

Ni bien aceptan, yo le gritaba con rabia a la pantalla: ¡BUENA SUERTE, BOBOS. VAYAN PA ASHÁ!

Si bien al inicio de la película había indicios o lo que en la virtualidad se denomina red flags (banderas rojas), no es hasta que los ñoños llegan a la casa de los raris que todo se despatarra. Y empieza lo incómodo y continúa lo traumático.

La película es dirigida por el cineasta danés Christian Tafdrup y coguionizada por el mismo Christian y su hermano Mads. Los Tafdrup hacen un manejo casi magistral del horror a través de pequeños detalles. No les voy a mentir, porque ya nos han mentido mucho: se les ocurren escenas bastante estresantes como la del baile de los niños.

Sin embargo, ya en su tramo final (porque un buen final disimula un mal comienzo y no al revés) el ñoño de Bjorn y la ñoña de Louise me perdieron. Capaz porque mi vena combativa anti-ñoña boliviana no puede asistir impávida a SPOILER que un desgraciado le corte la lengua a mi hipotética hija en mi presencia sin que yo reaccione con hipotética violencia y decida llevarme, aunque sea una parte del osado o la osada agresor(a) a mi hipotética tumba. Esa tensión, esa cosa malévola, muy de “la gente es demasiado inmunda en el fondo” se diluye con esas secuencias finales más estoicas/poéticas al pedo. Una parte mía, la racional, adulta contemporánea, diría: Ah, sí, puede pasar. No todos van a reaccionar como hipotéticas madres bolivianas de hipotéticos hijos bolivianos con hipotética violencia, pero…PERO: tanta pasividad y el tono onírico/poético, el apedreamiento, y lo que ocurre al final no me convencieron. FIN DEL SPOILER De todas formas, Speak no Evil es una experiencia que sacude, incomoda, jode y que te abduce de cualquier otra pueril preocupación, ya que lo único que te importará en la vida será que los ñoños regresen sanos y salvos a la gran Dinamarca.

Lo mejor: Sus momentos de tensión Lo peor: el final, muy pasado de rosca en cuanto al tono inicial el filme Lo más falsete: la pasividad de los ñoños El mensaje manifiesto: la confianza es un regalo El mensaje latente: la confianza es un regalo que no se le puede dar a cualquiera El personaje entrañable: los niños deslenguados El personaje emputante: los adultos ñoños El agradecimiento: por eso que te hace sentir.

BARBARIAN

Una vez descubrí un huequito dudoso con algo que parecía ser una cámara dudosa (todo muy dudoso) en una casa del AIRBNB donde me estaba alojando y ahí se me desbloqueó la certeza de que el AIRBNB puede ser más barato, pero no deja de ser inseguro ante la ausencia de controles reales.

Barbarian agarra ese miedito y lo convierte en película de terror. Me la recomendó el algoritmo. Facebook hizo que apareciera esta nota: Una película de terror demencial, perversa e inteligente: cómo es “Barbarian” en Star+. Y yo quería lo demencial, y añoraba lo perverso, y necesitaba lo inteligente (desesperadamente) y encima tenía Star+, fue como si los astros se alinearan y conspiraran a mi favor. No necesité ni entrar al link. Una tarde de paro cívico (¡!) la vi.

Tess (Georgina Campbell) llega a Detroit para una entrevista de trabajo. Llega de noche y a una zona un poco alejada donde ha reservado una casa a través de AIRBNB. En un inicio, y bajo tupida lluvia, brega por entrar y no puede. Llama al anfitrión (quien le alquila la casa) y no le contesta. Esos minutos iniciales de tensión continúan incluso cuando Keith (Bill Skarsgard) abre la puerta y resulta que él es otro huésped y que la casa ha sido alquilada dos veces al mismo tiempo. Evidentemente, todas mis alarmas femeninas saltaron como conejo Duracell ante la presencia de Keith. La idea de pernoctar ahí, con un completo desconocido, teniendo un auto a disposición se me hacía absurda.

La película dirigida y guionizada por Zach Cregger, a quien tuve el infortunio de conocer gracias a Miss March (2009), se sostiene con mucho aplomo y gratas sorpresas en su primer acto y un poco del segundo. Tiene un punto de giro algo anunciado que consigue ir un poco más allá de lo que la premisa inicial prometía y mantenernos en vilo en esos turbulentos momentos. Ahí hace su entrada triunfal AJ (Justin Long, actor al que le guardo cariño porque sí y punto, aunque algo tienen que ver Jeepers Creepers y Britney Spears). Bueno, cuando llega AJ (el dueño de la casa) la película pierde el norte, el sur, el este y el oeste. Las tonterías se derraman como mangas en temporada. Incluso llegamos a ese triste punto cinéfilo en que no nos importa si lo logran (la supervivencia) sino que salgan los créditos y poder pasar a la siguiente película.

Justin, te hemos extrañado todos estos años…

Y ojo: No tengo problemas con la bicha, porque la bicha me pareció un buen elemento. El tema es que la bicha fue desaprovechada porque siendo la bicha: LA BICHA, uno esperaría que la bicha haga lo suyo como buena bicha porque si ya te diste el trabajo de introducir a la bicha, usá bien a la bicha. Digo yo.

Para rematar, había un tufillo discursivo feministaprogrecoyunturaloportunista que se me hace pesado cuando está pegado con moco. Ahí donde algun@s ven las consecuencias del abuso masculino, sororidad (la bicha, bebé), perspectiva de género, masculinidad tóxica y trauma compartido, solo veo utilitarismo de lo femenino y efectismo para hacer terror desde los estereotipos de siempre. Si querés colgarte del #metoo o del reverso del sueño americano en el que se convirtió Detroit, hacelo bien. Digo yo.

Lo mejor: volverte a ver Justin Lo peor: la película se va despatarrando mientras avanza Lo más falsete: los flashbacks y el tufillo de comentario social feminista La escena: La de la teta. AMIG@S, NO! El mensaje manifiesto: lo barato sale caro El mensaje latente: mejor HOTEL El personaje entrañable: vos, Justin, vos El personaje emputante: el viejo e´mierda El agradecimiento: por su entretenida primera parte.

SMILE

Esta me la recomendó una amiga a la que le recomendé Speak No Evil. Yo hablando huevadas de los ñoños daneses y ella: Mirate Smile y después hablamos. Y sí, me miré Smile y después hablamos. Una noche de paro cívico (¡!) la vi.

Smile es truculenta sobre todo en sus minutos iniciales. Rose (Sosie Bacon) es una terapeuta de un centro psiquiátrico. Después de un largo día de trabajo recibe a una chica que es ingresada de emergencia. La chica vio suicidarse a su profesor de universidad delante de ella y parece estar en medio de un brote psicótico. La terapeuta intenta empatizar con ella, calmarla. La chica dice que hay algo que la persigue, que a veces toma formas de personas que conoce, que la acecha y que la va a matar, que tienen que ayudarla, que nadie le cree, que eso que la acecha solo le sonríe. Amig@s, comprendan que la escena es bastante vertiginosa y desesperante, como lo es una situación así en la que alguien está bajo un aparente delirio que involucra psicosis y realmente cree que lo que está sintiendo existe. Uno como espectador se pone del lado de la terapeuta, pero al tratarse la película del género que se trata sabés que lo de la chica va a implosionar de alguna manera. Es ahí cuando pasa lo que pasa, y es horrible, y aunque lo ves venir, igual te perturba porque todo sucede súper rápido. Y una parte tuya, muy coñera, piensa en negligencia médica y en todo eso que se pudo hacer mejor, y otra parte tuya, más coñera aún, dice que no jodás y que sigás viendo. Y seguís viendo.

La opera prima de Parker Finn es bastante efectiva. El guion, que también corre a su cargo, cumple con todo lo que se espera del género. Lo triste es que la fórmula se agota rápido, demasiado rápido, y luego todo parece repetirse y sabés exactamente que SPOILER Cosita va a morir como cojuda con una ancha sonrisa en su cara FIN DEL SPOILER Al sobrarle minutos, estira escenas como las relacionadas a la psiquiatra de Rose o las charlas al pedo con la hermana o su jefe, que conociendo su historial no hacen nada real por ella, o las investigaciones con el ex que sirven para ver desde dónde vienen los sonrientes suicidas, pero que es usado más como anécdota que para darle realce al guion. Cuando llegue el final no habrá sonrisa maquiavélica y satisfactoria en tu faz.

Lo mejor: su inicio y el gato Lo peor: redundante y lo que le pasa el gato Lo más falsete: la solución que encuentra El mensaje manifiesto: hay que trabajar los traumas para que no gobiernen tu vida El mensaje latente: el trauma puede destruirte El personaje entrañable: el gato El personaje emputante: la negligencia general ante los problemas que ella muestra El agradecimiento: por algunos buenos sobresaltos. 

THE BLACK PHONE

Este me la recomendó Stephen King, en twitter me apareció el siguiente comentario:

En ese momento no sabía que el picarón de Stephen le estaba haciendo propaganda a su hijo, Joe Hill quien escribió el relato corto homónimo en el que se basa la película. Y ahí nomás un feriado de conflicto social (¡!): Play.

Son los años 70s. Un pueblito de Colorado está sufriendo una ola de desapariciones infantiles. Así conocemos a Finney (Mason Thames) y a la gran Gwen (Madeleine McGraw). Ambos hermanitos son huérfanos de madre y el padre (Jeremy Davies) lidia con la viudez empinando el codo y maltratando a sus hijos. Finney encima tiene sus bullies en el colegio.

El director Scott Derrickson, a quien conocemos por Sinister, Doctor Strange y El exorcismo de Emily Rose, entre otras, utiliza los primeros minutos de la película para que conozcamos y queramos a los hermanitos, para que sepamos que uno de los dos será sustraído y para que necesitemos que regrese a casa. SPOILER Finney es finalmente secuestrado por El Captor (Ethan Hawke) y todas las cosas terribles que nos imaginamos pueden ocurrir en una situación así, están ahí, en la película. Otros niños ya han pasado por ese sótano en el que se encuentra Finney, y esos niños fueron violados y asesinados por El Captor. Un teléfono negro que no sirve será utilizado por las víctimas fantasmales para comunicarse con Finney y tratar de ayudarlo a sobrevivir. FIN DEL SPOILER

Hay una cosa emocional que funciona muy bien en The Black Phone. El casting infantil es tan bueno que, aunque la historia al igual que Smile abusa de sus recursos y los clichés del género, querés llegar a ese final que anticipás. Necesitás que Gwen esté bien y feliz. 

Me sobraron las apariciones fantasmales en carne y hueso de los niños actores, sentía que la atmósfera se mantenía mejor solo con las llamadas, pero al mismo tiempo sé que al ser una película que apunta a un público masivo la fórmula demanda más perendengues. Una fórmula ya muy conocida, pero que en este caso gracias a su casting y a su look ochentero-nostálgico, termina siendo bastante digerible.

Lo mejor: el casting infantil Lo peor: las apariciones en carne y hueso de los fantasmas Lo más falsete: … El mensaje manifiesto: no hables con extraños El mensaje latente: hay un mundo muy sórdido en los sótanos de algunas personas El personaje entrañable: los niños El personaje emputante: el pedófilo El agradecimiento: por su cosa nostálgica y por Gwen.

 

DOCUMENTAL: Gunda

Por: Mónica Heinrich V.

Hace varios años, un amigo me dijo que no le gustaban los animales porque “son bichos sin alma”. Lo miré como quien descubre que la amistad también puede ser ese terreno pantanoso de la disidencia y le pronostiqué que el día que tuviera la dicha de amar a un animal su vida cambiaría. Llegó su gato. Un gato rescatado que alguien arrojó como basura a la calle. Un pequeño ser por el que ahora se preocupa, se fatiga, se estresa y con el que pasa muchos momentos de alegría. Ajá. No son bichos sin alma. No son bichos. No son “algo” que te va a “gustar” como cuando hablás de un helado o de tu color favorito. Los animales son mucho más que eso.

Gunda es un documental precioso producido por Joaquin Phoenix y dirigido/montado/escrito por Victor Kossakovsky, un director ruso cuya idea del cine es mostrar, no narrar. Fiel a esa premisa, Gunda muestra la vida de una chancha que en un plano fijo inicial se encuentra en labor de parto. Nacen ¿nueve o diez? crías que buscan las tetillas de su mamá. Ah, las maravillas del inicio de la vida.

El documental, filmado en riguroso blanco y negro, acompaña a Gunda en su cotidianeidad y en ese vínculo innato entre mamá e hijos que también se reproduce en el mundo animal. Recordemos lo que dijimos al principio: No son bichos sin alma. Entonces vemos a los bebés de Gunda explorar el mundo, jugar, revolcarse sobre su madre. Vemos a Gunda observarlos apaciblemente cuando ella descansa en la sombra.

A Gunda y a sus hijos los rodean otros animales, gallinas que también tienen sus rutinas, una en especial: una gallina coja se mostrará desconcertada ante una malla de alambre que intenta atravesar. También estarán cientos de vacas que salen de sus galpones al despuntar el día, felices de correr sobre el pasto.

Durante más de una hora seguimos a estos animales en su granja noruega. No hay un solo humano en el metraje. En Netflix se estrenó el documental En la mente de un gato, que rápidamente se convirtió en uno de los más vistos de la plataforma, ese documental entrevista a humanos que interpretan a los gatos y cómo viven. Son los gatos desde la perspectiva de los humanos. Igual sucede con el documental Stray, que narra la vida de tres perros callejeros en Estambul. Aunque intenta darnos la perspectiva del animal, los humanos están presentes. Gunda, por su parte, es un trabajo de observación hiperrealista. Los humanos no participan en esta exhibición de hábitos y sentires animales. Sí, existe un humano que con mimo los filma y hay otros humanos que los observarán en la pantalla añorando una mejor vida para ellos, pero Gunda está siendo registrada con naturalidad, sin artificios.

Ya casi al final, el humano aparece y no aparece, nunca lo vemos, sabemos que él está ahí haciendo lo que el humano suele hacer con el mundo animal, rompiendo la rutina, estabilidad de Gunda y sus hijos. El final es demoledor. Porque llevás más de una hora viendo, conociendo y queriendo a esos animales, y porque sabés que no podés hacer nada al respecto.

No se dice una sola palabra en todo el documental. No es necesario. Kossakovsky tiene los recuerdos más felices de su infancia gracias a Vasha, un cerdito que fue su compañero de juegos y que luego terminó cocinado en su plato. Eso lo convirtió en vegano en la Unión Soviética. Por eso, Gunda es su trabajo más personal hasta la fecha. Es verdad que el director ruso no tiene empachos en sentar una posición. De hecho, la ficción puede disfrazar el límite moral, pero en el género documental la visión moral del director queda mucho más expuesta. Kossakovsky en su trabajo y en sus entrevistas aboga contra la muerte de los animales a manos de los humanos: “Nuestra capacidad de matar otros animales se mide por miles de millones. Es una de las principales actividades económicas. Estamos matando 1,5 billones de cerdos al año, 66 billones de pollos, un billón de peces al año….». Las cifras son estremecedoras.

Gunda quiere mostrarnos algunas de esas billones de vidas perdidas.

Hay momentos en los que las vacas, las gallinas, miran a la cámara, reconociendo a ese objeto extraño (la cámara, el humano) en su hábitat. Algo en sus ojos transmite curiosidad. No hay miedo ni agresividad, solo curiosidad. Sin embargo, al final, cuando Gunda mira, nos mira, después de lo que le sucede, esa expresión, esa mirada…se quedarán con el espectador horas, días, semanas después de haberla experimentado.

La revolución de la empatía que pide Kossakovsky sí es necesaria.

Lo mejor: la vida de los animales Lo peor: el ser humano interrumpiendo esas vidas Lo más falsete: El mensaje manifiesto: la naturaleza es sabia El mensaje latente: el ser humano no El personaje entrañable: los animales El personaje emputante: el humano El agradecimiento: por la dicha de conocer el amor por un animal.

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