CINE FINLANDÉS: Fallen Leaves (Hojas de otoño)
Por: Mónica Heinrich V.
Quiero hablarles sobre Aki. Y también sobre Fallen Leaves. Y, ya que estamos, sobre el cine. Sobre la guerra. Sobre el amor. Sobre la soledad. Sobre el tiempo. Sobre los perros. Quizás quisiera hablarles más sobre los perros, pero esta cálida noche nos invita a diversificar.
Si conocen la filmografía del señorito Aki Kaurismäki hay cosas que no los van a alejar de la pantalla: diálogos robóticos, vestuarios y elementos retro, chistes muy europeos (o sea, medio sin chiste), historias de amor como las de antes surgidas de la necesidad y el masoquismo, cinefilia exprés porque sí, porque amamos el cine y si podemos refer/reverenciarlo lo vamos a hacer.
Nunca he reseñado una película de Aki, quise hacerlo con El hombre sin pasado, quise hacerlo con Luces del atardecer, también me picó el bichito con Le Havre, y no pude. El tiempo, la vida, el amor, la soledad, mis perros, me separaron de esta conversación que tenemos pendiente.
Hace unos días vi Fallen Leaves. Y tiene todos los tropos kaurismäkianos. Esos que harán que espectadores que quieren ver a Julia Roberts gritándole a los ciervos huyan de la sala de cine. Los invito a quedarse. A comerse los planos estáticos. Los diálogos acartonados. Las canciones finlandesas. Los encuentros forzados. El comentario social. La crítica al sistema laboral. La comedia no comedia que te provoca ganas de llorar. Quédense.
Ansa (Alma Pöysti), es una cajera de supermercado que gana lo mínimo en condiciones laborales deprimentes. Una cosa tan sencilla como regalar la comida caducada (que luego va a ser echada a la basura) a un indigente o ella misma guardarse un sándwich vencido harán que la despidan de su trabajo. En algún otro lugar de Helsinki, Hollapa (Jussi Vatanen) trabaja como obrero y ahoga su tedio en el alcohol. Helsinki es otra gran protagonista. Esa ciudad costera que se vende como idílica, pero que el lente de Aki siempre ha dibujado como ófrica, con marcadas diferencias sociales y con gente muy sola.
Hablemos sobre la soledad. Ansa y Hollapa son personas comunes. No son particularmente brillantes ni tontos. Ansa se la pasa con su vieja radio, y Hollapa es un evidente alcohólico. Los trabajos de ambos son ordinarios, mal remunerados y las amistades carecen de profundidad, pero al menos brindan entretenimiento y un nivel sostenible de apoyo. Sus existencias transcurren grises, solitarias y casi silenciosas. Hasta que el destino hace lo suyo y los junta.
Hablemos sobre el amor. Fiel a los personajes, la película no nos cuenta un amor incendiario, emocional, sexual, arrebatado. Son dos personas solitarias que se unen porque sí. Porque parece una buena idea. Porque a veces las conexiones son un segundo, no una eternidad. Es un amor atípico, pero amor, al fin y al cabo. Y como espectadores nos alegramos de que se hayan encontrado.
Hablemos sobre el cine, la cinefilia exprés, la cinefagia. Aki ve películas constantemente, es un detractor del cine digital, aunque ya más o menos se reconcilió con él, una vez dijo que le gustaría que todas sus películas pudieran verse y entenderse sin necesidad de traducción o subtítulos, en Fallen Leaves esa cinefilia se derrama a cada segundo. Hay un poco de Ozu, de Bresson, de Jarmusch, de Chaplin. Hay una sala de cine en la que los personajes conectan de manera más profunda. Sí, estos personajes robóticos, que habitan una película pausada y sin grandes puntos de giro, se meten a ver una película de zombies. Ajá, en Kaurismäkilandia, el amor florece en circunstancias extrañas y a través de películas de muertos vivientes. Como en la vida misma. En otras escenas sellarán sus encuentros con posters de películas clásicas de fondo.
Hablemos sobre la guerra, quizás lo que ya me tenía con los ovarios al plato era la radio contándonos constantemente cuántos muertos llevaban en Ucrania. El recurso de la radio comentando cosas nunca me ha gustado, pero si ya lo ponen, ponelo solo una vez no diez. Más aún cuando tu visión de la guerra o de los muertos de la guerra está claramente parcializada. Sin embargo, mi corazón comprensivo sabe que Finlandia es frontera con Rusia, y que lo más probable es que Ansa represente al finlandés promedio que empieza y termina su día agobiado por lo que transmiten los medios sobre lo que pasa en esa y cualquier otra guerra fronteriza. Como dice nuestro personaje: ¡Maldita guerra!
Hablemos sobre perros. Una película de Aki no sería una película de Aki si en el tercer acto no irrumpiera un hermoso ser de cuatro patas (suelen ser los propios perros del director). En este caso, como una proyección más al sistema que le falla tanto a los humanos como a los animales, Ansa se encuentra un perrito abandonado y decide adoptarlo para compartir paseos, trenes y camas. Con la llegada del perrito me digo: Lárguenle todos los globos de oro a los que está nominada y los futuros cosos dorados (Oscar).
Si le metemos raciocinio al guion escrito por el mismo Aki, las situaciones pueden parecer ingenuas o hasta tontas, pero este agradable sujeto logra que cuando nos acercamos al final, a pesar de todo lo extraño/apático que es su mundo, a pesar de todo lo finito que parece en expresiones, te conmueve y te ahoga con algo muy cercano a la ternura.
No sé si Aki nos ha lanzado un Tiempos Modernos en esta era moderna, o si es incapaz de separarse de sus personajes laboralmente explotados, diametralmente opuestos que encuentran el amor y la compañía canina soñada, solo sé que con Fallen Leaves seguís queriendo a ese director excéntrico que solo hace películas para dar de comer a sus perros, que prefiere la palabra verdad a la palabra realismo, que dijo que Hollywood es el McDonalds del cine o que el cine es la única religión que respeta.
Tal vez, es solo que mi idea de un final feliz es la misma que él tiene: un atardecer, la persona correcta, y claro, un perro.
Lo mejor: Aki en todo su esplendor y, ajá, Chaplin Lo peor: no es un cine de amplio alcance y, ajá, que no aparezca más Chaplin Lo más falsete: los mensajes machacones de la radio, alguno de los encuentros El mensaje manifiesto: dos soledades se pueden unir El mensaje latente: vivimos en un mundo donde se está muy solo El personaje entrañable: ¿es necesario que lo diga? Chaplin El personaje emputante: el guardia chismoso, OBVIO El agradecimiento: por los perros, siempre por los perros.