LOST IN CONTEMPLATION OF WORLD

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Eva Sofía Sánchez - page 3

MÚSICA/POESÍA: Elegía a un amigo

Por: Eva Sofía Sánchez

Chris marcó el número de teléfono. Stone contestó.

– Viejo, estoy alquilando un departamento y necesito un compañero. ¿Te interesa?

– La verdad que no. Estoy cómodo acá. Pero llamá a Andy. Acaba de salir de rehabilitación y seguro necesita un lugar para vivir.

Pocos días después Andy llegó al departamento. Cargaba sus maletas, una guitarra y un teclado. Chris y él eran cantantes y aspirantes a estrellas de rock. Sólo uno de ellos lograría realizar el sueño.

Chris apellidaba Cornell. Tenía 26 años, cabellos largos y negros, una altura intimidante, ojos profundos y una voz de barítono potente. Era el líder Soundgarden, la banda que todos admiraban en la ciudad de Seattle de 1990.

Andy Wood tenía 24 años, cabellos de un rubio resplandeciente, ojos verdes y dulces, mejillas regordetas y un estilo de vestir y vivir colorido. La banda en la que cantaba se llamaba Mother Love Bone y habían grabado su primer álbum para una discográfica de distribución nacional. Los rumores decían que ellos serían el primer grupo de Seatlle en poner el alto el rock de la ciudad.

Juntos hicieron crecer su amistad, dentro de ese departamento de dos habitaciones, con una sala repleta de teclados y guitarras, cortinas como amortiguadores de sonido y partituras con anotaciones.

Cada noche, al llegar al hogar, compartían el uno al otro la canción que habían compuesto. Para ambos amigos, la creatividad era un fuego que se avivaba con cierto grado de competitividad.

Dentro de la vida hogareña Chris era quien pagaba las cuentas, cocinaba, tenía un trabajo aparte de la banda, cuidaba de una mascota. Andy tenía una novia tan enviciada como él, aunque no consumían drogas en la casa. “Teníamos un trato silencioso. Yo cuidaba de su vida como un padre y él no comentaba de su problema con las drogas”, explicaría años más tarde Cornell, al reflexionar acerca de su amigo.

El día que Andy cayó en coma y murió a causa de una sobredosis se acabó la inocencia.

Décadas antes, en 1936, un joven español escribió un poema. Estaba acostumbrado a dedicar su lírica a los trabajadores del campo, los héroes pobres de la España miserable, los desvalidos. Pero durante 15 días su pluma recordó a un amigo fallecido.

El poema se tituló ‘Elegía a Ramón Sijé’ y fue escrito por Miguel Hernández. Tenían en común ser oriundos de Orihuela y su amor por las letras. Les separaban las diferencias sociales. Hernández escribió sus primeros poemas mientras cuidaba ovejas. Sijé era hijo de un acaudalado comerciante.

Fueron amigos, colaboradores, Sijé editó el primer libro de Hernández y lo puso en contacto con un grupo de escritores que le dio techo en la gran Madrid, en 1934. Allí Hernández conoció a Pablo Neruda y su círculo de amistades, aprendió acerca de la opresión a los obreros y el control de los sistemas de producción.

Allí decidió cortar su amistad con Sijé, al que vio como un representante de la burguesía represora.

Dos años más tarde Sijé murió de un ataque cardíaco. Tenía 22 años. Hernández, arrepentido y sobrecogido por el remordimiento, escribió una suerte de disculpa y elegía para su amigo. También tenía 22 años.

En las líneas más potentes Hernández escribió:

En mis manos levanto una tormenta

de piedras, rayos y hachas estridentes

sedienta de catástrofes y hambrienta. 

Quiero escarbar la tierra con los dientes, 

quiero apartar la tierra a parte 

a parte a dentelladas secas y calientes 

Quiero minar la tierra hasta encontrarte 

y besarte la noble calavera 

y desamodazarte y regresarte.

El poema consta de quince tercetos encadenados y se puede dividir en tres partes. En la primera explica la muerte de su amigo. En la segunda se deja llevar por la locura y desea desenterrar el esqueleto y llenarlo de besos. En la tercera llega a la resignación.

Para encontrar su resignación Chris Cornell acudió a aquello que lo había unido a Andy Wood. Compuso una docena de canciones, se contactó con los miembros sobrevivientes de Mother Love Bone, reservó horas de grabación en un estudio y registraron un disco.

El nombre de la banda fue Temple of the Dog y el disco se ha convertido en un recordatorio inmortal de esa amistad. Además de las canciones, también filmaron un video clip para el tema ‘Hunger Strike’. En él aparecen los miembros de la improvisada banda. Cantan frente a un gran lago. Hay aguas calmas y piedras húmedas en la orilla. Un faro anuncia el fin del día. El reflector naranja da vueltas, gaviotas sobrevuelan bajo las nubes grises. Tocan sus instrumentos dentro de un bosque bajo la luz nocturna. Sus sombras se alargan, los gritos de los cantantes son desgarradores, las melodías de las guitarras están llenas de nostalgia. Al final vemos un fuego rodeado por troncos de madera. Su brillo tiembla.

Hernández murió en una prisión en el penal de Alicante en 1942. Había sido encarcelado por sus creencias políticas y cayó enfermo con tuberculosis. Cornell alcanzó la fama global con su grupo y ahora recorre el mundo con su guitarra.

A sus amigos los recordamos todos sin saberlo, gracias a la tragedia que vivieron y el arte que inspiraron.

POESÍA/MÚSICA: Mañana de domingo

Por: Eva Sofía Sánchez

Sunday Morning-Adaptación ilustrada de Sean Robinson
Sunday Morning-Adaptación ilustrada de Sean Robinson

En 1944 los escritores Jorge Luis Borges y Adolfo Bioy Casares tradujeron un poema del inglés al español. El trabajo se publicó en la revista bonaerense Sur. El título del escrito es ‘Mañana de domingo’ y fue creación del norteamericano Wallace Stevens.

Se trata de un poema dividido en ocho secciones. Los protagonistas son un hombre y una mujer que se debaten entre el placer de una plácida mañana y las elucubraciones filosóficas acerca de la muerte y el sentido de la vida.

Las paradojas mentales que nos trae un tiempo de sosiego.

El poema inicia con las siguiente frases:

Complacencias del batón, y tardío / Café y naranjas en una silla al sol, / Y la verde libertad de un papagayo, / Se mezclan en una alfombra para disipar / El sagrado silencio de los sacrificios antiguos.

‘Mañana de domingo’ fue publicado en 1915 en el primer libro de Wallace, titulado ‘Harmonium’. Dentro del cánon norteamericano es considerado uno de los más grandes poemas del siglo XX. Sin duda es un enorme texto de contemplación.

Y las mañanas de domingo continuaron su papel de musa artística.

En 1977 el ritmo del Motown causaba furor en las discotecas. Los grupos de afroamericanos, con sus enormes peinados y pantalones campana, inundaban las señales de radio y hacían brillar las pantallas de los televisores a color. Uno de estos grupos era The Commodores. Su líder en el piano, voz y composición, era Lionel Richie, un hombre negro de sonrisa amplia, dientes blancos y optimismo desbordante. Sólo alguien así podía escribir una canción como ‘Easy’.

El tema es una balada con ritmos de country y piano de salón. Habla de un hombre que deja a una mujer. Pero él no está devastado. Todo lo contrario. Se siente ‘tan simple como un domingo a la mañana’. Al explicar la historia, Richie señaló que deseaba evocar ‘la muerte del día en un pequeño pueblo sureño a las once de la noche’.

Nuevamente un hombre y una mujer y un domingo a la mañana en paz.

Quince años más tarde una banda llamada Faith No More se adueñó de esta canción. Eran los tiempos en los que la música popular se debatía entre Whitney Houston y Guns n Roses y detrás de ellos aparecía la amenaza del grunge.

Faith No More no pertenecía a ninguno de estos grupos de artistas. Se formaron en California en 1978 y conjugaron un estilo que mezclaba Hevy Metal, funk y baladas. Hacia principios de los 90 cerraban sus conciertos con una versión del tema de los Commodores. Sus fans quedaban sorprendidos. Después de una avalancha de rock el cantante Mike Patton les acariciaba los oídos con una balada Motown. ¡Ah, los hermosos 90!

¿Por qué ese amor por la canción de los Commodores? El bajista de la banda lo explicó de la siguiente manera: “Nos gusta ‘Easy’ de una forma dolorosa. Nos recuerda la niñez’.

Nuevamente una mañana de domingo y el dolor de la existencia dentro de una balada sureña.

El poema de Stevens cierra con las siguientes frases:

Las dulces frutillas maduran en la soledad; / Y, en el aislamiento del cielo, / Al atardecer, bandadas casuales de palomas trazan / Ambiguas ondulaciones cuando descienden / Hacia la oscuridad, con extendidas alas.

Y así, mientras el hombre y la mujer se debaten entre pensamientos trágicos y sensuales, la naturaleza avanza, dentro de una canción, en una mañana de domingo en el sur de norteamerica.

Wallace es considerado unos de los poetas más importantes del siglo pasado. No es poca cosa que Borges lo haya traducido. Ambos tenían en común una fascinación mágica con la imaginación. Alguna vez Borges dijo que si él ‘no tuviese memoria, no podría imaginar’. Lo mismo pensaba Stevens, que en un momento escribió que ‘la realidad es producto de la imaginación… y así se forma el mundo’... un domingo a la mañana, contemplando la naturaleza, mirando sombras negras que vuelan por lo bajo.

MÚSICA: El futuro nació en 1977

Por: Eva Sofía Sánchez

Television, First Avenue NYC 1977
Television, First Avenue NYC 1977

Una noche durante el verano de 1977 cayó un rayo en Nueva York. El hecho provocó un apagón eléctrico que duró más de 24 horas. Ocurrieron disturbios, robos, asaltos, represión policial. Se reportaron más de mil incendios en la ciudad. El partido de béisbol entre los Mets y los Cubs debió suspenderse.

Nueve millones de personas quedaron a oscuras. La mayoría de los neoyorquinos se quedó en casa, no a causa del apagón, sino por temor al hijo de Sam, un asesino en serie que atacaba a sus víctimas con una pistola calibre .44. Se llevó seis vidas durante el verano. Al ser capturado dijo que seguía las órdenes del perro de su vecina. Un demonio le hablaba.

Ese mismo año despertó en la ciudad la fiebre del disco. El Studio 54 era el templo de las lentejuelas, androginia y cocaína. Los habitués eran Mick Jagger, Andy Warhol y Jhon Travolta. Desde el Bronx llegaba un nuevo ritmo llamado hip hop de la mano de Grand Master Flash. En bares como el CBGB una banda llamada The Ramones rasgaba sus guitarras al ritmo de un rock and roll despeinado y con chamarras de cuero.

Todo esto mientras la ciudad vivía una de las crisis económicas y sociales más dramáticas de su historia.

En ese contexto Television lanzó su primer disco, titulado Marquee Moon.

No era punk. Tampoco rock. Ahora se podría definir como indie, pero en esos años el término no existía. “Yo siempre pensé que éramos una banda de pop” dijo alguna vez Tom Verlaine, guitarrista y cantante del grupo.

La canción que le da el título al álbum tiene una duración de diez minutos. En las primeras frases Verlaine canta: “Recuerdo cuando la oscuridad se desdobló. Rememoro al rayo cayendo sobre sí mismo”. Esto lo escribió antes del apagón.

El tema es minimalista en su interpretación y poético en su lírica. Las baterías llevan adelante la canción, con cadencias que rememoran algo de jazz ingenuo. A partir del minuto cuatro con treinta segundos inicia un intento de solo de guitarra. Eleva la música y hace volar la imaginación. En un momento todo se torna etéreo y pastoral. Si de cadencias hablamos, este es un gran ejemplo.

Escuchar a Marquee Moon es reconocer el futuro que se gestó desde 1977. Su marca está tatuada en la música del momento, sea este momento los ochenta, noventa o el nuevo siglo. Una oscura influencia, casi impresa con tinta invisible en el ADN del rock actual.

Esto sólo podía nacer desde algún callejón oscuro de alguna ciudad desesperada que huye de un asesino en serie.

MÚSICA: Las visiones de Dylan

Por: Eva Sofía Sánchez

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Londres. 1966. Bob Dylan se coloca un saco gris y camina desde su camerino hasta el escenario de un teatro. Las luces bajas no le permiten ver los rostros de los asistentes. Le acompañan los miembros de su banda de rock. Dylan se cuelga su nueva guitarra eléctrica Fender Telecaster, la conecta al amplificador y rasga unas cuantas notas distorsionadas. Un murmullo invade el auditorio.

– ¡Judas!, grita alguien, oculto desde las sombras.

Dylan se acerca al borde del escenario. Trata de distinguir el rostro de quien le insulta. No lo consigue.

– No te creo, le responde.

Se escuchan algunos aplausos. Otras personas abuchean. Dylan continúa rasgando la guitarra. Las notas del bajo se le unen. Se acerca nuevamente al micrófono.

– ¡Eres un mentiroso!, grita el compositor.

Da la espalda a su público y mira a los músicos que le acompañan. Les sonríe y les ordena:

– Toquen jodidamente fuerte.

Luego Dylan canta, rabioso y a todo pulmón, arrastrando las sílabas: ‘Una vez hubo un tiempo en que te vestías muy bien, le lanzabas monedas a los vagabundos, ¿no fue así? La gente te decía, ten cuidado muñeco, estás destinado a caer’.

Así inició, aquella noche en Inglaterra, la presentación de ‘Like a Rolling Stone’. Una premonición.

Este episodio ocurrió durante la gira de lanzamiento del disco doble ‘Blonde on Blonde. Dentro de esta placa se encuentran algunas de las canciones más emblemáticas del repertorio de Dylan. El álbum forma parte de la seguidilla de producciones eléctricas que alejaron a Dylan de su masa de fans folk. En un par de años, el cantante pasó de ser el ‘posterboy’ de la canción de protesta norteamericana a un ídolo pop de cabellos greñudos, ropa de marca y gafas Ray Ban.

El conservadurismo folk jamás le perdonó semejante transición. Dylan ya no era un hombre del pueblo, que dedicaba sus creaciones al trabajador común y reprimido por el sistema. El cantante se asemejaba más a un personaje de alguna nouvelle urbana. Sarcástico, andrógino, amigo de los Beatles y Allen Ginsberg.

Una de las canciones más emblemáticas de este periodo es ‘Visiones de Johanna’. Se trata de un tema de más de siete minutos que nos deja una historia difusa acerca de alguien que vive en la mente del compositor. Musicalmente es un tema sencillo. Apenas un puñado de notas que se repiten sistemáticamente, acompañadas por una batería y una armónica sutiles. La voz de Dylan es casi un lamento.

El poder de la canción, como en casi todas las creaciones de Dylan, radica en la lírica. Visiones de Johanna nos presenta pincelazos de poesía que aclaran muy poco, pero dejan por sentado que algo profundo y enigmático se esconde detrás de las metáforas. Un secreto.

A lo largo del tema Dylan nos presenta personajes y situaciones que bien podrían pertenecer a una película de Fellini. Nos habla acerca de una mujer llamada Louise. Ella toma un poco de lluvia y nos tienta a desafiarlo. Un grupo de bailarinas resguardadas por un hombre ciego. Susurran y sueñan con escapar en un tren. Un fantasma eléctrico que aúlla desde los huesos de sus rostros. Un joven perdido que se toma muy en serio. Le gusta vivir peligrosamente y recuerda un beso despedida. Un museo en el que se desarrolla un juicio. La acusada es la infinidad y se escuchan voces que reclaman salvación.

La Mona Lisa siente nostalgia.

Detrás de estas escenas, al final de cada verso, aparecen las visiones de Johanna; que conquistan su mente, reemplazan su lugar, lo mantienen despierto hasta el amanecer, que parecen ser muy crueles.

Dylan escribió la Visiones de Johanna en un cuarto de hotel, acompañado por su esposa Sara. Lo hizo poco tiempo después de terminar su relación con la cantante Joan Báez. Es, en definitiva, una canción de desamor. La musa le había abandonado.

Tras la gira de promoción de Blonde on Blonde el cantante y compositor se recluyó en su estancia en Nashville. Editó discos con estilos diferentes e incluso llegó a cambiar su manera de cantar. Evitó las entrevistas, se convirtió al cristianismo y no volvió a pisar un escenario en ocho años. Algo se había roto en su corazón. Años más tarde, en una entrevista televisiva, Dylan dijo acerca de la época de Blonde on Blonde: “No sé cómo lo hice. Aunque quisiera, no podría componer las canciones que hice en esos momentos”. Dicen los románticos que uno nunca se queda con su primer amor. Tal vez las Visiones de Johanna jamás le abandonaron.

CIUDAD: Río de Janeiro

Un Río de emociones

Por: Eva Sofía Sánchez

El presentador toma el micrófono y alza la voz. No grita. Lo hace con ritmo. Casi rap, casi hip hop. “¡Mayores son los poderes del pueblo! ¡Viva la democracia! ¡Con ustedes… Tom Zé!”. Dos mil personas aplauden y gritan desde la sala. El cantante ingresa tomado de la mano de su guitarrista. Visten de negro y saludan con tranquilidad. Súbitamente el bahiano calma los ánimos de la platea y anuncia: “Antes de empezar el concierto, cantaremos a dúo para recordar a nuestro amigo Fernando. Murió esta semana”. Silencio en la sala. Respeto y duelo. La felicidad y la saudade se saludan cordialmente.

Luego vendrán dos horas de música conmovedora. Samba, forró, rock, punk, baladas y funk. Un repaso por la carrera de este artista de 80 años. Habrá baile y canto. Para la última canción, Zé usará una bombacha rosada y bailará como un adolescente. La platea está llena de tatuajes y barbas. Adolescentes y adultos que disfrutan la vida. El lugar se llama Circo Voador. La ciudad es Rio de Janeiro. La alegría es brasilera.

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Hay un secreto detrás de los posters turísticos, las zungas y los bikinis diminutos. Detrás de las playas de Ipanema y Copacabana, parapetada bajo el Cristo y en las faldas del Pan de Azúcar, hay una ciudad que estalla con potencia volcánica. Los cariocas tienen sangre caliente y sonrisa a flor de piel. Escondidos detrás de los slogans de Copas del Mundo y Olimpiadas, ellos construyen una ciudad que busca un destino desde hace 451 años. Ciudad adolescente y excitada. Rio de Janeiro respira y vibra mucho más fuerte de lo que imaginamos.

Dentro de sus 1.182 kilómetros cuadrados habitan poco más de 12 millones de personas. 6 de esos millones recorren las calles de la ciudad. Apenas 500 mil residen en las zonas turísticas y tradicionales de Rio. ¿Dónde está el resto? ¿Cómo pasan sus días los habitantes de Ciudad de Dios? ¿Cómo sobreviven en Costa Barros y Acari? ¿Cómo se expresan los artistas de esta ciudad que en sí misma es una obra de arte de la humanidad?

En el barrio de Gamboa existe una pequeña, moderna y elegante sala de teatro. Se llama Galpón Gamboa y allí se presentan obras de autores brasileros. Por ejemplo la obra ‘Mamá’, escrita, actuada y dirigida por Álamo Facó. Este artista es reconocido por su participación en la serie televisiva ‘Mujer Maravilla’. Pero en el Galpón se transforma en ‘Lázaro’ y relata una experiencia tan personal como conmovedora. “La pieza da voz a Marta, que al perder sus facultades, comienza a expandir su conciencia a límites inesperados”, explica Facó en el folleto de la presentación. Marta es su madre. Murió hace 5 años víctima de un tumor cerebral. Facó ahora desnuda su duelo. Lo comparte y se cura sobre el escenario. Lo hace con dramatismo, humor, resignación, honestidad y una enorme técnica actoral. Cuánta valentía. Cuánta elegancia. Cuan conmovedora historia desde el corazón de un carioca.

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Rio de Janeiro también es una ciudad museos. Se cuentan al menos una veintena de ellos con temáticas diversas y curiosas: Museos del fútbol, del Indio, de las Artes Modernas, de la Vida, Aeroespacial, entre otros. Uno de los más recomendados por los cariocas es el Centro Cultural del Banco Central de Brasil. La exposición que se exhibe en este momento es sorprendente, altamente provocativa, sexy y lúdica. Es el trabajo de la artista australiana Patricia Piccinini. En las salas de la exposición se recorrerán mundos imaginados e inventados, con esculturas, videos, sonidos, instalaciones y poesía posmoderna. “Si nuestra primer reacción frente a estas bizarras criaturas es revulsión o extrañeza, en el instante que sigue la artista nos despierta sentimientos de empatía. Sólo debemos maravillarnos con la mirada de estos seres”, nos aclaran en el folleto de la exposición.

Se trata de amor a segunda vista. Piccinini nos expone frente a seres deformes, asexuados y por momentos eróticos. Infantiles y ferales a la vez. Tiernos en esencia y salvajes por naturaleza. No son de este mundo, pero podrían serlo. Sólo basta darles una segunda mirada para enamorarse de ellos, superar el asco y el temor. Una de las escultura se titula “El visitante gentil”. Muestra una pequeña cama de una plaza. Sobre ella una niña de cabellos largos observa maravillada al ser que se posa frente a ella. La criatura está desnuda. Su piel es blanca y se sostiene sobre enormes uñas. En el borde de la cama se exhibe un enorme pavo real. ¿Es el ave el visitante gentil? ¿Lo es el monstruo? ¿O somos nosotros, tímidos observadores de esta intimidad de ensueño?

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El ritmo carioca vibra en bares y discotecas de la ciudad. La sorpresa es que no siempre suenan sambas o bossa novas. Una noche de fiesta en Río puede disfrutarse en una enorme discoteca, dentro de un edificio abandonado en el tradicional barrio de Laranjeiras. Dentro de esta sala oscura, misteriosa y de colores, respira la Río de Janeiro marginal, entregada a ritmos electrónicos. A la vez, hay que conocer la Río de los cafés de Santa Teresa. Tiendas, cafecitos, botecos, todos mezclados en las calles de este barrio tradicional que se encuentra dentro de un morro. Desde algunas curvas en altura podemos observar la magnificencia de Río de Janeiro. A lo lejos veremos el Maracaná, el Cristo, el Pan de Azúcar. Apenas reconoceremos las playas de turistas.

Es un desafío rebasar las murallas de Copacabana e Ipanema. El premio por adentrarse en la otra Río de Janeiro viene en forma de ferias de antigüedades, calles peatonales con restaurantes y música en vivo, charlas con cariocas fascinantes de sonrisa fácil y ánimo por la vida, portales de una ciudad que se esconde debajo de los morros. Río es mucho más que playas, olimpiadas y copas del Mundo. Río de Janeiro sin playa es un mar de emociones.

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Eva Sofía Sánchez

MÚSICA: Radiohead

LOS SOÑADORES

Por: Eva Sofía Sánchez

Un piano. Una melodía. Ternura musical y guitarras que suenan a xilófonos. La voz nos acaricia de entrada. “Los soñadores. Ellos nunca aprenden”, dice la voz que canta. La canción se llama “Soñando en despierto”. El video nos muestra a Thom Yorke abriendo puertas. Entra a una sala de hospital. Una lavandería. Una guardería, una biblioteca y un hogar. No llega a ningún lugar. Las puertas se abren pero la habitación no es la que él espera.

¿Adónde vamos con tanto apuro? ¿Cuál es el propósito? ¿Queremos pasarnos la vida abriendo puertas a la nada?

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La portada del nuevo disco de Radiohead es etérea y pastoral. Colores blancos, negros y grises que dan calma dentro de un universo confuso. El título del álbum también parece salido de un sueño: “Una piscina en forma de luna”. Pasaron 5 años para que lancen este nuevo trabajo. En un caso, una de las canciones fue compuesta en 1995. Tuvo que esperar 21 años para formar parte de un disco oficial de la banda. El título de esa canción es precisamente “El verdadero amor espera” y es el último tema del álbum.

El video de “Soñando en despierto” fue dirigido por Paul Thomas Anderson, responsable por maravillas como “Petróleo Sangriento”, “Magnolia” y “The Master”. En un momento, una de las puertas lleva a Thom hacia el borde de una montaña bañada en nieve. Anochece, mientras la intensidad de la música nos eleva hasta la cúspide. Suenan violas y chelos. Parece una premoción. Algo sucederá, aunque no sabemos qué será ni en qué momento pasará

tumblr_o6rihau2BJ1qfzmu7o2_1280Finalmente Thom encuentra una cueva y se instala al lado de un fuego reconfortante. Su rostro, sin embargo, refleja angustia y soledad. Ese fuego no es suficiente. Su calor no es calor. Como algunas vidas, parece quedar a medio camino de los deseos más intensos. La música muta y nos aleja del sueño. Todo esto parece una pesadilla. El cantante murmura algo. Muchas voces hablan y todo se vuelve oscuro y violento. Él sigue en la cueva, con la mirada clavada en el fuego. ¿Es Thom valiente o se está escondiendo?

El artista hace catarsis de sus emociones. Las comparte para que otros le ayuden a cargar algunas mochilas que parecen demasiado pesadas. Eso es valentía y fuego interno. Abrir puertas a ningún lugar es una manera de vivir. Esconderse en cuevas con fuegos fatuos es otra. Escribir una canción que nos habla de sueños e ilusiones y compartirla con el mundo es vivir valientemente.

Eva Sofía Sánchez

MÚSICA: Prince

Bienvenido al Olimpo

 Por: Eva Sofía Sánchez

Prince está muerto. Prince está muerto.

Que viva para siempre el Poder de la Nueva Generación

(NPG Operator en ‘Endorphinemachine’, de Prince)

Prince1 Hijo de dios. Muerto y renacido. Profeta de excesos y valentía. Artista de lo estético y musical. Célebre y recluido. Dulzura y salvajismo. Prince Roger Nelson es la construcción de un héroe griego. Hizo tanta música como experiencias vivió. Falleció en el momento menos pensado, como corresponde a un artista extraordinario. Ahora el mundo lo redescubre. Renace nuestro príncipe dorado.

El gran dios griego Zeus tuvo dos hijos. Les llamó Apolo y Dioniso. Ellos son la representación más fiel del espíritu humano. El primero gentil, artista ingenuo, entregado al trabajo y a los sentimientos más puros. El segundo devorador de excesos y hedonismos. Manipulador de ilusiones y seducciones. El dios del vino y magia hipnotizante.

Prince es Apolo y Dioniso.

A lo largo de su carrera nos entregó 39 discos y más de 500 canciones. Hizo del amor las baladas más dulces que alguien pueda imaginar. Escribió las letras más adolescentes y sinceras que un corazón pueda crear. “Nunca quise ser un amante del fin de semana. Sólo quería ser un amigo. No podría robarte de los brazos de otro. Es una pena que nuestra amistad deba terminar”. Purple Rain es un himno al amor más puro y desinteresado. El solo de guitarra que nos regala al final es uno de los momentos musicales más altos de este artista. Emoción y corazones que estallan de amor.

Apolo en carne viva. La ingenuidad hecha creación.

También se vistió con lentejuelas y usó botas de tacones altos como agujas. Sedujo tanto a mujeres y hombres con su voz y caderas. Fue un poster sexual y exaltador de endorfinas. Hizo de sus canciones invitaciones al placer carnal anónimo y transpirado. “Conocí a una chica llamada Nikky. Podrías llamarla diosa sexual. La encontré en el lobby del hotel masturbándose con revistas. No me resistí a su gemir”. Darling Nikky es indecente y provocadora. Sexual y atractiva. Una historia de placer vacío y cuerpos que se unen sólo por un momento.

Dioniso ríe a carcajadas desde su tumba griega.

En 1995 lanzó uno de los discos más completos y trascendentales de su carrera. Le tituló ‘The Gold Experience’. La diferencia fue que Prince ya no era Prince. Se hacía llamar ‘El Símbolo’. Consultado al respecto, ofreció una explicación tan espiritual como lo mundana. “Fue un llamado de dios. Necesitaba librarme de cadenas. Para la reinvención, el primer paso es cambiar de nombre”, explicó. “Además, tengo problemas con la disquera”, agregó.

La canción final de ‘The Gold Experience” es la definición pura del pop. Batería estridente, teclados ridículos y dulces, guitarras distorsionadas y coros épicos con melodías envolventes. En el video musical viste de dorado. Su guitarra también. Su voz es potente y viril. Su atractivo andrógino pone un toque surreal al concierto. De los cielos caen purpurinas brillantes. El solo de guitarra estremece las almas y los oídos del público. Pop para la vida. Pop para celebrar. “Todo lo que brilla no es oro”, canta el artista con sarcasmo poco evidente. Hay festejo en la sala. Muchas gracias, príncipe dorado.

Tras 57 años de vida y más de un millar de conciertos, el artista conocido como Prince nos deja un legado de creación y ebullición. Fue un artista completo. Tan talentoso y virtuoso como atractivo y enigmático. Su música será siempre escuchada, sus vestimentas serán imitadas, su presencia será siempre recordada. Ante todo, su guitarra siempre alcanzará a conmovernos como pocas guitarras podrían hacerlo.

Bienvenido sea Prince al olimpo, junto a Miles, Frida, Dalí y Miguel Ángel.

Eva Sofía Sánchez

TEATRO: La moribunda

No sabrás lo que es el amor

Por: Eva Sofía Sánchez

No sabrás cómo duelen los labios,

hasta que hayas besado y pagado el costo

(Don Raye)

ea79d3cd-b6c9-4f16-9395-e802bff654d9Al final hace su ingreso Chet Baker. Luz baja en el escenario. Transpiración y pasión. “No sabes cuánto queman los corazones, por un amor que no vive, más nunca muere”. Piano, trompeta y una voz de dulce melancolía. Los actores se besan, los corazones laten, los labios duelen. Alguien dentro de la sala suelta una solitaria lágrima. Sobre el escenario se escucha el gemido del desamor.

Nosotros, el público, presenciamos un viaje por emociones absurdas y reales. ¿Cuántas toneladas de energía nos acaban de regalar ambos actores? ¿Cuánto debieron vivir para ofrecernos tal intensidad sobre el escenario? ¿Qué debió morir, para que La Moribunda viva? “No sabrás lo que es el amor, hasta que aprendas el significado de la tristeza”.

En 1987 falleció el actor y dramaturgo argentino Batato Barea. Hizo teatro irreverente, despojado de cánones. Fue libre. Murió de Sida. Pocas semanas después sus compañeros de tablas Alejandro Urdapilleta y Humberto Tortonese presentaron una nueva obra. Era la historia de dos hermanas que cuidan a otra hermana convaleciente. Fuera de la casa sucede algo que las obliga a mantener un encierro durante décadas. ¿Una guerra? ¿Un tsunami? ¿El fin del mundo? ¿La vida misma?

Lo que Javier Silva y Nathalya Santana nos ofrecen tiene sabor a renacimiento. Sobre el escenario, ellos se mueven sobre tres niveles y recorren las cuatro estaciones del año. “El propósito de presentarla fue un amor profundo por el texto”, explicó luego Silva, que además es el director. “Es una combinación entre lo poético y lo grotesco. Tiene rituales y a la vez se desarma. Empieza como algo denso, con estos dos monstruos deformes. Luego los códigos se transforman. Termina siendo casi una joda”.

A los actores les tomó tres meses de trabajo dar vida a las hermanas Kara y Karren. Incluso realizaron un retiro en las montañas de Samaipata. Allí, acompañados por la tranquilidad de la brisa valluna y su clima templado, forjaron las personalidades de estas hermanas intensas y destruidas por la tragedia. Había que escapar del bullicio citadino para crear este delicado Frankenstein, o como Silva lo llama “este bebé de siete dedos en cada mano”.

La canción que suena al final se llama “No sabrás lo que es el amor”, compuesta por Don Raye y Gene de Paul. La interpreta el trompetista y cantante Chet Baker. La sensibilidad de su voz es delicada y desesperada. En vida, el músico recurrió a mundos imaginarios con el fin de salvarse. Su elección fue la heroína.

Kara y Karren también crean ilusiones para sobrevivir. Ellas imaginan que van a la playa, organizan cenas ficticias con escritores y artistas, juegan al amor y la pasión. Todo con desespero y urgencia. Todo para sobrevivir. Exuberante fantasía aquella de inventar mundos para encontrar una sonrisa y labios que nos besen.

“¿Cómo podrías saber lo que es el amor, lo que es el amor, lo que es el amor…?”

¿Acaso no es eso justamente el amor?

Eva Sofía Sánchez

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