LOST IN CONTEMPLATION OF WORLD

MÚSICA/POESÍA: Elegía a un amigo

Por: Eva Sofía Sánchez

Chris marcó el número de teléfono. Stone contestó.

– Viejo, estoy alquilando un departamento y necesito un compañero. ¿Te interesa?

– La verdad que no. Estoy cómodo acá. Pero llamá a Andy. Acaba de salir de rehabilitación y seguro necesita un lugar para vivir.

Pocos días después Andy llegó al departamento. Cargaba sus maletas, una guitarra y un teclado. Chris y él eran cantantes y aspirantes a estrellas de rock. Sólo uno de ellos lograría realizar el sueño.

Chris apellidaba Cornell. Tenía 26 años, cabellos largos y negros, una altura intimidante, ojos profundos y una voz de barítono potente. Era el líder Soundgarden, la banda que todos admiraban en la ciudad de Seattle de 1990.

Andy Wood tenía 24 años, cabellos de un rubio resplandeciente, ojos verdes y dulces, mejillas regordetas y un estilo de vestir y vivir colorido. La banda en la que cantaba se llamaba Mother Love Bone y habían grabado su primer álbum para una discográfica de distribución nacional. Los rumores decían que ellos serían el primer grupo de Seatlle en poner el alto el rock de la ciudad.

Juntos hicieron crecer su amistad, dentro de ese departamento de dos habitaciones, con una sala repleta de teclados y guitarras, cortinas como amortiguadores de sonido y partituras con anotaciones.

Cada noche, al llegar al hogar, compartían el uno al otro la canción que habían compuesto. Para ambos amigos, la creatividad era un fuego que se avivaba con cierto grado de competitividad.

Dentro de la vida hogareña Chris era quien pagaba las cuentas, cocinaba, tenía un trabajo aparte de la banda, cuidaba de una mascota. Andy tenía una novia tan enviciada como él, aunque no consumían drogas en la casa. “Teníamos un trato silencioso. Yo cuidaba de su vida como un padre y él no comentaba de su problema con las drogas”, explicaría años más tarde Cornell, al reflexionar acerca de su amigo.

El día que Andy cayó en coma y murió a causa de una sobredosis se acabó la inocencia.

Décadas antes, en 1936, un joven español escribió un poema. Estaba acostumbrado a dedicar su lírica a los trabajadores del campo, los héroes pobres de la España miserable, los desvalidos. Pero durante 15 días su pluma recordó a un amigo fallecido.

El poema se tituló ‘Elegía a Ramón Sijé’ y fue escrito por Miguel Hernández. Tenían en común ser oriundos de Orihuela y su amor por las letras. Les separaban las diferencias sociales. Hernández escribió sus primeros poemas mientras cuidaba ovejas. Sijé era hijo de un acaudalado comerciante.

Fueron amigos, colaboradores, Sijé editó el primer libro de Hernández y lo puso en contacto con un grupo de escritores que le dio techo en la gran Madrid, en 1934. Allí Hernández conoció a Pablo Neruda y su círculo de amistades, aprendió acerca de la opresión a los obreros y el control de los sistemas de producción.

Allí decidió cortar su amistad con Sijé, al que vio como un representante de la burguesía represora.

Dos años más tarde Sijé murió de un ataque cardíaco. Tenía 22 años. Hernández, arrepentido y sobrecogido por el remordimiento, escribió una suerte de disculpa y elegía para su amigo. También tenía 22 años.

En las líneas más potentes Hernández escribió:

En mis manos levanto una tormenta

de piedras, rayos y hachas estridentes

sedienta de catástrofes y hambrienta. 

Quiero escarbar la tierra con los dientes, 

quiero apartar la tierra a parte 

a parte a dentelladas secas y calientes 

Quiero minar la tierra hasta encontrarte 

y besarte la noble calavera 

y desamodazarte y regresarte.

El poema consta de quince tercetos encadenados y se puede dividir en tres partes. En la primera explica la muerte de su amigo. En la segunda se deja llevar por la locura y desea desenterrar el esqueleto y llenarlo de besos. En la tercera llega a la resignación.

Para encontrar su resignación Chris Cornell acudió a aquello que lo había unido a Andy Wood. Compuso una docena de canciones, se contactó con los miembros sobrevivientes de Mother Love Bone, reservó horas de grabación en un estudio y registraron un disco.

El nombre de la banda fue Temple of the Dog y el disco se ha convertido en un recordatorio inmortal de esa amistad. Además de las canciones, también filmaron un video clip para el tema ‘Hunger Strike’. En él aparecen los miembros de la improvisada banda. Cantan frente a un gran lago. Hay aguas calmas y piedras húmedas en la orilla. Un faro anuncia el fin del día. El reflector naranja da vueltas, gaviotas sobrevuelan bajo las nubes grises. Tocan sus instrumentos dentro de un bosque bajo la luz nocturna. Sus sombras se alargan, los gritos de los cantantes son desgarradores, las melodías de las guitarras están llenas de nostalgia. Al final vemos un fuego rodeado por troncos de madera. Su brillo tiembla.

Hernández murió en una prisión en el penal de Alicante en 1942. Había sido encarcelado por sus creencias políticas y cayó enfermo con tuberculosis. Cornell alcanzó la fama global con su grupo y ahora recorre el mundo con su guitarra.

A sus amigos los recordamos todos sin saberlo, gracias a la tragedia que vivieron y el arte que inspiraron.

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