LOST IN CONTEMPLATION OF WORLD

CIUDAD: Río de Janeiro

Un Río de emociones

Por: Eva Sofía Sánchez

El presentador toma el micrófono y alza la voz. No grita. Lo hace con ritmo. Casi rap, casi hip hop. “¡Mayores son los poderes del pueblo! ¡Viva la democracia! ¡Con ustedes… Tom Zé!”. Dos mil personas aplauden y gritan desde la sala. El cantante ingresa tomado de la mano de su guitarrista. Visten de negro y saludan con tranquilidad. Súbitamente el bahiano calma los ánimos de la platea y anuncia: “Antes de empezar el concierto, cantaremos a dúo para recordar a nuestro amigo Fernando. Murió esta semana”. Silencio en la sala. Respeto y duelo. La felicidad y la saudade se saludan cordialmente.

Luego vendrán dos horas de música conmovedora. Samba, forró, rock, punk, baladas y funk. Un repaso por la carrera de este artista de 80 años. Habrá baile y canto. Para la última canción, Zé usará una bombacha rosada y bailará como un adolescente. La platea está llena de tatuajes y barbas. Adolescentes y adultos que disfrutan la vida. El lugar se llama Circo Voador. La ciudad es Rio de Janeiro. La alegría es brasilera.

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Hay un secreto detrás de los posters turísticos, las zungas y los bikinis diminutos. Detrás de las playas de Ipanema y Copacabana, parapetada bajo el Cristo y en las faldas del Pan de Azúcar, hay una ciudad que estalla con potencia volcánica. Los cariocas tienen sangre caliente y sonrisa a flor de piel. Escondidos detrás de los slogans de Copas del Mundo y Olimpiadas, ellos construyen una ciudad que busca un destino desde hace 451 años. Ciudad adolescente y excitada. Rio de Janeiro respira y vibra mucho más fuerte de lo que imaginamos.

Dentro de sus 1.182 kilómetros cuadrados habitan poco más de 12 millones de personas. 6 de esos millones recorren las calles de la ciudad. Apenas 500 mil residen en las zonas turísticas y tradicionales de Rio. ¿Dónde está el resto? ¿Cómo pasan sus días los habitantes de Ciudad de Dios? ¿Cómo sobreviven en Costa Barros y Acari? ¿Cómo se expresan los artistas de esta ciudad que en sí misma es una obra de arte de la humanidad?

En el barrio de Gamboa existe una pequeña, moderna y elegante sala de teatro. Se llama Galpón Gamboa y allí se presentan obras de autores brasileros. Por ejemplo la obra ‘Mamá’, escrita, actuada y dirigida por Álamo Facó. Este artista es reconocido por su participación en la serie televisiva ‘Mujer Maravilla’. Pero en el Galpón se transforma en ‘Lázaro’ y relata una experiencia tan personal como conmovedora. “La pieza da voz a Marta, que al perder sus facultades, comienza a expandir su conciencia a límites inesperados”, explica Facó en el folleto de la presentación. Marta es su madre. Murió hace 5 años víctima de un tumor cerebral. Facó ahora desnuda su duelo. Lo comparte y se cura sobre el escenario. Lo hace con dramatismo, humor, resignación, honestidad y una enorme técnica actoral. Cuánta valentía. Cuánta elegancia. Cuan conmovedora historia desde el corazón de un carioca.

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Rio de Janeiro también es una ciudad museos. Se cuentan al menos una veintena de ellos con temáticas diversas y curiosas: Museos del fútbol, del Indio, de las Artes Modernas, de la Vida, Aeroespacial, entre otros. Uno de los más recomendados por los cariocas es el Centro Cultural del Banco Central de Brasil. La exposición que se exhibe en este momento es sorprendente, altamente provocativa, sexy y lúdica. Es el trabajo de la artista australiana Patricia Piccinini. En las salas de la exposición se recorrerán mundos imaginados e inventados, con esculturas, videos, sonidos, instalaciones y poesía posmoderna. “Si nuestra primer reacción frente a estas bizarras criaturas es revulsión o extrañeza, en el instante que sigue la artista nos despierta sentimientos de empatía. Sólo debemos maravillarnos con la mirada de estos seres”, nos aclaran en el folleto de la exposición.

Se trata de amor a segunda vista. Piccinini nos expone frente a seres deformes, asexuados y por momentos eróticos. Infantiles y ferales a la vez. Tiernos en esencia y salvajes por naturaleza. No son de este mundo, pero podrían serlo. Sólo basta darles una segunda mirada para enamorarse de ellos, superar el asco y el temor. Una de las escultura se titula “El visitante gentil”. Muestra una pequeña cama de una plaza. Sobre ella una niña de cabellos largos observa maravillada al ser que se posa frente a ella. La criatura está desnuda. Su piel es blanca y se sostiene sobre enormes uñas. En el borde de la cama se exhibe un enorme pavo real. ¿Es el ave el visitante gentil? ¿Lo es el monstruo? ¿O somos nosotros, tímidos observadores de esta intimidad de ensueño?

visitante gentil

El ritmo carioca vibra en bares y discotecas de la ciudad. La sorpresa es que no siempre suenan sambas o bossa novas. Una noche de fiesta en Río puede disfrutarse en una enorme discoteca, dentro de un edificio abandonado en el tradicional barrio de Laranjeiras. Dentro de esta sala oscura, misteriosa y de colores, respira la Río de Janeiro marginal, entregada a ritmos electrónicos. A la vez, hay que conocer la Río de los cafés de Santa Teresa. Tiendas, cafecitos, botecos, todos mezclados en las calles de este barrio tradicional que se encuentra dentro de un morro. Desde algunas curvas en altura podemos observar la magnificencia de Río de Janeiro. A lo lejos veremos el Maracaná, el Cristo, el Pan de Azúcar. Apenas reconoceremos las playas de turistas.

Es un desafío rebasar las murallas de Copacabana e Ipanema. El premio por adentrarse en la otra Río de Janeiro viene en forma de ferias de antigüedades, calles peatonales con restaurantes y música en vivo, charlas con cariocas fascinantes de sonrisa fácil y ánimo por la vida, portales de una ciudad que se esconde debajo de los morros. Río es mucho más que playas, olimpiadas y copas del Mundo. Río de Janeiro sin playa es un mar de emociones.

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Eva Sofía Sánchez

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