LOST IN CONTEMPLATION OF WORLD

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Eva Sofía Sánchez - page 4

CIUDAD: Éxodo y sueño en Urubó

Por: Eva Sofía Sánchez

Hice de mí lo que no supe,

Y lo que pude hacer de mí no lo hice.

Cuando quise arrancarme la máscara,

Estaba pegada a la cara.

Cuando la arrojé y me vi en el espejo,

Ya había envejecido

(Fernando Pessoa – Tabaquería)

 pessoa

Un sueño se construye en Urubó. ¿O es una pesadilla? Donde antes había árboles ancianos como la tierra, ahora hay montañas de arena y tractores trabajando. Donde antes el viento soplaba con calma y la brisa reconfortaba el cuerpo, ahora se escucha el martillar de la industria. Donde antes la naturaleza maravillaba la vista con postales de colores y cantos de aves, ahora construimos un sueño de mares artificiales, palmeras importadas y el Caribe.

¿Qué está pasando en nuestro Urubó? La respuesta más sencilla y lógica es la siguiente: estamos construyendo nuevas ciudades con playas y arenas. A lo que surge otra cuestión: ¿Por qué? ¿Acaso nuestra pobre Santa Cruz de ahora no alcanza para que vivamos todos juntos?

Al menos 6 condominios como los mencionados se edifican actualmente en esta zona aledaña a nuestra urbe. Los números de estos proyectos son sorprendentes: más de 1000 hectáreas de construcción, más de 100 hectáreas de lagunas artificiales, más de 50 mil habitantes en sus más de 5 mil terrenos y departamentos. Esos datos pertenecen apenas a los condominios ‘playeros’ de Urubó. A ellos hay que sumarles los números de todas las otras edificaciones que se erigen actualmente.

Dentro de ellos nos ofrecen un idilio con la naturaleza y el comercio. Habrá playas estilo Caribe, con arena cristalina importada. Habrá clubes de navegación y buceo, campos de golf, malecones, centros comerciales y vida nocturna. Habrá islas, puertos y helipuertos. Grandes avenidas, hospitales, escuelas, centros de conciertos, Malls y cines. Es la construcción de un sueño.

Pero, ¿a qué costo?

Estos proyectos no cuentan aún con sistema de tratamiento de aguas. Eso significa que los ríos subterráneos de la zona se verán directamente afectados. ¿Dónde irán a parar estas aguas? ¿Qué sucederá con nuestro ya vilipendiado Río Piray?

Entre todos los proyectos urbanísticos suman más de 5 mil hectáreas de construcciones. Eso equivale a 5 mil hectáreas de deforestación, casi toda Santa Cruz hasta el 4to. anillo. ¿Tendremos aún más dunas de arena? ¿Qué sucederá con la biodiversidad de la zona?

Sumemos el delicado trato de la basura. Entre todos los condominios se estima que serán 300 mil los habitantes de esta zona. ¿Dónde colocarán sus basuras? ¿Será que lo poco que quede de naturaleza servirá como el gran basurero de nuestros sueños de playa y arena?

Las preguntas son muchas y urgentes. Las respuestas que nos ofrecen no son soluciones, sino ‘salidas’. ¿Cuán agradable será una playa al lado de un basural? Sin perspectivas ambientales, el sueño se podría caer a pedazos.

Estamos construyendo un éxodo, erigiendo ciudades idílicas al lado de la que ya existe, con el simple deseo de empezar de nuevo. En el poema `Tabaquería´, Fernando Pessoa nos habla acerca del despertar de un sueño, de imaginarse a uno mismo a través de una máscara. Nos expone al peligro de estos sueños y al desasosiego que nos invade; cuando decidimos despertar pero ya es muy tarde.

¿Despertaremos?

Eva Sofía Sánchez

SOUNDTRACK: Creamos en Tony (Los Soprano)

Por: Eva Sofía Sánchez

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Antes del final, Tony Soprano dice a su sobrino Christopher:

Uno no se da cuenta. Sencillamente todo se pone negro. Como cuando una película acaba.

Luego lo ahorca hasta la muerte.

Es el capítulo final de Los Soprano. Tony cena junto a su esposa e hijo en un pequeño restaurante de pastas. Lee el menú sin interés. En las mesas hay manteles de cuadros rojos y blancos. Alguien se acerca a la rockola. Un hombre sale del baño. Tony no se percata. Pantalla negra.

Suena «Don’t Stop Believing», de Journey.

En 1981 esta banda nos regaló una obra musical cargada de melodías y ritmos de fiesta adolescente. En sus líricas, sin embargo, se esconde una melancolía profunda y dolorosa. El abandono a flor de piel. El desamor, los desencuentros y el vacío que nos queda luego.

Dentro de la canción, una chica solitaria de un pueblo pequeño toma un tren hacia la nada. Un chico de Detroit sube al mismo tren. Los extraños se encuentran. «Por una sonrisa son capaces de compartir la noche”, dice la letra.

El solo de guitarra a los 55 segundos se eleva como lava o cemento caliente. ¿Es un edificio que se derrumba o un volcán que explota?

“No dejes de creer. Aférrate a ese sentimiento”, canta Steve Perry con su poderosa entonación de tenor. Detrás de él está la banda. Todos con cabello largo y permanentes exuberantes. Pantalones apretados y camisetas diminutas. Melenas al aire. Teclados, batería estridente y guitarra distorsionada.

¡Ah, los 80!

Gracias a esa corta frase la canción adquiere nuevas dimensiones. ‘Don’t stop believing’ también tiene sabor a esperanza y fe. Es optimista y a la vez terriblemente triste. Tan emblemática que ha musicalizado himnos de equipos deportivos, películas infantiles y dramas como el de Los Soprano.

¿Acaso no es eso una obra de arte?

Tal vez Tony Soprano no murió esa noche, en ese restaurante de pastas, frente a su familia, leyendo el menú. Probablemente sigue aferrado al sentimiento.

No dejemos de creer…

Eva Sofía Sánchez

MÚSICA: Miles fue punk

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En 1959 la ciudad de Nueva York vivió un colapso nervioso. Sus noches estaban cargadas de humo de cigarro, las calles infestadas de estupefacientes y los edificios colapsaban en desespero.

Ese verano, los neoyorquinos fueron víctimas de una de las peores tormentas atlánticas de la historia: el Huracán Sandy. Cientos murieron y millones sufrieron el posterior apagón de energía que atacó a la Gran Manzana.

En esa ciudad vivía Miles Davis. Con 33 años ya había experimentado un éxito prematuro. Ya había cumplido sentencia carcelaria, caído en adicciones y rehabilitado. Había sido proxeneta y luego esposo y padre. Dos palabras describen la vida de este trompetista de St. Louis: Vértigo y Punk.

Fue durante esas noches de intensa creación musical, improvisaciones violentas e histeria con alcohol, que compuso una de las obras más trascendentales del Jazz: «So What«.

Miles le regaló al mundo música misteriosa, urbana, compleja y profunda. Una íntima e intensa conversación entre el piano, la trompeta y el saxofón. Dentro de esta canción está toda la música popular que vino después.

Como detalle; aunque no es un dato menor: el golpe de cymbal que se escucha en el minuto 1:30, jamás dejó de sonar.

Disfrutemos e imaginemos.

Eva Sofía Sánchez

MÚSICA: Neil se salvó

Por: Eva Sofía Sánchez

neil youngNeil Young tomó asiento en el sofá, posó la taza de café sobre la mesa de la sala y alzó la guitarra. Era 1972. Estrenaba su rancho en las afueras de Reedwood, California. Le rodeaban montañas, valles y el granero que albergaba su íntima sala de ensayos. Moderado aunque de carácter fuerte, el cantautor canadiense sentía que las sabía todas. Ya había recorrido la carretera, reunido éxitos, experimentado momentos agridulces y finalmente encontrado la paz.

Incluso se sentía cómodo con su proceso creativo. A través de la música expresaba sus preocupaciones más urgentes: el medio ambiente, la justicia social, la decadencia del movimiento folk. Todo mezclado en una elegante presentación de rock emotivo y líricas reflexivas. Todo estaba tan bien…

Neil Young ya era un veterano a sus 28 años. Podría haber pasado sus días apaciguados, pero la vida tenía otros planes.

Un año más tarde la tragedia derrumbó los muros de su nueva propiedad campestre. Dos compañeros de banda de Young murieron debido a sobredosis de heroína. Uno de ellos falleció la misma noche que Young lo despidió del grupo. “Lo amaba, pero era imposible tocar con él. No sabía lo que se iba a hacer. Me siento responsable”, dijo luego el compositor.

¿Qué hizo entonces nuestro amigo Neil? ¿Cómo enfrentó semejante piedra en la conciencia?

Hizo música.

Música oscura, triste, introspectiva, intoxicada, confundida.

De esta época de excesos y depresión nacieron dos obras que los críticos consideraron (en su momento) como errantes, desesperadas y depresivas. Dos supuestos gritos por ayuda de un hombre desesperanzado y consumido. Estaban equivocados. “Ellos creían que yo me estaba hundiendo. En realidad esa fue mi manera de salir a flote”, explicó Neil.

Primero grabó el LP ‘Tonight’s the night’. Una sola noche de grabación, con voz intoxicada y arreglos instrumentales desordenados. Pura sangre y emociones. Se escucha claramente el llanto interno del amigo que llora por sus amigos caídos. Luego vino el disco ‘On the beach’. En la portada Neil se muestra de espaldas, observando el mar sobre una playa idílica. Es un disco igualmente introspectivo, pero más cercano a la belleza que a la tragedia. “Nunca estuve más cerca del arte”, reflexionó Neil en su momento.

“Fui a la entrevista en la radio, pero terminé hablando sólo con el micrófono. Ahora vivo acá afuera en la playa, pero las gaviotas aún están fuera de alcance”, canta en el blues que le da el título al álbum. Le acompañan apenas un puñado de instrumentos casi imperceptibles, detrás de su voz y guitarra. La canción es suave y dulce. El dramatismo es alto. Un grito contenido cuando dice: “Necesito un público, pero no puedo enfrentarlo a diario. Mis problemas son insignificantes, pero eso no significa que desaparezcan”.

Neil finalmente ganó la pulseta. Se levantó, quitó el polvo de su camisa, limpió las cuerdas de su guitarra y retomó la carretera. Los ochentas fueron su conquista. Los 90 su reivindicación. El nuevo siglo su nuevo momento de paz.

El arte salva y Neil Young es testigo de ello.

Eva Sofía Sánchez

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