LOST IN CONTEMPLATION OF WORLD

MÚSICA: Las visiones de Dylan

Por: Eva Sofía Sánchez

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Londres. 1966. Bob Dylan se coloca un saco gris y camina desde su camerino hasta el escenario de un teatro. Las luces bajas no le permiten ver los rostros de los asistentes. Le acompañan los miembros de su banda de rock. Dylan se cuelga su nueva guitarra eléctrica Fender Telecaster, la conecta al amplificador y rasga unas cuantas notas distorsionadas. Un murmullo invade el auditorio.

– ¡Judas!, grita alguien, oculto desde las sombras.

Dylan se acerca al borde del escenario. Trata de distinguir el rostro de quien le insulta. No lo consigue.

– No te creo, le responde.

Se escuchan algunos aplausos. Otras personas abuchean. Dylan continúa rasgando la guitarra. Las notas del bajo se le unen. Se acerca nuevamente al micrófono.

– ¡Eres un mentiroso!, grita el compositor.

Da la espalda a su público y mira a los músicos que le acompañan. Les sonríe y les ordena:

– Toquen jodidamente fuerte.

Luego Dylan canta, rabioso y a todo pulmón, arrastrando las sílabas: ‘Una vez hubo un tiempo en que te vestías muy bien, le lanzabas monedas a los vagabundos, ¿no fue así? La gente te decía, ten cuidado muñeco, estás destinado a caer’.

Así inició, aquella noche en Inglaterra, la presentación de ‘Like a Rolling Stone’. Una premonición.

Este episodio ocurrió durante la gira de lanzamiento del disco doble ‘Blonde on Blonde. Dentro de esta placa se encuentran algunas de las canciones más emblemáticas del repertorio de Dylan. El álbum forma parte de la seguidilla de producciones eléctricas que alejaron a Dylan de su masa de fans folk. En un par de años, el cantante pasó de ser el ‘posterboy’ de la canción de protesta norteamericana a un ídolo pop de cabellos greñudos, ropa de marca y gafas Ray Ban.

El conservadurismo folk jamás le perdonó semejante transición. Dylan ya no era un hombre del pueblo, que dedicaba sus creaciones al trabajador común y reprimido por el sistema. El cantante se asemejaba más a un personaje de alguna nouvelle urbana. Sarcástico, andrógino, amigo de los Beatles y Allen Ginsberg.

Una de las canciones más emblemáticas de este periodo es ‘Visiones de Johanna’. Se trata de un tema de más de siete minutos que nos deja una historia difusa acerca de alguien que vive en la mente del compositor. Musicalmente es un tema sencillo. Apenas un puñado de notas que se repiten sistemáticamente, acompañadas por una batería y una armónica sutiles. La voz de Dylan es casi un lamento.

El poder de la canción, como en casi todas las creaciones de Dylan, radica en la lírica. Visiones de Johanna nos presenta pincelazos de poesía que aclaran muy poco, pero dejan por sentado que algo profundo y enigmático se esconde detrás de las metáforas. Un secreto.

A lo largo del tema Dylan nos presenta personajes y situaciones que bien podrían pertenecer a una película de Fellini. Nos habla acerca de una mujer llamada Louise. Ella toma un poco de lluvia y nos tienta a desafiarlo. Un grupo de bailarinas resguardadas por un hombre ciego. Susurran y sueñan con escapar en un tren. Un fantasma eléctrico que aúlla desde los huesos de sus rostros. Un joven perdido que se toma muy en serio. Le gusta vivir peligrosamente y recuerda un beso despedida. Un museo en el que se desarrolla un juicio. La acusada es la infinidad y se escuchan voces que reclaman salvación.

La Mona Lisa siente nostalgia.

Detrás de estas escenas, al final de cada verso, aparecen las visiones de Johanna; que conquistan su mente, reemplazan su lugar, lo mantienen despierto hasta el amanecer, que parecen ser muy crueles.

Dylan escribió la Visiones de Johanna en un cuarto de hotel, acompañado por su esposa Sara. Lo hizo poco tiempo después de terminar su relación con la cantante Joan Báez. Es, en definitiva, una canción de desamor. La musa le había abandonado.

Tras la gira de promoción de Blonde on Blonde el cantante y compositor se recluyó en su estancia en Nashville. Editó discos con estilos diferentes e incluso llegó a cambiar su manera de cantar. Evitó las entrevistas, se convirtió al cristianismo y no volvió a pisar un escenario en ocho años. Algo se había roto en su corazón. Años más tarde, en una entrevista televisiva, Dylan dijo acerca de la época de Blonde on Blonde: “No sé cómo lo hice. Aunque quisiera, no podría componer las canciones que hice en esos momentos”. Dicen los románticos que uno nunca se queda con su primer amor. Tal vez las Visiones de Johanna jamás le abandonaron.

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