LOST IN CONTEMPLATION OF WORLD

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TELEVISIÓN: Squid Game /El Juego del Calamar

Por: Mónica Heinrich V.

Niñ@s. Este es el hype del momento. La serie tendencia que hace que nos preguntemos: ¿Valdrá la pena? ¿O esto vendrá de la misma gente que mantiene a Betty la fea en el top 10 de lo más visto en Bolivia?

Mi destino era “resfalar” ahí, porque recuerden que una parte de mi “작은 마음” es coreano.

No sabía nada de ella. No había visto el tráiler. No había leído sinopsis ni reseñas.

Ah, la incertidumbre de la virginidad.

Me lancé al primer episodio.

Qué chancho bello

Esto estará muy spoilereado, si no querés salir más trasquilado que oveja con los detalles del argumento, pasá de largo.

Sigo.

Primer episodio.

No voy a negar que admiro la manera en la que los coreanos manejan a sus personajes. O sea, un vicioso, jugador, flojo, vago, que le roba plata su madre, que apuesta el dinero del regalo de su hija, que tiene deudas por todas partes, te lo venden como a un pobre individuo con el que empezás a empatizar. Señoras y señores, con ustedes: el mamerto de Seong Ji Hun interpretado por Lee Jung Jae. A Lee Jung Jae lo conocía por sus trabajos en The Housemaid (2010, véanla), Amsal (2015, no hace falta que la vean) y The New World (2013, véanla).

Bueno, este tipito o tipejo (depende desde dónde se lo mire) debe un culo de plata a unos mafiosos que le quieren sacar hasta los riñones. En el metro, después de peripecias mil, se encuentra con el doncito de Train to Busan (Gong Yoo) que le presenta un juego con unos cosos de papel rojos y azules. Después, el doncito lo agarra a manazo limpio. Ya desde los manazos Ji Hun debió desconfiar, pero no: dale a un mañoso una nueva maña y se cuelga de ella como mono a árbol de guineo motacusito.

Resulta y acontece que le entregan una tarjeta con la cual parece que podrá resolver todos sus problemitas. Quintos aquí, quintos allá, quintos acullá. Plata fácil. Y decide ignorar todo lo raro que rodea la invitación y parte en busca del dorado (literal, un chancho dorado). No es al único al que invitan, se llega a juntar a 456 personas con nulas dotes de administración financiera, montón de deudas, problemas mentales y algunos delitos.

Bienvenidos, querubines, tienen 0,000000001% de posibilidades de vivir. ¡A jugar!

Todo pinta mal, los duermen con un gas, los transportan dopados, los llevan a una isla, y los reciben una especie de guardias vestidos de La Casa de Papel, pero en lugar de la máscara de Dalí usan unas máscaras con figuras geométricas que corresponden a su rango de autoridad dentro del tugurio. El tugurio es muy pro, tiene al pedo una representación de la Muralla Roja, cuartos llenos de cámaras, y tecnología a full. Eso sí, podría decir que su seguridad es tan mala como la defensa del Manchester United en su último partido contra el Liverpool.

En el tugurio arrejuntan a los deudores morosos y les dicen: Vamos a un jugar seis juegos, si los pasan belleza, se van con la plata. Y vos pensás (pensé) en Saw, en Battle Royal, en Hostel, en La pequeña casa en la pradera. Presentación de personaje aquí, presentación de personaje allá: Está el tipito o tipejo (depende de dónde se lo mire) que tuvo todas las oportunidades, recibió educación y se convirtió en un vil estafador; el paquistaní (para ser inclusivos) explotado, inmigrante ilegal; la desertora de Corea del Norte, para ser coyunturales; la chica abusada sexualmente, para no perder el momento #metoo; la parejita matrimonial, para que nos duela romper el vínculo de esa sagrada institución heteropatriarcal; el doctor que hizo mala praxis; el mafioso psicópata; la mafiosa psicópata; el Viejito que querrás y SEGUIRÁS QUERIENDO (no me jodan).

Cuando aparece la muñecota una voz dentro tuyo (mío) dice: Necesito esa muñecota en mi vida. Y luego, zas. La cabezanga gira y la muñecota empieza a liquidar a todo lo que se mueve.

Un ser facho, de conciencias turbias, pensará: qué buena limpieza que hizo la muñecota, PERO la muñecota liquidó a casi la mitad de esos crispines sin ascos. Muchos cadáveres. Demasiados. Ahí decís (me dije): tenés mi atención Hwang Dong-hyuk.

¡Ahí les voy, perros! muajajaja

Hwang Dong-hyuk es el director de esta serie que se ha convertido en la más vista de Netflix. O sea, bien por él, pero nuevamente: en el top 10 de esa plataforma siempre está Betty La fea. Este director coreano existía antes de Netflix. Con una formación cinematográfica muy americana (se te notan tus años de estudio en Los Ángeles, Hwang) tiene un currículum que incluye varias películas con las que ganó unos cuantos premios desconocidos.

El tema es que este guion/idea/proyecto estaba en su cabecita desde hace un montón de tiempo y es recién en estas épocas netflixeras que se hace realidad. La pandemia, y lo que el también coreano (¿filósofo? ¿escritor? ¿genio?) Byung-Chul Han consideraría un elemento de subyugación digital, nos traen El juego del Calamar (Squid Game) y claro, estamos ahí, sentados, en esta “sociedad del cansancio” viendo cómo eliminan al estrato más fácilmente “desechable” de la escalera social en clave de entretenimiento.

Permiso, voy a tomarme una caipiriña y a llorar.

Llegué al episodio 2 que es cuando algunos espectadores abandonan el barco. ¿Por qué abandonan? Porque es cuando se humaniza a los personajes, y humanizarlos en lugar de matarlos resulta «aburrido» o ¿no? Es un episodio dedicado por entero a tratar de explicar por qué los personajes deciden regresar a una muerte segura. O, por lo menos, al riesgo de muerte. (99,9999999% de probabilidades). Carretadas de análisis sociológicos, políticos, económicos e históricos podrían explicar mejor esa decisión en apariencia boluda. O, tal vez, es nomás que no tienen nada que perder y millone$ de razones para intentarlo.

Hasta ahí, quería seguir viendo. Quería poner mis quintos a favor de la norcoreana, aunque era obvio que no lo lograría, quería poner mis quintos en contra de Cho Sang-woo (Park_Hae-soo, que será Berlín en la versión coreana de La Casa de Papel). Era más cantado que Despacito que el viejo y el paquistaní fenecerían como ofrenda al señor de la oscuridad.

Así, llegaron los VIP.

Los mejores amigos de niño Trump.

Ya andábamos a los tumbos con el argumento. Estaba pegado con moco o con baba de caracol. Cuando llegamos a los VIP, la trama se cae completamente. Volvés a pensar en Saw, Hostel, La pequeña casa en la pradera y/o en The Hunter. Ricachones víctimas del cansancio social, emulándote a vos que desde tu casa también apretás el play para ver morir cojudos como lluvia tropical de septiembre.

Ah. Te lo agradezco, pero no.

Hay muchas cosas que no funcionan en esos episodios. El exceso de diálogo, el sobrecomentario de lo que ven, sos uno más de los gordos fodongos que se aburren mientras todo sucede. Encima, ya sabés lo que va a pasar. Ya intuís que el hermano del policía está por ahí, ya estás emputado de que el policía, a pesar de las cámaras, ande suelto como Bambi en las praderas, sabés que viene el giro Shymalan y cuando ese giro llega, no decís (no dije) WTF, sino: ¡por favor!

El viejito había sido la mente maestra detrás del juego. Ok. Algunos espectadores lanzaron la teoría de que en realidad el viejo es el padre de Seong Ji Hun. Amig@s, el tarado de Ji Hun está vivo porque el paquistaní lo salvó en el primer juego, en el juego de las canicas fue Ji Hun el que eligió al viejo, en el de las galletas se salvó por un pelo y en el juego de los vidrios si no fuera la hijueputez del villano, también moría. El viejo, no estaba ni ahí con él, porque el viejo es otro psicópata que se creó excusas pendejas para matar gente. Él disfruta cada maldito segundo.

¿Quién? ¿Shhoo?

Son nueve episodios que cuando descubrís a la muñecota decís (dije) por qué tan poquitos, pero cuando llegan los VIP sentís (sentí) que eran demasiados: ¡Que mueran todos de una vez! No alarguen más esta debacle narrativa.

Cuando acordamos (acordé) se nos vino el sermón dominguero de misa del medioevo. Ni He-man se atrevió a tanto. El discursito de: riqueza vs pobreza, el ser humano es malo por naturaleza y la sociedad está corrompida por eso. Ay, no puedo usar esta plata manchada de la sangre de los otros 455 jugadores. La plata no había sido la felicidad. Esto es un experimento social. Bla bla bla. Seguro, tu experimento social ya lleva décadas. 

Escuchame, Hwang Dong-hyuk. En Los Juegos del Hambre nos apuntaban con un dedo acusador, y nos decían que no había absolución posible para el hombre, ese animal remoto que devora y devora primaveras. En su versión literaria el final era demoledor, no se salvaba nadie, todo estaba corrompido, hasta el último gajo de toborochi, sin ninguna esperanza. Hollywood no pudo estrujarnos en la cara tanta amargura, ¿vos tampoco pudiste? Porque tu Juego del Calamar se queda más en la superficie, en el artificio, en la caricia de guante pre-fabricado de un oso de peluche que huele a naftalina. 

Al final, Jin Hu se convierte en el cliché de la venganza coreana, largamente vista en el cine, doramas y series coreanas. Él, que siempre vivió endeudado, cagándose en su madre, decepcionando a su hija, siendo mal hijo, mal padre, mal esposo, mal amigo, mal ciudadano, tiene valores altísimos y quiere poner en su sitio a la gente que organiza el juego. ZZZZzzzZZZzzzzZZzz cachetéenme con un inodoro y apaguen la luz al salir. 

Sin embargo, más allá de la trama y sus baches, hay que admirar el cuidadoso diseño de producción de esta serie, la dirección de arte que además trabajó con pocos efectos especiales, recreando lo más posible los escenarios de los juegos. La paleta de colores que usaron, la música que acompaña a las secuencias (Jaeil Jung, el mismo compositor de Parasite y Okja), el Danubio Azul, la fotografía…no podés decir que estos coreanos no invirtieron bien su presupuesto.

El Juego del Calamar empieza como un feroz cuestionamiento al capitalismo, después lo usa a su favor para ser parte del capitalismo-consumismo que cuestiona. Respeto que juegue el juego que quiere jugar, faltaba más, pero al final quedé con sabor a poco, a tomadura de pelo, como si tuviera una galleta dalgona con forma de crisantemo y un mondadientes muto. 

Solo quería gritar: Amigo, Jin Hu, volvé al puto avión y cumplí con tu hija alguna vez en la vida. ¿Es mucho pedir?

Lo mejor: La muñecota y el chancho lleno hasta el tope Lo peor: que la muñecota solo aparezca una vez Lo más falsete: las trampas que hacían en el juego, el tráfico de órganos, y el tiempo que el paco estuvo paseando de infiltrado por todos lados, tanta vigilancia al pedo El mensaje manifiesto: la plata no lo es todo El mensaje latente: solo sabrás que no lo es todo cuando la tengás (insertar emoticón de chancho dorado) La escena: la de la muñecota liquidando a todos El personaje entrañable: adivinaron: LA MUÑECOTA El personaje emputante: el viejo e mierda hablando huevadas en su lecho mortuorio. Asumí que te encantaba liquidar gente. El agradecimiento: por la muñecota y el chancho lleno hasta el tope.

CINE: Cry Macho

Por: Mónica Heinrich V.

Ah, Clint Eastwood.

Tiene 91 años y sigue filmando películas. Cry Macho es su trabajo número 39. Qué dulzura. Hasta nos llegamos a olvidar de su respaldo al más rancio conservadurismo yanqui y al señorito Trump. También, nos hacemos los opas y fingimos no notar que en varios de sus trabajos el personaje tristemente célebre: “gringo/blanco salvador” es una constante.

Podemos decir: es que es una leyenda viva del cine, es que imagínense que saca casi una película por año, es que el retiro se lo va a dar el cajón, es que las flores que nacen de los tajibos, es que la lluvia que deja su delicioso aroma en la tierra…y bla bla bla. Sí, hay espacio para la solidaridad, la simpatía y la empatía.

Te queremos, Clint.

Luego, vemos Cry Macho en versión subitulada, en pantalla gigante, producida por MalPaso y ya en sus primeras escenas detectamos que cerquita hay un iceberg y que como espectadores chocaremos de frente y a todo vapor (suena la flauta de Titanic).

Clint interpreta a Mike, un entrenador, domador, veterinario, muchas cosas más, que trabaja bajo las órdenes de Howard Polk (Dwight Yoakam). Howard al inicio de la película lo despide y lo bota como si fuera un zapato que se pringó de puchi de vaca. Mike deja claro que él siempre creyó que Howard era un tarado y un pobre cojudo. Hasta ahí, una presentación paupérrima de los personajes, pero aún digerible.

Hacen una elipsis temporal de un año y el mismo sujeto, el tal Howard, va a buscar a Mike para pedirle-exigirle que cruce la frontera y “recupere” a su hijo adolescente (Rafo) al que no ve hace añadas. Sí, ese Howard que le dijo que no servía ni de papel higiénico y que Mike, además, desprecia, le dice que agarre sus chécheres y vaya a traer a su latin-american-hijo de regreso.

Lo más increíble es que Mike agarra sus chécheres y va a traer a su latin-american-hijo de regreso.

No hay la más mínima lógica. Un señor que puede infartarse en el trayecto, yendo a buscar al hijo de un tipejo x al rancho de una mafiosa. Por mucho que intenten vender la pomada más adelante contando lo que Mike le “debía” al sujeto, por mucho que quieran venderlo como el que quiere puede, no da.

Tu padre es un pelotudo y un tipo poco confiable, pero he venido a llevarte con él.

El guion escrito por Richard Nash (fallecido en el 2000) fue rechazado muchas veces por distintos estudios desde los años 70s. Ahora vemos por qué.

Así las cosas, Clint decidió hacerse cargo de este guion y le dio una revisada con su colaborador Nick Schenk (La Mula, Gran Torino). ¿Qué podemos esperar de un guion lleno de lugares comunes, un poco racistón siendo adaptado por el colaborador más genérico y racistón de Clint Eastwood? Pues, sí. Cry Macho.

El poster señala sentimental: A story of being lost and…found. Porque esa es la otra veta a explotar, esa doble mirada a la infancia y a la vejez, el cuerpo marchito de un hombre que aún puede dar sorpresas, el hombre desechado que encuentra razones para seguir, una especie de héroe antihéroe que ya no da tiros sino que trata de salvarse, y en el camino ayuda a los demás.

Volvamos a la ficción. Mike cruza la frontera como si estuviéramos en La mula y en Gran Torino. Toda la cinematografía es cinematografía al estilo de Clint Eastwood, pausada, serena, sin grandes artificios. Climas que vienen acompañados de la cámara de Ben Davies (Guardianes de la Galaxia, Three Billboards OUtside of Missouri, Capitan Marvel). Quizás eso sea lo que deberíamos rescatar que teniendo un guion tan básico, Clint consigue filmar algunas secuencias bellas y con algo cercano a la emoción, a pesar de la tontería.

Como Cry Macho terminará siendo en parte una buddie movie-road movie, Mike encuentra al famoso Rafo (Eduardo Minnet) un chico que en el relato pintan como un pequeño demonio y que resulta más cursi que el mismísimo Mike.

Salgamos de la ficción. El casting del niño debe ser una de las elecciones más cuestionables de un rol semiprotagónico de este año. Estamos hablando de un personaje que tiene que estar casi toda la película al lado de la “leyenda viva” Clint. Un chico que actúa con la frente y que se llena de mohínes tratando de transmitir emociones a diálogos lamentables.

Desde la butaca (dentro y fuera de la ficción) la pena ajena te inunda y te preguntás qué o quiénes llevó-llevaron al señor Clint a dejar, a estas alturas del partido, una de sus películas más flojas y estamparla en nuestras retinas. La buena noticia es que esta película no alcanza a generar los malestares provocados por 15:17 Tren a Paris (reseñada ACÁ, donde también sufrí el casting infantil Y EL ADULTO) que ya anunciaba que Clint Eastwood era capaz de filmar burreras.

Y te vas a enamorar de mí, porque obvio…soy Clint.

Hay tantas cosas que no funcionan en Cry Macho. Todo suena desafinado, edulcorado, amañado. Mike, que apenas puede caminar erguido, resulta ser un imán para las féminas latinas, quienes al ver al supuesto gringo por antonomasia, caen casi rendidas a sus botas. La analogía del pollo llamado Macho es otra mirada rústica a contramano de los relatos menos serviles a los clichés del género. Parte de la platea parece conformarse con que Mike diga “eso de ser Macho está sobrevalorado”, mientras toda la película gira en torno a estereotipos largamente acariciados por el cine anglosajón. La relación entre el gringo y el niño mexicano es casi una parodia. De hecho, tuve la mala suerte de ver días antes: El protector con un Liam Neeson que tenía que proteger a otro niño mexicano (niño actor que compite en baja performance con el de Clint). Gringo blanco salvador = niño latino a salvo.

Mientras la película más avanza, peor se pone. El gringo se gana el cariño de todo un pueblito de latinos que a pesar de tener animales de granja o domésticos no sabían cómo curarlos hasta que llega el gringo. El gringo zafa de federales, de pacos, de sicarios, de maleantes, del mismo niño. El gringo es pues el súper gringo, no importa que sea de la tercera edad, es EL gringo.

Entiendo las intenciones de Clint, pero la autoindulgencia es tan evidente que estorba en cada frame.

No hay ninguna sorpresa en su estructura, no hay nada que admirar en su torpe narrativa, estamos ante un Clint Eastwood que queremos, pero al que no podemos aplaudir solo por sus 91 años y sus casi 40 películas. ¿O podemos?

Así, con los caballos, el sol que cae, el sombrerito puesto…zafamos como una especie de homenaje a la vejez y a las cosas que son y que pasan.

Su avanzada edad hace que algunas escenas con sangrantes puestas de sol entibien nuestro corazón y veamos detrás de tanta impostación, actuaciones torpes y anécdotas facilonas, una mirada nostálgica hacia la vejez. Hacia ese punto final de una vida que como espectadores hemos visto transcurrir en la cinta mágica, en el cine.

El final de Cry macho intenta ser emocional y sacarte lágrimas condescendientes. Este es Clint en su eterna cabalgada hacia el ocaso, o, mejor dicho, este es Clint en su eterna conducción de una camioneta destartalada hacia el ocaso. En mi caso, espero que aún quede gasolina para que no sea la despedida.

Lo mejor: verlo a Clint. Que Clint siga filmando. Cierta cosa nostálgica que desprende. Lo peor: es muy tonta en su historia base y el niño actúa de terror Lo más falsete: la actuación del niño y muchas cosas más El mensaje manifiesto: eso de ser Macho está sobrevalorado El mensaje latente: muy sobrevalorado La escena: cuando la mamá de Rafo se le ofrece a Mike (WHAT!) El personaje entrañable: el pollo El personaje emputante: todos los que rodean al pollo El agradecimiento: siempre por Clint. A pesar de todo, por Clint.

CINE FRANCÉS: Seules les bêtes / Solo las bestias

Por: Mónica Heinrich V.

¿Quién no ha recibido alguna vez por mail un mensaje de algún misterioso millonario que acaba de heredar una fortuna o está por morir de cáncer y desea entregar ese dinero casualmente a un perfecto desconocido? ¿Quién no ha recibido un mensaje a través de Facebook de una linda extranjera que quiere “hacer amigos” hablando un dudoso español? ¿Quién no ha recibido un mensaje diciendo «Soy fulanito, fulanita…¿te acordás de mí? me podés hacer una transferencia por Tigo Money?».

El director germano-francés Dominik Moll se sumerge en las vicisitudes del “cuento del tío” para contarnos una furiosa y trepidante historia.

Su última película Solo las Bestias se basa en el libro homónimo de Colin Niel (para leer ACÁ). La novela se definió como un “noir rural” y Domink Moll, al que recordamos por perturbadores trabajos como Harry, un amigo que te quiere bien (2000, reseñada ACÁ) y Lemmings (2005), es el director ideal para llevarla a la pantalla gigante.

En nevados e inhóspitos parajes de un pueblito francés, desaparece una mujer. De Evelyn (Valeria Bruni) solo ha quedado su auto abandonado a un costado de la carretera. La película, al igual que la novela, va desenredando la maraña de situaciones que rodean su desaparición dándole voz a sus cinco personajes principales. Eso quiere decir que llegaremos a ver la misma escena desde varias perspectivas.

Alice (Laure Calamy) es una trabajadora social, casada que tiene un amorío con Joseph (Damien Bonnard). Joseph es un hombre adulto con problemas de sociabilización y cuya madre con la que compartía casa acaba de morir, como compañía le quedan el perro y las visitas ocasionales de Alice. Marion (Nadia Tereszkiewicz) es una mesera que se enamora perdidamente de Evelyn y que deja su trabajo por ir detrás de ella. Michel (Denis Ménochet) es el  marido de Alice que inicia una relación virtual con una desconocida que vive en Costa de Marfil.

Te amo, perfecta desconocida que me pide plata por internet.

Lo que tienen en común todos los personajes es el vacío y la soledad. No comparten género, raza, estrato social, edad, oficio de vida, comparten la más profunda soledad y ninguno parece estar cómodo o feliz con la vida que lleva.

Es el siglo XXI, la tecnología ha avanzado, pero la comunicación sigue siendo un problema. Amig@s, tengo noticias para ustedes, ese temita siempre será un problema. 

Una de las virtudes del guion, adaptado por el mismo Moll y por su habitual colaborador Gilles Marchand, es cómo consigue que cada segmento se una perfectamente al otro cual pieza de un rompecabezas que encaja justo en su lugar y, además, que deje en el espectador la necesidad de ver qué pasará.

Sí, gordito menso, largá los quintos.

Más allá de su apariencia de thriller a secas, las diferencias evidentes entre la vida de sus personajes franceses con las carencias de Armand (Guy Roger ‘Bibisse’ N’Drin) y sus amigos en Costa de Marfil, no dejan de ser un contraste que marca un discurso social y político. Marion, por ejemplo, no tiene ni para pagarse un cuarto de hotel, pero vive una “pobreza” distinta a la Armand.

Otro punto alto son las actuaciones. Recordemos a Ménochet como el dubitativo francés que traicionaba a los judíos que escondía debajo de los tablones de su casa al comienzo de Malditos Bastardos, también Damien Bonnard representó con mucha altura al paco que queda atrapado por la rebelión de la calle en Les Miserables y la misma Laure Calamy ganadora del premio César a Mejor Actriz por My donkey, My lover and I. Este es un reparto solvente y experimentado que en Solo las bestias encarnan personajes muy tristes.

Donde la película tropieza es en su enroscada narrativa que termina en un punto demasiado Deux ex machina. Vemos los dedos del novelista cerrando un círculo de forma arbitraria. Como espectador empezás a gritarle a la pantalla: ¡No pues, así no!

En su versión literaria se sostiene mejor, porque podemos estar más en contacto con lo que piensan o sienten los personajes, mientras que en la película solo vemos acciones. Las secuencias relacionadas al brujo, chamán, o maestro espiritista, también parecían pegadas con moco apuntando a un folklore más que a una necesidad de la trama. 

De todas formas, Moll y sus bestias cuentan una historia donde la oportunidad, las circunstancias y el azar se entremezclan con las soledades contemporáneas.

Esa oscura fórmula reflejada en el mensaje virtual de Amandine que recibe Michel al final. “¿Estás ahí?”, le pregunta.  Y luego, la sonrisa pelotuda de Michel y la felicidad real, pero de mentira, dirigida a una pantalla de computadora.

Tan siglo XXI.

Lo mejor: entretiene y tiene una postura política y social Lo peor: se enreda demasiado Lo más falsete: lo de la ex esposa de Armand y su relación con la muertita El mensaje manifiesto: WhatsApp vemos caras no sabemos El mensaje latente: la soledad hace que uno haga cagadas La escena: el cara a cara con Armand El personaje entrañable: el perrito ¡no pues! El personaje emputante: el que más me empujaba era Michel, por pelotudo El agradecimiento: por lo literario.

CINE BOSNIO: Quo vadis, Aida / ¿A dónde vas, Aida?

Por: Mónica Heinrich V.

Estamos en Srebrenica. Es julio de 1995. El general serbio Ratko Mladíc y sus paramilitares “Los Escorpiones”, están en las afueras de la ciudad y han recibido un ultimátum de la ONU para abandonar sus acciones hostiles. La ONU tiene un pequeño campamento dirigido por cascos azules holandeses que se han comprometido con los lugareños a defenderlos y a no permitir el ingreso del enemigo a la zona. Lo que no saben los casquitos azules es que estos señores se van a pasar el ultimátum allá por donde la espalda pierde su bello nombre. Y lo peor, la central de la ONU les soltará la mano.

No hay spoiler posible. Esta fue la peor masacre que tuvo Europa desde el holocausto judío.

La cineasta bosnia Jasmila Zbanic, escribe y dirige Quo vadis, ¿Aida? Una película en la que una vez más nos damos cuenta que el mayor enemigo del ser humano es el ser humano. Para eso, Jasmila introduce como personaje principal a Aida (Jasna Djuricic), una profesora bosnia que gracias a que habla inglés termina de traductora para la ONU.

Con mucha impotencia, veremos cómo el ultimátum fracasa y los desplazados se refugian en el campamento de la ONU, bajo la idea que a la ONU no la pueden tocar.

“Tengo 25,000 personas a las que no puedo alimentar y darles un solo inodoro”, grita el coronel Krammens (Johan Heldenbergh) a través del teléfono mientras intenta encontrar algún tipo de apoyo en su institución sin resultados.

Se respira el peligro en cada toma. Solo al ver al infame “carnicero de Srbrenica”, sabés que nada podrá salir bien.

Aida está casada y tiene dos hijos. Ellos también han escapado de la invasión serbia y buscan refugio en el campamento de la ONU. El calvario del espectador se divide entre la desesperación de Aida de encontrar la manera de salvar a su familia y las sospechosas acciones de los serbios con relación a la supuesta evacuación.

Jasmila no duda en poner la cámara a merced de ese peligro constante, y tiene la paciencia suficiente para ir revelando de a poco algo que solo huele a muerte.

La reconstrucción del grupo de refugiados, de escenas de la vida cotidiana interrumpidas por la llegada de los serbios, son una prueba del talento de la directora y la cámara de Christine A. Mier (Grvabica, On the Path, Love Island) su habitual colaboradora.

El conflicto de los Balcanes sirve para mostrar lo mucho que daña el pensamiento binario: Aida se encuentra a un ex alumno entre los paramilitares, hay conocidos de un lado y de otro, la guerra ha separado amigos, familiares, vecinos. Ya llegados a ese punto, las personas se olvidan de los lazos que los unen en favor de lo que los desune.

La inoperancia e inutilidad de la ONU, revela también que estas organizaciones juegan el juego de la guerra desde una esquina burocrática bajo la anuencia de la comunidad internacional que decide intervenir o mirar para un costado de acuerdo a su propia agenda.

La película está filmada con elegancia y con un ritmo vertiginoso. Veremos a Aida correr por los pasillos del improvisado campamento, luchando por conseguir un permiso, una firma, un algo que separe a los suyos de la muerte.

Quizás en su necesidad de poner énfasis en la villanía del VSR (Ejército de la República Srpska) faltó matizar un poco más el papel de la ONU, a los que además de negligencia y boludez, también se les ha detectado terribles violaciones a los derechos humanos en la época de la guerra de los Balcanes.

Los bosnios aparecen como una masa de gente asustada sin otra etiqueta posible que el de la víctima y Mladíc (que según su biografía meses antes había sufrido el suicidio de su hija de 23 años) es también una figura plana, un villano a secas sin motivaciones reales. Capaz al ser una historia contada como furiosa denuncia, desde la mirada de las víctimas, esta falta de profundidad o de matices, es la que los refugiados percibían: ellos no sabían quién o cómo era este hombre en su vida emocional, solo conocían de él lo que la guerra les había mostrado.

Esta es la quinta película de Jasmila Zbanic, nacida en Sarajevo, hija de dos bosnios, titiritera y clown profesional. Su cine siempre ha tratado de darle voz a los bosnios, a contar esas historias que quedaron escondidas en medio de la destrucción de la guerra. En el caso de Srebrenica, se ejecutaron a sangre fría a más de 8.000 bosnios entre hombres, ancianos y niños. Los hechos se relatan acá desde la descripción y no desde el análisis.

Quo vadis, Aida? fue nominada al Oscar a Mejor Película Extranjera. El galardón se lo terminó quedando la película danesa Druk (reseñada ACÁ), una película más amigable y condescendiente con el gran público. Ahí donde Druk terminaba con un baile que celebraba la vida entre trago y cantos; esta película no baila, no canta, no es libre. Su final es eso que deja la guerra siempre. En Srebrenica, en el Congo, en Siria, en Afganistán, en todas partes. Ausencias y heridas.

Lo mejor: cine denuncia sobre un terrible hecho Lo peor: es más descriptivo que analítico Lo más falsete: la falta de matices con los serbios El mensaje manifiesto: la guerra todo lo destruye El mensaje latente: las convulsiones sociales muestran lo peor de la gente La escena: el final El personaje entrañable: las víctimas El personaje emputante: la guerra que todo lo destruye El agradecimiento: por los que consiguieron sobrevivir.

 

CINE: ANNETTE

Por: Mónica Heinrich V.

Es raro hablar de ego desde una película cuyo ego autoral está sobrepuesto por encima de su público. Así es, mis confundidos espectadores, Leos Carax emuló a la gran Britney Spears: Ups, he did it again. (Ups, lo hizo de nuevo).

A contracorriente de la receta típica de una película típica de lo más típico del cine típico, Carax presentó Annette en el más reciente festival de Cannes. Al finalizar la proyección, lo ovacionaron durante cinco minutos.

Momentito, Cannes también es un aglutinador de egos, y no es garantía que muchos egos se hayan puesto de pie para aplaudir Annette.

Quizás la clave para entender este trabajo es la exposición en la que Carax está trabajando para el próximo año en el Centre Pompidou donde exhibirá un video que se llama Hombre, el cine te perdona todo. Porque Carax cree y cito: «Es algo en lo que siempre he pensado. Hombres malos, padres malos y estos creadores que a veces eran hombres repulsivos pero que tanto me inspiraron. Por ejemplo, el escritor Céline» y claro, Céline fue un verdadero hijo de puta. Traidor, racista, antisemita, misógino, pero…buen escritor. Y Carax asume que a veces la obra consigue hacer que nos distraigamos de esos detallitos. Luego viene el eterno y caldeado debate sobre si esos detallitos realmente importan en la balanza de obra vs autor. Habría que preguntarse qué podríamos consumir si realmente consumiéramos solo lo que produce la gente de bien. 

So ladies and gents, please, shut up and sit

Dentro de esas posiciones ante la vida, Annette tiene como protagonista a Henry (Adam Driver) un standpero/comediante que es adorado por su público al que menosprecia.  “Hacer reír a la gente es una estafa», dice en medio de su acto. Esas rutinas de “comedia” muestran dos caras de un mismo escenario, por un lado, el egocéntrico comediante que usa tópicos densos tratando de ganarse la lisonja del público con la risa y, por otro lado, el público voluble que un día te amará y otro día querrá que te quemen vivo. Las rutinas cómicas de Henry son bastante hmmm no hay palabra en español que las defina, quizás lo más cercano sea «incómodas», aunque la expresión en inglés Cringe, le hace un poco más de justicia.

Henry, parece tenerlo todo: éxito, validación, está casado con Ann (una grácil y dulce Marion Cotillard) que es a su vez una exitosa cantante de ópera.

Pero algo no está bien. Recordemos que la felicidad no es llenar casilleros de cosas que hemos cumplido. Algo, dentro de Henry, no está bien. Se lo dice a su público, ya no puede hacerlos reír porque está enamorado y ese amor lo consume todo. Pensamiento machirulo 1.

Entonces, su carrera como comediante empieza a caer en picada, y porqué no, comienza a resentir el hecho de que ella, Ann, siga brillando mientras él, Henry, ya no. La envidia lo corroe como a viborita del desierto. Pensamiento machirulo 2.

Y cuando llega Annette, Baby Annette, el cringe, la envidia, las viboritas imaginarias y los pensamientos machirulos alcanzan otras cimas.

Apártense, perros.

SPOILER

Quiero que vean muy bien la foto de Baby Annette. Ajá. Baby Annette es una marioneta. Desde que sale escupida por la vagina de Ann, Baby Annette es una marioneta. Rara, fermosa (fea + hermosa) y digna heredera del Cringe de su papá. Eso generará, sin duda alguna: Un mundo de sensaciones, un mundo de vibraciones.

FINAL DEL SPOILER 

El guion escrito por el dúo de música Sparks (Ron y Russel Mael) surgió en un principio como un álbum que lanzarían como un proyecto musical narrativo. Conocieron a Leos Carax hace ya casi diez años en Cannes y fue juntar el hambre con las ganas de comer, así Leos decidió llevar a Annette a la pantalla gigante, sin dejar de lado su origen musical.

Amig@s, contándolo así parece todo muy razonable. 

Pero oh, sorpresa. Esta no es la típica película del cine típico del típico Hollywood. Esto es un trabajo de Leos Carax. Así que ajústense los cinturones que el viaje será movidito.

Annette bordea peligrosamente el ridículo o lo esperpéntico. Hay excusas válidas para afirmar que solo lo bordea y no nada en estilo mariposa dentro de ambos. Digo bordea porque si asumimos que seguimos la historia desde la mirada de Henry que está sufriendo un quiebre mental, podemos interpretar esta realidad distorsionada como un síntoma. Prueba de ello es el final donde aparece Annette interpretada por la pequeña Devyn McDowell, que con tan solo 4 años consigue una de las mejores secuencias de la película.

Amigo, estás sosteniendo un títere.

Hay muchas escenas autoreferenciales a trabajos pasados de Carax, la forma de filmar una moto, la forma de filmar dentro del auto, el look, actitudes de sus personajes, estructura narrativa, hay cosas que nos llevan a Pola X o a Holy Motors (reseñada ACA).

Leyendo mi reseña de Holy Motors sabrán lo que siento por Leos. Pajero, sí. Pretencioso, sí. Posero, sí. Raro, sí. Puede que cojudo, sí. Me importa, no. 

En sus dos horas y veinte minutos de duración, Carax va y viene, viene y va, te cansa, te emputa y a ratos se te escapa una risotada, que nada tiene que ver con la labor de comediante de Henry, sino más bien con esos momentos extrañamente incómodos, pero igual de cinematográficos que el francés ha convertido en un estilo. 

Una cosa que siempre me ha fascinado del trabajo de Carax es su exquisito arte, su manejo del color, y la construcción de espacios estéticamente bellos. En Annette repite la paleta ya vista en Holy Motors, como una continuación a ese mundo verdoso, amarillento en el que los actores eran a su vez títeres de un mundo moderno que todo lo fagocitaba.

Las actuaciones son un poco teatrales, acorde al género musical: opera rock. Hay gestos grandilocuentes, escenas dramáticas casi de culebrones televisivos, la comentada escena en el que se mezclan cánticos y cunnilingus habitará un rincón de tu memoria quizás para siempre. Adam Driver, de eso ya no se vuelve.

Acompañando a Marion Cotillard y a Adam Driver está Simon Helberg (AKA Howard en The Big Bang Theory) en una escena muy alabada, porque Helberg nos vende esa escena con ímpetu, Leos nos vende esa escena con ímpetu. El ímpetu es otro de los grandes protagonistas. Admirás ese ímpetu. Hay gente que con más agua en la piscina, no salta así.

Amiga, diste a luz un títere.

Parte del crew, los guionistas, Leos Carax y su hija Nastya aparecen al inicio y al final del filme rompiendo la ficción, y hablándole directamente al espectador, y cuando el director te habla y desea que te vaya bien, que llegués a tu casa seguro, ya te acostumbraste a la mancha que crece en el coto de Henry, ya aceptaste el sentido diálogo con la Annette de carne y hueso, ya querés (una vez más) a este Leos Carax que puede ser estúpido e inteligente, cursi e incisivo, bueno y malo, todo y nada.

Annette concluye así atestiguando que una película es un trabajo colectivo. Algunos, como en Cannes, la ovacionarán y no podrán sacarse de la mente escenas en las que su director juega como un niño. Otros la encontrarán insufrible, insoportable, hueca perorata del ego desmedido de un director que como dije sobre Holy Motors se hace una paja frente al espejo.

¿Audaz? ¿Arrogante?

Capaz sea un poco de las dos. Lo que sí me queda claro, es que Baby Annette marioneta y Baby Anette de carne y hueso se convertirán en un fantasma cinematográfico en tu memoria y una de esas frases que el cine deja omnipresente será: Ahora no tenés nada que amar.

Lo mejor: Jugada, hermosa, con mucho para analizar Lo peor: pajera, pretenciosa, cursi, boluda, esperpéntica, larga Lo más falsete: difícil elegir algo, es una película que bebe de lo que podría verse falso y/o ridículo  El mensaje manifiesto: la fama y las vidas en apariencia felices, tienen su lado oscuro El mensaje latente: ese lado oscuro es un abismo La escena: la charla entre Annette y su padre en la cárcel El personaje entrañable: Baby Annette El personaje emputante: Henry El agradecimiento: por jugar.

 

CINE FRANCÉS: La Tercera Guerra (La troisième guerre)

Por: Mónica Heinrich V.

Un día, tumbaron las Torres Gemelas y ese acto bastó para que en el mundo surgiera una nueva guerra, la guerra contra el terrorismo. Y digo nueva, porque todo lo que toca a las grandes potencias magnifica a monstruos que siempre estuvieron campantes por las calles.

Definamos terrorismo. Según la RAE: Sucesión de actos de violencia ejecutados para infundir terror.  Actuación criminal de bandas organizadas , que , reiteradamente y por lo común de modo indiscriminado , pretende crear alarma social con fines políticos .

Ajá. Terror. Alarma social. Fines políticos.

¿Y qué hicieron las grandes potencias cuando sufrieron “ataques aleatorios” de “loquitos musulmanes”? incrementaron la tensión y el miedo en sus ciudadanos, y les hicieron creer que esos ataques podrían ocurrir todos los días y que nunca, jamás estarían seguros. Sus ciudadanos vieron cómo se crearon “planes de seguridad” y se empezaron a ejecutar medidas que de ejercerse en cualquier otro país serían tildadas de medidas dictatoriales y en contra de los derechos humanos. Pero para USA, Francia, Inglaterra o España, solo fueron medidas defensivas.

Lo cierto es que el terrorismo nunca fue propiedad exclusiva de los países del medio oriente y el director francés Giovanni Aloi, así lo interpreta.

En su película La Tercera Guerra se habla de una amenaza constante. Esa amenaza convive con la vida diaria de los franceses que quedaron traumatizados por los ataques en la sala de espectáculos Bataclan o en el semanario Charlie Hebdo. No hace falta ser francés para recordar con horror los 90 muertos de Bataclan o los 12 de Charlie Hebdo, y ataques de esa naturaleza en una sociedad que vive cómodamente alejada de esos peligros hace que el Estado se invente respuestas de contención. El plan Vigipirate, dispositivo permanente de vigilancia, prevención y protección, es una de las principales herramientas de lucha antiterrorista en Francia. 

Giovanni Aloi no estaba en Paris cuando sucedieron los terribles hechos de Bataclan, pero regresó al día siguiente y percibió un apagón en la siempre agitada vida parisina. Las calles estaban vacías, los comercios cerrados, el miedo era el principal habitante de una de las ciudades más turísticas del mundo, una ciudad conocida como la “ciudad del amor”. Semanas después, le llamó la atención que grupos reducidos de soldados, en su mayoría jóvenes, patrullaban las calles como parte del plan Vigipirate. Así es, cazaterroristas. Estos jovencitos estaban armados con el armamento del ejército, así que su capacidad de respuesta podía ser inmediata independiente de lo real o ficticia que fuera la amenaza.

La Tercera Guerra tiene como protagonista a uno de estos soldaditos. Leo (Anthony Bajon) es un chico del campo que llega a una Paris que le resulta ajena. Observa con preocupación su entorno mientras su compañero Hicham (Karim Leklou) le advierte que todo puede ser sospechoso o que un ataque es inminente en el momento menos pensado. Leo es muy joven. No debe llegar ni a los 25 años. A lo largo de la película, se descubre que el chico viene de una familia disfuncional, que enlistarse al ejército le ha significado una salida a una madre que no respeta y a una rutina diaria que lo agobia, que el ejército es orden en un mundo caótico.

El guion, escrito por el mismo director y su colaborador Dominique Baumard, está muy bien concebido en cuanto a la tensión generada por un entorno siempre “amenazante” mientras el mismo Leo está en proceso de implosión.

Puede parecer que a lo largo de la película no pasan muchas cosas. Los patrullajes y la rutina de Leo, el universo de camaradería banal en el regimiento, solo esbozan detalles de lo que está mal en su estructura mental o en el hecho de que gente tan joven sea puesta en una situación de estrés y constante alarma.

Leo tiene salidas ocasionales, en su habitación se lee un letrero: Bañado en agua para vivir en llamas. Y eso, quizás, engloba el tono de la película.

No, no es el “terrorismo” el verdadero enemigo de Leo. El sargento que trata de esconder su embarazo para conservar su autoridad en un rubro lleno de testosterona, el colega de Leo al que todos ven “desestabilizado” pero que ante sus ojos representa menos amenaza que un bolsón abandonado al lado del cubo de basura, la necesidad de autoconvencerse de que el trabajo que realizan es trascendente cuando los mismos parisinos los encuentran inútiles, son más barrotes de esta jaula de miedo.

Un trabajo de dirección muy sólido por parte de Aloi, que sigue a su personaje principal sin juzgarlo y sin ofrecerle al público una empatía o antipatía superficial. Eso también es virtud de Anthony Bajon que ya tiene un Oso de Plata a Mejor Actor por La Priere y que ha sido nominado a los Premios César por Au nomme de la terre. Bajon compone a un atormentado y querible Leo, al que dan ganas de sentar en una silla y decirle muy cerquita: Relajate, la vida hay que disfrutarla no sufrirla.

Aunque Aloi debuta con esta opera prima de manera sobria y auspiciosa, puede que su final fuerce demasiado el naipe. La figura aleccionadora se entiende y conmociona, pero hay algo que no termina de cuajar, quizás porque la tensión hasta ese momento simbólica se resuelve con torpeza.

Las secuencias de la manifestación que también se alza como una amenaza real en la que dos fuerzas internas de Francia se enfrentan sin medir consecuencias, fue trabajada de forma impactante desde la cámara de Martin Rit. En esas secuencias descansa otra mirada que la película ofrece: una Francia convulsionada por problemas reales, y peligros propios. Los enemigos no solo pueden ser los loquitos musulmanes, sino las fuerzas del orden, los civiles o uno mismo.

Lo mejor: sobria, bien actuada con una crítica sana sobre el concepto de terrorismo Lo peor: el final se esfuerza demasiado por probar su punto Lo más falsete: el temita con la chica del teléfono  El mensaje manifiesto: el enemigo puede ser cualquiera El mensaje latente: el peligro podés ser vos La escena: la manifestación El personaje entrañable: Leo y los jóvenes que buscan darle sentido a su vida así El personaje emputante: el uso político para actividades como esa El agradecimiento: por un manejo de la tensión de relojería.

 

TELEVISIÓN: Mare of Easttown / El Inocente / The Queen´s Gambit / Into the Night

Por: Mónica Heinrich V.

1. Mare of Easttown

Nos suena a algo. Ya lo vimos, ya lo conocemos. Y es porque Mare of Easttown, la mini-serie nominada a siete categorías en los Premios Emmy 2021, plantea la típica historia de un asesinato en un pueblo chico-infierno grande que debe ser solucionado por un detective traumado.

No me alcanzan las referencias para ilustrar el punto, muy bien puede ser True Detective, como también The Killing o Broadchurch.

Asesinato + pueblito + detectiveespecialtomandounachelaenlabarradelbarlocal = engancha.

Para repetir figurita, sin embargo, HBO hace lo suyo y llama como protagonista a Kate Winslet y como director a Craig Zobel, y con ellos dos logra transformar este “lugar común” en una experiencia disfrutable.

Mare es un personaje que le cae como anillo al dedo a Kate Winslet. Sabemos que a Kate su Rose titánica no la representaba, nunca se ha considerado damisela en apuros, ni rol model de la femineidad, así que esta malhablada, poco acicalada Mare es una oportunidad de lucirse en un papel lejos del glamour hollywoodense. Y sí, se luce.

La Pensilvania epicentro de uno de los casos más sonados de pedofilia dentro de la Iglesia católica (300 sacerdotes denunciados) es el lugar elegido para dejar morir a Erin McMenamin (Cailey Spaeny), una adolescente madre soltera que aparece asesinada y desnuda en una zona boscosa. Un año antes, otra adolescente desapareció y Mare no ha resuelto el caso por lo que le envían al Detective Colin (Evan Peters) para que complete la usual dupla detectivesca de este tipo de thrillers. Seamos honestos, Colin resulta más inútil que retrovisor de avioneta, aunque casi al final nos revelan el por qué de tanta inutilidad.

Lo que los siete episodios de la miniserie logran es transmitir este relato del desencanto humano, de gente hastiada viviendo sus vidas en un lugar en el que por lo general no pasa nada interesante. La fotografía y la colorimetría gris, azulada, nos pintan calles llenas de gente abrigada y en su propio mundo. Todos se conocen, son una comunidad cerrada, y aunque no pase nada “interesante”, hay un zumbido interno en cada casa, en cada familia de monstruos en el placard. Desde ahí, como espectador, te sentís atraído por esa oscuridad, por ir descubriendo los secretos del curita, del vecino, del chico tonto de la secundaria, de la chica que suele hacer bullying, del papá que bebe todo el tiempo, del ex marido que vive al lado y está por volverse a casar. Es el chisme que no alimenta, pero entretiene.

Brad Ingelsby, el productor, creador y guionista, cuenta su historia tratando de hacernos sospechar de inocentes, es la única manera de alargar la mini serie hasta los siete episodios porque sino caerías en un soponcio hasta la próxima pandemia. Rellena con personajes como Richard Ryan (Guy Pearce) que aparece porque sí, tiene un idilio con Kate (perdón, con Mare) porque sí, entra y sale de la serie porque sí, y cuyo papel es tan intrascendente como el de la mamá de Jess Riley (Ruby Cruz) o la misma Jess Riley. ¿Qué nos pasó Guy, qué nos pasó?

Desde el inicio, los personajes hablan sobre lo difícil que es trabajar en un lugar donde vas a tener que arrestar a la hija de un tipo que estuvo en tu colegio o si la chica desaparecida es la hija de una ex compañera que fue parte del equipo de básquet que hizo famosa a nuestra heroína. Es todo endogámico y apunta a su resolución con una flecha de neón: este es el asesino. 

La dirección de Craig Zobel, aliviana los baches del guion. Las secuencias están tan bien construidas visualmente, que pasas por alto la absoluta falta de química entre Mare y Colin (hace mucho no veía un intento de pareja tan al pedo) lo absurdo que es el comportamiento del tarado de Dylan y tu necesidad de tener más profundidad y significado en lugar de una sucesión de personajes y situaciones clichés.

Aquí, casual, incómodos, haciendo sentir incómodos a los espectadores con nuestra nula química

Zobel fue el director de The Hunt, esa película en la que un grupo de conservadores-republicanos despierta en un lugar con el único objetivo de ser cazados por unos aburridos “progres”. Ahí abundaba el discurso, el intento de comedia, pero por encima de elementos binarios y algo desafortunados, veías la mano de un director capaz de vender ese artificio. Porque, a veces, en el arte o cierto tipo de arte, lo destacable, es que te consigan vender huevadas.

Lo mismo sucede con Mare of Easttown, es un trabajo cumplidor con una gran actriz como protagonista que al igual que todos los detectives ficcionales visita bares, desconfía de las relaciones y tiene un pasado que intenta ahogar en una chela.

Nuevamente, ya lo vimos: mejor y más desarrollado. Aún así, te quedás hasta el final. El asesino, que fue sugerido una semana antes del final por el mismísimo Stephen King, enfrentará a nuestra genérica detective a esa famosa disyuntiva de lo justo y lo emocionalmente correcto. En ese punto, ya queremos que la serie termine, y, además, estamos seguros que el destino de los que rodean a Mare seguirá su curso natural con o sin justicia.

Así es la vida.

Lo mejor: Kate Winslet y una dirección prolija Lo peor: nada nuevo bajo el sol detectivesco Lo más falsete: el romance entre Mare y el escritor, el intento de romance entre Mare y Colin El mensaje manifiesto: la cercanía con alguien nunca puede ser un instrumento a tu favor El mensaje latente: se puede perdonar hasta lo imperdonable La escena: el abrazo final El personaje entrañable: el pobre bebé El personaje emputante: Dylan, los asesinos y los personajes genéricos  El agradecimiento: Kate Winslet.

2. EL INOCENTE

Oh, por Dios. Esto tiene más giros y curvas que la carretera a Samaipata.

El chico del momento en España, el señorito Mario Casas, protagoniza El Inocente, una de las series más recientes del catálogo netflixero.

Mario Casas interpreta a Mateo Vidal. Para los amigos y ñoños: Mat.

Una noche, Mat sale a bolichear con la felicidad del bolichee no pandémico y así, de golpe y porrazo (literal) mata sin querer a otro muchacho. ¡Ah, cómo NO extraño las refriegas bolicheras pre-pandémicas!

Paulo Oriol es el director y guionista de este asuntito. Gracias a las recomendaciones aleatorias de Netflix y a la ociosidad, ya me había visto dos trabajos suyos anteriores: Durante la tormenta y Contratiempo (también con Mario Casas).

Pues qué puedo decir, el efectismo y el enrevesamiento parecen ser la marca registrada de Oriol. A su favor, diré que, aunque sus guiones no tienen el más peregrino sentido, se sigue con mucho interés el destino de sus personajes. Una característica de algunas series españolas puestas en Netflix: cero sentido, pero muy entretenidas (a vos te hablo Vis a Vis).

El guion de El Inocente es escrito por el mismo Oriol y se basa en la novela homónima de Harlan Coben. Luego de terminar de ver la serie, #curiosa, me di el trabajo de buscar la novela porque sentía que Oriol había metido sus deditos españoles hasta el fondo. Y sí, sí los metió, pero Harlan…el gringo Harlan, se había ido más al chancho aún en su novela. O sea, Oriol cambió algunas cosas aquí, allá y acullá, pero lo que pensamos que fue un vicio de Oriol (el enrevesamiento) había sido también un vicio de Harlan. Por lo que tenemos a un cineasta y a un escritor que podrían ser hermanos separados al nacer. Como prueba del delito les dejo la novela para descargar El-Inocente-Harlan-Coben.

En su versión televisiva, El Inocente usa un aire literario para presentar a los personajes que no está tan mal, aunque es un truco que le puede jugar malas pasadas a actores menores que no pueden desarrollar una actuación en off. Por ejemplo, cuando le toca el turno a Juana Acosta con una Emma Durán robótica que apenas lo logra, el texto sufre, y sufre mucho.

Aquí, casual, boludeando…haciendo boludear al espectador

Alexandra Jimenez como la Inspectora Ortiz, a quien le pusieron una peluca rubia que se nota al vuelo que era peluca, también me estorbaba. Ella, su peluca y su mochila. De hecho, había hartas tipas empelucadas en esta serie.

Y ya si hablamos de Mario, el reciente ganador del Goya por No Matarás (tengo tantas cosas que decir de esta película que se puede ver en Amazon Prime, pero no es el momento ni el lugar) pues la cosa se pone más gajuda. Mario, papito él, tiene ángel o por lo menos a mí me parece que tiene ángel, pero el tipo es duro como una tabla y tiene la emoción de una piedra al sol orinada por un chihuahua.

Un montón de secundarios entre padres en duelo, monjas, pacos, matones, putas, narcos, hacen que la historia se enrosque hasta lo indecible y empecés a gritarle a la pantalla: ¡Acabá, acabá de una vez! mientras la voz de Michael Scott susurra en tu oído: That´s what she said.

Lo mejor: entretiene y hay momentos literarios en la voz en off que están lindos Lo peor: se enrosca demasiado Lo más falsete: el desenlace y la relación final entre Kimmy y Olivia (Amiga, te iba a hacer violar en bollo)  El mensaje manifiesto: nadie es inocente hasta que se demuestre lo contrario El mensaje latente: la inocencia tiene sus matices La escena: la secuencia final con los tipos asquerosos El personaje entrañable: ¿hubo? El personaje emputante: la voz en off de Emma   El agradecimiento: Kate Winslet.

3. THE QUEEN´S GAMBIT

“¿La Beth devolvió los 10 dólares al señor Shaibel?”. Debo confesar que esa era una preocupación que se me sumó al estrés pandémico de todos los días. Si no pagó ¿cuándo pagaría? ¿serán capaces de no mostrarnos que pagó si es que pagó? ¿podremos sacarnos esa ansiedad del corazón? Algún lector@ dirá cínic@ y con la cara llena de mohínes “la serie no se llama El señor Shaibel” y tendrá razón. Pero mientras veía esta historia también genérica y predecible, la situación económica y anímica del señor Shaibel era una de las razones para seguir adelante. Porque la Beth sabrá mucho de ajedrez pero nunca escuchó eso de Las deudas se pagan, los favores se agradecen.

Gambito de dama, apartando los problemas de la Beth con las deudas económicas y emocionales, es una serie construida con mucho cuidado y belleza en cuanto a lo visual. Allan Scott, productor de Shallow Grave (un día tenemos que hablar de Shallow Grave ¡sí!) y Scott Frank guionista de la inolvidable Marley & Me (aún sigo en duelo por Marley) y de la mamerta Logan (era mamerta y algunos no están preparados para esa conversación) fueron los encargados de llevar a la pantalla netflixera el libro homónimo de Walter Tevis. Quise ver si algunos emputes con la serie se resolvían de manera literaria, #curiosa, así que dejo Gambito-de-dama-Walter-Tevis para quien quiera champarse en el lodo de Serie Vs Libro.

El libro fue escrito allá por los 80s y nuestro siempre extrañado Heath Ledger estaba interesado en llevarlo a la pantalla gigante. La vida hizo lo suyo, Heath nos fue arrebatado demasiado pronto y Netflix se apropió del proyecto. Sobre el lodo en el cual nos champamos puedo decir que las ingenuidades de los 80s quedan bien en los 80s, ya para estos tiempos donde somos viejos y la figurita de genio atormentado  y raro que destaca en alguna actividad y surge en la vida la hemos visto muchas veces, esta Beth es harina del mismo costal.

Aún así, The Queen´s Gambit tiene los elemenos necesarios para que los ojitos pandémicos se enganchen: una heroína caída en desgracia, un don maravilloso, situaciones adversas, personajes pintorescos alrededor y lo más importante: un dadivoso Señor Shaibel.

Aquí, casual, debiendo 10 dólares. Y haciendo que los espectadores se fatiguen para que pague.

La historia nos cuenta la vida, obvio, de Beth (Anna Joy Taylor a quien conocemos por The Witch, Split y Peaky Blinders)…una niña que después de un trágico accidente es llevada a un orfanato donde la dopan para “mejorarle el carácter”. Ahí se vuelve adicta a las pastillas y un día descubre el ajedrez gracias/por el señor Shaibel (Bill Camp, recordado como el policía que perseguía al Joker de Joaquin Phoenix) un empleado del orfanato que además de enseñarle ajedrez se convierte en una especie de mentor y es al que la Beth le queda debiendo los 10 dólares.

La seguí viendo para ver si pagaba, porque en la práctica mucho de ajedrez no hay. De hecho, la partidas más importantes como la que le gana a Benny, se pasan por encimita y se conforman con hacer aburridas elipsis. Luego está el tema de lo mal construida que está a nivel de secundarios, no en actuaciones, sino en cuanto a las apariciones fortuitas y gratuitas que hacen. El sinsentido llega al punto de introducir al tristemente célebre Magical Negro en el personaje de Jolene, que porque a los guionistas se le cantan los huevos/ovarios aparece de la nada recordando sus tiempos de orfanato y sirviendo de apoyo moral y económico a la Beth.

No, mis cielas.

Otra cosa que me…iba a poner emputó…pero aun no consigo descifrar lo que sentí en el momento que Beth alza el teléfono y se da cuenta que es el menso de Benny y ella, la protagonista de la serie, la superdotada en el ajedrez, el personaje femenino “empoderado”, ante el consejo de “liberar esa fila” dice: “¿cómo hago eso?”. Amiga, págale los 10 dólares con intereses a Shaibel o a la memoria de Shaibel y retirémonos.

No voy a ahondar tampoco en su amor platónico e ilógico por el periodista bi o gay, ni en su relación sin sustento con Harry o en el encame al pedo con la chica francesa, pero sí quiero decir que el alcoholismo no es una enfermedad que se quita decidiendo de un rato pa otro no tomar, y que si tenés un alcholismo sostenido por años y mezclado con pastillas y peor aún, intensificado durante meses, no vas a dejar de tomar hoy en la tarde y mañana vas a estar fresca como una lechuga samaipateña.

Así que al final, cuando doña Beth logra lo que siempre supimos que iba a lograr, cuando la serie que pintaba un poco más oscura termina cursi e irreal, no hay mucho más que decir que: Amiga, pagá los 10 dólares con intereses a la memoria del gran Shaibel y retirémonos.

Lo mejor: el señor Shaibel Lo peor: la deuda impaga de los 10 dólares  Lo más falsete: la aparición de Jolene, el encame al pedo con la otra chica El mensaje manifiesto: no son los 10 dólares, es la deuda en sí lo que jode El mensaje latente: largá los quintos y pagá tu deuda La escena: cuando le llegan los 10 dólares El personaje entrañable: el señor Shaibel El personaje emputante: la deuda  El agradecimiento: Kate Winslet.

4. INTO THE NIGHT

Sobrevivir. Creo que nada que se trate de sobrevivencia se puede mirar actualmente con los mismos ojos que en el 2019. Into the night se vería como una huevada entretenida para disfrutarla a tope, como cuando te comés un kilo de helado de dulce de leche (sucede). Ahora, se ve como una huevada entretenida para disfrutar a tope, pero la interiorizás con la adrenalina que se produce por un sufrimiento que creés conocer. Ese miedo a una muerte inexplicable para vos y los tuyos, a una forma de vida que ya no está, a la destrucción de la “normalidad”, cobra otro cariz bajo los acontecimientos actuales.

Es una noche normal en el aeropuerto de Bruselas, un grupo de pasajeros está abordando un avión hacia Moscú. De pronto, Terenzio Matteo (Stéfano Cassetti) ingresa al avión armado y exige que el piloto vuele hacia cualquier lugar al oeste. ¿Este italiano es un terrorista de medio pelo? ¿Está pasando por un momento psicótico? Terenzio dice que la salida del sol está matando a todo ser viviente y tienen que volar hacia lugares donde aún sea de noche. Humanos huyendo desesperadamente de la muerte.

Son seis episodios de entre 35 a 40 minutos cada uno, y vos y tu dedo pandémico dan play al next episode como poseso, hasta que la terminás y te das cuenta que cualquiera que haya sido el plan con la serie murió por lo menos hasta el próximo año. Nuevas temporadas de series apocalípticas o no apocalípticas tendrán que esperar.

Aquí, casual, huyendo de la luz mientras los espectadores la están buscando.

Los personajes de Into the Night le aportan más sazón a la trama: está la joven influencer/instagramer, está el niño enfermo que viajaba a hacerse una operación, está el personaje de origen turco, narco y proxeneta que va creciendo episodio tras episodio, está la joven veterana de guerra cuya pareja acababa de morir de cáncer y que pensaba suicidarse, está la enfermera de un hombre mayor que regresaba a su natal Moscú, hay mucho de dónde agarrarse dramáticamente.

Pero donde Into the Night más acierta es en el vértigo que crea en cada episodio y en cómo resuelven los momentos de tensión, los pequeños obstáculos que van naciendo para nuestros sobrevivientes y las preguntas que genera al espectador con pistas sobre sus personajes.

No los voy a engañar, tiene un look medio de película clase z y la trama echa agua por todos lados, pero que entretiene, entretiene. Lo que le da un cariz un poco más profundo es lo que estamos viviendo, sino: helado de dulce de leche, 2 kilos (también sucede).

Lo mejor: bastante entretenida Lo peor: es chotita Lo más falsete: no me alcanza el espacio El mensaje   manifiesto: las situaciones de crisis muestran el peor lado de la gente El mensaje latente: uno puede tratar de controlarse para no ser tan HDP La escena: las relacionadas al niño El personaje entrañable: el niño enfermo El personaje emputante: el milico  El agradecimiento: Kate Winslet.

 
 

ARTE: Roberto Valcárcel

Por: Fred Núñez

Esta charla con Roberto se dio allá por el 2007. Era un material que se incluiría en lo que sería nuestro último número publicado en físico. La revista no se imprimió y todo lo que habíamos ya diseñado quedó guardado sin ver la luz. Hasta ahora. 

VAL-CÁR-CEL

Sí. Hay esa idea resumida en un dicho de que “una imagen vale más que mil palabras”, estoy dudando de ese dicho porque en la actual cultura estamos saturados de imágenes. Las imágenes han perdido su capacidad de impacto por la saturación. Me imagino que para un ciudadano común en la época del Renacimiento entrar a una Iglesia y ver un cuadro pintado era una experiencia asombrosa porque en su vida cotidiana no tenía acceso a esas imágenes. Hoy, estamos saturados de ellas, las seguimos viendo más como un somnífero que como un detonador de emociones. Alguien que nos hace despertar de ese letargo es Roberto.

Aquí Roberto, solo para olerle un poquito el tufo, abrir el telón y sospecharle la silueta.

CAMBIOS

La experiencia con la realidad que se da en la calle, en la TV y también el contacto con movimientos artísticos que a partir de los 70s ya se ponen escépticos, críticos y cuestionan la capacidad de la imagen provoca que exista un discurso artístico o estético a través de otros recursos como la palabra, el texto.

Cuando hay alguien frente al televisor viendo la intimidad, las poderosísimas imágenes de MTV, u observando películas de acción o terror, te das cuenta que no causan ningún impacto porque la gente esta insensibilizada por sobresaturación, como que las imágenes a través de su profusión se han desgastado, desemantizado y se convierten en estímulos somáticos pero no de percepción o de cognitivización sin la capacidad evocativa o de reflexión que poseían antes.

Por otra parte, la palabra como texto escrito no deja de ser forma, no deja de ser imagen. A pesar de prescindir de la imagen descriptiva, referencial mis obras tienen imagen, en el sentido de que están representando los signos del alfabeto. Es como otra comprensión de la imagen.

En las obras en las que tengo exclusivamente texto, cuido el tipo de letra, la composición, la parquedad de la forma. Todas esas son decisiones formales, a pesar de que estoy manejando texto.

Uno de los halagos más interesantes que he recibido en mi carrera de artista, es una invitación de incluirme en grupos de poetas, de manera que se expande el campo de acción de las artes plásticas y trasciende a otras ramas como la poesía, o el teatro. En ese sentido, visto en términos generales, se trata de una expansión del concepto del arte y de una tangencia con otras disciplinas.

EL CONCEPTO

El rasgo principal del arte conceptual es que no tiene una tipología predeterminada, de manera que es un arte tan amplio y tan diverso que no tiene rasgos formales que lo determinen. Arte conceptual es cualquier trabajo en el que predomine la idea sobre la forma. El valor estético de la obra conceptual no radica en su belleza física sino en su belleza de concepto.

LA RUTINA

Mis días dependen de mis actividades docentes que tienen horario fijo y varían día a día de acuerdo al horario que me toca. En ese sentido, no tengo un día típico. Hay medios días en los que estoy libre para mis actividades personales y hay otros que son en la universidad y otros en mi taller. Mi semana es una mezcla entre esas tres actividades. Eso varía cuando hay vacaciones y de semestre en semestre.

SIGLO XX

Recuerdo hace muchos años cuando estaba concluyendo mis estudios en la universidad, me tocó dar un examen de Historia del Arte…era oral ante un jurado de profesores y expertos y me hicieron una sola pregunta. Me dijeron: “¿Qué es en su criterio lo fundamental del arte del siglo XX?” y mi respuesta fue un poco descriptiva y dije que primero el artista copiaba la manzana perfectamente, luego la copiaba expresando sus emociones, luego dejó de copiarla y comenzó a interpretarla, y por último comenzó a generar una realidad que ya no tenía nada que ver con la manzana y esa realidad poco a poco fue convirtiéndose en resumen, síntesis, concepto e idea, hasta que la forma del arte deja de ser forma y se convierte en pensamiento.

En resumen, el principal proceso estético del siglo XX ha sido la desmaterialización del arte. Los expertos que me estaban tomando el examen me pusieron la más alta calificación porque dijeron que había entendido la cosa, cómo era el asunto.

KOMESUTRA

Muchas: Pizza, comida japonesa, majadito…comida cochala, de todo.

LA MUSIQUE

Esta mañana en la ducha escuchaba Celia Cruz, ayer escuché música disco techno de los 90s…chill out, rock de los 70s…pero tengo una predilección por música que se escucha poco. No me agrada la música que suena demasiado, me canso rápidamente, no escucho radio porque todo lo que suena en la radio me aburre, busco nuevas sensaciones auditivas. Me gusta mucho Philippe Glass, por ejemplo.

EL CINE

Últimamente, me gustó mucho Más extraño que la ficción y si hablamos de mi película favorita de todos los tiempos sería El fantasma de la libertad, de Luis Buñuel.

LA LEY DEL DESCARTE

No sé porqué mi decisión de ser artista plástico o arquitecto fue por eliminación, fui pensando que no quería ser médico, no quería ser lo uno ni lo otro, hasta que por descarte acabé en esto.

EXPOSICIONES

En mi actual situación profesional, la cosa adquiere paradójicamente una especie de rutina, va terminando el año y recibo invitaciones de galerías para incluirme en el programa del año que viene. Entonces, yo decido con antelación si me voy a comprometer o no en una muestra. Una vez respondida la invitación, se convierte en compromiso.

PROCESO CREATIVO

Hay el cuento ese de un emperador chino que llama a un artista para que le pinte un caballo y el artista le dice: «muy bien, ya vuelvo«. Pasaron 20 años y el artista nunca volvió. El emperador se acuerda y lo manda a llamar, le reclama. El artista saca un pincel y pinta el caballo en un segundo. El emperador le dice: «¿Para qué me hiciste esperar 20 años por un cuadro que podías pintar en un segundo?». El artista respondió: «he tardado 20 años en pintarlo».

Entonces, el momento de realización de la obra misma pueden ser 20 días antes de la exposición, donde reúno el trabajo, tiempo y ganas para la gestación de la muestra. Se pueden tener ideas, visualizaciones de una obra concreta pero todo queda como repertorio, ya sea registrado en papel o mentalmente, aunque la concreción es breve. Por ejemplo, para mi última exposición del año pasado en La Paz , me levanté un domingo dentro de mi casa tomé 30 fotos y esas las imprimí, las enmarqué y las expuse. Esa exposición fue hecha en media hora de toma fotográfica, otra de revelado y otra de enmarcado, pero fue pensada en unos 4 meses.

EL BESO DE LA PITONISA

La inspiración es una palabra antigua, del siglo XIX. Hoy, en términos psicológicos, se llama asociación. Cuando me inspiro asocio ideas de otros lados con las mías o mezclo todo. Entonces, trabajar en el sentido de esperar que me bese la musa, no. Pero que todo el tiempo estoy relacionando cosas, unir cosas que no tenía unidas…eso es permanente, constante. Todo el tiempo estoy creando links, ideas que normalmente no están unificadas.

YO-YO

El artista no está integrado, no es social, no está encomparsado, metido en clubs…lo cual le confiere una característica de solitario que puede ser interpretado como egolatría porque no está centrado en la socialización, sino alejado de la misma para aportar a ella. En ese sentido, me considero diferente, al margen. Ególatra en el sentido de adorarme a mí mismo (que es la etimología de la palabra), diría que no.

PUPPIES

Tengo dos perros. Los saco a pasear a veces, últimamente no tanto porque el más jovencito se ha dado de hacer pis en el auto. Antes lo llevaba a pasear al Parque Urbano, pero ahora después de que se agarró esa manía…ya no tanto.

PAJARITO NUEVO

Es difícil tipificar esta nueva generación, hay personas que destacan porque prometen, hay otras que asumen la forma o el estilo de un arte contemporáneo, pero no tienen mucho que decir. Veo en algunos artistas obras bastante huecas, impactante a nivel formal en cuanto a su presencia contemporánea pero en el fondo una ausencia de metáfora, de discurso, de análisis y de emoción también. Entonces, sí hay algún par de artistas que me interesan, aunque en general hay muchos artistas que se suben al tren del arte contemporáneo, logran objetos con esa estética, pero en el fondo hay una liviandad que no acaba de convencer. Narda Alvarado, me parece una persona interesante. En cada una de sus obras tiene algo que decir y lo dice de manera metafórica y artística.

ARTE

(Risas) Me acuerdo de una definición muy bonita: «el arte sirve para hacer las habitaciones más agradables».

El arte sirve para darnos cuenta de cosas que no nos dábamos cuenta, eso por lo menos en intención. Es un posibilitador cognitivo.

EL ESPEJO

Por una parte, me percibo como una persona muy sencilla, con una muy fácil reacción a los estímulos y eso es sensibilidad.

Tal vez el arte es un canal a través del cual eso puede salir, filtrado a través del intelecto.

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