TELEVISIÓN: Squid Game /El Juego del Calamar
Por: Mónica Heinrich V.
Niñ@s. Este es el hype del momento. La serie tendencia que hace que nos preguntemos: ¿Valdrá la pena? ¿O esto vendrá de la misma gente que mantiene a Betty la fea en el top 10 de lo más visto en Bolivia?
Mi destino era “resfalar” ahí, porque recuerden que una parte de mi “작은 마음” es coreano.
No sabía nada de ella. No había visto el tráiler. No había leído sinopsis ni reseñas.
Ah, la incertidumbre de la virginidad.
Me lancé al primer episodio.
Esto estará muy spoilereado, si no querés salir más trasquilado que oveja con los detalles del argumento, pasá de largo.
Sigo.
Primer episodio.
No voy a negar que admiro la manera en la que los coreanos manejan a sus personajes. O sea, un vicioso, jugador, flojo, vago, que le roba plata su madre, que apuesta el dinero del regalo de su hija, que tiene deudas por todas partes, te lo venden como a un pobre individuo con el que empezás a empatizar. Señoras y señores, con ustedes: el mamerto de Seong Ji Hun interpretado por Lee Jung Jae. A Lee Jung Jae lo conocía por sus trabajos en The Housemaid (2010, véanla), Amsal (2015, no hace falta que la vean) y The New World (2013, véanla).
Bueno, este tipito o tipejo (depende desde dónde se lo mire) debe un culo de plata a unos mafiosos que le quieren sacar hasta los riñones. En el metro, después de peripecias mil, se encuentra con el doncito de Train to Busan (Gong Yoo) que le presenta un juego con unos cosos de papel rojos y azules. Después, el doncito lo agarra a manazo limpio. Ya desde los manazos Ji Hun debió desconfiar, pero no: dale a un mañoso una nueva maña y se cuelga de ella como mono a árbol de guineo motacusito.
Resulta y acontece que le entregan una tarjeta con la cual parece que podrá resolver todos sus problemitas. Quintos aquí, quintos allá, quintos acullá. Plata fácil. Y decide ignorar todo lo raro que rodea la invitación y parte en busca del dorado (literal, un chancho dorado). No es al único al que invitan, se llega a juntar a 456 personas con nulas dotes de administración financiera, montón de deudas, problemas mentales y algunos delitos.
Todo pinta mal, los duermen con un gas, los transportan dopados, los llevan a una isla, y los reciben una especie de guardias vestidos de La Casa de Papel, pero en lugar de la máscara de Dalí usan unas máscaras con figuras geométricas que corresponden a su rango de autoridad dentro del tugurio. El tugurio es muy pro, tiene al pedo una representación de la Muralla Roja, cuartos llenos de cámaras, y tecnología a full. Eso sí, podría decir que su seguridad es tan mala como la defensa del Manchester United en su último partido contra el Liverpool.
En el tugurio arrejuntan a los deudores morosos y les dicen: Vamos a un jugar seis juegos, si los pasan belleza, se van con la plata. Y vos pensás (pensé) en Saw, en Battle Royal, en Hostel, en La pequeña casa en la pradera. Presentación de personaje aquí, presentación de personaje allá: Está el tipito o tipejo (depende de dónde se lo mire) que tuvo todas las oportunidades, recibió educación y se convirtió en un vil estafador; el paquistaní (para ser inclusivos) explotado, inmigrante ilegal; la desertora de Corea del Norte, para ser coyunturales; la chica abusada sexualmente, para no perder el momento #metoo; la parejita matrimonial, para que nos duela romper el vínculo de esa sagrada institución heteropatriarcal; el doctor que hizo mala praxis; el mafioso psicópata; la mafiosa psicópata; el Viejito que querrás y SEGUIRÁS QUERIENDO (no me jodan).
Cuando aparece la muñecota una voz dentro tuyo (mío) dice: Necesito esa muñecota en mi vida. Y luego, zas. La cabezanga gira y la muñecota empieza a liquidar a todo lo que se mueve.
Un ser facho, de conciencias turbias, pensará: qué buena limpieza que hizo la muñecota, PERO la muñecota liquidó a casi la mitad de esos crispines sin ascos. Muchos cadáveres. Demasiados. Ahí decís (me dije): tenés mi atención Hwang Dong-hyuk.
Hwang Dong-hyuk es el director de esta serie que se ha convertido en la más vista de Netflix. O sea, bien por él, pero nuevamente: en el top 10 de esa plataforma siempre está Betty La fea. Este director coreano existía antes de Netflix. Con una formación cinematográfica muy americana (se te notan tus años de estudio en Los Ángeles, Hwang) tiene un currículum que incluye varias películas con las que ganó unos cuantos premios desconocidos.
El tema es que este guion/idea/proyecto estaba en su cabecita desde hace un montón de tiempo y es recién en estas épocas netflixeras que se hace realidad. La pandemia, y lo que el también coreano (¿filósofo? ¿escritor? ¿genio?) Byung-Chul Han consideraría un elemento de subyugación digital, nos traen El juego del Calamar (Squid Game) y claro, estamos ahí, sentados, en esta “sociedad del cansancio” viendo cómo eliminan al estrato más fácilmente “desechable” de la escalera social en clave de entretenimiento.
Permiso, voy a tomarme una caipiriña y a llorar.
Llegué al episodio 2 que es cuando algunos espectadores abandonan el barco. ¿Por qué abandonan? Porque es cuando se humaniza a los personajes, y humanizarlos en lugar de matarlos resulta «aburrido» o ¿no? Es un episodio dedicado por entero a tratar de explicar por qué los personajes deciden regresar a una muerte segura. O, por lo menos, al riesgo de muerte. (99,9999999% de probabilidades). Carretadas de análisis sociológicos, políticos, económicos e históricos podrían explicar mejor esa decisión en apariencia boluda. O, tal vez, es nomás que no tienen nada que perder y millone$ de razones para intentarlo.
Hasta ahí, quería seguir viendo. Quería poner mis quintos a favor de la norcoreana, aunque era obvio que no lo lograría, quería poner mis quintos en contra de Cho Sang-woo (Park_Hae-soo, que será Berlín en la versión coreana de La Casa de Papel). Era más cantado que Despacito que el viejo y el paquistaní fenecerían como ofrenda al señor de la oscuridad.
Así, llegaron los VIP.
Ya andábamos a los tumbos con el argumento. Estaba pegado con moco o con baba de caracol. Cuando llegamos a los VIP, la trama se cae completamente. Volvés a pensar en Saw, Hostel, La pequeña casa en la pradera y/o en The Hunter. Ricachones víctimas del cansancio social, emulándote a vos que desde tu casa también apretás el play para ver morir cojudos como lluvia tropical de septiembre.
Ah. Te lo agradezco, pero no.
Hay muchas cosas que no funcionan en esos episodios. El exceso de diálogo, el sobrecomentario de lo que ven, sos uno más de los gordos fodongos que se aburren mientras todo sucede. Encima, ya sabés lo que va a pasar. Ya intuís que el hermano del policía está por ahí, ya estás emputado de que el policía, a pesar de las cámaras, ande suelto como Bambi en las praderas, sabés que viene el giro Shymalan y cuando ese giro llega, no decís (no dije) WTF, sino: ¡por favor!
El viejito había sido la mente maestra detrás del juego. Ok. Algunos espectadores lanzaron la teoría de que en realidad el viejo es el padre de Seong Ji Hun. Amig@s, el tarado de Ji Hun está vivo porque el paquistaní lo salvó en el primer juego, en el juego de las canicas fue Ji Hun el que eligió al viejo, en el de las galletas se salvó por un pelo y en el juego de los vidrios si no fuera la hijueputez del villano, también moría. El viejo, no estaba ni ahí con él, porque el viejo es otro psicópata que se creó excusas pendejas para matar gente. Él disfruta cada maldito segundo.
Son nueve episodios que cuando descubrís a la muñecota decís (dije) por qué tan poquitos, pero cuando llegan los VIP sentís (sentí) que eran demasiados: ¡Que mueran todos de una vez! No alarguen más esta debacle narrativa.
Cuando acordamos (acordé) se nos vino el sermón dominguero de misa del medioevo. Ni He-man se atrevió a tanto. El discursito de: riqueza vs pobreza, el ser humano es malo por naturaleza y la sociedad está corrompida por eso. Ay, no puedo usar esta plata manchada de la sangre de los otros 455 jugadores. La plata no había sido la felicidad. Esto es un experimento social. Bla bla bla. Seguro, tu experimento social ya lleva décadas.
Escuchame, Hwang Dong-hyuk. En Los Juegos del Hambre nos apuntaban con un dedo acusador, y nos decían que no había absolución posible para el hombre, ese animal remoto que devora y devora primaveras. En su versión literaria el final era demoledor, no se salvaba nadie, todo estaba corrompido, hasta el último gajo de toborochi, sin ninguna esperanza. Hollywood no pudo estrujarnos en la cara tanta amargura, ¿vos tampoco pudiste? Porque tu Juego del Calamar se queda más en la superficie, en el artificio, en la caricia de guante pre-fabricado de un oso de peluche que huele a naftalina.
Al final, Jin Hu se convierte en el cliché de la venganza coreana, largamente vista en el cine, doramas y series coreanas. Él, que siempre vivió endeudado, cagándose en su madre, decepcionando a su hija, siendo mal hijo, mal padre, mal esposo, mal amigo, mal ciudadano, tiene valores altísimos y quiere poner en su sitio a la gente que organiza el juego. ZZZZzzzZZZzzzzZZzz cachetéenme con un inodoro y apaguen la luz al salir.
Sin embargo, más allá de la trama y sus baches, hay que admirar el cuidadoso diseño de producción de esta serie, la dirección de arte que además trabajó con pocos efectos especiales, recreando lo más posible los escenarios de los juegos. La paleta de colores que usaron, la música que acompaña a las secuencias (Jaeil Jung, el mismo compositor de Parasite y Okja), el Danubio Azul, la fotografía…no podés decir que estos coreanos no invirtieron bien su presupuesto.
El Juego del Calamar empieza como un feroz cuestionamiento al capitalismo, después lo usa a su favor para ser parte del capitalismo-consumismo que cuestiona. Respeto que juegue el juego que quiere jugar, faltaba más, pero al final quedé con sabor a poco, a tomadura de pelo, como si tuviera una galleta dalgona con forma de crisantemo y un mondadientes muto.
Solo quería gritar: Amigo, Jin Hu, volvé al puto avión y cumplí con tu hija alguna vez en la vida. ¿Es mucho pedir?
Lo mejor: La muñecota y el chancho lleno hasta el tope Lo peor: que la muñecota solo aparezca una vez Lo más falsete: las trampas que hacían en el juego, el tráfico de órganos, y el tiempo que el paco estuvo paseando de infiltrado por todos lados, tanta vigilancia al pedo El mensaje manifiesto: la plata no lo es todo El mensaje latente: solo sabrás que no lo es todo cuando la tengás (insertar emoticón de chancho dorado) La escena: la de la muñecota liquidando a todos El personaje entrañable: adivinaron: LA MUÑECOTA El personaje emputante: el viejo e mierda hablando huevadas en su lecho mortuorio. Asumí que te encantaba liquidar gente. El agradecimiento: por la muñecota y el chancho lleno hasta el tope.