CINE DANÉS: Bastarden (La tierra prometida)
Por: Mónica Heinrich V.
El capitán Kahlen (Mads Mikkelsen) es un veterano de guerra, hijo de un hacendado y una empleada doméstica. Lo que las doñas chismosas de antes (y unas cuantas del presente) llamarían un bastardo.
Finalizada la Guerra de los Siete Años queda yesca y sin títulos nobiliarios, pero con unas ganitas de surgir más que admirables. Nada como el hambre de triunfar. Si el tipo viviera en estas épocas sería de los que manifestarían mañana, tarde y noche. Y además bregaría para conseguir que las manifestaciones se materialicen.
En la Dinamarca de antes (para más señas 1755), los daneses estaban bajo el reinado del famoso Federico V quien ejecutó una serie de reformas agrarias que incentivaban la llegada de colonos alemanes para impulsar la modernización de la agricultura, aumentar la mano de obra y repoblar zonas rurales.
Kahlen se aviva y decide ofrecer un trato a la corona: él irá a los salvajes páramos daneses que supuestamente no pueden dar cultivo alguno, donde todos han fracasado y conseguirá hacer que esas tierras produzcan algo. Si lo logra querrá un título nobiliario con todos sus beneficios y que le lleven su bollo de colonos. Un emprendedor, pues. Y además, un poco perturbadito en su romantización de los jailones a los que anhela pertenecer.
Los ayucos del rey se juntan, reflexionan, y primero ponen el grito en el cielo porque #BastardosNunca, pero deciden aceptar el acuerdo en la lógica de que el tipo jamás logrará su cometido y de que mientras tanto pueden entretener a Fede (el rey que anda encaprichado con hacer producir el páramo) diciéndole que hay gente tratando de hacer su sueño realidad.
Si están creyendo que esta película será ver a Kahlen tratando de arar, plantar y cosechar, y eso será todo, se equivocan. O sea: sí, pero no.
Ni Kahlen ni los ayucos del rey cuentan con la codicia de Schinkel, un “noble” (necesito más comillas para ese sujeto) cuya propiedad colinda con las tierras que Kahlen quiere sembrar.
Hace mucho no odiaba tanto a un personaje, creo que desde las épocas de la infame Wendy en Ozark (reseñada ACÁ). En parte se debe al gran trabajo que hace Simon Bennebjerg interpretándolo. Solo ver su carita petulante dan ganas de agarrar un ladrillo y sopapearlo a gusto.
La película está basada en la novela danesa The Captain and Ann Barbara de Ida Jessen. Cuando salieron los créditos y vi el nombre del libro, lo busqué por cielo, mar y tierra, era obvio que en el libro Ann Barbara tenía más protagonismo que en la película. O sea, su nombre está en el título del libro, mientras que la película se llama Bastardo y se ocupa de contar la epopeya desde el lado existencialista de Kahlen. Ann Barbara (Amanda Collins), aunque es un personaje muy importante, no termina de convertirse en una co-protagonista del todo.
Tuve que quedarme con la visión de Nikolaj Arcel, y me emputa tener solo una campana, pero es lo que hay. El director y guionista se hizo conocido cuando fue nominado al coso doraddo por A royal Affair (reseñada ACÁ) donde también protagonizaba nuestro Mads Mikkelsen. Ahí ya veíamos una dirección precisa, con habilidad para retratar entuertos reales muy aplaudible. Recuerdo algunas escenas de esa película y la historia me hizo revisar la vida del Rey Loco (Christian VII) que oh, sorpresa, es el hijo esquizofrénico de Fede, el rey cultivador de páramos de Bastarden. Así que, si no han visto ninguna de las dos pelis, les tiro esta idea: no puedo imaginar nada más didáctico (ñie) que ver las dos al hilo.
Bastarden fluye muy bien, quizás porque aunque tiene una historia que posee cierta profundidad no abandona un aire comercialón, de cine apto para público masivo. Aunque no lo parezca, no es una película contemplativa, plagada de silencios.
Una de las cosas en contra es quizás lo unidimensional de sus personajes. Ann Barbara apenas está dibujada. Y tiene un papel súper importante en la trama, pero siento que lo que sucede con ella sería más fuerte si hubiéramos tenido un poquito más de sus motivaciones. Annmais está como un elemento juguetón del que conocemos poco aparte de su condición de gitana. Las gentes de bien podrán encontrar horrible este personaje bajo argumentos como que perpetúa estereotipos, y bla bla bla, pero dentro del contexto igual sirve como un catalizador de otras emociones. El malo malo, es muy maloso, casi un villano hollywoodense. No hay nada que te lo humanice, incluso en su faceta como poderoso.
Dentro de esa tesitura Kahlen sí posee matices aparte de ser el recio y correcto capitán. Digamos que su ambición, sus metas hacen que cruce ciertas líneas. Eso es lo que termina de enganchar al espectador.
La fotografía de Rasmus Videbæk (habitual colaborador de Nikola) alcanza algunos momentos mágicos. Y consigue llevarte a los páramos daneses de siglos pasados. La música de Dan Romer a quien quiero mucho después de su soundtrack en Bestias del Sur Salvaje (reseñada ACÁ) acompaña esa magia.
Bastarden es una película en esencia melancólica. Una película con la que podrás empatizar con la situación de Kahlen. No sé si el libro tiene el final que la película plantea, solo sé que para mí la huevada terminaba en ese plano de Kahlen comiendo. Fin. The End. El mundo es así. Pero incluso con esos minutitos que fueron como: “¡NO NIKOLA, NO! No podés”, incluso así, la historia de Bastarden llega.
Hay algo conmovedor en la soledad de esas personas. En la soledad de Kahlen, en la soledad de Ann Barbara, de Anmais. En esa búsqueda constante de una razón de existir. En esa necesidad de validación. En la vida que a veces nos pone como carne de cañón de la fatalidad.
El páramo no se puede cultivar, nos dice una placa al inicio de Bastarden.
Después de sus dos horas y algo, podríamos agregar: De qué le sirve a las flores haber nacido en el campo.
Lo mejor: es una película que fluye y que tiene una gran actuación de Mads Mikkelsen Lo peor: al igual que en A Royal Affair no termina de hacerse inolvidable y tiene algunos excesos propios del cine comercial Lo más falsete: el final, todo lo que sucede después de la elipsis temporal La escena: La del agua caliente. Y otra: cuando pasa lo que pasa con la cabrita. NO El mensaje manifiesto: Con esfuerzo se pueden alcanzar los sueños El mensaje latente: a veces se persiguen sueños alejados de la felicidad real El personaje entrañable: Annmais, y la cabrita El personaje emputante: Schinkel, obvio y la prima choca inútil y boluda El agradecimiento: por la belleza de los páramos.