CINE ARGENTINO: El lado oscuro del corazón
El Lado Oscuro de la Nostalgia
Por: Eva Sofía Sánchez
A Eliseo Subiela
Era el final de un día caluroso en Santa Cruz de la Sierra. Las seis o seis y media de la tarde. Los bajos edificios del centro de la ciudad estaban bañados con luz naranja y perezosa. Sobre las losetas circulaban los micros, los autos Ladas y Ponys, las camionetas Datsun. Eran esos años.
La vi de espaldas. Cabellos rojos, largos y lacios. Piernas cortas, jean desgastado. Decidí rodear la manzana con un trote y encontrarla en la esquina siguiente. Así lo hice. Corrí con mi mochila en hombros. Trancos largos, brazos presurosos, melena al aire. Al llegar me posé sobre un auto. Piernas y brazos cruzados. Tan casual como si hubiese estado allí durante horas. Tal vez encendí un cigarrillo.
– Hola – me dijo.
Pecas, piel blanca, ojos verdes, mejillas diminutas.
– Hey – le respondí – ¿qué hacés?
– Voy al cine, ¿vamos?
– Vamos.
Atravesamos el Casco Viejo con paso lento. En esos años la ciudad aún se movía con somnolencia. Durante el recorrido cruzamos pocas palabras. Era lógico. No podía haber mucho en común entre una estudiante de segundo año de arquitectura y un colegial de segundo de secundaria. Debimos intercambiar opiniones acerca de Silvio Rodríguez, confesarnos el sueño de visitar la Cuba socialista, relatarnos nuestros pasajes favoritos del diario del Che en Bolivia, recordarnos que el fin de semana habría algún festival de trova en la ciudad. Le dije que El Amor Después Del Amor me parecía el mejor disco de Fito Páez. A ella La Verónika le arrancaba lágrimas. Sí, eran esos años.
Caminamos hasta el cine City Hall.
– ¿Qué vamos a ver? – debí preguntar en algún momento.
– El Lado Oscuro Del Corazón – me respondió.
– Ah, como el disco de Pink Floyd.
La película duró dos horas. La miramos mientras compartíamos una bolsa con papitas fritas. En la primera toma aparecen un hombre y una mujer. Están tirados sobre una cama de plaza y media. Acaban de hacer el amor. Sus ropas interiores y sábanas son blancas. El cuarto está en penumbras. Hay una pequeña ventana con cortinas transparentes. Está nublado en Buenos Aires. El hombre habla:
Me importa un pito que las mujeres tengan los senos como magnolias y como pasas de higos. Un cutis de durazno o de papel de lija. Le doy una importancia igual a cero al hecho de que amanezcan con un aliento afrodisíaco o con un aliento insecticida. Soy perfectamente capaz de soportar una nariz que sacaría el primer premio en una exposición de zanahorias. Pero eso sí, y en esto soy irreductible. No les perdono, bajo ningún pretexto, que no sepan volar. Si no saben volar pierden el tiempo conmigo.
Luego se inclina hacia la mesa de noche y aprieta un botón. El lado derecho de la cama se abre. La mujer que estaba a su lado cae al vacío. Él acerca su rostro al hoyo, mira en sus profundidades. Suena un melancólico saxofón.
El Lado Oscuro Del Corazón es la historia de un poeta bonaerense que busca una mujer. Quiere alguien que lo haga volar. Esa mujer existe. Vive en Montevideo y es prostituta. Se conocen, se enamoran. Finalmente vuelan. Durante su búsqueda, el poeta mantiene conversaciones (a veces profundas, otras cómicas) con la muerte, vende poemas a cambio de choripanes, sale de juerga con su amigo artista, habla con su madre convertida en vaca (tal vez otro guiño a Pink Floyd), vende alguna que otra idea a agencias publicitarias. Todo lo hace mientras recita poemas de Benedetti y Gelman, viste un saco largo y negro y jamás sonríe. Jamás.
Tras la película me dirigí a casa. Durante la noche tuve dificultades para conciliar el sueño. No pensaba en mi amiga, en la oportunidad desperdiciada, en sus sonrisas, en el aroma de su cuello. Mis pensamientos vagaban por la gris Buenos Aires, los cabellos ondulados de la muerte alta y absurda, los cuerpos sobrevolando el Río de la Plata, las manos tristes de Benedetti, poemas latinoamericanos recitados en alemán, una boca mordiendo una cereza, los pechos de la prostituta. Esa tarde dentro de la sala hubo un descubrimiento. La certeza de haber presenciado una obra de arte. Así era en esos años.
No volví a ver a mi amiga. Años más tarde me enteré que vivía en el exterior y era bailarina o algo parecido. Mario Benedetti lleva siete años muerto. Yo aún cargo una mochila, pero ya no sueño con visitar la Cuba socialista. Eliseo Subiela, el director de El Lado Oscuro del Corazón acaba de fallecer esta navidad. Tenía 71 años.
Su película no envejeció con dignidad. En nuestros tiempos la imagen del poeta trasnochado que conquista amores con un puñado de palabras resuena patética. El hombre que desecha mujeres porque no le hacen volar puede tacharse de misógino. La Buenos Aires romántica de Subiela ya se quitó el velo: no es una ciudad de artistas, es un pueblo de tragedias. La prostituta que lee a Sartre constituye una baja glamorización de la trata de blancas.
El surrealismo romántico es ridículo.
Hay nostalgias a las que no hay que retornar. Son peligrosas. Nos pueden llevar a pensar que todo tiempo pasado fue mejor. Son una trampa. Ahora mismo, mientras termino de escribir este artículo, escucho a Fito Páez. Aún pienso que, lamentablemente, El Amor Después Del Amor fue su mejor disco.