LOST IN CONTEMPLATION OF WORLD

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TEATRO: La moribunda

No sabrás lo que es el amor

Por: Eva Sofía Sánchez

No sabrás cómo duelen los labios,

hasta que hayas besado y pagado el costo

(Don Raye)

ea79d3cd-b6c9-4f16-9395-e802bff654d9Al final hace su ingreso Chet Baker. Luz baja en el escenario. Transpiración y pasión. “No sabes cuánto queman los corazones, por un amor que no vive, más nunca muere”. Piano, trompeta y una voz de dulce melancolía. Los actores se besan, los corazones laten, los labios duelen. Alguien dentro de la sala suelta una solitaria lágrima. Sobre el escenario se escucha el gemido del desamor.

Nosotros, el público, presenciamos un viaje por emociones absurdas y reales. ¿Cuántas toneladas de energía nos acaban de regalar ambos actores? ¿Cuánto debieron vivir para ofrecernos tal intensidad sobre el escenario? ¿Qué debió morir, para que La Moribunda viva? “No sabrás lo que es el amor, hasta que aprendas el significado de la tristeza”.

En 1987 falleció el actor y dramaturgo argentino Batato Barea. Hizo teatro irreverente, despojado de cánones. Fue libre. Murió de Sida. Pocas semanas después sus compañeros de tablas Alejandro Urdapilleta y Humberto Tortonese presentaron una nueva obra. Era la historia de dos hermanas que cuidan a otra hermana convaleciente. Fuera de la casa sucede algo que las obliga a mantener un encierro durante décadas. ¿Una guerra? ¿Un tsunami? ¿El fin del mundo? ¿La vida misma?

Lo que Javier Silva y Nathalya Santana nos ofrecen tiene sabor a renacimiento. Sobre el escenario, ellos se mueven sobre tres niveles y recorren las cuatro estaciones del año. “El propósito de presentarla fue un amor profundo por el texto”, explicó luego Silva, que además es el director. “Es una combinación entre lo poético y lo grotesco. Tiene rituales y a la vez se desarma. Empieza como algo denso, con estos dos monstruos deformes. Luego los códigos se transforman. Termina siendo casi una joda”.

A los actores les tomó tres meses de trabajo dar vida a las hermanas Kara y Karren. Incluso realizaron un retiro en las montañas de Samaipata. Allí, acompañados por la tranquilidad de la brisa valluna y su clima templado, forjaron las personalidades de estas hermanas intensas y destruidas por la tragedia. Había que escapar del bullicio citadino para crear este delicado Frankenstein, o como Silva lo llama “este bebé de siete dedos en cada mano”.

La canción que suena al final se llama “No sabrás lo que es el amor”, compuesta por Don Raye y Gene de Paul. La interpreta el trompetista y cantante Chet Baker. La sensibilidad de su voz es delicada y desesperada. En vida, el músico recurrió a mundos imaginarios con el fin de salvarse. Su elección fue la heroína.

Kara y Karren también crean ilusiones para sobrevivir. Ellas imaginan que van a la playa, organizan cenas ficticias con escritores y artistas, juegan al amor y la pasión. Todo con desespero y urgencia. Todo para sobrevivir. Exuberante fantasía aquella de inventar mundos para encontrar una sonrisa y labios que nos besen.

“¿Cómo podrías saber lo que es el amor, lo que es el amor, lo que es el amor…?”

¿Acaso no es eso justamente el amor?

Eva Sofía Sánchez

CIUDAD: Lo que piensan los monumentos

La imaginación está hecha de convenciones de la memoria.

Si yo no tuviera memoria no podría imaginar

(Jorge Luis Borges)

“Mami, ¿qué está mirando ese hombre?”

La niña que pregunta tiene los ojos entreabiertos. El sol la enceguece. Mira hacia el busto que se erige en la esquina de la plaza. Alrededor, otros padres e hijos salen del colegio con apuro. Es la una de la tarde en Santa Cruz de la Sierra.

“¿Por qué usa gafas si es una estatua?”, consulta una vez más. Su madre la toma de la mano y la lleva hacia el auto. Por sobre el hombro, la niña observa el busto. Trata de descubrir lo que las gafas ocultan. “¿Qué mira ese hombre?” La duda quedará pegada en su mente durante años.

Los alemanes le llaman ‘Denkmal’. En su traducción rígida significa ‘Monumento’. Escrito con las palabras separadas, ‘denk mal’ puede leerse como una interpelación a la mente: ‘¡Piensa!’. Es una genuina descripción de aquello hecho para observar el pasado, rendir homenaje al presente y plantear el futuro.

Los monumentos son la memoria tangible de una sociedad.

Dentro de nuestros anillos conviven alrededor de 60 monumentos escultóricos, arquitectónicos e históricos. Andrés Ibañez levanta la bandera cruceña. El Cacique Chiriguano mira desafiante a los automóviles del segundo anillo y El Cristo Redentor pide calma y paciencia. Ñuflo de Chávez sufre por su enorme capa de pieles de animales. Warnes apunta su espada hacia algún enemigo imaginario.

Algunos descansan en plazas, rodeados de árboles y peatones. Otros se enfrentan al frenesí del tráfico desde las rotondas. Alrededor de ellos la ciudad sigue su caótico ritmo. ¿Quién se detiene a observarlos y escuchar lo que desean recordarnos? ¿Qué es lo que ellos piensan de nosotros?

¿Somos la memoria que ellos imaginaron?

Pensemos en algunos de nuestros monumentos. Gladys Moreno sostiene un micrófono y canta desde la Manzana Uno. La hermosa escultura del artista Juan Bustillos sirve como excusa para fotografías de transeúntes y turistas e inspiración de poetas locales. Todos la recuerdan, pero ¿cuántos realmente conocen su voz? Su último álbum fue editado en 1987 y desde entonces no se han lanzado recopilaciones ni discos conmemorativos.

En 2015 los videastas Roberto Dotti y Claudia Elder realizaron un documental para homenajear a la ‘Embajadora de la Canción Boliviana’. “Las nuevas generaciones no conocen la obra de Gladys. Nuestros hijos no conocían sus canciones”, explicó Dotti en una charla a respecto. La falta de memoria fue el disparador de ese proyecto. El audiovisual titulado “Gladys Moreno, la voz del Alma” se ha visto esporádicamente en TV Culturas y corre el riesgo de quedar guardado en los archivos de alguna videoteca pública. Al parecer el micrófono de su monumento está desenchufado.

Otro de estos monumentos decidió usar gafas. La plaqueta dice: “En justo homenaje al escritor y poeta cruceño Dr. Antonio Landívar Serrate. Su obra y vida literaria perdurarán por siempre”. Es un respetable busto que muestra al escritor usando un terno, corbata, escarapela y gafas que ocultan sus ojos. El poeta vivió 85 años y fue nombrado ‘Hijo Ilustre de Santa Cruz’ y condecorado con el ‘Cóndor de los Andes’. También fue ciego.

En su libro de relatos ‘Láminas para colorear’ nos regaló el cuento titulado ‘La noche que volví a ver’. Allí imagina que la vista vuelve a sus ojos. Es esperanzador y mágico. Una frase de este cuento, sin embargo, retrata la desazón del poeta que ahora está guardado dentro del busto: “¿Cuánto tiempo permanecí allí, postrado y maltrecho, esperando que el maleficio se disipara? Días, meses, años tal vez…” Quizá debiéramos quitarle las gafas al monumento.

Hace recuerdo a Borges, a quien sólo le quedaba su memoria para recordar aquello que sus ojos no podían ver. Frente al busto hay un colegio privado, condominios, una transitada avenida y una plaza para la pasión de los enamorados y el deleite de los deportistas. ¿Así imaginó el poeta el lugar donde colocarían su estatua?

La niña recordará por siempre ese monumento. Lo pensará con intriga y un deseo inexplicable por entender las gafas. Tal vez nadie se lo explique nunca. Ni su madre ni las aulas. Tal vez conozca la verdad al explorar la solitaria biblioteca de un museo de la ciudad. Entenderá, finalmente, que la imaginación necesita de la historia, así como un exceso de historia daña lo imaginado.

Eva Sofía Sánchez

SOUNDTRACK: Creamos en Tony (Los Soprano)

Por: Eva Sofía Sánchez

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Antes del final, Tony Soprano dice a su sobrino Christopher:

Uno no se da cuenta. Sencillamente todo se pone negro. Como cuando una película acaba.

Luego lo ahorca hasta la muerte.

Es el capítulo final de Los Soprano. Tony cena junto a su esposa e hijo en un pequeño restaurante de pastas. Lee el menú sin interés. En las mesas hay manteles de cuadros rojos y blancos. Alguien se acerca a la rockola. Un hombre sale del baño. Tony no se percata. Pantalla negra.

Suena «Don’t Stop Believing», de Journey.

En 1981 esta banda nos regaló una obra musical cargada de melodías y ritmos de fiesta adolescente. En sus líricas, sin embargo, se esconde una melancolía profunda y dolorosa. El abandono a flor de piel. El desamor, los desencuentros y el vacío que nos queda luego.

Dentro de la canción, una chica solitaria de un pueblo pequeño toma un tren hacia la nada. Un chico de Detroit sube al mismo tren. Los extraños se encuentran. «Por una sonrisa son capaces de compartir la noche”, dice la letra.

El solo de guitarra a los 55 segundos se eleva como lava o cemento caliente. ¿Es un edificio que se derrumba o un volcán que explota?

“No dejes de creer. Aférrate a ese sentimiento”, canta Steve Perry con su poderosa entonación de tenor. Detrás de él está la banda. Todos con cabello largo y permanentes exuberantes. Pantalones apretados y camisetas diminutas. Melenas al aire. Teclados, batería estridente y guitarra distorsionada.

¡Ah, los 80!

Gracias a esa corta frase la canción adquiere nuevas dimensiones. ‘Don’t stop believing’ también tiene sabor a esperanza y fe. Es optimista y a la vez terriblemente triste. Tan emblemática que ha musicalizado himnos de equipos deportivos, películas infantiles y dramas como el de Los Soprano.

¿Acaso no es eso una obra de arte?

Tal vez Tony Soprano no murió esa noche, en ese restaurante de pastas, frente a su familia, leyendo el menú. Probablemente sigue aferrado al sentimiento.

No dejemos de creer…

Eva Sofía Sánchez

MÚSICA: Miles fue punk

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En 1959 la ciudad de Nueva York vivió un colapso nervioso. Sus noches estaban cargadas de humo de cigarro, las calles infestadas de estupefacientes y los edificios colapsaban en desespero.

Ese verano, los neoyorquinos fueron víctimas de una de las peores tormentas atlánticas de la historia: el Huracán Sandy. Cientos murieron y millones sufrieron el posterior apagón de energía que atacó a la Gran Manzana.

En esa ciudad vivía Miles Davis. Con 33 años ya había experimentado un éxito prematuro. Ya había cumplido sentencia carcelaria, caído en adicciones y rehabilitado. Había sido proxeneta y luego esposo y padre. Dos palabras describen la vida de este trompetista de St. Louis: Vértigo y Punk.

Fue durante esas noches de intensa creación musical, improvisaciones violentas e histeria con alcohol, que compuso una de las obras más trascendentales del Jazz: «So What«.

Miles le regaló al mundo música misteriosa, urbana, compleja y profunda. Una íntima e intensa conversación entre el piano, la trompeta y el saxofón. Dentro de esta canción está toda la música popular que vino después.

Como detalle; aunque no es un dato menor: el golpe de cymbal que se escucha en el minuto 1:30, jamás dejó de sonar.

Disfrutemos e imaginemos.

Eva Sofía Sánchez

MÚSICA: Neil se salvó

Por: Eva Sofía Sánchez

neil youngNeil Young tomó asiento en el sofá, posó la taza de café sobre la mesa de la sala y alzó la guitarra. Era 1972. Estrenaba su rancho en las afueras de Reedwood, California. Le rodeaban montañas, valles y el granero que albergaba su íntima sala de ensayos. Moderado aunque de carácter fuerte, el cantautor canadiense sentía que las sabía todas. Ya había recorrido la carretera, reunido éxitos, experimentado momentos agridulces y finalmente encontrado la paz.

Incluso se sentía cómodo con su proceso creativo. A través de la música expresaba sus preocupaciones más urgentes: el medio ambiente, la justicia social, la decadencia del movimiento folk. Todo mezclado en una elegante presentación de rock emotivo y líricas reflexivas. Todo estaba tan bien…

Neil Young ya era un veterano a sus 28 años. Podría haber pasado sus días apaciguados, pero la vida tenía otros planes.

Un año más tarde la tragedia derrumbó los muros de su nueva propiedad campestre. Dos compañeros de banda de Young murieron debido a sobredosis de heroína. Uno de ellos falleció la misma noche que Young lo despidió del grupo. “Lo amaba, pero era imposible tocar con él. No sabía lo que se iba a hacer. Me siento responsable”, dijo luego el compositor.

¿Qué hizo entonces nuestro amigo Neil? ¿Cómo enfrentó semejante piedra en la conciencia?

Hizo música.

Música oscura, triste, introspectiva, intoxicada, confundida.

De esta época de excesos y depresión nacieron dos obras que los críticos consideraron (en su momento) como errantes, desesperadas y depresivas. Dos supuestos gritos por ayuda de un hombre desesperanzado y consumido. Estaban equivocados. “Ellos creían que yo me estaba hundiendo. En realidad esa fue mi manera de salir a flote”, explicó Neil.

Primero grabó el LP ‘Tonight’s the night’. Una sola noche de grabación, con voz intoxicada y arreglos instrumentales desordenados. Pura sangre y emociones. Se escucha claramente el llanto interno del amigo que llora por sus amigos caídos. Luego vino el disco ‘On the beach’. En la portada Neil se muestra de espaldas, observando el mar sobre una playa idílica. Es un disco igualmente introspectivo, pero más cercano a la belleza que a la tragedia. “Nunca estuve más cerca del arte”, reflexionó Neil en su momento.

“Fui a la entrevista en la radio, pero terminé hablando sólo con el micrófono. Ahora vivo acá afuera en la playa, pero las gaviotas aún están fuera de alcance”, canta en el blues que le da el título al álbum. Le acompañan apenas un puñado de instrumentos casi imperceptibles, detrás de su voz y guitarra. La canción es suave y dulce. El dramatismo es alto. Un grito contenido cuando dice: “Necesito un público, pero no puedo enfrentarlo a diario. Mis problemas son insignificantes, pero eso no significa que desaparezcan”.

Neil finalmente ganó la pulseta. Se levantó, quitó el polvo de su camisa, limpió las cuerdas de su guitarra y retomó la carretera. Los ochentas fueron su conquista. Los 90 su reivindicación. El nuevo siglo su nuevo momento de paz.

El arte salva y Neil Young es testigo de ello.

Eva Sofía Sánchez

POLÍTICA: La revolución del statu quo

Por: Eva Sofía Sánchez

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Cuando el trabajador crece en la sociedad y tiene la oportunidad de ser protagonista de la historia, practica el método del opresor porque fue el único método que aprendió.

Entonces, él sólo sabe operar como el opresor
(Paulo Freire – Arrastao)

Un hombre entra a un bar y se encuentra con dos amigos.

  • “¿De qué hablan?”, pregunta el hombre.
  • “Estamos confundidos”, responde uno de sus amigos.
  • Sí. No entendemos la diferencia entre la izquierda y la derecha”, dice el otro.
  • “¿Y qué importa?… mientras paguen”.

Reconozcamos verdades y contradicciones. El gobierno de Evo Morales es el de mayor bonanza económica de nuestra historia democrática. Se avanzó en los derechos sociales y laborales del ciudadano. Por supuesto; a la vez es el proceso político que más ha contribuido a la división de clases y enfrentamiento social a través de su retórica dialéctica y grupos de choque.

También hemos vivido grandes momentos de participación pura en sendos procesos electorales y un poderoso resquebrajamiento de las instituciones democráticas. Hemos visto el fortalecimiento del Estado ‘Gran Hermano’ y el empoderamiento de facciones regionales opositoras. Hemos presenciado sus luchas contradictorias y su posterior alianza de intereses. Hemos reivindicado milenarias naciones indígenas y hemos reprimido otras tantas. Hemos escuchado a nuestro presidente lanzar furibundos discursos anti-capitalistas en foros internacionales y lo hemos visto luego cerrar negocios multimillonarios con socios de dudosa reputación.

Bolivia ha reivindicado el amor por la tierra ancestral en su Constitución y hemos aprobado construcciones devastadoras para el medio ambiente. Aprobamos esa Constitución con sangre y marcha y luego hicimos un referéndum para modificarla. Decomisamos droga todos los días y también la consumimos en cantidades alarmantes. A algunos les asfixian las obligaciones con el Estado y otros gozan de impunidad dentro de la ilegalidad e informalidad. Nunca hubo tanta huelga de hambre y jamás tuvimos tanta comida sobre la mesa.

¿Realmente algo ha cambiado? ¿Es esto la izquierda o la derecha?

El problema no es que no podamos distinguirlas. El problema es que este gobierno nos tiene profundamente confundidos. ¿En qué momento un proceso político se estanca y queda preso del propio contexto social que busca transformar?

El profesor Stuart Umpleby dictó una ponencia en la universidad de Washington en 1983. El tema central de su charla fue “El ambiente social” y presentó conceptos básicos de la cibernética. Esta es una ciencia que estudia los sistemas regulados, cuyos postulados se pueden aplicar a procesos sociales y políticos.

En su charla, Umpleby explica a grandes rasgos el concepto de la auto-organización. “Pensemos en El Estado como una máquina que aprende y se organiza”, dice el científico, “esta máquina y su entorno (social, cultural, histórico) forman el sistema auto-organizado, que viene a ser un nicho de confort en el orden social existente”. Si se quiere; un estado natural de las cosas o ‘Statu Quo’.

“Los sistemas dinámicos desarrollarán organismos adaptados a su entorno. La tendencia es: el sistema viaja hacia un estado de equilibrio”, aclara Umpleby. Así funcionan los sistemas cibernéticos en las arenas de las ciencias exactas, pero cuando incluimos el ‘factor humano’ descubrimos que podemos ‘amoldarlo’. “Si deseas manipular un organismo, lo presentas frente a un contexto favorable a tus intereses”, concluye. En este momento es cuando entra en juego la ‘manipulación’ de las instituciones, leyes, reglas del juego. Ése fue el juego que empezó a jugar nuestro gobierno del ‘cambio’: la manipulación del entorno. De ahí nace nuestra confusión.

¿Quién ha sido el gran manipulador? Pues la incógnita queda en el aire.

Tal vez la mejor manera de diferenciar las izquierdas de las derechas sea reconocer sus patologías. En una entrevista concedida este año, el expresidente de Uruguay José Mujica definió a la izquierda como “el cambio por la justicia y la igualdad” y a la derecha como “luchadora por la estabilidad”. Luego describió las ‘enfermedades’ de cada una: “La patología de lo conservador es caer en actitudes fascistas. La patología de la izquierda es caer en el infantilismo; confundir los deseos con la realidad”, concluyó.

¿Y cuál es la patología del poder desmedido? Mujica no lo sabrá, pues él decidió cumplir sus mandatos y dejar que la nación siga su curso. En cambio Morales y Maduro intentaron modificar el contexto para mantener su proceso de auto-organización. ¿Padecen ellos del famoso ‘Mal de hubris’? Esta es una condición que se describe desde la antigua Grecia. Así se llamaba a la falta trágica en la que incurría un héroe, a pesar de la advertencia de los dioses. En nuestros tiempos, se usa el término para identificar a quienes distorsionan la realidad y sufren de delirios de grandeza. ¿Cómo se cura esta condición? Solamente con un baño de realidad.

La tragedia del resquebrajamiento de este proceso es que las esperanzas eran muchas y no estaban enclaustradas en los límites de Bolivia. Toda Sudamérica vive una ‘gran desilusión’ con sus gobiernos de izquierda y cambio. Queda la sensación de que nos vendieron humo. ¿Cuánto realmente ha cambiado? ¿Qué transformaciones estructurales y profundas hemos vivido? ¿O es que todo esto ha sido retórica y folclore?

Siempre es sano encontrar consuelo en las artes. El cantautor bahiano Tom Zé describe esta desilusión de manera lúcida y honesta en su canción ‘Generación Y’. Al inicio de la canción, Zé nos canta, con doloroso dramatismo y dicción:

Ay y nuestros ideales, ¿quién diría?, en el mismo camión de policía que la burguesía. Un bollo de parientes por atender en los ritos y delitos del poder. Puta, qué tragedia cayó sobre nosotros cuando la ilusión tuvo voz.

Eva Sofía Sánchez

MÚSICA: Un abrazo para Bob

Por: Eva Sofía Sánchez

Bob Dylan siempre escribió canciones grandi-elocuentes. Algunas de ellas; obras maestras. El problema de Bob fue que rara vez era consciente de las gemas que su guitarra y su puño creaban para nosotros. ¿O tal vez vivía en sabotaje constante?

¿Quién reconoció la fantasía de ‘Jokerman’? Fue Caetano Veloso, dulce voz de trovador bahiano. Pero luego volveremos a Caetano… hay tiempo.

Dylan compuso ‘Jokerman’ en su yate en el Caribe en 1982. Fue durante su mayor apogeo de creación cristiana. Pero esta canción no es una alabanza; es una profunda reflexión acerca de la fe (católica en este caso) y las tentaciones en un mundo que se resquebraja.

Jokerman’ nos pinta un momento de contemplación frente al mar, observando barcos que se alejan. Nos ofrece bosquejos de Hércules luchando contra Satanás, nos regala la imagen de un ruiseñor que lucha por volar en libertad, pero se descubre preso en su rol de bromista de la corte.

Dentro de su catálogo ‘Jokerman’ es una canción fallida. Ese momento de extraordinaria lucidez literaria se truncó cuando el cantautor no pudo (¿no quiso?) acompañar su historia poética con armonías y melodías igualmente potentes. Eran épocas de confusión musical y creativa.

10 años después llegó el dulce Caetano al rescate. Con su guitarra y voz le regaló cariño al ‘Jokerman’. Lo aduló y lo cobijó con delicadeza y honestidad, para hacerlo volar y bailar cerca de la luna.

Tal vez a Bob sólo le hacía falta un abrazo…

«Naciste con una serpiente en ambos puños mientras el huracán soplaba», recita Caetano con poderosa dicción al inicio de la canción.

El bromista ahora es fuerte y el mundo espera su conquista.

Dale click al reproductor para escuchar la canción

Eva Sofía Sánchez

HISTORIA: Postales desde Indias

Por: Eva Sofía Sánchez

Antes los europeos venían a saquear. Ahora vienen a pasear. Resulta ser lo mismo

(Alberto, guía turístico de Cartagena de Índias)

En una esquina de Cartagena de Indias, dentro de la ciudad amurallada, usted encontrará una pequeña y adorable casa colonial de color mostaza vivo. Usted verá hermosas y frondosas plantas que cuelgan de sus muros y enmarcan el imponente portón de madera maciza del ingreso. Al lado de la puerta, en lo alto a mano derecha, usted verá un cartel de cerámica blanca con detalles azules pintados a mano. Allí leerá el nombre de la angosta vía sobre la cual la casa se levanta: “Calle de la Amargura”.

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A Cartagena de Indias se la conoció como la “joya de la corona española” y “perla del atlántico”. En ella habitan más de 1 millón de personas, de las cuales un 30% vive en estado de pobreza. No sorprende enterarse que la mayor parte de los pobres pertenecen al pueblo afrocaribeño. Ésta fue la primer ciudad colombiana en declarar su soberanía en 1811, es Patrimonio Vivo de la Humanidad y sede del certamen de belleza más importante de Colombia. Dentro de la ciudad habitan varias otras: una ciudad amurallada que rescata las construcciones de la Colonia. Una ciudad cosmopolita cercana en su estética a la Miami moderna. Una ciudad hacinada en los suburbios; con focos de pobreza de color negro marfil.

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Para entender mejor la tragedia de Cartagena usted debe retornar a la Calle de la Amargura y avanzar unas cuantas cuadras, hasta la Plaza de Bolívar. Frente a la estatua del Libertador de Las Américas se alza una imponente casa colonial color blanca de 3 pisos. Allí funcionó una de las instituciones más crueles de la humanidad: la Santa Inquisición. Ahora es un Museo que rememora esas épocas con orgullosa tristeza.

La Santa Inquisición estuvo activa en la ciudad durante 211 años, entre 1610 y 1821. Se realizaron 800 procesos y fueron enviados a la hoguera 5 personas. Si tomamos en cuenta que la población (en su mayor apogeo en la época) contaba con 20 mil habitantes, sabremos que el 8% de la población sufrió los siguientes castigos: cárcel solitaria durante meses sin proceso judicial, tortura, confiscación de bienes, destierro, azotes públicos y vergüenza póstuma para la familia. Este dato no es menor: En América la Inquisición tuvo tres Tribunales, uno de ellos en Cartagena y los otros en Perú y México. ¿Es una coincidencia que en las tres regiones donde ejerció la Inquisición se hayan fundado luego los tres Estados Republicanos con mayor historia de violencia de nuestro continente?

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Cartagena vive en tensión constante. No sólo se trata de una tensión racial. Las tensiones son mucho más complejas, parecidas a los hermosos entramados decorativos de las artesanías que se venden en las calles. Se enfrentan el orgullo afrocaribeño contra el mestizaje; la tradición material colonial contra el valor intangible de pueblos indígenas y afrocaribeños; la dignidad libertadora tras 500 años de opresión contra la sonrisa y pleitesía al turista extranjero; la cultura viva originaria contra el catolicismo; y el conservadurismo contra la sexualidad desmedida. En estas dinámicas de tensiones se erige esta hermosa urbe colombiana, que tan bien esboza Miguel Ángel Bastenier al escribir: “una ciudad que ha vivido traicionándose a sí misma”.

La lucha por los tesoros de “la perla del atlántico” continúa hasta nuestros días. El 27 de noviembre de 2015 el Estado colombiano realizó un descubrimiento sorprendente al hallar un galeón hundido en 1708 con un tesoro valuado en hasta 1.700 millones de dólares. El barco llamado San José pertenecía al reino español y naufragó tras ser alcanzado por un cañón de piratas ingleses. Lo que en principio fue una alegría para el pueblo colombiano pronto se convirtió en una negociación: España reclama parte del tesoro.

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Horquilla del hereje: Instrumento de tortura durante la Inquisición

En la época de la colonia los barcos europeos y galeones piratas navegaban hasta las costas de Cartagena e intentaban rebasar sus murallas. Querían el oro y las mujeres. Atacaban con espadas y los cartageneros se defendían con cañones. Ahora los europeos bajan de sus grandes cruceros caribeños. En lugar de espadas usan cámaras fotográficas y dinero. Todavía quieren el oro y las mujeres. Los cartageneros cambiaron los cañones por una venia. Algunos dirán que se trata de un triunfo del capitalismo globalizado, otros lo verán como una dinámica colonialista de nuestros tiempos.

¿Usted qué piensa?

Eva Sofía Sánchez

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