LOST IN CONTEMPLATION OF WORLD

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CINE: Jojo Rabbit

Por: Mónica Heinrich V.

Taika Waititi, el director de Jojo Rabbit, dio una entrevista en la que mencionó un dato estadístico que leyó en una encuesta del periódico inglés The Guardian. No suena descabellado. Lo voy a lanzar cual bomba de olor: «Me impacta que el 66% de los millennials nunca ha oído hablar de Auschwitz».

Sip. Al parecer las nuevas generaciones conocen poco o nada de uno de los acontecimientos más turbios de la historia y del que además caen enseñanzas de vida como achachairuses en temporada. Por eso estamos como estamos. Memoria histórica, gente, memoria histórica.

Waititi es escritor, fotógrafo, pintor, escultor, actor, director de cine, comediante y diseñador. Una cajita de sorpresas. No es de extrañar que cuando tocó llevar a la pantalla gigante un libro, se tomara todas las libertades para hacerlo.

El libro fue El Cielo Enjaulado de Christine Leunens y lo leyó por recomendación de su madre. Luego, no sé qué pasó, habrá pensado que era muy oscuro y él quería presentar algo más esperanzador del mundo y del ser humano y de los conejitos, y así fue como terminamos con Jojo Rabbit y no con lo que en realidad escribió Christine Leunens.  

Pero hablemos de Jojo Rabbit, porque es hermoso hablar de Jojo Rabbit. Repitiendo: Waititi dijo “es mi visión” y eso es, ni más ni menos. ¿Y cuál es esa visión? Primero, interpretar el mundo desde los ojos de un niño de diez años. Eso supone hacerlo desde su concepción infantil, ignorante de la realidad y sin capacidad aún para evaluar lo terrible de la guerra. Bien jugau. Segundo, Waititi no quería que la gente se encontrara con “más de lo mismo”, con un relato convencional de la segunda guerra mundial, así es que decide usar un tono satírico y mordaz. Bien jugau, también. El humor siempre es una apuesta arriesgada para temas delicados.

El New Yorker la llamó la comedia menos divertida del año, y la polémica se instaló por la supuesta banalización de la guerra, de los nazis y del holocausto.

De esos debates enroscados ya habíamos participado  con La Vida Es Bella, dirigida por Roberto Benigni. Por mi parte, pienso que el humor no es falta de respeto o banalización si se usa con criterio. El asunto es el criterio, que termina siendo subjetivo. En el caso de La vida es bella,  la  familia de Guido fue destruida por la  guerra y al final, la película terminaba siendo más devastadora porque sabías que el horror no había perdonado. Algo similar pasaba en El tren de la vida, película rumana filmada en tono comedia sobre un grupo de judíos que fingen ser nazis para escapar antes de que los lleven a los campos, el horror no perdonaba, porque en la vida real no perdonó. En el caso de Jojo Rabbit, los personajes que rodean a Jojo están en su mismo canal de humor, y su caracterización es siempre paródica independientemente del niño. Explicaré eso después de dar una pequeña sinopsis de la trama:

Jojo (Roman Griffin Davis) es un niño de diez años que en plena segunda guerra mundial es fan/groupie de los nazis y es parte de las juventudes hitlerianas. Ay, la bendición salió racista y facha. Vive con su madre, Rosie (Scarlett Johansson) ya que su papá salió del país y no se sabe cuándo volverá. Rosie es parte de la resistencia, así que esconde a una niña judía, Elsa (Thomasin Mckenzie) en una de sus paredes. Cuando Jojo descubre a Elsa entra en conflicto, porque obvio, él detesta a los judíos y se siente impelido a denunciar a la molesta refugiada, pero las repercusiones que podría traer a su madre y a él mismo lo frenan. Eso hace que se empiece a formar una extraña relación entre dos opuestos, entre dos “enemigos” naturales. Esas cosas dicotómicas que tanto gustan al público en general.

Además, y por si fuera poco, Adolf Hitler aparece interpretado por el mismo Waititi como el amigo imaginario del fanático Jojo. He leído y escuchado comentarios contra lo caricaturesco del Hitler que interpreta Waititi, pero señores ese Hitler es el Hitler que vive en la cabeza de Jojo, el niño de diez años. Él no conoce a Hitler, no sabe cómo es realmente, entonces se lo imagina así, igual que imagina que los judíos leen la mente o que duermen como murciélagos cabeza abajo.

La película arranca con una secuencia preciosa en la que se mezclan Los Beatles y los nazis, y ahí, desde la butaca pensás «me gustás Waititi. Me gustás». La primera mitad de la película se desarrolla con mucha más solidez que la segunda. Los gags funcionan mejor, el montaje y el ritmo de la película están construidos para atraparte y para seguir con interés lo que sea que vaya a pasar con el pequeño fascista. Hay personajes secundarios como el Capitán Klenzendorf (Sam Rockwell) Fräulein Rahm (Rebel Wilson) y el divino Yorki (Archie Yates) que le dan más color a la trama y sobre todo, Yorki, el divino Yorki, se gana el corazón de todos nosotros con cada aparición.

Una bendición encantadora

SPOILER 

La segunda mitad empieza a tener problemas, porque es cuando las cosas se ponen más serias y cuando las cosas se ponen más serias, de pronto el diálogo que tuvo sus buenos momentos, empieza a ser condescendiente para forzar un final amable, para que después de los insinuados horrores de la guerra, uno se pueda ir a su casa sintiéndose bien. Ah, sí…la gente no es tan mala, y las cosas buenas pasan y uno, al final del día, del horror, puede bailar. Sí, sí, lloramos en la oscuridad, pero son esas lágrimas agridulces, esperanzadas, agradecidas por escuchar a David Bowie diciéndonos que podemos ser héroes.

Waititi hace una película casi de manual en cuanto a los giros, los comic relief, y puntos de suspenso. Pero a pesar de su aspecto formal que es arriesgado, a pesar de su personalidad visual, de su desenfado, es más convencional de lo que parece y de lo que ella misma pregona. Sucumbe a la necesidad del happy end y de forzar sus naipes en pos del triunfo del bien sobre el mal.

En el libro de Leunens, el tono nunca es cómico, el niño se pone más tétrico y jodido mientras van pasando el tiempo, porque Johaness (nunca Jojo) tiene problemas psicológicos, y su apoyo a Hitler es tan solo un síntoma dentro de un comportamiento que sus padres y abuela no aceptan ni promueven. El “accidente” que lo desfigura le deja también la mitad del cuerpo paralizado y parte de su pierna amputada. Hitler no aparece como amigo imaginario y él, realmente mantiene cautiva a Elsa durante años para no “perderla”. Una relación más que de amor, de abuso. Waititi va por un camino menos traumático en cuanto a la trama. Quizás porque una película con una historia idéntica al libro no podría ser jamás puesta para audiencias menores de edad, y tampoco tendría la entusiasta recepción de los millenials que él mismo dice son semianalfabetos históricos.

Ahí las diferencias entre libro y película. Pero la película, la visión de Waititi tiene elementos que amén de servir a un conjunto convencional logran su cometido inicial que es interpretar el mundo desde los ojos de un niño de 10 años en ese envoltorio juguetón que esconde un hecho terrible y que el público en general disfrute sumergirse en una historia algo naif. Y digo naif, porque la personificación tan paródica del resto de los personajes que rodean a Jojo y que existen por fuera de su visión de niño,  convierte a los alemanes nazis en idiotas sin ningún contenido ideológico o de personalidad, quitándoles parte del peligro que realmente representaban.

Hay pasajes algo “apurados” donde sentí que la historia no fluía sino la hacían fluir. De todas formas, la película funciona como una comedia, a ratos como incómoda comedia y la incomodidad siempre estará bien. Para los que no forman parte de ese 66% que nunca ha escuchado hablar de Auschwitz, las alusiones a los campos o la vista de los nazis ya generará un sentimiento de rechazo/tristeza que tiene que ver con la memoria y que un par de chistes fáciles no podrán banalizar.

El poeta Rilke, también mencionado a lo largo de la película, cierra la apuesta de Waititi poniéndole el sello a lo que desea que sintamos, dando un mensajito a la conciencia, una reflexión o enseñanza de vida positiva. “Deja que todo suceda, la belleza y el terror. Sigue adelante”. Y vos sentís que ese desparpajo pop y encantadoramente meloso que has visto durante hora y media es belleza ¡claro que sí!  Belleza en la hermosa fotografía de Mihai Malaimare Jr. a quien literalmente AMÉ por su trabajo en The Master. Belleza en Jojo, en York, en Rosie, en Elsa. Belleza en su concepción de película desenfadada, en su aire «diferente». Belleza en un mundo horrible en el que aún se puede bailar. ¿Y qué hacemos con el terror, con lo siniestro? Mejor no dejemos que suceda.

Lo mejor: encantadora, una dirección interesante, una propuesta de montaje y de concepto de película con sello propio Lo peor: la película al final es condescendiente con ella misma y con el espectador  La escena: todas en las que aparece Yorki, lo del conejo, LOS ZAPATOS y los quichicientos Hiel Hilter en la casa de Jojo Lo más falsete: quizás la reacción a lo que sucede a Rosie, o sea a como queda «la situación», y también me pareció muy facilista el «FUCK OFF HITLER» El mensaje manifiesto: Hay que bailar el mensaje latente: A veces suceden cosas tan malas que bailar no es una opción El personaje entrañable: Yorki El personaje emputante: el HDP que mató al conejito El agradecimiento: por una experiencia más que disfrutable.

CURIOSIDADES

Más del 90% de la película se grabó en República Checa durante el 2018.

El niño que interpreta a Jojo, Roman Griffin Davis, es hijo del director de fotografía Ben Davies (Capitana Marvel, Guardianes de la Galaxia).

La diseñadora de vestuario es la mexicana Mayes Rubeo.

Cuando la Gestapo visita la casa de Jojo, se dice Heil Hitler 31 veces.

La película, según Waititi, es una carta de amor a su madre y a todas las madres solteras.

A Mel Brooks le encantó la película.

La aparición de Hitler con atuendo indio, es un guiño a su admiración por el escritor Karl May, cuyos libros eran sobre los nativos americanos.

Aunque la película es en inglés todos los letreros, o palabras que aparecen escritas en libros, afiches, etc…están en alemán. 

La última aparición de Hitler en la película es con un balazo en la sien en referencia a su suicidio.

 

CINE: Mujercitas (Little Women)

Por: Mónica Heinrich V.

Vamos a empezar con lo banal, y con datos hmmm “cuestionables”. Un día, rebotando en el cable, me estacioné descaradamente en un episodio de Dawson´s Creek, la serie teen noventera por excelencia. La efervescencia de los espectadores había logrado que tuviera una vida superior a las dos o tres temporadas y que los protagonistas (chicos de colegio) llegaran a cursar la universidad. Ahí estaba Katie Holmes interpretando a ese insufrible personaje llamado Joey Potter. Joey, en un aula universitaria decía suelta de cuerpo que su libro favorito era Mujercitas, y que de hecho su nombre se lo habían puesto en honor a la gran Josephine March. Lo que se desató fue una humillación pública que consistió en decirle a la tal Joey que Mujercitas no era una gran novela, que era machista, misógina y retrataba a las mujeres como un montón de mamertas sometidas, o algo así. Hasta ese momento, Mujercitas habitaba en mi memoria en un cuarto especial, el cuarto del primer libro. Y me pregunté si el estúpido profesor de Dawson´s Creek tenía razón, y me respondí, que no, que el estúpido profesor de Dawson´s Creek no tenía razón. Que Dawson´s Creek jamás tendría razón en nada. O tal vez, un poco sí, pero no completamente.

Rememoremos datos menos banales e igual de cuestionables. Empecé leyendo Mujercitas a los diez años, fue mi primer libro serio con más letras que dibujos y seguí con Las Mujercitas se casan (Aquellas Mujercitas en otras ediciones), Hombrecitos  y Los Hombrecitos de Jo. De ahí pasé a los otros libros de Louisa, Bajo las lilas, Jack y Jill, Una chica a la antigua, Una chica a la antigua se enamora y bla bla bla. Louisa fue una escritora prolífica y la mayor parte de su literatura fue dedicada a las “niñas” con todos los estereotipos y clichés que eso acarreaba.

Lo que hay que saber de Louisa es que escribió Mujercitas por encargo, no bajo un ímpetu similar al de Josephine March por retratar su vida familiar, sino a pedido de su editor que deseaba un obra para “niñas”, con todos los estereotipos y clichés que eso acarreaba. Ajá, ajá. Alcott era práctica y pendeja, además necesitaba quintos, así que no se hizo mucho lío. Aunque el tema no la entusiasmaba lo escribió. Y no le interesaba porque ella era en sí un ejemplo de mujer atípica a su momento histórico, una tipa que se obligó a escribir con la mano izquierda para cuando su derecha se le acalambrara y el género que la llenaba era el suspenso, escribía relatos de ese estilo con un seudónimo.

Así y todo, Mujercitas se publicó en 1868 y sí, gente de bien, para su época rompió moldes. Y además, hizo que nuestra amiga escritora pase de ser pobre y desconocida a ser una de las personas más queridas de Estados Unidos. El personaje de Jo con actitudes descritas como más varoniles, que detestaba la idea de casarse y que vivía soñando con ser una famosa escritora, en una época en la que el destino “social” de toda mujer era el matrimonio, es cuando menos revolucionario. Un alter-ego de Louisa que nunca se casó. Si bien el resto de los personajes son más conservadores o mojigatos, las actividades de las March que disfrutaban la lectura y las artes, tampoco eran el modelo femenino a seguir de su tiempo. Bueno, ya…Meg era toda una construcción de la esposa «perfecta» destinada a complacer a su esposo, el buen John. Pero Meg queda viuda y quizás la única de las March que cumple la función social de ser «la señora de» es Amy. Esto es importante saberlo y digerirlo, porque Mujercitas en su primera parte fue una obra que no estaba destinada a nada más que copar un segmento, y luego de su éxito fue requerida una segunda parte en la que el editor cojudo exigió que todas las heroínas deberían casarse, cosa que Alcott aceptó. Para ella, el asunto era un negocio. 

A los ojos poco sometidos y nada mamertos de lectores más avispad@s, es evidente que la obra de Alcott sonará edulcorada y conservadora, habrá hasta quienes miren con rencor a esas damitas bien portadas que eran las March, quienes digan en voz alta «no me representan», pero no hay que olvidar su contexto y quizás ese sea el desafío que tenga cualquier cineasta al intentar llevar a la pantalla Mujercitas.

La cineasta Greta Gerwig parecía la persona ideal para el trabajito. Greta dirigió Lady Bird en el 2017, una película coming of age finamente filmada. Admiré la capacidad de dirección de Greta y su indiscutible talento, aunque  estoy harta de esos personajes “millenials irreverentes” que en realidad son adolescentes malcriados. 

Mujercitas supone su segunda película como directora. Greta escribe la adaptación del guion, y para eso junta un poco de Mujercitas (hasta la cura de Beth), Las Mujercitas se casan (hasta el final) y parte de Hombrecitos de Jo (Jo escribiendo su libro y siendo exitosa). Lo que se admira a simple vista es lo que hizo con la cámara junto a su director de fotografía Yorick Le Saux (Personal Shopper, Bigger Splash)por ejemplo, la primera escena en la que vemos la espalda de Josephine March afuera de la puerta de su editor es muy reveladora del tono general que tendrá la película.

Greta decide contar Mujercitas entre el pasado y el presente, el presente se mostrará con una paleta cromática azulada y gris, mientras que el pasado será luminoso y cálido en referencia a la infancia como el territorio más feliz. Una solución al flashback atinada. Sin embargo, eso le quita a la historia la capacidad de desenvolverse más efectivamente como una película “de crecimiento”, y la convierte en una especie de película episódica. Por eso es que algunas escenas claves del libro se desarrollan sin crear los climas necesarios para su impacto emocional, como la escena del hielo y Amy, o la enfermedad de Beth, o el regreso de Papá March o hasta la relación de Jo con el profesor.

Lo que sí podemos celebrar es el casting para Jo, esa gran actriz que es Saoirse Ronan (Lady Bird, Brooklyn, Lovely Bones) da vida por completo a la emblemática Josephine March. Amé a esa desenfadada e irreverente Jo.  En cuanto a Emma Watson (Harry Potter) en su momento pensé que Hermione nunca podría ser Meg March, me equivoqué. Emma consigue sobreponerse incluso al hecho que parece menor que alguna de sus hermanas. Eliza Scanlen (Sharp Objects) como Beth tampoco incomoda, aunque su paso por la película es demasiado ligero para que tenga el peso real que tiene en la vida de Jo y su familia. ¡Estamos hablando del personaje que hizo que Joey (Matt Le Blanc) metiera el libro al freezer en Friends! Pero bueno, Scanlen sí podría ser Beth March aunque el guion de Greta no haga mucho a favor de ella. Hasta la excesivamente vivaz Laura Dern (Marriage Story) como Marmee, o la afectada Meryl Streep como la Tía March consiguen zafar en ese imaginario que tiene el lector promedio de Alcott.

Sí, sí. Greta dirige esta Mujercitas con elegancia, la escena del baile es divina, Jo y Laurie haciendo de las suyas entre los ventanales, la luz o la ausencia de luz que los enmarca; el montaje paralelo (una especie de efecto espejo) de la infancia con la recuperación de Beth y la adultez con la muerte de Beth, fue lindísimo.

Hasta puedo admirar las agallas de Greta de romper la ficción al incorporar la exigencia que tuvo Alcott para escribir “finales felices” para sus protagonistas y casarlas a todas en su libro Las mujercitas se casan que en inglés se tituló Good Wives. Lo admiro, porque le da un toque interesante a la trama y porque además bebe de la realidad y trata de convertir el libro más conservador de Alcott en algo más.

Pero, como siempre, en toda esta irreverencia hollywoodense quedan los vestigios de la industria, esa industria que sigue los preceptos que en su momento fueron exigidos a Alcott como escritora. Greta no pudo resistirse a poner como Laurie Lawrence al carilindo del momento, un Timothée Chalamet que parece una más de las hermanitas March y al que es muy difícil asumir como el posible interés amoroso de dos de ellas. También, una de las bromas finales de la pluma de Alcott sobre la exigencia matrimonial a sus protagonistas, fue casar a Jo con un personaje absolutamente opuesto a lo que se espera de un personaje romántico de novela, el profesor Bhaer es descrito como un hombre mucho mayor que Jo, se dice que hasta cercano a la edad de Papá March, con las ropas raídas y viejas, pobre, pero al que Jo termina amando. En la novela, Laurie hasta llega a decir “¿Qué le ve a ese viejo?”.  Greta (o el estudio) no se anima a poner a semejante ser en pantalla al lado del carilindo Chalamet y la encantadora Ronan. Su lugar lo ocupa un enrulado y francés Louis Garrel, que compite en hidalguía y buen ver con todos los otros hombres del casting. Otro detalle no menor, es obligar al espectador a fingir que cree que una actriz de 24 años como Florence Pugh es Amy March, de 12 años y además nominarla al coso dorado como Mejor Actriz Secundaria. Y ya por si fuera poco, el contexto histórico de la Guerra Civil americana también es pasado por alto o por lo menos por un tamizador en el que solo vemos acciones ñoñas de Marmee. ¡No, Greta! No.

En 1933 se hizo la primera versión cinematográfica de Mujercitas, ahí vive la mejor Josephine March hasta el momento interpretada por Katharine Hepburn. Dirigida por George Cukor tiene el encanto del blanco y negro, aunque resulta mucho más apegada a lo clásico de la novela. En 1949, un insípido Mervin Leroy lo intentaría nuevamente, esta vez con Elizabeth Taylor interpretando a una hermosa Amy March.  En 1994, Gillian Amstrong parecía que lo lograría con Winona Ryder interpretando a Jo, Christian Bale interpretando a Laurie, y Susan Sarandon interpretando a Marmee, ¿y adivinen qué? esos grandes nombres fueron metidos dentro de la película más plástica de todas las versiones. Sosa, sin chiste y genérica. Para ser sincera, seguí con mucho más interés la versión anime de la novela. Desde Japón y en 48 episodios de casi media hora, las March se veían más vivas que nunca y con el espacio dramatúrgico suficiente para no ser reducidas al cliché femenino o al cliché feminista bajo el hechizo del dibujo nipón.

Volviendo al trabajo de Greta,  su Mujercitas es la que tiene más personalidad visual y cinematográfica. Tanto en la cámara, como en el hermoso vestuario como en el cuidado del arte, hay una visión que la hace diferente. Lo que no es poco ¿Alcanza para que trascienda? Es una pregunta que queda para ustedes espectadores avispados. La prensa «especializada» insiste en llamarla la “versión feminista” de Mujercitas. Un mote que se extiende a la labor como guionista de Greta que víctima de las expectativas de ESTA época exageró algunos de los discursos progres de Jo y adelantó temporalmente los libros para que la realización personal de Jo calce mejor con el siglo XXI. Capaz que Alcott se hubiese reído de esos vanos esfuerzos.

Lo mejor: finamente filmada Lo peor: no termina de desarrollar el peso dramático de las escenas icónicas del libro y se vuelve condescendiente y muy autoconciente de su papel en la actualidad  La escena: la del baile, el mar Lo más falsete: el profesor Bhaer, Amy de 12 años, Laurie El mensaje manifiesto: los clásicos son clásicos por algo el mensaje latente: Ninguna verdad puede observarse sin su contexto El personaje entrañable: Jo El personaje emputante: el profesor Baer (igual me empujaba en el libro por moralista, entremetido y ridículo) El agradecimiento: por bellas escenas.

CURIOSIDADES

Hay un libro interesante que se llama El Legado de Mujercitas, construcción de un clásico en disputa de Anne Boyd, no pude encontrar su versión virtual, pero si les interesa, está para comprar en amazon.

Simone de Beauvoir escribió en sus diarios: “Hubo un libro en el que creí ver reflejado mi futuro: Mujercitas de Louisa May Alcott. […] Me identifiqué apasionadamente con Jo, la intelectual. Brusca, huesuda, Jo trepaba a los árboles para leer; era más varonil y más osada que yo, pero yo compartía su horror por la costura y el cuidado de la casa, su amor por los libros. Escribía, para imitarla mejor compuse dos o tres cuentos”.

Jackeline Durrant, la directora de Vestuario de Mujercitas, diseñó el vestuario de Laurie y de Jo bajo la misma idea, como si los personajes compartieran ropa. 

Florence Pugh acababa de filmar Mindsommer cuando empezó a grabar su papel de Amy March, luego de haber pasado por ansiedad y estrés en esa filmación ser una de las March fue casi una terapia para ella.

Greta estaba embarazada de seis meses cuando el rodaje terminó.

Emma Watson asumió el rol de Meg después de que Emma Stone abandonará el papel por conflicto de rodaje con La Favorita, curiosamente Emma Watson abandonó La La Land por filmar La Bella y la bestia de Disney, dejándole el papel a Emma Stone. 

A pesar de que Mujercitas es un clásico americano ninguna de las protagonistas es americana. Emma Watson (nacida en Francia) y Florence Pugh son inglesas, Saoirse Ronan (nacida en el Bronx) es irlandesa y Elizabeth Scanlen es australiana. 

A nivel de vestuario, cada hermana March tuvo una paleta de colores a su disposición: Meg, lavanda y verde; Jo, rojo e índigo; Beth, rosa y café; y Amy, tipos de azul. Marmee vestiría una combinación de esos colores.

Sony Pictures rechazó adaptaciones escritas por Olivia Milch y Sarah Polley. 

Se filmó enteramente en Massachusetts.

Es la versión de Mujercitas que más nominaciones ha recibido. Seis. 

 

 

NETFLIX: ¿Dónde está mi cuerpo? (J’ai perdu mon corps)

Por: Mónica Heinrich V.

Sí. Lo de Jéremy Clapin es raro. Hasta podría acusar a Francia. “Estos franceses”.  Pero la rareza de Clapin no viene solo con ¿Dónde está mi cuerpo? (J’ai perdu mon corps), si mirás detenidamente su filmografía encontrarás más material de análisis o de psicoanálisis. Sus cortometrajes tienen de todo, desde un hombre cuya columna está basculada en ángulo recto (Una historia vertebral, 2004) hasta Henry (Skhizein, 2008) un personaje que fue golpeado por un meteorito de 150 toneladas y cuyo cuerpo se desplazó de su ser 91 centímetros.

Sin duda, sobre aviso no hay engaño, su primer largometraje es un compendio de fantasmas que ya habitaban sus cortos.

Y esos fantasmas raros y esperpénticos hoy se vuelven conocidos porque invaden el Oscar a Mejor Animación y compiten con las americanísimas Cómo entrenar a tu dragón 3, Toy Story 4, Missing Link y la española Klaus. No hay que negarlo, la francesa es la apuesta más arriesgada de su categoría. De lejos.

Algo tiene que ver que la historia se base en un libro de Guilleaume Laurant, el escritor coguionista de la siempre recordada película Amélie del director también siempre recordado Jean Pierre Jeunet y que el mismo Laurant haya puesto sus manos (ironía) al servicio de la obra animada del libro que, claro, se llama Happy Hand.

Entendé bien lo que te estoy contando, en un mundo donde el destino es cada vez más una fantasía, Jéremy que hizo un corto el 2008 sobre un personaje que se desprende de su cuerpo 91 centímetros (me encanta repetirlo) se topa con un libro que cuenta la historia de una mano separada de su cuerpo. Eso fue el 2011. Tarda todos estos años en materializar en pantalla lo que parecía muy improbable: que él, Jéremy, tome la historia de Guillaume y la convierta en un largometraje animado.

Esta unión, este destino, esta cosa cósmica, este meteorito creativo ¿vale la pena?

Empezaré diciendo que ¿Dónde está mi cuerpo? tiene un tono de tristeza, de oscuridad al que es muy difícil escapar. Sigue a la mano de un chico llamado Naoufel. Sí. El personaje principal es la mano. La mano como ente vivo y separado, la mano perdida, la mano que busca reintegrarse al cuerpo al que un día perteneció. Una mano que recuerda y que tiene emociones propias producto de su vida como parte de un todo.

Al inicio no sabrás cómo esta mano pensante y autónoma acabó suelta por la vida, pero seguirás con interés sus “aventuras”. Y así es como llegarás a conocer a Naoufel, el dueño de la mano. Un joven francés de origen inmigrante que ha llevado una vida de mierda, si se entiende como vida de mierda a una vida que parece destinada al fracaso constante y a la ausencia de esperanza o de un futuro mejor. En esos minutos iniciales que descubrís a la mano de Naoufel y a Naoufel cuando aún tenía la mano, empatizás con ella, con él. Sabés que ese Naoufel con mano ya no existe más, y te preguntás cómo puede ser que su vida se recomponga ahora que además de todas los sinsabores que lo aquejan, encima ha perdido a su mano.

Hay momentos perturbadores en ¿Dónde está mi cuerpo? si se entiende por perturbador a algo más extra a la premisa de una mano buscando su cuerpo. Lo de la paloma, las ratas, las pizzas, la patética escena del iglú de madera, ¡Jesusito! dale algo de felicidad a Naoufel, a su mano, a la humanidad triste y sola que puebla las calles no solo de París, sino del mundo entero.

Racionalmente puede que encontrés inexactitudes en algo tan básico como “la mano no tiene ojos” para caminar o buscar la dirección de donde vive Naoufel, racionalmente puede que el morboso punto de vista de esta mano sin cuerpo resulte chocante, racionalmente la charla entre Naoufel en el intercomunicador con Gabrielle puede resultarte antojadiza y hasta exasperante cuando recurre al filosofismo, racionalmente podés objetar muchas cosas, pero racionalmente (también) sabés que estás ante una obra con mucha personalidad, con un  manejo delicado y hermoso de una temática que no es delicada ni hermosa. Podés admirar dónde el animador pone la cámara, las subjetivas de la mano, los fuera de foco, la técnica que parece sencilla pero que tanto en el trazo como en los colores te transporta a ese Paris que la mano recorre.

Y así, sin darte cuenta, querrás que la mano o Naoufel o los dos juntos consigan torcer el destino de miseria y fracaso al que ambos parecen destinados.

Gabrielle, la infatuación de Naoufel, en un determinado momento de la película le prestará su libro favorito, El mundo según Garp (PDF ACA). Esa novela de John Irving que también es rara y esperpéntica. En ella, los personajes se resisten a las convenciones. Uno de los principales, la abuela, la matriarca Jenny Fields pensaba que nosotros éramos Epidérmicos, Órganos Vitales, Ausentes y Sentenciados. Pero Garp, el personaje que cierra el libro, asume que todos somos casos perdidos.

Naoufel lee El Mundo según Garp, o eso quiero pensarY toma un salto de fe. Y ese final que un caso perdido como vos o como yo llamaría esperanzador resulta más triste que nunca. Triste incluso en su plano final. Se va a fondo negro, y, dependiendo de qué tan perdido estés, entre lágrimas sabés que el director francés lo logró una vez más. Tal como cuando abandonaste a Henry en su corto del meteorito del 2008 y Henry nunca te abandonó, el mundo de Naoufel seguirá orbitando en tu cabeza.

Lo mejor: creativa y con personalidad Lo peor: algunos momentos demasiado discursivos La escena: lo de la paloma, las ratas, el final Lo más falsete: cuando se pone discursivo el diálogo El mensaje manifiesto: a veces, la vida parece un eterno sinsentido el mensaje latente: hay que dar un salto de fe El personaje entrañable: la mano, Naoufel, el tío de Gabrielle El personaje emputante: la «familia» de crianza de Naoufel El agradecimiento: por una animación diferente. 

TELEVISIÓN: The victim / La víctima (BBC)

Por: Mónica Heinrich V. 

Entiendo a Anna Dean. La entiendo incluso sin tener hijos o saber lo que significa pasar por lo que ella pasó. Y esa es una de las fortalezas de la serie británica The victim, el hecho de que podás ponerte en los zapatos de Anna tan fácilmente. Bueno, que te podás poner en los zapatos de todos los involucrados.

Hay casos en la vida real que volverán a nuestra memoria y harán más perturbador lo que vemos en pantalla. Por ejemplo, el infame caso de James Bulger, un niño inglés de tan solo dos años que fue asesinado en Liverpool por Robert Thompson y Jon Venables.​ Lo que más shockeó a la opinión pública fue que los asesinos contaban con apenas 10 años y torturaron salvajemente al pequeño antes de matarlo y dejar su cuerpo en las vías del tren para que el tren le pase por encima. Muchas veces he pensado en la familia de James, en cómo podés seguir adelante después de semejante cosa. También he pensado en los niños asesinos, “niños asesinos” son dos palabras que nunca deberían ir juntas. Hay una película polaca durísima llamada Playground que también se sirve de la muerte de James para mostrar la frialdad y el entorno de los precoces asesinos.

The victim va más allá, en sus cuatro intensos episodios nos cuenta cómo Anna Dean nunca superó la muerte de su hijo Liam. Liam murió a los nueve años apuñalado repetidas veces debajo de un puente a manos de otro chico un poco mayor que él. El asesino se declaró culpable y por ser menor de edad fue condenado a estar recluido hasta los 18 años. Una vez libre se le permitió un cambio de identidad total y la posibilidad de llevar una vida normal. A Anna ese acuerdo no le dio paz. La historia arranca cuando después de 15 años, la sufrida mamá está segura que un sujeto llamado Craig Myers es en realidad el nombre ficticio del asesino de Liam e inicia una campaña en redes para revelar su identidad y advertir a la sociedad que ella asume está en peligro. Eso desata que Myers sea atacado por un desconocido la noche de Halloween con la intención de matarlo. Anna empieza a ser juzgada por incitar un homicidio a través de las redes sociales.

¿Sos o no sos?

El debate moral se instala, ¿debería esta madre que nunca superó la muerte de su hijo ser condenada por intentar vengarlo? ¿Es Craig Myers, el supuesto asesino, una víctima de Anna?  ¿Si lo fuera, realmente no merece una segunda oportunidad? El detective que atendió el caso del pequeño Liam dijo que el día del asesinato de Liam fue el peor día de su carrera, la escena que se describe de la muerte del niño es dantesca, pero técnicamente el asesino fue juzgado, condenado, cumplió una sentencia y el caso de Anna Dean es un delito por sí solo independiente de sus motivaciones. ¿Hay atenuantes en este caso? ¿Es posible separar lo que supuestamente hizo Myers de lo que supuestamente hizo Anna? ¿Son las penas contra los delitos de menores de edad demasiado suaves? ¿Un menor de edad está en condiciones de saber lo que hizo y ser responsable de sus actos?

Hay un mundo de preguntas que habitan en los cuatro episodios que vemos. Rob Williams es el guionista de esta serie. Williams ha sido director creativo de la famosa editorial Penguin House, y pasó del mundo de la literatura al mundo de los guiones televisivos. Entre sus créditos conocidos están los guiones de Chasing Shadows, algun episodio de Killing Eve (¡Ay! tengo que hablar de Killing Eve) y su participación en The Man in the High Castle. Williams muestra su expertise manejando los tiempos de The victim a la perfección. Hay una mezcla entre pasado y presente muy hábil, la trama le da protagonismo al duro clima del juicio y al entramado jurídico, y jamás cae en la tentación de revelar demasiadas cosas hasta casi el final.

Aún así, para mí fue muy obvio hacia dónde apuntaría, y en parte agradecí que Williams decida irse por ese camino. La historia de Anna Dean incapaz de superar la muerte de su hijo y de perdonar al asesino es muy oscura y Williams nos muestra la oscuridad a pleno en sus cuatro episodios para concluir la serie de una manera elegante y conmovedora.

La dirección de Niall MacCormik (Crossing Lines, The Game) es clave también para que nos sumerjamos en la oscuridad y para que entendamos que nada es blanco o negro, y que capaz todos seamos víctimas directas e indirectas de esas situaciones.

Kelly MacDonald (Trainspotting, No country for an old men, Boardwalk Empire) interpreta a la atormentada Anna Dean, mientras que James Harkness (Rogue One, Darkest Hour) es Craig Myers, el sospechoso de ser el asesino de Liam. Ambos actores nos entregan escenas jodidas en un drama no menos jodido, acompañados de un sólido grupo de actores secundarios que confirman una vez mal el alto nivel de las series creadas y elaboradas por la BBC.

Si hay algo para objetar sería que SPOILER ALERT es difícil creer, o por lo menos a mí me pareció difícil creer, que una vez sucede el ataque a Myers no se pueda probar si el tipo es o no es el asesino, por lo menos entre la policía debería haber certeza de eso, además nunca mostraron el papel de aves de rapiña que la prensa tendría con un caso así. Supongo que tiene que ver con la locación elegida, Edimburgo. El guionista dijo que se eligió Escocia para ambientar la historia debido a las particularidades de su sistema judicial. También sentí innecesarias algunas subtramas elaboradas, la del jonki o la del chico que encontró el cuerpo de Liam fueron algo efectistas. FIN DEL SPOLER

The victim, sin embargo, te encoge el corazón. La serie (como todo lo que se ve en pantalla) sirve para ponerte en un escenario hipotético en el que el “ojo por ojo” sobrevuela como un concepto atávico pero justo, haciéndote sentir un poco salvaje. Luego vas llegando al final y en el final sabés que no, el ojo por ojo jamás será algo justo. Detrás de cada crimen, hay una historia, detrás de cada criminal hay una vida también.

Anna Dean se queda en tu memoria, al igual que Myers, al igual que el pequeño Liam, y pensás, una vez más en todas esas personas que actualmente están sumidas en la oscuridad y no pueden seguir adelante. Para eso, The victim sí tiene una repuesta: Toda la oscuridad del mundo no puede matar la luz de una vela.

Lo mejor: muy bien actuada, se mira rápido y toca un tema bastante debatible Lo peor: algunos colgandijos innecesarios La escena: el relato de lo que en realidad sucedió Lo más falsete: el papel del chico que encontró el cuerpo y lo del jonki  El mensaje manifiesto: hay cosas que nunca se superan El mensaje latente: hay que aprender a vivir con lo que no se supera El personaje entrañable: LIAM El personaje emputante: policía pelotudo El agradecimiento: por su final. 

 

NETFLIX: The two Popes (Los dos Papas)

Por: Mónica Heinrich V.

Nada como el cumpleaños del niñito Jesús para echarle una mirada a The two Popes, la más reciente película netflixera. Champémonos en las profundidades del último trabajo del brasileño Fernando Meirelles, a quien quisimos por Ciudad de Dios (2002) y a quien olvidamos por Ceguera (2008) y 360 (2011). Este arquitecto devenido en cineasta, regresa al cine con una especie de docuficción. Los dos papas se mueve como documental en su estilo, manejo de cámara, montaje y como una ficción en su libre (muy libre) interpretación de la amistad surgida entre el Papa Benedicto XVI y el Papa Francisco.

Joseph Ratzinger/Benedicto XVI (Anthony Hopkins)  y Jorge Bergoglio / Francisco I (Jonathan Pryce) son los dos papas en cuestión, y la película de Meirelles los presenta como un par de abuelitos inteligentísimos, con un pasado que se puede cuestionar, pero donde hay arrepentimiento, y, al final, más allá de las sotanas y el suntuoso entorno del Vaticano, ves a dos buenos amigos compartiendo charlas de la vida y del espíritu.

Muy bonito. Ejemplificador. Edificante. Didáctico. Tal como las almas atribuladas del siglo XXI lo requieren.

Estamos ante una película lavadora White Westinghouse industrial. Le da tal lavada de cara al Vaticano, que el entusiasta centrifugado nos deja un poco mareados y confundidos, casi casi creyendo que sí, que efectivamente los trapitos sucios son blancos, pero ¿adivinen qué? Hay manchas que no salen ni con lavandina.

Mirá Bergoglio, toco el piano, mientras Maciel hace de las suyas durante 63 años.

El guionista de este lavado modo “ropa delicada” es Anthony McCarten. Con eso digo todo, podemos apagar la luz y salir corriendo y gritando en la oscuridad. McCarten ha escrito las biopics más insulsas de los últimos años: La teoría del todo, versión edulcorada y bienintencionada sobre Hawking, Darkest Hour, versión exaltada y bienintencionada sobre Churchill, y Bohemian Rapsody, versión conservadora y bienintencionada sobre Freddy Mercury.

No es de extrañar que hoy tengamos la versión edulcorada, exaltada, conservadora, sobre todo bienintencionada del encuentro entre Benedicto XVI y Francisco I.

En el 2012, Benedicto XVI estaba sufriendo los Vatileaks, su secretario personal fue un incómodo protagonista filtrando documentos incendiarios sobre poder, corrupción, lobby gay y otros que afectaban directamente la Santa Sede y todos los colgandijos interiores y exteriores. A eso se le sumó una supuesta crisis de fe (aun no confirmada, pero comentada en la prensa) que hizo que el Papa renunciara a su puesto, algo inédito en el Vaticano desde hacía casi 600 años.

A rey muerto, rey puesto. Su sucesor lógico era Jorge Bergoglio un argentino bastante popular en la comunidad católica. Popular, y polémico, al mismo tiempo. 

La película de Meirelles especula sobre el contenido de supuestas reuniones previas a la renuncia de Benedicto XVI entre ambos  hombres. Falsea lo de la renuncia de Francisco I y Juega a: en esta esquina tenemos al ultraconservador, alemán, duro y recto Benedicto XVI y en esta otra esquina tenemos al hippie progre argentino amante del fútbol, del tango y de Abba, Francisco I. Una cosa muy yo escucho Serrat y vos Locomía. 

Te cuento, Jorge, que McCarrick, sacerdote americano acusado de abuso sexual me envió casi 300.00 dólares que fueron muy útiles para nuestra causa.

Digamos que como premisa es encantadora. Tendremos charlas entre ambos personajes sobre temas casi en su totalidad banales y de orden espiritual, se acompañarán con flashbacks de la vida de Francisco, porque claro, el hippie progre es más interesante que el refunfuñón Benedicto a quien solo le conoceremos aficiones más tangibles como sus horarios de paseo, su necesidad de caminar, su forma de comer, boludeces. 

Meirelles nos muestra el lado amable y benevolente de estos dos hombres, y si se toma como una ficción, al igual que todas las biopics escritas por McCarten ya mencionadas, el gran público creyente de lo benevolente estará más que dispuesto a disfrutar sin culpas de esta amistad papal.

Y sí…Joseph, te juro que los quería proteger de la dictadura…y los expulsé sin darme cuenta que eso los pondría en peligro.

A los que tenemos claro cómo se maneja el Vaticano y la ausencia total (remarco total con marcador fosforescente) de inocencia de ambos papas (o cualquier papa) se nos antojará a que exageraron con el blanqueador y el suavizante.

Pero primero centrémonos en la película como producto. Porque no falta el que te dice que estos pequeños regalos cinéfilos hay que disfrutarlos y digerirlos como inspiradas obras sin cuestionarles nada más.

Ya hemos dicho que su mayor logro es que funciona. Las actuaciones tanto de Pryce (el Gorrión Supremo en Juego de Tronos) como de Hopkins son sencillamente deliciosas, cómo será de bueno Hopkins que hace que le tengás simpatía al adusto Ratzinger. Pryce hace lo suyo como el bonachón Francisco. Es casi su doble viviente. La música, el montaje, la recreación de las áreas del Vaticano son sin duda un punto extra.

Sin embargo,  los flashbacks me parecieron además de innecesarios, peor solucionados, las secuencias relacionadas al compromiso de Bergoglio con una mujer, la revelación sobre su vocación y lo relacionado a la dictadura, fue filmado y montado como un episodio telenovelero. La voz en español sobrepuesta a la de Jonathan Pryce, me estorbaba un montón. Entiendo que quisieron hacerlo más realista pero la verdad que se notaba demasiado, la sincronización con voces que son del personaje ya de por sí es muy difícil, intentar calzar una voz argentina con la boca gringa de Pryce, es pues más complicado aún. Se nota al tiro.

Por otro lado, es muy fácil retratar la parte buena de ambos papas, esa vocación didáctica se recibe por el espectador con complacencia como píldoras de sabiduría espiritual. Donde Meirelles batalla es cuando tiene que hablar sobre cosas realmente importantes, como cuando ambos papas confiesan los episodios más turbios de sus vidas. En el caso de Francisco I, su relación acomodaticia con la dictadura y en el caso de Benedicto XVI, su anuencia al ocultamiento de pruebas contra curas pederastas. Ambos temas perturbadores se solucionan con una palmadita en la espalda. En el caso del tema de la pederastia, se le da apenas unos minutos en pantalla que son luego silenciados por el mismo Meirelles cuando se trata de dar detalles. Porque nadie quiere poner mucha cochinera en una película tan limpia.

sabés, el mundo es muy turbio…mejor comamos un buen pedazo de pizza.

Pues no. Mostrar la sopresa de Francisco ante lo que le relata Benedicto me pareció un insulto. Todo el Vaticano sabe cómo se maneja el tema del abuso sexual en la Iglesia Católica, y que no es cosa de Benedicto, sino algo institucionalizado. Hay un documento elaborado por Juan Pablo II llamado Crimen Sollicitationis en el que se fijaron los procedimientos a seguir para afrontar los casos de clérigos acusados por sus fieles de comportamientos  pedófilos o zoófilos. Esos procedimientos eran simplemente una forma de mantener la imagen de la Iglesia, por lo tanto el castigo era realizar “tratamientos” de uno o dos meses, la excomunión, relocalización del cura a otros lugares lejos del lugar donde cometió sus fechorías, y así, un mecanismo de encubrimiento en el que se ponderaba el silencio de la víctima y de la congregación.

La absolución brindada por el mismo Francisco a Benedicto (dentro de la película) fue otra gran ironía o sarcasmo involuntario, tomando en cuenta que Francisco, ya ejerciendo de papa, subestimó a una red de pederestia de 80 sacerdotes en Chile por la estrecha amistad que lo une a Juan Barros, el obispo que encubrió los abusos. Que haya decidido abolir el secreto pontificio sobre la pederastia hace apenas unos días, no quita que haya sido parte durante años del complejo sistema de encubrimiento de la institución.

Sí, sí, amigos netflixeros, muy bonita la amistad entre polos opuestos, muy divertida y emotiva la relación que construyen Benedicto y Francisco, muy lograda la transmisión de la creencia de que la Iglesia actualmente es más moderna y progre y que Francisco viaja por todo el mundo repartiendo su bienintencionada ayuda. Muy simpáticas las anécdotas «populares».

Meirelles saca lo mejor de una relación ficcional y especulativa entre ambos papas, y la pone ante los ojos del espectador Netflix, que estará encantado de descubrir humanidad en los hombres que representan a una institución tan dañada y cuestionada en la actualidad. 

Vimos la final del Mundial de Fútbol, igual que VOS! bueno…entre los lujos y oropeles de la Santa Sede.

Mientras tanto, el principal “pecado” de la Iglesia Católica y del Vaticano sigue sin resolverse, las víctimas de la pederastia encubierta continúan sin justicia. Y claro, es solo una película muy bien hecha por un muy bien intencionado Meirelles que dice suelto de cuerpo «esa institución (la Iglesia Católica) es la única que hoy habla contra el sistema económico, a favor de los cambios que el planeta precisa. Yo quise hacer la película para poder conocer mejor al nuevo papa». Papito. Y así, también como él, al terminar de ver esta ficción que debemos recibir con complacencia por ser una ficción de Netflix, habrá gente que quedará con la sensación ficcional de qué buenos, lindos e inocentes son ese par de abuelitos. “Son iguales a nosotros”, dirá alguno emocionado mientras ve cómo los personajes son atendidos por monjas en lujosas salas. 

Más mentiritas blancas para el mundo.

Lo mejor: se disfruta, entretiene, buen look, buen montaje Lo peor: muy didáctica adoctrinadora para mi gusto, complaciente y falsa…por momentos hasta insultante por su cinismo La escena: cuando mutean a Benedicto en los detalles de la pederastia encubierta, la del fútbol por simpática Lo más falsete: los diálogos con “mensaje”, el muteo a Benedicto en lo de la pederastia, el aire bienintencionado y pro Vaticano, el lavado con blanqueador y suavizante  El mensaje manifiesto: las personas tienen fallas y derecho al arrepentimiento El mensaje latente: no hay perdón posible si no hiciste lo correcto para enmendar tu error El personaje entrañable: el espectador benevolente El personaje emputante: el falso virtuosismo del poder El agradecimiento: por una experiencia entretenida y bien planteada desde el lado cinematográfico. 

EXTRA

Les dejo esto para moshear en año nuevo. 

 

CINE ¿CHINO?: The Farewell (La Despedida)

Por: Mónica Heinrich V.

The Farewell es una feel good movie, es de esas películas que te hacen sonreír tontamente mientras las mirás y te dejan sensaciones “bonitas” como esas ganitas de hablarle a familiares a los que no ves hace quichicientos años, o la errada creencia de que podés reconectarte con ese fulano/fulana que sacaste de tu vida por alguna razón.

No, espectador optimista, no te dejés llevar por la pantalla grande. Está bien que la directora Lulu Wang nos diga que a ella le pasó, pero mantegamos nuestras esperanzas de un mundo mejor encerradas en una sala de cine.

Porque además, Lulu (¿te puedo decir Lulu?) abre su película con una placa que dice: “Basada en una mentira real”. Y Lulu es muy mentirosa, en su opera prima Posthumous contaba la historia de un artista ignorado por la vida y el mundo…eso hasta que se piensa que ha cometido suicidio, de ahí en más su arte se revaloriza y todos los pretenciosos morbosos intelectuales empiezan a venerar su obra y claro, el no suicida/artistahoyvenerado deseará mantener la mentira para seguir vendiendo su trabajo a precios risibles. ¿Nos recuerda a otra cosa? Sí, sí, a la argentinísima Mi obra maestra de Gastón Duprat, no seré yo quien debata si hubo copie o no. No. Aunque la verdad disfruté más la versión argentina de esa mentira.

En The Farewell, Lulu decidió regresar a sus raíces, a eso que la hizo primero china y luego gringa. Así nos presenta a Billi (interpretada por la rapera Awkwafina), una inmigrante china absolutamente newyorkina que recibe la noticia de que su Nai Nai (abuelita) está con cáncer terminal. La familia, también inmigrante y newyorkina, decide trasladarse en manada a China, para acompañar a Nai Nai en sus últimos momentos. La ida tiene como objetivo mentirle como cojudos a la doñita, por aquello de que a nadie le gusta morirse. El plan es bastante descabellado, cómico, triste, conmovedor. La mentira en manada familiar por un bien mayor también nos recuerda a algo, ajá, a la alemanísima Good bye Lenin. No, tampoco voy a ser yo quien debata si hubo copie o no, aunque voy a aceptar públicamente que me gustó más la versión alemana de esa mentira. Pero es el momento de Lulu.

Imaginarás (bien imaginado) que una premisa que parte del glorioso retorno al hogar puede abrirse como un abanico Locomía a más subtemas: la alienación, el cambio generacional, el cambio cultural, las comparaciones entre oriente y occidente, lo que significa ir y venir, los sacrificios, los triunfos, los fracasos.

Algo que admiro de los asiáticos es su capacidad para hacer un cine sutil y delicado, en el caso de The Farewell sentí que estaba ante una película cuya fórmula es más americana. Muy a pesar de todo el derramamiento de cultura china que nos impregna la pupila, hay momentos discursivos en los que los subtemas mencionados arriba se abordan como un temario prefabricado. Muy al american style.

Aún así, el guion escrito por Lulu se las ingenia para que notando sus deditos americochinos construyendo la trama y los golpes de efecto, empaticemos con esta adorable familia que intenta brindar un último acto de amor a la Nai Nai de todos.

A Lulu le costó encontrar financiadores para la película, a los americanos no les gustaba que hubiera tanta chino y reclamaban una figura blanca/muy americana que justifique la inversión de verdes, y a los chinos les parecía que la película era muy americana. Finalmente, Lulu encontró en Chris Weitz al productor capaz de agarrar a la película como lo que es: china-americana. O viceversa. Ignoro qué irá a pasar en los cosos dorados (Oscar) porque no me parece que su lugar sea la categoría de Mejor Película Extranjera aunque ahí está. Capaz sea porque se habla mucho chino en china. 

Más allá de sus problemas de producción y yendo netamente al jane, The Farewell cuenta con un sólido casting que hace que realmente nos guste este grupo de mentirosos. Es una película modesta, que usa sus recursos con inteligencia y capta tu emoción apelando a eso que construye a cualquier ser humano: la familia.

Hay dulzura en sus escenas cómico-dramáticas y en esa matriarca feliz de tener a sus polluelos juntos otra vez bajo sus alas, hay también cursilería y lágrima fácil. Lulu quiere que nos involucremos con Nai Nai y con Billi, quizás el problema es que el exceso de azúcar termina inclinando la balanza de la película sobria y delicada hacia un arrejunte de consejos sobre la vida y sobre las cosas importantes de la vida. Y uno, a estas alturas, ya recibe consejos de la vida con mucha soberbia y cara de fuchi.

La parte que podría dar mayor peso o densidad a la película, el dilema moral, queda en simple anécdota. La simple anécdota es compensada con escenas como la de los pájaros, o el abrazo, o el ejercicio al aire libre, aquello que dice más con menos. Tiene la astucia de servirse de una gran banda sonora que transforma escenas clichés en momentos conmovedores, donde vos con toda tu soberbia y cara de fuchi terminás rindiéndote a su lacrimógeno diseño. 

Y aunque sabés que todo es mentira, porque como dijo Michael Haneke el cine son 24 mentiras por segundo, abrazás esa mentira con cariño. Lulu (te voy a decir Lulu siempre) logra que queramos a Billi, bueno, no nos mintamos, Lulu logra que queramos a Nai Nai, esa rechoncha y amorosa figura que representa el pasado de cualquier espectador y además logra que en ella veamos también un futuro en el que la memoria nos llevará de regreso a cualquier sitio que llamemos hogar.

Lo mejor: conmueve Lo peor: el obvio diseño lacrimógeno La escena: el abrazo con Nai Nai Lo más falsete: los diálogos con «mensaje», la escena con el doctor que hablaba inglés El mensaje manifiesto: el hogar siempre se lleva en el corazón El mensaje latente: hay que acercarse al hogar físico y tangible El personaje entrañable: Nai Nai El personaje emputante: … El agradecimiento: por los momentos de verdad.

CINE: Marriage Story (Historia de un matrimonio)

Por: Mónica Heinrich V.

El cadáver apestoso del amor. Me encanta. El cine poniendo su lentecito odioso en esa herida que supone una ruptura, en ese audio filtrado, en ese “olvídame y pega la vuelta” alborota mi espíritu. Es como lanzarle un hondazo a las maripositas preñadas. Y cómo me gusta ver maripositas preñadas derribadas. En mi inconciente tengo un cementerio de películas cadáver sobre eso que un trovador describió: “Dicen que cuando un silencio, aparecía entre dos…era que pasaba un ángel que les robaba la voz”. Sí, ya he usado esa analogía antes, pero le viene como anillo al dedo, bueno, al dedo muerto.

Siguiendo la analogía, Noah Baumbach lanza su Marriage Story (véanla en Netflix) con la historia de un angelote tamaño XXL robándoles la voz a una parejita de gringos bien, en la América bien, en un contexto bien.

Y Baumbach es casi un experto en esto de exhibir silencios, rupturas, toxicidades, y jodidez de “gente bien”. En su opera prima Kicking and Screaming(1995), unos egresados jailones eran incapaces de soltar su vínculo con la universidad y afrontar la vida adulta. The Squid and the wale (2005), otra de sus películas más conocidas, también es sobre un agrio divorcio y un par de intelectuales mañosos. Margot at the wedding (2007) hablaba sobre una depresiva escritora y el insano entusiasmo que pone para frustrar la boda de su hermana. Frances Ha(2013) nos contaba en pretencioso blanco y negro cómo una aspirante a bailarina trataba de cumplir tardíos sueños mientras lanzaba monólogos pintorescos. En While we were young(2014) era una pareja de cuarentones intelectuales tratando de tener un hijo y de mantener la “chispa” juvenil, lo que preocupaba a Baumbach. The Meyerowitz Stories(2017) también nos acercaba a la disfuncional vida de una familia destacada. Sí, hay un patrón en ese currículum. Se ha comparado a Baumbach con Woody Allen, porque aquello de las historias de relaciones disfuncionales, matizadas con diálogos «inteligentes», con generalmente New York o newyorkinos de fondo, son firma de Woody. Baumbach, sin embargo, tiene un cine cuyos personajes parecen ser probables espectadores de los filmes de Woody.  

Hey, Nicole…están dando Manhattan en Bolivisión.

Charlie (Adam Driver) es un reconocido director teatral casado con Nicole (Scarlett Johansson),  una actriz que tuvo su pequeño momento de estelaridad cuando era joven y que al enamorarse de Charlie se dedicó por completo a la compañía teatral del marido. Ese parece ser el origen de todo el despelote que viene después, sueños y realizaciones personales postergados para darle alas al señor Charlie. Claro, según la versión Nicole, porque nuestro buen Charlie tiene otra versión. Definir post visionado de la película quién tuvo la culpa (ajá, al ser humano le fascina repartir culpas, lo blanco/negro y elegir bandos sin matices)  de que ese cadáver acabe descuartizado podría ser una manera fácil y divertida de perder amistades mientras se azotan puertas con dramatismo.

La película comienza cuando la parejita está en terapia intentando lidiar con el inicio del divorcio. El terapeuta les dice que tienen que recordar que una vez se amaron y les ha pedido que escriban lo que les gustaba al uno del otro. Ternura.

Ese inicio fue muy bueno, porque al escuchar y descubrir las pequeñas cosas que hicieron que esta gente estuviera junta o viera una vida en común posible, sentís mayor tristeza cuando te das cuenta que el muerto, muerto está. Ahora hay un cadáver podrido dejando su pestilente aroma y hay que enterrarlo lo más antes posible. El montaje juega un papel importante en este preámbulo donde nos conectamos con los personajes.

El guion, que es escrito también por Baumbach, nos llevará por ese tortuoso camino que significa una separación resentida. Porque sí, nadie se separa después de años con alguien y encima con hijos, sin que los resentimientos salgan reventando como pipocas.

Mientras más lejos, mejor

Y básicamente eso es todo. Una mirada a esa relación rota, sus motivos (diferentes para cada uno) y cómo terminan entrampándose más en lo tóxico cuando introducen abogados ladinos que terminan de dinamitar el vínculo.

Lo hemos visto ya en distintos tonos, quizás una película que se me quedó mucho más tatuada fue la belga L´economie du couple / Después del amor (reseñada ACÁ) , película durísima que no se mueve entre histerias gratuitas o como un espeso drama de pareja. Es más bien una mesurada y sincera aproximación a esa atrofia del “nosotros”.  También recuerdo, y no reseñé por volada y boluda, Blue Valentine que me dañó para siempre la imagen de los fuegos artificiales, y la iraní A separation, que con ese título destrozó cualquier idea de reproducción inmediata. Ah, cómo lloré con algunas de esas películas, fueron una mariposa XXL preñada de trillizos que se estrelló desde lo más alto contra una loseta. El cementerio tiene como huéspedes ilustres a varias películas más (reseñadas ACÁ), y sigue juntando nichos y tumbas.

El pequeño rehén del divorcio de dos narcisistas

Marriage Story, por su parte, tiene la ligereza del relato ya clásico de Baumbach en el que se mezcla un poco de humor, un poco de desenfado, y que en algún momento te estrujará en la cara escenas como la de la abogada y el relato de Nicole sobre porqué se separó. Donde gritás a la pantalla: ¡MALDITO, CHARLIE! ¡PELOTUDA, NICOLE! Son escenas arquetípicas de Baumbach, que funcionan muy bien.

En esa ligereza, en esos problemas de gente bien que vive acomodadamente entre New York o Los Ángeles, y que pueden permitirse el lujo de pagar abogados de 25.000 dólares, te llegás a conmover con ese cadáver apestoso que es la relación del brillante director de teatro indie y la actriz postergada con aspiraciones a directora. Sentís una enorme incomodidad durante la escena que yo titulo “el gritonerío”. La frase final me pareció de una violencia que me dejó paralizada. Bueno, ella también dijo lo suyo, pero Charlie, Charlie fue como que puso la crema chantilly, la cereza, y le chorreó un toping de caramelo al frío helado del rencor. Y, en medio de todo el despelote de dos personas adultas que no pudieron ponerse de acuerdo, queda el pequeño hijo. Rehén de las malas decisiones de la parejita.

El yo es muy importante, Charlie. Sí, Nicole, el yo es muy importante.

¿Confirmamos que es una de las mejores actuaciones de Scarlett Johansson y de Adam Driver? Confirmamos, ambos están absolutamente compenetrados en mostrar su vulnerabilidad e hijueputez ante la situación. Aunque hay que darle un punto extra a Johansson que hace un papel muy diferente a los que le hemos visto.

SPOILER

Entre lo que me hizo ruido, está el tono un poco artificioso que sentís cuando ves las “puestas en escena” del director de teatro. Ay qué interesante la gente del teatro, sí, qué ambiente más fancy y divertido y qué camaradas que son. O la franca admiración y condescendencia con la que Baumbach suele retratar el mundillo intelectual, o la abogada interpretada por Laura Dern lanzando consignas muy en boga con lo políticamente correcto en cuanto a la mujer y el papel de la mujer en la sociedad. Sé que Cannes aplaudió esa escena, pero la verdad, seamos honestos, es más falsa que el beso de Judas que anda tan popular estos días en nuestro suelo patrio. Otra escena medio al pedo fue la cortada en el brazo de Charlie y el personaje estereotipado de la trabajadora social. Y sé que mucha gente amó las intervenciones musicales de Nicole y de Charlie,  para mí fue horrible…sobre todo lo de Charlie. Encontré esas intervenciones efectistas y puestas con calzador, un remarcado innecesario. ¿En serio tengo que ver a Nicole cantando toda feliz You coul drive a person crazy y a Charlie cantando Being Alive para entender lo que la película me ha estado diciendo por dos horas y pico? Ya siéntese, señora. Iba a decir Callá, Pichi, pero esto pretende ser una reseña con algo de altura.

Permítanme cantarles alguito para que entiendan mejor de qué hemos estado hablando las últimas dos horas

Discutir sobre la necesidad de esas dos escenas musicales, también puede ser una manera fácil y divertida de perder amistades. 

FIN DEL SPOILER

Marriage Story termina después de una larga agonía de los personajes y tuya, y al terminar disuelve cualquier cosa que no te haya gustado, porque cuando ya empezás a cansarte de la parejita tóxica bien que está pasando por un divorcio tóxico bien, se sirve del elemento más emotivo, de lo que mejor representa a la película. Esa lectura final de las cosas que fueron el pegamento de la relación entre Nicole y Charlie queda como un recuento de los daños, como una muestra de todo lo que no hay que hacer, del “move on” y como un recordatorio que lo que está vivo puede morir cualquier rato.

Lo mejor: llega Lo peor: las escenas gratuitas La escena: la lectura final Lo más falsete: los cánticos El mensaje manifiesto: lo que se muere, muerto está El mensaje latente: el muerto despide el perfume de lo descompuesto El personaje entrañable: el niño rehén El personaje emputante: la parejita El agradecimiento: por los momentos de verdad.

CURIOSIDADES

  • El director se basó en su respectivo divorcio de Jennifer Jason Leigh. Estuvo casado con ella hasta el 2010 y terminó separándose para emparejarse con Greta Gerwig actriz de sus películas en esa época. 
  • El personaje de Laura Dern está basado en Laura Wasser, una famosa y despiadada abogada de divorcios hollywoodenses. 
  • En la parte del gritonerío no hay ninguna improvisación, todo fue escrito en el guion.
  • Cuando Baumbach se acercó a Scarlett para que protagonice este filme, Scarlett estaba pasando por su segundo divorcio.
  • Los encuadres y primeros planos del filme de Bergman Persona, fueron inspiración para Baumbach.
  • Fue idea de Adam Driver que su personaje fuera director de teatro.
  • Cuarta colaboración de Driver con Baumbach.
  • Adam Driver tuvo que repetir la escena del puñetazo a la pared muchas veces, al punto que en una ocasión casi la traspasa.
  • Los juguetes con los que Nicole juega con Henry son de Star Wars, un guiño a Driver y su personaje de la famosa saga.
  • Scarlett y Laura Dern ya había trabajado juntas en The Horse Whisperer.
  • La escena de la pelea se repitió alrededor de cincuenta veces durante dos días.
  • Baumbach les dio notas extras a Driver y Johansson para la escena de la pelea buscando que se sorprendieran mutuamente y lograr capturar reacciones reales.
  • La escena musical de Adam Driver fue hecha al vivo y en una sola toma.
  • Hay otro homenaje a Bergman en la revista en la que aparecen Nicole y Charlie bajo el título Escenas de un matrimonio. 

Cruzar Abbey Road 50 años más tarde

Por: Santiago Gutiérrez Echeverría

Este año cumplió 50 años el que, con discusión, es el álbum más emblemático en la carrera de la que, sin discusión, ha sido la banda más influyente de la música: me refiero a Abbey Road de The Beatles.

¿Qué lo hace tan relevante? Cómo no intuirlo en los primeros segundos: un “shoot me” susurra entre tresillos del hi-hat y los ecos del bombo, las palmadas y el bajo. Lennon nos agita en Come Together, que en cada verso distiende y excita con un sonido inigualado.

De pronto la guitarra exhala. Something culmina la maduración musical de Harrison meciendo al oyente en un cariz que lleva al enamoramiento platónico. 

Llega el turno de McCartney. Maxwell’s Silver Hammer ilustra, con percusiones metálicas que emulan un martillo de plata, a un asesino aplastando a sus víctimas. La crudeza de la letra contrasta con un tono jocoso de melodía futurista.

Si en Something nos enamoramos del amor, en Oh! Darling nos enamoramos del odio; ese amor trastornado que nos zarandea y nos bota lloriqueando. Ahora tememos perderlo y le rogamos que se quede. Son gritos y rasgueos que a cuanta más fuerza enseñan, más tiernos se rinden en una armonía suplicante.

El centro de esta sección se lo ganó Ringo, que estrena su segunda y mejor composición: Octopus’s Garden. Pinta un mundo de jardines de coral, pero insinúa un anhelo a esconderse de este mundo; quizá de sí mismo. Es un country de sonidos subacuáticos.

Cae el bajo contundente de I Want You (She’s So Heavy). En seguida, una melodía obstinada nos conmociona lentamente en un crescendo hipnótico que asciende en notas pesadas. El caos aumenta durante siete minutos como un invierno borrascoso. ¡Pum! Silencio. Piensas que el reproductor tuvo un error. No. La canción está diseñada para terminar como un infarto. Un anti-clímax. Un orgasmo interrumpido.

Comienza la segunda sección. El invierno fue truncado y Here Comes The Sun anuncia el fin de tiempos tortuosos y el florecimiento primaveral con dulces guitarras y sintetizadores. Escucharla es semejante a recibir un abrazo en un cálido día de campo.

Un clavecino parece tantear el claro de luna de Beeethoven, pero tocando las notas al revés. Es Because, cantando el éxtasis por la vida en un coro celestial. La letra, tan simple como los placeres que anuncia, se fascina como un niño ante el mundo que ve por primera vez. Acaso anuncia una experiencia lisérgica, o el primer amor, que es parecido.

El medley comienza. You Never Give Me Your Money lamenta en el piano un anhelo amoroso que presiente su resquebrajamiento. Entonces la vida diaria surte nuevas esperanzas: Campanas tubulares, campanas de cristal, anuncian una magia en el aire, pero al mismo tiempo el individuo teme no saber a dónde ir; su ansiedad juvenil, el angst, está llena de energía e incertidumbre: el mundo es tan vasto que no se sabe qué tomar de él. 

En medio de una ambientación crepuscular, Sun King sobreviene en una línea de bajo ensoñadora, fascinada por la naturaleza y la calma. Mean Mr. Mustard narra la historia de un personaje mezquino entre melodías juguetonas. Polythene Pam acelera los instrumentos, esta vez narrando una vida tan agitada y ascendente como los acordes que se descontrolan hasta desembocar en She Came In Through The Bathroom Window, que entre coros y melodías describe un episodio ocurrido con una admiradora del grupo.

De pronto los instrumentos cesan. El piano retorna a su melodía inicial. “Hubo alguna vez un camino de vuelta a casa…”, canta quien arropa a un niño al dormir, mirando sus ojos llenos de sueño. Anhela volver a los tiempos pasados de esperanza… pero ya es tarde; debe asumir el curso de las cosas. Carry That Weight lo hace en un coro que, por primera vez, reúne las cuatro voces de los Beatles de forma inquebrantable, y una trompeta anuncia el peso que impone la cuesta de los años por venir. The End (El Final) separa a los cuatro dando fin al álbum, a la banda, a la década. Un solo impaciente de batería de Ringo precede a los solos de guitarra de George, John y Paul, que se intercalan uno tras otro hasta enlazarse lo que al fin es la amalgama en el clímax del álbum.

Silencio. Un acorde de piano se repite. “Y al final, el amor que recibes es igual al amor que entregas”. El último verso. El epítome de la banda encerrado casi en una ecuación.

Los Beatles no grabaron The End sabiendo que sería su última canción juntos, así como no comenzaron a tocar sabiendo en lo que se convertirían. Simplemente sucedieron; fueron una orquesta que, sin director, concertó la música justa en el momento y el tempo justo. Curioso, ¿no?

P.S.: Y en realidad el disco termina con Her Majesty, quizá la primera pista oculta en un álbum. Son apenas diecisiete segundos de joda que bastan para romper la solemnidad generada en The End. Uno puede interpretarlo así: no te tomes nada tan en serio como para no reír un poco. Incluso estropeándolo resultaron interesantes…

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