Por: Mónica Heinrich V.
Por años creímos que Lucy Maud Montgomery había muerto de causas naturales. Por años quisimos creer que esa alegría, ese mundo mágico a los que sus libros nos transportaban eran parte de su vida. Pero no, Maud sucumbió a la depresión y se suicidó. Tenía 67 años.
Recién el 2008 supimos que trombosis coronaria significaba en realidad auto-eliminación. Su nieta consideró importante revelarlo porque, admitámoslo, en los tiempos que corren la auto-eliminación o los deseos de auto-eliminación han crecido como espuma y remarcar la importancia de un tratamiento nunca está de más. Vos que estás delante de la pantallita luminosa leyéndome: no sucumbás, no hagás que te extrañemos, siempre hay opciones.
Maud, la misma persona que había puesto en la boca de su alter-ego, Anne, frases como: “¿No es maravilloso pensar en todas las cosas que hay que averiguar? Simplemente me hace sentir contenta de vivir. ¡Es un mundo tan interesante!” se despidió del mundo con una lúgubre carta: “He perdido mi mente en pequeños hechizos, lo que pienso es cruel para los que me rodean. ¿Podrá Dios perdonarme…?”
Me dueles, Maud. Me dueles.
La autora de esa maravillosa saga literaria que tiene como protagonista a nuestra amada Anne Shirley, escribió ocho libros en los que fuimos testigos del crecimiento de Anne y de cómo manejó su vida y todo aquello que su imaginación (siempre hay espacio para la imaginación) le permitió.
¿De qué iba la historia? Anne Shirley, una huérfana pelirroja que odiaba su rojizo color de cabello fue finalmente adoptada por Marilla y Matthew Cuthbert, un par de hermanos ancianos que en realidad buscaban adoptar a un niño para que los ayude con los oficios de su granja. El orfanato cometió un error y les envió a la parlanchina y encantadora Anne. El error les cambió la vida a los Cuthbert y a Avonlea, la ficcional aldea donde se desarrolla la historia.
Maud escribió la saga hasta que Anne también dejó de proporcionarle alegría. En sus diarios diría que se aburrió del personaje y el último libro, Rilla, la de Ingleside, tendría el foco en la hija menor de Anne y Gilbert, era 1921. Dos décadas después intentó retomar a Anne, pero la editorial le rechazó el libro diciendo que no mantenía “el espíritu original del personaje” y que su discurso antibelicista no era apropiado. Eso fue un mes antes que decidiera terminar con todo y abandonara un mundo gris sumido en la guerra.
Para mí, y para muchos, Anne Shirley fue una compañera de vida. A kindred spirit, diría ella. La descubrí gracias a la película canadiense Anne of Green Gables que a Bolivia llegó a mediado de los 90s en formato de episodios más cortos. La inolvidable interpretación de Megan Follows como Anne, sus peloteras con Gilbert, los bellísimos paisajes de la isla Príncipe Eduardo, las menciones literarias, la banda sonora (tarareo), la figura desafiante de una Anne cuyo objetivo principal era el estudio en un momento histórico contrario a sus aspiraciones, la Anne que devoraba libros, la que fingía ser Lady of Shalott, la que dejaba en segundo plano el romance, la que valoraba la amistad como nadie, esa es la Anne que se ganó el corazón de quienes la conocimos.
Podría describir el momento exacto, el lugar en el que estaba, la ropa que vestía, el tipo de televisión que tenía, cuando vi por primera vez a la chica de las icónicas trenzas bregando con los niños Hammond. Podría. Podría también describir mi emoción cuando abrí la caja que contenía los ocho libros. Podría contar que mis padres me regalaron una edición en inglés y ni siquiera era mi cumpleaños. Podría.
Desde entonces han surgido muchas adaptaciones. Hay un divertido anime japonés de 50 episodios, hay miniseries, películas para televisión que han intentado alcanzar sin éxito la repercusión que tuvo la versión canadiense. Y luego, luego vino Netflix.
Netflix se dio cuenta de que ahí había un filón a explotar y junto a CBC creó una nueva versión. Anne with an e. Una versión netflixera que ya tiene tres temporadas. Debo confesar que la evité. No me generaba mucha confianza. Es Netflix. Pero aprovechando el encierro y el ambiente pandémico decidí darle una oportunidad.
¿Adivinen qué? El espíritu de Anne sigue ahí. En la pelirroja interpretación de AmyBeth McNulty, en la presencia serena de Geraldine James como Marilla, en R.H. Thomson como el buen Matthew, en el agradable Lucas Zade como Gilbert. La base está, diría un técnico de fútbol. Pero al ser un producto de consumo masivo que necesita ser estirado como chicle, le hicieron modificaciones tontas teniendo ocho, OCHO libros para sacar cosas menos jaladas de los pelos.
Antes de sepultarnos en los abismos de la desesperación, vayamos por lo ligero. El equipo de producción es en su mayoría femenino. La productora Miranda de Pencier (Hola, Josie Pye), la guionista Moira Walley-Beckett (habitual guionista de Breaking Bad y autora del famoso episodio Ozymandias) que escribió la primera temporada y que luego para las dos siguientes trabajó con otras guionistas, y directoras como Amanda Tapping, Norma Bailey, Kim Nguyen, Anne Wheleer, entre otras, forman parte de un proyecto que desde su crew intenta establecer un punto. El punto girl power.
Muy destacable que la fotografía que fue uno de los aspectos más valorados de la versión canadiense, acá vuelve a lucirse con impresionantes tomas en acantilados, en el mar, con juegos con el desenfoque, el sol, y que le dan una personalidad propia a Anne with an e.
La propuesta de color, el vestuario, la música, la ambientación del periodo histórico en el que se desarrolla, también ayudan a darle puntos extras a esta nueva versión de la vida de Anne. Es hermosita para la vista y cómo se agradece.
Ahora, vayamos al menudo. Si bien lo escrito por Maud ya era una visión adelantada a su época, esta Anne netflixera parece estar dispuesta a romper todos los esquemas y a meter en su trama cualquier tipo de reivindicación: habla en contra del racismo, habla a favor de los derechos LGBT, habla sobre la igualdad de género, sobre el consentimiento sexual, sobre la libertad de expresión, sobre el papel de la mujer en la sociedad, sobre la hipocresía del activismo. Digamos que después de la primera temporada, la Anne de Maud se va transformando en la Anne de Netflix. Es más gritona, (sí, sos más gritona Anne de Netflix) se enoja y sale corriendo hacia la nada, y pienso que la verdadera Marilla le hubiera dado un buen estate quieto al primer griterío.
Entiendo que una serie en Netflix con un personaje tan fácil de amar es una gran oportunidad para tratar de generar ciertos cuestionamientos en las mentes jóvenes y para sembrar una conciencia básica sobre derechos humanos . Quizás sea mejor o valga la pena sacrificar el texto de Maud en pos de influir positivamente con temas más actuales. Sí, matemos al ternero.
No comparto, en todo caso, el facilismo con el que se plantean las situaciones. El racista que pertenece al círculo inmediato de Anne se da cuenta rápidamente que es racista y cambia. Ajá. La Anne literaria conseguía ir a la universidad como un logro inaudito (la primera de Avonlea en ir a la universidad, le diría Gilbert) acá es un premio que reciben en manada. El Matthew de esta versión contempla el suicido (¡no pues!) como salida a sus deudas. ¿En serio? La Anne netflixera recibe sin chistar el lesbianismo de la tía Josephine o el destape gay de su mejor amigo del colegio sin ningún matiz ni reflexión porque esa Anne de 187? es tan moderna como la más férrea activista actual pro-derechos humanos. Sin embargo, cuando Diana Barry le oculta que se ve en secreto con Jerry, arde Troya y muy en tu corazón sabés que Anne Shirley jamás le hubiera hecho esa escena a Diana por algo tan estúpido.
Esa constante en crear situaciones “dramáticas” que intentan ponerle más picante a la serie: los ladrones (¿eran necesarios?), el amigo negro de Gilbert y toda la epopeya en el mar (¿eran realmente necesarios?) la hipermoderna profesora, el profesor gay de closet (¿me estás jodiendo?), el escándalo que hace Anne con la pareja india cuando saben que la niña está retenida por la fuerza y luego se va a la ciudad a continuar sus estudios como si nada, etc., hacen que querrás pararte encima de una mesa y gritar: ¡Dejémonos de huevadas, Neflix! Porque en la vida, si tu afán es dar lecciones de vida, las cosas no se resuelven tan fácil. Porque en la vida, no tenés que esforzarte tanto para demostrar ser algo, simplemente lo sos. Y en Anne with an e vemos el esfuerzo de las guionistas de convertir a Anne en una feminista de avanzada cuando en su versión original YA LO ERA.
Quitándole esa excesiva manipulación para introducir una agenda, Anne with an e es una propuesta que se disfruta, que muy en el tono Netflix: entretiene. A su favor diré que la protagonista sí parece una niña de 12 o 13 años (en la versión canadiense la actriz ya tenía sus buenos 17 años) y que por lo menos, el personaje de Diana Barry que en la serie canadiense era retratado bastante atarantado, acá se acerca más a la versión del libro, una chica inteligente a la que también le gustaba estudiar. Podemos rescatar que se profundiza en la relación de amistad entre Marilla y su vecina, Rachel Lynde, y que algunas de las escenas memorables se mantienen.
No soy de las que se indignaron, o molestaron por ver a Anne desdibujarse episodio tras episodio (finjamos que no, estamos intentando salir de una pandemia) es una revisión, una versión que va a sus anchas desde la segunda temporada en un hermoso envoltorio y que va cayendo en picada hacia su tercera temporada. Ya depende de cada quien si la acepta o no.
Su mayor virtud es que trae a la vida una vez más a Anne, la siempre amada Anne Shirley y con ella ese mundo de almas gemelas, de imaginación sin límites, de sueños que se pueden alcanzar con trabajo. Con suerte, influye para que alguien se decida a leer los libros o quiera echarle un ojito a la versión canadiense, con suerte (vuela, palomita, vuela).
Y claro, ver a sus personajes renacer y ser descubiertos por nuevas generaciones es devolverle la vida a Maud. Ay, Maud…cómo hubiera deseado que tu mente no “se pierda en pequeños hechizos”. Nos quedará imaginar (siempre habrá espacio para la imaginación) la posibilidad de un final distinto para vos, quizás uno en el que te hubieras aferrado a lo que tu personaje más conocido decía: “¿No es hermoso pensar que mañana es un nuevo día, todavía sin errores?”.
LIBROS EN DIGITAL
VERSIÓN CANADIENSE
No pillé más links en audio latino o subtitulados. Faltarían Anne de Avonlea y Anne, la Continuación (esta última muy mala), pero me da cosa que lo vean en el feo doblaje español.
Lo mejor: Es una ventana a la verdadera Anne Shirley, y dentro de todo se deja ver si no tenés las expectativas altas sobre el personaje en el que se basa Lo más falsete: todo lo que está por fuera del libro y su excesivo afán de mostrarse como feminista El mensaje manifiesto: siempre habrá espacio para la imaginación El mensaje latente: la vida no es un cementerio de esperanzas La escena: la fiesta donde tía Josephine, las escenas tiernas entre Anne y Marilla o entre Anne y Matthew El personaje entrañable: Anne El personaje emputante: el idiota de Billy, el idiota del profesor, los idiotas de la junta pueblerina, las idiotas de las mamás progres El agradecimiento: por Anne, y por Maud.
CURIOSIDADES
La serie ha sido cancelada por CBC debido a su baja audiencia en la tercera temporada. No me sorprende en lo absoluto.
El título de cada episodio es una cita de la novela Jane Eyre, escrita por Charlotte Bronte. En la temporada 2 se nombran gracias a citas del libro Middlemarch de George Elliot. En la temporada 3 son los títulos de cada episodio son extraídos de Frankestein, la novela de Mary Shelley.
Amybeth tenía 15 años cuando empezó a filmar la serie.
La productora ejecutiva Miranda de Pencier interpretó a Josie Pye en la versión canadiense.
Nikki Caro dirigió el episodio más largo de la serie en 2017 y ahora es la directora de “Mulán”.
Amybeth McNulty no tiene pecas, por eso son diferentes en cada temporada
Amybeth McNulty es rubia natural, debió pintarse de rojo y es una ironía porque Anne odia su color de cabello.
El personaje de Winifred, fue interpretado por Ashleigh Stewart, quien ya estaba rondando los 30.
Dalila, que interpreta a Diana Barry, comenzó su carrera a los 5 años, nació en Canadá, su padre es de Panamá y su madre de Brasil, habla 4 idiomas; inglés, francés, portugués y español.
Ryan Reynolds y Sam Smith son fans de la serie.
Me encantó la reseña…qué piensas de cómo se da la relación con Gilbert?
Andrea! pues demasiado Gilbert para mi gusto. Tanto en el libro como en la serie canadiense, la historia se vivencia desde el mundo de Anne y de Gilbert vemos lo que Anne permite ver. En esta nueva versión le dan todo un arco narrativo que no se justifica mucho. Otra cosa, los cimientos de la relación con Anne están basados en una competitividad académica (de parte de ella) y en Anne with an e eso apenas se percibe. El actor es carismático y el personaje en sí (este nuevo Gilbert) es buen chico, capaz si no tuviera las otras referencias podría disfrutarlo más jejeje
Me encanta como escribes! Muy buena descripción de la serie.
Muchas gracias, Fabiola!! 🙂