DOCUMENTAL: All the Beauty and the bloodshed (Toda la belleza y el dolor)

Por: Mónica Heinrich V.

All the beauty and the bloodshed traducido literalmente como Toda la belleza y el derramamiento de sangre, es una cita directa tomada de la evaluación psiquiátrica que le hicieron a la hermana de Nan Goldin en una institución mental. Bárbara se suicidó a los 18 años después de años de comportamiento errático. Parece pornomiseria, pero ese hecho es clave para la construcción de Nan, quien se convertiría en una icónica fotógrafa de la contracultura americana entre los años 70s y 80s.

Laura Poitras, ganadora del Oscar por el documental Citizenfour, se arrejunta a Nan para echarle un vistazo a la crisis de los opiáceos en Estados Unidos. Y digo bien: “echarle un vistazo”, porque mientras más se avanza en el documental más claro queda que en realidad la crisis de los opiáceos es un vehículo para rendirle tributo a Nan.

Esto puede chocar si has caído accidentalmente en el visionado del documental buscando encontrarte con el asuntito de los opiáceos y de pronto estás sumergido/a hasta los cabellos en la vida under de New York, de Nan y enterándote con quién tuvo amoríos, quiénes eran sus amigos, dónde vivía, qué hacía mientras intentaba dedicarse a la fotografía.

La decisión de Poitras de enfocar el documental haciendo uso de la vida de Nan, no me parece desacertada, aunque sí un poco engañosa. Es acertada porque Nan estuvo enganchada al OxyContin e incluso la droga hizo que se alejara de su primera pasión, la fotografía, para luego tener pensamientos suicidas y autodestructivos. La droga llegó después de una tendinitis. Se la recetaron como quien receta una aspirina. Al igual que a Steven Tyler. Steven tuvo que hacer rehabilitación por adicción al Oxy después de que se la recetaron para un post-operatorio. Son muchas las celebridades a las que luego de un accidente o lesión les recetaron Oxy y quedaron enganchados: Heath Ledger, Prince, Winona Ryder, Matthew Perry, Gerard Bluter, entre otros. Lo peor, sin embargo, son las cifras de los que no están en el ojo público. Al día mueren 200 personas relacionadas al uso de opiáceos y ya hay más de medio millón que sucumbieron a sus efectos. Entonces, que Nan sea la relatora de algo que vivió en carne propia no está mal. De hecho, sobrevivió a una sobredosis. Es, como bien se comenta a lo largo del docu, una lucha del arte contra ese monstruo llamado adicción y sobre todo contra la familia Sackler, que poseía la farmacéutica creadora y distribuidora de la droga (Purdue Pharma, declarada en bancarrota en el 2019).

Es engañosa, porque si bien toca el tema de los opiáceos todo está desde el culto a la figura de Nan. Entonces hay momentos largos en los que poco o nada se habla del supuesto tema central, y se abunda bastante en detalles personalísimos de la vida de la fotógrafa que, si bien ayudan a configurar su perfil como personaje, no están relacionados directamente con el objeto de la lucha que nos muestran en pantalla.

Hay, también, los momentos en los que la figura de Nan aparece como líder de la organización PAIN (las siglas en inglés de Intervención Ahora para la Adicción a los Medicamentos Recetados y que en una traducción literal significa dolor). Los ataques activistas a grandes museos buscando que la familia Sackler deje de hacer artwashing son creativos y conmovedores. Porque sí, los Sackler son una dinastía que ha conseguido sus quintos a costa de millones de adictos en complicidad con el sistema de salud y las farmacéuticas. En paralelo a su legado de luto y dolor, los Sackler fueron donantes de algunas de las instituciones culturales más prestigiosas como el Louvre de París, el Museo de Arte Metropolitano, el Guggenheim de Nueva York o el Tate Modern de Londres. Nan, como habitual expositora de estos museos, junto con su grupo boicoteó las donaciones de los Sackler logrando que los museos rechazaran su dinero y que incluso retiraran placas o menciones en su honor.

El documental recoge esos pequeños triunfos. Que, aunque son ingenuos, no dejan de ser triunfos. Ingenuos porque el dinero que financia grandes instituciones o grandes deportistas, o grandes “cualquier cosa”, la mayor parte del tiempo viene de personas o grupos que están intentando lavarse la cara a nivel social con sus “muestras de generosidad”. Los Sackler deben ser una pulga dentro de un gran perro. Aún así, la lucha de Pain contra los Sackler se convierte en una batalla David y Goliath que como espectadores deseamos termine a favor del contrincante más débil. El cara a cara entre víctimas y victimarios es impagable y desnuda por completo el inicio de la crisis de opiáceos.

Ahora que el fentanilo está haciendo estragos en Estados Unidos, que las imágenes de personas en estado casi zombie por las calles, olvidadas de su salud, de sus actividades, de sus familias, de sus sueños, son cada vez más cotidianas, el que Nan y PAIN hayan conseguido dar un golpe certero a una acaudalada familia acostumbrada a la impunidad, es motivo más que suficiente para justificar la existencia de All the beauty and the bloodshed.

No importa que parte del documental divague en las heridas de Nan producto del suicidio de su hermana, y que parezca que pudo hacerse otro documental con ese material. Al final, Poitras consigue fundir ambas historias, por lo menos desde lo emocional. Sobre todo, cuando volvemos a Bárbara, a la chica de 18 años que se suicidó, a la que en su bolsillo encontraron una cita de la famosa novela El corazón en tinieblas, de Joseph Conrad que le calza al dedillo a cada adicto o persona que no se “descubre” a tiempo: “¡Es curiosa la vida… ese misterioso arreglo de lógica implacable con propósitos fútiles! Lo más que de ella se puede esperar es cierto conocimiento de uno mismo… que llega demasiado tarde… una cosecha de inextinguibles remordimientos”.

Lo mejor: denuncia y escrache Lo peor: demasiado centrado en Nan La escena: la llamada con los denunciados Lo más falsete: … El mensaje manifiesto: el arte no debe ser cómplice de los crímenes El mensaje latente: el dinero compra absoluciones El consejo: Para ver con el corazón abierto El personaje entrañable: Bárbara El personaje emputante: la droga, que todo lo destruye, y los que hacen negocios con ella El agradecimiento: porque se puede salir. 

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