La semana pasada surgieron unas imágenes en las que se puede apreciar un abuso sexual en el hemiciclo legislativo. No voy a decir supuesto, porque al ver las imágenes se distingue claramente que la víctima es trasladada a la sala del hecho en calidad de bulto (semi-inconciente por ingerir bebidas alcohólicas), y en medio de esa semi-inconciencia puesta en el piso mientras un hombre (legislador) se desabrocha el pantalón y se le bota encima. Abuso sexual y punto. Por lo demás, la víctima no ha sido encontrada, ni hizo denuncia alguna. ¿Deja de ser víctima por ese detalle? No.
En Bolivia, la violencia sexual está destruyendo generaciones de mujeres y niños. Según datos arrojados por la Policía Nacional, el abuso sexual es el crimen más frecuente luego de los relacionados a la Ley 1008. Ojo, estamos hablando de un crimen que el 80% de las veces no se denuncia. Imaginar la cifra real da escalofríos. Solo en Santa Cruz, cada día hay una o dos noticias públicas de abuso sexual que, por lo general, involucran menores de edad.
Sí, estamos cagados. Las leyes no protegen ni benefician a la víctima, el sistema no funciona para prevenir los ataques, y tampoco se ha concientizado a la sociedad para que las víctimas comprendan lo importante que es la denuncia.
La impunidad está servida.
Lo de Sucre es solo un pincelazo de una amarga verdad: Vivimos en un país donde las tasas de violación crecen año a año sin que se haga nada al respecto. Es ya epidemia. Lo peor es que no se ha establecido una respuesta efectiva al problema. Se usan parches, parches como la detención del abusador por uso indebido de bienes y servicios del Estado (!), qué carajos es eso. El poder siempre encuentra la forma de evadir la justicia.
Desgraciadamente, no somos los únicos. En USA, que ya tiene muchos asuntos que resolver (mass murders, serial killers, negligencia en la administración de psicofármacos, etc.) el documental nominado al Oscar este año: La guerra invisible, aborda el tema del abuso sexual desde un lugar pocas veces explorado. El documentalista Kirby Dick investiga y analiza lo que siempre ha sido un tabú: Las violaciones ocurridas dentro del ejército americano.
Hombre y mujeres que entran a la Fuerza Aérea, a la Marina, a los Guardacostas, han sido violados durante su servicio por colegas, camaradas, hermanos de comando dentro de una institución símbolo de los americanos.
El documental arranca con imágenes que invitan a las personas a que se enlisten, comerciales publicitarios que resaltan el privilegio que supone servir al país, el honor que conlleva, lo felices que serán cumpliendo su deber cívico y cualquier otra expresión patriótica que se les ocurra.
Acto seguido conocemos a las víctimas: soldados (hombres y mujeres) que cuentan cómo se enlistaron, lo que significó para ellos hacerlo, el idealismo con que tomaron su trabajo, algunos viniendo de generaciones de familias involucradas en el ejército, todo un preámbulo que prepara al espectador para lo que vendrá.
El ejército inculca disciplina, y un sentimiento de equipo que hace que los reclutas tengan la idea de que los comandos son su familia. Lo terrible es constatar que cuando las desgracias pasan no hay familia, simplemente intereses que terminan culpando a la víctima.
La Guerra Invisible arroja datos terribles, como que más del 20% de mujeres veteranas han sido asaltadas sexualmente durante su servicio. Solo en las Fuerzas Armadas más de 200.000 mujeres habían sido violadas hasta 1991 sin contar las que se quedan calladas y no denuncian el hecho. Se estima que el número actual debe rondar el medio millón de víctimas.
Hanna se enlistó ni bien tuvo edad para hacerlo, era virgen y fue violada a los 20 años por un superior, cuando llamó a su familia para contarle el hecho, su padre (militar también), rompió en llanto y le dijo:
Hanna, sigues siendo virgen. Él tomó algo tuyo que no le entregaste
Durante el proceso que siguió a su denuncia, el equipo de investigadores perdió el kit de violación (examen forense) que le practicaron así como las otras evidencias de lo ocurrido. Nunca pudieron condenar al culpable.
Kori, fue violada y golpeada salvajemente. Como consecuencia de la golpiza tuvo un problema óseo en la cara que requiere intervención quirúrgica, muestra a la cámara la cantidad de medicamentos que le han recetado entre antidepresivos, analgésicos, pastillas para dormir, todo para combatir el Estrés Post Traumático y las secuelas de los golpes que le propinaron. Ella cuenta que ha tenido suerte, la mezcla de varios de esos medicamentos han provocado la muerte en otros veteranos.
Los representantes legales del ejército son entrevistados y dan su versión, dicen que tienen jueces, investigadores entrenados para lidiar con los ataques sexuales. Que el sistema funciona. Que en el ejército son conscientes del problema y que se cuida a la víctima. Esta versión contrasta con la de una mujer policía que afirma que si había casos de violación trataban de dárselos a colegas hombres porque las mujeres policías empatizaban demasiado con las víctimas.
Una táctica recurrente dentro del ejército es acusar a la víctima de adulterio, incluso cuando ella no está casada y el violador sí. (¡!)
Otra víctima narra entre lágrimas lo que le dijo su superior cuando reportó que había sido violada:
¿Es esto un juego para ti? Eres la tercera chica que reporta una violación esta semana. ¿Están confabuladas? ¿Piensan que es gracioso?
Los especialistas que no pertenecen al ejército aclaran que un ambiente tan cerrado como el militar se convierte en un lugar ideal con abundantes objetivos para el depredador. Lo peor es que como no se hace nada, el abusador sexual es generalmente reiterativo, y llega a tener 300 víctimas a lo largo de su vida.
Eso es posible porque luego del servicio militar estos depredadores vuelven a sus ciudades natales y continúan buscando victimas en el ámbito civil.
El problema se convierte en una bola de nieve.
La guerra invisible saca a la luz a víctimas de ese sinsentido. Hace visible lo invisible. Amén de las estúpidas, inhumanas e innecesarias guerras que nuestros amigos del Norte han iniciado, financiado y ejecutado, sus soldados no solo tienen la tasa más alta de suicidio hasta ahora, sino que encima tienen que lidiar con la posibilidad de ser violados en servicio por sus propios compañeros. El documental cuenta con datos y testimonios que tienen un respaldo sólido y que no se queda solo en el DVD al que le das play y luego no pasa nada. Invita a la reflexión, y su exhibición ha llevado a políticos y gente relacionada al ejército a modificar leyes y a revisar casos de violación.
Estéticamente no tiene nada fuera de lo común, de hecho es un documental contado muy a la vieja usanza, sin grandes sorpresas o méritos estilísticos, pero su valor es otro, su valor es decir lo que nadie dice públicamente y que merece ser dicho fuerte y claro: se están violando personas dentro del ejército y algo tiene que estar muy mal si las probabilidades de esas mujeres de ser violadas por un compañero son mayores que las de morir en combate.
Lo mejor: La información Lo peor: que no haya trabajos así en nuestro país La escena: cuando Kori lee su carta de su suicidio Lo más falsete: la doña que hablaba sobre lo bien que manejaban el tema de los asaltos sexuales El mensaje manifiesto: Las víctimas son invisibles El mensaje latente: Las víctimas DEBEN ser visibles El consejo: Un documental para ver El personaje entrañable: los sobrevivientes El personaje emputante: los malditos bastardos El agradecimiento:Que se haya realizado.
Mónica Heinrich V.