LOST IN CONTEMPLATION OF WORLD

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CINE COREANO: Parasite

Por: Mónica Heinrich V.

La esencia de Parasite está en una de sus primeras secuencias. Esta familia coreana de Papá, Mamá, hija joven e hijo joven viven en una especie de subsuelo con una mirilla a la calle. Un fumigador pasa fumigando la zona y ellos empiezan a decir que hay que cerrar la mirilla. Papá, entonces, dice que mejor la dejen abierta, que así reciben fumigación gratis. La familia en pleno es envuelta con la densa niebla del veneno.

Ya está. La pobreza y el desarraigo de la pobreza en una sola toma.

Bong Joon-ho es pendejo, titula a su película Parásitos y juega con la incomodidad de percibir que esos parásitos pueden ser los otros o nosotros, los que hemos tenido la fortuna de tener una vida en la que no necesitamos ahorrarnos la fumigación.

¿No conocés a Joon-ho? es el director de esa enorme película que es Memories of murder (2003) basada en la historia del primer asesino serial de corea, luego dio un vuelco a lo fantástico y apareció con The Host (2006) hablando de bichos y de invasiones a ciudades, luego dio otro vuelco y regresó más intimista que nunca con Mother (2009) un peliculón que tiene uno de los finales más inolvidables que he visto. Ah, Bong Joon Ho, te hacés querer, te hacés querer.

Los gringos también admiraron semejante currículum, se avivaron y se lo llevaron a USA para dar un vuelco más: cine comercial americano y así nos dieron Snowpiercer (2013) y Okja (2017) las películas más sosas de su filmografía pero que a pesar de todo lo malo que la industria puede hacerle a una persona como Joon Ho, aún mantienen su toque personal, su estilacho.

Imagino que el desabrido resultado en tierras gringas habrá dejado a nuestro director con insomnio y cavilando decisiones. Así, abandonó a los gringos y a Netflix como a un trapo de cocina, se encaminó hacia Corea, hacia sus raíces y filmó Parasite, más oscuro y cuestionador que nunca.

Gracias, Bong Joon-Ho. Gracias, Corea.

No somos los únicos agradecidos, en el Festival de Cannes de este año le dieron la Palma de Oro a Mejor Película, la primera Palma de Oro para una película coreana en toda la historia del festival.

Y entiendo, entiendo totalmente al festival. Yo le daba una palmera completa, porque Parasite no hace un comentario social (tan de moda estos días), hace una radiografía social sin las imposturas remilgadas del cine festivalero.

El guion nos muestra a Ki-Wook  (Choi Woo Shik) que es recomendado por un amigo para ser profesor-tutor a domicilio de un niño, nada parece presagiar la cadena de sucesos que se desatarán.

Joon-Ho es muy hábil, tanto al introducirnos a la vida diaria de la familia pobre, como cuando llegamos con Ki-Wook por primera vez a la deslumbrante mansión de los Park.

La señora Park que mezcla el inglés con el coreano, los perritos que salen de cualquier lugar, la creencia de que los garabatos del hijo son arte, y cómo Ki-Wook empieza a manipular a la patroncita para ir insertando a su familia en las distintas labores domésticas de la casa, son magníficos.

Es imposible no mirar Parasite perturbado, con culpa y verguenza cuando el señor Park se queja del olor de la clase trabajadora, o cuando la familia embaucadora disfruta de una vida que siempre le fue y le será negada.

La película apuesta por una fiera mirada a la brecha social, a la estratificación de la felicidad. Eso puede resultar peligroso, puede hasta hacer ruido, pero la manera en que Joon Ho lidia con su propuesta nos hace pensar que sabe lo que está haciendo.

Si bien los Park tampoco son esos hijos de puta de manual que humillan a sus empleados, y son hasta agradables. “Yo también sería amable, si tuviera todo esto”, dice uno de los personajes, y lo dice sin rencor, solo como una observación; la opulencia y distancias con las que se relacionan con los empleados están muy delimitados. Yo soy rico, vos sos pobre. Los embaucadores, por otra parte, se presentan sin remordimientos, simplemente están aprovechando con todo una oportunidad. “El regalo de la oportunidad”.

Joon Ho intenta contarnos esta fábula social desde los incómodos extremos de la vida. Con una mirada aguda y, podríamos decir retorcida, nos envuelve con humor negro en esa rara situación que poco a poco se irá descontrolando y alcanzando visos de tragedia.

Hay momentos específicos que se quedarán para siempre en tu memoria y en tu corazón. Al terminar las casi dos horas que dura, sabrás que has recibido una lección salvaje y furiosa.

Encima, con una fotografía preciosa del también coreano Hong Kyung-pyo, a quien no dejamos de admirar desde su trabajo en Burning y con una banda sonora de Jeong Jae-il que agiganta esta película en todos los aspectos.

A lo largo de su filmografía, uno de los aspectos más cuidados de Joon Ho es cómo llega a los finales de sus historias, ya dije que el final de Mother es un final que puedo evocar en cualquier momento y aún me sacude, de hecho es uno de esos finales de los que siempre hablo cuando hablo de finales de películas, el final de Memories of murder también fue inolvidable, y en Parasite, su final es una daga en corazón. Un final envuelto en una violencia perturbadora, vivimos la rebelión de las masas frame a frame, y como si fuera poco el filme va un poquito más allá,  luego de su baño de sangre y rabia acaba con la utopía de esa vida mejor que nunca llegará.

Lo mejor: Bong Joon Ho en todo su esplendor, una película dura con humor negro, y una crítica mirada a la brecha social Lo peor: a ratos hace ruido un poco la dicotomía de pobre vs rico La escena: la del a inundación, el final Lo más falsete: el marido de la doñita ex ama de llaves, lo sentí muy caricatura El mensaje manifiesto: Las clases sociales pueden tocarse pero jamás unirse El mensaje latente: hay un mundo desconocido para los de arriba y hay otro mundo desconocido para los de abajo El personaje entrañable: esta vez, sentí compasión por todos… El personaje emputante: … El agradecimiento: porque Bong Joon Ho volvió a Corea.

EL TRAILER

CINE: Joker

Por: Mónica Heinrich V.

¡Así es la vida!

La semana del estreno de Joker en USA, los departamentos de policía de New York y Los Angeles enviaron patrullas a cines elegidos al azar con la idea de anticiparse a un ataque que emule al que ocurrió en Denver, Colorado durante el estreno de Batman: The Dark Knight Rises en el 2012. ¿Recordamos a James Holmes? Sí, sí lo recordamos. Yo aún puedo verlo en su primera audiencia, luego de haber asesinado a 12 personas y herido a 70, con el pelo teñido de naranja (decía que él era el Joker) y con la mirada extraviada propia de aquel que lleva días o semanas sin dormir.

En ese momento la masa gritó: “Monstruo”, “Silla eléctrica”, “Pena de muerte”, “Asesino”, la misma masa que ahora pone al Joker de Phoenix como el epítome de la reivindicación de los oprimidos.

Hipocresía.

Holmes, al igual que otros mass murders, tenía graves problemas mentales, y su deterioro psicológico ocurrió a ojos vista de sus allegados y no tan allegados. O sea, todos sabían que el chico estaba mal y nadie hizo nada por él.

Cuento esto porque la película Joker intenta explicar la génesis de su personaje desde la salud mental y relata la vida del pobre Arthur Fleck, un outsider al que su familia, entorno, y el sistema han dado la espalda.

Entiendo lo que quiso hacer Todd Phillips, y de hecho agradezco esa mirada más humana a un personaje tan complejo, aunque siento que además de machacona con lo que pretende contar y un halo algo ingenuo, en su tramo final la película se le termina escapando de las manos.

¿Cómo podés ver como enemigo, como un gran villano, a un ser que está literalmente cagado por la vida? ¿a un enfermo? ¿Es James Holmes, por hacer comparaciones odiosas, un villano, un enemigo? El enfoque que hace Todd Phillips de su personaje principal se presta para estas reflexiones, ya que decide abandonar el “género” de súper héroe, de cómic y nos lleva por recovecos más intimistas.

En el comic, una de las fortalezas y ganchos del Joker es la ausencia de conocimiento sobre su origen algo que él enfatiza preferir: multiple choice (opción múltiple) dice en algunos pasajes. Cuando el gran Alan Moore se atrevió a imaginar su pasado en The Killing Joke, considerado como el mejor comic sobre el Joker, este era un pasado que no escapaba al perfil de villano de cómic. (pueden leer La broma mortal ACÁ)

Entendiendo esta versión de Phillips como la reinvención de un personaje, el amigo se puede tomar sus licencias, claro…Pero a ver, adentrémonos aún más en el sucio mundo del Joker de Phillips en la sucia ciudad Gótica que no es otra que la sucia Nueva York.

Niñ@s, desde acá van a llover spoilers como confetti así que después no se estén quejando. Sobre aviso no hay engaño.

En Joker, el guion escrito por el mismo Phillips en colaboración con Scott Silver (The Fighter, 8 miles) hace hincapié en la triste, gris y terrible existencia del aspirante a comediante/payaso ocasional Arthur Fleck. Arthur vive con su madre, que ya está peinando la muñeca hace rato y alucina con que tuvo un romance con el papá de Bruce Wayne, y su hijo vendría a ser…ajá, ajá…el hermano del futuro Batman. ¡Santa colección invaluable de capuchas etruscas! En la platea, todos así como: ¿QUÉ? ¿Hermanos, hermanitos, hermanastros? pero esa sería la menor de nuestras preocupaciones.

En esta película-origen del payaso maquiavélico lo que vivenciamos es desgracia tras desgracia: A Arthur le rompen su letrerito con el que se ganaba unos quintos, le pegan como a bolsa de box, le cancelan su terapia, se queda sin medicamentos, todos lo tratan como un fracasado, es socialmente inadaptado, está flaco hasta casi la desnutrición, padece de una risa involuntaria que lo hace ver raro o freak, su madre está cada vez peor, tiene una infatuación por su vecina, quiere ser comediante pero es absolutamente negado para la comedia, nadie o casi nadie tiene gestos de simpatía o compasión por él. Y, en resumen, empezás a sentir pena por el payaso solo y cagado.

Encima, el payaso solo y cagado lo tiene más claro que el resto. Nomás al comenzar la película dice: «Soy yo, o las cosas se están poniendo más locas ahí afuera», no, no sos solo vos payaso solo y cagado. No sos solo vos.

El director Todd Phillips que se hizo conocido por esa trilogía de comedia para gringos con crisis de edad: The Hangover y por la divertida Proyecto X para gringos con crisis de adolescencia perpetua, no encuentra punto medio en Joker.  Esta ausencia de matices se remarca con la música: “Sonríe aunque tu corazón se esté rompiendo” dice la voz de Jimmy Durante para vincular al personaje con Charles Chaplin en la secuencia donde se rinde homenaje a Tiempos Modernos.

La fotografía de Lawrence Sher (The Hangover, Garden State, War Dog, Gozilla) se luce, el Joker baja por las gradas enarbolado, en slow, en una secuencia hipnótica, mágica.  Tanta belleza visual para mostrar la caída de un enfermo mental al que se le acabó la medicación. La muchachada ignorante lo aclama y lo ve como un justiciero, y él baila y se mueve sinuosamente, sumido ya en su delirio, en la piel de un Joaquin Phoenix en estado de gracia ¿Confirmamos que es uno de los grandes actores de su generación? ¿Lo Confirmamos? Sí, está confirmado.

Y el drama, el cuestionamiento al mal manejo de la salud mental se diluye para incorporar otro tópico más, el de la brecha social. Y de pronto, tres tipitos jailones que son asesinados por el Joker, «se lo merecen». Y de pronto, cuando el Joker es finalmente invitado al programa de televisión de su ídolo, se sienta a dar todo un discurso de clase y de abusos y de oportunidades truncadas y sueños rotos y dispara a quemarropa al personaje de Robert de Niro porque «se lo merece». Y de pronto, la culpa es de gente con plata.

You get what you fucking deserve, dice como una especie de revancha social por tantas humillaciones, por tanto trato inhumano. La violencia ya está desatada, pero en realidad es parte del artificio, de mostrarnos con magnificencia la brutalidad del pobre y enfermo payaso. Las imágenes, entonces, comienzan a aparecer más épicas, la fotografía lo muestra también grandilocuente, el mismo Joker que antes era el payaso solo y cagado, ahora es el payaso solo, cagado, jodidamente enfermo y peligroso.

Confieso que sufrí mucho con esta película, a pesar de sus excesos, y el declive en su tramo final, siento que toca un tema necesario desde hace mucho tiempo y planteado también en esta reseña sobre películas que hablan de los «monstruos» de la vida real (leer ACÁ), el problema es que su cariz comercial contribuye a banalizar la apuesta por esta reinvención del Joker, porque siendo honestos y crueles, si le quitas el nombre y las referencias a ciudad Gótica, la película es sobre un tipo perturbado y ya. Bebe de Taxi Driver y The King of Comedy, pero al contrario del trabajo de Scorsese, Joker es más superficial y tiene un alcance masivo a un público presto a glorificar cualquier huevada.

¿La película, entonces, es peligrosa como se debate? No lo creo. No es culpa de la película que alguien que no haya recibido un tratamiento adecuado la vea y sienta que puede imitar a su personaje principal. En la práctica, Charles Manson se inspiró en Los Beatles para ordenar la masacre de Cielo Drive. Chapman, el asesino de Jhon Lennon era fanático de El Guardián entre el centeno, esa gran novela de Salinger. Entonces, el combustible para los actos violentos se puede encontrar en cualquier lugar.

Sí me parece que Phillips perdió el Norte de su película en sus últimos treinta o cuarenta minutos, intentando tratar con profundidad un tema que termina siendo cerrado con una ligereza que me produjo estupor. En su aparente pose de ser rompedora o progresista, los discursos finales de Phoenix, las respuestas moralistas de De Niro, la rebelión guiada por un payaso solo, enfermo, cagado y peligroso…abrazan el cliché de un montón de películas que hemos visto antes.

La película se extravía, al igual que su personaje principal.

Sin embargo, rescato que aun sintiendo que la cosa se fue al chancho, creo que supieron apretar los botones correctos, esos con los que la industria disfruta manipulando públicos, el final de Arthur Fleck en ese plano en el que se mezcla la risa «del dolor» mientras Frank Sinatra canta que «Algunas personas disfrutan pisoteando un sueño…» cala hondo y un torbellino de llanto interior amenaza con salir y reventar como una cascada.

Porque sí…los payasos solos, enfermos y cagados están en todas partes.

¡That´s Life!

Lo mejor: Joaquin Phoenix, la película se enfoca en la salud mental y visualmente está hermosa Lo peor: es una sola nota de amargura, y al final termina siendo puro celofán La escena: la de las gradas, lo de De Niro  Lo más falsete: la conversación chota con De Niro cuando se descubre que es el asesino de los jailones  El mensaje manifiesto: el ser humano está enfermo El mensaje latente: a nadie le importa El personaje entrañable: Arthur Fleck… El personaje emputante: el compañero de trabajo cojudo, Murray cuando se burla del desgraciado, el papá de Bruce Wayne, la psiquiatra pelotuda…mucha gente cojuda El agradecimiento: por Joaquin Phoenix, tenemos que incluirlo en nuestras oraciones diarias.

Curiosidades

– Joaquin Phoenix nació en Puerto Rico.

– Joaquin Phoenix perdió 23 kilos para interpretar a Arthur Fleck.

– Acompañado del director Todd Phillips, el actor practicó la risa del personaje, porque “no pensé que podría hacerlo”. Finalmente se decidieron por tres risas distintas, siendo una de ellas la más difícil de realizar. En palabras de Phillips, se trató de la “risa del dolor”.

– De Niro, de 76 años, quería reunir a todo el reparto para ensayar el guión en una mesa de lectura, algo a lo que se oponía tajantemente Phoenix. “Bob [De Niro] me llamó y me dijo, ‘Dile a Phoenix que él es actor, y que tiene que estar ahí. Quiero escuchar toda la película, y todos vamos a entrar a una sala y la vamos a leer”, contó el director. Phoenix, en cambio, se negaba a ceder a la presión de su compañero. Según explicó al mencionado medio, el actor prefiere “dejar que las cosas sucedan” durante la filmación, y evitar los ensayos previos con el resto del elenco.

-Ganó el León Dorado en el Festival de Venecia por Mejor Filme.

-Hubo ocasiones en las que Phoenix perdió la paciencia durante el rodaje y se retiró airadamente del set. Eso dejaba confundidos a sus compañeros pero al final el actor siempre volvía a terminar la escena después de darse un respiro.

-Su presupuesto fue de alrededor 55 millones de dólares, un monto pequeño para una película del universo de los cómic.

-Joaquin Phoenix fue considerado para el papel de Batman en la película que iba a ser dirigida por Darren Aronofosky.

CINE ITALIANO: Notti Magiche (Noches mágicas)

Por: Mónica Heinrich V.

Una de las frases que se te quedan cuando salís de ver Notti Magiche es

Quieren ser guionistas, pero no saben ser espectadores

la dice un didáctico jefe de policía a tres jóvenes que participaron en un concurso de guiones y que son sospechosos del asesinato de un gran productor de cine.

El director italiano Paolo Virzi hace una comedia italiana que rinde homenaje a las comedias italianas de antes, esas que tenían un montón de personajes, de diálogos, de situaciones absurdas y de encanto.

Todo sucede el 3 de julio de 1990, en la famosa semi-final del Mundial de fútbol 90 en la que Italia fue eliminada por la Argentina de Maradona en la tanda de penales. Un maseratti cae al Tíber mientras un grupo de espectadores sufre la derrota de la escuadra italiana, dentro se encuentra el cadáver del productor de cine Saponaro (Giancarlo Giannini). La película se sirve del flashback para descubrir cómo murió el productor y quién es el responsable de su muerte. O sea, alguien pensó: “A este homenaje cinéfilo le meteremos un misterio”. Bien jugado, alguien pensante. Los posibles asesinos: El hippie galán Luciano (Giovanni Toscano), el nerd Antonino (Mauro Lamantia) y la fóbica Eugenia (Irene Vetere) son los protagonistas de esta alocada y recargada historia.

Virzi, al lado de sus colaboradores habituales Franchesca Archibugi y Francesco Piccolo, crea un guion en el que pasan muchas cosas (puede que demasiadas), mientras Italia no llega a la final del mundial de fútbol y el cine italiano deja de ser lo que era.

R.I.P. cine italiano.

Hay buenas y malas noticias con este ambicioso trabajo. Las buenas noticias son que a pesar de que en un principio cuesta engancharse a la narrativa acelerada y a los personajes principales que actúan en una tónica muy diferente a la que vemos en el cine contemporáneo, hay una frescura y un amor al cine que no se puede pasar por alto y cuando te rendís ante lo que Virzi propone la pasás bomba.

Las malas noticias son que el amor nunca es suficiente, nunca, animoso lector, su duración es excesiva, vueltea mucho para llegar a un final intuido y para quienes no consigan empatizar con el pintoresco desfiles de cineastas de la época y los constantes guiños, referencias, comentarios sociales que Virzi inserta a lo largo de la película, generará irritación o aburrimiento.

A mí me gustó la descripción satírica que hace de la industria del cine italiano, muestra a una generación de nombres ilustres venidos a menos, desplazados por una nueva camada de realizadores. Vittorio Storaro, Federico Fellini, Bernardo Bertolucci, son solo algunos de los ilustres que son nombrados o vistos en la pantalla. Los viejos se quejan que los jóvenes no entienden el cine y los jóvenes se quejan de que los viejos terminaron vendiéndose al sistema, a la industria. La película parece tener la teoría de que las grandes películas italianas dieron paso a una forma más comercial de ver el cine mientras Italia, en un contexto social y político, se preparaba para la era Berlusconi. Porque sí, reconozcámoslo, la historia del cine, no solo italiano, tiene mucho falso glamour, falso oropel y banalidad a tope.

Virzi lo sabe y no tiene piedad y  además siente mucha nostalgia, lo que está bien. De hecho, la idea de la película surgió en el funeral del mítico director Ettore Scola (Feos, sucios y malos, ¡Qué viva Italia!), mientras Virzi veía bajar ese cajoncito se dio cuenta que ahí se iban los últimos vestigios del gran cine italiano. Te entendemos Virzi, te entendemos.

R.I.P. Scola.

Sí, sí, pero a pesar de entender al amigo italiano tenemos que hablar del tono didático o ejercicio lúdico con el que se le ocurrió darnos tips sobre el cine a través de sus personajes. No mintamos, esa maña es muy matapasiones, de hecho soy enemiga de los mensajitos a la conciencia y de ese afán de algunos guionistas de dar lecciones de vida a través de diálogos o secuencias, pero en el caso de Virzi algo funciona, tendría que analizar a fondo y gastar más caracteres tratando de descifrar porqué recibí con simpatía cada una de esas frases que podrían ir pegadas en notas adhesivas en mi heladera. “Tú y los tuyos ¡Pretensión Cinéfila! Están convencidos de que una cámara lo soluciona todo. Eso es una negligencia creativa, por lo tanto política y narrativa.”“Amigos, compañeros, cineastas, escritores y poetas. ¡Todos son una banda de imbéciles!”, ajá, ajá, tal vez no necesite analizar nada.

En todo caso, el nostálgico Virzi hizo una película grande, grande en ambiciones, y grande en producción, la recreación de la época, la cantidad de extras involucrados, las locaciones, la secuencia de la fiesta, requieren de meticulosidad y Virzi la tuvo, y además la acompañó de mucha belleza visual.

Minutos más, minutos menos, enganche o no, Notti Magiche nos dice, una vez más, que en la juventud somos unos pobres ilusos y que no importa cuánto brillen las trajes de lentejuelas, detrás del brillo hay hilos mal costurados. Y sobre todo, sobre todísimo, nos da entender superlativamente que las noches mágicas siempre terminan.

Lo mejor: tiene una cosita cómica absurda que funciona, el diseño de producción es admirable y las frases armadas sobre cine a pesar de ser frases armadas me gustaron Lo peor: a ratos densa, a ratos demasiado didáctica, a un espectador menos interesado en el tema puede dejarlo irritado o aburrido La escena: cuando se meten al rodaje nocturno…y la escena final de la chica cuando hablan sobre la luz  Lo más falsete: hay muchas cosas que se sienten falsete, porque todo está en tono exagerado, hasta las actuaciones  El mensaje manifiesto: hay noches mágicas El mensaje latente: las noches mágicas terminan tarde o temprano El consejo: si te gusta el cine italiano, metele El personaje entrañable: el cine El personaje emputante: las bajezas del cine El agradecimiento: sí, por el cine

CINE: Once upon a time in…Hollywood / Había una vez en…Hollywood

Por: Mónica Heinrich V.

Una sensación rara deja la última película de Quentin Tarantino. Esa sensación te acompaña mientras salís de la sala y se queda aleteando en tu mente y en tu corazón un buen tiempo. 

Por un lado, acusás recibo de la obra de un cinéfilo, porque Once upon a time in… Hollywood tiene dentro suyo un mix de lo que Tarantino ama del cine y de lo que siempre ha sido el cine de Tarantino. Por otro lado, hay cierta banalidad, cierta cosa maniqueista y simplista en el relato que resulta muy chocante.

Tarantino, que ya lleva nueve películas en su filmografía y que amenaza con retiro, agarra la trágica historia del asesinato de la actriz Sharon Tate y sus amigos para intentar retratar una época. Una época de paz y amor, cine hollywoodense dorado y cursi, que terminó cuando los acólitos de Charles Manson irumpieron en la casa de Tate, entonces esposa del director Roman Polanski. La escritora Joan Didion en su libro The White Album reflexionó: «Muchas de las personas que conozco en Los Ángeles creen que la felicidad y prosperidad de los años 60 terminó ese 9 de agosto de 1969, exactamente en el momento en el que los asesinos, atravesando la ciudad como una bala de fuego, llegaron a Cielo Drive».

De la historia se ha escrito y dicho mucho, que si el papel que era originalmente para Tate en la película El Bebé de Rosemary (dirigida por Polanski) le trajo una maldición, que si Manson quería desatar una guerra racial inspirado por The White Album de Los Beatles, que si los jóvenes asesinos nunca se arrepintieron, que si fue una conspiración, que si el hecho mostró la terrible brecha socioeconómica de finales de los 60s cuando los gringos aún intentaban lidiar con la Guerra de Vietnam…definitivamente hay un contexto histórico que vale la pena tener en cuenta.

Tarantino, picarón, intuye que detrás de esa creencia de que los horrendos asesinatos incitados por Manson finalizaron una era, hay una gran historia y la escribe. No nos engaña cuando titula su película con “Había una vez…” porque es una ficción en toda regla, un cuento… y si se mira como una ficción sin hacer espejo con la realidad es cuando podemos enamorarnos de algunas escenas, podemos admirar a un gran Leonardo Dicaprio en la piel del actor venido a menos Rick Dalton, podemos tenerle un poco de empatía a Brad Pitt interpretando a su fiel compañero Cliff Booth, podemos divertirnos y disfrutar de ellos, que juntos son la perfecta imagen de un “bromance”.

Todo lo relacionado al mundo del cine como industria, como ese mundo despiadado en el que los actores, las amistades y las carreras son desechables, me parece de lo más rescatable del filme. Fascinantes las escenas de Rick (Di Caprio) intentando aprender sus líneas, olvidándolas, simpática la charla con la niña actriz, y los esfuerzos de Rick por deslumbrarla. Disfrutables las secuencias de Cliff tratando de enfretarse a Bruce Lee, incluso con esa onda de chabacanería que se maneja y que hace ver a Lee como un pelotudo. Hay mucho cine y amor al cine en Había una vez en…Hollywood.

El guion comienza a torcerse cuando Sharon Tate, el leit motive de la película, el ícono del fin de una era, interpretada por Margot Robbie, aparece vacía en pantalla. Desfila por las calles con actitud aniñada, le compra un libro a su esposo, se mete al cine a verse a sí misma en una de sus películas, goza cuando el público ríe ante algunas de sus escenas, y su personaje tiene menos carne, menos contenido que el de la niña actriz que comparte con Rick Dalton. Sharon es solamente un objeto ornamental, un “mirá tan linda y dulce que era”. Y sí, era dulce y bella…pero capaz que no era solamente eso.

Similar visión idealizada sobre Polanski, la fiesta en la Casa de Playboy, y todo lo que rodea a Tate como parte de la industria, se recrea en pantalla. Polanski ya era un tipo oscuro antes de que finalizara la era de paz y amor. Jay Sebrings no era solamente el encandilado pretendiente de Sharon Tate, sino un habitual consumidor de drogas igual que Tate. La Casa de Playboy no era solamente el paraíso de baile y felicidad que muestra Tarantino. La escena de McQueen horrible, esa es una de las escenas más al pedo de la película. La casa de Cielo Drive no era la casa a la que había que mirar con envidia y embeleso, en ella, según cuentan sus biógrafos, Sharon Tate vivió una relación tormentosa de constante abuso y control con Polanski, quien además no estaba de acuerdo con su embarazo y por ese motivo no se encontraba en la casa el día de los asesinatos. «Tenemos un buen acuerdo. Roman me miente y yo hago de cuenta que le creo», ironizó Tate alguna vez al ser consultada sobre su vínculo con el cineasta.

Tarantino eligió usar los nombres reales de Polanski y de Tate, y el contexto histórico del asesinato de Tate para su película, y por ese motivo, no pude desprenderme de esos datos, aún sabiendo que el juego de Tarantino es hacer una ficción y que el mismo Tarantino ha dicho que quiso plasmar la mirada que él tenía de niño de ese mundo y que juguemos todos a que el mundo no es lo que es sino lo que podría haber sido. Y yo puedo jugar, jugar mucho, porque me encanta jugar a «El mundo no es una mierda V.2.1».

Lamentablemente, siempre hay un momento que el juego termina.

Casi al final, Tarantino se plagia a sí mismo, plagia a su Malditos Bastardos, película en la que le daba al público el final que muchos desearon para Hitler y los nazis. SPOILER Apreta acelerador a fondo y toda la sangre que no mostró en las primeras dos horas de su película, las salpica en esos minutos finales, y como un gran Deux ex Machina deja que Sharon Tate viva. Y cuando Sharon Tate vive, me conmuevo, porque aún conservo en mi memoria los detalles de su muerte, y cuando veo que vive hasta lagrimeo. Minutos antes de la debacle había susurrado: “no  lo mostrés”, “no te atrevás a mostrarlo”, y Sharon Tate vive, y para que Sharon Tate viva se monta una secuencia autoindulgente que el público celebra porque es «lo que hubiéramos querido», porque «así debió ser» todos jugando «El mundo no es una mierda V. 2.1.». Los asesinos, muy fiel al cine hollywoodense, son retratados como loquitos sin motivaciones, como ornamentos de la maldad, hay desenfado y espectáculo en esa venganza ficcional. El veterano destruye sin piedad el rostro de una de las chicas y Rick chamusca lo que queda de ella. Y los créditos empiezan a salir y uno siente pena. Por esa gran película que es en parte Había una vez en…Hollywood, y por esa incómoda sensación de que algo hace ruido. Y no es solo el uso ligero de la tragedia de Tate. Por ejemplo, se insinúa que el personaje de Brad Pitt es un feminicida estilo O.J. Simpson y sin embargo, termina salvando el día. Siendo el héroe del boliche. Ajá, podríamos hablar eternamente de la escena del bote, otro juego de Tarantino, el juego de ¿Asesinaste a tu esposa o no?  FIN DEL SPOILER

El campeón

Había una vez en…Hollywood, como dije al principio, es la obra de un cinéfilo, un mix de todo lo que ama Tarantino del cine y del cine que ha hecho hasta la fecha. Desde la butaca disfruté, porque me gusta jugar y me indigné, porque cómo cesan los sueños cuando sabemos que soñamos.

La película intenta ser un poco más instrospectiva que trabajos anteriores (no lo logra), es expansiva e hiperbólica, a ratos exagera en el tiempo que le dispensa a sus recreaciones de series de los sesenta,  y, claro, al ser basada en un hecho real importante que es retratado de la manera más banal y simplista del mundo…huele a película oportunista. Sí, y siendo honestos, abrazando la cinefilia que también recibimos mezclada con el oportunismo: estética y actoralmente es una gran película oportunista.

Lo mejor: el perro, algunas secuencias, y que no deja de ser una película de Tarantino con el encanto cinéfilo de Tarantino Lo peor: oportunista y ligera como nube de algodón La escena: cuando Cliff se mete al rancho de la secta, esos minutos de tensión fueron fantásticos y claro, el cambio de destino  Lo más falsete: esa visión tonta y vacía de Sharon Tate y su mundo  El mensaje manifiesto: El mundo no es una mierda  El mensaje latente: El mundo sí es  una mierda El consejo: para verla y conmoverte o putear El personaje entrañable: el perro El personaje emputante: Rick y Cliff, hay que reconocer que racionalizando, esos dos eran un par de gringos imbéciles El agradecimiento: sí, por los perros.

DOCUMENTAL/ CINE: Conversaciones con un asesino: Las cintas de Ted Bundy / Extremely Wicked, Shockingly Evil, and Vile

Por: Mónica Heinrich V.

Kimberly Leach tendría cuarenta y dos años.  Fue la última víctima de Ted Bundy y la más joven, tenía solo doce años cuando fue asesinada. Ella es un número más en una lista de una treintena mujeres que murieron a manos del psicópata más temido de Estados Unidos. La lista, en realidad, abarca alrededor de más de cien muertes de las cuales la mayor parte no llegó a una acusación legal por falta de pruebas. Todo esto sucedió entre los 70s y principios de los 80s, en el 2019 aún sabemos el nombre de Bundy y las víctimas han sido olvidadas.

Porque así funciona esto de las muertes a manos de un psicópata, por lo menos en USA hasta te puede hacer portada del Times, convirtiéndote en una persona famosa por las razones incorrectas. Y las víctimas, bien gracias. El caso de Bundy, sin duda, sentó un mal precedente en el manejo periodístico de este tipo de crímenes, mediatizó el crimen.

Y, además, dejó de lado algo importante: Bundy estaba enfermo. No estaba poseído por el demonio, no tenía una “maldad” innata, no era un monstruo como tal. La brutalidad de sus crímenes, la absoluta carencia de empatía por sus víctimas, las negación de sus actos, la dicotomía de su personalidad, la ausencia de remordimientos, su narcisismo, corresponden al perfil de una persona enferma. Y por eso, no sorprende que la literatura, el cine, la televisión, el cine quieran darle una explicación o un contexto a este personaje. Después de todo, ¿cómo lograr evitar que surjan estas anomalías si no es entendiendo de dónde vienen?

UNO DE NOSOTROS

La frase que más se ha repetido sobre Bundy es que era “uno de nosotros” entendiendo por uno de nosotros a una persona blanca, clase media, con un título de psicología, estudiando una segunda carrera (derecho), inteligente, estructurado, amable, atractivo físicamente, un tipo que se acomodaba a cualquier situación. Y la gente, el nosotros de donde aparentemente Bundy era parte, se horrorizaba al saber la magnitud de los crímenes que perpetró un igual. Sí, claro, el nosotros clasemediero americano suele ser muy impoluto.

El documental Conversaciones con un asesino: Las cintas de Ted Bundy, que se puede ver en Netflix, recoge las entrevistas que el periodista Stephen Michaud le hizo a Bundy en el corredor de la muerte a su solicitud. En un principio, Bundy intentó usar al periodista a su favor, pero luego gracias a una estratagema para que Bundy hable de los crímenes en tercera persona, es cuando empieza a dar una “opinión” sobre cómo y porqué ocurrieron los crímenes. Ahí descubrimos que Bundy disfrutaba la atención, adoraba los reflectores, la posibilidad de llenar 100 cintas con su voz e imaginar que sería escuchado por alguien en el futuro.

El documental consta de cuatro episodios en los que se repasan las cintas que Michaud grabó y se contextualizan con testimonios de policías, abogados, amigos, descripciones de los crímenes, de las víctimas, testimonios de los familiares de las víctimas, imágenes de archivo, notas de prensa, etc.. Siempre contando con cierta fascinación la pericia de Bundy para intentar evadir la justicia y sus constantes negativas a asumir su culpa a pesar de las evidencias. De hecho, hay algo molesto en el título juguetón de los episodios: Episodio 1: Diablo Hermoso, Episodio 2: Uno de nosotros, Episodio 3: No era mi turno de ver, Episodio 4: Arde, Bundy, Arde.

El director y también productor del trabajo es Joe Berlinger, que ya tiene experiencia en otros documentales sobre asesinos o crímenes. En su momento, admiré el gran trabajo que hizo en la trilogía Paradise Lost, una serie documental sobre el asesinato de tres niños en Arkansas y cómo los acusados por el crimen eran inocentes.

Conversaciones con un asesino: Las cintas de Ted Bundy intenta ir más allá del cuestionable monólogo de las cintas y no lo logra. No hay una investigación más exhaustiva al pasado de Bundy, a su familia o crianza, solo hay comentarios marginales o suposiciones de abuso, pero nunca conseguimos saber cómo o por qué Bundy terminó siendo uno de los psicópatas más peligrosos de la historia.

Otro detalle es que las víctimas pasan a segundo o tercer plano. Hay un plano principal que está ocupado por Bundy en una posición casi de celebrity, hay otro plano que rodea el tema legal y la investigación, y por último, las chicas muertas, las vidas truncadas son un telón de fondo para hacer más atractivo todo el relato principal.

Berlinger incluso no pone énfasis en la negligencia de la policía y en la terrible mediatización del caso, ni se escarba en el diagnóstico mental que le dieron a Bundy, ni siquiera en lo que significó la pena de muerte a nivel social, se conforma con exponer algunos datos y dejarnos con el mensaje a la conciencia que cualquiera puede estar tan dañado como Ted Bundy.

¿UNA HISTORIA DE AMOR?      

Como si fuera poco, y ya teniendo al aire el documental sobre Bundy, Berlinger se lanzó a hacerle una película, una ficción llamada Extremely Wicked, Shockingly Evil, and Vile. «Extremadamente malvado, sorprendentemente malvado y vil» fue una de las frases que dijo el juez al condenar a Ted Bundy a la pena de muerte, un triste recordatorio de cómo la salud mental está mal manejada incluso en la justicia.

La película protagonizada por Zac Efron tiene características de telefilme más que un trabajo para una sala de cine.

Aunque es la biopic de Bundy, la historia se cuenta desde la perspectiva (o eso nos quieren hacer creer) de Elizabeth Kloepfer (Lilly Collins) la novia de Bundy que sospechando de él, llamó a la policía para dar sus datos.

Vemos la historia de amor entre ambos, a Elizabeth desconfiar, siempre con una actitud ñoña y mojigata, vemos a Efron interpretando al Bundy que Bundy interpretó en la vida real, el circo en el que se transformó el juicio, pero todo con un barniz muy superficial, no hay una psicología del personaje que nos permita ni llorar a las víctimas, ni entender a Bundy.

Si Berlinger quiso hacer una biopic con cierto peso dramático o acaso alcanzar los climas que alcanzó Fincher con Zodiac, no lo consiguió. Cinematográficamente no aporta nada al género, hay un exceso de subrayado y musicalización. Hay mucha fascinación por el personaje y poco interés por ver a la persona. Hasta termina por suavizar la imagen de Bundy. Un error y un horror.

Berlinger, entonces, hizo un documental y una película que ese asesino en serie hubiera amado. De hecho, ya con la ejecución encima (murió en la silla eléctrica) declaró que estaba buscando vender su historia: teatro, cine, televisión, cualquier cosa para que el mundo sepa más de él. ¿Y qué sabemos de él? Solo lo que él, Bundy, quiso que supiéramos. Y Berlinger lo amplifica por partida doble.

 “¿Qué es una menos? ¿Qué significa una persona menos en la faz del planeta?” dijo Bundy en 1980, pues él le quitó al mundo casi un centenar de mujeres. Berlinger parece no haberlo entendido.

CINE: 22 de Julio (Paul Greengrass) / Utoya: 22 de Julio (Erik Poppe) / Reconstruyendo Utoya (Carl Javér)

Por: Mónica Heinrich V.

Un 22 de Julio como el de hoy, hace ya ocho años, Anders Breivik asesinó a tiros a 69 adolescentes en la isla noruega Utoya y a 8 personas en Oslo, como consecuencia de un ataque bomba.

Centenares de adolescentes estaban en un campamento de verano organizado por un partido de izquierda en Utoya. Recuerdo pensar en la cifra y en las edades de los chicos muertos y sentirme absolutamente devastada con esa noticia. Cuando se supo que el ataque a la isla duró una hora y diecisiete minutos, ni siquiera pude imaginar o entender cómo pasó. Hasta la fecha, parece una historia sacada de la mente de algún retorcido guionista.

Antes que saliera a la luz el nombre del atacante, los rumores y opiniones que corrían por las redes sociales culpaban a los musulmanes. Había la certeza instalada de que solo un musulmán pudo cometer semejante barbarie. Un caballo de Dios, como le dicen a los atacantes suicidas. Luego, emergió el nombre de Breivik y el mundo descubrió que el terrorista, el asesino, era un masón nacionalista y conservador, que culpaba a los musulmanes, a los comunistas y a las feministas de las desgracias del mundo moderno.

Breivik durante su infancia, adolescencia y juventud mostró todas las señales de alarma sobre su salud mental, en un país tan estructurado como Noruega hay hasta informes psiquiátricos de su infancia que arrojaron datos alarmantes. Desgraciadamente, nadie hizo nada y el chico con problemas creció y terminó de explotar.

Hay varios trabajos que han intentado recrear el horror, homenajear a las víctimas, retratar al asesino, con distintos resultados. Sigo creyendo que nada puede ni siquiera rozar lo que significa desde lo social, humano, político, y psicológico lo que pasó en Utoya.

22 de Julio (Paul Greengrass)

Paul Greengrass se hizo conocido por Bloody Sunday (2002), una recreación del famoso Domingo Sangriento irlandés en el que las tropas inglesas abrieron fuego sobre ciudadanos en Derry. La película en sus inicios fue pensada para la televisión, pero Greengrass le dio cierto toque documental que la hizo bastante atractiva para los festivales e incluso terminó  ganando unos cuantos premios. A mí Bloody Sunday me pareció bastante correcta, la vi hace muchos años y fue uno de mis primeros acercamientos al conflicto irlandés.

También sufrí con United 93, un relato sobre el único vuelo de los secuestrados el 11 de septiembre que no llegó a destino. El vuelo fue tomado por terroristas, pero se especula que lo neutralizaron los mismos civiles del avión que heroicamente lograron que se estrellara en otra zona y no en el Capitolio. Eso o lo tumbaron los gringos.

En ambas películas la cámara acompañaba a los civiles, a las víctimas.

Y claro, Greengrass es el director de la trilogía Bourne, que ha tenido sus altas y sus bajas (más bajas después de su primera entrega), pero que en definitiva siguió mostrándolo como un tipo con mucho oficio.

El atentado de Utoya, sin embargo, le quedó grande. Ante un relato de esta envergadura hay que escoger dónde se pone el foco, y Greengrass le dedica una primera media hora bastante mediocre a la masacre de la isla y luego convierte la película en un drama judicial (el juicio de Breivik) y en un drama de superación personal, las penurias  de Viljar, un adolescente que queda con terribles secuelas físicas y psicológicas producto del ataque. En las tres aristas que toma de la historia, ninguna brilla a plenitud y sí adolecen de mucho lugar común.

Me parece que una película con esta temática debería dejar claro que Breivik es un pobre tipo, una construcción de la sociedad y un olvido de la oportuna intervención de la salud mental. Sin embargo, Breivik es mostrado como un villano de manual. El psicópata que Hollywood espera que veamos y temamos. Una interrogante de la que nadie es responsable, y que, por ende, ese origen desconocido lo vuelve aún más terrorífico.

La película se queda en la comodidad de fingir que lo que pasó  es un hecho aislado y será combatido por la sociedad civilizada, que indignada consigue sobreponerse a sus muertos. Lo hace con actitud de moralidad superior y además dejando que el Breivik ficcional emita sus pensamientos más articulados, esos que podrían reclutar a más Breiviks, cuando en realidad las burreras que hablaba Breivik eran desordenadas, delirantes y más allá de lo que entendemos por «maldad», había una profunda perturbación psiquiátrica.

Greengrass elige el camino del negro y el blanco, el bueno y el malo, la víctima y el victimario. La sociedad y las anomalías de la sociedad. Tiene buenos actores, entre los que destaca el noruego Anders Danielson a quien tengo cariño por sus trabajos en las películas de Joachim Trier (reseñadas ACÁ). Danielson intenta dotar de cierta humanidad a su tocayo, pero la historia se empeña en mostrarlo como el Hannibal Lecter del «basado en hechos reales». Está bien contada desde los objetivos de Greengrass, pero, al final, 22 July es más efectista que inmersiva y en conclusión, resulta una oportunidad perdida.

Lo mejor: Greengrass filma bien y Anders Danielson Lo peor: Sirve de plataforma para que Breivik siga diciendo sus estupideces sin dar un contexto que lo justifique (el de dejar a Breivik llevar su discurso al cine) La escena: cuando le pasa lo que le pasa a Viljar Lo más falsete: cuando el abogado lo deja con la mano extendida al final y el discurso que le da a Anders  El mensaje manifiesto: Somos una sociedad enferma que crea enfermos  El mensaje latente: Esos enfermos seguirán apareciendo hasta que no se tome más seriamente la salud mental El consejo: si querés verla, está en Netflix El personaje entrañable: los sobrevivientes El personaje emputante: la politiquería El agradecimiento: por Danielson.

Utøya 22. juli (Erik Poppe)

A diferencia de la película de Greengrass, en Utøya 22. juli los actores son noruegos y hablan en noruego y el director, Poppe, también es noruego.

Poppe no se anduvo con vueltas y filmó su película en un vertiginoso y aterrador plano secuencia. Aparentemente es un solo plano secuencia, y en las informaciones de la película dicen que se filmó toda la historia una vez cada día en cinco días y que lo que se exhibe en el cine es el último día de filmación. Ignoro si en postproducción han hecho algunos cortes en los barridos o cuando la cámara está en el suelo, pero la vivencia que uno tiene como espectador es que es un solo plano secuencia.

No he visto nada de Poppe antes, así que cuando parece que Kaya (la jovencísima y actriz debutante: Andrea Berntzen) rompe la cuarta pared (habla a cámara) y el plano secuencia inicia, me dije «este director es bueno».

Poppe se pone del lado de las víctimas. No sabemos qué pasa, no vemos a Breivik, solo en una ocasión habrá una silueta lejana que está en el momento justo para que sepamos que el atacante existe, es una realidad.

Kaja es una adolescente simpática que está en Utoya con su hermana, Emilia, a quien busca desesperadamente una vez comienza el tiroteo.

Creo que el mayor logro de Poppe está en la angustia que genera la situación y en el realismo que impregna cada una de las escenas. Una película que no parece una película, y que hace que incluso se te llenen los ojos de lágrimas sin recurrir a ningún truco. Solo el escape de estos chicos, las comunicaciones con padres de los que nunca escuchamos sus voces en primer plano, la confusión de no saber por qué la policía les estaba disparando (Breivik se disfrazó de policía durante el tiroteo) y de no saber cuántas personas eran los atacantes, son suficientes para mantenerte en vilo.

No hay mucho hay mucho más que decir, porque la cámara está puesta en la supervivencia y no en las motivaciones, y desde ese ángulo resulta más aterradora que todas las escenas como villano de Breivik en la película de Greengrass. La película contó con la colaboración de sobrevivientes que aportaron para crear el guion escrito a tres manos entre el director, Anna Bache y Siv Rajendra.

«Quise tener cuidado de no darle más atención (a Breivik) y darle a las víctimas la atención que se merecen» dijo Poppe en una entrevista sobre el objetivo de su película, y, en eso, acierta. Porque en la vida real, lo que pasó el 22 de Julio tiene peso por las víctimas, por las vidas que se perdieron, de lo contrario Breivik continuaría enfermo y anónimo en su casa.

Quizás al final, Poppe, intenta comunicar lo que la película no comunica con excesivas placas explicativas…y cierra con tono premonitorio algo que de por sí es una admonición.

Lo mejor: Vertiginosa y aterradora Lo peor: fue real La escena: el inicio y el final Lo más falsete: la canción  El mensaje manifiesto: las víctimas siempre deben pesar más que el victimario  El mensaje latente: hay que dejar de darles atención a los victimarios El consejo: si querés verla, está en las carteleras de cine El personaje entrañable: los sobrevivientes El personaje emputante: la muerte que todo se lo lleva El agradecimiento: por los sobrevivientes.

Reconstructing Utøya (Carl Javér)

El cineasta sueco Ruben Öslund, director de The Square y Force Majeure, dijo «Es posible hablar eternamente de porqué esta película es buena e interesante. Vela, y tendrás horas de conversaciones» y puede que tenga razón.

En un estudio de cine se juntaron Rakel, Mohammed, Jenny y Torje. Cuatro sobrevivientes del atentado de Utoya. Juntos recrearon lo vivido con la ayuda de 12 jóvenes noruegos que fueron parte de las dramatizaciones. Un psicólogo estuvo presente durante todo el proceso. Carl Javér es el director de Reconstructing Utøya, este curioso y extremo experimento cinematográfico.

Los sobrevivientes eligen entre los jóvenes a uno que los represente y les van contando sus sentimientos, sus vivencias dentro del campamento y cada cosa que recuerdan de relevancia del día de los hechos. Es muy triste verlo, y al mismo tiempo se admira a los chicos que tienen la valentía de dar su testimonio y de revivir hechos tan traumáticos. Los jóvenes que acompañan la dramatización se sienten igual de golpeados que el espectador al ponerse literalmente en el lugar de los afectados.

En una suerte de representación estilo Dogville, los chicos usan cintas adhesivas para demarcar espacios: bordes de acantilados, bosques, salas de reuniones, carpas, o hasta para marcar las pisadas del asesino. De esa manera, conocemos a Rakel, a Mohammed, a Torje, a Jenny…los llegamos a querer, no son un número o el objetivo de un terrorista, son solamente personas y sufrimos más por saber que a sus dieciséis o catorce años vivieron lo que nadie debería vivir.

El testimonio de Torje, es el del hermano menor de Viljar, ambos también son representados en la película de Paul Greengrass.

La verdad que este trabajo del documentalista Javér es inclasificable. Ha creado una sensación similar a la de The Act of killing (reseñada ACÁ), pero al mismo tiempo la forma de presentarlo es casi una performance artística, en la que ver a los sobrevivientes recreando los sonidos de los disparos o dando el acción para que la dramatización empiece, es algo que tampoco se puede describir.

No voy a negar que me sentí un poco incómoda, lo visto en este documental me pareció demasiado íntimo y jodido, hubo una parte de mí que lo rechazó porque me parecía que no me correspondía entrar en esa especie de terapia, en todo caso, cuando el final llegó…hubo una especie de bálsamo, de sanación, que me dejó perpleja.

Una Reconstrucción, sin duda.

Lo mejor: extremo, artístico, inclasificable experimento Lo peor: incomodidad, demasiado íntimo y duro  La escena: cuando recreaban los disparos o los chicos que actuaban de ellos se afectaban Lo más falsete: … El mensaje manifiesto: hay sanación, siempre hay sanación El mensaje latente: se sana pero no se olvida El consejo: vela YA! El personaje entrañable: las víctimas El personaje emputante: los traumas El agradecimiento: por tener los huevos de hacerla…

CINE ITALIANO: Dogman (2018)

Por: Mónica Heinrich V.

Ah, cómo me gustan esas películas que parten de algo sencillo y te tienen con el Yisus en la boca, fatigado e hiperventilando. Dogman funciona en varios niveles. Es una película sobre un personaje en apariencia insignificante que termina llevando su insignificancia a otro nivel,  es un oscuro relato sobre la soledad y la supervivencia, y es, también, una oportunidad para ver en pantalla a varios perros.

Marcello (Marcello Fonte) trabaja como estilista de perros en una modesta peluquería canina llamada (claro que sí) Dogman. Está separado, tiene una hija, Alida, a la que ve de vez en cuando, por lo tanto su rutina transcurre entre su negocio y ocasionales servicios de dealer.

¿Peluquero de perros y dealer? Nada raro, querid@s. Nuestro personaje vive en un barrio a ojos vista marginal, donde los charcos de lodo se mezclan con el cemento, los arbustos y el mar. Todo el clima que la película construye nos habla de miseria, de necesidades, de sueños rotos, pero no es exhibido como autocompasión o pornomiseria, la realidad de ese entorno está asumida y normalizada, jamás cuestionada.

Hola, papi

La película dirigida por Mateo Garrone tiene sus momentos más luminosos al inicio, cuando nos presenta al personaje principal luchando por bañar a un enorme pitbull blanco. Esa será la imagen pilar de todo el argumento, porque sirve perfectamente de metáfora a la relación que desarrolla con Simone (Edoardo Pesce), un fornido ex boxeador drogadicto al que todo el barrio le tiene miedo y a quien no pueden poner en su sitio por sus conexiones o parentescos familiares. Y cuando digo drogadicto digo: tipo literalmente embrutecido por la droga. Volátil, loco, lento de pensamiento, violento, un yonqui que debería estar preso y no lo está. La bendición de una doña que lo socapa aunque finja que no.

Y ojo que Marcello tampoco es un personaje al que racionalmente uno pueda “querer”, cuando mucho decís “es un pobre hombre”, porque tiene también un lado ruin quizás producto de la vida que le ha tocado vivir que contrasta con su amor por los animales y la relación con su hija. Esos matices son los que hacen fuerte al protagonista. Su faceta dealer, pusilánime, sobasaco, con su faceta de «salvemos al perro del freezer».

Garrone, conocido por su película Gomorra, no abandona el mundillo de las mafias italianas, esta vez matiza su película con unas mafias de menor escala pero igual de dañinas.

El guion escrito por Ugo Chiti, Massimo Gaudioso y el mismo Matteo Garrone construye de a poco el violento conflicto entre Marcello (que vendría a ser un caniche toy) y Simone (un pitbull desenfrenado).

Una linda fotografía del danés Nicolai Brüel acompaña la decadencia de la historia. Nicolai no se pajea mucho, hace  buenas composiciones y consigue que la atmósfera traspase la pantalla.

El final, sin embargo, llega algo apurado. El plan de Marcello, la venganza, se siente insostenible a nivel dramático, sí es necesario y el personaje ha aguantado mucha humillación hasta ese momento, pero cuando sucede lo que sucede, sentí que me lo contaron muy rápido y sin darle la densidad a ese momento tan clave de la película.

Igual yo ya estaba que no aguantaba más y mi mayor preocupación eran los perros, que no les pase nada a los perros.¡CUIDADO CON LOS PERROS!¡Garrone, no te atrevás a matarme un perro! Mientras tanto, Marcello se nos iba al fondo. Al fondo de la vida. Al fondo de todo.

Y después, su escena final me reconcilió con lo que había pasado, con la densidad que me faltó en el enfrentamiento, con eso  que corrió y no llegó. Su escena final fue desoladora y, sin duda, me hizo sentir un poco sola en el mundo.

Lo mejor: los perros…Lo peor: el enfrentamiento con Simone al final, un poco apurado y forzado La escena: la del freezer, me quería morir Lo más falsete: cómo se dio lo de Simone al final  El mensaje manifiesto: perro que no ladra sí muerde  El mensaje latente: El perro promedio es mejor persona que la persona promedio El consejo: La felicidad es un cálido cachorrito El personaje entrañable: sí, los perros El personaje emputante: El que deja al perro en el freezer, me quería morir El agradecimiento: sí, por los perros.

CURIOSIDADES

  • Le ofrecieron el papel de Marcello a Roberto Benigni y lo rechazó.
  • Italia la postuló como candidata al Oscar .
  • Garrone y Marcello tomaban whisky antes de algunas escenas para ayudarlo a entrar en personaje.
  • La película está inspirada en el conocido «delitto del Canaro», el homicidio del criminal y boxeador amateur Giancarlo Ricci, acontecido en 1988 en Roma, a manos de Pietro De Negri, conocido como «Er Canaro». Sin embargo, con el transcurso del filme, la trama se aleja de los hechos reales.
  • Marcello Fonte ganó el premio a Mejor Actor en el Festival de Cannes.
  • En un principio el proyecto estaba previsto para el año 2006, pero el director Matteo Garrone estaba insatisfecho con el reparto y la locación.
  • La filmación se llevó a cabo en el Villaggio Coppola, una fracción de Castel Volturno.
  • Marcello Fonte nació y se crió en un barrio marginal italiano.
  • Garrone, el director, es hijo del crítico teatral romano Nico Garrone y de la fotógrafa Donatella Rimoldi (hija del actor de los años cuarenta Adriano Rimoldi) se dedica al cine desde joven: después el diploma del instituto artístico en 1986 trabaja como operador técnico y luego se dedica a jornada completa a la pintura.

CINE ESPAÑOL: Dolor y Gloria

Por: Mónica Heinrich V.

Almodóvar siendo Almodóvar. Eso es lo que podría decir de la última película del director manchego, Dolor y Gloria. Puede ser bueno, puede ser malo. Porque en esta vida como dice el filósofo Gianni Vattimo: La verdad es un tejido de interpretaciones.

Debo confesar que la cinematografía de Pedro siempre me ha parecido impostada y, por momentos, insufrible. En sus inicios se beneficiaba de que su fase experimental y más hiperbólica se podía achacar a la juventud, y además no dejaba de ser refrescante un cine con argumentos jugados para la época: Policía descubre que mujer tiene planta de cannabis, ella accede a coger para que no la meta en la chirola, pero le dice que el asunto sea «solo por atrás» y el fulano no le hace caso llevándose su virginidad que además la tipa pensaba vender. De ahí se desatan una venganza contra el paco y una serie de situaciones cuando menos pintorescas.  Esa fue la opera prima de Almodóvar: Pepi, Lucy, Bom y otras chicas del montón en pleno y conservador 1980.

Mi primer encuentro con su cine, sin embargo, fue con Átame, donde además de descubrir a Almodóvar descubrí a Antonio Banderas. En ella, un sujeto con problemas psiquiátricos secuestra a una actriz porno con la que está obsesionado. Aunque todo pintaba para historia de amor, en mi adolescente corazón pensé “nada que ver que esta pendeja se enamore de su secuestrador”.

De ahí en más, me vi toda su filmografía, a excepción de ¿Qué he hecho para merecer esto? película que he ido posponiendo una y otra vez con la intensa convicción que será una pérdida de tiempo y que me remitirá a su título. Lo demás ha sido visto, en general disfrutado desde el apartado formal, y en algunos casos puntuales odiado (La mala educación (reseñada ACÁ), Los Amantes Pasajeros, Julieta). 

Hay que reconocer que siendo o no fan/seguidor de Almodóvar no puede negarse que Pedrito tiene lo suyo en cuanto estética y narrativa, ha construido año tras año un estilo y una forma de hacer cine que es muy suya y que provoca alegrías y tristezas en partes iguales.

Mis expectativas por Dolor y Gloria eran moderadas. Supuse que por lo menos disfrutaría del arte, de la fotografía y de la banda sonora, esto último es lo que más me suele gustar del cine de Almodóvar. Y adivinen qué, tal cual.

Ya nomás con el título podríamos intuir que la sutileza sería una de las grandes ausentes de la película, porque lo que Pedrito nos quiere mostrar es mucho dolor y algunos atisbos de gloria.

Antonio Banderas interpreta a Salva, un cineasta que está en plena crisis física, emocional, laboral, existencial.

La película se desdobla temporalmente en dos momentos, uno el presente del agobiado Salva y otro el pasado, el ya conocido y remanido flashback (o eso parece). En el presente veremos a Salva ir por el mundo sufriendo físicamente y en depresión, reconciliándose con un actor al que le dejó de hablar hace quichicientos años, experimentando sus primeros “caballos” (heroína), extrañando a su madre y reencontrándose con un viejo amor. Sí, Salva está en esa edad, en ese momento en el  que la vida cobra factura. En el pasado veremos a Salva, el niño pobre cuyo padre era albañil, el niño que se enamoró del cine, de los libros, el niño que descubre su atracción por los hombres.

No negaré que por momentos hay ternura en lo que Almodóvar cuenta, quizás porque es obvio que es una selfie-movie y por eso uno puede empatizar con él como persona más que como cineasta. Hay magia en las cuevas, en la vida sacrificada de Jacinta, en el niño que lee, pero eso va más por el lado de lo que significa una madre prácticamente sola tratando de sacar a su hijo adelante y la hermosa fotografía que nos lo muestra.

También, al igual que muchos, me entretuve descubriendo los libros que aparecen regados alrededor de Salva: Coetzee, Denis Johnson, Jordi Costa, Fernando Pessoa, Jean Cocteau, Shakespeare, Bolaño, son algunos de los autores que aparecen en algún momento. Libros que pertenecen al mismo Pedro Almodóvar, porque no nos olvidemos que es una película de Almodóvar sobre Almodóvar.

Pero para mí, porque sé que hay casi unanimidad en lo buena que es Dolor y Gloria, me fue imposible digerir la cursilería empalagosa que la impregna. Ejemplo: la historia de amor con el personaje de Leonardo Sbaraglia o los arrepentimientos con su mamá. Escribir una obra de teatro que se llama La Adicción y narrar a través de un actor mediano con mucha solemnidad cómo sufriste por la adicción a la heroína del amor de tu vida, es como que escribamos una obra que se llame PLATO y el actor disfrazado de plato nos muestre un plato durante toda la obra.

Los diálogos explican o cuentan todo. No se deja nada a la imaginación, en cada interacción de los personajes es como estar en una sesión terapeutica. Me sobraron palabras y me faltó emoción, esa emoción real que queda escondida en los subtextos, en lo que no se dice y uno imagina.

Gracias a Dios, podemos aferrarnos a otras cositas, la hermosa dirección de arte a la que nos tiene acostumbrados Pedrito en sus películas no decepcionó, la paleta de colores, el vestuario, el soundtrack, son elementos suficientes para seguir volviendo a Almodóvar de vez en cuando.

Antonio Banderas interpreta con mucha solidez a Salva/Pedrito. Creo que Dolor y Gloria lo recupera de un bache actoral profundo porque estaba actuando en películas clase B americanas sin posibilidad de ningún lucimiento y bajo las órdenes de Almodóvar defiende muy bien a su personaje. Julieta Serrano como la mamá en la vejez de Salva nos transporta a la filmografía de Almodóvar, es un flashback en sí misma, Serrano ha actuado en Átame, Mujeres al borde de un ataque de nervios, Matador, Entre Tinieblas, Pepi, Lucy, Bom y otras chicas del montón. Bella Julieta interpretando a esa Madre que casi siempre está presente en la filmografía de Almodóvar, aunque su papel sea más un apéndice del sufriente Salva y nunca le conocemos nada más que por sus funciones domésticas o de cuidadora. En ella están los momentos más emocionantes, doloridos y gloriosos de la película. Una pena que esa precisión actoral no se traslade a algunos personajes de fondo como la empleada de Salva, que actuaba tan mal que cada vez que aparecía me hacía recordar que todo era una película.

Lo que corresponde al pasado no puede tener reproche alguno ni actoral ni estéticamente por el final que, sin ninguna duda, le da mayor significancia a la película y hace que uno diga desde su butaca: “Ahora sí”. Es uno de los mejores finales que le he visto a Almodóvar. Quizás sea por eso que el espectador está dispuesto a perdonarle o a interiorizar con más simpatía la chorizada de diálogos cursis, clichés, que llenan la película. Un artificio casi salvador.

Dolor y Gloria es una película que algunos consideran el cierre con broche de oro de todo lo que ha sido la carrera de Almodóvar hasta ahora, y sí, en su recargada autoreferencia, en su reciclaje de actores íconos de su filmografía, en los temas recurrentes de sus guiones compactados en este su más nuevo/viejo filme, en la Madre, el Pueblo, los Curas…hay una vida y una carrera. Habrá que esperar el paso del tiempo para ver su real trascendencia.

Lo mejor: estéticamente linda, buen soundtrack, gran final Lo peor: impostada, cursi…La escena: el final Lo más falsete: algunas actuaciones, los diálogos cursis que todo lo decían y explicaban, esa solemnidad para narrar, también la obra La adicción  El mensaje manifiesto: hay que tratar de llegar a la vejez entero  El mensaje latente: Pedro siempre será Pedro y se pone más Pedro con los años El consejo: si te quedaste sin verla, estará en Netflix a partir de julio El personaje entrañable: Salva niño El personaje emputante: Salva adulto y yonki, el actor, el ex gaucho, ufff… El agradecimiento: por Chavela. Siempre tendremos a Chavela.

CURIOSIDADES

La cantante Rosalía sale en la toma de las lavanderas cantando con Penélope Cruz.

La casa de Sava es la de Pedro Almodóvar: «Era lo más práctico, mi casa es la casa donde vive el personaje de Antonio Banderas, los muebles de la cocina (y el resto del mobiliario) son los míos o se han replicado para la ocasión, los cuadros que cuelgan de sus paredes, la imagen de Antonio, especialmente el pelo, hemos tratado de que se pareciera al mío, los zapatos y mucha de la ropa también me pertenecen. Y el colorido de sus prendas».

Julieta Serrano y Antonio Banderas ya fueron madre e hijo, hace más de 30, en otras dos películas de Pedro Almodovar: ‘Mujeres al borde de un ataque de nervios’ y ‘Matador’.

“Es una película que cabe en los metros en los que yo vivo. No solo es local: está reducida casi a mi salón” dijo Almodóvar de su película. Él solito dio la mejor descripción.

Hace dos años, Almodóvar presentó en la filmoteca La ley del deseo con motivo de su 30 aniversario. En Dolor y gloria, Salvador Mallo, citado en el mismo lugar para un pase de su película Sabor, llama a su actor protagonista Alberto Crespo (Asier Etxeandía), con el que no se habla desde los 80. En la vida real, en la presentación de La Ley del deseo, Almodóvar pareció reconciliarse con Carmen Maura, actriz con la que ha tenido una relación tirante en los últimos años.

El rodaje de la película tuvo lugar a lo largo de 44 días entre Madrid y la Comunidad Valenciana durante los meses de agosto y septiembre de 2018.

Dolor y Gloria cierra una trilogía de deseo y ficción iniciada por La ley del deseo y La mala educación.

Casi todas las piezas que aparecen en el filme pertenecen a la colección privada de Almodóvar, con dos excepciones: uno de los cuadros del pintor figurativo Pérez Villalta, y otro de la surrealista Maruja Mallo.

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