Una sensación rara deja la última película de Quentin Tarantino. Esa sensación te acompaña mientras salís de la sala y se queda aleteando en tu mente y en tu corazón un buen tiempo.
Por un lado, acusás recibo de la obra de un cinéfilo, porque Once upon a time in… Hollywood tiene dentro suyo un mix de lo que Tarantino ama del cine y de lo que siempre ha sido el cine de Tarantino. Por otro lado, hay cierta banalidad, cierta cosa maniqueista y simplista en el relato que resulta muy chocante.
Tarantino, que ya lleva nueve películas en su filmografía y que amenaza con retiro, agarra la trágica historia del asesinato de la actriz Sharon Tate y sus amigos para intentar retratar una época. Una época de paz y amor, cine hollywoodense dorado y cursi, que terminó cuando los acólitos de Charles Manson irumpieron en la casa de Tate, entonces esposa del director Roman Polanski. La escritora Joan Didion en su libro The White Album reflexionó: «Muchas de las personas que conozco en Los Ángeles creen que la felicidad y prosperidad de los años 60 terminó ese 9 de agosto de 1969, exactamente en el momento en el que los asesinos, atravesando la ciudad como una bala de fuego, llegaron a Cielo Drive».
De la historia se ha escrito y dicho mucho, que si el papel que era originalmente para Tate en la película El Bebé de Rosemary (dirigida por Polanski) le trajo una maldición, que si Manson quería desatar una guerra racial inspirado por The White Album de Los Beatles, que si los jóvenes asesinos nunca se arrepintieron, que si fue una conspiración, que si el hecho mostró la terrible brecha socioeconómica de finales de los 60s cuando los gringos aún intentaban lidiar con la Guerra de Vietnam…definitivamente hay un contexto histórico que vale la pena tener en cuenta.
Tarantino, picarón, intuye que detrás de esa creencia de que los horrendos asesinatos incitados por Manson finalizaron una era, hay una gran historia y la escribe. No nos engaña cuando titula su película con “Había una vez…” porque es una ficción en toda regla, un cuento… y si se mira como una ficción sin hacer espejo con la realidad es cuando podemos enamorarnos de algunas escenas, podemos admirar a un gran Leonardo Dicaprio en la piel del actor venido a menos Rick Dalton, podemos tenerle un poco de empatía a Brad Pitt interpretando a su fiel compañero Cliff Booth, podemos divertirnos y disfrutar de ellos, que juntos son la perfecta imagen de un “bromance”.
Todo lo relacionado al mundo del cine como industria, como ese mundo despiadado en el que los actores, las amistades y las carreras son desechables, me parece de lo más rescatable del filme. Fascinantes las escenas de Rick (Di Caprio) intentando aprender sus líneas, olvidándolas, simpática la charla con la niña actriz, y los esfuerzos de Rick por deslumbrarla. Disfrutables las secuencias de Cliff tratando de enfretarse a Bruce Lee, incluso con esa onda de chabacanería que se maneja y que hace ver a Lee como un pelotudo. Hay mucho cine y amor al cine en Había una vez en…Hollywood.
El guion comienza a torcerse cuando Sharon Tate, el leit motive de la película, el ícono del fin de una era, interpretada por Margot Robbie, aparece vacía en pantalla. Desfila por las calles con actitud aniñada, le compra un libro a su esposo, se mete al cine a verse a sí misma en una de sus películas, goza cuando el público ríe ante algunas de sus escenas, y su personaje tiene menos carne, menos contenido que el de la niña actriz que comparte con Rick Dalton. Sharon es solamente un objeto ornamental, un “mirá tan linda y dulce que era”. Y sí, era dulce y bella…pero capaz que no era solamente eso.
Similar visión idealizada sobre Polanski, la fiesta en la Casa de Playboy, y todo lo que rodea a Tate como parte de la industria, se recrea en pantalla. Polanski ya era un tipo oscuro antes de que finalizara la era de paz y amor. Jay Sebrings no era solamente el encandilado pretendiente de Sharon Tate, sino un habitual consumidor de drogas igual que Tate. La Casa de Playboy no era solamente el paraíso de baile y felicidad que muestra Tarantino. La escena de McQueen horrible, esa es una de las escenas más al pedo de la película. La casa de Cielo Drive no era la casa a la que había que mirar con envidia y embeleso, en ella, según cuentan sus biógrafos, Sharon Tate vivió una relación tormentosa de constante abuso y control con Polanski, quien además no estaba de acuerdo con su embarazo y por ese motivo no se encontraba en la casa el día de los asesinatos. «Tenemos un buen acuerdo. Roman me miente y yo hago de cuenta que le creo», ironizó Tate alguna vez al ser consultada sobre su vínculo con el cineasta.
Tarantino eligió usar los nombres reales de Polanski y de Tate, y el contexto histórico del asesinato de Tate para su película, y por ese motivo, no pude desprenderme de esos datos, aún sabiendo que el juego de Tarantino es hacer una ficción y que el mismo Tarantino ha dicho que quiso plasmar la mirada que él tenía de niño de ese mundo y que juguemos todos a que el mundo no es lo que es sino lo que podría haber sido. Y yo puedo jugar, jugar mucho, porque me encanta jugar a «El mundo no es una mierda V.2.1».
Lamentablemente, siempre hay un momento que el juego termina.
Casi al final, Tarantino se plagia a sí mismo, plagia a su Malditos Bastardos, película en la que le daba al público el final que muchos desearon para Hitler y los nazis. SPOILER Apreta acelerador a fondo y toda la sangre que no mostró en las primeras dos horas de su película, las salpica en esos minutos finales, y como un gran Deux ex Machina deja que Sharon Tate viva. Y cuando Sharon Tate vive, me conmuevo, porque aún conservo en mi memoria los detalles de su muerte, y cuando veo que vive hasta lagrimeo. Minutos antes de la debacle había susurrado: “no lo mostrés”, “no te atrevás a mostrarlo”, y Sharon Tate vive, y para que Sharon Tate viva se monta una secuencia autoindulgente que el público celebra porque es «lo que hubiéramos querido», porque «así debió ser» todos jugando «El mundo no es una mierda V. 2.1.». Los asesinos, muy fiel al cine hollywoodense, son retratados como loquitos sin motivaciones, como ornamentos de la maldad, hay desenfado y espectáculo en esa venganza ficcional. El veterano destruye sin piedad el rostro de una de las chicas y Rick chamusca lo que queda de ella. Y los créditos empiezan a salir y uno siente pena. Por esa gran película que es en parte Había una vez en…Hollywood, y por esa incómoda sensación de que algo hace ruido. Y no es solo el uso ligero de la tragedia de Tate. Por ejemplo, se insinúa que el personaje de Brad Pitt es un feminicida estilo O.J. Simpson y sin embargo, termina salvando el día. Siendo el héroe del boliche. Ajá, podríamos hablar eternamente de la escena del bote, otro juego de Tarantino, el juego de ¿Asesinaste a tu esposa o no? FIN DEL SPOILER
Había una vez en…Hollywood, como dije al principio, es la obra de un cinéfilo, un mix de todo lo que ama Tarantino del cine y del cine que ha hecho hasta la fecha. Desde la butaca disfruté, porque me gusta jugar y me indigné, porque cómo cesan los sueños cuando sabemos que soñamos.
La película intenta ser un poco más instrospectiva que trabajos anteriores (no lo logra), es expansiva e hiperbólica, a ratos exagera en el tiempo que le dispensa a sus recreaciones de series de los sesenta, y, claro, al ser basada en un hecho real importante que es retratado de la manera más banal y simplista del mundo…huele a película oportunista. Sí, y siendo honestos, abrazando la cinefilia que también recibimos mezclada con el oportunismo: estética y actoralmente es una gran película oportunista.
Lo mejor: el perro, algunas secuencias, y que no deja de ser una película de Tarantino con el encanto cinéfilo de Tarantino Lo peor: oportunista y ligera como nube de algodón La escena: cuando Cliff se mete al rancho de la secta, esos minutos de tensión fueron fantásticos y claro, el cambio de destino Lo más falsete: esa visión tonta y vacía de Sharon Tate y su mundo El mensaje manifiesto: El mundo no es una mierda El mensaje latente: El mundo sí es una mierda El consejo: para verla y conmoverte o putear El personaje entrañable: el perro El personaje emputante: Rick y Cliff, hay que reconocer que racionalizando, esos dos eran un par de gringos imbéciles El agradecimiento: sí, por los perros.
Kimberly Leach tendría cuarenta y dos años. Fue la última víctima de Ted Bundy y la más joven, tenía solo doce años cuando fue asesinada. Ella es un número más en una lista de una treintena mujeres que murieron a manos del psicópata más temido de Estados Unidos. La lista, en realidad, abarca alrededor de más de cien muertes de las cuales la mayor parte no llegó a una acusación legal por falta de pruebas. Todo esto sucedió entre los 70s y principios de los 80s, en el 2019 aún sabemos el nombre de Bundy y las víctimas han sido olvidadas.
Porque así funciona esto de las muertes a manos de un psicópata, por lo menos en USA hasta te puede hacer portada del Times, convirtiéndote en una persona famosa por las razones incorrectas. Y las víctimas, bien gracias. El caso de Bundy, sin duda, sentó un mal precedente en el manejo periodístico de este tipo de crímenes, mediatizó el crimen.
Y, además, dejó de lado algo importante: Bundy estaba enfermo. No estaba poseído por el demonio, no tenía una “maldad” innata, no era un monstruo como tal. La brutalidad de sus crímenes, la absoluta carencia de empatía por sus víctimas, las negación de sus actos, la dicotomía de su personalidad, la ausencia de remordimientos, su narcisismo, corresponden al perfil de una persona enferma. Y por eso, no sorprende que la literatura, el cine, la televisión, el cine quieran darle una explicación o un contexto a este personaje. Después de todo, ¿cómo lograr evitar que surjan estas anomalías si no es entendiendo de dónde vienen?
UNO DE NOSOTROS
La frase que más se ha repetido sobre Bundy es que era “uno de nosotros” entendiendo por uno de nosotros a una persona blanca, clase media, con un título de psicología, estudiando una segunda carrera (derecho), inteligente, estructurado, amable, atractivo físicamente, un tipo que se acomodaba a cualquier situación. Y la gente, el nosotros de donde aparentemente Bundy era parte, se horrorizaba al saber la magnitud de los crímenes que perpetró un igual. Sí, claro, el nosotros clasemediero americano suele ser muy impoluto.
El documental Conversaciones con un asesino: Las cintas de Ted Bundy, que se puede ver en Netflix, recoge las entrevistas que el periodista Stephen Michaud le hizo a Bundy en el corredor de la muerte a su solicitud. En un principio, Bundy intentó usar al periodista a su favor, pero luego gracias a una estratagema para que Bundy hable de los crímenes en tercera persona, es cuando empieza a dar una “opinión” sobre cómo y porqué ocurrieron los crímenes. Ahí descubrimos que Bundy disfrutaba la atención, adoraba los reflectores, la posibilidad de llenar 100 cintas con su voz e imaginar que sería escuchado por alguien en el futuro.
El documental consta de cuatro episodios en los que se repasan las cintas que Michaud grabó y se contextualizan con testimonios de policías, abogados, amigos, descripciones de los crímenes, de las víctimas, testimonios de los familiares de las víctimas, imágenes de archivo, notas de prensa, etc.. Siempre contando con cierta fascinación la pericia de Bundy para intentar evadir la justicia y sus constantes negativas a asumir su culpa a pesar de las evidencias. De hecho, hay algo molesto en el título juguetón de los episodios: Episodio 1: Diablo Hermoso, Episodio 2: Uno de nosotros, Episodio 3: No era mi turno de ver, Episodio 4: Arde, Bundy, Arde.
El director y también productor del trabajo es Joe Berlinger, que ya tiene experiencia en otros documentales sobre asesinos o crímenes. En su momento, admiré el gran trabajo que hizo en la trilogía Paradise Lost, una serie documental sobre el asesinato de tres niños en Arkansas y cómo los acusados por el crimen eran inocentes.
Conversaciones con un asesino: Las cintas de Ted Bundy intenta ir más allá del cuestionable monólogo de las cintas y no lo logra. No hay una investigación más exhaustiva al pasado de Bundy, a su familia o crianza, solo hay comentarios marginales o suposiciones de abuso, pero nunca conseguimos saber cómo o por qué Bundy terminó siendo uno de los psicópatas más peligrosos de la historia.
Otro detalle es que las víctimas pasan a segundo o tercer plano. Hay un plano principal que está ocupado por Bundy en una posición casi de celebrity, hay otro plano que rodea el tema legal y la investigación, y por último, las chicas muertas, las vidas truncadas son un telón de fondo para hacer más atractivo todo el relato principal.
Berlinger incluso no pone énfasis en la negligencia de la policía y en la terrible mediatización del caso, ni se escarba en el diagnóstico mental que le dieron a Bundy, ni siquiera en lo que significó la pena de muerte a nivel social, se conforma con exponer algunos datos y dejarnos con el mensaje a la conciencia que cualquiera puede estar tan dañado como Ted Bundy.
¿UNA HISTORIA DE AMOR?
Como si fuera poco, y ya teniendo al aire el documental sobre Bundy, Berlinger se lanzó a hacerle una película, una ficción llamada Extremely Wicked, Shockingly Evil, and Vile. «Extremadamente malvado, sorprendentemente malvado y vil» fue una de las frases que dijo el juez al condenar a Ted Bundy a la pena de muerte, un triste recordatorio de cómo la salud mental está mal manejada incluso en la justicia.
La película protagonizada por Zac Efron tiene características de telefilme más que un trabajo para una sala de cine.
Aunque es la biopic de Bundy, la historia se cuenta desde la perspectiva (o eso nos quieren hacer creer) de Elizabeth Kloepfer (Lilly Collins) la novia de Bundy que sospechando de él, llamó a la policía para dar sus datos.
Vemos la historia de amor entre ambos, a Elizabeth desconfiar, siempre con una actitud ñoña y mojigata, vemos a Efron interpretando al Bundy que Bundy interpretó en la vida real, el circo en el que se transformó el juicio, pero todo con un barniz muy superficial, no hay una psicología del personaje que nos permita ni llorar a las víctimas, ni entender a Bundy.
Si Berlinger quiso hacer una biopic con cierto peso dramático o acaso alcanzar los climas que alcanzó Fincher con Zodiac, no lo consiguió. Cinematográficamente no aporta nada al género, hay un exceso de subrayado y musicalización. Hay mucha fascinación por el personaje y poco interés por ver a la persona. Hasta termina por suavizar la imagen de Bundy. Un error y un horror.
Berlinger, entonces, hizo un documental y una película que ese asesino en serie hubiera amado. De hecho, ya con la ejecución encima (murió en la silla eléctrica) declaró que estaba buscando vender su historia: teatro, cine, televisión, cualquier cosa para que el mundo sepa más de él. ¿Y qué sabemos de él? Solo lo que él, Bundy, quiso que supiéramos. Y Berlinger lo amplifica por partida doble.
“¿Qué es una menos? ¿Qué significa una persona menos en la faz del planeta?” dijo Bundy en 1980, pues él le quitó al mundo casi un centenar de mujeres. Berlinger parece no haberlo entendido.
Un 22 de Julio como el de hoy, hace ya ocho años, Anders Breivik asesinó a tiros a 69 adolescentes en la isla noruega Utoya y a 8 personas en Oslo, como consecuencia de un ataque bomba.
Centenares de adolescentes estaban en un campamento de verano organizado por un partido de izquierda en Utoya. Recuerdo pensar en la cifra y en las edades de los chicos muertos y sentirme absolutamente devastada con esa noticia. Cuando se supo que el ataque a la isla duró una hora y diecisiete minutos, ni siquiera pude imaginar o entender cómo pasó. Hasta la fecha, parece una historia sacada de la mente de algún retorcido guionista.
Antes que saliera a la luz el nombre del atacante, los rumores y opiniones que corrían por las redes sociales culpaban a los musulmanes. Había la certeza instalada de que solo un musulmán pudo cometer semejante barbarie. Un caballo de Dios, como le dicen a los atacantes suicidas. Luego, emergió el nombre de Breivik y el mundo descubrió que el terrorista, el asesino, era un masón nacionalista y conservador, que culpaba a los musulmanes, a los comunistas y a las feministas de las desgracias del mundo moderno.
Breivik durante su infancia, adolescencia y juventud mostró todas las señales de alarma sobre su salud mental, en un país tan estructurado como Noruega hay hasta informes psiquiátricos de su infancia que arrojaron datos alarmantes. Desgraciadamente, nadie hizo nada y el chico con problemas creció y terminó de explotar.
Hay varios trabajos que han intentado recrear el horror, homenajear a las víctimas, retratar al asesino, con distintos resultados. Sigo creyendo que nada puede ni siquiera rozar lo que significa desde lo social, humano, político, y psicológico lo que pasó en Utoya.
22 de Julio (Paul Greengrass)
Paul Greengrass se hizo conocido por Bloody Sunday (2002), una recreación del famoso Domingo Sangriento irlandés en el que las tropas inglesas abrieron fuego sobre ciudadanos en Derry. La película en sus inicios fue pensada para la televisión, pero Greengrass le dio cierto toque documental que la hizo bastante atractiva para los festivales e incluso terminó ganando unos cuantos premios. A mí Bloody Sunday me pareció bastante correcta, la vi hace muchos años y fue uno de mis primeros acercamientos al conflicto irlandés.
También sufrí con United 93, un relato sobre el único vuelo de los secuestrados el 11 de septiembre que no llegó a destino. El vuelo fue tomado por terroristas, pero se especula que lo neutralizaron los mismos civiles del avión que heroicamente lograron que se estrellara en otra zona y no en el Capitolio. Eso o lo tumbaron los gringos.
En ambas películas la cámara acompañaba a los civiles, a las víctimas.
Y claro, Greengrass es el director de la trilogía Bourne, que ha tenido sus altas y sus bajas (más bajas después de su primera entrega), pero que en definitiva siguió mostrándolo como un tipo con mucho oficio.
El atentado de Utoya, sin embargo, le quedó grande. Ante un relato de esta envergadura hay que escoger dónde se pone el foco, y Greengrass le dedica una primera media hora bastante mediocre a la masacre de la isla y luego convierte la película en un drama judicial (el juicio de Breivik) y en un drama de superación personal, las penurias de Viljar, un adolescente que queda con terribles secuelas físicas y psicológicas producto del ataque. En las tres aristas que toma de la historia, ninguna brilla a plenitud y sí adolecen de mucho lugar común.
Me parece que una película con esta temática debería dejar claro que Breivik es un pobre tipo, una construcción de la sociedad y un olvido de la oportuna intervención de la salud mental. Sin embargo, Breivik es mostrado como un villano de manual. El psicópata que Hollywood espera que veamos y temamos. Una interrogante de la que nadie es responsable, y que, por ende, ese origen desconocido lo vuelve aún más terrorífico.
La película se queda en la comodidad de fingir que lo que pasó es un hecho aislado y será combatido por la sociedad civilizada, que indignada consigue sobreponerse a sus muertos. Lo hace con actitud de moralidad superior y además dejando que el Breivik ficcional emita sus pensamientos más articulados, esos que podrían reclutar a más Breiviks, cuando en realidad las burreras que hablaba Breivik eran desordenadas, delirantes y más allá de lo que entendemos por «maldad», había una profunda perturbación psiquiátrica.
Greengrass elige el camino del negro y el blanco, el bueno y el malo, la víctima y el victimario. La sociedad y las anomalías de la sociedad. Tiene buenos actores, entre los que destaca el noruego Anders Danielson a quien tengo cariño por sus trabajos en las películas de Joachim Trier (reseñadas ACÁ). Danielson intenta dotar de cierta humanidad a su tocayo, pero la historia se empeña en mostrarlo como el Hannibal Lecter del «basado en hechos reales». Está bien contada desde los objetivos de Greengrass, pero, al final, 22 July es más efectista que inmersiva y en conclusión, resulta una oportunidad perdida.
Lo mejor: Greengrass filma bien y Anders Danielson Lo peor: Sirve de plataforma para que Breivik siga diciendo sus estupideces sin dar un contexto que lo justifique (el de dejar a Breivik llevar su discurso al cine) La escena: cuando le pasa lo que le pasa a Viljar Lo más falsete: cuando el abogado lo deja con la mano extendida al final y el discurso que le da a Anders El mensaje manifiesto: Somos una sociedad enferma que crea enfermos El mensaje latente: Esos enfermos seguirán apareciendo hasta que no se tome más seriamente la salud mental El consejo: si querés verla, está en Netflix El personaje entrañable: los sobrevivientes El personaje emputante: la politiquería El agradecimiento: por Danielson.
Utøya 22. juli (Erik Poppe)
A diferencia de la película de Greengrass, en Utøya 22. juli los actores son noruegos y hablan en noruego y el director, Poppe, también es noruego.
Poppe no se anduvo con vueltas y filmó su película en un vertiginoso y aterrador plano secuencia. Aparentemente es un solo plano secuencia, y en las informaciones de la película dicen que se filmó toda la historia una vez cada día en cinco días y que lo que se exhibe en el cine es el último día de filmación. Ignoro si en postproducción han hecho algunos cortes en los barridos o cuando la cámara está en el suelo, pero la vivencia que uno tiene como espectador es que es un solo plano secuencia.
No he visto nada de Poppe antes, así que cuando parece que Kaya (la jovencísima y actriz debutante: Andrea Berntzen) rompe la cuarta pared (habla a cámara) y el plano secuencia inicia, me dije «este director es bueno».
Poppe se pone del lado de las víctimas. No sabemos qué pasa, no vemos a Breivik, solo en una ocasión habrá una silueta lejana que está en el momento justo para que sepamos que el atacante existe, es una realidad.
Kaja es una adolescente simpática que está en Utoya con su hermana, Emilia, a quien busca desesperadamente una vez comienza el tiroteo.
Creo que el mayor logro de Poppe está en la angustia que genera la situación y en el realismo que impregna cada una de las escenas. Una película que no parece una película, y que hace que incluso se te llenen los ojos de lágrimas sin recurrir a ningún truco. Solo el escape de estos chicos, las comunicaciones con padres de los que nunca escuchamos sus voces en primer plano, la confusión de no saber por qué la policía les estaba disparando (Breivik se disfrazó de policía durante el tiroteo) y de no saber cuántas personas eran los atacantes, son suficientes para mantenerte en vilo.
No hay mucho hay mucho más que decir, porque la cámara está puesta en la supervivencia y no en las motivaciones, y desde ese ángulo resulta más aterradora que todas las escenas como villano de Breivik en la película de Greengrass. La película contó con la colaboración de sobrevivientes que aportaron para crear el guion escrito a tres manos entre el director, Anna Bache y Siv Rajendra.
«Quise tener cuidado de no darle más atención (a Breivik) y darle a las víctimas la atención que se merecen» dijo Poppe en una entrevista sobre el objetivo de su película, y, en eso, acierta. Porque en la vida real, lo que pasó el 22 de Julio tiene peso por las víctimas, por las vidas que se perdieron, de lo contrario Breivik continuaría enfermo y anónimo en su casa.
Quizás al final, Poppe, intenta comunicar lo que la película no comunica con excesivas placas explicativas…y cierra con tono premonitorio algo que de por sí es una admonición.
Lo mejor: Vertiginosa y aterradora Lo peor: fue real La escena: el inicio y el final Lo más falsete: la canción El mensaje manifiesto: las víctimas siempre deben pesar más que el victimario El mensaje latente: hay que dejar de darles atención a los victimarios El consejo: si querés verla, está en las carteleras de cine El personaje entrañable: los sobrevivientes El personaje emputante: la muerte que todo se lo lleva El agradecimiento: por los sobrevivientes.
Reconstructing Utøya (Carl Javér)
El cineasta sueco Ruben Öslund, director de The Square y Force Majeure, dijo «Es posible hablar eternamente de porqué esta película es buena e interesante. Vela, y tendrás horas de conversaciones» y puede que tenga razón.
En un estudio de cine se juntaron Rakel, Mohammed, Jenny y Torje. Cuatro sobrevivientes del atentado de Utoya. Juntos recrearon lo vivido con la ayuda de 12 jóvenes noruegos que fueron parte de las dramatizaciones. Un psicólogo estuvo presente durante todo el proceso. Carl Javér es el director de Reconstructing Utøya, este curioso y extremo experimento cinematográfico.
Los sobrevivientes eligen entre los jóvenes a uno que los represente y les van contando sus sentimientos, sus vivencias dentro del campamento y cada cosa que recuerdan de relevancia del día de los hechos. Es muy triste verlo, y al mismo tiempo se admira a los chicos que tienen la valentía de dar su testimonio y de revivir hechos tan traumáticos. Los jóvenes que acompañan la dramatización se sienten igual de golpeados que el espectador al ponerse literalmente en el lugar de los afectados.
En una suerte de representación estilo Dogville, los chicos usan cintas adhesivas para demarcar espacios: bordes de acantilados, bosques, salas de reuniones, carpas, o hasta para marcar las pisadas del asesino. De esa manera, conocemos a Rakel, a Mohammed, a Torje, a Jenny…los llegamos a querer, no son un número o el objetivo de un terrorista, son solamente personas y sufrimos más por saber que a sus dieciséis o catorce años vivieron lo que nadie debería vivir.
El testimonio de Torje, es el del hermano menor de Viljar, ambos también son representados en la película de Paul Greengrass.
La verdad que este trabajo del documentalista Javér es inclasificable. Ha creado una sensación similar a la de The Act of killing (reseñada ACÁ), pero al mismo tiempo la forma de presentarlo es casi una performance artística, en la que ver a los sobrevivientes recreando los sonidos de los disparos o dando el acción para que la dramatización empiece, es algo que tampoco se puede describir.
No voy a negar que me sentí un poco incómoda, lo visto en este documental me pareció demasiado íntimo y jodido, hubo una parte de mí que lo rechazó porque me parecía que no me correspondía entrar en esa especie de terapia, en todo caso, cuando el final llegó…hubo una especie de bálsamo, de sanación, que me dejó perpleja.
Una Reconstrucción, sin duda.
Lo mejor: extremo, artístico, inclasificable experimento Lo peor: incomodidad, demasiado íntimo y duro La escena: cuando recreaban los disparos o los chicos que actuaban de ellos se afectaban Lo más falsete: … El mensaje manifiesto: hay sanación, siempre hay sanación El mensaje latente: se sana pero no se olvida El consejo: vela YA! El personaje entrañable: las víctimas El personaje emputante: los traumas El agradecimiento: por tener los huevos de hacerla…
Ah, cómo me gustan esas películas que parten de algo sencillo y te tienen con el Yisus en la boca, fatigado e hiperventilando. Dogman funciona en varios niveles. Es una película sobre un personaje en apariencia insignificante que termina llevando su insignificancia a otro nivel, es un oscuro relato sobre la soledad y la supervivencia, y es, también, una oportunidad para ver en pantalla a varios perros.
Marcello (Marcello Fonte) trabaja como estilista de perros en una modesta peluquería canina llamada (claro que sí) Dogman. Está separado, tiene una hija, Alida, a la que ve de vez en cuando, por lo tanto su rutina transcurre entre su negocio y ocasionales servicios de dealer.
¿Peluquero de perros y dealer? Nada raro, querid@s. Nuestro personaje vive en un barrio a ojos vista marginal, donde los charcos de lodo se mezclan con el cemento, los arbustos y el mar. Todo el clima que la película construye nos habla de miseria, de necesidades, de sueños rotos, pero no es exhibido como autocompasión o pornomiseria, la realidad de ese entorno está asumida y normalizada, jamás cuestionada.
La película dirigida por Mateo Garrone tiene sus momentos más luminosos al inicio, cuando nos presenta al personaje principal luchando por bañar a un enorme pitbull blanco. Esa será la imagen pilar de todo el argumento, porque sirve perfectamente de metáfora a la relación que desarrolla con Simone (Edoardo Pesce), un fornido ex boxeador drogadicto al que todo el barrio le tiene miedo y a quien no pueden poner en su sitio por sus conexiones o parentescos familiares. Y cuando digo drogadicto digo: tipo literalmente embrutecido por la droga. Volátil, loco, lento de pensamiento, violento, un yonqui que debería estar preso y no lo está. La bendición de una doña que lo socapa aunque finja que no.
Y ojo que Marcello tampoco es un personaje al que racionalmente uno pueda “querer”, cuando mucho decís “es un pobre hombre”, porque tiene también un lado ruin quizás producto de la vida que le ha tocado vivir que contrasta con su amor por los animales y la relación con su hija. Esos matices son los que hacen fuerte al protagonista. Su faceta dealer, pusilánime, sobasaco, con su faceta de «salvemos al perro del freezer».
Garrone, conocido por su película Gomorra, no abandona el mundillo de las mafias italianas, esta vez matiza su película con unas mafias de menor escala pero igual de dañinas.
El guion escrito por Ugo Chiti, Massimo Gaudioso y el mismo Matteo Garrone construye de a poco el violento conflicto entre Marcello (que vendría a ser un caniche toy) y Simone (un pitbull desenfrenado).
Una linda fotografía del danés Nicolai Brüel acompaña la decadencia de la historia. Nicolai no se pajea mucho, hace buenas composiciones y consigue que la atmósfera traspase la pantalla.
El final, sin embargo, llega algo apurado. El plan de Marcello, la venganza, se siente insostenible a nivel dramático, sí es necesario y el personaje ha aguantado mucha humillación hasta ese momento, pero cuando sucede lo que sucede, sentí que me lo contaron muy rápido y sin darle la densidad a ese momento tan clave de la película.
Igual yo ya estaba que no aguantaba más y mi mayor preocupación eran los perros, que no les pase nada a los perros.¡CUIDADO CON LOS PERROS!¡Garrone, no te atrevás a matarme un perro! Mientras tanto, Marcello se nos iba al fondo. Al fondo de la vida. Al fondo de todo.
Y después, su escena final me reconcilió con lo que había pasado, con la densidad que me faltó en el enfrentamiento, con eso que corrió y no llegó. Su escena final fue desoladora y, sin duda, me hizo sentir un poco sola en el mundo.
Lo mejor: los perros…Lo peor: el enfrentamiento con Simone al final, un poco apurado y forzado La escena: la del freezer, me quería morir Lo más falsete: cómo se dio lo de Simone al final El mensaje manifiesto: perro que no ladra sí muerde El mensaje latente: El perro promedio es mejor persona que la persona promedio El consejo: La felicidad es un cálido cachorrito El personaje entrañable: sí, los perros El personaje emputante: El que deja al perro en el freezer, me quería morir El agradecimiento: sí, por los perros.
CURIOSIDADES
Le ofrecieron el papel de Marcello a Roberto Benigni y lo rechazó.
Italia la postuló como candidata al Oscar .
Garrone y Marcello tomaban whisky antes de algunas escenas para ayudarlo a entrar en personaje.
La película está inspirada en el conocido «delitto del Canaro», el homicidio del criminal y boxeador amateur Giancarlo Ricci, acontecido en 1988 en Roma, a manos de Pietro De Negri, conocido como «Er Canaro». Sin embargo, con el transcurso del filme, la trama se aleja de los hechos reales.
Marcello Fonte ganó el premio a Mejor Actor en el Festival de Cannes.
En un principio el proyecto estaba previsto para el año 2006, pero el director Matteo Garrone estaba insatisfecho con el reparto y la locación.
La filmación se llevó a cabo en el Villaggio Coppola, una fracción de Castel Volturno.
Marcello Fonte nació y se crió en un barrio marginal italiano.
Garrone, el director, es hijo del crítico teatral romano Nico Garrone y de la fotógrafa Donatella Rimoldi (hija del actor de los años cuarenta Adriano Rimoldi) se dedica al cine desde joven: después el diploma del instituto artístico en 1986 trabaja como operador técnico y luego se dedica a jornada completa a la pintura.
Pasan muchas cosas en Years & Years, todas ellas ATERRADORAS. Es más, necesito mayúsculas más grandes para darle el respectivo énfasis a lo que esta serie británica provoca.
Y sí, ya sé que hay gente a la que no se le despeina ni un cabello viéndola, pero yo, yo estaba a las cuatro de la mañana con la cabeza jodida (más de lo normal) tratando de llegar al final porque aunque ya no podía soportarla TENÍA que terminarla.
Todo empieza una noche del 2019, o sea, cualquier momento del HOY. Nos introducimos en la vida de una familia bastante típica, los Lyons. Está la abuela (Muriel) abandonada por la familia pero con la que se sigue teniendo contacto esporádico, está la pareja interracial clase media con aspiraciones a alta (el boludo de Stephen y Celeste), está el joven gay (Danny, MI Danny) que trabaja con los refugiados, está la activista hippie (Edith), está la discapacitada metedora (Rosie), está la adolescente que sueña con ser tanshumana (Betthany), está el refugiado ucraniano (Viktor) y está la política facha (Vivienne Rook). Hay mucha gente más que también está pero esos serían los principales, a través de los cuales veremos el mundo pasar.
Al comienzo del zafarrancho vemos una familia progre, sin mayores conflictos que cualquier conflicto convencional familiar del mundo nuestro de cada día. Trump será reelecto como presidente de los USA, la Merkel ha muerto, la reina Isabel ha muerto, y en Inglaterra, que es donde se desarrolla la trama, empieza a surgir muy muy de abajo la señora Vivienne Rook, interpretada por una genial Emma Thompson. Esta Vivienne es como un Donald Trump recargado, y aunque nuestra familia progre la mira con sorna y la hace blanco de burlas y comentarios despectivos, a lo largo de los 15 años que la serie abarca algunos de ellos se convertirán en sus más fervientes seguidores.
He ahí uno de los éxitos de esta distopía ATERRADORA (¿les dije ya que es ATERRADORA?) presenta personajes y situaciones que van mutando de acuerdo al contexto. Las relaciones, los afectos, las situaciones económicas, la vida, cambian drásticamente para los Lyons y cada uno enfrenta esos cambios de distinta manera.
Me impactó la capacidad de su creador y guionista, Russell T. Davies, de mezclar tantos tópicos y hacerlo de manera tan efectiva y funcional a la trama. Tiene un montón de personajes y subtramas, y no olvidemos que hay una delgada línea entre ponerse muy panfletario y además pasar al ridículo, pero Russel se maneja como todo un equilibrista y consigue hablar de agendas tan dispares como el armamento nuclear, las operaciones bandera falsa, la crisis de los refugiados, el resurgimiento de una derecha radical, la infidelidad, el cambio climático, lo transhumano, los negociados, la estupidez de la masa, la responsabilidad civil, etc..
Sí, es verdad que tanto sancocho acaba por pasar factura a una serie que empieza briosa, y que luego se encuentra con momentos muy jalados de los pelos… pero son gajes del oficio. Si te vas a jugar por una serie de estas características el miedo o el freno de mano no pueden estar a tu alcance.
Sufrí mucho con la historia de Danny y Viktor. Me tocó ver el episodio final de Danny el día de la infame foto de los salvadoreños muertos tratando de cruzar el río Bravo y me golpeó mucho comprobar una vez más que la realidad supera la ficción.
Me fatigó la historia de Bethany y la normalización de su deseo de mutar en un ser digital, hasta me entré a las páginas oficiales de grupos de personas que realmente se están implantando montón de huevadas en aras de llegar a ser un post-humano.
Ese es otro logro de la serie. Usa esos miedos contemporáneos, esos monstruos sociales para cuestionarte e incomodarte. Mucho de lo que ves es absurdo, pero una vocecita interior te dice «qué real se siente». Mucho de lo que ves ya pasó, mucho de lo que ves pasará.
Una cosa más a elogiar es la música. El compositor Murray Gold hace un extraordinario trabajo para acompañar las elipsis temporales y los momentos cruciales de la trama. Aún no consigo sacar de mi mente esa poderosa orquesta y coros que son los que hacen de banda sonora de las elipsis.
Se la ha comparado bastante con Black Mirror, y aunque ambas parten de un mundo donde prima la tecnología y se abren posibilidades a universos extraños, Years & Years suena más nostálgica, construye su relato no tanto desde el efecto sino desde lo humano. Juega con el espectador, con ese que también desde la sala de su casa, desde su cama, se entretiene con la caja boba mientras afuera el mundo se cae a pedazos. Al igual que los Lyons cuando USA finalmente le lanza una bomba nuclear a China, a ratos salimos de nuestra burbuja y pensamos OH, DIOS MÍO… NO PUEDE SER LO QUE ESTÁ PASANDO, y necesitamos mayúsculas más grandes para describir nuestra indignación y luego, luego volvemos a nuestra rutina, porque en la práctica, querid@s, a nadie le importa mucho el bien común. Tweet that.
Lo mejor: adictiva, bien planteada, bien actuada, maneja la complejidad de forma efectiva Lo peor: no deja de tener momentos muy discursivos, pero dada su temática se entiende…también algunas cosas se le escapan de control, pero también es entendible…La escena: lo de Danny Lo más falsete: el final, el ingreso al lugar, y la transformación El mensaje manifiesto: la realidad siempre supera a la ficción El mensaje latente: como seres humanos somos capaces de lo mejor y de lo peor El consejo: vela en momentos de buen humor y bienestar anímico El personaje entrañable: Danny El personaje emputante: Edith, el boludo de Stephen… El agradecimiento: porque Years & Years no se vuelva profética como Los Simpsons.
CURIOSIDADES
Rory Kinnear (Stephen) es un conocido actor inglés que además ha sido parte de la Royal Shakespeare Company y de la Royal National Company. También es dramaturgo. Además de actuar en series y películas varias, lo tenemos tatuado en la memoria como el Primer Ministro del primer episodio de Black Mirror, así es, el del chancho.
La serie está dedicada a Andrew Smith, pareja del creador. Ambos llevaban juntos veinte años, y la serie está influida por él y por todo el amor que ambos compartieron. Andrew murió de cáncer cerebral.
No se trata de que Viv Rook se parezca a Nigel Farage o a Trump, “se trata de que se parece a nosotros. Suena como todo el mundo en Twitter, toda esa agresividad, todo ese sentido del humor, todo ese acoso y derribo de cualquier persona o asunto”, explicaba Davies en una entrevista reciente. “Eso somos nosotros”, prosigue, “nos preguntamos de dónde salió Trump y justo después nos metemos en Internet y hablamos así. ¿Y nos preguntamos de dónde viene toda la rabia? Esa gente no es gente separada de nosotros, son parte de nuestra personalidad”.
Russell T. Davies, en 1999 hizo la revolucionaria serie Queer as Folk centrada en el día a día de hombres homosexuales en el Reino Unido, en 2005 relanzaría con éxito el clásico de Doctor Who con Christopher Eccleston en el papel principal (que después encarnaría David Tennant en la segunda temporada de la nueva era) y ha escrito Torchwood y Cucumber.
Almodóvar siendo Almodóvar. Eso es lo que podría decir de la última película del director manchego, Dolor y Gloria. Puede ser bueno, puede ser malo. Porque en esta vida como dice el filósofo Gianni Vattimo: La verdad es un tejido de interpretaciones.
Debo confesar que la cinematografía de Pedro siempre me ha parecido impostada y, por momentos, insufrible. En sus inicios se beneficiaba de que su fase experimental y más hiperbólica se podía achacar a la juventud, y además no dejaba de ser refrescante un cine con argumentos jugados para la época: Policía descubre que mujer tiene planta de cannabis, ella accede a coger para que no la meta en la chirola, pero le dice que el asunto sea «solo por atrás» y el fulano no le hace caso llevándose su virginidad que además la tipa pensaba vender. De ahí se desatan una venganza contra el paco y una serie de situaciones cuando menos pintorescas. Esa fue la opera prima de Almodóvar: Pepi, Lucy, Bom y otras chicas del montón en pleno y conservador 1980.
Mi primer encuentro con su cine, sin embargo, fue con Átame, donde además de descubrir a Almodóvar descubrí a Antonio Banderas. En ella, un sujeto con problemas psiquiátricos secuestra a una actriz porno con la que está obsesionado. Aunque todo pintaba para historia de amor, en mi adolescente corazón pensé “nada que ver que esta pendeja se enamore de su secuestrador”.
De ahí en más, me vi toda su filmografía, a excepción de ¿Qué he hecho para merecer esto? película que he ido posponiendo una y otra vez con la intensa convicción que será una pérdida de tiempo y que me remitirá a su título. Lo demás ha sido visto, en general disfrutado desde el apartado formal, y en algunos casos puntuales odiado (La mala educación (reseñada ACÁ), Los Amantes Pasajeros, Julieta).
Hay que reconocer que siendo o no fan/seguidor de Almodóvar no puede negarse que Pedrito tiene lo suyo en cuanto estética y narrativa, ha construido año tras año un estilo y una forma de hacer cine que es muy suya y que provoca alegrías y tristezas en partes iguales.
Mis expectativas por Dolor y Gloria eran moderadas. Supuse que por lo menos disfrutaría del arte, de la fotografía y de la banda sonora, esto último es lo que más me suele gustar del cine de Almodóvar. Y adivinen qué, tal cual.
Ya nomás con el título podríamos intuir que la sutileza sería una de las grandes ausentes de la película, porque lo que Pedrito nos quiere mostrar es mucho dolor y algunos atisbos de gloria.
Antonio Banderas interpreta a Salva, un cineasta que está en plena crisis física, emocional, laboral, existencial.
La película se desdobla temporalmente en dos momentos, uno el presente del agobiado Salva y otro el pasado, el ya conocido y remanido flashback (o eso parece). En el presente veremos a Salva ir por el mundo sufriendo físicamente y en depresión, reconciliándose con un actor al que le dejó de hablar hace quichicientos años, experimentando sus primeros “caballos” (heroína), extrañando a su madre y reencontrándose con un viejo amor. Sí, Salva está en esa edad, en ese momento en el que la vida cobra factura. En el pasado veremos a Salva, el niño pobre cuyo padre era albañil, el niño que se enamoró del cine, de los libros, el niño que descubre su atracción por los hombres.
No negaré que por momentos hay ternura en lo que Almodóvar cuenta, quizás porque es obvio que es una selfie-movie y por eso uno puede empatizar con él como persona más que como cineasta. Hay magia en las cuevas, en la vida sacrificada de Jacinta, en el niño que lee, pero eso va más por el lado de lo que significa una madre prácticamente sola tratando de sacar a su hijo adelante y la hermosa fotografía que nos lo muestra.
También, al igual que muchos, me entretuve descubriendo los libros que aparecen regados alrededor de Salva: Coetzee, Denis Johnson, Jordi Costa, Fernando Pessoa, Jean Cocteau, Shakespeare, Bolaño, son algunos de los autores que aparecen en algún momento. Libros que pertenecen al mismo Pedro Almodóvar, porque no nos olvidemos que es una película de Almodóvar sobre Almodóvar.
Pero para mí, porque sé que hay casi unanimidad en lo buena que es Dolor y Gloria, me fue imposible digerir la cursilería empalagosa que la impregna. Ejemplo: la historia de amor con el personaje de Leonardo Sbaraglia o los arrepentimientos con su mamá. Escribir una obra de teatro que se llama La Adicción y narrar a través de un actor mediano con mucha solemnidad cómo sufriste por la adicción a la heroína del amor de tu vida, es como que escribamos una obra que se llame PLATO y el actor disfrazado de plato nos muestre un plato durante toda la obra.
Los diálogos explican o cuentan todo. No se deja nada a la imaginación, en cada interacción de los personajes es como estar en una sesión terapeutica. Me sobraron palabras y me faltó emoción, esa emoción real que queda escondida en los subtextos, en lo que no se dice y uno imagina.
Gracias a Dios, podemos aferrarnos a otras cositas, la hermosa dirección de arte a la que nos tiene acostumbrados Pedrito en sus películas no decepcionó, la paleta de colores, el vestuario, el soundtrack, son elementos suficientes para seguir volviendo a Almodóvar de vez en cuando.
Antonio Banderas interpreta con mucha solidez a Salva/Pedrito. Creo que Dolor y Gloria lo recupera de un bache actoral profundo porque estaba actuando en películas clase B americanas sin posibilidad de ningún lucimiento y bajo las órdenes de Almodóvar defiende muy bien a su personaje. Julieta Serrano como la mamá en la vejez de Salva nos transporta a la filmografía de Almodóvar, es un flashback en sí misma, Serrano ha actuado en Átame, Mujeres al borde de un ataque de nervios, Matador, Entre Tinieblas, Pepi, Lucy, Bom y otras chicas del montón. Bella Julieta interpretando a esa Madre que casi siempre está presente en la filmografía de Almodóvar, aunque su papel sea más un apéndice del sufriente Salva y nunca le conocemos nada más que por sus funciones domésticas o de cuidadora. En ella están los momentos más emocionantes, doloridos y gloriosos de la película. Una pena que esa precisión actoral no se traslade a algunos personajes de fondo como la empleada de Salva, que actuaba tan mal que cada vez que aparecía me hacía recordar que todo era una película.
Lo que corresponde al pasado no puede tener reproche alguno ni actoral ni estéticamente por el final que, sin ninguna duda, le da mayor significancia a la película y hace que uno diga desde su butaca: “Ahora sí”. Es uno de los mejores finales que le he visto a Almodóvar. Quizás sea por eso que el espectador está dispuesto a perdonarle o a interiorizar con más simpatía la chorizada de diálogos cursis, clichés, que llenan la película. Un artificio casi salvador.
Dolor y Gloria es una película que algunos consideran el cierre con broche de oro de todo lo que ha sido la carrera de Almodóvar hasta ahora, y sí, en su recargada autoreferencia, en su reciclaje de actores íconos de su filmografía, en los temas recurrentes de sus guiones compactados en este su más nuevo/viejo filme, en la Madre, el Pueblo, los Curas…hay una vida y una carrera. Habrá que esperar el paso del tiempo para ver su real trascendencia.
Lo mejor: estéticamente linda, buen soundtrack, gran final Lo peor: impostada, cursi…La escena: el final Lo más falsete: algunas actuaciones, los diálogos cursis que todo lo decían y explicaban, esa solemnidad para narrar, también la obra La adicción El mensaje manifiesto: hay que tratar de llegar a la vejez entero El mensaje latente: Pedro siempre será Pedro y se pone más Pedro con los años El consejo: si te quedaste sin verla, estará en Netflix a partir de julio El personaje entrañable: Salva niño El personaje emputante: Salva adulto y yonki, el actor, el ex gaucho, ufff… El agradecimiento: por Chavela. Siempre tendremos a Chavela.
CURIOSIDADES
La cantante Rosalía sale en la toma de las lavanderas cantando con Penélope Cruz.
La casa de Sava es la de Pedro Almodóvar: «Era lo más práctico, mi casa es la casa donde vive el personaje de Antonio Banderas, los muebles de la cocina (y el resto del mobiliario) son los míos o se han replicado para la ocasión, los cuadros que cuelgan de sus paredes, la imagen de Antonio, especialmente el pelo, hemos tratado de que se pareciera al mío, los zapatos y mucha de la ropa también me pertenecen. Y el colorido de sus prendas».
Julieta Serrano y Antonio Banderas ya fueron madre e hijo, hace más de 30, en otras dos películas de Pedro Almodovar: ‘Mujeres al borde de un ataque de nervios’ y ‘Matador’.
“Es una película que cabe en los metros en los que yo vivo. No solo es local: está reducida casi a mi salón” dijo Almodóvar de su película. Él solito dio la mejor descripción.
Hace dos años, Almodóvar presentó en la filmoteca La ley del deseo con motivo de su 30 aniversario. En Dolor y gloria, Salvador Mallo, citado en el mismo lugar para un pase de su película Sabor, llama a su actor protagonista Alberto Crespo (Asier Etxeandía), con el que no se habla desde los 80. En la vida real, en la presentación de La Ley del deseo, Almodóvar pareció reconciliarse con Carmen Maura, actriz con la que ha tenido una relación tirante en los últimos años.
El rodaje de la película tuvo lugar a lo largo de 44 días entre Madrid y la Comunidad Valenciana durante los meses de agosto y septiembre de 2018.
Dolor y Gloria cierra una trilogía de deseo y ficción iniciada por La ley del deseo y La mala educación.
Casi todas las piezas que aparecen en el filme pertenecen a la colección privada de Almodóvar, con dos excepciones: uno de los cuadros del pintor figurativo Pérez Villalta, y otro de la surrealista Maruja Mallo.
Oh, sí. Se acuerdan de esa película llamada We need to talk about Kevin…bueno, We need to talk about Netflix. Nuestro querido y odiado Netflix.
Difiero de los que dicen que es un streaming de puras huevadas, solo con saber que tiene en su catálogo a Burning (reseñada y amada ACÁ) ya inclino la balanza a su favor con un pesado ladrillo de felicidad. Para revisar un poco la cartelera de eso que nos chupa la vida, el tiempo, y las posibilidades de roce social, les voy a hablar de cuatro películas, todas ellas distintas, y todas ellas con temáticas tan discutibles que podrían hacernos acabar varias tazas de café o copas de vino. Una de estas películas me provocó una indignación que no sentía en años, algo no logrado ni con la más pedorra y chota película. Procedo.
I´M A MOTHER
Amé el inicio de I´m a Mother.
Hay una robot (la voz de Rose Byrne) que tiene un cuarto lleno de embriones congelados. Primera sorpresa. Tanto coso por nacer no nacido es tétrico. Estoy hablando de miles y miles de cosos.
La robot, en el futuro llamada Madre, selecciona un embrión de sexo femenino y procede a encubarla, hacerla nacer, criarla y dejarla crecer. Esto de dejarla crecer es importante. La crianza y amor robótico son musicalizados con uno de mis temas favoritos del mundo mundial: Baby Mine, la canción de Dumbo, cuando Dumbo va a ver a su mamá encarcelada y la mamá encarcelada saca su trompita y Dumbo llora, y luego con la trompita lo mece y todos lloramos y…sí…Baby mine.
El embrión, bebé, niña, se transforma en una adolescente, la señorita Clara Ruggard, quien en la película será Hija.
Madre e Hija viven en un mundo distópico, aparentemente algo eliminó a toda la humanidad y Madre está intentando criar humanitos para repoblar la tierra. Ajá, todo muy mesiánico y bíblico solo que en versión NIÑAS.
A mí me gustan las distopías, estas historias que parten de una situación límite de sobrevivencia siempre son atractivas y I´m a Mother no es la excepción.
Como siempre, para dicha sobrevivencia existen algunas normas básicas que cumplir e Hija, como siempre también, cometerá algunas infidencias propias del ser humano. Así que no, Rousseau, no. No es la sociedad la que corrompe a las personas, ya venimos diseñados así y Madre lo aprende a la mala.
Creo que hasta la mitad, I´m a Mother se sostiene con una tensión muy bien manejada del director debutante Grant Sputer y de su guionista, también debutante, Michael Lloyd Green. Todo lo de los exámenes, la contaminación, el ingreso del personaje de Hilary Swank, estuvo entretenido e intenso.
También el giro que aparece al medio pudo enriquecer la película, pero desgraciadamente el giro se desperdicia y lo que hasta ese momento tiene sentido dentro de la premisa general de la película, se va al pasto con situaciones absurdas y poco creíbles. Cuando en medio del peligro no creés las acciones de sus personajes, la película deja de sorprender y solo esperás con algo de hastío los créditos.
SPOILER: Madre resulta ser una pupila directa de Hitler. Para el personaje de Mujer hay un montón de teorías pero ninguna con un asidero coherente. Que si Mujer fue uno de los experimentos fallidos, que si Madre dejó a Mujer afuera para experimentar con ella también. Que si Hija en realidad cumple a cabalidad la idea de Madre y por eso se deja «eliminar». Burreras. El final donde la pobre chica adolescente decide que no necesita a Madre (sí la necesitás, boluda. Pensá, HIJA, pensá) está feliz con su cuarto lleno de embriones hermanitos, compañeros de fin del mundo, queriendo hacerse cargo de su futuro feterío como si fuera la tarea más bella y anhelada del mundo, fue como mucho para mí. O sea, todo bien con lo de Im a mother, but a real one and that’s a beautiful thing, pero me hubiera comido mejor su mensaje pro-vida si estuviera mejor hilvanado. FIN DEL SPOILER.
En todo caso, para pasar el rato está entretenida. Tiene un diseño de producción y un nivel de arte y vestuario sobresaliente. Es una película de tres personajes que dentro de sus limitaciones y su mensajito a la conciencia funciona. Podés ver de nuevo a Hilary Swank a quien no se le ha dado nada decente desde hace años, y claro, escuchar Baby Mine al inicio y al final, y sí, escucharla al final con Hija mirando los cosos amontonados, consiguió matar un poquito la canción.
Lo mejor: entretenida y una primera hora bastante interesante Lo peor: se va al pasto La escena: la secuencia Baby Mine Lo más falsete: cuando Hija sale del búnker todo se pone medio choto y ridículo El mensaje manifiesto: Es muy importante repoblar un mundo sin humanos El mensaje latente: Gente, cualquiera que venga será de cuidado El consejo: para pasar un rato ligero y sin consecuencias El personaje entrañable: el ratoncito El personaje emputante: Mujer y la pelotuda de Hija El agradecimiento: por Baby Mine, siempre.
LAS HEREDERAS
Esta es la opera prima de Marcelo Martinessi y qué opera prima. Se trata de un cine sencillo, íntimo, con un guion austero escrito por el mismo director que no intenta abarcar mucho, ni siquiera intenta ser un reflejo de Paraguay como sociedad. Es una película de climas y de personajes.
Martinessi tiene la sensibilidad para contarnos la historia de Chela (GRAN Ana Brun) y de Chiquita (Margarita Irun). Ambas son mujeres de la alta sociedad paraguaya pero cuya condición económica es casi desesperada. O sea, son las sobrevivientes de familias jailonas venidas a menos. Las herederas fueron criadas en la opulencia pero nunca se les enseñó a administrar bienes ni dinero.
Chiquita tiene una personalidad más “metedora”, Chela es más indefensa, depende de Chiquita que termina yendo a la cárcel por deudas. El gran caserón herencia de tiempos ya idos, tiene que ser saqueado para vender sus objetos y tratar de conseguir más dinero para seguir sobreviviendo. Chela, al verse sola y casi por ósmosis, empieza a trabajar de taxista de sus antiguas amigas y gente copetuda anexa.
La película, sin embargo, no es sobre la caída en desgracia de estas mujeres que además son pareja. Tampoco es la historia de amor de unas lesbianas en una sociedad conservadora como la paraguaya. Creo que Las Herederas funciona más como el descubrimiento de Chela sobre sí misma. Ese viaje que supone enfrentarse al mundo sin nada más que uno mismo para salir adelante.
Hay escenas muy bonitas, muy cuidadas. El coqueteo con Angy, las partidas de las “chicas”, los obvios anhelos sexuales de Chela, el casi olvido de Chiquita en la cárcel, la relación con la empleada en un momento en que no deberían permitirse una empleada, y su escena final, su hermosa y liberadora escena final, hacen de esta película paraguaya una película digna de verse.
Sí, es un cine de carácter autoral, sí, es ese tipo de cine pausado, sin prisas, que te cuenta todo como si lo estuvieras viendo a través de una ventana, sin cortes bruscos, sin trucos de edición, sí, para un público acostumbrado a cosas como I´m A Mother puede resultar un pesado yunque o muy chicha sin dulce, pero si se animan a verla y descubrir todo lo que dice sin decirlo explícitamente, capaz que la disfruten.
Esta Chela que se descubre a una edad en que mucha gente se da por vencida, es un hallazgo.
Lo mejor: Chela Lo peor: algunos secundarios y, para ser honesta, las escenas de la cárcel no me parecieron muy convincentes. La escena: el final Lo más falsete: algunas actuaciones secundarias El mensaje manifiesto: Mientras haya vida queda mucho por hacer El mensaje latente: Uno es artífice de su propio destino El consejo: para ver en qué anda el cine paraguayo y disfrutar de una buena película latinoamericana El personaje entrañable: Chela El personaje emputante:Algunas de las viejas jailonas, la guardia de la cárcel El agradecimiento: la sensibilidad.
THE PERFECTION
Con The Perfection llegamos a la película-indignación.
Al director Richard Shepard lo conocí cuando vi Matador hace quichicientos años. Matador era esa película de matones protagonizada por Pierce Brosnan, fuera de sus fallas me pareció bien dirigida y guardé algunos buenos recuerdos. Después no he visto nada más de él, hasta esa infame noche en que di play a The Perfection en Netflix.
El guion fue escrito por el mismo Shepard en colaboración con Nicole Snyder y Eric Charmelo, ambos expertos en guiones para series de televisión. No sé cuál de los tres es el retorcido ser al que podamos achacarle lo sucedido, pero bajo mi óptica SHAME ON YOU para todos.
La cosa empezó bien.
Esta chica, Charlotte (Allison Williams), pierde a su madre después de una larga y desgastante enfermedad. Todo indica que el personaje está traumadísimo y que abandonó una carrera de música por el cuidado de su madre. Ahora que la madre no está contacta a sus ex tutores/profesores Anton (Steven Weber) y Paloma (Alaina Huffman) y decide ir a encontrarse con ellos en China. Allá en China, también se encuentra a Lizzie (Logan Browning) una muchacha que es una estrella del chelo y que ocupó su lugar cuando ella se dedicó a su madre.
Hasta ahí, hermoso todo. Las marcas de intento de suicidio de Charlotte mostrados en un abrazo. La música clásica. Vestidos perfectos. Locaciones divinas. Caras de culo disfrazadas de sonrisas. Unos planos perfectos y un clima oscuro increscendo, vos ahí imaginándote los miles de caminos que el asunto podía tomar, Charlotte liándose con Lizzie en una tórrida relación amorosa, dos talentos unidos por el talento y nosotros sabiendo que obviamente dicha talentosa unión acabará muy mal.
Después, la historia se va por el camino más predicible pero sigue siendo hermoso. SPOILER La supuesta envidia corroyendo el corazón de Charlotte, la supuesta enfermedad de Lizzie en el viaje por bus, la supuesta venganza de Charlotte haciendo que Lizzie se corte su propia mano. Luego la boluda de Lizzie yendo donde Anton y Paloma. Los tutores botándola del lugar porque está manca e inservible. Y ahí, ahí es cuando las cosas se empiezan a descontrolar. Cuando se descubre que nuestra amiga Charlotte en realidad quería SALVAR a Lizzie de la cadena de violaciones y pedofilia en la que vivían todas las alumnas de Anton y Paloma es de TERROR. O sea…”Pobre Lizzie, fue violada igual que yo. Como nunca asumirá su violación, tengo que hacerla reaccionar haciendo que se corte su propia mano, quitándole su talento para siempre, ESO la hará reaccionar. Más adelante me lo va a AGRADECER. Para qué ir a la policía y denunciarlos y cagarles la academia y humillarlos públicamente, no, la cortada de mano de la víctima es lo mejor”. A ver, querido guionista, querida guionista, yo solo te voy a agradecer que me cortés mi mano en una situación The Walking Dead cuando la infección zombie me esté avanzando. Fuera de eso, no. No te lo perdono. Pero no acaba ahí. ¡NO ACABA AHÍ! Cuando Lizzie finge que está de parte de ellos, hay una escena en que le está por meter el muñón ahí abajo donde Charlotte debería sacar bendiciones al mundo según nuestras enseñanzas bíblicas ¡EL MUÑÓN AHÍ ABAJO! Mátenme, gente, mátenme por caridad. Pero NO acaba ahí. ¡NO ACABA AHÍ! En un giro aún más perverso y previa lucha sangrienta, nuestra loca y pobre Charlotte acaba con el brazo destrozado y queda manca TAMBIÉN. Y ya para rematar o para mandar al psiquiátrico a esos tres infelices responsables de la historia, Charlotte y Lizzie todas gloriosas, mancas y pelotudas, mantienen con vida a Anton mutilado de everything, manos, piernas, ojos, boca, es un torso, ciego y mudo, con suero, para que ellas le sigan tocando el chelo, una de ellas toca con la izquierda y la otra con la mano derecha. Se «liberaron» y mutilaron para hacer exactamente lo que hicieron toda su vida frente al depredador, tocarle el chelo. FIN DEL SPOILER
Pero NO acaba ahí. ¡NO ACABA AHÍ! La verdad que me fatigué, perdí un poco la compostura, me olvidé de que era “solo una película” y empecé a gritar un montón de barbaridades irreproducibles e indignada me metí en internet para compartir mi indignación, pero “OH, SORPRESA” algunos progres del mundo piensan que es una reivindicación femenina, cito “Recomendada para gente sin prejuicios” “argumento refrescantemente desvergonzado”, “el thriller perfecto para la época en que vivimos”, “Es una película de la era #metoo”, “es un mensaje de empoderamiento, mezclado con horror y tragedia” «La tortura no las liberó, la unión sí». No, gente, no. No nos hagamos tanto daño a estas alturas del partido.
The Perfection tiene una primera media hora de mucho interés y con un muy buen ritmo, después es como el avión que alcanzó vuelo crucero y empieza a caer en picada dejando caos, muerte y destrucción. Si me la tomo como un producto de NETFLIX para hacernos pasar un rato boludo, funciona, pero no finjamos que reivindica o empodera algo. Lo único que reivindica es mi creencia de que una buena historia se puede ir al carajo en cuestión de segundos, y empodera mi falta de fe en el ser humano. Fin del comunicado.
Lo mejor: truculenta e intensa en sus inicios Lo peor: retorcida y se va a pique La escena: la de la mutilación 1, la mutilación 2 y la mutilación 3 Lo más falsete: toda la excusa chota para las mutilaciones 1, 2 y 3 El mensaje manifiesto: el comentario social se está colando en las películas de un modo muy desafortunado El mensaje latente: lo conservador a veces se disfraza de reaccionario El consejo: para verla «sin prejuicios» (insertar risa irónica) El personaje entrañable: oh, por Dios, creo que no lo hay…hmmm…diría EL CHELO El personaje emputante: Los violadores El agradecimiento: porque si bien no la olvidarás, hay mejores cosas en las que pensar.
THE LOOMING STORM
Esta película china es una de las sorpresas de Netflix. Tiene un aire a Memories of murder, esa gran película coreana. ¿Se acuerdan? Solo que acá todo es más triste y más melancólico, siempre llueve y nuestro personaje principal en realidad no es detective sino un guardia de una fábrica china que alucina con que tiene potencialidad de investigador.
El señorito Yue Dong es el director y guionista de esta lúgubre opera prima.
Yihuan Dong interpreta al sufrido Yu Guowei, al que vemos primero en el 2008 saliendo de una prisión y luego en un flashback en el 97. En el 97 era un tipo que entre sus colegas de trabajo de la fábrica era el más correcto, el más confiable, el más disciplinado, el que tenía el instinto para descubrir la más mínima falla, hasta fue nombrado empleado modelo. Todo cambió cuando en las cercanías de la fábrica encontraron a una mujer asesinada y Yu Guowei sintió que podía ayudar a resolver el crimen. Un crimen que pronto pasó a ser trabajo de un asesino serial.
Al principio, el tono de la película dentro de ese microcosmos de sociedad rígida, ciudad oscura, vida rutinaria, se mueve con algunas dosis de humor y la típica dupla de investigadores torpes y bienintencionados (Guowei y su ayuco).
A pesar de que hasta ese momento tenés algo bien contado y sin sobresaltos y hasta sabés el destino del protagonista (la cárcel), recién es cuando SPOILER el ayuco muere que te das cuenta que Dong está hablando muy en serio y que con seguridad esta será una tragedia, una descomunal tragedia FIN DEL SPOILER
Con ese traumático suceso, Guowei añade a su obsesión el peso de la culpa, y empieza a dedicarse alma, vida y corazón a tratar de agarrar al asesino, trayendo nefastas consecuencias para su vida.
Toda la secuencia con la peluquera fue muy triste. Tanto nivel de autodestrucción me parecía desesperante. Eso sí, Dong te lo contaba con una bellísima, bellísima fotografía y con la tensión suficiente para que querrás saber qué iba a pasar.
Me recordó un poco también a esa película americana The Pledge, donde Jack Nicholson se obsesionaba con cumplir la promesa que le hizo a los padres de una niña asesinada y sacrificaba todo hasta su cordura. Salvando las distancias The Looming Storm se mueve en un imaginario en el que conviven este personaje absolutamente agobiado por la necesidad de encontrar al asesino y una China triste, cuyo sistema le da constantemente la espalda.
No me gustó mucho el final de la peluquera, aunque lo intuí, me pareció demasiado: un brusco adorno para continuar apaleando al personaje.
En las dos horas que la película dura, se llega a pensar que tal vez pudo compactar la historia un poco, pero luego cuando llegás al final te das cuenta que lo que Dong hizo fue lo que Dong necesitaba hacer.
Hay una escena muy importante en la que Guowei recibe su premio a empleado modelo diciendo con una sincera sonrisa de felicidad…”Esto parece sacado de un sueño”, años después SPOILER el personaje regresará a las ruinas de ese lugar y nos demostrará que una de las cosas más tristes de The Looming Storm es que te muestra cómo la vida de una persona puede cambiar tanto en un periodo de tiempo. FIN DEL SPOILER
Luego Guowei recorrerá, él también en una especie de ruina personal, los últimos restos de su vida pasada cuando era ese sonriente y satisfecho trabajador de fábrica. Y vos susurrarás conmovido: Mierda, Dong…
Porque sí, es verdad eso de que cuando ya lo perdiste todo, uno siempre vuelve a los viejos sitios donde amó la vida.
Lo mejor: bella fotografía, buena historia, excelente actuación Lo peor: lo de la peluquera, excesivo La escena: el final Lo más falsete: … El mensaje manifiesto: a veces es mejor ser feliz con las simples cosas El mensaje latente: las obsesiones pueden consumir una vida El consejo: para verla en un horario en que estés sin sueño y con tiempo El personaje entrañable: Guowei El personaje emputante: los policías El agradecimiento: por la huella lluviosa que deja.he perece
Ah, la lástima. La horrible y pendeja lástima. Triste sentirla, triste provocarla. Pero a este abogado griego del que nunca sabemos el nombre, la lástima lo hace sentir bien.
Este es un hombre de clase acomodada, con mujer, hijo adolescente y perrita. Se asume que el señor tenía una vida «normal» hasta que su esposa queda en coma. La película comienza con la esposa en coma y nos cuenta cómo esa situación trastoca la rutina familiar. El señor sufre, llora casi todos los días y se fatiga por el lado vacío de su cama donde antes se encontraba el cuerpo de su mujer.
Como consecuencia de esta desgracia familiar, la gente a su alrededor le tiene LÁSTIMA. Y bueno, sabemos que el ser humano puede ser muy hijo de puta, pero también se puede poner muy ñoño con casos así. En este caso, la vecina le cocina queque de naranja para el desayuno varias veces a la semana, su padre (que siempre ha sido distante) intenta acercarse, los amigos se ofrecen hasta a ponerle bloqueador solar si es necesario, lo invitan a salir para distraerlo, su secretaria lo intenta consolar, el tipo de la tintorería le pregunta siempre por su esposa, un nuevo mundo se abre ante los ojos de este sujeto, un mundo en el que es centro de atención y mierda que lo empieza a valorar y disfrutar.
Este es el tercer trabajo del griego Babis Makridis, un director que también ha sido asistente de dirección y actor. No he visto otros trabajos de Makridis, pero en Pity se ve claramente la influencia del cine y la personalidad de Yorgos Lanthimos. Quizás se deba a que el guionista habitual de Lanthimos, Efthumis Filippou, es el guionista de Pity. De ahí que su argumento tenga esa cosa enrevesada, absurda y de humor negro que en su momento nos ha cautivado de la filmografía de Lanthimos.
Pity tiene una fotografía del debutante Konstantinos Koukolios que te muestra este mundo que en la práctica es de alguna manera feo encubierto por una pintoresca ciudad costera, con días de sol resplandeciente. El entorno de este hombre agobiado por la pena y protegido por la lástima, es casi perfecto.
Y claro, al ser un guion de Filippou, el absurdo de la situación comienza a escalar minuto a minuto hasta que llega el punto de giro SPOILER: la esposa despierta del coma, y ese milagro corta la lástima que sentían por él y además traslada el foco de atención de sus conocidos hacia ella, la sobreviviente, la que se fue y volvió. Como se imaginarán, a nuestro personaje principal no le gusta nada, nadita ser relegado FIN DEL SPOILER
Pienso que la película parte muy bien, y esa crecida del absurdo es muy atractiva. Es políticamente incorrecta y uno se empieza a sentir incómodo con algunas situaciones. Lo de la perra me sigue atormentando hasta el día de hoy. ¡No podés, protagonista de Pity, no podés hacerle eso a tu perra! y como siempre me pasa en esas situaciones empiezo a gritarle a la pantalla «¡CON LA PERRA, NO, PENDEJO! ¡CON LA PERRA, NO!».
Makridis parece creer que más es mejor y nos entrega un cierre predecible de esta fábula de la carencia afectiva. SPOILER el crimen que el personaje prepara no tiene cómo salir bien, y eso que el personaje es abogado y podría organizarlo al detalle, pero todo resulta chapucero y efectista FIN DEL SPOILER
Si bien las actuaciones robóticas, otro sello del nuevo cine griego, le dan un poco más de oscuridad a la trama, y te engancha lo pintoresco de lo que ves en pantalla, hay algo que se va desinflando con el punto de giro y que hace que en conjunto no termine de tener el peso que prometía. A destacar la performance de Giannis Drakopoulos como el abogado que necesita más y más compasión, a quien nos es imposible imaginar de joda en la vida real.
Pity termina con muchas cosas a favor: Una historia oscura sobre esos sentimientos oscuros que a veces albergamos en nuestros oscuros corazones, una buena fotografía, una música clásica grandilocuente, un protagonista que da todo al personaje y la perra más bella del mundo. Desgraciadamente, este discípulo de Lanthimos no pasa de eso, de ser un discípulo de Lanthimos. La profundidad que por ahí podemos encontrar en los trabajos de Lanthimos no se redondea en la obra de Makridis.
Así, cuando aparecen los créditos, vos acabás sintiendo simpatía y Lástima por lo que Pity es y lo que no llegó a ser.
Pena, penita.
Lo mejor: la perra Lo peor: lo que le hacen a la perraLa escena: la de la perra Lo más falsete: el final El mensaje manifiesto: con la perra, no! El mensaje latente: La perra no, pendejo. NO! El consejo: para ver sin mayores expectativas ni rencores El personaje entrañable: La perra El personaje emputante: el don, el hijo, la comatosa jejeje El agradecimiento: exacto, por la perra.