Por: Mónica Heinrich V.
Macedonia. ¿No suena lejana y misteriosa? En mi memoria vive Antes de la lluvia (reseñada ACA), película de esos trechos que me impactó y me reveló un país con un crisol de culturas y conflictos. Porque sí, ahí se mezclan y entreveran los serbios, bosnios, albanos, griegos, rumanos, turcos, etc…
Honeyland, por su parte, es un documental filmado durante 3 años y con casi 400 horas de material en un paraje del Norte de Macedonia. ¿El resultado? Una experiencia de vida que te conmueve y te impulsa a comer miel como cojudo.
Los directores Tamara Kotevska y Ljubomir Stefanov siguen la vida de Hatidze una criadora de abejas que lleva una existencia tranquila entre la recolección de miel y el cuidado de su madre enferma.
Hermosas imágenes de Fejmi Daut y Samir Ljuma acompañan ese ritual perdido en el que Hatidze le canta a las abejas, y crea una alianza con ellas en un equilibrio perfecto con la naturaleza: «la mitad para ustedes, la mitad para mí», dice mientras extrae con cuidado la miel.
Es muy lindo ver su apacible y sencilla vida, sus idas a la ciudad, su regateo con los compradores de miel, sus compras de guineo o de tinte para el cabello, sus charlas con su mamá. Todos esos momentos de austeridad, la cámara los registra cómplice.
La armonía se rompe cuando una bulliciosa familia se muda al lado de la pequeña parcela de Hatidze y aunque en un principio ella se siente feliz con la compañía y hasta comparte sus secretos en la recolección de miel, pronto las mañas más citadinas y con menos respeto a la naturaleza empezarán a mellar la paz entre ambos vecinos.
El documental registra sin juzgar por un lado a Hatidze haciendo lo que siempre ha hecho y por otro lado, la familia nueva rompiendo cada regla básica de convivencia y además manejando a sus animales (tienen ganado) con descuido y violencia.
Honeyland, la tierra de la miel, sin exagerar ni ponerse melodramático, exhibe cómo ese mundo en el que Hatidze vivía feliz dentro de su pobreza es casi destruido. Y a vos que lo ves desde la comodidad de tu «abundancia», te sacude la mezquindad del vecino, el no detenerse, el no pensar en cómo afectarán sus acciones a una persona que solo se ha portado bien con él y su familia.
SPOILER
Sufrí mucho con el trato que le daban a sus animales, con cómo manejaron su colecta de miel, con las abejitas muertas. Cuando cortaron el tronco quería estar ahí para detenerlos, y cuando Hatidze lloraba porque ya no le quedaba nada, lloré con ella.
Este documental se sirve de la apicultura y de su solitaria criadora de abejas como metáfora de ese enemigo brutal que es el ser humano, como férrea defensa de la naturaleza y sus misterios. Y claro, tampoco es que la familia vecina haya sido mala, había mucha ignorancia en su manejo, mucha pobreza también.
La narrativa es muy poética, sabe dónde guardar silencio, sabe dónde poner música, y los directores tienen la suerte de haber encontrado un personaje hermoso, unir eso con el mundo de las abejas convierte la experiencia en algo memorable.
Por eso cuando la familia vecina, la destructora, la que no se paró a pensar en nadie más, se retira del lugar, nos alegramos, pero vemos a Hatidze más sola que nunca, sin abejas, huérfana y a punto de recibir el próximo invierno.
FIN DEL SPOILER
Y el ciclo comienza de nuevo, y la vida continúa. Y Hatidze como buena criadora de abejas no se deja vencer. Llega el invierno, y ella y el perro comparten de nuevo la miel, vuelven a sonreír, a parecer felices y vos pensás en esa última frase que dijo su Mamá antes de morir, : «Han pasado demasiados inviernos».
Lo mejor: bella, poética Lo peor: es muy triste, y por partes desespera cómo maltratan a los animales La escena: cuando ella le canta a las abejas, y las que compartía con su mamá Lo más falsete: algunas escenas de la familia vecina parecían actuadas El mensaje manifiesto: hay que respetar la grandiosidad de la naturaleza el mensaje latente: la gente es una mierda El personaje entrañable: Hatidze y su mamá, las abejitas El personaje emputante: el tipo que incumplió el acuerdo y encima le mintió El agradecimiento: por la belleza.