LOST IN CONTEMPLATION OF WORLD

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literatura - page 7

Yo, Vos, Ella, Nosotras, Vosotras, Ellas

Cuando estaba en universidad tomé como parte de mis materias una clase de Sexología, para qué, pero la verdad es que uno anda más despistado de lo que se imagina en el temita :Þ Bueno, el caso es que mi profesora tenía unas ideas extrañas rondando su cabeza, por lo que para examen final nos dio un trabajo práctico a desarrollar, obviamente sobre sexo. Por esos azares de la vida me tocó desglosar «La doble realidad del sexo», a lo que se me plantearon cuestiones que alguna vez me pregunté cuando entraba en la adolescencia: «Es el hombre superior a la mujer?» «Es la mujer superior al hombre» «El hombre debe lavar los inodoros, fregar pisos y trastos igual que nosotras?» y lo que es más importante «Nosotras «debemos» lavar inodoros fregar pisos y trastes?» reflexionadas y pensadas un instante estas cuestiones, llegué a la conclusión de que eran preguntas fachas, y el enfoque no debía darlo en base a nuestras supuestas «diferencias» porque a mi modesto entender, para qué mentir, no somos iguales: los hombres tienen pene y las mujeres vagina, y de ahí salen un montón de peculiaridades. Pero somos tan diferentes como los perros y los gatos??? Fue ahí cuando me dije, NO! NO y NO, no seré yo otra oprimida que levante su voz para descargarla sobre las espaldas de los pobrecitos hombres no, entonces decidí enfocar el tema en base a lo que nos forma, transforma y produce desagradables mutaciones: La sociedad.
Fue ahí cuando recurrí a Simone de Beauvoir que es una entendidísima en el tema. Si bien el libro data de entre 1948-1949 los temas que toca, manosea y escupe, son tan actuales que muchos todavía siguen siendo un tabú asqueroso. Para los que no la conocen Beauvoir fue una militante del existencialismo y Sartre fue su pareja formal más conocida, sin embargo como aplicaba en su vida mucha liberalidad también se le conocieron relaciones lésbicas y un supuesto sometimiento cuasi envidia al famoso, pero feo Sartre. Bueno, muchas bromas se han hecho acerca de estos dos, que cómo no iban a ser existencialistas si eran más feos que el chupacabras, pero creo que la cosa no iba por ahí.
El Segundo Sexo causó un revuelo sin precedentes dentro de la literatura, más aún, porque aunque pueda pensarse lo contrario no es un libro que se pueda tachar de «feminista» en el sentido estricto de la palabra, ya que el feminismo como corriente establecida surge casi 20 años después en Francia y a pesar de que Beauvoir formó parte del feminismo el libro no surge dentro de ese contexto, incluso mencionándolo en el prólogo. Ahora, tanto mujeres como hombres se sintieron abochornados por lo que El Segundo Sexo narra, por lo que Beauvoir tiene la «osadía» de escribir, su lectura para algunos es esclarecedora y muy interesante (mi caso por ejemplo) para otros será chocante, absurdo, y hasta grotesco.

El Segundo sexo habla de eso, del segundo sexo que somos nosotras, el primero, el dominante por definición es el hombre, no tanto porque el hombre así lo haya querido sino porque el contexto cultural y la historia lo ha permitido y ha acostumbrado a esos seres de reacciones a veces extrañas, a que nosotras seamos el segundo sexo, y nosotras, a su vez, nos hemos acostumbrado a serlo. Entonces el libro se divide en dos partes:

El segundo sexo I que a su vez se subdivide en:
Primera parte: Destino .- Un divertido (por lo menos para mí) capítulo acerca de nuestras diferencias biológicas, y sobre todo la pregunta en el aire de por qué @#~%& las mujeres tienen que ser concebidas como entes reproductivos, por qué nuestro desarrollo genital es tan incómodo e insatisfactorio (menstruación, menopausia, lactancia, partos) mientras que según Beauvoir el hombre es un ser infinitamente privilegiado y de existencia más apacible (habría que investigarlo). También hace una crítica bastante entusiasta hacia Freud por sus teorías aquellas del complejo de Edipo y de la supuesta sensación de castración y envidia del pene que siente la niña.
Segunda Parte: Historia.- En este apartado Simone pretende darnos un tours histórico que nos avispe y nos explique cómo se establecieron la jerarquía de sexos…para ella el mundo siempre ha pertenecido a los hombres, entonces hace una análisis desde las culturas primitivas hasta nuestros días, opinando que aunque ahora la mujer trabaje y sea liberal, igual tiene un nuevo vasallaje, tiene que tener «cierta» imagen para competir en el mundo laboral y encima ocuparse de las labores familiares.

Tercera parte: Mitos.- Cosa de no creerse lo narrado en este apartado, Beauvoir hace una analogía en torno al origen de la mujer que tienen las diferentes culturas o religiones, y es así como puntualiza el papel secundario o de complemento que la mujer ha tenido en la historia. Además analiza la dualidad que se le da a la mujer tanto de Virgen como de Eva, siendo la percepción masculina más cambiante que El Niño. Corona la cuestión comentando anécdotas acerca de «mitos» que se daban en relación al periodo menstrual y su «peligrosidad» en situaciones totalmente absurdas…mitos sobre la virginidad, sobre el poder de la eroticidad de la mujer y sobre el temor sexual de los hombres hacia las fémeninas.

Cuarta parte: Formación.- Acá Beauvoir plantea mostrarnos los pasos en que se forma el frankestein que es la mujer promedio. Sí, porque para ella uno no nace mujer, se hace. Desde ahí ya sabemos cuál será el talante de lo relatado, pasamos por nuestras jodidas infancias donde el lavado de cerebro recién comenzaba, nos hacían jugar pérfidamente con muñecas y nos adiestraban para ser buenas madres y mejores esposas, ya en la adolescencia, dizque nos enseñan a avergonzarnos de nuestras «dotes» y «protuberancias» por lo que asumimos nuestra entrada a la adultez con turbación. Para Beauvoir una vez llegamos a la juventud nos dejamos engatuzar con algún pantalón y terminamos dejando todo por formar la familia que desde siempre nos han enseñado debemos formar. ALgunos detalles sobre nuestra «traumática» iniciación sexual y una descripción pintoresca de la lesbiana promedio, tal cual.

Luego pasamos a El Segundo sexo II, donde la cosa se pone color de hormiga. El matrimonio es analizado hasta el cansancio, recogiendo testimonios de mujeres que se casaron y nunca conocieron la felicidad o que la reconocen en las pequeñas grandes labores de casa, para Beauvoir el matrimonio es reconocer el imperialismo del hombre, no se tramita en pie de igualdad, ni tampoco se vive de igual manera para los dos sexos. Las labores de casa, lavar, planchar, cocinar, son la esencia de un buen matrimonio y si la mujer trabaja, debe tener la fuerza titánica de llevar a cabo las labores igual. La maternidad es cuestionada por Beauvoir diciendo que no es obligación de la mujer procrear o sentirse realizada por haberlo hecho, el aborto es mencionado como una elección personal y necesaria para cada mujer, manejando cifras y datos estadísticos, recopila información donde defiende la necesidad de legalizar el aborto, para que por lo menos aquellas mujeres que tomen esa decisión puedan ser correctamente atendidas. También recoge la experiencia de ser madre, la necesidad de ver crecer a los polluelos, de ver cumplida su «labor», muchas veces será el amor de madre lo que la mantenga al lado del marido, y para Beauvoir esa es una servidumbre que nunca termina, la mujer buscará satisfacción en las relaciones con el marido, la dependencia de los hijos y sus labores de ama de casa. Hace también una elocuente defensa del papel de la prostitución en la sociedad. Describe los estados o las características que se le han dado a la mujer: narcisista, enamorada y mística, alegando contra todos esos apelativos.

Todo esto tiene como objetivo llegar al capítulo final intitulado Hacia la liberación, qué conclusiones habrá sacado Beauvoir? Después de revolver el avispero algo bueno ha quedado? Será que reconocerá que los hombres no son tan malos o tan felices a comparación de nosotras? Será que nosotras quedaremos mejor que si fuéramos un montón de pelotudas descerebradas?? Leelo y averígualo. Recomiendo a Beauvoir, aunque algunas biografías suyas digan que es el burro hablando de orejas y que su deseo secreto era ser Sartre :p, de todas formas el libro es interesantísimo lleno de citas, pensamientos, testimonios y anécdotas de personajes célebres que alguna vez se mandaron una cagada contra las mujeres y Beauvoir los hizo pasar a la posteridad como misóginos, es el caso de Pitagóras que de catetos e hipotenusas sabía mucho pero que de mujeres andaba más perdido que Bush en Irak: «Existe un principio bueno que ha creado el orden, la luz y el HOMBRE, y un principio malo que ha creado el caos, las tinieblas y la mujer…»

LAS FANTASÍAS AMOROSAS DE DAN BROWN


Por: Mónica Heinrich V.
Nunca es bueno cobijarse en los brazos de la ignorancia, además tenés que estar preparado para que nadie te la charle. Es así que me dije a mí misma: “mí misma, aplícate”. Al principio la tarea no me entusiasmó, leer El Código Da Vinci no era uno de los objetivos finales de mi vida, quizás tenía más interés en el Ulises de Joyce, pero como lo primero es más fácil que lo segundo, terminé el libro en menos de dos días. Luego, vino el arrepentimiento…y más tarde, el bálsamo de la resignación.
Para los entendidos y los ignotos, Dan Brown no escribe muy bien. Es de comprender, después de todo se trata de un bestseller, aunque igual queda cierta amargura ante lo desprolijo de su escritura y sus pobres metáforas. No es que yo sea Cervantes, faltaba más, pero sí disfruto mucho de las cosas bien escritas…es un placer para los ojos y para el espíritu. Volviendo con Dan Brown…tejió una historia cuyo interés se basa únicamente en las imprecisas y, en su mayoría, ficcionales teorías que maneja. Donde los otros “detallitos” como: engranaje del argumento, sostenimiento de la trama, etc., se diluyen a medida que la lectura avanza. Ya para el final, cerrás el libro con la feliz sensación de que es un libro menos que leer y que podrás unirte con propiedad a los “acalorados debates” que se levantan en relación al tema.
Algo de incredulidad se apoderó de mí, porque hasta el momento estaba convencida de que el bendito libro era anti-cristiano, y una vez terminada su lectura, me quedó la sensación de que era más bien pro-cristiano. La fe es algo tan irracional que no importa qué papeles se descubran, ni qué sudarios se exhiban, ni qué argumentos se usen para desvirtuarla, ahí estará siempre…no por nada se ha derramado tanta sangre en nombre de ella. Entonces, la alharaca en torno a la obra de Brown me pareció sobredimensionada, amén de que la teoría de que Jesús haya tenido descendientes es infinitamente más interesante que la de un hombre virgen, muerto en un acto de estoicidad divina…por lo menos para mí.Bueno, luego llegó la película. El cine siempre es motivo de expectativa, uno nunca sabe qué se puede encontrar, aún cuando los críticos exalten o destruyan una obra, por ahí vos pensás diferente. Con ese optimismo me dirigí a verla. De entrada Tom Hanks no parecía una acertada decisión, Ron Howard (director) era un misterio…su filmografía era bastante insípida, y la chica francesa…hmm, resultaba difícil desprenderla de su imagen “amelística”. Entonces empezó.
Ya desde el primer plano me di cuenta que asistía a una de las peores películas que había visto este año, tomando como parámetro las películas clase A (director reputado, actores reputados, exorbitante presupuesto, locaciones espectaculares, y una historia que llevada al cine podría funcionar con una buena dirección). Fue triste, muy triste. Aburriiiiiiiiida, con menos creatividad que un discurso de Bush, pobre en argumento, reiterativa en imágenes y contenido, vacía como una respuesta del Miss Bolivia, en fin…no hay palabras para describir lo mucho que me pesaron los pesos que pagué para verla. Calculen no más el valor de la entrada, son hartos panes…
Para empezar, el tipo (Ron Howard) contó la historia casi calcada del libro, lo que no sería fuente de críticas si hubiese respetado el libro, pero respetando también los parámetros argumentales en los que el cine debe moverse. Con esto quiero decir que no es lo mismo describir y descubrir los misterios en un libro donde la imaginación del espectador hace de pantalla cinematográfica y le proporciona solaz. No. En el cine la imagen ya está nítida frente al espectador, por lo que se hacen necesarios (sobre todo en este tipo de films) elementos que impulsen al que está desparramado en la butaca a que pueda imaginarse, intuir, dudar, preguntarse, sorprenderse…de lo que sucede en la pantalla.
En este caso Howard no se guarda nada, ya de por sí el libro abunda en referencias históricas y teóricas sobre un montón de elementos que gracias a la cansina y aletargada dirección de este individuo pasa todo desapercibido, sin mucha gracia y despertando muy poc interés. A tal punto, que dan ganas de intercambiar correspondencia de tintes amenazadores con el manager de este infortunado y poco iluminado director de cine. Tal como lo esperaba, Tom Hanks aparece con sus cachetes blancones y flácidos, sus ojitos del alcancía y su boquita de punto con muy poco aplomo, ah…y encima, el “feeling” que tiene que existir entre él y la Amélie es nulo, naranjas…nanays cucas (dirían los colombianos).
Sobre los detalles del libro que no llegaron a la pantalla grande…(imagínenme de rodillas y con los brazos levantados hacia el cielo) gracias Dios por habernos ahorrado una hora, mínimo, de este suicidio neuronal en cadena. Pa´qué, hubiese sido el colmo.Luego de tan desastrosa experiencia, y no contenta con tanta saturación de Dan Brown, cayó en mis manos Ángeles y Demonios, el otro libro de este escritor que tiene como protagonista, de nuevo, al mamerto de Langdon. Y no mentiré, lo leí completito…es así que descubrí lo que el título de esta nota dice.
Primero les contaré que se trata de la “precuela” del Código, o sea, Langdon sufre esta aventura antes de toparse con nuestra querida Sophie. Otra cosa, tiene exactamente los mismos elementos. Langdon ocupado de su rutina recibe el llamado de un misterioso individuo que lo consulta por sus dotes profesionales. Ahí veremos a Langdon volar hacia Suiza (claustrofobia de por medio) para ver un cadáver (del que la policía no sabe) y emitir su opinión. Todo porque él es experto en el tema de los Illuminatis, como no podría ser de otra manera, el cadáver tiene marcado la palabra Illuminati en el pecho. Cuando llega al lugar en cuestión, al mismo tiempo acude la hija adoptiva del muertito, que resulta ser una científica de alta envergadura cuyo cerebro sólo se equipara en atractivo físico y que deja a nuestro intrépido Langdon embobado.

No recuerdo el nombre de la individua, pero se pasan toda la novela juntos e incluso acaban casados, lo que me hace preguntarme si es que Langdon no estaba cometiendo adulterio cuando se enamoró de la franchuta en El Código Da Vinci. También, molesta que el tipo se mantuviera tan asustadizo luego de la aventura que vivió al lado de su italiana (en Ángeles y Demonios la heroína femenina es italiana). Les contaré más, resulta que el “marcao” con el nombre de los Illuminatis, era un cura científico (dice el libro que abundan), que quería lograr la unión de la ciencia con la fe (tan tierno él). Para eso, creó, junto con la adoptada, la antimateria que explicaría el origen de la vida desde un punto de vista científico y religioso (dicen ellos).

El “marcao” es asesinado para robarle la bendita antimateria que resulta ser más peligrosa que la nitroglicerina, y colocan la cosa esa en un vericueto del Vaticano…ajá, quieren volar en pedazos la “casa” de Dios, previo asesinato del Papa. Además, SI, hay más, secuestran a los cuatro cardenales que son los favoritos para la sucesión e inician una cuenta regresiva en la que los irán matando uno a uno. Obviamente, que el “despierto” genio de Langdon y de la italiana serán los que salven al mundo cristiano del caos.

Para variar, el tema puede resultar interesante, sobre todo por lo de los Illuminatis…pero la historia está pegada con moco y para la mitad, se nos va descalabrando cada vez más. Dicen que ya se compraron los derechos de este libro para hacerla película, lo que me parece bien, le veo más posibilidades de entretenimiento si es que consiguen un director que pueda pulir un poco el argumento.

En fin, queda claro una cosa…Dan Brown seguirá utilizando el tema de la religión y tópicos aledaños para darse de comer a él y sus descendientes, pero en realidad parece que se trata más de una glorificación a sí mismo en el personaje de Robert Langdon (que no me cabe la menor duda que debe parecerse mucho a él) y a sus fantasías de cama. Sobre las teorías, hechos históricos y detalles sobre el arte que menciona en sus escritos, se le agradece…más de uno habrá terminado de leer alguno de estos dos libros y se habrá informado sobre la veracidad de los hechos. De todas formas, la gente se toma muy en serio algo que desde todo punto de vista es una ficción con pobres dotes literarias, pero apta para el consumo masivo.
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Hasta aquí la versión publicada en Aullidos de la calle, la edición impresa. Resulta que hay una actualización. Pues es bien sabido que más rápido cae un hablador que un cojo, y heme aquí que volví a pecar…La culpa la tuvo Fred Núñez, que pensó que el detalle más romántico del año era regalarme La Conspiración de Dan Brown. La verdad que yo debí tomar otra «actitud» ante el presente, pero en lugar de eso…me quedé calladita y al día siguiente ya lo había leído. Quiero decir que de los tres libros que he leído de este señor, este es por mucho el PEOR. El tema pasa por la ciencia, OTRA VEZ un hallazgo, que cambiaría la historia de la humanidad…OTRA VEZ muertitos de por medio, OTRA VEZ un antihéroe ñoño y abombado, OTRA VEZ la superioridad de la estupidez por encima de matones profesionales. En fin, es tan malo que no vale la pena reseñarlo. Debo reconocer que empieza de una forma atrapante, pero se complica solito y termina de la manera más ridícula. No lo compren, a menos que estén pasando frío y necesiten echarle papel a su chimenea…o se quedaron sin portavasos o apoya libros.

Creer, esa terrible impostura

¿Se puede creer en nada? La pregunta suena artificiosa dado que al creer en nada, se abraza una especie de nihilismo, que viene a ser ya una creencia. Entonces si tenemos en cuenta que todos creemos en algo, ya sea grande o pequeño, importante o no importante, qué hace que el no creer en los aspectos religiosos sea un llamado a la no creencia absoluta? El creer (desde el punto de vista religioso) suele ser un dilema tremendo para quien quiere arrancarse las cadenas que lo atan a un credo, porque luego surgen preguntas como: Soy católico. Eso quiere decir que los musulmanes están equivocados?. Soy cristiano. Eso quiere decir que los judíos están equivocados? E infinidad de variantes más, quizás el problema es más profundo aún, sin embargo alguna vez escuché una frase que decía: “Vivimos en un mundo separado por el mismo Dios”, cosa que me pareció además de lógica tremendamente realista. Marx planteaba la existencia de un ente ordenador, y además arremetía con la idea de que “la religión es el opio del pueblo”, podríamos hacer un recorrido por las distintas religiones, pero eso lo haré en otra opinión sobre otro libro que recomendaré en el futuro (estrategia autopublicitaria destinada a crear expectativa).Bueno, les decía, alguien, alguna vez, me preguntó si yo creía en Dios, y yo le dije sí, creo en el concepto de algo superior a nosotros por la ley del descarte (no de Descartes), esto implica que si bien considero que puede existir (no pongo mis manos al fuego por ello) algo por encima de nosotros por una simple cuestión de lógica basada en la aparición y continuidad de cualquier especie, me declaro laica total, y como laica, leí este libro poniendo mis esperanzas de diatribas en Umberto Eco, filósofo, escritor, semiólogo y otras cositas más, quien sería uno de nuestros protagonistas. En la otra esquina, con no sé cuántos títulos encima (arzobispo, obispo, cardenal, etc) el Obispo de Milán: Carlo María Martini (tildado de “Príncipe de la Iglesia).

La cosa es sencilla, un periódico llamado “Liberal” les pidió a estos dos polos opuestos que se trencen en un diálogo epistolar que sería del dominio público. Este diálogo epistolar dio comienzo en Marzo de 1995, epístola mediante de Umberto Eco que fue quien arrojó el guante primero, y que luego Carlo Martini recogió gentilmente.

Umberto Eco arrancó con el siguiente titulazo: “La obsesión laica por un nuevo Apocalipsis”.- En definitiva, Umberto meditaba acerca de que el fin del mundo se había tornado ya no una obsesión del mundo cristiano, sino del mundo laico. Aunque suene contradictorio, para Umberto el fin del mundo se vivencia con menos temor por el mundo cristiano que por el mundo laico, mientras que el mundo cristiano lo hace objeto de meditación, el mundo laico ve como inevitable también el fin de los días. Eco lanza la siguiente pregunta: ¿Existe una noción de esperanza que pueda ser común entre los creyentes y los no creyentes?

Martini, que no es ningún zoquete, agarra y responde matadoramente: “La esperanza hace del fin “un fin””.- El “príncipe de la iglesia” hace un análisis exhaustivo de lo que las escrituras dicen acerca del Apocalipsis, y escribe que el Apocalipsis tiene una profunda carga utópica por lo mismo que espera que el futuro sea una renovación de valores y principios, aceptando con resignación que el presente no está bien. Responde la pregunta de Eco, diciendo que es obvio que hay un “humus” del que se alimentan los creyentes y los no creyentes para tener esperanza, aunque no le den el mismo nombre.
Umberto Eco, aún no repuesto de la epístola del príncipe le lanza la siguiente cuestión: “Cuándo comienza la vida humana?”.- Como el título lo dice, Eco se cuestiona el papel de la religión a la hora de juzgar y condenar un aborto. Aunque Eco mismo, admite su posición tácitamente en contra, dice que no sería capaz de poner a una mujer en situación de que tenga un hijo si no lo quiere tener. Entonces la cuestión es determinar cuándo comienza la vida, y más aún, en qué posición se encuentran los teólogos acerca del creacionismo.

Martini, quien demuestra una vez más no tener un pelo de tarado, responde: “La vida humana participa de la vida de Dios”.- Además de diferenciar los términos “vida”, “vida humana” y “vida psicológica”, Martini aclara que para el mundo religioso la pérdida de la vida física no es el valor supremo que los Evangelios defienden a ultranza, más bien el valor supremo es la vida espiritual, algo así como el alma, que se define como zoé, y que significa hombre viviente de la vida divina. Bueno, y de ahí se despacha con la postura de la iglesia en torno al respeto del derecho a la vida, y que en el momento en que el óvulo es fecundado, la vida ha comenzado porque el óvulo ha dejado de ser óvulo para convertirse en embrión.

Umberto Eco, con disculpas de por medio por los “atrevimientos” que se está mandando, arremete nuevamente: “Hombres y mujeres según la Iglesia”.- Un nuevo concepto se abrirá ante los ojos de algunos distraídos. Si sos laico, qué •$”&%/ te importa que la Iglesia prohíba el matrimonio o que condene a los homosexuales, según Eco al ser laico perdés cualquier potestad a la hora de protestar por asuntos que no te atañen, hace notar que si no le gusta como los musulmanes hacen una u otra cosa, pues no se hará musulmán, que si va a una mezquita se quita los zapatos por respeto a las costumbres del lugar, y que si no quiere quitárselos pues es libre de no ir. Concepto interesante y debatible, luego dice que no obstante puede hacer preguntas al Papa acerca de las prohibiciones que tiene la Iglesia sin que esto signifique una afrenta. Además surge la importante cuestión del por qué la Iglesia no permite mujeres que ejerzan el sacerdocio. Por qué Cristo vino al mundo en forma masculina? Ésta y otras interrogantes se encuentran en la epístola de Umberto Eco.

Martini, se sale un poco por la tangente al responder: “La Iglesia no satisface expectativas, celebra misterios”.- Entre otras cosas Martini responderá a la inquietud “espinosa” (también la coloca entre comillas) del sacerdocio femenino en la Iglesia, amparándose en la historia y génesis de la Iglesia, y en que la Iglesia respeta ciertas formas que han sido base de su origen para conservar la esencia y el misterio que la hacen tan fuerte. Esto no quiere decir que la Iglesia sea machista, según Martini el mensaje de Jesucristo sobre la igualdad de sexos fue claro, y más aún teniendo en cuenta la época en que vino al mundo. Entonces, todo responde a una evolución y una necesidad de estabilidad para con las doctrinas que rigen la Iglesia.

Luego, después de quejarse Eco de que no le gustaba mucho ser siempre el que tiraba el guante y Martini responderle que ojalá lo dejaran tirar el guante alguna vez, el periódico parece haber leído entre líneas y en lugar de andarse con misterios, dio por satisfechas las expectativas de ambos y propició que Martini sea el que diga la primera palabra en esta ocasión.

Martini pega fuerte y además sabe en qué lugar pegar: “Dónde encuentra el laico la luz del bien?”.- La verdad que es la epístola más interesante porque se plantea la cuestión que debe dejar sin sueño a más de uno. El que no tiene un bastión religioso en el cual apoyarse, el que no tiene una brújula de deberes morales y espirituales que vayan más allá de las leyes civiles o penales, cómo estructura su ética?, cómo puede tener cimentados valores de solidaridad o de generosidad? En qué basa el laico su recto proceder?. El humanismo que maneja el laico de dónde sale?

Eco, responde encantado, y además muy acertadamente: “Cuando los demás entran en escena, nace la ética”.- Muy bonita epístola de Eco, quien hace un retroceso a sus épocas de “creyente” y dice que quizás su ética todavía esté influida por su educación católica. Sin embargo, va más allá y plantea que el ser humano al verse en el otro reconoce de manera innata su necesidad de amor, de cariño, de comprensión y así es como se humaniza, y así es como las relaciones interpersonales se cultivan, porque el niño que es abandonado en la selva, sin tener al otro de espejo no podrá regirse por tales cosas. Y si pensáramos en algún momento que quizás Jesucristo fue un invento del hombre, un maravilloso invento, que Eco, de ser algún viajero de otra Galaxia, contemplaría extasiado: la creación del hombre, Cristo y la religión, con toda la ética que eso conlleva; qué mejor explicación de la humanidad innata del hombre?

Antes de finalizar, el libro abarca una sección que se llama Coro. Donde intervienen dos filósofos, dos periodistas, y dos políticos, ampliando los puntos sobre la ética.

Primeramente Emanuele Severino arranca con: “La técnica supone el ocaso de toda buena fe”.- Además de dar su punto de vista, Emanuele ve puntos de concordancia entre las visiones que tienen Martini y Eco sobre la ética, demás está decirles que el texto resulta ilustrador y cuestionador, además ve la ética como algo más racional y menos “misterioso” de lo que piensan Martini y Eco. Sin embargo al final parece algo desesperanzador.

Manio Sgalambro me dejó encantada con su título: “El bien no debe fundarse en un Dios homicida”.- Excelente, entre otras cosa Sgalambro plantea la necesidad de ver de dónde nace el bien, y además reconoce que en este mundo podrido lo más seguro es que haya primero un acto malo que un acto bueno. Cita a Spinoza quien creía que Dios era un ser horrible, que lo llamábamos Dios sólo por su potencia. No sólo eso, traspasa todo decoro y dice sin ningún asco que Dios no debería existir y que en el mejor de los casos no existe. Además muestra su aturdimiento ante un mundo que enlaza el bien con Dios, cuando Dios es muerte. Ya verán a qué se refiere, un alegato corto, directo pero bien pensado.

Eugenio Scalfari parte de la siguiente premisa: “Para actuar moralmente, confiemos en nuestro instinto”.- Scalfari habla de que la moral se sustenta en dos instintos básicos del ser humano, el instinto de supervivencia del individuo, y el instinto de supervivencia de la especie. Siendo el primero el que da lugar al egoísmo y a todos esos sentimientos que se despiertan a favor de uno, y el segundo que da lugar a la moralidad propiamente dicha, al ser importante el otro.

Indro Montanelli, toca el tema diciendo: “De la falta de fe como injusticia”.- Indro se muestra totalmente de acuerdo con las argumentaciones de Martini, más aún, en su tono se lee cierta tristeza o desesperanza personal, y el título lo dice todo, Indro se queja de su falta de fe que lo ha hecho vivir la vida como si estuviese incompleta, y que ahora que se encuentra mayor, hace que sea más duro el momento de afrontar la muerte.

Vittorio Foa nos cuenta : “Cómo vivo en el mundo, éste es mi fundamento”.- Vittorio habla sobre la irrelevancia de un careo entre creyentes y no creyentes, se hace la misma pregunta que yo me hice cuando leí el título del libro, “el no creer en lo religioso hace que los que crean sean los único “creyentes””? Ahonda más diciendo que para dar una versión de ética, él, tiene que mirar al mal, y que ese mal lo ha visto representado por el odio étnico infinidad de veces. Uno de los textos más consecuentes, ya que parte del punto sencillo de que lo ético puede ser simplemente la manera en que se encara la relación entre la vida y el mundo.

Claudio Martelli: “El credo laico del humanismo cristiano”.- Claudio hace un repaso de las convergencias que tenemos los laicos y los cristianos, haciendo hincapié en que el cristianismo es el humanismo perfecto y que si bien todas las teorías se sirven de él para explicarse, quizás Marx, Nietzsche o Freud son quienes se separan totalmente del credo. Sin embargo, da un mensaje de tolerancia y de una posible convivencia entre todo tipo de creencias.

El libro cierra con una Recapitulación escrita por el obispo Martini, quien más que responder lo ya dicho, simplemente junta lo expuesto y saca una conclusión al respecto. Conclusión que ustedes sabrán si leen el libro.

El libro es cortísimo, como de 160 hojas. Muy fácil de leer, aunque por ahí Martini decía que la gente que leyó el periódico se quejaba de lo rebuscado de las epístolas, yo las sentí bien. De todas formas, recomiendo este texto a un lector un poco ya recorrido por el mundo de las letras, aunque no dudo que un lector menos experimentado pueda disfrutarlo.

El tema es muy interesante, como podrán haber notado, yo me esperaba un poquito más de Umberto Eco, quien me sorprende fue Martini, que aún no concordando con algunos de sus argumentos, lo escribió de tal manera que te llega más la esperanza de la parte religiosa, que la racionalidad de la parte laica. Incluso en las intervenciones del Coro, la mayoría citaba con mayor frecuencia al obispo de Milán, que a Umberto Eco. Sin embargo, creo que finalmente el resultado es un empate, y una muestra de que hasta las más alejadas posiciones se pueden sentar a conversar y aún, no llegando a un acuerdo, despedirse con un apretón de manos. Después de todo, creer o no creer puede ser una impostura, mientras que la tolerancia es una necesidad.

Mónica Heinrich V.

Caer en Desgracia

Esa actitud incrédula de terminar de leer la última página y seguir buscando una continuación, un rayo de esperanza, un epílogo que quite la jodida sensación de vacío. Pero no, mis estimados e ilusionados lectores, no. Lo que Coetzee plantea va más allá de cualquier redención.

Cuando compré Desgracia, el título + el diseño de tapa, con el perrito en tan paupérrimas condiciones, me dieron a entender que éste no iba a ser un viaje hacia Oz. Sabiéndolo e intuyendo, con el correr de la lectura, que el golpe bajo iba a ser contundente, seguí leyendo. Fascinada entre el masoquismo y la admiración, llegué a una oscura conclusión: El mundo es una mierda.
El ganador del premio Nobel 2003, sitúa la acción en su país natal, Sudáfrica. Con una prosa desprendida de toda ternura y reflexión, el autor relata las peripecias de David Lurie. Llevando sobre sus espaldas el peso de 52 años, divorciado, profesor y con una demanda por abuso sexual pendiente, la historia transcurre de tal manera que entre idas y venidas, a Lurie se le exige que si desea conservar su lugar de trabajo y no tener problemas con la familia demandante, emita una disculpa por sus reprobables acciones. Nuestro corriente personaje, necio pero determinado, ignora la advertencia y abandona Ciudad del Cabo para visitar a su hija, Lucy. Este hecho puede parecer carente de todo significado, pero lo que Coetzee denota es el cansancio y el hastío de un hombre que ya no espera nada de la vida, cuyos días transcurren más por desidia que por voluntad. Hasta aquí, ustedes se estarán preguntando: “¿Y?” Ese sólo es el contexto, muchachos.
Lo que da el punto de giro a la historia es lo que sucede con Lucy. Pero esperen, todavía hay que darle ambiente al meollo. Como se imaginarán, visitar a Lucy significa trasladarse a la pequeña ciudad de Salem. Como decir: de Santa Cruz a Warnes…claro que salvando las distancias.
Prosígome. En esos interludios podemos ver dos cosas: Lurie es un ser incapaz de tener intimidad real con nadie. Para los despistados: no, no estoy hablando de impotencia sexual. Más bien, tiene que ver con que el individuo es incapaz de relacionarse afectivamente, y, lo peor de todo, él lo sabe. Y dos, como toda ciudad marginal, Salem conserva en ella a la esencia de su zona. Es decir, los conflictos raciales, los códigos de conducta sudafricanos, el lenguaje, la sociedad, encuentran su máxima expresión en el diario vivir de Salem. Lurie se verá confundido y sorprendido ante la violenta metamorfosis que parece vivir su país. Como una especie de cáncer, los nuevos estatutos de vida se han esparcido por la región, pero no se trata de una evolución. Lo que el personaje describe es un mundo apartado de todo convencionalismo donde generalmente prima, creánlo o no, la barbarie. Alguno de ustedes estará imaginándose a un montón de gente viviendo como en la época primitiva, sin embargo, el tema aquí pasa más por la visión, la postura que los personajes tienen frente al ser humano. Una postura desprendida de solidaridad, o de afecto. Una visión, quizás, menos humana.
En este marco es que una tarde cualquiera, tres hombres de color ingresan a la granja que comparte con su hija. Aunque son personas de la zona, irrumpen sin ningún miramiento, golpean a Lurie y violan a Lucy. Lurie, durante el acto de abuso, se encuentra encerrado en el baño, por lo que la violación se vuelve una suposición durante gran parte del libro. Quizás ustedes pensaron que lo duro del relato era la violación, pero lo que hace Coetzee es esconder la violación para el lector, ya que no es narrada, y luego ante el embarazo de Lucy, mantener a los personajes tan desconectados que de ese tema no se hablará abiertamente. Esto se transforma en uno de los puntos más angustiantes del libro.
Cuando uno ya está lo suficientemente golpeado y dolido por todo lo que se ha leído, llega la cereza de la torta. La descripción de las actividades que realiza Lurie en la granja y en la ciudad, se convierten en la analogía perfecta. El profesor ayuda a una amiga de su hija como asistente de una veterinaria. En ella, los animales encuentran generalmente la muerte a través de la eutanasia. Es el final, lo que deja profundamente perturbado. Ese final que, como algunas escenas de la literatura, te marca como un tatuaje. Una sombría conclusión, donde queda claro que Coetzee también piensa que el mundo es una mierda.
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