LOST IN CONTEMPLATION OF WORLD

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ITALIA o la muerte de Tony Maselli

Para quienes crecieron viendo la serie Who is the boss, en la que el actor Tony Danza interpretaba a un carismático Tony Maselli cuyas raíces eran más italianas que la Cicciolina, llegar al país con forma de bota esperando que el cliché americano se repita, es casi siempre una decepción.

Estuve en Italia dos veces antes, y Roma supuso un mar de contradicciones, decepciones y pequeñas batallas mentales entre mi Yo amorosa, y mi Yo mala (esa que según Fred Núñez habita en mí hasta cuando duermo) 

Después de acostumbrarnos a la puntualidad suiza, a sus calles sin indigentes, a que nadie te aborde o te ronde para robarte, estafarte o sonsacarte un euro con una falsa actitud de buen samaritano, Italia nos pescó con los calzones abajo. Sí, llegamos confiados, ingenuos y bien brutos a la cuna de El Padrino.

La primera noche en Italia (concretamente en Milán) fui despertada por una INTENSA discusión de dos enamorados debajo de mi ventana. Un chico y una chica discutían a gritos en plena calle. Hubo de todo, gestos grandilocuentes, empujones, jalones de cabello, el chico italiano botándole el cigarrillo y las llaves encima a la pobre chica, etc.. luego de pasar una semana en Suiza donde no vimos discutir o gritar a nadie, toparnos con esto nos pareció casi barbárico.

Estoy siendo mala (la mala malísima) cuando generalizo y digo I TA LIA, porque en lugares como Milán y Florencia nos fue relativamente bien, sobre todo en Florencia donde el aire familiar y cálido nos abrazó cual madre que encuentra a su hijo perdido.

Pero en Roma la cosa fue otro cantar. Reservamos un hotelito humildón a través de internet con la promesa que tendría las comodidades básicas a un precio accesible y que quedaba a pocos metros de la estación Termini. Llegamos a las 9 de la noche desde Florencia, para descubrir que el famoso hotel no quedaba a unos cuantos metros, sino como a 8 cuadras de la pinche estación. Y era más difícil encontrarlo que encontrar la dignidad del político boliviano promedio.

No obstante, arrastramos nuestras maletas por unos peladares oscuros y raros, con un olor penetrante a orine. Llegamos al bendito sitio y resultó ser un residencial. Una casota descascarada de varias alas, donde una de las alas, tenía cuatro pisos y el primer piso pertenecía al famoso hotel. 

Si pensaron que daríamos la vuelta sin siquiera entrar a the Hostel, están equivocados. Entramos igual, dispuestos a vivir la experiencia a pleno. La chica de recepción (AMOROSA ELLA) nos informa que no, que no tiene registrada nuestra reservación, y que esa noche el hotel está lleno, pero que llamaría a un colega suyo para que en otro hotel ¨exactamente igual¨ nos quedemos esa noche y al día siguiente VOLVAMOS a dormir las otras dos noches pendientes ahí.

Llega un chico de Bangladesh y nos lleva a paso vivo para una persona tan pequeña, por otros callejones y vericuetos. Yo ya estaba con mi cara de orto, porque además del cansancio, el hambre, el frío y el sueño, mis viejos resentimientos con Roma aparecían de nuevo. Muere Tony Maselli, Muere!

Bangladesh nos mete a otro edificio, más tétrico que el primero, donde ni siquiera había recepción ni nadie a quien pedirle auxilio si es que me daba una embolia, infarto, o decidía colgarme de una viga… y nos explica con ceremonia que para entrar al boliche hacen falta 4 llaves…una para la puerta principal, otra para la puerta del pasillo, otra para la otra puerta que da al famoso hotel, y otra para la habitación que nos correspondía. Entendí a cabalidad dada la zona donde íbamos a pernoctar, sólo faltaban los barrotes a la ventana, el perro pitbull en el jardín, el perímetro alambrado y estábamos listos.

La habitación era monacal, con un cama, mesa, bañito, sin teléfono y que daba a un callejón donde sospecho se vendían cuerpos sudorosos y sustancias ilegales.

Para más desgracia, un emputante sonido se colaba por nuestra ventana. Una especie d

e pitido que no sabíamos de dónde carajos salía y que me hacía pensar con desesperación que toda una noche con esa bulla en la oreja, el cansancio que traía y todo lo demás, acabarían por quitarme las ganas de seguir viviendo.

Si no nos cambiaban al día siguiente, y si era descansar ahí los 3 días, lo soportaba, pero la perspectiva de tener que mudarnos al día siguiente a primera hora…cuando lo único que queríamos era dormir ZZzzzzzz era deprimente.

La buena noticia? Había WIFI, fue así que rápidamente busqué otro hotel para pernoctar. Inmediatamente encontré uno que quedaba súper cerca de la estación y supuestamente el precio era accesible por ser Last minute booking. 

Fred fue a buscar a Bangladesh, que tenía su boliche real a unas cuatro cuadras del cuarto del infierno…al rato vuelven los dos y Bangladesh no nos quería dejar ir. Se interpuso entre la puerta y nuestra libertad, y afanosamente nos pedía que no nos marcháramos, tratamos de hacerle entender con mucho cariño que nos queríamos largar como alma que lleva el diablo, y Bangladesh marcaba su celular para pedir indicaciones. Escuché que dijo que vimos la habitación y que NO PIACE, y luego de una charla inentendible para nosotros pero digna de un corto indie, Bangladesh finalmente aceptó lo inevitable.

Partimos con energías renovadas por evadir tan triste destino y nos fuimos al otro hotel. Un hotel convencional, bonito, bien. Pero con un recepcionista que se había tragado un iceberg. Ni siquiera se fijó bien en la reservación, anotó rápidamente, nos dio la llave y nos despachó al cuarto. 

De ahí en más disfrutamos de la cordialidad italiana a mil, cordialidad que se solía manifestar de 3 maneras. 1) la menos frecuente: amabilidad real para indicarte direcciones  2) absoluta indiferencia o cara de orto ante cualquier requerimiento sea para pedir ayuda o para que te den un servicio 3) una amabilidad irónica, esa que te trata b

ien pero que en el fondo te dice que sos un pelotudo.

Aparte de esas idiosincracias que además eran bastantes conocidas en el resto de europa, lo que compensa a Roma es su intensa vida nocturna, sus hermosos monumentos, sus ruinas…recordemos que Roma es una ciudad construida sobre la antigua Roma y aún no se ha excavado toda la gloria del pasado romano. 

Caminar por Roma es ver cada cierto tiempo pedazos de historia e histeria. Vale la pena, aunque hace falta buen humor para sobrellevar ese carácter avinagrado de algunos tanos. 

Cosa chistosa: hay personas que se ponen como estatuas en la calle, con toda la producción: Maquillaje, vestuario, adornos…son artistas callejeros dizqué, pero en realidad son pide limosna, ponen unos letreros al pie de su performance donde escriben: Sono povedere: 3 bambini y otras cosas…Lo chistoso? Que podés ver cuatro o cinco de estos personajes en distintos puntos de la ciudad, TODOS tienen el mismo letrerito, con la misma letra y lo único que cambian es el número de bambinos.

Los 3 días y medio se pasaron volando, para descubrir que el recepcionista del hotel se había avivado y nos había cobrado el doble de lo que supuestamente era lo acordado. Intentamos hacerle ver el error mostrándole la confirmación de la reserva, el número de noches, de adultos, el precio total indicado…pero cuando se entercan así es imposible discutir o alegarles. Decidimos partir.

Después hice un reclamo a través del mail  a la cadena hotelera, desde donde el dueño de los chanchos reconoció de manera escueta el error y ofreció (de manera escueta también) resarcirlo. Me pregunto cuántos pobres turistas se quedan sin reclamar y les estafan el precio. 

Ahora mientras escribo, miro mi manilla de hilo que tengo en la mano derecha, manilla adquirida en Milán. En la visita al castillo Sforza, un senegalés nos abordó, nos llenó de discursos sobre  ¨Bolivia- Senegal are the same¨, nos pilló con la guardia baja (el primer día) y luego así casi sin darnos cuenta nos peló 10 euros. 

Sí, exceso de brutez…podríamos escribir una guía que se titule: Manual del Turista Pelotudo.

Mi mejor consejo para Italia es mucha tolerancia, evitar el contacto ocular con el resto y tratar de ser feliz con el paisaje. Gracias.

COSAS PARA VER Y DISFRUTAR EN ITALIA

Sus ruinas (coliseo romano, catacumbas, etc)

Sus museos, iglesias, monumentos  (la galería Ufizzi, el Vaticano (donde quedé abochornada ante la opulencia en la que se cobija la iglesia católica mientras su guía espiritual encubre pedófilos), sus Duomos, etc.)

Los tours, nos tocaron excelentes guías turísticos en Italia…gente muy apasionada en su oficio que realmente hizo una gran experiencia conocer cada lugar.

Sus helados

Sus pizzas y pastas

Su vino

La gran vida nocturna que tienen

OJO, OJO CON ITALIA EN:

Cambio de divisas…preferible sacar dinero de la tarjeta de crédito o débito que cambiar dinero. Se quedan como con un 10 a 15% de comisión por cambiarte unos pesos. Es demasiado. No conviene para nada. 

Vendedores ambulantes,  supuestos buenos samaritanos, siempre hay gente que te ronda en distintos lugares dispuestos a robarte aunque sea un euro. Las huevadas que venden en la calle son baratijas que no vale la pena comprar, en las tiendas de souvenirs evitar cualquier artefacto que funcione a pilas, electricidad, etc…después de 2 usadas o a veces sin usarlo, dejan de funcionar.

No suelen ser muy apegados a la verdad en cuanto a la calidad de los servicios. Cualquier cosa que reserven o compren anticipadamente, tengan un comprobante y jamás se queden sin reclamar.

Preferible usar el metro que el taxi, pero OJO con los tickets…ofrecen uno que es para 10 viajes pero que en realidad te sirve para usar un viaje por día. Si vas a estar 1, 2 o 3 días, te conviene el ticket de 1 euro y pagarlo cada vez que vayas a usarlo. Mejor comprar el ticket en los kioscos de los alrededores, que en las máquinas automáticas, porque en las máquinas te rondan y abordan numerosos intrusos.

OJO con la comida que ya está preparada y que supuestamente está lista para llevar, pueden ser pizzas que lleven días, meses, años o décadas cogiendo frío hasta que vos decidís comprarlas. Lo mismo en eso que se vende como buffet…suele ser comida recalentada que está todo el día ahí, de MUY
mala calidad y peor sabor. 

Suiza versus Bolivia

No, no es un duelo entre David y Goliat. Ni tampoco una historia onda Kusturica que comenzaría: Erase un país llamado Bolivia…No.

Hoy dejamos Suiza. Nuestro Europass ha sido activado oficialmente. En unas horas partimos hacia Italia y las montañas nevadas de Friburgo (esas que derramaban emoción) serán abandonadas hasta nuevo aviso.

El Festival de Cine de Friburgo nos abrió sus puertas y exhibió nuestro cortito (Rrrringgg Rrrringgg) en cuatro ocasiones, 1 cuando no habíamos llegado todavía y las otras tres propiciando un debate (los suizos son unos amorosos con los debates) en que el público nos hacía preguntas sobre lo visto.

Más tarde, en un restaurant thailandés (hemos venido a europa a tragar comida thailandesa) le diría a Fred muy filosóficamente: «No hay nadie diferente». «Explain it» Me diría con curiosidad. Y ahí le pasaría a hacer comparaciones odiosas de cómo fulana o sutano, en Bolivia ha trabajado durante años para construir una personalidad X, un look, una forma de pensar, un estilo de vida, y en cualquier lado encontrás a alguien que luce igual, que piensa similar, o que vive parecido. 

A cada paso que damos decimos: Mirá, la versión asiática de Ricardo Herrera! (sí, con nombre y apellido), y no es el único…pero más allá del tema físico o de estilo para vestir, hay algo que une a la humanidad y la hace la misma especie (por si a alguien le quedaba alguna duda de esa verdad grande como un templo)

Amén de las diferencias culturales, de que algunos champen la carne picada en trocitos en una ollita con aceite y agua, y otros ensarten pedacitos de carne sobre la parrilla y le llamen pacumuto, amén de eso…a todos nos preocupa lo mismo: soledad, amor, dinero, trascendencia, encontrar tu lugar en el mundo (qué horriblemente Coelho se lee eso) etc…

Una vez terminada nuestra última proyección, con un público de adolescentes suizos entre 13 y 15 años, las preguntas relacionadas a nuestro estilo de vida no se hicieron esperar. La precaria situación económica que supone una ola migratoria como la que nuestro corto representa, puede parecer una realidad un poco lejana…incluso para ciertos sectores de nuestra querida sociedad boliviana.

Para nosotros, como bolivianos, la realidad que los suizos viven nos parece lejana también. Un transporte público perfecto que hace que los atascaderos de tráfico, los putazos al calor del sol, el estrés del diario manejar sean inexistentes. Una educación obligatoria, TODOS tienen que ir al colegio y recibir educación, aprender a leer, a escribir, etc..Un sistema político que funciona como una maquinaria donde el derecho al inconformismo o al reclamo ha sido prácticamente anulado. Votan todo el tiempo, pero los diputados terminan eligiendo, sin embargo su sistema permite que la población no se sienta mal representada y que todos los bloqueos, huelgas, paros sean algo impensable.

En mi segundo día en Friburgo me golpeó otro detallazo: «Aquí, no hay indigentes», le susurré a Fred en medio de una película. El estado les busca una ocupación que los mantenga fuera de las calles, y es muy muy raro ver a gente pidiendo dinero en las calles. Nosotros hasta el momento no hemos visto a nadie. Niños trabajando? IMPOSIBLE.

¿Una sociedad más evolucionada? «Hagamos suizitos?» es una de las cosas que se te vienen a la cabeza. Pero los chicos suizos tienen sus problemas. Al ser cuestionados por nosotros sobre qué tema tocarían si quisieran hacer una película, cuál es el problema que más los aqueja…las respuestas eran:

– La relación entre chicos y chicas (RBD mataría en Suiza)

– Conseguir hierba (tal cual lo leen, consideran un problema no poder conseguir marihuana)

– Racismo (ese nos golpea a todos)

– Homofobia (ídem)

– Los niños pobres 

Pregunté cómo era la pobreza a la que aludían. Los niños pobres en Suiza viven en un departamento, tienen televisor, digamos que todo el día se la pasan encerrados ahí, excepto cuando van al colegio si es que no faltan, si van tienen problemas de adaptación, pocas relaciones sociales, lo cual deriva en más problemas. Un suizo puede tener un sueldo básico similar al sueldo de un puesto ejecutivo en Bolivia, pero obviamente el nivel de vida es mucho más caro también. Aquí tener 100 dólares en el bolsillo es como tener 100 Bs. allá.

El profesor de estos chicos, un pastor, un entusiasta pastor, nos comentaba que su gran preocupación como profesor era tratar de ampliarles la mente, que vean que más allá de sus casi perfectas fronteras suizas, habían otras realidades, un mundo que no es ordenado, ni tiene una vida cómoda como la que ellos llevan.

Uno de estos adolescentes comentaba que es verdad, que no apreciaban lo que tenían. Sin embargo, nosotros habíamos visto que las cosas no eran tan perfectas, y que tal como nos predijo una amable inmigrante, una vez dejás de ser turista en Suiza, y raspás un poquito la perfección, el oro que reluce, podrás ver las mismas debilidades y mezquindades de cualquier sociedad.

Mucho individualismo, al punto que muchas veces nos tocó ver ancianos comiendo solos en restaurantes, o tomándose un café absolutamente solos. Caminando solos. Paseando solos. Alguien nos decía que aquí la gente a cierta edad comienza a llevar una relación muy distante con sus padres o abuelos. Y que las relaciones personales tampoco son muy afectivas. Se comparte lo justo, se intima lo necesario.

Son ordenados, organizados, pero todo está delimitado. Al entrar a la universidad, tenés que elegir una especialización en tu área y abocarte a eso, la posibilidad de hacer algo diferente a lo que estudiaste o a tu especialidad, es casi inexistente. 

En broma le dije a un suizo: «Aquí está la Matrix» y Bolivia qué vendría a ser…existe un paralelismo para esta sociedad que parece un rompecabezas de 10000 piezas? encima con muchas de esas piezas claves perdidas?

O sea somos diferentes…pero no somos diferentes…podemos luchar por una identidad, una cultura, una forma de vida, algo que nos de sentido social…pero en el fondo, muy en el fondo somos la hija de alguien, la hermana de alguien, la madre o el padre de alguien, la vecina, la amiga, la novia, la amante…nos falta dinero, nos sobra dinero, discriminamos, nos discriminan, queremos, odiamos, etc…y lo que es MAS INCREIBLE si nos pinchan a todos los boludos que habitan el planeta tierra al mismo tiempo, TODOS sin excepción arrojaremos una gotita de color rojo. Aunque usted NO lo crea.

Nada como venir al otro lado del mundo a verse en un anciano que sentado frente a un vaso de cerveza, le habla animadamente al vacío…

PD: En unas horas Milán. Mientras tanto, la foto de las montañas que se ven desde mi ventana…y otra foto de la foto (qué tal!) de Ring Ring en un cine del festival.

PD2 Hoy vi Rompecabezas, MUY BUENA película argentina. La disfruté muchísimo, próximamente en El Deber.
PD 3: En 4 días más estaré viendo a Woddy Allen y su banda de jazz…próximamente en El Deber.

Chagall

 

Me desperté. Son las 2 aquí. La noche/madrugada/ es la misma en todos lados.Desde que llegué sueño que muero. Increíble. Ayer fue un homenaje al cine noir, me parece. Moría acribillada y un fantasma, que era yo misma, me veía a mí misma (bien egocéntrico) siendo cremada.  Luego el sueño entraba al thriller, porque había quienes empezaban a buscar mis restos, y nada che. Del polvo (o mejor dicho de un polvo) vine y en polvo me había convertido.Y ahora que otra vez fenecía de forma muy grandilocuente, mi sueño se interrumpió ante tanta inmolación onírica.
 
Aprovecho estos momentos de frío, silencio friburguense (estamos en Friburgo, rodeados de montañitas tipo por las que descendía Heidi con Copo de Nieve) para hablarles en onda catarrera de Chagall, de vitrales, de iglesas, deja vus y surrealismo.
 
Les ha pasado que ven muchas veces algo y no les mueve ni un cabello, y luego ven la misma maldita cosa y los vuelve completamente locos? Yo lo atribuyo a la edad y a la muerte de las ilusiones juveniles (sí, asumo mi vejez con dignidad). 

Eso me ocurrió con Chagall.  En Zurich cualquier guía turístico de poca monta te va a meter a la Iglesia Fraumünster a que veas los vitrales de Chagall. Yo los había visto en tres ocasiones ya. Y no, no es mi absoluto rechazo a esas casas tétricas llenas de símbolos y estatuas, donde no podés tomar fotografías pero si comprar souvenirs de los santos alabados, lo que me hizo ignorar macabramente a Chagall.

Pienso, me visualizo en el pasado, y no encuentro ningún puente emotivo con esa que se paró ante dichos vitrales y no sintió nada o sintió poco. No sé quién es esa y por qué era así. El caso es que la de hoy, que mañana será lejana quizás, se paró frente a los vitrales de Chagall y fue estúpidamente feliz.

Tontería turística, endorfinas liberadas por otras actividades, efectos del chocolate suizo o qué, quedé fascinada con el tipo. El azul, el verde y el rojo cobraron nuevo significado ante mis bolivianos ojitos.

Los vitrales fueron pintados por Chagall cuando tenía más de 80 años. Son 5, y todos son reflejos de historias bíblicas contadas a través del arte.

Los Profetas

Jaboco

La vida de Cristo

El fin del mundo

Moisés

Como no se pueden tomar fotos, les pongo esta que encontré en la web de los 3 principales y que no le hace justicia para nada. Yo escuchaba emocionada la charla de la guía que describía los vitrales de arriba a abajo.

Otra cosa conmovedora de Chagall, es que al igual que muchos de nosotros, tenía a su infancia como esa tierra querida, entrañable y de la que no podía desprenderse, a pesar de la pobreza y los momentos de difícil situación económica que le tocó vivir siendo niño.
 
Volcó esa nostalgia en sus pinturas, donde solía retratar con impactante colorido historias hermosas, surrealistas y oníricas. Llenas de fantasía. Un tipo sensible, judío, perseguido por los nazis, que una vez murió su primera esposa, no pudo trabajar durante 1 año, y cuando lo hizo, los colores fueron oscuros y las historias reflejadas, tristes.

Una de sus obras más conocidas es La Crucifixión Blanca.
Moriría en los 80s, siendo considerado uno de los pintores y grafistas más importantes del siglo XX. Estas son imágenes que valen la pena llevarse en el inconsciente a la hora de dormir. Así que ya que me retina se llenó del color infantil, poético de Chagall quizás ahora podré dormir tranquila.
Mientras tanto, en otras noticias breves:
– Pasaporte alemán encontrado. El eficiente servicio suizo, logró devolverme por 20 francos suizos (YES! cobraron la hallada jejeje) mi identidad social y política (dizqué) y la libretita que me permite  cruzar fronteras. Globalización las pelotas.
– Hoy presentamos el corto en Friburgo, y luego de presentarlo, se nos acercó gente local que había viajado/vivido en Bolivia y se encontraba emocionada porque nosotros estemos aquí, emocionados también. La emoción se desborda por las montañas nevadas de Friburgo. Quién lo diría.

Zurich
*extraído de las Crónicas WTF!
Bitácora de vuelo: Día 1. Días que faltan para que termine el viaje: 32. Estado actual: Ilegal
No hay cosa más triste y desgraciada que hacerte un viaje de 38 horas, saltando de avión en avión, siendo revisada, cuestionada de tus motivos de viaje, durmiendo en sentada en un lugar donde la promiscuidad reina, y una vez llegás a tu destino: feliz, extasiada, con la alegría de aquel que cumplió una meta, siendo la viva imagen del payaso McDonald (estridente y con la sonrisa de oreja a oreja) descubrís que olvidaste tu pasaporte en el baño de un pinche aeropuerto.
Sí, estoy hablando de mí. De la indocumentada Moniq H, de la que ahora pasó a ser parte de la canción de Manu Chao: Clandestino.
Hasta el momento las aventuras o anécdotas habían sido pocas pero coloridas:
– Un menonita extrañamente hipermegaextrovertido al que le faltaban 4 dedos y que le buscaba charla a cualquiera que hiciera contacto visual con él. Al notar su modus operandi, decidí fijar mi mirada en el piso, así no se ponía confianzudo conmigo, pero Fred es otro cantar. Así fue que escuché un par de chistes raros de difícil descripción.
– Las casi colonoscopías que le hacían a Fred al pasar los puestos de revisión, el hombre hacía temblar los detectores de metales y los europeos no se andan con vueltas. Ahí nomás lo metieron a un cubículo donde dice que le manotearon las joyas de la familia. Yo me cagaba de risa viendo el show, seguro que pensaban que era dealer, mercenario de guerra o ladrón de órganos.
Descubierto el hallazgo de la pérdida, cuando ya nos encontrábamos en el hotel, dispuestos a hacer un esfuerzo para terminar el día y reponer fuerzas…volvimos al aeropuerto a PREGUNTAR.
Entonces empezamos a notar cosas puntuales sobre Zurich y los suizos:
– El orden existe. No es una palabra rara de la Real Academia de la Desidia Boliviana, que muchos no conocemos. Existe. En serio que el orden existe y qué freak puede ser! Hacer un reclamo de pasaporte perdido sólo se puede realizar en el área donde se perdió. En este caso, Terminal 1. Tratábamos de explicarle al suizo de Lostandfound (oficina encargada de este tipo de INVESTIGACIONES) que el hecho sucedió «antesingo de salir de donde llegamos. Cuando subimos una escalera eléctrica. un baño a la derecha». Nos miraba como diciendo «Què par de pelotudos», pero haciendo gala de una infinita paciencia trataba de descubrir de qué carajos hablábamos…llegamos a la conclusión que ya hay ciertas cosas que es en vano hablarlas, que es al pedo tratarlas al vivo, así que nos dio la dirección de una página web, donde encontraría un formulario y podría ver las cosas que se encuentren en TODOS los aeropuertos de Suiza.
– Con el änimo destruido, y la imposibilidad de enfrentarme a cualquiera que me pida: SO DOCUMENTO, notè que estos amorosos suizos ceden el paso al peatön. No es bocinearte y mandarte a la mierda cuando cruzäs un paso de cebra, es frenar el auto, hacerte la indicaciön para que crucës y darte paso.
– Suiza puede estar muy adelantada pero carajo que cobran TODO. No por nada estos desgraciados acumulan dölares en los bancos y son conocidos por sus aseguradoras, aquï NADA es gratis, ni cortesïa, ni nada de nada. WIFI? Pagäs querido. PAGAS. 10 dölares x 3 horas. Los ketchup esos que hasta la mäs miserable hamburgueserïa de Santa Cruz te da a manos llenas, PAGAS querido, PAGAS. Todo tiene impreso el sïmbolo del franco suizo. Si el senor Burns no fuera de Springfield, capaz que serïa oriundo de Suiza.
– Moralidad versus inmoralidad: Tienen uno de los mejore sistemas de transporte püblico que he visto. Excepcional. PUNTUALISIMO, cuando el tren dice que va a partir a la 3:33 parte a las 3:33. Llega a las 3:31 baja y sube gente hasta las 3:33 y finalmente parte a la hora EXACTA. Muy freak. Encima en los viaje locales NO revisan casi nunca si tenës el ticket, es asï que sacando mi bolivianidad a flote le dije a Fred: Ahorrëmonos 100 francos suizos en trenes (100 dölares) si nunca revisan. Fred me mirö muy consternado preguntändose con quë clase de monstruito se habïa ido de viaje. ES INMORAL, me dijo. Hmmm pude esgrimir argumentos morales que desbaraten la inmoralidad de robarle al servicio püblico suizo, pero lo de mi pasaporte me tenïa de capa caïda y no quise agregarle mäs mal karma a mi maltrecha situaciön.
– Zurich es mäs chico que Santa Cruz. Zurich tiene menos habitantes que Santa Cruz. Pero Zurich es mucho mäs moderna y organizada que Santa Cruz. Zurich es mäs frïa y cara que Santa Cruz. Santa Cruz es caötica, jodida y caliente como las bolas de un toro. Extrano Santa Cruz.
Bueno, despuës de llegar hechos bolsa a este bendito païs, decidimos buscar dönde comer algo tïpico, tradicional suizo. Hechos los turistas dizque! A 8 minutos de buscar uno de los restaurantes mäs tradicionales de Zurich, el hambre, el cansancio, el campesinismo y la ordinariez mal disimulada, hizo que ante la primera M amarilla en fondo rojo que vimos, nos entremos a comer como cerdos.
Y ese fue el primer dïa. Boliviana con pasaporte alemän perdido en el bano del aeropuerto de Zurich, sin posibilidad de ir a embajada boliviana, ya que viajö con pasaporte alemän y sin posibilidad de ir a embajada alemana, ya que estaba cerrada por 3 dïas.
No importa. Siempre me sentï extranjera. Cuando tenga ganas, si es que todavïa las fuerzas del orden no me agarran y si pago el pinche WIFI… continüo.
Pondrïa fotos, pero por perder u olvidar, hasta olvidë en mi casa el cable que descarga las fotos de la cämara fotogräfica.
Ajä. Mi vida es un corto kitsch, aburrido pero con situaciones pelotudas.
Cambio y juera.

We are the world (Parte 2)

Lo prometido es deuda, he aquí la segunda parte de fotos espectaculares que expresan momentos históricos y grandes emociones.
1)Vietnam Napalm Girl (Nick Ut)
Esta foto es una de las más famosas. Fue tomada el 8 de junio de 1972, cuando USA atacó con Napalm una villa en el Sur de Vietnam, durante la Guerra. En ella vemos a Phan Thị Kim Phúc de 9 años, desnuda, llorando y con casi todo el cuerpo quemado. En entrevistas posteriores, la protagonista contaría que gritaba: «Demasiado caliente! Demasiado Caliente!»
Fue el mismo fotógrafo quien llevó a la niña al hospital. Ahí permaneció 14 meses y recibió 17 operaciones que intentaron salvarle la vida. El HDP de Nixon, incluso llegó a dudar de la autenticidad de la foto, insinuando que fue trucada para darle una mala imagen internacional. Existen otras fotos, momentos antes que ésta fuera tomada, donde se puede apreciar a la misma niña con el cuerpo despellejado por las quemaduras…
En un principio la foto de Ut fue vetada por mostrar un desnudo frontal, ajá, no por el horror de la guerra, la tragedia de una nación sumida en una masacre, no…sólo porque había una niña desnuda. Finalmente, prevaleció el poder de la noticia y la foto se convirtió en ícono de una guerra absurda.
La niña, hoy mujer, vive actualmente en Canadá. Aún conserva cicatrices de quemaduras en la mayor parte del cuerpo y mantiene contacto con el fotógrafo que la inmortalizó, a quien cariñosamente llama «Tío».
2) Soldado Exhausto (Tim Hetherington)
Esta foto fue tomada el 16 de septiembre del 2007. El fotógrafo británico se encontraba en Afganistán haciendo un reportaje para Vanity Fair. Su misión era tratar de mostrar el lado humano y los conflictos que viven los jóvenes soldados americanos en lugares tan inhóspitos.
Se trataba de un día de muchísimo calor. La rutina consistía en avanzar tratando de no morir por las minas o por ataques suicidas. El Korengal Valley fue el escenario, donde la guerra continuaba siendo el pan de cada día. Tras intensos combates, un soldado agotado se dirigió al búnker Restrepo, nombrado así en honor a un médico del grupo que había muerto.
Exhausto, se apoyó contra la arena, se sacó el casco, se llevó la mano a la cabeza y CLICK. El momento quedó grabado para siempre. En ella se siente el cansancio de un soldado joven, que ve morir a compañeros todos los días y el cansancio de una nación. Nación que hasta el día de hoy ve regresar a sus soldados en cajones.
3) Beirut (Spencer Platt)

La foto corresponde a un periodista americano que trabaja para el sitio Getty Images. En el 2006 fueron numeros los fotógrafos que intentaron capturar la magnitud de violencia generada por el conflicto en el Líbano. Fue tomada el 16 de agosto de ese año, después de un ataque a un suburbio en Beirut.

En ella observamos a un grupo de jóvenes en un auto descapotable pasando por el caos y la destrucción dejados por el ataque. La imagen trajo consigo un agrio debate sobre los dos lados que tiene el Líbano, uno de glamour alejado de los conflictos que vive la gente «real» y otro donde los ataques con bombas, y la violencia son cosa de todos los días.

El fotógrafo evadió hacer juicios de valor, ya que los jóvenes que aparecen en la foto simbolizando la frivolidad, explicaron después que en ese momento se encontraban horrorizados y tristes con lo que veían. Casi todos eran desplazados por la guerra, el auto era prestado al conductor por su novia, para que busquen sus casas y vean en qué estado habían quedado.

La foto a primera vista hace pensar que estos son chicos con poder adquisitivo, que fueron a echar un vistazo. Una chica saca fotos con su celular, otra se tapa la nariz, las ruinas de fondo. La verdad, sólo la saben ellos. El hecho real es que Líbano es un país de contrastes, y Beirut está devastado por rencillas religiosas, étnicas y lucha de clases.

4) El Prisionero (Jean Marc Boujou)

Esta foto es heartbreaking. El fotógrafo francés Boujou la tomó el 31 de marzo del 2003 en la base americana de An Najaf, al sur de Irak, en plena invasión. Se trataba de un improvisado campo de prisioneros irakíes.
La escena se dio entre este padre con la cabeza cubierta, y su hijo de 4 años. El prisionero en un primer instante estaba atado, e intentaba calmar a su hijo que lloraba, hablándole. Eso no funcionaba. Un soldado americano se apiadó del hombre, lo desató y le permitió al niño acercarse. El padre consoló al hijo, la cámara hizo CLICK y nos dejó la imagen congelada.
El fotógrafo la tomó a escondidas, sólo tuvo tiempo de hacer dos disparos de cámara antes de guardar el aparato para que no se lo confisquen. Nunca supo qué pasó con el prisionero y el niño. Ambos personajes se inmortalizan en este abrazo a rostro cubierto del adulto, y la calma-angustia en el rostro del niño.
Para el fotógrafo, es un retrato de la guerra. No es necesario mostrar tanques, muertos, soldados, batallas, al final sólo importan este tipo de imágenes. Una imagen donde se ve el amor y la compasión, e incluso se puede hablar de la compasión del soldado americano que se atrevió a permitir el abrazo.
5) Miedo en Grandes Lagos (José Cendón)

Hay regiones del mundo que llevan una vida diaria tan surrealista, que es difícil hablar de ellas. Es el caso de la zona africana compuesta por Ruanda, Burundí y Uganda. Países devastados por guerras civiles étnicas y religiosas. Zonas en que grupos violentos de limpieza, han causado tal ruina psicológica y social, que los daños son casi incalculables.

José Cendón es un fotógrafo español que viajó a esa zona en el 2006 y consiguió tomar 41 fotografías impactantes en asilos psiquiátricos. La que ilustra esta nota le valió el premio WordPress en ese año. Cendón comentaba que gran parte de estos pacientes son ex soldados, o gente que ha sido traumatizada por la guerra de una manera tan profunda, que su nexo con la realidad se ha roto.

Las condiciones en las que viven en estos psiquiátricos son austeras. Las instantáneas muestran así el olor del miedo. «Es el tufo de los cinco millones de muertos que ha dejado la guerra de El Congo durante los últimos 11 años, la más mortífera tras la II Guerra Mundial; el efluvio que desprenden los 800.000 tutsis asesinados, en su mayoría a machetazos, durante el genocidio ruandés en 1994, en unos meses de auténtica locura en los que se mataba a un ritmo de 333 personas por hora, lo que supone una media mayor incluso que la del holocausto judío; y el hedor de las más de 300.000 personas asesinadas en Burundi desde que estalló la guerra civil en 1993», declaró el fotógrafo.

Too much. Eriza la piel.

6) Atomicus (Philippe Halsman)

Y para cerrar esta segunda parte (habrán más), una foto positiva y espectacular. El gran Dalí inmortalizado por Philippe Halsman, que sin el artificio del photoshop, consiguió esta foto después de 28 intentos. A la orden del fotógrafo Dalí saltaba, botaban el agua y los gatos, creando esa ilusión de suspensión.

Fue tomada en 1948, y el título de la foto hace referencia a una pintura del mismo Dalí llamada Leda Atómica, que en la foto está presente detrás de los gatos. La idea central gira en torno a la ’suspensión’, estado de los átomos (la foto fue tomada en los comienzos de la ‘era atómica’).

Una imagen genial de un genio tomada por otro genio.

Lovecraft

Para que nos dejemos de huevadas, y dedicado a todos los fans de Stephanie Meyer que me envían cariñosos mensajes al mail deseándome una muerte lenta y dolorosa, aquí les dejo a H. P. Lovecraft…señor de señores. Oscuro escritor americano, conocido por ser un maestro de la ficción terror.
Quienes estén pensando que este muchachón es un vulgar Stephen King…ERROR.
A este sujeto le debo grandes grandes momentos al calor de la noche eterna, cuando veía salir el sol (como cantaba Yuri: Detrás de mi ventana) sin poder cerrar los ojos.
De él les dejo, este magnífico cuento corto llamado EL INTRUSO, también llamado EL EXTRAÑO, siguiendo la línea «vampírica» experimentada en otros relatos suyos, este es sin duda, uno de los mejorcitos que he leído, encima escrito en 1921, en primera persona…Un lujo.
EL INTRUSO

Infeliz es aquel a quien sus recuerdos infantiles sólo traen miedo y tristeza. Desgraciado aquel que vuelve la mirada hacia horas solitarias en bastos y lúgubres recintos de cortinados marrones y alucinantes hileras de antiguos volúmenes, o hacia pavorosas vigilias a la sombra de árboles descomunales y grotescos, cargados de enredaderas, que agitan silenciosamente en las alturas sus ramas retorcidas. Tal es lo que los dioses me destinaron… a mí, el aturdido, el frustrado, el estéril, el arruinado y sin embargo, me siento extrañamente satisfecho y me aferro con desesperación a esos recuerdos marchitos cada vez que mi mente amenza con ir más allá, hacia el otro.

No sé dónde nací, salvo que el castillo era infinitamente horrible, lleno de pasadizos oscuros y con altos cielos rasos donde la mirada sólo hallaba telarañas y sombras. Las piedras de los agrietados corredores estaban siempre odiosamente húmedas y por doquier se percibía un olor maldito, como de pilas de cadáveres de generaciones muertas. Jamás había luz, por lo que solía encender velas y quedarme mirándolas fijamente en busca de alivio; tampoco afuera brillaba el sol, ya que esas terribles arboledas se elevaban por encima de la torre más alta. Una sola, una torre negra, sobrepasaba el ramaje y salía al cielo abierto y desconocido, pero estaba casi en ruinas y sólo se podía ascender a ella por un escarpado muro poco menos que imposible de escalar.

Debo haber vivido años en ese lugar, pero no puedo medir el tiempo. Seres vivos debieron haber atendido a mis necesidades, y sin embargo no puedo rememorar a persona alguna excepto yo mismo, ni ninguna cosa viviente salvo ratas, muerciélagos y arañas, silenciosos todos. Supongo que, quienquiera me haya cuidado, debió haber sido asombrosamente viejo, puesto que mi primera representación mental de una persona viva fue la de algo semejante a mí, pero retorcido, marchito y deteriorado como el castillo. Para mí no tenían nada de grotescos los huesos y los esqueletos esparcidos por las criptas de piedra cavadas en las profundidades de los cimientos. En mi fantasía asociaba estas cosas con los hechos cotidianos y los hallaba más reales que las figuras en colores de seres vivos que veía en muchos libros mohosos.

En esos libros aprendí todo lo que sé. Maestro alguno me urgió o me guió, y no recuerdo haber escuchado en todos esos años voces humanas…, ni siquiera la mía; ya que, si bien había leído acerca de la palabra hablada nunca se me ocurrió hablar en voz alta. Mi aspecto era asimismo una cuestión ajena a mi mente, ya que no había espejos en el castillo y me limitaba, por instinto, a verme como un semejante de las figuras juveniles que veía dibujadas o pintadas en los libros. Tenía conciencia de la juventud a causa de lo poco que recordaba.

Afuera, tendido en el pútrido foso, bajo los árboles tenebrosos y mudos, solía pasarme horas enteras soñando lo que había leído en los libros; añoraba verme entre gentes alegres, en el mundo soleado allende de la floresta interminable. Una vez traté de escapar del bosque, pero a medida que me alejaba del castillo las sombras se hacían más densas y el aire más impregnado de crecientes temores, de modo que eché a correr frenéticamente por el camino andado, no fuera a extraviarme en un laberinto de lúgubre silencio.

Y así, a través de crepúsculos sin fin, soñaba y esperaba, aún cuando no supiera qué. Hasta que en mi negra soledad, el deseo de luz se hizo tan frenético que ya no pude permanecer inactivo y mis manos suplicantes se elevaron hacia esa única torre en ruinas que por encima de la arboleda se hundía en el cielo exterior e ignoto. Y por fin resolví escalar la torre, aunque me cayera; ya que mejor era vislumbrar un instante el cielo y perecer, que vivir sin haber contemplado jamás el día.

A la húmeda luz crepuscular subí los vetustos peldaños de piedra hasta llegar al nivel donde se interrumpían, y de allí en adelante, trepando por pequeñas entrantes donde apenas cabía un pie, seguí mi peligrosa ascensión. Horrendo y pavoroso era aquel cilindro rocoso, inerte y sin peldaños; negro, ruinoso y solitario, siniestro con su mudo aleteo de espantados murciélagos. Pero más horrenda aún era la lentitud de mi avance, ya que por más que trepase, las tinieblas que me envolvían no se disipaban y un frío nuevo, como de moho venerable y embrujado, me invadió. Tiritando de frío me preguntaba por qué no llegaba a la claridad, y, de haberme atrevido, habría mirado hacia abajo. Antojóseme que la noche había caído de pronto sobre mí y en vano tanteé con la mano libre en busca del antepecho de alguna ventana por la cual espiar hacia afuera y arriba y calcular a qué altura me encontraba.

De pronto, al cabo de una interminable y espantosa ascensión a ciegas por aquel precipicio cóncavo y desesperado, sentí que la cabeza tocaba algo sólido; supe entonces que debia haber ganado la terraza o, cuando menos, algúna clase de piso. Alcé la mano libre y, en la oscuridad, palpé un obstáculo, descubriendo que era de piedra e inamovible. Luego vino un mortal rodeo a la torre, aferrándome de cualquier soporte que su viscosa pared pudiera ofrecer; hasta que finalmente mi mano, tanteando siempre, halló un punto donde la valla cedía y reanudé la marcha hacia arriba, empujando la losa o puerta con la cabeza, ya que utilizaba ambas manos en mi cauteloso avance. Arriba no apareció luz alguna y, a medida que mis manos iban más y más alto, supe que por el momento mi ascensión había terminado, ya que la puerta daba a una abertura que conducía a una superficie plana de piedra, de mayor circunferencia que la torre inferior, sin duda el piso de alguna elevada y espaciosa cámara de observación. Me deslicé sigilosamente por el recinto tratando que la pesada losa no volviera a su lugar, pero fracasé en mi intento. Mientras yacía exhausto sobre el piso de piedra, oí el alucinante eco de su caída, pero con todo tuve la esperanza de volver a levantarla cuando fuese necesario.

Creyéndome ya a una altura prodigiosa, muy por encima de las odiadas ramas del bosque, me incorporé fatigosamente y tanteé la pared en busca de alguna ventana que me permitiese mirar por vez primera el cielo y esa luna y esas estrellas sobre las que había leído. Pero ambas manos me decepcionaron, ya que todo cuanto hallé fueron amplias estanterías de mármol cubiertas de aborrecibles cajas oblongas de inquietante dimensión. Más reflexionaba y más me preguntaba qué extraños secretos podía albergar aquel alto recinto construido a tan inmensa distancia del castillo subyacente. De pronto mis manos tropezaron inesperadamente con el marco de una puerta, del cual colgaba una plancha de piedra de superficie rugosa a causa de las extrañas incisiones que la cubrían.

La puerta estaba cerrada, pero haciendo un supremo esfuerzo superé todos los obstáculos y la abrí hacia adentro. Hecho esto, invadióme el éxtasis más puro jamás conocido; a través de una ornamentada verja de hierro, y en el extremo de una corta escalinata de piedra que ascendía desde la puerta recién descubierta, brillando plácidamente en todo su esplendor estaba la luna llena, a la que nunca había visto antes, salvo en sueños y en vagas visiones que no me atrevía a llamar recuerdos.

Seguro ahora de que había alcanzado la cima del castillo, subí rápidamente los pocos peldaños que me separaban de la verja; pero en eso una nube tapó la luna haciéndome tropezar, y en la oscuridad tuve que avanzar con mayor lentitud. Estaba todavía muy oscuro cuando llegué a la verja, que hallé abierta tras un cuidadoso examen pero que no quise trasponer por temor de precipitarme desde la increíble altura que había alcanzado. Luego volvió a salir la luna.

De todos los impactos imaginables, ninguno tan demoníaco como el de lo insondable y grotescamente inconcebible. Nada de lo soportado antes podía compararse al terror de lo que ahora estaba viendo; de las extraordinarias maravillas que el espectáculo implicaba. El panorama en sí era tan simple como asombroso, ya que consistía meramente en esto: en lugar de una impresionante perspectiva de copas de árboles vistas desde una altura imponente, extendíase a mi alrededor, al mismo nivel de la verja, nada menos que la tierra firme, separada en compartimentos diversos por medio de lajas de mármol y columnas, y sombreada por una antigua iglesia de piedra cuyo devastado capitel brillaba fantasmagóricamente a la luz de la luna.

Medio inconsciente, abrí la verja y avancé bamboleándome por la senda de grava blanca que se extendía en dos direcciones. Por aturdida y caótica que estuviera mi mente, persistía en ella ese frenético anhelo de luz, ni siquiera el pasomoso descubrimiento de momentos antes podía detenerme. No sabía, ni me importaba, si mi experiencia era locura, enajenación o magia, pero estaba resuelto a ir en pos de luminosidad y alegría a toda costa. No sabía quién o qué era yo, ni cuáles podían ser mi ámbito y mis circunstancias; sin embargo, a medida que proseguía mi tambaleante marcha, se insinuaba en mí una especie de tímido recuerdo latente que hacía mi avance no del todo fortuito, sin rumbo fijo por campo abierto; unas veces sin perder de vista el camino, otras abandonándolo para internarme, lleno de curiosodad, por praderas en las que sólo alguna ruina ocasional revelaba la presencia, en tiempos remotos, de una senda olvidada. En un momento dado tuve que cruzar a nado un rápido río cuyos restos de mampostería agrietada y mohosa hablaban de un puente mucho tiempo atrás desaparecido.

Habían transcurrido más de dos horas cuando llegué a lo que aparentemente era mi meta: un venerable castillo cubierto de hiedras, enclavado en un gran parque de espesa arboleda, de alucinante familiaridad para mí, y sin embargo lleno de intrigantes novedades. Vi que el foso había sido rellenado y que varias de las torres que yo bien conocía estaban demolidas, al mismo tiempo que se erguían nuevas alas que confundían al espectador. Pero lo que observé con el máximo interés y deleite fueron las ventanas abiertas, inundadas de esplendorosa claridad y que enviaban al exterior ecos de la más alegre de las francachelas. Adelantándome hacia una de ellas, miré el interior y vi un grupo de personas extrañamente vestidas, que departían entre sí con gran jarana. Como jamás había oído la voz humana, apenas sí podía adivinar vagamente lo que decían. Algunas caras tenían expresiones que despertaban en mí remotísimos recuerdos; otras me eran absoluntamente ajenas.

Salté por la ventana y me introduje en la habitación, brillantemente ilumindada, a la vez que mi mente saltaba del único instante de esperanza al más negro de los desalientos. La pesadilla no tardó en venir, ya que, no bien entré, se produjo una de las más aterradoras reacciones que hubiera podido concebir. No había terminado de cruzar el umbral cuando cundió entre todos los presentes un inesperado y súbito pavor, de horrible intensidad, que distorsionaba los rostros y arrancaba de todas las gargantas los chillidos más espantosos. El desbande fue general, y en medio del griterío y del pánico varios sufrieron desmayos, siendo arrastrados por los que huían enloquecidos. Muchos se taparon los ojos con las manos y corrían a ciegas llevándose todo por delante, derribando los muebles y dándose cotra las paredes en su desesperado intento de ganar alguna de las numersas puertas.

Solo y aturdido en el brillante recinto, escuchando los ecos cada vez más apagados de aquellos espeluznates gritos, comencé a temblar pensando qué podía ser aquello que me acechaba sin que yo lo viera. A primera vista el lugar parecía vacío, pero cuando me dirirgí a una de las alcobas creí detectar una presencia… un amago de movimiento del otro lado del arco dorado que conducía a otra habitación, similar a la primera. A medida que me aproximaba a la arcada comencé a percibir la presencia con más nitidez; y luego, con el primero y último sonido que jamás emití –un aullido horrendo que me repugnó casi tanto como su morbosa causa–, comtemplé en toda su horrible intensidad el iconcebible, indescriptible, inenarrable mostruo que, por obra de su mera aprarición, había convertido una algre reunión en una horda de deliriantes fugitivos.

No puedo siquiera decir aproximadamente a qué se parecía, pues era un compuesto de todo lo que es impuro, pavoroso, indeseado, anormal y detestable. Era una fantasmagórica sombra de podredumbre, decrepitud y desolación; la pútrida y viscosa imagen de lo dañino; la atroz desnudez de algo que la tierra misericordiosa debería ocultar por siempre jamás. Dios sabe que no era de este mundo –o al menos había dejado de serlo–, y sin embargo, con enorme horror de mi parte, pude ver en sus rasgos carcomidos, con huesos que se entreveían, una repulsiva y lejana reminisencia de formas humanas; y en sus enmohecidas y destrozadas ropas, una indecible cualidad que me estremecía más aún.

Estaba casi paralizado, poro no tanto como para no hacer un débil esfuerzo hacia la salvación: un tropezón hacia atrás que no pudo romper el hechizo en que me tenía apresado el monstruo sin voz y sin nombre. Mis ojos, embrujados por aquellos asqueantes ojos vítreos que los miraba fijamente, se negaba a cerrarse, si bien el terrible objeto, tras el primer impacto, se veía ahora más confuso. Traté de levantar la mano y disipar la visión, pero estaba tan anonadado que el brazo no respondió por entero a mi voluntad. Sin embargo, el intento fue suficiente como para alterar mi equilibrio y, bamboléandome, di unos pasos hacia adelante para no caer. Al hacerlo adquirí de pronto la angustiosa noción de la proximidad de la cosa, cuya inmunda respiración tenía casi la impresión de oír. Poco menos que enloquecido, pude no obstante adelantar una mano para detener a la fétida imagen, que se acercaba más y más, cuando de pronto, mis dedos tocaron la extremidad putrefacta que el monstruo extendía por debajo del arco dorado.

No chillé, pero todos los satánicos vampiros que cabalgan en el viento de la noche lo hicieron por mí, a la vez que dejaron caer en mi mente una avalancha de anonadantes recuerdos.

Supe en ese mismo instante todo lo ocurrido; recordé hasta más allá del terrorífico castillo y sus árboles; reconocí el edificio en el cual me hallaba; reconocí, lo más terrible, la impía abominación que se erguía ante mí, mirándome de soslayo mientras apartaba de los suyos mis dedos manchados.

Pero en el cosmos existe el bálsamo además de la amargura, y ese bálsamo es el olvido. En el supremo horror de ese instante olvidé lo que me había espantado y el estallido del recuerdo se desvaneció en un caos de reiteradas imágenes. Como entre sueños, salí de aquel edificio fantasmal y execrado y eché a correr rauda y silenciosamente a la luz de la luna. Cuando retorné al mausoleo de mármol y descendí los peldaños, encontré que no podía mover la trampa de piedra; pero no lo lamenté, ya que había llegado a odiar el viejo castillo y sus árboles.

Ahora cabalgo junto a los fantasmas, burlones y cordiales, al viento de la noche, y durante el día juego entre las catacumbas de Nefre–Ka, en el recóndito y desconocido valle de Hadoth, a orillas del Nilo. Sé que la luz no es para mí, salvo la luz de la luna sobre las tumbas de roca de Neb, como tampoco es para mí la alegría, salvo las innominadas fiestas de Nitokris bajo la Gran Pirámide; y sin embargo en mi nueva y salvaje libertad, agradezco casi la amargura de la alienación.

Pues aunque el olvido me ha dado la calma, no por eso ignoro que soy un extranjero; un extraño a este siglo y a todos los que aún son hombres. Esto es lo que supe desde que extendí mis dedos hacia esa cosa abominable surgida en aquel gran marco dorado; desde que extendí mis dedos y toqué una fría e inexorable superficie de pulido cristal.

Baby, you can turn me on
Por: Mónica Heinrich V.

Señores, este post tiene el único objetivo de informarles que el Rey ha vuelto. Sí, si esto fuera un libro se llamaría El Retorno del Rey (suck it Tolkien). 
Quizás en tierras tan tropicales, lugar macondiano que desde que acabó el carnaval del 2009 están inflando las vejigas del carnaval 2010, a nadie le interese un sorete que los Juegos Olímpicos Vancouver de invierno ya empezaron. Empezaron el viernes pasado, entre la gloria y el drama. 
Gloria porque se trata de 2632 atletas compitiendo por distintas medallas, y drama porque desde 1992 que no fallecía un atleta en dicha competición. Si bien es cierto que Nodar Kumaritashvili murió en un accidente de luge (mientras entrenaba) horas antes de la inauguración, el fallecimiento empañó unos juegos que estaban destinados a ser sólo celebración.
No obstante, the show must go on. Y es así que mañana 16 y el jueves 18, se llevarán a cabo las presentaciones que corresponden a Patinaje Artístico. 
Este deporte lo tiene todo para ser un deporte que se pueda amar: requiere entrenamiento físico, talento, transmitir, una buena coreografía, buen vestuario, buena música, o sea…no cualquier boludo/a puede ser patinador artístico. 
Se sacrifican muchas cosas, amén de una vida dedicada al entrenamiento, y el poner en segundo lugar familia, amigos y diversión, el patinador artístico sufre problemas físicos. La gran mayoría acaba con las rodillas destrozadas antes de los 30 años, o con necesidad de hacerse implantes o prótesis para seguir patinando. 
En ese limbo de dioses del patinaje artístico se encuentran dos rusos: Alexei Yagudin y Evgeni Plushenko. A pesar de ser rusos y compañeros de equipo, uno era el rival del otro, y era entre ambos que quedaba la lucha por el oro. 
Por un lado Alexei Yagudin pertenece a un raro estilo de patinador. Más masculino que el promedio, sus performances siempre tenían detalles grandiosos y destinados a impactar al espectador. 

Apasionado y entregado, la pista ardía cuando Yagudin se encontraba encima de ella. Es el único patinador artístico de la historia que ostenta marcas perfectas en todas sus presentaciones cuando ganó el oro en los Juegos Olímpicos 2002. Aquí Overcome, el largo que le dio el oro en dichos juegos. Una presentación PERFECTA. Para los que quieran ver cómo se ve el paso de la luna de Michael Jackson sobre hielo, esta es su oportunidad.
Yagudin acabaría con las rodillas destrozadas por los saltos ejecutados en sus complejas coreografías, se haría un transplante en el 2007, pero su retiro de las competiciones oficiales se anunció un año después de ganar los Juegos Olímpicos.
Por otro lado está Evgeni Plushenko. El Rey. 
Mucho más clásico que Yagudin, más distante, más ¨estudiado¨, Plushenko fue transformándose para enganchar al público. De ser un frío y estirado patinador, se volvió un show man. Bien lo puede atestiguar esta presentación en que usa de soundtrack el famoso tema Sex Bomb de Tom Jones. Mientras algunos lo hemos utilizado para hacer streapteases caseros, Plushenko lo usó para una memorable presentación sobre el hielo. 
Este mismo Plushenko se retiraría del patinaje hace años debido a lesiones constantes con sus rodillas. Se lo recordaría por ser uno de los pocos hombres capaces de hacer el Biellmann Spin (figura en que se levanta la pierna hacia atrás formando un arco) y por ser capaz de múltiples combinaciones de saltos (4-3-2, 4-3-3, 4-2-2-).
Con operaciones de por medio, el gran Plushenko vuelve a las pistas. Ya ganó la Eurocopa este 2010 y es la presentación más esperada de los juegos olímpicos en Vancouver. Las apuestas que este ruso se llevará el oro son casi unánimes. Aquí una de las presentaciones que le dio el Oro en la Eurocopa 2010.
Así que mañana, los que tienen Cotas Cable pueden disfrutarlo a través del canal 6 o el canal 47. Hay que estar atentos…si tenemos suerte podremos disfrutar de uno de sus grandes saltos, y si está inspirado capaz y haga historia. Sus máximos rivales son el francés Brian Joubert, el suizo Stephane Lambiel y el checo Tomas Verner. 
El francés es un ENCANTO, y puede dar la sorpresa ya que posee un frondoso currículum. El suizo todavía es muy joven, aunque se caracteriza por presentaciones enérgicas, además de tener muchas medallas encimas y el checo Tomas Verner actualmente es el número 1 del mundo, y campeón europeo 2008. 
En el apartado damas, el oro parece estar entre la coreana Yu-Na Kim y la italiana Carolina Kostner.
La cosa va a estar color de hormiga. Crucemos los dedos por Plushenko. El Rey ha vuelto. Viva el Rey.

Amor

Por: Mónica Heinrich V
En este día lluvioso, el Amor se prostituye al consumismo, y si te encontrás solo, sin nadie a quien amar, y viceversa, serás abofeteado por el exhibicionismo de cupido en los OTROS. Tarjetas, osos de peluches, flores y demases, querrán validar el amor.Anticipándome a San Valentín, ayer terminé de leer El libro de los amores ridículos (en inglés la traducción literal sería Amores risibles) de Milan Kundera, y me parece LINDO compartir la experiencia.

Kundera es un escritor checo, conocido por su obra cumbre La insoportable levedad del ser. Estudió literatura y cine, actualmente radica en Francia. Milan Kundera tiene un estilo en el que prima (podríamos decir) cierto cinismo para ver la vida, sin que esto excluya un sentido del humor negro.

Este libro contiene 7 relatos que muestran la visión que el autor tiene sobre el Amor (así, con mayúscula carajo!), una visión que es retratada en relaciones de todo tipo y naturaleza. En resumen, para el autor el Amor es un concepto huidizo y caprichoso, que más tiene que ver con el ser que con el compartir.

A ver, para explicarnos mejor, he aquí un breve resumen de estas amorosas pero ridículas historias.

1) Nadie se va a reír: El protagonista es un profesor, una especie de erudito en arte, a quien le endilgan la tarea de rechazar a un pobre hombre que ha escrito un artículo durante 3 años. Este hombrecillo ha trabajado al pedo, porque el famoso escrito no vale nada, sin embargo cuando nuestro profesor recibe la tarea de rechazar el artículo, le encuentra de buen humor y en lugar de dar un tajante: «No sirve ni para usarlo de papel higiénico», le escribe una carta amable, en que evade ejercer juicios sobre el trabajo del hombrecillo e incluso hay la promesa tácita de escribir el informe que permitiría la publicación de dicho trabajo.

Ese fue el error del profesor, será el comienzo del fin. Mientras su carrera se tambalea, la frágil relación construida con Klara (aspirante a actriz) se va al tacho también. Todo gracias al absurdo. A pesar del título, rrancará una que otra sonrisa ante el papel.

2) La dorada manzana del eterno deseo: Apuesto una teta que habrá muchachones que se van a identificar con esta historia. Y para las féminas, esta historia confirmará lo patética que puede resultar la psiquis masculina. Nuestros protagonistas son hombres rozando los 40s, amigos de toda la vida, uno de ellos felizmente casado y el otro soltero, pero sin tiempo, ganas o pegue para conquistar mujeres. Ambos extrañan las épocas de despreocupada soltería/juventud donde el único objetivo que tenían en la vida era coger. Lo pongo así, porque para qué vendernos simulacros.

El caso es que a pesar de lo ya dicho sobre la situación marital del uno y la situación emocional del otro, ambos juegan a abordar mujeres por el placer que esto les produce. Supuestamente llegarán a las últimas consecuencias, pero todo se reduce al placer anticipado de algo que ya no es parte de sus vidas. Divertido, reflexivo y ameno relato sobre la amistad masculina.

3) El falso autoestop: Esta me jodió. Me parece una de las más oscuras sobre la relación hombre-mujer. Una pareja joven están yendo de vacaciones por dos semanas. El relato empieza cuando ambos se encuentran en la carretera intentando llegar a su destino. El chico piensa que su chica es diferente a cualquier otra que haya conocido. Le gusta su inocencia, su pureza, la forma recatada en que se maneja. El no ver vestigios de vulgaridad en ella. O sea, la ama y la tiene en un altar por esas cualidades.

La chica es todo eso que piensa el chico, pero se siente insegura ante la experiencia que el chico le ha contado tiene. Sufre de celos al pensar en todas esas mujeres experimentadas y coquetas que seguramente (piensa) deben ser más femeninas, sensuales y apasionadas que ella. Entonces, de la nada, sin querer, empieza un juego. En una de las paradas que hacen para llenar el tanque de gasolina, ella finge hacer autospot y comienzan un diálogo como si supuestamente ambos fueran desconocidos. La chica, envalentonada por el ¨papel¨ actúa de una manera totalmente opuesta a lo que el chico conoce de ella, pareciéndose a las mujeres de las que ella tiene celos, y a las que él ha llegado a despreciar. Los resultados de dicho juego se tornan imprevisibles y muy jodidos.

Tiene su parte de humor negro, como todos estos relatos, pero el final es como para un corto en el que te dejan con esa sensación rara en el estómago. Bien por Kundera.

4) Symposium: Quizás la más divertida y desenfadada historia del libro. En ella un grupo de 5 doctores se encuentran conversando sobre la vida, el amor, las mujeres y el sexo, mientras beben unas copas. Los personajes son variopintos, entre ellos una enfermera con una cara fea (dicen) que gracias al alcohol comienza a ofrecérsele descaradamente al Doctor Havel. El doctor Havel es conocido por su reputación promiscua, y cuando la enfermera ofrecida no se encuentra presente es cuestionado del porqué él que «arrampla» con todo, rechaza invariablemente a la pobre enfermera. Las explicaciones y teorías al respecto son súper divertidas.

Además, le hacen creer a un joven doctor que todas las demostraciones de amor y provocación de la enfermera, son en realidad para él. La cosa parece que terminará en tragedia, pero es simplemente un recurso que muestra el absurdo en el que cae el ser humano y cómo todo lo que brilla no es oro. Ojo al charque.

5) Que los muertos viejos, dejen sitio a los muertos jóvenes: Volvemos a lo oscurito,esta vez con honda patética. Un hombre y una mujer tuvieron una relación apasionada de una noche hace como 20 años. En ese entonces él era estudiante universitario, y ella era ya una mujer cuarentona, casada, que inexplicablemente le fue infiel a su marido toda la vida. Se reencuentran cuando ella ya tiene 60 años y a él se le está empezando a caer el pelo.

Ella ya es viuda y por un olvido de su parte, la tumba de su marido ha sido removida ya que no renovó el alquiler del sitio. Él anda apesadumbrado por el paso del tiempo, es pobre, casi calvo, se siente miserable. El reencuentro se produce en estas condiciones. Lo que sucede después da penita, y una vez más el amor tiene poco o nada que ver, mientras que las soledades y vacíos personales son los que guían a ambos personajes. Oscurita.

6) El Doctor Havel al cabo de 20 años: Retomamos a uno de los personajes principales del relato Symposium, el Doctor Havel cuya reputación de Don Juan al correr los años ha ido menguando. Y ahora casado con una famosa pero insegura actriz, se encuentra con que la única forma de conquistar mujeres es a través de su esposa. Otra muestra más de cómo funciona la psicología humana.

Por un lado, el Doctor Havel está demasiado mayor como para resultar atractivo a las mujeres que él desea gustar, encima anda con problemas de vesícula, y vive adolorido. Por otro lado, un joven reportero se siente incapaz de tener una opinión sobre su pareja y recurre a este individuo para que ¨cate¨ a la chica con la que sale.

Encima la llegada de la famosa actriz, esposa del doctor, causa que las mujeres que antes vieron al Havel con cara de ¨pobre viejo verde patético¨ ahora lo vean como «el esposo de» y les parezca interesante conectarse con la actriz a través de un coito con su marido. El horror, aún así Kundera lo relata con humor y con una simplicidad exquisita.

7) Eduard y Dios: Este uno de los mejores, y de los más completos en profundidad de trama. Eduard es un joven profesor al que contratan en la universidad de Praga. La directora es una seguidora de Stalin, una tipa que muchos años atrás, cuando Stalin murió hizo expulsar al hermano del protagonista porque éste al verla llorar se cagó de risa, sin saber que ella lloraba por la muerte de Stalin. Acusaron al hermano de ataque a la ideología y faltas al estado.

Ahora Eduard enseña en esa universidad y al mismo tiempo sale con una muchacha llamada Alice, a la que por encima de todo, quiere llevar a la cama (aquí no pongo coger, para dejarlo más fino). La cosa no parece tan complicada hasta que Alice le pregunta a Eduard si cree en Dios y éste por quedar bien con ella dice que sí. La mentira llega a crecer a pasos agigantados en pos que Alice ceda y rompa uno de los mandamientos (No fornicarás).

Este despliegue de fe, será cuestionado por la directora y su trabajo estará en peligro. Lo que hace Eduard para lidiar con Alice y con la directora es para partirse de risa. Sin embargo, la historia tiene un trasfondo más interesante, en el que existe una mirada cínica al comunismo (recordemos que Kundera fue expulsado del partido comunista en dos ocasiones), al cristianismo, a la fe, al oportunismo y a lo voluble que es el ser humano en creencias y sentimientos. Una interesante manera de cerrar el libro.

Esito sería, para los que quieran leerlo, les dejo el enlace aquí. Una lectura ideal para un día lluvioso como hoy, donde el carnaval (supuestamente la palabra significa que la carne se deje llevar) y San Valentín, se unen descaradamente.

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