LOST IN CONTEMPLATION OF WORLD

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CINE INGLÉS: The Souvenir

Por: Mónica Heinrich V.

Esta es una película Moisés, separa las aguas en dos. Por un lado, los críticos o cinéfilos que apreciarán (con tacita de té y dedo levantado) la apuesta formal, el riesgo narrativo, esa cosa de cine de autor que gusta tanto en los festivales, y por otro lado, el espectador común y corriente que pensará que es larga al pedo, insufrible y pajera. Ambos dos tienen razón.

The Souvenir es el más reciente trabajo de Johanna Hogg, una directora inglesa cuya filmografía es una previa a esto, una admonición de que tarde o temprano nos cacheteará con esto. Sobre todo, en su película Exhibition (2013), veíamos esta onda de cine retratando vidas con las que es difícil conectar y que son parte de los que toman la tacita de té con el dedo levantado.

Pero vayamos con The Souvenir. Podríamos decir que todo queda en familia. Es el relato escrito por la misma Hogg, de una experiencia personal vivida por la misma Hogg allá por los 80s, protagonizado por esa enorme actriz que es Tilda Swinton, amiga desde la infancia de la misma Hogg, la hija de Tilda Swinton (Honore Swinton) y los perros de la misma Tilda Swinton. Mismamente.

Resulta que tenemos a Julie (Honore Swinton), esta chica joven, dulce, de una clase privilegiada que estudia cine y está obsesionada con hacer una película en una ciudad marginal, con protagonistas marginales.

Hogg nos la muestra casi como un personaje de folletería de la chica ñoña nice. Y luego Juan Gabriel podría cantar: “Hasta que te conocí…vi la vida con dolor” porque la señorita ñoña nice conoce a Anthony (Tom Burke), un tipito que a la primera de cambio la cuestiona sobre su película, sobre por qué la está haciendo y le dice cosas como que lo veraz no es necesariamente lo real y que ella, la chica ñoña nice, está enamorada de la decadencia. Todo esto con pose de dandy pelotudo.

A ese punto, podemos admirar la audacia en los cortes de edición, el tono frío y ascético de la propuesta, los diálogos “inteligentes” y el “avantgarderismo” de Hogg. A ese punto, también, nos damos cuenta que los personajes hablarán siempre así, y que las relaciones serán este juego de prerrogativas filosóficas de vida. A ese punto, descubrimos algo horrorizados (muy) que habrá una ¿tormentosa? historia de ¿amor?

La película avanza y ocurre algo que voy a lanzar como una bomba de spoiler porque qué más da, para eso estamos y si quieren recibir la bomba de spoiler…recíbanla hasta el desmayo: el tipito resulta ser heroinómano. ¡Boom! Hay una escena en que ambos están encamados y ella le ve el brazo lleno de pinchazos y por su dulce cabecita jamás se cruza aquello de “este cojudo le mete duro y parejo”. No. Y así, tenemos en pantalla a la pura y casi virginal Julie buscando veracidad en la realidad del cine y a su lado, sacándole plata, robándole sus cámaras, las ganas de vivir y la inocencia sobre el prójimo, Anthony.

Oh, qué ganas de agarrarlos a manazos. Qué ganas.

Esta es otra película de ese género llamado coming of age, Julie experimentará situaciones incómodas, raras y tristes que hasta ese momento habían orbitado alrededor de su vida privilegiada sin tocarla. Lo de privilegio lo repito porque la misma película se encarga de resaltarlo como si no fuera ya muy evidente que hasta la adicción de Anthony es relatada desde ese lugar.

El título, The Souvenir, alude a la pintura del mismo nombre de Jean-Honoré Fragonard, que aparece en la película y que es como el símbolo de la relación de los tortolitos. También se relaciona a un poema de Mary Olivier que dice: Someone I loved once gave me a box full of darkness. It took me years to understand that this too, was a gift” (Alguien que alguna vez amé me dio una caja llena de oscuridad. Me tomó años entender que esto también fue un regalo).

No les voy a mentir, porque a estas alturas del partido para mí lo veraz tiene que ser real, a ratos me desconectaba de la parsimonia y la relacion Ñoña-heroinómano. A ella, a Julie, pude conocerla, pero Anthony está tan desdibujado que me fue difícil sentir empatía o preocupación por su existencia. Intuyo que Hogg quería que esa empatía y preocupación sea por Julie, la inocente Julie, pero para poder pactar con el sufrimiento de Julie tengo que sentir algo por Anthony, el ser que le da la caja llena de oscuridad.

Más spoilers. Hay buenos pasajes, ese llanto involuntario cuando viajan a Venecia, la existencia tranquila y relajada a pesar del problema, la negación a asumir que hay un problema, la madre de Julie cuando baja las escaleras y dice lo que dice, la madre de Julie en la cama de espaldas a ella sollozando, creo que en esos momentos la realidad y la veracidad se unen sigilosamente ante nuestros ojos y algo pasa en el corazón.

No les voy a mentir, porque hoy no les quiero mentir, The Souvenir me pareció en general más impostada que veraz o real, aprecio (con la tacita de té y el dedo levantado) la delicada manera en que ha sido filmada, la bella fotografía, y el cine dentro del cine que se atisba mientras Julie lidia con Anthony, pero cuando llega el final y la oscuridad se despliega cual nube negra en esa escena en la que Julie mira a la cámara y ya es otra, me dejó un poco fría.

La frase, la última frase que se dice en la película, quizás defina lo que un espectador podrá sentir al verla. “Y si quieres, recuerda…y si quieres, olvida.”           

Lo mejor: delicada y bella película Lo peor: habrá SECUELA La escena: Tilda Swinton en la cama sollozando de espaldas Lo más falsete: Descubrís que el tipito te robó hasta los calzones y reaccionás calmada y comprensiva? El mensaje manifiesto: En el mundo hay un montón de cajas llenas de oscuridad esperando ser entregadas a tu persona El mensaje latente: vos decidís cuál abrís El personaje entrañable: Tilda Swinton y sus perros, obvio El personaje emputante: la parejita El agradecimiento: por la belleza.

La Comedia Infinita

Por: Santiago Gutiérrez Echeverría

Hablemos de payasos. ¿Qué es un payaso? ¿Entretenimiento? ¿Arte? ¿Un disfraz? ¿Todo esto, quizá? 

Leoncavallo cambió nuestro concepto de los payasos hace ya más de un siglo. ¿Por qué hasta hoy el mensaje de su ópera ha permanecido en el imaginario popular? ¿Acaso porque nos llama a reflexionar sobre los rincones más soslayados de la situación humana?

Hay un inconsciente colectivo que nos reclama cuando vemos a un payaso triste, ese oxímoron que mezcla el llanto y las carcajadas. El payaso triste y enajenado ha sido una fórmula del éxito para la ópera en su tiempo y para el cine en nuestros años. ¿Por qué? 

Hablemos de la ópera en sí: Pagliacci. ¡Tragedia! Canio, un atribulado payaso, descubrió una tarde que su mujer lo engañaba. Incapaz de soportar semejante perfidia, Canio estaba a punto de enloquecer, cuando le fue recordada su misión: hacer reír a la audiencia. Entonces la obra llegaba a su pináculo, pues veíamos ya no a un payaso, sino a un hombre en la cima de su dolor, mientras ocultaba las lágrimas que resbalaban por su rostro en una cómica silueta de la risa. Sí, la función debía continuar.

Entonces llegaba el intermedio y la audiencia podía reflexionar mientras tomaba aire: “¡Ey! Tal vez no hacemos entretenimiento, pero sí que vivimos la comedia/tragedia de nuestra vida, y en ella nos vemos forzados a dibujar una sonrisa que no siempre coincide con nuestro fuero interno”. Fácilmente se podía inferir algo así. La sociedad -esa palabra que amamos odiar- se compone de Canios funcionales que ocultan su llanto y que salen a desempeñar un papel.

Y es natural que sea así. No por nada, muchos años más tarde, Jung afirmaría que nuestra vida cotidiana es como un teatro infinito en el que cada ocasión nos llama a actuar con una máscara adaptada a la situación. La persona verdadera (y notaba que, en su origen, la palabra “persona” está ligada al griego de “máscara”), la persona es, para Jung, el cúmulo de todas estas máscaras potenciales. Los problemas surgen cuando esta máscara, este papel, no satisface. Cuando Canio se cansa de ser Canio. Cuando el actor se cansa de ser el actor actuando como Canio.

Así ocurría en el segundo acto de Pagliacci: Primeramente, los payasos de la historia montaban una comedia para el pueblo (un teatro dentro del teatro). Y claro, esa comedia -que tenían que actuarla Canio y su esposa- era idéntica a lo ocurrido entre la pareja tras bambalinas. Esta farsa le resultaba insufrible a Canio, quien enloquecía al punto de transgredir contra la obra (casi rompía la cuarta pared), contra su papel como Canio y contra su vida, a fin de cuentas. Apuñalaba a su esposa y le daba fin a la comedia a través de la muerte. De este modo exclamaba la inolvidable frase de cierre: “la commedia è finita!” (¡la comedia ha terminado!). La peor tragedia, el peor destino, está en vivir una obra que nos resulte insuficiente.

Ahora bien, si de la obra que montaban los payasos nos retraemos a la obra montada por la compañía teatral (la propia Pagliacci), y si luego nos retraemos hasta nosotros, los espectadores, ¿podemos arriesgarnos a decir que nosotros también montamos una obra de dimensiones colosales? ¿No es el mundo un teatro, como decía Shakespeare? Hamlet, quien fingía haber enloquecido por su desdicha, también montaba una obra teatral que representaba el asesinato de un gran rey; pero, a través de ella, denunciaba su propia desventura: habían asesinado a su padre. Escarbemos más: En la novela La Broma Infinita, Hal se cuestionaba si en verdad Hamlet pretendía su locura, o si en realidad fingía estar fingiendo (es decir, que en el fondo sí estaba loco). Hamlet y Canio habían reído hasta la locura.

Cuando Hamlet se hallaba en el cementerio, tomó el cráneo de un difunto bufón y afirmó que este era un hombre “de bromas infinitas” que de nada le habían servido, pues la muerte se lo había llevado. De este episodio, La Broma Infinita adquiere su título, quizás aludiendo a los placeres que la humanidad se procura a sí misma para olvidar lo triste de su condición: esos papeles y aquellas escenas que nunca le satisfacen. En este caso, la broma infinita es esa comedia interminable  y repleta de placeres, siempre montados en vano.

Debemos cuidar nuestro papel. Debemos evitar que la comedia se ría de nosotros. La obra pudo haber terminado para Canio (o para Hamlet) con la muerte, pero nunca terminará aquí, donde las historias y las vidas se suceden una tras otra. ¿Quién sabe cuántos del público, que aplauden estas obras, guardan historias propias que superan la ficción? ¿Quién sabe si algún intérprete de Canio o de Hamlet era incapaz de personificarse en su propia vida y se rebeló contra ella? Aquí seguimos actuando. La commedia è infinita!

CINE URUGUAYO: Los Tiburones

Por: Mónica Heinrich V. 

Estamos en Uruguay, en una zona costera en la que no pasan muchas cosas, un lugar bastante tranquilo. En ese lugar bastante tranquilo vive Rosina, una adolescente que en el primer plano de la película está huyendo de su padre para meterse al mar. ¡Rosina! grita su padre emputadísimo. La chica ha cometido una fechoría que será clave para darnos el perfil del personaje. Luego, aparece algo entre las olas ¿Un tiburón?

Los tiburones es el primer largometraje de la directora uruguaya Lucía Garibaldi. Conquistó el Festival de Sundance de este año, donde Garibaldi salió elegida Mejor Directora y en el Festival de cine de Guadalajara ganó el Premio a Mejor Actriz, Mejor Guion y Premio Especial del Jurado.

Tuve la fortuna de verla en la 43 Mostra de Cinema de Sao Paulo, ese mismo día vi cuatro películas más (así, a lo bestia) y la que se me quedó dando vueltas fue esta, la de Garibaldi.

Mucho tiene que ver algo que la directora comentó en una entrevista “intenté resistirme a la solemnidad”, gracias, gracias por resistirte a la solemnidad que tanto aqueja al cine latinoamericano estos días.

Aunque es una película con un ritmo pausado, porque la historia así lo requiere, el espectador acompaña a los personajes sin soltarles la mano.

Hay un poquito de humor por acá, hay escenas simpáticas por allá, y además de resistirse a la solemnidad huye de lo vertiginoso que su nombre evoca.

El trabajo de Garibaldi podría encuadrarse dentro del género “coming of age”, ese que habla sobre el crecimiento psicológico y moral de sus protagonistas, un género que ha dado películas como Boyhood, Sumbarine, entre otras. A mí me da flojera ver crecer psicológica o moralmente al prójimo, pero mi amiga Rosina lo vale.

Como a la gente le gusta buscar nexos en todos lados, se ha comparado el estilo de Garibaldi con el de Lucrecia Martel, ignoro si la ha influenciado realmente o no, pero la Martel no huye de la solemnidad, más bien se queda retozando en ella, así que si bien hay climas que pueden evocar al cine de Martel (como el cine de Martel evoca al de otras películas) lo de Garibaldi tiene vida propia.

Volviendo a Rosina y a la trama, cuando se piensa en tiburones, se piensa en peligro, en amenaza, en el caso de Rosina eso parece no estar en el afuera (en la supuesta aleta que vio entre las olas) ese peligro, esa amenaza, parece estar dentro de ella. La chica es jodidita.

Rosina, la jodidita

El guion, escrito también por la directora, recrea esa jodidez con mucha precisión y eficacia, y de paso se campea por su entorno: la mamá a la que le cuesta la tecnología y que trata de ganar plata como sea, la hermana que es más experimentada y sociable que ella, los trabajadores del papá, el tal Joselo, un boludito que le empieza a llamar la atención porque sí, no por una infatuación, sino porque sí, la abuela que envuelve sus muebles en plástico, sí…hasta Ramona, la perra de Joselo, tiene una entidad presente en la pantalla.

Intuimos que la situación social y económica no es la mejor, pero en esa ciudad costera uruguaya la vida continúa para todos sus habitantes sin mayores sobresaltos. Solo la hipótetica presencia de tiburones antes de la temporada de verano, en una zona en la que nunca se vieron animales de ese tipo, hace que los lugareños abran un grupo de whatsapp “Vecinos alertas contra los tiburones” y empiecen a salir en quijotescas búsquedas de la amenaza. Nada como un pueblo bello sintiéndose amenazado por algo que no pueden confirmar.

La directora demuestra pericia y economía de recursos narrativos dibujando el miedo colectivo y siguiendo a la vez el viaje interior de su joven protagonista. Sí, sí, es verdad que cuando la película concluye a pesar de haberse ganado tu corazón sabés que le faltó “una cosita” para subirla en el escalón de una obra con mayúsculas.

Hay una especie de comodidad en Los Tiburones, Garibaldi no se arriesga a ir un poco más allá. Capaz esa sea la idea, lo más probable es que esa sea la idea. Capaz que no lo necesite, pero aunque se te queda dando vueltas, aún sentís que faltó un punch, algo que la termine de asentar a tierra y que solidifique las promesas que la película ha ido construyendo a lo largo de su trama.

Fuera de eso, Rosina está muy bien interpretada por Romina Betancourt, a quien Garibaldi descubrió en un taller y supo inmediatamente que tenía que ser su protagonista. Eso hizo que se apresure a filmar para que la actriz no crezca demasiado, la adolescencia es veloz, y no se equivocó. Betancourt tiene misterio y profundidad en su personificación de Rosina. Ya si tenemos que ponernos exquisitos, algunos actores secundarios son el pelo en la leche, sí, hasta a Uruguay llega el problema del cine latinoamericano con el equilibrio en la dirección de actores, pero la película se sostiene tan bien que el tema de la actuación no termina siendo un gran escollo.

Fotográficamente es una película muy lograda. Hay muchas escenas con un encuadre prolijo que logra que admirés el trabajo del director de fotografía, Germán Nocella. Dentro de su identidad de cine latinoamericano tiene una factura impecable y un diseño de producción al que no se le puede objetar nada. Su gráfica y la música le dan un toque retro y a la vez contemporáneo que te hace sentir extrañamente conectado a todo lo que ves.

Acompañás a Rosina al inicio, cuando corre después de su fechoría y acompañás a Rosina al final cuando huye después de otra fechoría. Y a pesar de las fechorías, a vos también se te dibuja una sonrisa, casi al mismo tiempo que la de Rosina. Rosina, la jodidita.

Lo mejor: buen cine que promete más y mejores películas Lo peor: algo falta La escena: todo lo relacionado a la Perra Lo más falsete: algunos secundarios El mensaje manifiesto: El tiburón sos vos El mensaje latente: Afuera hay un ancho mar para tu destrucción El personaje entrañable: Ramona, la mamá de Rosina… El personaje emputante: la hermana pelotuda, Joselo, el pelotudo El agradecimiento: por esos silencios que dicen mucho.

CINE: The Irishman (El Irlandés)

Por: Mónica Heinrich V.

Qué bálsamo que es el cine. Qué bálsamo que es el cine de Scorsese. Entre tanto tole tole de nuestra realidad nacional, ver The Irishman resultó una pequeña terapia.

Y sí, sí, no vamos a discutir sobre las Navidades pasadas, sí…Scorsese hace lo que conoce, lo que conocemos. No está renovando nada, no está rompiendo ningún esquema, está usando los elementos más tradicionales y sacrosantos del cine a su favor.

De hecho, cuando The Irishman empieza, desde la butaca sentís que ya has visto eso muchas veces. Te remite a cualquier película de gangsters o de mafia italiana de medio pelo, te remite a algun episodio de The Sopranos, te remite a la filmografía del mismo Scorsese. Y cuando va avanzando, ahí te sopapea la realidad cinéfila y te das cuenta que el mimo y el detalle puesto en el filme hace que termine siendo especial. Quizás sea también porque hay madurez, madurez narrativa y madurez cinematográfica. Y en estos tiempos aciagos que corren, la madurez se valora y se agradece.

Allá por el 2004, nuestro Robert De Niro leía I Heard You Paint Houses escrito por Charles Brandt, se quedaba prendado de la historia y se la contaba a su gran amigo Scorsese. No se la contó a un sordo, Scorsese también se entusiasmó e inició el desarrollo del proyecto. Una década después y cuatro películas después, Scorsese confirmó en el 2014 que el asunto seguía en pie y Steven Zaillian (Hannibal, Gangs of New York, La lista de Schindler) empezó a poner sus deditos a disposición del guion.

Ajá, hemos esperado quince años para una película que según su productor Irwin Winkler, es “la reunión de gente que ha trabajado junta desde niños”.

Y eso es lo que ves en pantalla, una cosa que fluye en todos los sentidos. Fluye en una historia hábilmente contada por Scorsese en tres líneas temporales, en unas actuaciones sólidas y en un aire, en general, a “bien hecho”. Qué bueno que está esto, es lo que pensás vos que has sido apaleado psicológicamente las últimas semanas.

Tiene mucho que ver la “atractiva” vida de Frank Sheeran. Podríamos decirle tormentosa, peculiar, o hasta cuestionable vida de Frank Sheeran. Frank, interpetrado por De Niro, es un veterano de guerra que por azares, bueno, decisiones de la vida e hijueputez personal, se convierte en asesino a sueldo. A pesar de ser de origen irlandés, termina formando parte de la mafia italiana de los años 50 o 60.

Nuevamente, nada nuevo bajo el sol hasta ahí. El submundo de las mafias ya ha sido retratado miles de veces, no nos vamos a sorprender al descubrir que estos capos solucionaban sus diferencias con un par de balazos, y que ese par de balazos los ejecutaba gente como nuestro Frank.

Aun así, y a pesar de que ya conocés de qué va todo, no deja de shockearte la cantidad de muertos y de gente que mata en una obvia guerra de poder, lealtades y traiciones, cualquier parecido con la realidad no es coincidencia.

Y algo que también hace que esta historia de mafiosos salga de lo común, es lo que cuenta alrededor de Jimmy Hoffa. Una figura sindical cuya misteriosa desaparición fue objeto de numerosas hipótesis. Hoffa, en la versión de Scorsese, es representado por Al Pacino. Es imposible no acordarse de Jack Nicholson haciendo lo mismo en Hoffa, el pulso del poder, película dirigida por nada más y nada menos que Danny De Vito. La versión de De Vito fue una biopic más mitificadora del personaje, mientras que Scorsese nos muestra a un Hoffa mafiosillo, consumido por sus ambiciones y sin capacidad de sopesar alternativas. Un emperador sin imperio.  A la par, Scorsese hace un retrato social de la época y se atreve a dar una nueva versión al otro gran enigma americano, la muerte de John F. Kennedy.

Lo mejor de The Irishman está en esa conversación en la fiesta entre Frank y Hoffa, en la mirada de Frank cuando acepta el «encargo», en la tensión construida en el auto cuando recogen a Hoffa, en la llamada a Joy, en la mirada de Peggy que sabe lo que ha pasado, en Frank haciendo la fila en el banco con el bastón, en Russel-Pesci (¿Sabés que te amo Pesci?) Lo peor de The Irishman está en la secuencia en que De Niro patea al frutero/verdulero, lo falso que se ve y cómo a pesar de todo el aporte de rejuvenicimiento digital, los 76 años que carga De Niro no se pueden disimular. Lo peor también está en el pelo teñido o los lentes de contacto. En fingir que los personajes son mozalbetes en sus veintes. En ese Hoffa que en la vida real era un rubicundo americano de origen holandés siendo interpretado por el italianísimo Pacino. Y no, no es que Pacino lo haga mal, hace lo que puede tomando en cuenta que grita italiano por todos sus poros.

No, The Irishman no le va a cambiar la vida a nadie. Y como ya dije bastante, no es una reinvención del género y tiene un ritmo con el que hay que pactar como espectador. Yo la vi en el cine, no en Netflix, y supongo que eso también modifica la experiencia.

Pero en conjunto, en todo eso que construye una película, en las composiciones visuales del mexicano director de fotografía Rodrigo Prieto (Amores Perros, 21 Gramos, Silence, Argo, Passengers), en la música de Robbie Robertson (El Lobo de Walt Street, El Planeta de los Simios), en esos enormes secundarios que son Joe Pesci y Harvey Kietel, en las tres horas y media que dura, Scorsese logra que creamos su historia y,  lo más destacable, que la vivamos.

Quizás exista cierta autoindulgencia en los personajes, o una mirada benévola a la vida de gente que en la práctica hizo mucho daño o cometió todos los delitos inimaginables, o quizás sea nomás eso de que nadie es tan bueno como aparenta ni tan malo como se comenta. The Irishman cumple su cometido como película sobre una época, sobre un evento irresuelto, sobre personajes complejos (Hoffa, Sheeran), sobre la desolación y te deleita la pupila y el corazón.

Su escena final, esa gran gran escena final, conmueve. No por Sheeran, no por la traición a Hoffa y la lealtad a Russ. No solo por las vidas que retrata y que ya pasaron. Conmueve porque eso es lo que nos espera a todos. Conmueve porque De Niro tiene 76 años, Pacino 79, Scorsese 77 y son “gente que ha trabajado junta desde niños”, y esa cosa intangible, esa verdad que sentís en cada tramo de la película es lo que la hace grande.

Lo mejor: Cine puro y duro Lo peor: para mí, nada La escena: la del auto, y el momento en que hace lo que hace, y el final Lo más falsete: la pateadura al vendedor El mensaje manifiesto: El crimen no paga El mensaje latente: en este mundo, no importa la vida que llevés, igual te vas solo El personaje entrañable: Peggy, Russell El personaje emputante: … El agradecimiento: por esos niños que se juntaron ya viejos para hacer The Irishman.

CURIOSIDADES

Esta “epic mob movie” tuvo una producción impresionante: 9 cámaras, 309 escenas, 117 locaciones y más de tres meses de filmación.

Al Pacino dijo que sintió el proceso como si volviera a filmar cine de los años 70s.

De Niro quería mantener el título del libro para la película: I hear you paint houses.

Esta es la película más larga de la filmografía de Scorsese y la más larga en ser lanzada en los últimos 20 años. 

De Niro no protagonizaba una película de Scorsese desde Casino en 1995.

El primero corte de la película duraban cuatro horas.

La mayor parte de la película se filmó en 35mm. a la vieja usanza.

La casa del principio de la película es la misma casa que aparece en The Goodfellas.

La palabra fuck y sus derivados se usó un total de aproximadamente 136 veces durante la película.

Ni Joe Pesci ni Robert De Niro hablan italiano fluido.

No hay ningún actor irlandés en la película.

 

 

CINE COREANO: Parasite

Por: Mónica Heinrich V.

La esencia de Parasite está en una de sus primeras secuencias. Esta familia coreana de Papá, Mamá, hija joven e hijo joven viven en una especie de subsuelo con una mirilla a la calle. Un fumigador pasa fumigando la zona y ellos empiezan a decir que hay que cerrar la mirilla. Papá, entonces, dice que mejor la dejen abierta, que así reciben fumigación gratis. La familia en pleno es envuelta con la densa niebla del veneno.

Ya está. La pobreza y el desarraigo de la pobreza en una sola toma.

Bong Joon-ho es pendejo, titula a su película Parásitos y juega con la incomodidad de percibir que esos parásitos pueden ser los otros o nosotros, los que hemos tenido la fortuna de tener una vida en la que no necesitamos ahorrarnos la fumigación.

¿No conocés a Joon-ho? es el director de esa enorme película que es Memories of murder (2003) basada en la historia del primer asesino serial de corea, luego dio un vuelco a lo fantástico y apareció con The Host (2006) hablando de bichos y de invasiones a ciudades, luego dio otro vuelco y regresó más intimista que nunca con Mother (2009) un peliculón que tiene uno de los finales más inolvidables que he visto. Ah, Bong Joon Ho, te hacés querer, te hacés querer.

Los gringos también admiraron semejante currículum, se avivaron y se lo llevaron a USA para dar un vuelco más: cine comercial americano y así nos dieron Snowpiercer (2013) y Okja (2017) las películas más sosas de su filmografía pero que a pesar de todo lo malo que la industria puede hacerle a una persona como Joon Ho, aún mantienen su toque personal, su estilacho.

Imagino que el desabrido resultado en tierras gringas habrá dejado a nuestro director con insomnio y cavilando decisiones. Así, abandonó a los gringos y a Netflix como a un trapo de cocina, se encaminó hacia Corea, hacia sus raíces y filmó Parasite, más oscuro y cuestionador que nunca.

Gracias, Bong Joon-Ho. Gracias, Corea.

No somos los únicos agradecidos, en el Festival de Cannes de este año le dieron la Palma de Oro a Mejor Película, la primera Palma de Oro para una película coreana en toda la historia del festival.

Y entiendo, entiendo totalmente al festival. Yo le daba una palmera completa, porque Parasite no hace un comentario social (tan de moda estos días), hace una radiografía social sin las imposturas remilgadas del cine festivalero.

El guion nos muestra a Ki-Wook  (Choi Woo Shik) que es recomendado por un amigo para ser profesor-tutor a domicilio de un niño, nada parece presagiar la cadena de sucesos que se desatarán.

Joon-Ho es muy hábil, tanto al introducirnos a la vida diaria de la familia pobre, como cuando llegamos con Ki-Wook por primera vez a la deslumbrante mansión de los Park.

La señora Park que mezcla el inglés con el coreano, los perritos que salen de cualquier lugar, la creencia de que los garabatos del hijo son arte, y cómo Ki-Wook empieza a manipular a la patroncita para ir insertando a su familia en las distintas labores domésticas de la casa, son magníficos.

Es imposible no mirar Parasite perturbado, con culpa y verguenza cuando el señor Park se queja del olor de la clase trabajadora, o cuando la familia embaucadora disfruta de una vida que siempre le fue y le será negada.

La película apuesta por una fiera mirada a la brecha social, a la estratificación de la felicidad. Eso puede resultar peligroso, puede hasta hacer ruido, pero la manera en que Joon Ho lidia con su propuesta nos hace pensar que sabe lo que está haciendo.

Si bien los Park tampoco son esos hijos de puta de manual que humillan a sus empleados, y son hasta agradables. “Yo también sería amable, si tuviera todo esto”, dice uno de los personajes, y lo dice sin rencor, solo como una observación; la opulencia y distancias con las que se relacionan con los empleados están muy delimitados. Yo soy rico, vos sos pobre. Los embaucadores, por otra parte, se presentan sin remordimientos, simplemente están aprovechando con todo una oportunidad. “El regalo de la oportunidad”.

Joon Ho intenta contarnos esta fábula social desde los incómodos extremos de la vida. Con una mirada aguda y, podríamos decir retorcida, nos envuelve con humor negro en esa rara situación que poco a poco se irá descontrolando y alcanzando visos de tragedia.

Hay momentos específicos que se quedarán para siempre en tu memoria y en tu corazón. Al terminar las casi dos horas que dura, sabrás que has recibido una lección salvaje y furiosa.

Encima, con una fotografía preciosa del también coreano Hong Kyung-pyo, a quien no dejamos de admirar desde su trabajo en Burning y con una banda sonora de Jeong Jae-il que agiganta esta película en todos los aspectos.

A lo largo de su filmografía, uno de los aspectos más cuidados de Joon Ho es cómo llega a los finales de sus historias, ya dije que el final de Mother es un final que puedo evocar en cualquier momento y aún me sacude, de hecho es uno de esos finales de los que siempre hablo cuando hablo de finales de películas, el final de Memories of murder también fue inolvidable, y en Parasite, su final es una daga en corazón. Un final envuelto en una violencia perturbadora, vivimos la rebelión de las masas frame a frame, y como si fuera poco el filme va un poquito más allá,  luego de su baño de sangre y rabia acaba con la utopía de esa vida mejor que nunca llegará.

Lo mejor: Bong Joon Ho en todo su esplendor, una película dura con humor negro, y una crítica mirada a la brecha social Lo peor: a ratos hace ruido un poco la dicotomía de pobre vs rico La escena: la del a inundación, el final Lo más falsete: el marido de la doñita ex ama de llaves, lo sentí muy caricatura El mensaje manifiesto: Las clases sociales pueden tocarse pero jamás unirse El mensaje latente: hay un mundo desconocido para los de arriba y hay otro mundo desconocido para los de abajo El personaje entrañable: esta vez, sentí compasión por todos… El personaje emputante: … El agradecimiento: porque Bong Joon Ho volvió a Corea.

EL TRAILER

CINE: Joker

Por: Mónica Heinrich V.

¡Así es la vida!

La semana del estreno de Joker en USA, los departamentos de policía de New York y Los Angeles enviaron patrullas a cines elegidos al azar con la idea de anticiparse a un ataque que emule al que ocurrió en Denver, Colorado durante el estreno de Batman: The Dark Knight Rises en el 2012. ¿Recordamos a James Holmes? Sí, sí lo recordamos. Yo aún puedo verlo en su primera audiencia, luego de haber asesinado a 12 personas y herido a 70, con el pelo teñido de naranja (decía que él era el Joker) y con la mirada extraviada propia de aquel que lleva días o semanas sin dormir.

En ese momento la masa gritó: “Monstruo”, “Silla eléctrica”, “Pena de muerte”, “Asesino”, la misma masa que ahora pone al Joker de Phoenix como el epítome de la reivindicación de los oprimidos.

Hipocresía.

Holmes, al igual que otros mass murders, tenía graves problemas mentales, y su deterioro psicológico ocurrió a ojos vista de sus allegados y no tan allegados. O sea, todos sabían que el chico estaba mal y nadie hizo nada por él.

Cuento esto porque la película Joker intenta explicar la génesis de su personaje desde la salud mental y relata la vida del pobre Arthur Fleck, un outsider al que su familia, entorno, y el sistema han dado la espalda.

Entiendo lo que quiso hacer Todd Phillips, y de hecho agradezco esa mirada más humana a un personaje tan complejo, aunque siento que además de machacona con lo que pretende contar y un halo algo ingenuo, en su tramo final la película se le termina escapando de las manos.

¿Cómo podés ver como enemigo, como un gran villano, a un ser que está literalmente cagado por la vida? ¿a un enfermo? ¿Es James Holmes, por hacer comparaciones odiosas, un villano, un enemigo? El enfoque que hace Todd Phillips de su personaje principal se presta para estas reflexiones, ya que decide abandonar el “género” de súper héroe, de cómic y nos lleva por recovecos más intimistas.

En el comic, una de las fortalezas y ganchos del Joker es la ausencia de conocimiento sobre su origen algo que él enfatiza preferir: multiple choice (opción múltiple) dice en algunos pasajes. Cuando el gran Alan Moore se atrevió a imaginar su pasado en The Killing Joke, considerado como el mejor comic sobre el Joker, este era un pasado que no escapaba al perfil de villano de cómic. (pueden leer La broma mortal ACÁ)

Entendiendo esta versión de Phillips como la reinvención de un personaje, el amigo se puede tomar sus licencias, claro…Pero a ver, adentrémonos aún más en el sucio mundo del Joker de Phillips en la sucia ciudad Gótica que no es otra que la sucia Nueva York.

Niñ@s, desde acá van a llover spoilers como confetti así que después no se estén quejando. Sobre aviso no hay engaño.

En Joker, el guion escrito por el mismo Phillips en colaboración con Scott Silver (The Fighter, 8 miles) hace hincapié en la triste, gris y terrible existencia del aspirante a comediante/payaso ocasional Arthur Fleck. Arthur vive con su madre, que ya está peinando la muñeca hace rato y alucina con que tuvo un romance con el papá de Bruce Wayne, y su hijo vendría a ser…ajá, ajá…el hermano del futuro Batman. ¡Santa colección invaluable de capuchas etruscas! En la platea, todos así como: ¿QUÉ? ¿Hermanos, hermanitos, hermanastros? pero esa sería la menor de nuestras preocupaciones.

En esta película-origen del payaso maquiavélico lo que vivenciamos es desgracia tras desgracia: A Arthur le rompen su letrerito con el que se ganaba unos quintos, le pegan como a bolsa de box, le cancelan su terapia, se queda sin medicamentos, todos lo tratan como un fracasado, es socialmente inadaptado, está flaco hasta casi la desnutrición, padece de una risa involuntaria que lo hace ver raro o freak, su madre está cada vez peor, tiene una infatuación por su vecina, quiere ser comediante pero es absolutamente negado para la comedia, nadie o casi nadie tiene gestos de simpatía o compasión por él. Y, en resumen, empezás a sentir pena por el payaso solo y cagado.

Encima, el payaso solo y cagado lo tiene más claro que el resto. Nomás al comenzar la película dice: «Soy yo, o las cosas se están poniendo más locas ahí afuera», no, no sos solo vos payaso solo y cagado. No sos solo vos.

El director Todd Phillips que se hizo conocido por esa trilogía de comedia para gringos con crisis de edad: The Hangover y por la divertida Proyecto X para gringos con crisis de adolescencia perpetua, no encuentra punto medio en Joker.  Esta ausencia de matices se remarca con la música: “Sonríe aunque tu corazón se esté rompiendo” dice la voz de Jimmy Durante para vincular al personaje con Charles Chaplin en la secuencia donde se rinde homenaje a Tiempos Modernos.

La fotografía de Lawrence Sher (The Hangover, Garden State, War Dog, Gozilla) se luce, el Joker baja por las gradas enarbolado, en slow, en una secuencia hipnótica, mágica.  Tanta belleza visual para mostrar la caída de un enfermo mental al que se le acabó la medicación. La muchachada ignorante lo aclama y lo ve como un justiciero, y él baila y se mueve sinuosamente, sumido ya en su delirio, en la piel de un Joaquin Phoenix en estado de gracia ¿Confirmamos que es uno de los grandes actores de su generación? ¿Lo Confirmamos? Sí, está confirmado.

Y el drama, el cuestionamiento al mal manejo de la salud mental se diluye para incorporar otro tópico más, el de la brecha social. Y de pronto, tres tipitos jailones que son asesinados por el Joker, «se lo merecen». Y de pronto, cuando el Joker es finalmente invitado al programa de televisión de su ídolo, se sienta a dar todo un discurso de clase y de abusos y de oportunidades truncadas y sueños rotos y dispara a quemarropa al personaje de Robert de Niro porque «se lo merece». Y de pronto, la culpa es de gente con plata.

You get what you fucking deserve, dice como una especie de revancha social por tantas humillaciones, por tanto trato inhumano. La violencia ya está desatada, pero en realidad es parte del artificio, de mostrarnos con magnificencia la brutalidad del pobre y enfermo payaso. Las imágenes, entonces, comienzan a aparecer más épicas, la fotografía lo muestra también grandilocuente, el mismo Joker que antes era el payaso solo y cagado, ahora es el payaso solo, cagado, jodidamente enfermo y peligroso.

Confieso que sufrí mucho con esta película, a pesar de sus excesos, y el declive en su tramo final, siento que toca un tema necesario desde hace mucho tiempo y planteado también en esta reseña sobre películas que hablan de los «monstruos» de la vida real (leer ACÁ), el problema es que su cariz comercial contribuye a banalizar la apuesta por esta reinvención del Joker, porque siendo honestos y crueles, si le quitas el nombre y las referencias a ciudad Gótica, la película es sobre un tipo perturbado y ya. Bebe de Taxi Driver y The King of Comedy, pero al contrario del trabajo de Scorsese, Joker es más superficial y tiene un alcance masivo a un público presto a glorificar cualquier huevada.

¿La película, entonces, es peligrosa como se debate? No lo creo. No es culpa de la película que alguien que no haya recibido un tratamiento adecuado la vea y sienta que puede imitar a su personaje principal. En la práctica, Charles Manson se inspiró en Los Beatles para ordenar la masacre de Cielo Drive. Chapman, el asesino de Jhon Lennon era fanático de El Guardián entre el centeno, esa gran novela de Salinger. Entonces, el combustible para los actos violentos se puede encontrar en cualquier lugar.

Sí me parece que Phillips perdió el Norte de su película en sus últimos treinta o cuarenta minutos, intentando tratar con profundidad un tema que termina siendo cerrado con una ligereza que me produjo estupor. En su aparente pose de ser rompedora o progresista, los discursos finales de Phoenix, las respuestas moralistas de De Niro, la rebelión guiada por un payaso solo, enfermo, cagado y peligroso…abrazan el cliché de un montón de películas que hemos visto antes.

La película se extravía, al igual que su personaje principal.

Sin embargo, rescato que aun sintiendo que la cosa se fue al chancho, creo que supieron apretar los botones correctos, esos con los que la industria disfruta manipulando públicos, el final de Arthur Fleck en ese plano en el que se mezcla la risa «del dolor» mientras Frank Sinatra canta que «Algunas personas disfrutan pisoteando un sueño…» cala hondo y un torbellino de llanto interior amenaza con salir y reventar como una cascada.

Porque sí…los payasos solos, enfermos y cagados están en todas partes.

¡That´s Life!

Lo mejor: Joaquin Phoenix, la película se enfoca en la salud mental y visualmente está hermosa Lo peor: es una sola nota de amargura, y al final termina siendo puro celofán La escena: la de las gradas, lo de De Niro  Lo más falsete: la conversación chota con De Niro cuando se descubre que es el asesino de los jailones  El mensaje manifiesto: el ser humano está enfermo El mensaje latente: a nadie le importa El personaje entrañable: Arthur Fleck… El personaje emputante: el compañero de trabajo cojudo, Murray cuando se burla del desgraciado, el papá de Bruce Wayne, la psiquiatra pelotuda…mucha gente cojuda El agradecimiento: por Joaquin Phoenix, tenemos que incluirlo en nuestras oraciones diarias.

Curiosidades

– Joaquin Phoenix nació en Puerto Rico.

– Joaquin Phoenix perdió 23 kilos para interpretar a Arthur Fleck.

– Acompañado del director Todd Phillips, el actor practicó la risa del personaje, porque “no pensé que podría hacerlo”. Finalmente se decidieron por tres risas distintas, siendo una de ellas la más difícil de realizar. En palabras de Phillips, se trató de la “risa del dolor”.

– De Niro, de 76 años, quería reunir a todo el reparto para ensayar el guión en una mesa de lectura, algo a lo que se oponía tajantemente Phoenix. “Bob [De Niro] me llamó y me dijo, ‘Dile a Phoenix que él es actor, y que tiene que estar ahí. Quiero escuchar toda la película, y todos vamos a entrar a una sala y la vamos a leer”, contó el director. Phoenix, en cambio, se negaba a ceder a la presión de su compañero. Según explicó al mencionado medio, el actor prefiere “dejar que las cosas sucedan” durante la filmación, y evitar los ensayos previos con el resto del elenco.

-Ganó el León Dorado en el Festival de Venecia por Mejor Filme.

-Hubo ocasiones en las que Phoenix perdió la paciencia durante el rodaje y se retiró airadamente del set. Eso dejaba confundidos a sus compañeros pero al final el actor siempre volvía a terminar la escena después de darse un respiro.

-Su presupuesto fue de alrededor 55 millones de dólares, un monto pequeño para una película del universo de los cómic.

-Joaquin Phoenix fue considerado para el papel de Batman en la película que iba a ser dirigida por Darren Aronofosky.

CINE: First Reformed / El Reverendo

Por: Mónica Heinrich V.

Te extrañábamos, Paul. Bueno, extrañábamos al Paul de Taxi Driver. Porque Paul Schrader es el guionista de Taxi Driver, de Toro Salvaje y de La Última Tentación de Cristo

Sí, es cierto que como guionista ha metido unos cuantos goles, y como director se ha ido un poquito al carajo. Los últimos años, don Paul pensó que Nicolas Cage era su mejor opción para protagonizar sus películas (Dying of the light, Dog Eat Dog) y nos hizo levantar ambas cejas con su afán mesiánico de recuperar a Lindsay Lohan de los vicios y el olvido (The Canyons). No, Paul. Dejemos a Nicolas y a Lindsay que solitos resuelvan sus problemas. 

Gracias a Dios, o al de abajo, la mala racha de Paul ha terminado. First Reformed es su más reciente filme, bueno… del 2017 y estrenado el año pasado, pero…apuesto que mucha gente no lo ha visto. Lo protagoniza nuestro nunca bien ponderado Ethan Hawke. Y, tengo que decirlo, es un trabajo extraño. Y es una película triste. Y es una cosa esperpéntica. Y es todo eso al mismo tiempo. 

En un pequeño pueblito americano, el Reverendo Toller (Ethan Hawke) vive atormentado y aferrado a su fe. Antes tuvo una familia, y las cosas salieron mal. Su tabla de salvación fue la religión, pero su mundo se pone a prueba cuando Mary (Amanda Seyfried) acude a su iglesia a pedirle ayuda. El marido de Mary se encuentra en un estado preocupante, algo ha alterado su mente y su corazón. Tanto Toller como Mary intentarán detener el curso de los acontecimientos.

 “Estos son tiempos aterradores”, dice uno de los personajes. Y lo son. El guion de Schrader es oscuro, pesimista, no se aparta del discurso y aunque eso en un principio rompe un poco el encanto, rápidamente te dejás llevar. El cambio climático, lo absurdo de la guerra, la inevitabilidad del destino, la salud mental, son algunos de los conceptos que la película deja flotando en el aire mientras Toller se empieza a quebrar y a hundir en la desesperanza. 

Schrader maneja su historia con largos planos fijos. Inspirado en el formato de esa enorme película que es Ida (Pawel Pawlikowski) sus personajes transmiten claustrofobia. Vemos con creciente incomodidad y en 4:3 los distintos escenarios y finales posibles. Ninguna opción es bonita, ninguna opción es deseable.

La musicalización a cargo de Brian Williams contribuye a crear esos climas, mientras que la fotografía de Alexander Dynan, su colaborador también en Dog eat Dog, tiene ese toque casi fúnebre, de mundo perdido, de duelo por la vida que se te impregna en cada frame. 

Admirador de Carl Dreyer, Robert Bresson y Yasajiro Ozu, don Paul filmó First Reformed en 20 días y con un austero presupuesto de 3,5 millones de dólares. Puede que estemos ante una de las mejores actuaciones de Ethan Hawke. “Cuando se escribe sobre sí mismo, uno no debe tener misericordia” dice sobre su diario el personaje de Hawke en off, entre whisky y dolor.

Es curioso que Schrader hace un constante guiño a Taxi Driver, e incluso en ambas películas sus personajes principales caen en una espiral de tormento que los lleva a cometer actos cuestionables. O, quizás, no es tan curioso. Es revelador pensar en Winter Light de Bergman cuando mirás First Reformed, acordarte también de alguna frase célebre como cuando la beata sueca decía hincada y llorosa: «Dale sentido a mi vida». O, quizás, no es tan revelador.

Entre la incomodidad y la oscuridad que First Reformed abraza, hay un par de momentos disruptivos que son fuente de inagotables presunciones, debates, y pensamientos al caer la noche, mientras sentís el sonido del aire acondicionado y el pasar de los mosquitos. Confieso que he visto la película a principios de este año, y hasta la fecha pienso en esas dos escenas. Escenas que nada tienen que ver con nada. Y como no tienen que ver con nada, te preguntás por qué esa nada te afecta tanto y por qué esa nada se te queda pegada en la mente como si no fuera nada y más bien fuera todo.

Onírico o no, metafórico o no, real o no, el final es durísimo. Y pasa una cosa como de acción retardada. Uno se siente muy estoico viéndolo, “ah, sí, mirá vos lo que se le ocurrió a Schrader”… y cuando salen los créditos y apagás todo, te seguís sintiendo estoico hasta que sin importar si hay final feliz o no, si hizo o no lo que iba a hacer, te invade una profunda tristeza. 

¿Podrá Dios perdonarnos por lo que le hicimos a su creación?

le pregunta Michael, el marido de Mary, al reverendo. Y vos también te preguntás ¿Podrá?

Lo mejor: está filmada con pulso y narrada con dolor Lo peor: te deja su oscuridad La escena: las dos escenas raras  Lo más falsete: para algunos las dos escenas raras  El mensaje manifiesto: estamos cagados El mensaje latente: tan cagados, que hasta Dios se avergonzaría El consejo: vela y si no has visto la de Bergman metele de paso a esa El personaje entrañable: Michael, Toller, Esther… El personaje emputante: … El agradecimiento: porque Paul Schrader volvió.

CURIOSIDADES

Amanda Seyfried estaba realmente embarazada, de hecho el director cambió el guion para adaptarse a su embarazo.

Schrader se sorprendió él mismo en la sala de edición al descubrir las similitudes de First Reformed con Taxi Driver.

Cuando era más joven, Ethan Hawke consideró ser cura.

Jake Gyllenhaal y Oscar Isaac fueron considerados para el papel de Hawke.

Schrader dijo que se inspiró en la película Ida, de Pawel Pawlikowski, para filmar en una relación de aspecto de 4:3, diciendo que «…impulsa las líneas verticales, por lo que se obtiene más del cuerpo humano en el cuadro».

First Reformed no es Primera Reforma, como traducen algunos, sino Primera Iglesia Reformada, como Primera Iglesia Bautista.

Schrader pertenece a una familia protestante rígida, en su religión el cine no estaba bien visto, así que recién a los 17 años vio una película, Un sabio en las nubes de Disney, que lo decepcionó.

EL TRAILER

 

CINE ITALIANO: Notti Magiche (Noches mágicas)

Por: Mónica Heinrich V.

Una de las frases que se te quedan cuando salís de ver Notti Magiche es

Quieren ser guionistas, pero no saben ser espectadores

la dice un didáctico jefe de policía a tres jóvenes que participaron en un concurso de guiones y que son sospechosos del asesinato de un gran productor de cine.

El director italiano Paolo Virzi hace una comedia italiana que rinde homenaje a las comedias italianas de antes, esas que tenían un montón de personajes, de diálogos, de situaciones absurdas y de encanto.

Todo sucede el 3 de julio de 1990, en la famosa semi-final del Mundial de fútbol 90 en la que Italia fue eliminada por la Argentina de Maradona en la tanda de penales. Un maseratti cae al Tíber mientras un grupo de espectadores sufre la derrota de la escuadra italiana, dentro se encuentra el cadáver del productor de cine Saponaro (Giancarlo Giannini). La película se sirve del flashback para descubrir cómo murió el productor y quién es el responsable de su muerte. O sea, alguien pensó: “A este homenaje cinéfilo le meteremos un misterio”. Bien jugado, alguien pensante. Los posibles asesinos: El hippie galán Luciano (Giovanni Toscano), el nerd Antonino (Mauro Lamantia) y la fóbica Eugenia (Irene Vetere) son los protagonistas de esta alocada y recargada historia.

Virzi, al lado de sus colaboradores habituales Franchesca Archibugi y Francesco Piccolo, crea un guion en el que pasan muchas cosas (puede que demasiadas), mientras Italia no llega a la final del mundial de fútbol y el cine italiano deja de ser lo que era.

R.I.P. cine italiano.

Hay buenas y malas noticias con este ambicioso trabajo. Las buenas noticias son que a pesar de que en un principio cuesta engancharse a la narrativa acelerada y a los personajes principales que actúan en una tónica muy diferente a la que vemos en el cine contemporáneo, hay una frescura y un amor al cine que no se puede pasar por alto y cuando te rendís ante lo que Virzi propone la pasás bomba.

Las malas noticias son que el amor nunca es suficiente, nunca, animoso lector, su duración es excesiva, vueltea mucho para llegar a un final intuido y para quienes no consigan empatizar con el pintoresco desfiles de cineastas de la época y los constantes guiños, referencias, comentarios sociales que Virzi inserta a lo largo de la película, generará irritación o aburrimiento.

A mí me gustó la descripción satírica que hace de la industria del cine italiano, muestra a una generación de nombres ilustres venidos a menos, desplazados por una nueva camada de realizadores. Vittorio Storaro, Federico Fellini, Bernardo Bertolucci, son solo algunos de los ilustres que son nombrados o vistos en la pantalla. Los viejos se quejan que los jóvenes no entienden el cine y los jóvenes se quejan de que los viejos terminaron vendiéndose al sistema, a la industria. La película parece tener la teoría de que las grandes películas italianas dieron paso a una forma más comercial de ver el cine mientras Italia, en un contexto social y político, se preparaba para la era Berlusconi. Porque sí, reconozcámoslo, la historia del cine, no solo italiano, tiene mucho falso glamour, falso oropel y banalidad a tope.

Virzi lo sabe y no tiene piedad y  además siente mucha nostalgia, lo que está bien. De hecho, la idea de la película surgió en el funeral del mítico director Ettore Scola (Feos, sucios y malos, ¡Qué viva Italia!), mientras Virzi veía bajar ese cajoncito se dio cuenta que ahí se iban los últimos vestigios del gran cine italiano. Te entendemos Virzi, te entendemos.

R.I.P. Scola.

Sí, sí, pero a pesar de entender al amigo italiano tenemos que hablar del tono didático o ejercicio lúdico con el que se le ocurrió darnos tips sobre el cine a través de sus personajes. No mintamos, esa maña es muy matapasiones, de hecho soy enemiga de los mensajitos a la conciencia y de ese afán de algunos guionistas de dar lecciones de vida a través de diálogos o secuencias, pero en el caso de Virzi algo funciona, tendría que analizar a fondo y gastar más caracteres tratando de descifrar porqué recibí con simpatía cada una de esas frases que podrían ir pegadas en notas adhesivas en mi heladera. “Tú y los tuyos ¡Pretensión Cinéfila! Están convencidos de que una cámara lo soluciona todo. Eso es una negligencia creativa, por lo tanto política y narrativa.”“Amigos, compañeros, cineastas, escritores y poetas. ¡Todos son una banda de imbéciles!”, ajá, ajá, tal vez no necesite analizar nada.

En todo caso, el nostálgico Virzi hizo una película grande, grande en ambiciones, y grande en producción, la recreación de la época, la cantidad de extras involucrados, las locaciones, la secuencia de la fiesta, requieren de meticulosidad y Virzi la tuvo, y además la acompañó de mucha belleza visual.

Minutos más, minutos menos, enganche o no, Notti Magiche nos dice, una vez más, que en la juventud somos unos pobres ilusos y que no importa cuánto brillen las trajes de lentejuelas, detrás del brillo hay hilos mal costurados. Y sobre todo, sobre todísimo, nos da entender superlativamente que las noches mágicas siempre terminan.

Lo mejor: tiene una cosita cómica absurda que funciona, el diseño de producción es admirable y las frases armadas sobre cine a pesar de ser frases armadas me gustaron Lo peor: a ratos densa, a ratos demasiado didáctica, a un espectador menos interesado en el tema puede dejarlo irritado o aburrido La escena: cuando se meten al rodaje nocturno…y la escena final de la chica cuando hablan sobre la luz  Lo más falsete: hay muchas cosas que se sienten falsete, porque todo está en tono exagerado, hasta las actuaciones  El mensaje manifiesto: hay noches mágicas El mensaje latente: las noches mágicas terminan tarde o temprano El consejo: si te gusta el cine italiano, metele El personaje entrañable: el cine El personaje emputante: las bajezas del cine El agradecimiento: sí, por el cine

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