CINE COLOMBIANO: La virgen de los sicarios

«LA INFAMIA DE DIOS»
Por: Mónica Heinrich V

Hace unos días, alguien se me acercó y me dijo: “Leo tu columna, y me pregunto: cuándo vas a hablar de cine latinoamericano?”. Inmediatamente se me vino a la cabeza esta película.
Lo que nos llega de Colombia, suele ser la imagen de un país sacudido por la violencia, donde los secuestros y los asesinatos están a la orden del día. Ahora lo más notorio es el caso de Ingrid Betancourt y centenares de presos políticos a manos de la guerrilla. Contrarrestando estos elementos perturbadores, también nos llega su alegría, su cultura, sus escritores, sus cantantes, sus poetas…y en este caso, sus buenas películas.
Vi La Vendedora de Rosas hace años en un festival Iberoamericano, también situaba la historia en Medellín, pero adentrándose en el mundo de la clefa. Los «actores» que se utilizaron fueron niños de las mismas calles, y la película se transformó en una suerte de documental. Luego de su filmación, los niños fueron devueltos a sus sitios de origen.

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Hace unos años me enteré que el actor que interpretaba al «zarco» había sido asesinado a sus 18 o 20 años en un «ajuste de cuentas» y la niña que hacía de Mónica (el papel principal), que cuando filmó la película tenía unos 12-13 años, ya con 14 era madre soltera…y ha pasado su vida en la cárcel acusada de complicidad en un asesinato.Cuento esto, porque en la película que nos ocupa, La virgen de los sicarios, muchos de los niños involucrados son lo que se denominan «actores naturales», chicos sacados del ámbito que la película pretende mostrar y cuyas miserias plasmadas en el filme se quedan cortas ante la realidad que enfrentan día a día.

Y es que Colombia y Latinoamérica en sí, está llena de heridas internas como la pobreza, la indiferencia, y ese cúmulo de «niños» que como dice el personaje de Jaramillo en la película, en sus miradas ves las mismas puertas del infierno.

La película comienza de manera chocante, nos muestra a Germán Jaramillo interpretando a un escritor, Fernando Vallejo, que regresa a su natal Medellín a “recibir una herencia, y a morir”. Llega a una casa donde los niños se prostituyen e inmediatamente le presentan a Alexis, un adolescente de unos 15 o 16 años. Entre ambos personajes surge una relación que va desde amantes hasta amigos, padre-hijo, maestro-alumno.

El adolescente, que uno de los presentes en la casa tilda de «angelito», es un sicario, ya lleva sobre sus hombros unas cuantas muertes. Muertes que no le incomodan ya que prefiere no pensar en ellas.

A lo largo del filme, Jaramillo y Alexis se pasearán por la cara desconocida de Medellín, a título del retorno del escritor a su ciudad de origen. Con un pesimismo filosófico casi insolente, mantendrán conversaciones muy ricas acerca de la vida, la muerte, el ser humano, Dios y apreciaciones sobre banalidades como el fútbol. Quizás esto es lo que convierte a La Virgen de los Sicarios en un documento impresionante acerca de la desesperanza…dos seres en lados opuestos de la vida que se encuentran asomados al mismo abismo.

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La vorágine que se desarrolla después, se puede intuir en la primera escena, porque no es un filme rosa que pretende contarnos una historia de amor. Toda la estética decadente y la oscuridad de los diálogos nos conducen irremediablemente a más sufrimiento.

Es coronado con un final que se te graba como un tatuaje, y que hasta el día de hoy me sigue conmocionando al pensar en esas cortinas, en la canción, en la oscuridad, en la soledad, en la desesperanza.

La película tiene sus méritos en su brillante planteo y su visión poco convencional, está filmada en digital lo que le da un carácter semi-documental. Además, existe un manejo simple y directo de temas como la homosexualidad, la muerte, la droga, etc…sin agarrar ninguno de estos tópicos como si fuera un bicho raro al que hay que exponer y atosigar con primeros planos.

Estos temas son tratados como parte de la cotidianidad colombiana, nada de lo que asombrarse, nada de lo que asustarse, simplemente es «así».

Al momento de ver la luz, el filme se topó con una virulenta crítica por parte de sectores conservadores e intelectuales, que afirmaban que La Virgen de los Sicarios era una ofensa hacia Medellín, a las buenas costumbres y a los colombianos en general. Estos alegatos se basaban en que el filme podía dar la impresión que Colombia era un país donde reinaba el caos, la corrupción, la perversión y el narcotráfico.

Los comentarios son similares a los que se escuchan cuando alguien osa decir en voz alta que en Santa Cruz existe un culto a la banalidad que parte de las grandes esferas, o que el consumo de droga no es sólo cosa del Plan 3000 o de la Villa, o que los entuertos entre gente de poder con gente de distintos sectores son mucho más oscuros de lo que se supone, o que la cultura no tiene el apoyo que debería tener, etc… Creo que la intención de Barbet Schroeder era contar una parte de la realidad, que por experiencia sé, en Colombia (o en cualquier país) puede ser mucho más jodida que la visión planteada en una película.

La Virgen de los Sicarios está basada en el libro homónimo de Fernando Vallejo, escritor colombiano que también tiene trabajos en cine, y que se encargó del guión para poder adaptar su novela correctamente. En la mayoría de los casos, sus libros son autobiográficos… En su novela usa a Medellín como el trasfondo para narrar una historia marcada por el escepticismo de sus personajes hacia la vida. Mismo escepticismo que llevó al guión de la película.

Quizás su punto más débil son las actuaciones, que exceptuando el solvente trabajo de Germán Jaramillo, el resto de los actores nos obsequian papeles rústicos y pobremente construidos. Sin embargo, estamos ante una película cuyo guión, fotografía y argumento se comen al trabajo de los actores, así que las actuaciones pasan a segundo plano.

El director Barbet Schoerder pasó algunos años de su infancia en Colombia y en Francia, ha hecho películas en Hollywood como Medidas desesperadas, Antes y después y el Beso de la muerte. Schroerder tiene muy buenos recuerdos de su estancia en Colombia y se declaró un admirador de la obra de Vallejo, por lo que hacer esta adaptación significó la realización de un sueño largamente acariciado. Desde que vi esta película, siempre me llamó la atención la sensibilidad de este director para conseguir crear un filme que quizás un colombiano no se animaría a filmar. Gratitud para este señor, que desde entonces no le achuntó a nada más. Un caso curioso.

La Virgen de los Sicarios es una película triste, sobre soledades, miseria, apatía e insensibilidad, una película que pocos tolerarán, pero que se basa en una gran novela de un gran escritor, quizás el escritor colombiano más irreverente y oscuro, no tan comercial como el Gabo, pero igual de necesario como referente.

Les recomiendo esta película SOLAMENTE si no son impresionables, homofóbicos o depresivos, porque verla no es otra cosa que un latigazo interior y si no estás preparado para «sufrirla» no vale la pena que te quedés con ciertas imágenes en tu cabeza.

 

Que hayas muerto no es prueba de que hayas vivido

Lo mejor: Un latigazo a tu cotidianidad
Lo peor: Algunas actuaciones y el desasosiego que te hereda
La escena:la del perro. Una de las escenas más dolorosas que he visto en mi vida de cinéfila.
Lo más falsete: algunos diálogos hermosos, pero algo rimbombantes.
El mensaje manifiesto:Los ángeles matan
El mensaje latente: Los ángeles mueren
El consejo: Vela si estás preparado.
La pregunta: ¿Será que algún día, el cine boliviano exhibirá sin pudores una joyita de este calibre?

CURIOSIDADES

– Según contó Schroeder, el rodaje se hizo en forma muy rápida –apenas dos meses– en la ciudad de Medellín, bajo presiones de la guerrilla, sobre todo hacia su persona, un extranjero que andaba con su cámara dando vueltas por la ciudad en medio de un equipo compuesto casi enteramente por colombianos (“me dijo la policía que la guerrilla ofrece mil dólares por cualquier extranjero. Lo que ofrecía antes Pablo Escobar por la cabeza de un policía”).

– El escritor y periodista colombiano, Germán Santamaría, director de la «Revista Diners», pidió «sabotear y ojalá prohibir» la exhibición de la producción. Santamaría repasaba en su artículo las escenas que le parecieron más truculentas (“se acuestan, se matan, matan y reducen a Simón Bolívar, al Papa, a los últimos presidentes de Colombia, a todos los antioqueños a una manada. Se invita al magnicidio contra los ex presidentes César Gaviria y Ernesto Samper. O se realiza una masiva orgía de droga en plena catedral de Medellín”). Después de considerar que Vallejo siembra la desorientación en la juventud colombiana (entre muchos etcéteras), el articulista afirmaba: “Vamos a decirlo de manera directa, casi brutal: hay que sabotearla, y ojalá se prohíba su exhibición pública”.

– Cuando el director y el escritor se encontraron en México, Vallejo le contó que había estado reflexionando largamente sobre el gran problema literario de trasladar la esencia del texto –un monólogo de más de cien páginas– a un formato cinematográfico, que incluyera algo más que diálogos entre el escritor y los dos chicos que lo acompañarán por turnos –Alexis y Wilmar– en un juego de identidades y muerte donde uno viene a reemplazar al otro (a través del asesinato, vale aclarar) en el amor del escritor. “Empezamos una negociación sobre el número de muertos”, cuenta Schroeder entre el morbo y el humor. “En el libro hay un número impresionante de muertos, creo que son dieciocho. Eso que era tan fuerte y funcionaba con tal vividez en la literatura (porque estos asesinatos son, de alguna forma, parábolas) sería sencillamente insoportable en el cine, donde el criterio de verosimilitud debe responder a parámetros más realistas. Así que negociamos qué muertos íbamos a dejar y bajo qué condiciones. El resultado fue totalmente sorprendente: otra versión de la misma historia, más cercana a su verdad autobiográfica.”

– Sobre su novela, Fernando Vallejo escribió: “Dios no existe, y Balzac, Dickens, Dostoievsky, Flaubert, Zola y similares hace rato que han sido echados al olvido. El narrador omnisciente que todo lo sabe y todo lo ve es el camino más trillado y miserable de la literatura. Un sicario es alguien que a duras penas sabe hablar. ¿Cómo se puede escribir entonces un libro sobre los sicarios en primera persona? Se resuelve haciendo que sean el instrumento del narrador, los que van librándolo del prójimo, dado que, como dijo Sartre, el infierno son los otros. A todos los que matan en el libro y en la película yo ya los maté en mi corazón”.

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