LOST IN CONTEMPLATION OF WORLD

CINE: Ciudadela y La Huerta

El YIN Y EL YANG 

Finalmente hay tiempo para hablar de cine, para ponerme en la “seria” (MUY SERIA) tarea de escribir sobre cine. Sí, el sacrosanto séptimo arte, la cinta de sueños, decía Orson Wells.

Y aunque ya pasó un tiempito de las experiencias a relatar, nunca está de más compartir esos gloriosos, insólitos y a veces decepcionantes momentos.

Entre la agonizante carrera de Shyamalan, la patada en los ovarios de Superman y la fútil Gatsby, hubo espacio para el cine nacional. Para el siempre polémico, entrañable, y desesperante cine nacional.

Tuve la oportunidad de ver Ciudadela de Diego Mondaca y La Huerta de Rodrigo Ayala. El Yin y el yang del audiovisual boliviano. Acalorados debates se dieron a razón de ambas propuestas, especialmente la de Ayala motivó en mis compañeros de butaca una catarata de adjetivos que el sensible lector no puede permitirse. Sin embargo, no nos despatarremos, y entremos primero a la luz, la añorada luz.

Llevaba meses esperando que Ciudadela se proyecte en Santa Cruz, esta expectativa fue generada por el éxito de La Chirola, éxito merecido y que situaba a Mondaca como uno de los directores más prometedores del cine boliviano.

El manejo de elementos en La Chirola, el cuidado técnico, una historia bien contada y un gran personaje, calaron hondo en un público ya acostumbrado a ver obras enanas e hicieron que su nuevo trabajo se espere como el rocío de la mañana.

Así llegó Ciudadela. Finalmente. Se proyectó en la AECID ante una sala casi llena.

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Mondaca apuesta nuevamente por el documental e ingresa a la cárcel (San Pedro) para mostrarnos su visión de lo que es la vida carcelaria.  El objetivo es que el espectador sienta e intuya que ahí dentro las cosas no son distintas a lo que sucede afuera. Sí, ahí están los reos llevando una vida privados de su libertad pero dentro de una dinámica similar a la de cualquier comunidad.

El director toma una decisión inteligente: en lugar del típico documental testimonial donde el personaje te cuenta su vida y te habla de sus miserias, sueños y esperanzas, la cárcel como tal es la gran protagonista.  Punto a favor de Mondaca y un riesgo.

No hay personajes a los que te podás anclar afectivamente, ni golpes bajos sobre pasados y futuros. Lo que vemos es nada más y nada menos que la rutina de los espacios en la cárcel: gente que tiene sus fiestas, que trabaja, que tiene actividades recreativas, vemos el comercio, la iglesia, y todo aquello que habla de una vida organizada donde casi nunca se ve un policía.

Algunos testimonios ocasionales le ponen algo de color al relato, y eso es todo. Literalmente es todo. Para mí fue un poco difícil engancharme con el relato, amén de estar bien filmado y concebido, la propuesta de tan aséptica termina distanciando y al no champarte en nada, queda como una visita turística a la cárcel, donde sí nos queda claro que hay una vida similar a la de afuera pero donde el contexto en sí mismo queda algo banalizado.

Me explico, al intentar despojar de estereotipos a los presos, solo vemos un lado (elección del director y propuesta del trabajo) pero la cárcel es la cárcel, no importa qué tan “iguales” a nosotros sean, al finalizar, lejos de comprender el hacinamiento, el abandono, la desidia, el caos en el que vive sumergida esa institución, te quedás con una imagen inocua, como pasear por la calle y ver una vitrina.

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Tal distancia se quiso matizar con gritos sobrepuestos en los peores momentos, similares al efecto causado por las risas falsas de las comedias de televisión. Odié esos gritos.

Luego de la proyección, Mondaca se quedó a recibir las preguntas y comentarios del público. Ahí explicó que efectivamente él quiso mostrar una mirada limpia a la cárcel, sin la violencia que ya está implícita al tratarse de una cárcel. También comentó que por elección no filmó en La Posta, sección destinada a los presos de clase alta, que viven de forma acomodada a pesar de estar privados de su libertad (Santos Ramírez, los presos del caso terrorismo, etc..) Aunque es una decisión comprensible, me pareció que ese contraste era necesario, incluso siguiendo la línea del documental, sin mostrar a los presos como figuras, sino solamente el sector y las condiciones en las que viven.

Llega el final y Ciudadela gusta en algunos aspectos pero no deja huella imperecedera. El relato dura apenas 48 minutos, que parecen un poco más y que dejan sabor a ingredientes faltantes o sobrantes.

Entonces, ¿por qué es el Yang de esta reseña? ¿Por qué es una luciérnaga brillando en la oscuridad? Porque Mondaca hace Ciudadela tomando riesgos y decisiones propias de alguien que se la juega. Porque tiene una concepción interesante y unas ganas de no quedarse en “lo mismo de siempre”. Porque trabajó con un equipo técnico en el que hay una buena fotografía, un buen sonido, y un buen montaje. Porque no es ese tipo de director cuya finalidad es exhibir su película esté como esté y porque de forma honesta quiere dejarle algo al espectador. Por eso, Ciudadela con todas sus falencias (o lo que a mi particular parecer son falencias) es el Yang.

Y eso nos lleva al Yin, o lo que es lo mismo…hablar sobre la oscuridad que últimamente (varios años ya) golpea el ojo boliviano. Hablar sobre esos productos que se sacan como pipocas para mostrarle a los auspiciadores que ahí están en el Cine Center, Multicine o lo que sea, recabar más auspicios para la próxima y nada más. No es pecado, no es un crimen, es absolutamente válido. Pero no deja de dar tristeza la gran cantidad de productos que surgen bajo esos cánones.

El otro día, me encontré con un conocido que participó en una película estrenada el año pasado y ante el pequeño debate acerca de la calidad de la misma, el susodicho contó que el director de tan bochornoso experimento le dijo textualmente: “A mí lo que me importa es sacar plata. Nada más”. Con plata nos referimos no a lo que recaudan en taquilla sino lo que consiguen por auspicios. Digamos que pidiendo auspicios aquí y allá se junten 20, 30, 40 o más de 50 mil dólares, y luego, de ese dinero se gaste en una producción 10 mil o menos,  contratando equipo barato y pagando lo mínimo a título de que hacer cine es caro y no rinde. El resto queda para el director. Nuevamente, muy válido.

La premisa de hacer plata es también de Hollywood, y cualquier industria cinematográfica que se precia, PERO hasta eso puej tiene una calidad básica, mínima, liliputiense. Y si ese es el parámetro, pues que no se espere que la obra se reciba como la realización del “sueño” de hacer cine.

En el caso específico de Ayala, ignoro cuáles son las motivaciones para hacer su trilogía, sean cuales sean, son respetables, pero como espectadora no puedo menos que impresionarme cada vez que veo una película suya.

Acudí a ver La huerta, ante los comentarios “cruzados” entre gente que la defendía y decía que había mejorado, y otros que alegaban que seguía en la misma estela (difícil de superar) dejada por Día de Boda e Historias de vino, singani y alcoba. Sí, pudo más la curiosidad y la necesidad de comprobar tales dichos que acogerme a la sabia experiencia.

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Ayala vuelve a refugiarse en un aparente relato idiosincrático que en realidad es simple y llanamente un desfile de personajes caricaturizados, unidimensionales y sin ningún peso.

La Huerta es una propiedad de la familia Vásquez, familia tradicional tarijeña, alrededor de la que se moverá toda la película. Hay de todo y para todos: el personaje “raro” que es asesinado al principio y que motiva una investigación para dar con el autor del crimen; la provinciana putona que anda de ofrecida con todos; la doña que le pone los cuernos al marido sonsonete; la tipa frívola y boluda; el chicha sin dulce (falso chapaco); el mujeriego; y así…casi casi como las Spice Girls, donde cada una de las chicas representaba un estereotipo.

El guión busca la intriga y el suspenso, pero no los encuentra nunca. La trama se sigue cansadamente, sin mayores sobresaltos, los problemas familiares, el pueblo chico infierno grande que se palpa en los exagerados entuertos, los flashbacks, la voz en off, todo conspira para que La Huerta resulte en extremo fallida.

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Se disfraza de relato idiosincrático, de retrato de la clase media tarijeña…(pobrecita Tarija, no tiene la culpa) y encima nos la quieren hacer pasar por comedia costumbrista, pero no es otra cosa que un pututo de chistes básicos, similares a los que se cuentan en un café concert y en el que el apartado técnico de la mal llamada película brilla por su precariedad. No voy a pajearme en análisis sociológicos/históricos/humanistas de la trama porque aquí existe un problema mayor al del guión.

Ahí donde podríamos destacar fotografía, montaje, luces, continuidad, LO QUE SEA, no hay de dónde agarrarse. Una muy mala fotografía, amante del plano contra plano telenovelero de los 80s; un sonido que dan ganas de llorar, un montaje errático, y una ausente dirección de actores, nos cachetean las cuatro mejillas.

Alguien dirá: es lo que el director propone y quiere. Perfecto, pues lo que el director quiere y propone está filmado con la nalga izquierda y ahí no hay medias tintas.

Creo que el relato costumbrista o idiosincrático no es un filón a despreciar, creo también que en otros países como Argentina, Brasil, por nombrar algunos, ese estilo de comedia se explota muy bien y encima entrega productos no de autor o que nos recuerden a Haneke, sino películas bien hechitas, divertidas, sanas, sencillas, para toda la familia.

En Bolivia, desgraciadamente, en los últimos años muchos se apegan a esa definición para justificar la chafez de su producto o para que pensemos que “Ahhh…es chota a propósito”.  Y algo de razón hay, es chota a propósito, porque si no hay una preocupación por buscarse buenos elementos en el equipo técnico, si no hay un pudor por lo que le vas a presentar al público y más aún, si no hay un leve sonrojo por cobrarle al público por ver un producto fallido, pues es, realmente, a propósito.

Y eso hay que decirlo fuerte y claro. Habrá quien piense que decir que una película nacional está mal filmada es perjudicar a la inexistente industria cinematográfica, a los actores, directores, equipo técnico y etcéteras, pero señores, estas malas películas son las que perjudican a todos los mencionados. Los actores no crecen por trabajar en esas condiciones, el equipo técnico tampoco, y el público…el respetable público empieza a perderle fe al producto nacional. Se asocia lo nacional a lo chafa. Y así estamos…

Terminada la proyección de La Huerta, no quedó mucho por comentar. Solo confirmar que urge, urge más luz. Urgen nuevas propuestas, nuevas visiones, urge seriedad y rigor, urge que el cineasta boliviano se divierta y el espectador boliviano lo sienta/disfrute. Urge que este año salga una buena película boliviana, sea del género que sea, del director que sea, urge.

CIUDADELA

Lo mejor: Que se atreve e intenta decir algo.

Lo peor: demasiado aséptica

La escena: la del techo y la libertad

El mensaje manifiesto: allá dentro la vida continúa su curso

El mensaje latente: allá dentro hay una vida que no puede retratarse del todo

El consejo: vela

El personaje entrañable: los niños

El personaje emputante: los gritos sobrepuestos

El agradecimiento: un apartado técnico respetable

LA HUERTA

Lo mejor: El perro

Lo peor: todo lo demás

La escena: la del perro

El mensaje manifiesto: es chota a propósito

El mensaje latente: de verdad es chota a propósito

El consejo: sobre aviso no hay engaño

El personaje entrañable: obviamente: EL PERRO

El personaje emputante: debo decir que odié particularmente a Martín

El agradecimiento: que, como todo en esta vida, termina.

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7 Comentarios

  1. Hola Monica,

    te estaba echando muchisimo de menos! gracias por tus acertados análisis y tus conclusiones sobre el lamentable estado de la producción de cine boliviana.

    Es que esto del ying y yang es una terrible verdad. En Bolivia somos demasiado impacientes! Nadie está dispuesto a recorrer el largo y fructifero camino del aprendizaje sino todo el mundo cree (desde el fútbol, pasando por la politica y terminando en el cine) que es facil tocar el cielo con la mano.

    saludos y espero leerte mas a menudo!
    Pablo de Alemania

    • Pablo! Graciasssss pucha he estado con mucho trabajo, pero ya bajé el ritmo esta semana así que voy a escribir más seguido. Es verdad lo que decís, hay impaciencia y falta de pudor me parece. Igual, en medio de ese universo de impacientes hay unos pocos de los que sí podemos esperar cosas decentes, ojalá que ese puñado de pacientes laburadores aumente jejeje.
      Muchos besos hasta Alemania!!!!! =)

  2. Mónica, cuándo sea grande quiero escribir como vos!. Totalmente de acuerdo en lo que escribís. Lo mismo que decís del cine boliviano se podría aplicar a otras artes como la pintura y la literatura, en las que también a veces se produce sólo por el simple hecho de que se puede y pareciera que apoyar (sólo porque es Boliviano) es una obligación.

    • Roberto!! sip, es cierto, se aplica a todas las artes. Ahora hay muchos “escritores”, por ejemplo. O exposiciones chotas de pintura o fotografía, y si decís que no te gusta es porque no apoyás lo boliviano. Ya es parte de nuestra idiosincracia. Besos

  3. El tarijeño está empeñado en producir cantidad, quedando su nombre en la posteridad por la cantidad de productos realizados contra la adversidad y la crítica.
    Mira, no queremos ser malos pero el tarijas es un tipo muy informal en el cine, y no tengo motivación de ir a ver sus películas, porque me parece que se extralimita en la improvisación de sus actores y las situaciones que no llegan a ser humor o drama, no es nada, y no sé porque tiene tan mal gusto en la música.
    Honestamente creo que existen bolivianos capaces de producir un cine honesto, no un blockbuster, pero si una pieza de arte, que pueda salir afuera y demostrar la sensibilidad, la profundidad y el buen gusto, sin caer en estereotipos o tentativas de coloquialismo.
    Me da mucha pena verlos actuar a esos chicos, es como un video del colegio. En serio, no hay obligación a ver las peliculas bolivianas, pero no sé que falta para hacer algo que nos identifique como artistas y no como simuladores.
    Rescatando lo obvio, es comedia popular y su mercado son los que comprarán el video para verlo en sus casas.

    • Xymi, puej! Ya está en la producción de su nueva película. Curiosamente en sus créditos finales de La Huerta hubo una bonita cortina musical jejeje. Yo no tengo nada en contra del cine blockbuster lo consumo con igual frenesí que el cine de autor, pero en Bolivia no hay cine blockbuster…es una huevada sin gusto y mal filmada jejeje
      Algo hay que rescatar del “tarijas” como le decís, se sabe vender y, aparentemente, sabe vender. Su película estuvo en cartelera más de un mes en Santa Cruz, lo cual es muy tétrico :p
      En fin, saludos!

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