Por: Mónica Heinrich V.
El algoritmo facebookero me derivó a una nota de El Mundo de España cuyo título era: “Val Kilmer, la más grande derrota jamás filmada”. Palabras fuertes. No necesité nada más, ni siquiera entré a leer el coso, me fui directo a Prime Video y PLAY.
Ahí estaba: el señor Val Kilmer. El sex symbol al que llegaron a comparar con Brad Pitt. El actor que tuvo sus 15 minutos de fama y que los aprovechó tan mal que terminó con una carrera más bien discreta. El actor que con la carrera discreta decidió trasladar sus energías a su primer amor: el teatro. El actor que viviendo su sueño de hacer teatro puro y duro fue diagnosticado con cáncer de laringe en el 2015. El actor que producto de ese agresivo cáncer tuvo una agresiva laringectomía y perdió su voz.
El documental Val, es dirigido por Leo Scott y Ting Poo. Lo escribe el mismo Val, y lo narra su hijo Jack Kilmer. Esto de la narración del hijo no es algo simbólico o de origen sentimental, sino una necesidad. Jack le presta la voz a su padre.
La vida de Val ha sido intensa. En lo personal, nunca fue de mis actores favoritos, pero puedo recordarlo en un montón de películas y visualizar su imagen como parte de mi vida, porque el cine termina siendo parte de la vida de uno. Y ver Val deja un sabor amargo por eso. Este es un documental que suena a testamento y el tipo solo tiene 61 años. Como espectadora no pude distanciarme.
A lo largo del documental, sabremos que Val se ha filmado desde muy pequeño, que tuvo en hermano que quería ser cineasta, que con él compartió su amor por el teatro y el cine, que juntos amontonaron cortos y cintas caseras que filmaron repletas de sus sueños infantiles y que ese hermano murió a los 15 años ahogado en la piscina familiar.
Después de esas revelaciones, es muy fácil tenerle simpatía al Val que con 16 años consiguió entrar a la prestigiosa y exclusivísima escuela Julliard. Es muy fácil seguirlo en sus ambiciones, en su frustración por protagonizar películas “comerciales”, en las quichicientas cintas que le mandó a Stanley Kubrick para convencerlo de contratarlo, en su dicha cuando consiguió el papel de Jim Morrison con Oliver Stone.
Val (el documental) va y viene entre esos recuerdos adolescentes, juveniles, en los que todo parecía posible. Uno de los aspectos más emotivos del documental es precisamente eso: el contraste espontáneo entre el Val sonriente de los 90s que sobradoramente se burlaba de Tom Cruise o que criticaba a los actores empíricos y el Val actual, el hombre avejentado y fragilizado que solo puede hablar a través de una prótesis fonatoria.
Al ser un trabajo de Val sobre Val, el documental es bastante amable con los errores o tropiezos del actor. Sí, Val asume su perfil de chico “problemático” pero siempre lo tiñe de cierta “incomprensión” o “injusticia” hacia su persona. Si la industria le dio la espalda o lo dejó de lado, el actor parece no darse cuenta del papel que jugó para que eso sucediera. Las innumerables anécdotas de su errático comportamiento en rodaje incluidas el cigarrillo que le apagó en la cara a un camarógrafo en La Isla del Doctor Murneau o la pelea a golpes con el director Joel Schumaher en el set de Batman, son solo unas cuantas de las leyendas urbanas que circularon sobre él y que le cerraron varias puertas.
Aún así, a pesar de cierto tono de autocompasión o de mea culpa a medias, no cabe duda que este documental va un poquito más allá de la vida de Val como Val.
Ver a un tipo que llegó a la cima, y que no solo desaprovechó ese privilegio, sino que mal administró su plata, sus bienes, desatendió a su familia, a sus hijos, y todo para terminar enfermo y solo…todo para terminar sobreviviendo de las viejas glorias de sus personajes más comerciales (esos que tanto despreciaba), yendo al Comic Con a firmar autógrafos para gente que lo recuerda como Iceman (Top Gun) o yendo a un screening de Tombstone para firmar autógrafos a gente que lo recuerda como Doc Holliday, es muy sobrecogedor.
Me dueles, Val. Me dueles.
A nivel técnico le sobran unos cuantos minutos. Una vez pasaste la parte más rica del recuento, cuando ya contó sobre su familia, su infancia, cuando ya mostró clips exclusivos con Cristian Slater, Jhonny Deep, Kevin Bacon, Marlon Brando, cuando ya entendiste todo lo que perdió…los últimos veinte minutos son algo repetitivos. Es el cierre que el estudiante de Julliard hubiera querido. El cierre que tiene que hacer Val, y que un editor, director, jamás le podría recortar porque para Val no estaría a la altura de la tarea. La cosa impostada y autoconsciente que manejó sus relaciones laborales y personales. Val siendo Val.
Sí, es un documental duro. Imagino que catártico para él y aleccionador casi por ósmosis para cualquier espectador. Es un “todo lo que sube puede bajar” o un “cuidado con escupir hacia arriba”. Por eso, Val tiene el poder de removernos las entrañas a pesar de su autoculto. La parte más humana de nosotros puede empatizar con Val, derramar algunas lágrimas por lo que le pasó y por cómo sigue adelante y, sobre todo, deseará que este hombre de 61 años pueda tener una segunda o tercera oportunidad, querremos verlo cumplir más sueños porque ya que estamos con las frases “Nosotros, los de entonces, ya no somos los mismos”.
Lo mejor: emotivo y humano recuento de una vida Lo peor: la autocrítica es limitadita La escena: cuando empieza y es la voz de Jack hablando como si fuera Val. Y cuando Val se sentía mal en la firma de autógrafos y se quedaba igual. Y cuando veía sus screenings de Tombstone. Lo más falsete: los datos omitidos para que Val no se vea mal El mensaje manifiesto: Todo lo que sube baja El mensaje latente: Nosotros, los de entonces, ya no somos los mismos El consejo: Para verlo cuando se esté vibrando alto, porque es muy triste El personaje entrañable: a pesar de todo: VAL El agradecimiento: por los momentos de verdad.
[…] final me hizo pensar un poco en cómo terminó Val Kilmer (documental reseñado ACÁ) Ese actor que siempre despreció a actores empíricos porque él había estudiado arte dramático […]