DOCUMENTAL: American Factory

Por: Mónica Heinrich V.

El más reciente ganador del Oscar a Mejor Documental, American Factory, plantea varios puntos interesantes que luego se disuelven en su búsqueda por saludar a la bandera americana y vender la pomada de que en los países occidentales/anticomunistas se respetan los derechos laborales a diferencia de esos bárbaros chinos.

Y claro que uno puede mirar con simpatía el hecho de que el documental sea producido por Barack y Michelle Obama, a quienes les encantan los documentales y van por le mundo con esa pose no menos simpática de ex presidente/ex primera dama progres, cuando en realidad hicieron poco o nada por cambiar el status quo americano. Pero, es lo que hay, y los Obama pusieron sus quintos y entusiasmo en empujar la promoción de este documental. Higher Ground, su productora, adquirió American Factory cuando ya estaba listo, es más, ya hasta había ganado un premio en Sundance. Y entre lobby acá, lobby allá, lo chantaron en Netflix, y se hizo un especial con los Obama hablando un montón de paja sobre el documental que ellos distribuyen pero al que en la práctica no contribuyeron creativamente.

A ver, a ver, mejor partamos por el planteo interesante: En el 2008, después de 27 años de operaciones, la fábrica de General Motors en Ohio detuvo sus máquinas dejando desempleados a alrededor de 2,400 personas. Michael Moore ya nos mostró algo similar en Roger & Me (1989) sobre el cierre de General Motors en Flint, su ciudad natal. En el documental, Moore persiguió,  acosó e interpeló durante mucho tiempo a Roger Smith, el presidente de General Motors, exigiendo explicaciones del cierre, y mientras batallaba por obtener repuestas, en paralelo mostraba las paupérrimas condiciones económicas, sociales y psicológicas que el cierre de la fábrica dejó en su deprimida ciudad.

Volviendo a Ohio y a American Factory, el cierre es un preámbulo a otro tema. Porque en Ohio, la fábrica cierra en el 2008, y en el 2014, oh, «albricias», un empresario chino abre una fábrica de vidrios,  Fuyao Glass. Aunque al principio su llegada es vista como una gran reactivación económica, las cosas empiezan a torcerse a la velocidad de la luz. Cao Dewang el fundador de Fuyao Glass desde antes de la inauguración fue claro: «No quiero sindicatos. Si forman sindicatos, cierro el boliche y me largo«. Y ¿qué pasó? en la inauguración, un senador gringo al que invitaron para darle realce a la apertura lo primero que dice es que ojalá puedan unirse y tener sindicato. Yes, indeed.

American Factory va por ahí, por el seguimiento que se le hace a la corta luna de miel que significó la apertura de la fábrica de vidrios y luego, el insistente pedido de los trabajadores de tener un sindicato dentro de una empresa que no acepta los sindicatos.

Todo bien, Obamas, todo bien. Hay que contar también, aunque el documental no lo cuente, que el plan de rescate financiero de esa zona le correspondía al gobierno de Obama. Yes, indeed.

Veremos un montón de testimonios de los que se quejan que están ganando dos pesos en comparación con las épocas de gloria de la gran empresa americana General Motors, y que los chinos son muy exigentes con los horarios y las cargas laborales, además de que existen problemas de comunicación por el lenguaje (hay supervisores chinos que apenas hablan el idioma) y el maltrato que les dan. En contraposición a esos quichicientos testimonios habrán uno o dos testimonios de los que dicen que estuvieron desempleados muchos años, viviendo en condiciones lamentables, y que ahora tienen un trabajo seguro que no quieren perder por imponer un sindicato. Todo eso crea un conflicto que como espectador deseás ver cómo se resuelve.

El problema es que para Julia Reichert  y Steven Bognar, los directores del documental, la problemática parece ser un ente orgánico que se mueve y respira solo. Oh, mirá vos, General Motors cerró solita y se fue, y luego llegaron estos chinos solitos y se asentaron. Cuando en realidad, hay decisiones corporativas previas, gubernamentales, y políticas que se tomaron para que General Motors cierre y para que Fuyao Glass abra.

Aunque el documental pretende quitarse de encima el tema político y, sobre todo, la mancha de xenofobia y racismo, es evidente que existen y laten como el corazón delator de Edgar Allan Poe, muy disfrazados bajo un manto de solidaridad o de respeto a las culturas. Hay que ser ingenuos para no detectar el desprecio hacia las políticas económicas chinas que tienen los americanos o el desprecio a la supuesta flojera y debilidad laboral que perciben los chinos sobre la gran Norteamérica.

American Factory como registro de los testimonios y del día a día de Fuyao Glass es ponderable. Durante tres años los chinos permitieron que el equipo filme sin ninguna traba dentro de la fábrica y a sus trabajadores. No hay una voz en off que direccione más obviamente tu percepción. Es un trabajo documental prolijo y que además sigue a sus personajes hasta cuando un selecto grupo de gringos viaja a China a darse un bañito de cultura occidental y baila rodeado de propaganda china.

El asunto del sindicato sirve para debatir y reflexionar sobre las políticas laborales y la necesidad de leyes firmes que respalden los derechos de los trabajadores, lamentablemente eso se queda ahí bogando. Los directores  se pasan todo el documental dando vueltas alrededor sin profundizarlo, se dice que “los trabajadores deben unirse”, y jamás se explora el carácter corrupto de los sindicatos y el uso político que se les da en Estados Unidos. El sindicato parece ser la panacea a cualquier mal laboral.

SPOILER

Luego, cuando faltan unos diez o quince minutos para finalizar, dan un viraje facilista y terminan con un discurso admonitorio sobre la sustitución de los trabajadores por máquinas. El sistema vs trabajador se convierte en máquina vs trabajador. Pasamos de la amenaza de la explotación del hombre por el hombre, a la suplantación de una máquina. Nuevamente, son los chinos buscando mayor productividad quienes automatizarán su fábrica americana hasta donde se pueda, o, por lo menos, el ejemplo que se usa es ese: Fuyao Glass.

FINAL SPOILER

Cualquiera creería que esa política laboral es únicamente de nuestros amigos occidentales. El capitalismo del comunismo dentro de la globalización. Yes, indeed. El muerto se ríe del degollado.

Lo mejor: interesante y debatible Lo peor: nada deslumbrante y, para mí, no profundiza en su problemática  La escena: cuando los gringos van a china y al final, cuando descubrís que después de todos los cambios cojudos que hizo el chino en su fábrica dejó de tener pérdidas Lo más falsete: ahh qué cojudos son los chinos, si nos unimos en un sindicato esto no pasa El mensaje manifiesto: qué cojudos son los chinos  el mensaje latente: qué cojudos somos todos El personaje entrañable: el trabajador comprometido con su trabajo El personaje emputante: los que manipulan a los trabajadores por sus propios intereses El agradecimiento: por la obligada reflexión. ¿Se merecía su Oscar?: No es un mal documental, pero para mí Honeyland es un documental precioso y hasta The Edge of democracy, a pesar de tener las tintas cargadas, en planteo y recopilación de información me resultó más impactante.

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2 Comentarios

  1. Un tema muy debatible y actual Monica. Muy buen análisis! Muchas industrias se han ido a la China por lo molestosos que son los sindicatos. Aunque en los dias actuales las empresas que se fueron están pensando desesperadamente como salir de China por este virus que dizque ha inventado como siempre la CIA

    La pregunta es si realmente un documental asi merece un Oscar. Habria que plantearselo para no caer en ninguna de tus tres mensajes (falsete, manifiesto y latente) arriba nombrados

    • No creo que se merezca el Oscar, quizás el trabajo ha sido arduo pero generalmente en los documentales el proceso de recolección de información siempre es largo y minucioso, y ya en contenido está bien, sí, aunque hay mejores en su categoría. Pienso que es una adelantada campaña proselitista de los Obama jejeje…pero bueeee mal docu no es.
      Besos, Pablo!

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