LOST IN CONTEMPLATION OF WORLD

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CINE MEXICANO: Ya no estoy aquí (I´m no longer here)

Por: Mónica Heinrich V.

El director de cine Fernando Frías de la Parra en una entrevista comentó que hace unos años daba talleres en la frontera mexico-americana, en Reynosa, y que cuando sus adolescentes alumnos le preguntaban la edad y él decía 33, le respondían: “Ay, yo a tu edad voy a estar muerto”.

Ya no estoy aquí (Im no longer here) dialoga con esa dura experiencia, con la realidad de miles de mexicanos que vivían/viven su propia guerra en las zonas conflictivas de México. O, por lo menos, con lo que Frías de la Parra interpreta como realidad.

Estamos ante el estreno con más alma del catálogo de Netflix en los últimos tiempos. Y digo alma, porque a pesar de que podamos encontrarle el pelo a la leche (los pelos), hay algo que te envuelve el corazón y te lo estruja, hay algo que se queda revoloteando como una mariposa enferma cuando termina.

La película, también guionizada por Frías de la Parra, sigue la vida de Ulises, un muchacho que pertenece a una tribu urbana denonimada Los Terkos, a su vez parte del movimiento contracultural “Kolombia”. En el Monterrey de los 90s, la cumbia colombiana fue adoptada por los jóvenes mexicanos como una respuesta a la marginalidad, como un medio de construir identidades. A esta cumbia que ralentizaron,  se le agregaba una particular manera de vestirse, de peinarse, de expresarse, de moverse. Estos chicos con sus pintas extravagantes amaban juntarse a bailar, mientras en su barrio los carteles de droga se campeaban a sus anchas. En la vida real, los Kolombias fueron rápidamente llamados cholombianos y asociados a los narcos o a los pandilleros, en la vida real y en la ficción, los chicos amantes de la cumbia no pudieron separar sus caminos de la narco-narrativa imperante.

Ulises, interpretado por Juan Daniel García Treviño, no se llama ficcionalmente Ulises por casualidad. La película arranca cuando está partiendo, dejando el que fue su hogar hasta ese momento. La Chaparra (otra integrante de los Terkos) consigue llegar a despedirlo…«Terkos, por siempre” le dice después de abrazarlo. En ese abrazo, y en esa ingenuidad de la despedida radica el tono nostálgico que te llega cual viento huracanado. Uno ya está mayor, ya sabe que los «para siempre» son mucho tiempo.

Ulises está amenazado de muerte por un cartel y tiene que irse de mojado a USA. Deja a Monterrey, a los Kolombia, a los Terkos y tiene que adaptarse a una vida para la que es evidente no está preparado. Él no tiene la astucia del Ulises griego, ni tampoco una familia como la del Ulises griego que esté penando su ausencia, él quiere volver a un hogar que ya no es su hogar.

Es muy triste acompañar a Ulises en su periplo, por esas calles gringas donde la promesa del sueño americano existe pero no siempre se cumple.  Y hay que reconocer también que el chico no pone mucho de su parte. Es ese tipo de personaje en el que “No sos vos, soy yo”, encaja perfectamente.  Por eso es que aunque empatizás con la desgracia de pertenecer a un universo del que es casi imposible salir convertido en otra cosa que no sea exactamente el “monstruo” en el que la sociedad piensa que te vas a convertir, ves con un poco de fatiga su incapacidad de tomar las oportunidades de manera positiva. Esa percepción también es un problema tuyo, un pensar occidental y aburguesado de que en la vida todo es cuestión de voluntad.

Frías de la Parra opta por un registro casi documental de Ulises, uno como espectador está enganchado y agradecido con el cine y la vida, lamentablemente el director también cae en la tentación de involucrar situaciones poco creíbles, como la relación de Ulises con la chica asiática, o  los encuentros con la prostituta colombiana.  Y digo poco creíble no tanto por el vínculo o cómo se da el vínculo, sino por algunos diálogos demasiado impostados, remarcados y algunas secuencias a las que les faltaba naturalidad. No necesito que la chica asiática ande fascinada con Ulises como si se tratara de una rara ave exótica, como si en New York no existieran las tribus urbanas más diversas.

Esos equívocos, sin embargo, se sobrellevan rápido. Cuando la fortaleza de Ulises para enfrentar un mundo que no permite débiles se va resquebrajando, el sueño americano termina…es tiempo de volver a casa. ¿A cual casa?

Una preciosa fotografía de Damián García (Güeros, Museo) acompaña casi poéticamente los bailes, el edificio en construcción, las calles, los niños cumbieros, los niños armados, los niños narcos, los niños perdidos. Hay mucha vida que el lente de García captura con habilidad.

En cuanto a las actuaciones, la mayoría son actores naturales, actores y actrices sacados de un ambiente similar al que la película retrata. En ese apartado, la elección de Juan Daniel García como Ulises es un hallazgo, su sola presencia tiene tanta fuerza que no importa si actúa bien o mal. Hay momentos precisos en los que solo verlo, te genera un montón de emociones.

Sí, es verdad, esta es la visión de un tipo privilegiado, un Frías de la Parra que graduado de la Universidad de Columbia vive el sueño americano desde hace diez años y cuya visión de los Kolombias, a ratos, parece un colorido poster de Benetton. No dudo que haya espectadores que encuentren la historia de Ulises naif y oportunista, pero incluso entrando en esa cueva oscura de «¿es pornografía de la miseria?», el director mexicano tiene puntos a su favor.

Cuando se hacen estas películas que tienen comentario social, es muy difícil evitar caer en el victimismo (si el personaje sufre hasta el final) o en el triunfalismo (si el personaje sale airoso de su difícil situación), Ya no estoy aquí no está exenta del mensajito a la conciencia de este tipo de películas, y solo al final los flashazos plásticos y armados que pudiste notar a lo largo de la película se disuelven.

Esa última toma. Esa llega hasta el último cuarto de tu corazón.

Lo que Frías de la Parra consigue es muy valioso. Cuenta la historia de su personaje, y la de un país o parte de un país, para bien o para mal, desde el prejuicio o desde la cercanía. También, sobrevuela la certeza de que a veces uno puede perderlo todo o construir su propia patria.

Para verla online gratis: https://cuevana.nu/pelicula/ya-no-estoy-aqui/

Lo mejor: Ulises, la música, el baile  Lo peor: esa cosa medio plástica que a veces saca a flote Lo más falsete: el embeleso de la china con Ulises, las conversaciones con la prostituta colombiana, la pelea con los mexicanos por la música, el encuentro con la policía gringa, hay muchas cosas que se sienten falsetes El mensaje manifiesto: lo que te da vida es el sentido de pertenencia, de ser parte de algo El mensaje latente: a veces, estás cojudamente solo La escena: el final El personaje entrañable: los niños, que siempre serán niños, aunque tengan armas El personaje emputante: esta vida que no siempre es justa  El agradecimiento: por la belleza de la música, por la belleza visual de la película.

CINE BRASILEÑO: Bacurau

Por: Mónica Heinrich V.

Compañer@s pandémic@s, están pasando tantas cosas, demasiadas cosas. Es difícil seguirle el ritmo a nuestra atribulada situación nacional. Y cuando deseás que exista un jalador gigante de un inodoro gigante también, con el que podás expulsar tanta inmundicia, te acordás de Bacurau.

Bacurau es un pueblito olvidado de una región olvidada de Brasil, en ella sus habitantes forman una pintoresca comunidad. Mientras ves el entierro de la Carmencita, que estiró la pata a sus dignos casi 100 años, pensás que huele a realismo mágico. Eso te gusta pero te asusta. Ya no estamos en los 80s, ni en los 90s.  Y cuando ufanamente rotulaste la película como un tardío o crepuscular realismo mágico, Bacurau se las ingenia para decirte que no, que ella es inclasificable. Que puede ser un western, una fantasía, un drama social, una crítica política, o ciencia ficción. Que lo mismo tenés el pueblito olvidado y la pintoresca comunidad, y luego aparece una especie de platillo volador que acecha a sus personajes.  Que lo mismo tenés a Pacote y a Lunga, y también a un grupito de gringos boludos queriendo eliminar al pueblo. Desaparecerlo.

Cuando pensás que desaparecer un pueblo lleno de gente no es tan sencillo,  Bacurau desaparece mágicamente de los mapas.

La alegoría / metáfora / reflexión de Bacurau se cuenta sola, es obvia como el sol de la mañana, y lo mejor es que funciona. Funciona desde esta gente que sin virus vive encapsulada en su región, a merced de un político corrupto que les entrega alimentos vencidos, medicamentos de dudoso alcance, y les niega el derecho al agua. Funciona porque Bacurau es depositaria del olvido, la negligencia y sus habitantes son prescindibles, a tal punto que la justicia por mano propia parece no solo ser justa sino epifánica.

Sus directores y guionistas Kleber Mendonça Filho (Aquarius)  y Juliano Dornelles (O Ateliê da Rua do Brum ) exhiben en pantalla a un sistema que subestima a los que piensa que pueden ser eliminados sin que el resto del Brasil diga o note nada. Porque los seres desechables son brasileros, pero los citadinos brasileros los desprecian también. Desde esa perspectiva es una premisa dura, violenta e incómoda.

Entre sus actores principales está Sonia Braga en el papel de Domingas, una enfermera alcohólica que no permitirá por nada del mundo que unos gringos mercenarios arrasen con el pueblo. Braga acompaña a actores como Thomas Aquino (Pacote) cuya presencia como sicario contrasta con la de Lunga (Silvero Pereira) el extraño sujeto en el que el pueblo deposita la confianza, y finalmente como líder del grupo antagónico está Udo Kier, el actor alemán que interpreta a Michael, un personaje que se desinfla por completo después.

La primera mitad de la película es de sacarse el sombrero. Maneja con precisión el ritmo, crea la tensión necesaria ante la inminente “limpieza”, te abre las puertas a un montón de necesarias preguntas y jodidas respuestas. Luego, este universo de miedo y abuso se va diluyendo ante una solución obvia como su metáfora. Y en parte está bien, aunque esta cosa “cantada” termine cerrando de una manera facilista un planteamiento que prometía ser más complejo.

Bacurau agarra una violencia casi gore hacia el final. Quizás porque en la vida real cuando pasan cosas muy malas, la gente automáticamente reacciona apagando el fuego con gasolina. Y uno que se siente muy civilizado, con una visión humanista de la vida, se descubre gritándole a la pantalla: «AGARRÁ A ESE HIJO DE PUTA».

Y como parte de esa dualidad de «civilización» y dentro del estereotipo de «pueblo olvidado, comunidad olvidada», me generó algo de rechazo que sean ellos los salvajes, los ancestralmente preparados para la guerra y para resistir de una manera que no admite ningún tipo de reflexión ni búsqueda de otras salidas.

Ah, Bacurau. Sos Bacurau y tantos otros lugares.

“Estoy bajo los efectos de un fuerte psicotrópico”, dice uno de los personajes en su raid de descontrolada venganza. Compañer@s pandémic@s, han pasado casi dos horas de película y han valido la pena.

Vos, ya no desde la cancelada butaca de cine, sino desde tu solitaria habitación pensás con nostalgia que en los últimos meses ese ha sido el sentimiento imperante. Estar bajos los efectos de un fuerte psicotrópico. Si tan solo esa sensación pudiera acabarse al salir los créditos de Bacurau.

Lo mejor: fuerte y diferente Lo peor: parte de una manera original y retorna a lo convencional  Lo más falsete: lo que le pasa a los gringos y el personaje de Michael El mensaje manifiesto: la gente se cansa el mensaje latente: la gente se cansa y arde Troya  La escena: los tipos desnudos El personaje entrañable: los niños El personaje emputante: el político que resulta ser todos los políticos del mundo El agradecimiento: por las preguntas que genera.

PARA VERLA ONLINE: http://gnula.nu/accion/ver-bacurau-2019-online/

CINE: El Hoyo / La camarista / Us and Them

Por: Mónica Heinrich V.

Quiero hablarles sobre ratas, sobre nado forzado, sobre depresión, sobre clases sociales, sobre los de arriba y los de abajo, sobre hoteles de lujo que funcionan gracias a personas que viven lejos del lujo, sobre esas idiosincrásicas palabras jailón, culocontalco, cunimi, cholo. Ah, quiero hablarles acerca de sobrevivir. Porque ahora solo se puede hablar. Están los que su mayor preocupación en estos pandémicos días es qué delivery se elige o si atreve a ir o no al súpermercado en auto sin permiso, y están los otros, a los que la cuarentena los está aniquilando, los que han declarado su empresa en quiebra, los que están sin trabajo, sin comida, viviendo no una sino dos pandemias.

Y el cine, porque el cine siempre es un mullido salvavidas de todo y de todos, sabe retratar bien eso y más. Algunas veces, el enfoque marxista de lucha de clases se puede disfrutar, ves la pantalla y decís funciona, me trago todo, su discurso pro clases oprimidas, su discurso antiburguesía parásita, y otras veces no, otras te cagás de risa por el peregrino intento de mostrarnos una especie de verdad bajo un envoltorio plástico y edulcorado. O panacottiense. Voy a reseñar tres películas que se tocan pero no se besan, que se acarician pero no se cogen y que están ahí bregando por exponer los extremos de la vida.

EL HOYO        

Empezaré con El Hoyo. Obvio.

La respuesta a la pregunta «¿de dónde sale tanta paja?» es cha chan cha chan: David Desola, el guionista. Mientras los primeros segundos de la película corren y vos achinás/entrecerrás tus ojos pensando “qué carajos es esto” otra vocecita de las muchas que viven en tu cabeza te dice “parece una obra de teatro”. Ajá. Ajá. No le estás pelando. Desola es ante todo un dramaturgo y tiene quichicientas obras de teatro en su currículum. A continuación doy algunos nombres de sus obras para que entendamos al sujeto: El enemigo de la clase, El puto peón negro chueco, La nieta del dictador. Y ya para rematar, su primer trabajo como guionista de cine fue para la película Working Class, que trataba de un español que era el único español en España (obviedad de regalo) sin trabajo. Pues sí, un manifiesto sobre el desempleo.

Hay obviedades muy obvias en lo que hace, le gusta, y plantea Desola como obra de vida. El guion de El Hoyo era en origen un texto para el teatro, al final la obra no se hizo y la historia pasó a manos de un productor que se la dejó en manos de Galder Gaztelu-Urrutia, tiempos pre-coronavirus donde podías pasarte las cosas así nomás, sin guantes ni barbijo. A Galder le gustó y la convirtió en su ópera prima. Para los que dicen que este es un producto Netflix se equivocan, Netflix la compró luego de su paso por diversos festivales y una vez terminó su recorrido en las salas comerciales.

Volvamos a los ojos achinados/entrecerrados y a las voces en tu cabecita que se amontonan mientras mirás El hoyo. Esta es una película que es mezcla de ciencia ficción, hace comentario social, tiene sus momentos de humor, se puede poner grotesca, a ratos apela a cosas que algunos espectadores podrían considerar terroríficas, a ratos drama y en resumidas cuentas, es un montón de cosas que pretende decir algo importante y trascedente. Hablemos de comida. Es como si hicieras una panacotta de maracuyá, con salsa de caramelo, menta, crocante de avellanas, con un pequeño toque de crema Chantilly, chispas de chocolate blanco y jengibre, cerezas en almíbar y una hojita de laurel. Un revoltijo de ingredientes que se escupen y mean los unos a los otros.

Goreng (Iván Massagué) se despierta en una especie de cuarto cementicio. Un cuarto que tiene visible el número 48. Al otro lado de la habitación hay un gordito calvo con su cuchillango, el señor Trimagasi (Zorion Eguileor), hoy por hoy conocido como el don del meme Obvio. Bueno, no recuerdo si tenía el cuchillango cuando Goreng despierta, pero en mi mente Trimagasi siempre estará aferrado a su cuchillango. Trimagasi está ahí para aleccionarnos sobre el funcionamiento del boliche, de la vida, de las clases sociales, y de la naturaleza humana. Goreng está para pervertirse o para ser la excepción a la regla. En la práctica, resulta todo muy ingenuo. No hay profundidad alguna en el planteo, es muy…sí, sí…OBVIO. La desigualdad es la excusa para montar el show. El show de la plataforma que sube y baja. El show de los boludos de arriba y de abajo. El show de la mesa enorme y repleta. El show de la mesa llena de sobras.

Yo estaba enganchandísima, sobre todo cuando apareció el perro. Necesitaba saber qué sería del perro, pero tenía el vértigo de quien ve venir un tren que se descarrillará sí o sí, y ese tren llegó en la forma gelatinosa de la panacotta. Hmmm sí, la película pierde rumbo con el personaje de Baharat (Emilio Duale) con quien el pajazo alcanza ribetes de tragedia narrativa. Pero…cuando llega lo de la panacotta. Cuando pasa lo de la panacotta. Cuando aparece la panacotta. Señor del Meme Obvio, resucite y haga lo suyo con el cuchillango.

El Hoyo tiene reminiscencias a esa película de culto noventera que fue El Cubo y como El Cubo también falla a la hora de cerrar su premisa y solidificar la propuesta. La gran diferencia gran, es que El Cubo sucedió en los 90s cuando éramos más inocentes, cuando éramos felices y no lo sabíamos.

Todo bien con las metáforas, pero cuando estas son forzadas y OBVIAS, pues la paciencia del espectador suele ser un globo de helio amarrado por un cabello (El Barbijo Dorado a la Metáfora del Año).

Al personaje de Trimagasi y su cuchillango que nunca perdía el filo, le agarré cariño porque sí, porque eligió el arma más útil del encierro (digan lo que digan, perros) y las actuaciones en general estaban acordes. Hay que tener cierto pedigree actoral para sacar adelante esa propuesta. Una sorpresa aparte la aparición de Antonia San Juan como Imoguiri, a quien recordaba como una de las pocas “cosas” (se vale la objetivización) rescatable de Todo sobre mi madre.

Y así, El hoyo puede ser muchas cosas y nada. A esta espectadora le dejó la sensación de haber sido timada. Porque así es uno/a/e, iluso/a/e, como cuando llegan 20.000 kits de pruebas de coronavirus al país y resulta que no tenemos el excipiente. “Es como un celular sin baterías” dijo nuestro Viceministro de Salud. Quién diría que esta noche de abril me serviría para hacer una forzada, obvia metáfora de El Hoyo.

Lo mejor: el perro Lo peor: lo que le pasa al perro  Lo más falsete: el final del perro El mensaje manifiesto: tenés que ser responsable con los perros el mensaje latente: en la jerarquía del existir… el perro siempre debe estar arriba, sábelo La escena: cuando aparece el perro. Qué haces ahí, perro, qué hacés ahí El personaje entrañable: ¿adiviná? EL PERRO El personaje emputante: la que le hace lo que le hace al PERRO El agradecimiento: por los perros del mundo que hacen la cuarentena menos mierda mientras miramos jailonamente El Hoyo.

PARA VERLA ONLINE: https://cuevana3.io/27247/el-hoyo

LA CAMARISTA

Evelia, querida Evelia. Cunimi, Evelia. Chola, Evelia. Evelia es una “camarista” de un hotel jailón en México. En USA le dicen Housekeeping. En otros lugares le dicen mucama, camarera, o los que no saben cómo llamarla simplemente dicen “la que viene a limpiar”. Evelia está interpretada por una encantadora Gabriela Cartor. Evelia-Gabriela.

El mundo invisible de los empleados de hotel se muestra frame a frame en La camarista. Esta es la opera prima de Lilia Avilés. Una directora de 36 años (cuando filmó la película) que tiene todas las papeletas para entregarnos grandes trabajos en el futuro.

El mayor logro de Lilia, podemos llamarla Lilia, es que su guion no intenta aleccionarnos ni ser didáctico sobre la realidad de nadie. Sí exhibe la desigualdad, sí exhibe las vidas menos afortunadas, menos holgadas, sí exhibe las dificultades de un estrato social que es, como ya dije, invisible al resto, a esos que ahorita están preocupados por el delivery o por si van o no al súper, exhibe todo eso pero no nos lo dice. Es como Roma pero sin las obviedades. Sin el enamoramiento choto, el embarazo choto y la presencia chota del choto director sobrevolando chotamente la chota película. Lilia, seguiremos llamándola Lilia, nos cuenta la historia de Evelia sin ponerle subrayado.

Vemos su cotidianeidad, su rutina. Es una película contemplativa porque así lo exige el relato. Seguimos a Eve, la querida- cunumi- chola Eve, que está encargada del piso 21 pero que aspira a ascender al piso 42. Los de arriba, los de abajo. Para lograrlo se está sacando literalmente la mierda, empieza su trabajo más temprano que los demás, cumple con todas sus funciones a raja tabla, resigna la crianza de su hijo, y está todo el día metida en el bendito hotel. Los personajes en las habitaciones delimitan aún más dónde se encuentra Eve en la vida y dónde están los “huéspedes”. La gaucha progre que la hace ir día tras día a cuidarle el hijo mientras se baña, que la besuquea y la piropea para tratar de acortar una distancia que siempre va a existir, es uno de esos ejemplos.

Eve ve su superación en un ascenso de piso, en ocuparse del penthouse y ha puesto todas sus ilusiones en ese logro, limpiar el piso más alto. Paralelamente pregunta día tras día por un vestido rojo olvidado en su piso, el 21, por una huésped. Si no lo reclaman, ella podrá quedárselo.

Hay momentos íntimos de Eve en que parece que no pasa nada, pero que sí llegan a movilizarte. Y ese es logro de Lilia, la querida Lilia, su capacidad de meterte a la vida de Eve sin necesidad de soltar una parrafada de texto o poner el ya conocido punto de giro para sorprender al espectador. La vida de Eve no tiene sorpresas, transcurre en un ascensor que llega hasta su piso, recorre sus habitaciones y vuelve hasta el piso de abajo. No al Lobby, llega hasta el subsuelo. Donde se amontonan las sábanas sucias, desde donde parte el room service para los de arriba.

La camarista es un trabajo que se ve con paciencia y con empatía. Un trabajo lleno de modestia, que requiere de la complicidad del que mira. Quizás le falte algo más para destacar como pieza de referencia, o quizás esa humildad de su factura, de su personaje, de su narrativa, es lo que hace que te quedés con ella, con Eve. Estoy segura que al pasar de los años aún tendré en mi mente a Eve metida en el ascensor. Y también recordaré con rencor las veces que vi a huéspedes de hotel no subir al ascensor de servicio, a pesar de que las “camaristas” las invitaban para que bajen más rápido.

Lilia, siempre te llamaré Lilia, nos regala a Evelia, la joven y metedora Eve. Un personaje al que no podés odiar, aun cuando lea Juan Salvador Gaviota, y esa puede que sea la única obvia referencia al estrato social como metáfora chota. La gaviota que no puede volar, pero que lo intenta.

Vuela alto, Eve.

Lo mejor: Evelia Lo peor: Juan Salvador Gaviota Lo más falsete: … El mensaje manifiesto: a veces, no subís de piso nomás el mensaje latente: subir de piso no es cuestión de esfuerzo La escena: cuando sangra El personaje entrañable: Evelia El personaje emputante: la gaucha progre El agradecimiento: por las Eves del mundo.

PARA VERLA ONLINE: https://wwvv.elitestream.io/peliculas/the-chambermaid-espanol-latino-1080p/

US AND THEM

Ya el título nos dice que la cosa acá no será muy sutil. Nosotros y ellos. El Nosotros involucra la clase trabajadora, sin esperanzas, que supuestamente nunca podrá obtener un nivel de vida superior al que tienen. Ellos son los que acumularon riquezas, que tienen un nivel de vida superior desde el que miran hacia abajo, hacia esos otros que no lo lograron.

Lo que más luce esta película británica es su montaje. Desde el inicio te provoca y te sacude. Cuando te cuenta cómo se prueban los antidepresivos en las ratas, una parte tuya muere con esa información. Googleen nado forzado+ratas+depresión y mueran conmigo. La lucha por la sobrevivencia.

Us and Them es una home invasion, ese género tan inquietante en el que alguien o alguienes invaden el hogar de otro alguien y toda la película transcurre como consecuencia de esa invasión.

Jack Roth interpreta a Dani, un sujeto que está emputado de su posición dentro de los estratos sociales. Decide, junto con dos amigos, asaltar a la familia de una parejita jailona que escuchó hablando en un café/bar que solía frecuentar. Dani quiere juzgar y castigar a los jailones. Tiene su manifiesto. Hasta grita con rabia: Esto es una guerra de clases, y alguien tiene que morir.

La película está dirigida por Joe Martin,  que se indignó con el retrato que hicieron los medios acerca de un amigo suyo caído en desgracia. Un tipo talentoso, según él, que eligió el camino equivocado y que cuando fue arrestado se lo describió como un yonki cualquiera. Martin pensó que no era justo. Que todos somos capaces de cosas horribles, que todos somos capaces de cosas grandiosas. Y parte de la escritura del guion se inspira en los prejuicios que tiene la sociedad de los pobres y los ricos.

Hay buenas escenas en Us and Them. Los pensamientos que Dani tiene sobre el padre de familia, los pensamientos que el padre de familia tiene sobre gente como Dani. Incluso hay espacio para la compasión, para que el padre de familia intente decir que con esfuerzo se puede progresar, que lo que él tiene se lo merece. No querido, a veces la gente no tiene lo que se merece, ni lo bueno, ni lo malo.

La fotografía es un punto alto, a cargo de Stefan Mitchell que hasta ese momento solo había fungido como gaffer o asistente de cámara, la cámara inquieta, jode, y perturba. Los primeros planos de los personajes en momentos claves colaboran con la tensión. Porque sí, una parte tuya está con Dani, con ese Jack Roth que lo interpreta tan bien y otra parte tuya está con la familia, ajena a sus privilegios, a su bonanza.

Lamentablemente, ni la narrativa punk-rock de Us and Them, ni sus aspiraciones de justicia social, terminan de cuajar y al final, algo hace ruido, el director y guionista se atropella en sus intenciones y termina convirtiendo a sus personajes en eso  que durante la película pregonó que no eran: seres marginales, violentos e impulsivos. 

Un buen inicio no camufla un mal final. A algunos les gustará esta fantasiosa revancha de clases sociales, pero a mí me hizo pensar en las ratas. No cabe duda que de todo lo que Martin, a él lo nombraré por el apellido nomás, quiso mostrar, lo que más me jodió fue la pequeña rata reventada de antidepresivos pataleando dentro del agua con la esperanza de sobrevivir.

 Lo mejor: un montaje vertiginoso e inteligente Lo peor: el guion se descalabra Lo más falsete: el final El mensaje manifiesto: vivimos inmersos en una guerra de clases el mensaje latente: alguien tiene que morir, sabelo La escena: la escena inicial en la mesa es fuerte El personaje entrañable: hmmm El personaje emputante: ¿todos?El agradecimiento: por el montaje vertiginoso e inteligente.

PODES VERLA EN: https://www.filmin.es/pelicula/us-and-them

No encontré link online gratuito, pero se puede descargar su torrent:

Us.and.Them.2017.1080p.BluRay.H264.AAC-RARBG

CINE FRANCÉS: Sauvage (Salvaje)

Por: Mónica Heinrich V.

Cuando al cineasta francés Camille Vidal-Naquet se le preguntó en una entrevista cómo filmó o afrontó las escenas de sexo en Sauvage, él simplemente respondió “como cualquier otra escena de la película”.

Sauvage, Salvaje en españoles brutal por esa falta de “poetización” del sexo o del oficio de la prostitución masculina. Vidal-Naquet no utilizó slow motions (cámara lenta) o hermosos planos para retratar las múltiples actividades sexuales de su protagonista Leó, un prostituto de apenas 22 años. La mirada del director es menos sutil, y también bastante gráfica. ¡Pornografía! gritarán los que no pueden ver una teta en pantalla gigante, pero Salvaje está planteada para que uno como espectador sienta cierta verdad, una verdad que a veces es difícil encontrar en la pantalla de cine.

Leó (Felix Maritaud) transita en la pantalla dentro de la cotidianidad de Paris. Esa misma Paris que es sinónimo de cultura, de romance, de arte, es el escenario de barrios decadentes, de paradas de chicos que cobran 20 euros por sexo oral. En esta otra Paris que no es turística ni instagrameable, Leó ejerce la prostitución y a la vez parece disfrutarla. No lo hace como otros de sus compañeros solo por la necesidad económica, él sinceramente se deja llevar, trata de complacer, de encontrar algo más en el trámite del sexo pagado. Existe una carencia emocional que se intuye desde el inicio de la película, su rostro siempre vulnerable. También lo percibimos en su enamoramiento por Ahd (Eric Bernard), una relación tóxica como todas las que Leó cultiva y se siente en la actitud casi aniñada con la que se maneja en la calle. El lado salvaje de Leó está escondido, pero presente.

Mientras la película avanza, el guion (también de Vidal Naquet) se acerca aún más al abismo al que a Leó le gusta asomarse. La autodestrucción lo llama con una voz tan fuerte que para el espectador este viaje hacia la muerte será desesperante. Dan ganas de meterse dentro de la película y apartarlo de todos los peligros que uno como persona “civilizada” trataría de evitar.

La fotografía del debutante Jacques Girault nunca pone subrayado en las escenas ni intenta lucirse por encima de la historia, es una fotografía de complemento, totalmente al servicio de Leó. Los colores de la película son fríos, no hay belleza en lo que el cineasta francés pone ante nosotros.

Al ser un tema duro, y al tratar de mostrarlo desde una óptica incómoda, es probable que la vida de Leó se sienta algo repetitiva aunque me parece que al acompañarlo en su día a día es normal que lo veamos rebotar de cliente en cliente, sin nada más que contar que sus miserias.

Una de las escenas más conmovedoras es cuando con la salud resquebrajada decide hacerse un chequeo médico y hay un momento en que Leó tiene una reacción inesperada. Justo en ese instante me encontré murmurando apenada: “Mierda, tiene solo 22 años”. Porque claro, es solo un chico.

Este tipo de películas pueden ser consideradas oportunistas con su tema, explotadoras de lo turbio, sensacionalistas, pero Vidal-Naquet logra que sea mucho más que eso.

Sauvage ha sido llamado el debut más salvaje del cine francés reciente, también ha sido premiada en Cannes y ha sido nominado a la Mejor Ópera Prima en los Premios César.

Esta es sin duda una historia no apta para públicos sensibles, pero no en el sentido de esos públicos mojigatos que no soportan ver a dos hombres besarse, o ver culos desnudos, o escenas “fuertes”, es no apta para públicos sensibles de verdad, esos que se quedarán con la imagen del joven Leó, sucio, desaliñado, enfermo, con una situación de vida que ningun chico de 22 años debería estar pasando en un mundo que no es turístico ni instagrameable.

Vidal Naquet nos lo cuenta con un tono casi documental, es una historia sórdida que algunas veces parece que ha perdido la brújula, como con el innecesario personaje violento al que los otros prostitutos huyen y por el que Leó siente una inexplicable atracción, o como la forzada relación con quien termina siendo más que una puerta hacia la redención, una prisión para un espíritu libre.

Quizás nosotros, los que nos sentimos “personas civilizadas”, desde nuestras frívolas comodidades no lo entenderemos nunca, quizás Vidal Naquet pudo contar lo mismo sin necesidad de que el personaje sea un prostituto gay en la orilla de la vida, quizás Leó está más allá de todo eso. Lo cierto es que el plano final, eso último que veremos del chico de 22 años, nos dejará con ganas de tumbarnos en el pasto, a su lado, y simplemente abrazarlo.

Lo mejor: Gran Félix Maritaud interpretando a Leo en una historia que toma riesgos  Lo peor: hay momentos que pierde la brújula  Lo más falsete: el violento misterioso y el pretendiente que le aparece al final El mensaje manifiesto: lo salvaje también esconde fragilidad  el mensaje latente: hay mundos que no se logran comprender El personaje entrañable: Leó… El personaje emputante: la pareja que lo contrata para lo del coso gigante El agradecimiento: por la sensación de verdad.

CINE COLOMBIANO: Monos

Por: Mónica Heinrich V.

A Alejandro Landes lo conocimos cuando se dio el trabajo de seguir de cerca a Evo Morales durante meses. Lo hizo gracias a un encuentro fortuito con…¡Goni! Se lo topó en Miami, después de su caída, en la casa de un amigo de su abuelo.  Luego, se lo comentó al periodista Oppenheimer (para quien trabajaba en esa época) y Oppenheimer le encargó buscar al mayor detractor de Goni, Evo. Hicieron una entrevista con ambos y Landes quedó convencido que Evo Morales sería presidente de Bolivia. Tan convencido estaba que dejó su pasantía en Estados Unidos para seguirlo en su ascenso al poder y hacer un documental sobre él. En Cocalero, Landes ya demostraba cierta sensibilidad y un sentido de la oportunidad envidiable. Ya, ya,  el acercamiento al perfil de Evo era amable y no trascendía la función de un simple acompañamiento al personaje, pero hubo ciertas escenas que mostraron el tipo de director que podía ser Landes.

Para que puedan echarle un ojo, acá se los dejo.

Después, el cineasta hizo Porfirio (2011) en el que mezclaba la ficción con el documental, dándole pantalla al verdadero Porfirio Ramírez que quedó paralítico al ser herido en un operativo policial. En Porfirio también ya había una dosis de estilo y buen cine. Eso sí, se perdía un poco por el excesivo afán discursivo de Landes y por mantener la historia siempre en la superficie.

Así llegamos a Monos, su último trabajo. Una película que cuenta con el apoyo de nueve países y que ha sido comparada con El Señor de las Moscas y con Apocalypse Now. Palabras mayores.

Monos narra las peripecias de un grupo de niños de la guerrilla colombiana que por órdenes superiores (La Organización) están encargados de mantener cautiva a una gringa monte adentro. Este es el conflicto lacerante de un país, o de cualquier lugar del mundo, visto a través de Pitufo, Perro, Lady, Rambo, Patagrande, BumBum, los chicos que en lugar de una infancia relajada y feliz asumen su papel de soldaditos desideologizados formando una improvisada familia con sus propias reglas.

El primer tramo de Monos es el más coherente con su historia. La responsabilidad por la vaca Shakira, la celebración de dos de ellos por volverse “socios”, la presentación para el espectador de su marca de grupo (el sonido que hacen con la boca y las manos), la visita del Mensajero (Wilson Salazar, en la vida real ex miembro de las FARC), nos trasladan a un mundo litúrgico. Un mundo en el que los niños han dejado de ser niños. O, tal vez no.

Espectacular visualmente, salvaje por momentos, Monos puede verse con mucha admiración en esos primeros minutos. La selva devorando esas infancias mutas, mientras afuera un mundo en apariencia civilizado los ve como menos que animales, no deja de conmover. Landes se sirve de la poderosa mirada de su director de fotografía, un inspirado Jasper Wolf, para llevarte por esos inhóspitos parajes rodeados de nubes comiéndose las montañas o por el no menos rebelde río Samaná.

Quizás las referencias en marketing a El Señor de las Moscas o a Apocalypse Now, le hacen flaco favor al hacer más evidentes sus homenajes y al confirmar que muchos de los tornillos que forman la estructura de esta película ya los conocemos.

SPOILER ALERT

El descontrol de Patagrande, la huida de la gringa, hasta la muerte del Mensajero se ven venir con mucha anticipación. El guion del mismo Landes y de  Alexis Do Santos (Glue) comienza a repetirse, a andar en círculos.  Aunque seguís queriendo saber qué va a pasar con los Monos, aunque ya les tenés cariño, lástima, y muchas cosas más, algo se va perdiendo en el camino, en ese revoltijo de efectismo que amenaza con devorar la historia. Sentí un sobre-esfuerzo por mostrarte el lado salvaje de estos niños guerrilleros que hasta llegó a deshumanizarlos. A mí se me venían a la mente esas guerrilleras casi adolescentes que fueron parte del MRTA y tomaron la embajada japonesa en Lima Perú a mediados de los 90s, y cómo les gustaba ver la telenovela Marimar y lloraban por las noches porque querían irse a su casa. Landes elige otro camino y sumerge a su grupo de niños, de huérfanos de la vida, en una especie de trip alucinógeno. El peso de la historia se recupera quizás en los últimos 15 minutos cuando Rambo parece encontrar una esperanza y nuevamente la violencia se la arrebata.

FINAL DEL SPOILER

A destacar que las actuaciones, en algunos casos bordeando el límite de la credibilidad, salen airosas ante la belleza y el estilo con el que Landes envuelve esta parábola de la violencia.

Monos sin duda deslumbra por eso, por su forma, por todo el cuidado y estilismo que Landes le ha puesto visualmente, y además, la música de la inglesa Mica Levi acompaña solvente los climas a los que la selva colombiana invita.

Sí, es una película para ver en pantalla grande, para tratar de digerirla desde la butaca. Lástima que Landes termine solo arañando la superficie como en sus anteriores dos trabajos. En todo caso, es una película latina para tomar muy en cuenta y sus últimos minutos tienen la fuerza suficiente para que te descubrás pensando en ella.  Y, tal vez, para que besés tu mano una y otra vez, una y otra vez.

Lo mejor: es hermosa en lo visual Lo peor: se diluye a nivel de guion en la mitad aunque recupera al final   La escena: a mí me dolió  lo de la familia del final Lo más falsete: algunas escenas con la gringa y el trip que no termina nunca El mensaje manifiesto: la violencia engendra violencia  el mensaje latente: uno puede ser cómplice de esa violencia sin ejercerla El personaje entrañable: los niños de la guerra El personaje emputante: la guerra El agradecimiento: por la belleza.

CURIOSIDADES

Rambo en realidad es chica, la actriz Sofía Buenaventura le da vida. En el guion era niño pero al final quisieron que el personaje fuese más ambiguo. 

La cabeza de chancho que aparece en Monos es un homenaje a la novela El Señor de las Moscas.

Buscó a los protagonistas de su película durante meses. Finalmente, entre unos 800 jóvenes se eligió a 30, con los cuales organizó un campamento en el páramo de Chingaza, al oriente de Bogotá.

La compraron dos horas después de la primera proyección, y se ha distribuido en 30 países.

Wilson Salazar estuvo en las FARC desde los 11 a los 24 años, Landes lo reclutó para asesor en un centro de reinserción de guerrilleros y luego decidió que él hiciera ese personaje: El Mensajero.

Aparte de Moises Arias (Patagrande) y Julianne Nicholson (La gringa), los demás actores son actores naturales, o sea sin ninguna experiencia.

No hubo dobles cuando Rambo, BumBum y Patagrande se lanzan a los rápidos. 

La película ha tenido un exitoso recorrido por los festivales del mundo y tiene el apoyo de la misma productora que distribuyó Roma, de Cuarón, en Estados Unidos.

Landes es brasileño de nacimiento, colombiano de corazón, de padre ecuatoriano y madre antioqueña.

CINE CHINO: Hasta siempre, hijo mío (Di jiu tian chang)

Por: Mónica Heinrich V.

La vida. La vida pasa. Y en ese pasar, hay momentos buenos, momentos no tan buenos, momentos malos. El director chino Xiaoshuai Wang condensa décadas de vida de un matrimonio y de un país en Hasta siempre, hijo mío.

El título no miente, es también la eterna despedida a un hijo.

Al inicio, tenemos a XingXing y HaoHao jugando como solo los niños pueden hacerlo. Son esos segundos los que cuentan la tragedia que arrastrará toda la película, y son esos segundos los que demuestran la estatura cinematográfica de Wang. Ese plano fijo general, distante, en el que sabemos que algo muy muy desafortunado ocurrió y la secuencia que acompaña la desesperación de YaoJu y Liyun, son desoladores.

Wang mezcla el pasado y el presente. Estamos en la China que exigía cumplir la ley sobre el hijo único implantada en 1979 y hoy en desuso. YaoJu y Liyun eran obreros, y en cumplimiento con la ley abortaron un segundo embarazo que se complicó y dejó a Liyun esteril, en ese instante se acomodaron a la situación porque ya tenían un hijo, un hermoso hijo. Cuando XingXing muere, la pareja queda sola, sumida en el dolor y sin poder aceptar la pérdida y seguir adelante.

Wang usa el luto de ambos para pasar por los cambios sociales/políticos de China, para que podamos comparar la vida citadina y rural, para que a través de la mirada cansada de Liyun sepamos que a veces uno no encuentra razones para seguir viviendo, pero se sigue viviendo; para que a través de la actitud hosca de YaoJu descubramos que hay algo más allá de la pérdida y el dolor.

El guion, que escribe el mismo director y la debutante Mei Ah, plantea además una subtrama relacionada a la culpa. YaoJu y Liyun eran muy cercanos a otra pareja con la que también trabajaban. HaoHao, el niño que estaba con XingXing cuando murió, es el hijo de la pareja amiga. Así que la película trabaja la responsabilidad y culpa de esa familia durante las décadas que van pasando.

Son tres horas que no se sienten porque Wang logra que querrás a sus personajes, que sufrás con ellos y que deseés ver qué les depara el destino.

Es una película hermosa y profundamente triste. Hermosa porque Wang describe hasta los diminutos departamentos controlados por el Estado con poesía, la censura china que consigue pasar la censura china (para que las películas chinas salgan al exterior deben ser aprobadas por el Estado y conseguir el famoso “Sello del Dragón”) es exhibida con delicadeza; es una película profundamente triste porque sí, el mar, el pequeño taller, el chico adoptado, los reencuentros de ese grupo de amigos que alguna vez bailaron cuando estaba prohibido bailar, rompen el corazón.

Y es curioso cómo te afecta emocionalmente, porque está construida de una manera pausada, y tan cojudamente engañosa que hasta pensás que la vas a terminar sin que te afecte del todo, que vas a salir indemne de ese drama que con el título te anuncia, te prepara para un dramón de proporciones épicas. Sobradoramente, pensás: “Es solo un dramita chino…”…y no, no, no.

Wang, con su pareja protagonista antes joven hoy mayor, antes optimista hoy resignada, guarda un pequeño giro para el final, y ese chino cabrón que ha jugado con tu psiquis que ya espera el giro sin saber que será “ese” giro, te rompe un poquito más con la revelación.

Una revelación que no revelaré, así de redundante y contundente lo digo.

A Wang ya lo queríamos por La Bicicleta de Beijing (2001) y también por la enroscada y polémica In Love We Trust (2008), con esta película muestra una vez más su pulso como cronista de una era.

Es imposible no rendirse ante su capacidad de crear escenas que nunca se olvidarán, como por ejemplo: YaoJu y Liyun canosos, antes felices, hoy sin el hijo que les falta, están en el avión mirando por la ventanilla la ciudad que hace quichicientos años no visitaban, el avión se empieza a sacudir, la gente se asusta, la pareja se toma de las manos y después de todas las mierdas que le ha pasado en la vida, ella suavemente dice “¿No es gracioso?…Aún tenemos miedo a morir”.

¡Qué más puedo decir! Maldito, Wang.

Lo mejor: hermosa visualmente, conmovedora Lo peor: muy triste  La escena: la «revelación» Lo más falsete: … El mensaje manifiesto: los años pasan, el dolor se queda  el mensaje latente: los años pasan, y el mundo también se mueve a tu alrededor El personaje entrañable: la pareja El personaje emputante: el sistema opresor El agradecimiento: por la belleza y la emoción.

CINE INGLÉS: 1917

Por: Mónica Heinrich V.

Ah, película bélica. Niñ@s, la industria ha acostumbrado al espectador a ver la guerra desde la dicotomía de los buenos y los malos, los villanos y los héroes. La delgada línea roja (1998) de Terence Malick, dijo “momentito, cojudos”, nos sopapeó unas cuatro veces de lado a lado y nos sacó de ese letargo. Otra fue la bosnia No man´s land (2001) donde supimos que en la guerra no hay triunfos sino pérdidas de ambos lados. Ciudad de vida y muerte (2009) (reseñada ACÁ también contribuyó a apartarnos de esa lobotomía del género. Sí, hay películas como esas con las que descubrimos que es posible dejar de presentar a la guerra como un espectáculo, y trascender el artificio de bombas y combates para bajar a la cruda realidad, al dolor y, sobre todo, locura de vivir algo así. 

1917, la nominadísima película de Sam Mendes, no se aparta de la fórmula ya vista en cualquier película convencional bélica. Están los buenos, heroicos ingleses, están los malos malosos alemanes. En ningún momento veremos la humanidad del enemigo, es casi como un videojuego de sobrevivencia en el que deseás fervientemente que nuestros dos cabos cumplan su misión y liquiden a todos los alemanes que se interpongan en su camino. MATEN A ESOS MALDITOS NAZIS. Ah, perdón, esa fue otra guerra. ¿La misión? Entregar una carta. Sí, mi querida Bolivia, sí, misivas heroicas.  Esto nos deja con la necesidad de armar un espectáculo alrededor de la misiva heroica en plena Primera Guerra Mundial. Así nomás.

No voy a negar que es un hermoso, virtuoso y sorprendente espectáculo. El falso único plano secuencia de Mendes vende el vértigo a full, además tiene la habilidad de mantener su composición fotográfica y jamás entregar un plano desprolijo. Nuestro amigo, el director de fotografía Roger Deakins (Sicario, Blade Runner, No country for an old men) no decepciona. Todo es belleza en los coreografiados planos secuencias que fingen ser uno solo. Es casi matemático, conté alrededor de una docena de cortes y el montaje y la postproducción disimulan cualquier pegamento de una manera admirable. La atención, cuidado y ensayo que tuvo que tener cada escena, no me lo puedo ni imaginar, de ahí que el trabajo de dirección de Mendes no pueda objetarse, y de hecho, debe haber sido una de las películas nominadas más difíciles de filmar y de armar en cuanto a diseño de producción.

Tampoco hay que desmerecer el trabajo de los dos chicos que cargan sobre sus espaldas las simpatías de la platea, los valientes Schofield (George McKay a quien hemos visto en Captain Fantastic y Ophelia, entre otras ) y Tom Blake (Dean Charles Chapman a quien recordamos como el suicida Tommen de Juego de Tronos). Es imposible no empatizar con la necesidad de tener éxito en la misión y de paso encontrar al hermano mayor de Blake, Joseph, interpretado curiosamente por Richard Madden (Rob Stark en Juego de Tronos) . MATEN A ESOS MALDITOS NAZIS. Ups. Sigo confundida.

Pero para mí, 1917 no consigue traspasar su artificio. Es otro ¿bien intencionado? producto que tanto gusta a la Academia, en el que se revitaliza la idea de los actos heroicos, lo personal de mentiritas, la patria y un enemigo sin entidad. Una cosa plástica y falsa que se une a la pose del plano secuencia único. Una película para que los veteranos o futuros reclutas se sientan dignificados por ser parte de ese gran negocio que en realidad es la guerra. $$$$$. 

SPOILER

Sam Mendes junto con la guionista Krysti Wilson Cairns (Penny Dreadful) ponen la típica escena del enemigo traicionero ante la bondad del héroe, la linda mujer con el bebé o niño que no habla el idioma, los cadáveres apilados, la muerte boba de uno de los protagonistas, las fotos estrujadas con sangre, la escena heroica apoteósica, los cánticos nostálgicos, y bueno…La segunda parte de la película, después del disparo en que el que nos fundimos a negro, es aún más inverosímil, hay persecuciones en línea recta con alemanes atrás disparando y nuestro héroe consigue evadir cualquier bala. Onda Misión Imposible o Duro de Matar. Claro que eso sucede mientras el ojo se distrae con la noche y las hermosísimas siluetas de ruinas y sombras. Y nos olvidamos que nada tiene mucho sentido.

FIN DEL SPOILER

¿Igual nos conmueve? Sí. Claro. Pero esa narrativa exitista sin matices no aporta mucho al género aparte del truco formal. Es estilo sobre sustancia. Un pequeño-gran discurso pro orgullo patrio anglosajón. Como tal, firme candidata a llevarse una carretillada de cosos dorados. 

Lo mejor: impecable apuesta formal, por momentos deslumbrante Lo peor: sucumbe a la vanidad de cómo se ve  La escena: el plano secuencia en el que Scho corre tratando de llegar a Mckenzie cuando ya se lanzó la primera línea de ataque Lo más falsete: todas las escenas clichés ya vistas, y el final de Tom El mensaje manifiesto: un bonito envase no esconde que el frasco está vacío  el mensaje latente: la guerra no es una espectáculo El personaje entrañable: los perdedores de la guerra El personaje emputante: los que creen que existen triunfos en ella El agradecimiento: por un despliegue técnico admirable.

CURIOSIDADES

La toma más corta dura alrededor de 39 segundos.

El plano secuencia más largo dura casi 9 minutos.

La película se basa en algunas vivencias del abuelo de Sam Mendes, que fue veterano de la Primera Guerra Mundial.

Roger Deakins usó la Arri Alexa LF para filmar la mayor parte de la película, y es la primera vez en su carrera que usa esta cámara.

Es la segunda película de guerra que filma Sam Mendes, la primera fue Jarhead en el 2005.

Andrew Scott y George MacKay trabajaron juntos en Pride (2014).

La escena final entre Scho y Joseph Blake con los anillos, fue la primera escena que se filmó.

La película se filmó entre abril y junio del 2019.

Es la tercera vez que un personaje de Dean-Charles Chapman muere.

 

CINE POLACO: Corpus Christi (Boze Cialo)

Por: Mónica Heinrich V.

«Este es un pueblo bueno, con gente buena» dicen los feligreses del Padre Thomasz indignados por una decisión que tomó. Y nosotros, que estamos con el ojo pelado desde hace casi una hora de película sabemos que el pueblo bueno con gente buena, no es tan bondadoso. Porque el ser humano tiene más capas que bueno o malo, y a la gente «de bien» le gusta mucho aparentar sus virtudes o magnificarlas.

Eso nos estruja en la cara Corpus Christi, la película polaca dirigida por Jan Komasa. 

Es admirable cómo el guionista Mateusz Pacewicz se las ingenia con sus 28 años para escribir una historia tan madura con matices bien planteados y un desarrollo narrativo sencillo a pesar de la complejidad de su trama.

El director también es joven, Jan ha cumplido 39 años, esta es su segunda película y el trabajo que ha logrado junto con el guionista me hace desear ver con mucho entusiasmo The hater, filme en que vuelven a ser dupla creativa y que se encuentra actualmente en post-producción. ¡Quiero verlos de nuevo, muchachos. Quiero verlos!

Sí, Corpus Christi es una excelente carta de presentación. Parte de su embrujo es la comprometida representación que hace Bartosz Bielenia de Daniel/Padre Thomasz. Es ese tipo de personaje cagado por la vida que intenta salir del círculo de miseria en el que ha nacido y del que parece que nunca va a salir. La «gente buena, de pueblos buenos» dirá: de esos que no merecen segundas oportunidades, esos que no merecen ni vivir.

A Daniel lo vemos al inicio cumpliendo su detención juvenil. Está preso por una serie de hechos que no sabremos hasta casi al final, y sí, son de grueso calibre, un pecador con casi todos los pecados mortales encima. Lo derivan a un aserradero de un pequeño pueblito (el de la gente buena, claro) para que el chico no se tope con otro preso que podría cobrar venganza por viejas deudas. Otro más del círculo, pues.

Daniel llega, se mete a la Iglesia, y por x, y o z, la «gente buena» termina creyendo que es un nuevo padrecito, y lo empiezan a tratar con las cortesías y respeto que corresponden al cargo. Ya se sabe, los enviados de Dios tienen su pegue.

Es conmovedor ver cómo Daniel consigue una conexión con la fe a pesar de no ser un cura real, y cómo se las arregla para oficiar las misas e involucrarse en la comunidad desde su supuesta posición de cura. 

El pueblo tiene sus propias amarguras, aún no consigue reponerse de la pérdida de seis jóvenes que murieron en un accidente de auto. El choque entre un auto donde viajaban los seis chicos y otro auto conducido por un hombre mayor, es motivo de rencor y actitudes súper desagradables por parte de los dolientes. 

Daniel, dentro de su ignorancia y su falta de recursos, intentará interceder para limpiar un poco esas rencillas.

La cámara de Jan siempre está sobre Daniel, durante toda la película no lo abandonamos nunca. El personaje está tan bien construido que a ratos sentía que bordeaba el delirio. Esa continua incertidumbre sobre su destino, ese perpetuo escape del pasado, era muy angustiante.

Corpus Christi se maneja al ritmo necesario para contar una dura historia, una historia llena de silencios, de soledad, de atisbos o ausencia de fe.

Una paleta azulada en su corrección de color, casi celestial, acompaña con mucho arte el periplo de Daniel. Cuando llega al final, a su abrupto y violento final, te quedas como si te hubieran dado una bofetada en la cara. 

No hay absolución. En el mundo real, la gente inmersa en esos círculos de miseria siempre tendrá delante suyo la espalda de las personas buenas. 

Lo mejor: linda y triste película Lo peor: puede que le sobren algunos segundos y la relación con la chica pienso que no era necesaria  La escena: cuando se muestra con el torso desnudo en la misa Lo más falsete: me parece improbable que los que lo enviaron al aserradero no hayan controlado su llegada y estadía; además la relación con la chica, no era necesaria El mensaje manifiesto: las segundas oportunidades a veces están negadas  el mensaje latente: la gente buena puede ser muy hipócrita El personaje entrañable: Daniel El personaje emputante: el dueño del aserradero El agradecimiento: porque llega.

 

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