LOST IN CONTEMPLATION OF WORLD

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EN CARTELERA: Steve Jobs

Amantes de la manzanita, detractores de la manzanita, aspirantes a multimillonarios que siguieron la carrera de Steve Jobs con la esperanza de que se les peguen algunos dólares al absorber sus “enseñanzas”, estimados padawanes, lectores en general.

La nueva biopic del fundador de Apple ya está en cartelera para que todos vayan a verla, discutan cuán hijo de puta era el señor y busquen las biografías para constatar verdades o mentiras.

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Y muy al estilo binario con el que algunas personas ven la vida y el 2016, la película del británico Danny Boyle puede ser apreciada de dos maneras.

Como película a secas

Boyle no es un director muy prolífico, tiene casi 60 años y solo ha hecho 10 largometrajes, siendo lo mejorcito de su carrera lo que hizo al principio.

Con Tumbas al ras de la Tierra y Trainspotting parecía que Boyle estaba destinado a las grandes lides, pero el hombre ha ido de más a menos y aunque nunca deja de ser un cineasta interesante se podría decir que ha sido literalmente devorado por las exigencias de los estudios. Este es un ejemplo de cómo tu estilo y/o talento puede ser anulado miserablemente o cómo tu estilo y/o talento no evoluciona con vos.

No importa, igual ir al cine a ver una película de Danny Boyle es garantía de que pasarán cosas y sentirás cosas.

Boyle se junta con el guionista Aaron Sorkin y nos da una película entretenida, con excelentes actores, con una fotografía espectacular (Alwin Küchler: Hanna, Sunshine, Movern Callar, Divergente), con un muy buen montaje (Elliot Graham), con una excelente banda sonora (Daniel Pemberton: Operación U.N.C.L.E., The Counselor, In Fear) y, a pesar del aire sentimentaloide que nos ventea al final, hace salir del cine con la sensación de haber visto algo superior al promedio, de impecable factura.

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Si uno no se pone exquisito y pendejo con las comparaciones con el Steve Jobs real, puede ser una película muy disfrutable, gracias, sobre todo, a los diálogos que van y vienen de Aaron Sorkin.

Sorkin (Red Social, Moneyball), una vez más, muestra su pericia y audacia al lanzarnos una chorizada de texto que en ambientes más bien controlados (los lanzamientos de los nuevos productos de Steve Jobs) unen los hilos que conforman el perfil de un personaje tan lleno de capas como Jobs.

Y es que la biopic de Jobs parecía destinada al fracaso, sufriendo el abandono del director David Fincher en sus inicios, el rechazo de actores como Leonardo DiCaprio y Christian Bale, y quizás, la sensación de que era casi imposible abarcar con exactitud y precisión el proceso que convirtió a Apple en ese gigante de la tecnología.

Danny Boyle tomó ese desafío y eligió centrar la trama dando un repaso a la vida de Jobs a través de tres puntos claves: 1) Lanzamiento de la Macintosh 2) Lanzamiento de NeXT y 3) Lanzamiento de la Imac.

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El arco dramático va desde el aparente fracaso de Macintosh, la salida de Jobs de Apple y el retorno a Apple, todo esto condimentado o, más bien dicho, acentuado en la relación que el afamado ejecutivo llevó con su hija Lisa, que incluso sirve como vehículo para esbozar (falsamente) el nacimiento del Ipod.

Como película a secas lo compro. Compro el excelente desempeño de Michael Fassbender como un ficcional Jobs, compro la portentosa actuación de una Kate Winslet en su mejor forma, compro la ñoñez de los 20 minutos finales, compro el desfile de némesis/ex amigos/detractores que se le aparecían antes de cada lanzamiento, compro a Woz (Seth Rogen) mendigando reconocimiento ausente de su marca personal: el sentido del humor, compro los encuentros forzados para ponerse a charlar de cosas profundas y deudas antiguas, compro todo.

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Lo que no compro es que sea una buena biopic y ahí entramos en la manera número dos de ver este trabajo de Danny Boyle.

Como biopic o aproximación al personaje real

Físicamente, Fassbender no se parece en nada al verdadero Steve Jobs. Ni en joven, ni en viejo. Eso no importaría si el aura o la personalidad de Jobs estuvieran plasmados en otros aspectos. Desgraciadamente, Fassbender nos presenta un tiburón frío y despiadado, claramente obsesivo, que no digo que no sean características reales de Jobs, sino que el verdadero Jobs jugaba más a the nice guy, a tipo hippie, onda zen, coloquial en sus ademanes, un tipo más común, por decirlo de alguna manera.

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De hecho, hay biografías que cuentan que Jobs no era muy controlado en sus emociones sino más bien volátil, podía romper en llanto con tal de conseguir lo que quería, y ponerse histérico muy fácilmente. Con esto quiero decir que Fassbender le ha dado una elegancia al personaje que Jobs no tenía.

Hablando netamente de la fundación de Apple, sus problemas, los personajes que rodearon a Jobs, y los tres puntos que la película toca, es por demás decir que se han tomado bastantes libertades. Desde el énfasis en Lisa, que dicho sea de paso, vivió con Jobs a partir de los 14 años, pasando por la presencia constante de Johanna (Kate Winslet) que después de NeXT no siguió con Jobs, hasta la omisión de la segunda esposa de Jobs con quien se casó en 1991 y que en la película (cuya trama concluye en 1998) jamás es mencionada.

En la película Jobs (2013) protagonizada por Ashton Kutchner, los actores que representaron a los personajes reales sí tenían una similitud física más marcada. Kucthner y Josh Gad (Woz) eran muy parecidos a los dos chicos que juntos trabajaron en el garaje del papá de Jobs para fundar Apple. Jobs, sin embargo, languidecía ante una dirección de Joshua Michael Stern carente de imaginación y con un tono muy de telefilm de Lifetime.

Acá se omitía el papel relevante de Johanna y se daba más vuelo a las relaciones tempranas de Jobs con sus colaboradores, con la madre de Lisa, con el amigo con el que fue a la India y que luego dejó botado como una chancleta, con Woz, para luego siguiendo la fórmula hollywoodense contarnos su glorioso ascenso, mensajitos de autoayuda de por medio, y vendernos una imagen de superación, excesivamente amable del personaje.

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Por su parte, el documental Steve Jobs: The man in the machine profundiza un poco más. Alex Gibney, responsable de documentales como Freaknomics, Gonzo: Vida y hazañas de Hunther Thompson, La mentira de Lance Amstrong y Going Clear: Scientology and the prison of belief muestra el lado más oscuro tanto de Jobs como de Apple bajo el mando de Jobs.

Así sabremos de los 18 suicidios en un año que tuvo en una de sus fábricas, que se estacionaba siempre en la zona de discapacitados, las malas prácticas corporativas, la contaminación ambiental de Apple, la explotación de sus trabajadores, sus movidas ilegales para sacar dinero a paraísos fiscales, su ausencia absoluta de filantropía, su carácter vengativo, ya que estando a punto de morir de cáncer se dio tiempo para perseguir a un periodista por haber filtrado el nuevo Iphone, y otros.

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Lo que jode de The man in the machine es el tono de introspección que adopta Gibney para abordar la figura, las preguntas que se hace ante la masiva respuesta de las personas a la muerte de Jobs, ¿por qué la gente llora? ¿Por qué la gente hace cola durante horas por un teléfono? ¿Por qué Steve Jobs trascendió por encima de gente que sí eran ingenieros, técnicos o expertos en softwares? Y el cierre, onda filosófico existencial del documental, que juega a que no juzga al personaje, pero sin embargo se regodea en las zonas más polémicas del mismo.

Así que no, ni Jobs ni Steve Jobs: The man in the machine lo consiguieron tampoco.

Y si tenés como referencia o como comparación esos dos trabajos, Steve Jobs de Danny Boyle es una rueda más al carro que intenta retratar a este complejo personaje.

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Puede que algunos piensen que el trabajo de dirección de Boyle y el de guión de Sorkin, son más que suficientes para decir que la película es de lo mejorcito del año. Sin ir muy lejos, de las últimas películas de Boyle debe ser la más inspirada. Puede que también crean que Fassbender se merece su nominación al Oscar por una brillante actuación que no es precisamente tributo al personaje que recrea. Puede que sí, pero para los que busquen a Steve Jobs como tal, supondrá una mezcla de sentimientos. Un coitus interruptus.

Steve Jobs, no el de Ashton ni el de Fassbender, decía que no tenías que ser mejor que la competencia, sino diferente. Think Different era su lema, hasta el momento ninguno de los trabajos audiovisuales que intentan ahondar en su vida lo es.

Eso sí, la otra máxima que vendía como slogan: «cambiar el mundo», para bien o para mal la cumplió con creces y las películas/documentales que salen unos detrás de otros, lo prueban.

Buenos días, esito sería. Cierro por unos instantes mi Mac.

Mónica Heinrich V.

EXTRA:

Acá el link de descarga de la biografía escrita por Walter Isaacson: Steve Jobs (Spanish Edition) – Walter Isaacson

Lo mejor: los elementos que componen una buena película están ahí: actuaciones, dirección inspirada, montaje, guión (incluso con su parte cursi) y arcos narrativos.

Lo peor: el Steve Jobs de Fassbender y de Boyle no es el Steve Jobs de Apple.

La escena: la primera secuencia introductoria al personaje, la de la coincidencia, las charlas con Scully estuvieron muy buenas.

Lo más falsete: lo de la hija, lo del ipod, lo de Woz todo el tiempo mendigando reconocimiento.

El mensaje manifiesto: Think Different

El mensaje latente: definamos Diferente

El consejo: Vela subtitulada, y sin exigir muchas similitudes con el Jobs real.

El personaje entrañable: Siempre sentí particular simpatía por Woz

El personaje emputante: la mamá de Lisa.

El agradecimiento: porque es amena y porque mueve a buscar mayor información sobre los personajes reales.

CURIOSIDADES

Tuvo un presupuesto de 30.000.000 $us.

Los espacios temporales de la película fueron filmados con diferentes técnicas para mostrar los avances de la tecnología, los inicios de Apple se filmaron en 16mm, luego en 35mm y la parte final en digital para que queden tácitamente marcados los 16 años que pasaron hasta la escena final del filme.

Fincher dejó la película porque no cumplieron sus dos exigencias: 10.000.000 $us. por dirigirla y tener absoluto control creativo del proyecto.

Steve Wozniak fue consultor del filme.

Las audiciones no se hicieron con el guión de Sorkin sino con escenas de Newsroom la serie de TV del mismo guionista.

Como la película está dividida en tres secuencias, la filmación se hizo igual. Se ensayó durante dos semanas, se filmó el primer pedazo durante otras dos. Se detuvo otras dos semanas en las que se ensayó la otra parte, y luego se filmó. Y lo mismo sucedió con la tercera parte.

El guión tenía alrededor de 180 páginas y Fassbender se lo memorizó.

Aaron Sorkin hace un cameo mientras Steve Jobs y Woz discuten en el teatro vacío. Es una de las personas que pasan por el fondo.

EN CARTELERA: Star Wars The Force Awakens / El despertar de la fuerza

Los 70s no son los 80s, los 80s no son los 90s y los 90s tampoco son el nuevo milenio. Dicha esa obviedad, el público también evoluciona. No es aquel que se asustaba por el tren viniendo hacia la cámara, o el que se obnubilaba por los FX de planetas lejanos.

Nos convertimos en un público más pachorriento y poco dado a las expresiones de entusiasta embeleso en la butaca. Un público atiborrado de pipocas y Coca Cola. Hemos visto tanto y de tantas maneras que para que salgan gritos masivos o aplausos en media proyección se necesita un milagro.

OH, sorpresa, el milagro se llama Star Wars: El despertar de la fuerza y nos dice fuerte y claro que las fórmulas repetidas aún funcionan.

Por los tornillos de R2D2! No les miento.

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Sí, es verdad, el gordo George Lucas casi casi aniquiló la franquicia con Amenaza Fantasma y El Ataque de los Clones, planes de enviar cartas con ántrax fueron elaborados, pero después de La Venganza del Sith todo volvió a su cauce natural y pudimos esperar con relativo entusiasmo el glorioso retorno de la saga.

No, J.J. Abrams no ha reinventado a Star Wars ni le dio un empujón que la lleve al olimpo de las grandes películas, no. De la mano de Disney es difícil hacer algo que no esté bañado de crema chantilly y bonitos colores pasteles. Muy difícil.

J.J. Abrams dirige con practicidad un bulto pesado, ese bulto es revivir Star Wars y lograr dos cosas: 1) que la generación que amó y creció con la saga no escupa sobre su tumba y 2) que las nuevas generaciones se vuelvan parte de ese consumo masivo que mueve tantos millones de dólares.

Y la verdad, logra ambas. star-wars-the-force-awakens-daisy-ridley-bb-8

El despertar de la fuerza es un eco del pasado y como tal está diseñada para agarrar las aristas más llamativas de la trilogía original y sacarle partido:

Tenemos a la Resistencia, que después de quichicientos años sigue en las mismas.

Tenemos a la parejita chico/chica unidos en una epopeya de la que no saben mucho pero a la que convierten en una especie de misión.

Tenemos un poder tiránico, opresivo, al cual derrotar.

Tenemos una galaxia que salvar.

Tenemos a un malo maloso que lee mentes, levanta su manito y zas! Matanga dijo la changa. Por supuesto, el don sufre una lucha personal/espiritual entre el bien y el mal.

Tenemos el droide que carga un mapa y su propia misión.

Tenemos la Starkiller Base como elemento a destruir, muy similar a la Death Star.

Tenemos conflicto padre e hijo.

Tenemos a the chosen (el elegido/a) cuyo papel aún está por determinar pero que con poderes impensables sabemos que es el peón principal de esta nueva entrega.

Tenemos la cantina de bichos raros.

O sea, el universo es un pañuelo para que se repitan y se junten tantas cosas similares a la primera trilogía.

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El guión escrito por el mismo J.J. Abrams acompañado de Lawrence Kasdan, autor de El Imperio Contraataca y El Retorno del Jedi (entre otras)   y Michael Arend, autor de Little Miss Sunshine, Toy Story 3, Oblivion y la primera Juegos del Hambre, bebe de la melancolía y decide darle al público aquello que supuestamente quiere.

Rey (Daisy Ridley), una chatarrera que espera el regreso de la familia que le fue arrebatada, se encuentra con BB 8, un droide al que le han encargado guardar el mapa que llevará a la Resistencia a encontrar al mítico Luke Skywalker.

La chica decide ayudarlo, y para ello se une a Finn (John Boyega) , un ex stormtrooper escapando de esa condición.

En plena misión se toparán con Han Solo (Harrison Ford) y Chewbacca (Peter Mayhew) que intentarán ayudarlos para lograr encontrar a Luke.

La base es muy simple y en general está llena de baches e inconsistencias. Nada tiene mucho sentido, pero tampoco importa. El manto de Disney le quita la oscuridad y la tragedia que se cernía sobre los personajes en El Retorno del Jedi, quizás la entrega más intensa de toda la saga.

J.J. Abrams cubre esa ausencia de peso dramático con efectos especiales y muchas peleas al pedo.

A los que hemos visto las películas una y otra vez nos suena a circo repetido, pero el circo repetido está tan bien montado que cuando aparecen Han Solo y Chewie, se te humedece el corazón y una ahogada exclamación se siente vibrar en medio del público.

Lo mismo sucede cuando la princesa Leia entra a escena, el diálogo acartonado entre estos dos amantes que además son padres de un hijo, no sería nada sin el poder de la memoria. Es la memoria lo que hace que disfrutemos el cursi encuentro y es la memoria lo que hace que batamos palmas cuando aparecen los droides originales C3PO y R2D2.

Una película de este tamaño requiere un villano igual de grande y poderoso, y, para mí, la mayor flaqueza de El despertar de la fuerza está en la elección de sus villanos.

Mientras Kylo Ren (Adam Driver) se encuentra con la máscara puede ser un villano creíble, en el momento que se quita la máscara pierde toda credibilidad y nos quedamos con un fantoche sin presencia escénica.

Y ojo, a mí me gusta el trabajo de Adam Driver, sobre todo en comedias, pero acá la tesitura ideal para un papel tan atormentado no se consigue nunca y queda como un fulano muy desabrido que además toma las peores decisiones y que nunca demuestra la maldad que requiere la oscuridad que lo gobierna.

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SPOILER ALERTA

La muerte de Han Solo en sus manos me pareció lo más choto de todo y, como dije, el villano parricida no trasciende el tormento que debería asquearnos hasta lo más profundo de nuestro ser. Se lo ve raro e incómodo. Incluso la acertada dirección de fotografía de Daniel Mindel (John Carter, Star Trek, Mission Imposible III, Spy Game) que lo ayudaba en la escena clave iluminando solo la mitad de su rostro, no pudo darle mayor énfasis a la situación.

Después de que Solo sorteó los mayores peligros durante años, verlo morir de esa manera tan inoficiosa me resultó doloroso. Fui de las que se llevó las manos a la boca, aunque todo indicaba que iba a suceder, y algunas lágrimas corrieron en honor de un ícono al cual le había llegado su final bochornosamente.

Así es señores, me siento sola por la muerte de Solo y declaro rotundamente que Hans merecía una muerte mejor en manos de alguien peor.

FINAL DE SPOILER

La carrera de J.J. Abrams no nos engaña respecto a la trivialidad con la que aborda la dirección de El despertar de la fuerza.

Mission Imposible III, Star Trek, Super 8, y Lost son un testimonio de un estilo más abocado al espectáculo vacío.

No hay engaño, pero aún así sentimos cierta trampita en el recopilado, en ese collage fácil de los elementos de la trilogía original. Es treparse a una balsa segura, con el pito  que puede soplarse en caso de emergencia.

No deja de ser válido, y hay que reconocer que a diferencia de las dos primeras películas de la segunda trilogía, por lo menos J.J. Abrams no te hace salir del cine puteando hasta en japonés, ni te entrega un recuerdo tan bizarro como Jar Jar Binks.

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El despertar de la fuerza cumple con entretener, sumergir en la melancolía a viejas generaciones y presentar la saga a nuevas generaciones.

Más no se puede pedir ni esperar, quizás otro director le pueda dar un extra de consistencia a las dos entregas que vienen, quizás otro director consiga revivir, aparte de los personajes de antaño, esa poesía que la hizo duradera a través de los años. Quizás.

Solo queda desear que la fuerza nos acompañe.

Mónica Heinrich V.

Lo mejor: es entretenida y emociona en las partes que tiene que emocionar.

Lo peor: los villanos (Kylo y el bicho computarizado al que obedecía), le sobran algunos minutos, y es una película que parece un remake de la trilogía original. No tiene nada innovador y también carece de peso dramático.

La escena: la defunción de quien sabemos, y claro, todas las partes en que aparecían viejos personajes y la gente exclamaba y aplaudía en la sala.

Lo más falsete: la pelea entre Rey y Kylo, por pelotuda. La defunción de quien sabemos, por pelotuda.

El mensaje manifiesto: Todo tiempo pasado fue mejor

El mensaje latente: de recuerdos vive el hombre

El consejo: Vela subtitulada, en el cinemark hay la opción del DBOX que es con asientos que se mueven de acuerdo a la película. Elegí horarios no muy masivos porque la gente no sabe ir al cine y con los celulares/charlas/ comentarios puede arruinarte la experiencia.

El personaje entrañable: BB 8

El personaje emputante: el piloto Poe (Oscar Isacc) qué personaje inoficioso y encima interpretado tan mal.

El agradecimiento: porque no es odiable.

CURIOSIDADES

Daniel Fleetwood, un joven con cáncer terminal, pidió como último deseo que se le permita ver la película aunque esta todavía iba a tardar unos meses en estrenarse. Como la condición de Daniel era terminal, tanto Mark Hammil como John Boyega presionaron al estudio para cumplir el deseo.  Finalmente, pudo ver la película en su casa y falleció el 10 de noviembre de este año.

El episodio 11 de la nueva temporada de The Big Bang Theory recrea la asistencia de Leonard, Wolowitz y Koothrapali a la premier de El despertar de la fuerza, Sheldon Cooper no asiste porque es el cumpleaños de Amy y por ende decide darle algo muy especial: su primer encuentro sexual. El episodio hace un paralelismo entre ambos eventos épicos.

La producción exigió a Carrie Fisher perder al menos 15 kilos y a Mark Hammil llegar a perder 20 kilos si es que querían retornar a sus papeles de Leia y Luke.

Carrie Fisher sufre de trastorno bipolar, adicción a las drogas y problemas de peso.

J.J. Abrams decidió usar en la medida de lo posible locaciones reales y maquetas, en lugar de recurrir a los efectos especiales.

El nuevo droide BB 8 se basa en los bocetos tempranos de R2D2.

Los actores Kevin Smith y Bennedict Cumberbatch visitaron el rodaje luego de firmar acuerdos de confidencialidad.

Michael Fassbender y Hugo Weaving fueron considerados para el papel del villano Kylo.

La hija de Carrie Fisher, Billy Lourd, debuta en esta película.

La película costó alrededor de 200 millones de dólares, lo que la convierte en la más cara de la saga.

Adam Driver abandonó la serie Girls para poder participar en esta película.

Elizabeth Olsen, Jennifer Lawrence y Shailene Woodley fueron consideradas para el papel de Rey.

Michael Arnd era el encargado principal del guión, pero luego abandonó el proyecto y fue retomado por J. J. Abrams y Lawrence Kasdan.

El nombre de Rey, se tomó de un miembro del equipo de filmación Rey Philippe Santos.

Es la quinta película que dirige J.J. Abrams.

EN CARTELERA: El Clan (Argentina)

Nunca un poster fue tan sincero: La realidad supera a la ficción.

Así es, muchachos, El Clan de Pablo Trapero se queda corta en sus aspiraciones a trasladarnos al perturbador mundo de la familia Puccio.

Muy corta.

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En 1982, el joven Ricardo Manoukian es secuestrado. A pesar de que la familia pagó el rescate, el cuerpo del infortunado aparece con tres balazos. Así comienza una de las historias criminales más sórdidas de Argentina.

Sórdida porque ya en 1985 y después de tres secuestros más, se detiene a Arquímedes Puccio un milico de la dictadura en retiro y con nexos en las altas esferas políticas y militares.

Puccio hizo lo que hizo ayudado por otros dos “colegas” y con la complicidad (aparente) de toda su familia: la esposa (llamada curiosamente Epifanía), tres hijos varones y las dos hijas mujeres. El mayor de los chicos no pasaba los 22 años y la menor aún estaba en colegio.

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El tráiler de El Clan sí capturó ese hedentina que nos envolvía cual pesado poncho cuando pensábamos en dicho despelote. El plano secuencia de la cotidianidad de esta familia inmersa en sus actividades, que sigue a papá Puccio por la casa en la que todos conviven y que termina con el secuestrado enmanillado en el baño del segundo piso, estaba demasiado bueno.

Si la película hubiera seguido esa tónica tendríamos un peliculón de aquellos, pero Trapero decide hacerle homenajes a Scorsese, a Mann y estiliza tanto la historia como los personajes en una vacua búsqueda de alcanzar las fórmulas americanas.

Quiero decirle algo a Trapero: los gringos hacen eso que intentó hacer y lo hacen mejor.

El-clan-1-e1447348398431El guión, también de su autoría, crea un anclaje emocional en la figura del atormentado Alejandro Puccio (Peter Lanzani) y nos lo presenta como un chico con futuro en el rugby que queda atrapado por las telarañas de su padre, Arquímedes (Guillermo Francella).

Juega con el glamour que rodea al joven Puma, y lo contrasta con una vida familiar clasemediera en problemas por el cambio de gestión del país.

Con algo de ingenuidad y como muletilla, Trapero recurre en demasía a las imágenes de archivo para remarcar constantemente que la dictadura terminó pero que la nueva etapa democrática levanta incertidumbre y que gente como Puccio quedó sin opciones laborales. Sí, a pesar de que la dictadura concluyó algunos resabios flotan en al aire, escondidos pero presentes.

Agradezco el contexto, pero me estorba el subrayado.

Más aún si este subrayado es un mero ornamento que evade el tema más contundente del caso Puccio. Arquímedes Puccio fue parte del SIDE (Secretaría de Inteligencia del Estado) y también se dice que de la Triple A (Alianza Anticomunista Argentina: grupo paramilitar de extrema derecha que durante la dictadura “limpió” a la oposición), los entretelones del caso en el que es evidente estaba inmersa mucha más gente son apenas acariciados.

No hay profundidad, solo el morbo de agarrar a Puccio como psicópata narcisista y no contarnos más nada.

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Algo que me aterraba del verdadero Puccio era su capacidad de camuflarse con el ciudadano promedio, cuando uno lo escucha en las entrevistas descubre un estilo coloquial, casi casi como cualquier panadero, jardinero, hombre mayor que te topás en alguna calle de Buenos Aires, eso es lo que provoca mayores escalofríos: La normalidad escondiendo un monstruo.

Y jode porque indirectamente te dice: tu mundo no es seguro. El tipo parecía un señor mayor normalito y mirá lo que resultó.

El Arquímedes Puccio de Francella, por el contrario, es un casi robotizado ser que además tiene look vampírico y afectado, ya con el chip de “soy malo, muy malo, no te imaginás lo malo que soy”.

Al Puccio de Francella te lo topás por ahí y te va a dar cosita de entrada.

Ok. Son las licencias narrativas al trasladar la realidad a la ficción, pero creo que ganaba más si no recurría a un estereotipo de villano.

La banda sonora también me significó un problema, una seguidilla (en su mayoría) de canciones gringas, estilizando aún más esta historia de una oscura familia venida a menos. Y ya quitándole el pero del algo burgués uso de temas en inglés, está excesivamente musicalizada. Perdí la cuenta de las canciones que puso en los momentos menos adecuados dándole aire videoclipero.

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Sí, sí, sí, a El Clan la historia le queda grande, aunque haga méritos suficientes para que los 110 minutos que dura sean “entretenidos” (muy al estilo Hollywood) .

Trapero se ha convertido en un director bastante impersonal, que funciona correctamente y entrega productos correctos, pero que no trasciende ni creativamente ni narrativamente.

El Clan, cuya historia en la que se basa parecía destinada a que salgamos del cine desconfiando del amigo, del vecino que barre la calle, de los uniformados policías y de esa invisible mano que mece la cuna a nivel político, nos devuelve la imagen de un director que sueña con las alfombras rojas hollywoodenses y que en su afán de trasladar una trama argentina al fuero universal, entrega una película desangelada y sin intensidad.

Arquímedes Puccio, luego de un proceso judicial que solo puede caratularse como extraño,  alcanzó su libertad en el 2008 y se convirtió en abogado. Un periodista lo fue a buscar a la Facultad de Derecho,  el líder del infame clan, que seguramente carga más muertitos de los que se supo, lo recibió amablemente. Ahí, el periodista recorrió los pasillos universitarios con el viejo a su lado. Amén de que los jóvenes estudiantes no tenían idea quién era ni escuchando el nombre completo, Puccio empieza a decir canchero: «Mirá cómo camino, quién me para a mí. ¿A quién le tengo miedo yo?» El periodista interviene: » Bueno, en alguna oportunidad se le tenía mucho miedo a usted» y  Puccio desestima esa afirmación exclamando muy fresco: ¡Pero ¿por qué? Todo por la prensa, querido!»

Ese es el Puccio jefe de un clan, líder de una mafia. Ese es el Puccio al que puedo imaginar secuestrando, torturando y asesinando personas sin siquiera pensar en ellos al día siguiente. Ese es el Puccio que queríamos. Y detrás de ese macabro Puccio, el clan, y detrás del clan la sombra del poder que lo protegió.

Mónica Heinrich V.

Lo mejor: se deja ver con interés

Lo peor: el montaje, los flahsbacks, la música gringa, y que a grandes rasgos se siente hueca en comparación a las impensables ramificaciones que tiene el caso Puccio.

La escena: el salto de Alejandro, y el montaje (too much) paralelo entre la escena sexual y la tortura.

Lo más falsete: el personaje de Puccio, cero matices. Un villano de manual de película americana.

El mensaje manifiesto: Solo vemos lo que queremos ver

El mensaje latente: Lo que no vemos puede que sea demasiado para nuestros ojos

El consejo: Vela, y antes o después nutrite de la extensa información que hay sobre el caso en las redes.

El personaje entrañable: las víctimas

El personaje emputante: la forzada representación de Puccio

El agradecimiento: porque dentro de todo es entretenida y su factura técnica aprueba.

LINKs de interés

https://www.youtube.com/watch?v=ohcxOS-d4YM&spfreload=10

EN CARTELERA: The bolivian case / El caso boliviano

Omaigad!

The Bolivian case va de mulas, de yonquis, de juventud, de sistemas judiciales, de sistemas sociales, de política, de abogados, de gobiernos, de delitos, de racismo, de moralidades, de amoralidades, de sensacionalismo, de medios de prensa, de países tercermundistas, de países primermundistas, es pues una ensalada que te vas a comer con gusto.

La historia atrapa desde el minuto cero, y además se presta a que tengás airadas discusiones y debates con quien sea tu compañero de butaca.12313915_977923072277756_6839551423382902241_n

En mayo del 2008, fueron detenidas en Cochabamba las ciudadanas noruegas Christina Oygarden, Stina Brendemo y Madelaine Rodríguez. Las tres chicas (una de 17 y las otras en sus 20s) tenían en su poder maletas con 22 kilos de cocaína que intentaban transportar a Noruega.

Las señoritas son literalmente pilladas con las manos en la masa y por ende comienza el subsecuente proceso penal.

El documental The Bolivian Case, de la realizadora boliviana Violeta Ayala, nos cuenta cómo sucede esta historia y va un poquito más allá, cuestionando, sobre todo, la participación del gobierno noruego y de los medios de prensa en eventos que solo pueden denominarse como “cinematográficos”, porque parecen salidos de la más disparatada película hollywoodense.

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Oygarden paga su fianza cuando todavía no se ha llevado a cabo el juicio y huye con el beneplácito del gobierno noruego que le otorga extraoficialmente un pasaporte con nueva identidad. Stina, tiempo después y ya condenada, consigue pagar su respectiva fianza y huye gracias a la ayuda de una revista noruega llamada ALFA que contrata a unos mercenarios para que la saquen de Bolivia y a Stina para que publiquen la historia de la fuga.

O sea, los noruegos se pasaron por donde la espalda pierde su bello nombre a las leyes bolivianas y al Estado más.

Madelaine (hija de padre uruguayo y madre noruega) se queda presa en Cochabamba, porque se insinúa no es una noruega total, no viene de buena familia, es morena, no tiene la imagen de Oygarden (chica del campo, que iba a la iglesia) y además fue señalada como la reclutadora de las otras dos.

El documental reúne los testimonios de Stina y Madeleine, de César Augusto (boliviano/noruego y presunto cabecilla del grupo), de Nicole, Oskar, Brorson, los encargados de la logística y lavado de dinero de la operación, de abogados, de periodistas noruegos, logrando que la información proporcione peso al trabajo.

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A lo largo de la proyección veremos la cárcel de Cochabamba, el juicio, la huida de Stina, el juicio en Noruega y la manipulación de los medios para lavar o ensuciar la imagen de los acusados.

Sin duda, hay que reconocerle a Violeta Ayala dos cosas: 1) el olfato periodístico para champarse en esta historia desde el principio y 2) el seguimiento que le hizo a través del tiempo.

Ambos puntos son vitales a la hora de hacer un buen documental, porque el documental se nutre necesariamente de constancia y de la capacidad de aglutinar la mayor cantidad de material posible.

Creo, no obstante, que el documental en su forma y estética tiene un tratamiento bastante convencional y de hecho, para mí, no profundiza demasiado en los personajes y las situaciones.

Las declaraciones son interesantes, pero no sabemos mucho más allá de lo obvio, e incluso se desperdicia la posibilidad de indagar sobre la relación entre las tres muchachas y de sus motivaciones personales. Ok, esa es una decisión en pro del foco del documental, pero a modo personal, me faltó más información para entender el cuadro.

También me estorbaba la obvia simpatía de la realizadora con los acusados y su tácita complicidad en la fuga de Stina Brendemo. Lo que de alguna manera podría provocar un sentimiento similar al que provoca la revista ALFA.

Para ser más claros, el sistema judicial puede tener muchos vicios, los medios de comunicación son muy criticables, los prejuicios que te dan el color de piel o la clase social están en cualquier área de la vida, pero en la práctica las chicas cometieron un delito y además, no solo ellas, sino el resto de los involucrados, mostraban una nula (absolutamente nula) conciencia de culpa o remordimientos por lo sucedido. Era más o menos como cuando vas a la cárcel de Palmasola y todos te dicen que son inocentes.

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Nicole, una de las acusadas de ser parte de la logística de la organización, decía suelta de cuerpo que a ellos (el grupo) la prensa los había dañado, Madelaine lloraba porque le habían quitado la posibilidad de estar en el crecimiento de su hija, o sea…Nicole, al saber que las chicas fueron apresadas, le manda un mensaje de texto a Madelaine dándole instrucciones precisas sobre cómo coimear a un policía y diciéndole que use lo que sea para salir libre: dinero, sexo, influencias, lo que sea. Y Madelaine, bueno, tomar la decisión de traficar droga teniendo una hija pequeña tiene un final un poco predecible.

Eso como ejemplo.

Ayala trata de hacer un cuestionamiento al sistema y la cobertura de medios, pero para ello victimiza de alguna manera a sus personajes.

Y eso en sí mismo es una manipulación similar a la que critica.

Otra cosa es que los subtítulos tenían problemas de ortografía, más que nada de tildes y para una proyección en sala comercial habría que tener mayor cuidado con ese detalle.

De todas formas, no se puede negar que la historia se sobrepone a la forma y  al foco que Ayala ha querido darle, además de contar con un montaje que colabora para que, recalco, la experiencia sea de interés.

Por eso, y a pesar de los peros que podás encontrarle, The Bolivian Case es un documental atractivo que denota trabajo y, como ya dije, olfato, abriendo las puertas a un debate sobre muchos tópicos.

Un documental para ver y una realizadora para tomar muy en cuenta.

Mónica Heinrich V.

Lo mejor: una historia increíble Lo peor: victimiza a sus personajes La escena: el juicio noruego, no podía creer las preguntas pelotudas y la huevada del short (cortos) Lo más falsete:  el cariz de «pobre, Madelaine» El mensaje manifiesto: La justicia no es justa El mensaje latente: sistema judicial fallido y víctima del sistema judicial no siempre es lo mismo El consejo: Vela, es muy interesante El personaje entrañable: la frontera boliviana El personaje emputante: sentí particular empute con Stina y con Nicole, demasiada frivolidad para un asunto tan serio El agradecimiento: por el trabajo, por la investigación, hay muy pocas notas de prensa en español sobre el caso .

EN CARTELERA: Our brand is crisis (Experta en crisis)

Mis queridos coterráneos, tengo noticias para ustedes: somos exóticos y fascinantes. Ajá. Casi, casi como el buitre barbudo o el ciervo de agua chino.

No hay vueltas que darle.

Pero antes que nos champemos en las oscuras aguas del pantano es mi deber anunciar que: Our Brand is crisis no es sobre Bolivia, ni siquiera sobre el duro mundo de las campañas políticas, Our Brand is crisis es, por encima de todo, una película sobre Calamity Jane.

Y es ahí donde descubrimos, una vez más, que el mundo es una breve mascarada.

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Caballero, si usté está yendo al cine a ver una inteligente película sobre las pestilentes argucias de los asesores de campaña electoral, si usté piensa que se pringará hasta los codos removiendo secretos y descubriendo verdades, se ha equivocado de sala.

Señorita, si usté está yendo al cine a ver algo medianamente interesante sobre los hechos acaecidos en la reelección de Goni (aquella que terminó con el gringo huído), si piensa que verá un retrato/parodia/simulación de Manfred, Evo, y cualquier otro personaje/hecho verídico que pueda servir como entretenido espejo de la bolivianidad, también se ha equivocado de sala.

Repito, por si no lo ha captado, esta es una película sobre Jane y Jane no es otra que Sandra Bullock, criollamente designada como “la Sandra».

La Sandra interpreta a una Jane que NO es experta en crisis, no, así que no sé quién carajos hace las traducciones de los títulos en español, Jane es experta en la manipulación de las masas, en el cambio de opinión de un electorado que en su gran mayoría no sabe realmente por qué vota a quien vota, Jane es asesora de campañas políticas.

Cuando la película comienza, la Sandra está en retiro espiritual onda hippie chic, con cerámica zen de por medio, hasta allá van a buscarla unos crispines que quieren que participe en la campaña del oligarca neoliberal Pedro Castillo (supuesta figura ficcional de Goni).

OUR BRAND IS CRISIS

Las motivaciones de Jane para aceptar el trabajo son simplemente relacionadas a una vieja rivalidad con Pat Candy (Billy Bob Thornton) que se encuentra asesorando a Rivera (supuesta figura ficcional de Manfred) y quien encabeza las preferencias para ocupar el tan cotizado sillón presidencial del Palacio Quemado.

De esta manera, la Sandra se viene a La Paz y tanques de oxígeno de por medio decide que ya que su candidato es odioso, jailón, con mala fama y algo atorrante para relacionarse con el pueblo, la marca de la campaña será: CRISIS.

Sí, sí, sí. Recordemos que hay dos tipos de candidatos ganadores, uno: la esperanza, lo nuevo, aquello que devuelve la fe un futuro mejor y dos: ese que será el mejor guerrero para una situación de crisis.

Frases de grandes pensadores van y vienen, gags también van y vienen, en algún momento describen a Bolivia como un país cuya democracia es frágil, aquejada de convulsiones sociales y con mayoría indígena. Uno de los gringos dice que la Sandra tiene que imaginarse a USA con millones de apaches, bueno, un difícil cuadro ya que ellos tuvieron la “democrática” idea de exterminarlos.

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Castillo está interpretado por Joaquim de Almeida y amén de  escasas similitudes con el Goni al que evoca, lo de Almeida es tan boliviano como los actores nicaragüenses, hondureños, mexicanos, y whatever que representan al resto de los personajes.

Hay llamas, algunos folklóricos bloqueos, unas cuantas banderitas rojo, amarillo y verde, paisajes paceños, cholitas y paren de contar.

Lo boliviano es simplemente una vitrina que sirve de gag para que la Sandra se pare a verla con sus asombrados ojitos gringos: lo hará pijchando, con chulos colorinchis, prácticamente envuelta en el aguayo. No cabe duda, es el alma máter de la película con un personaje que carece de la más mínima coherencia.

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Porque Jane se pasa meses acompañando al tal Castillo y haciendo las cosas más ruines con tal de ganar las elecciones y voilá, SPOILER ALERTA cuando finalmente ganan las pinches elecciones, la doña entra en crisis existencial. La carcome la culpa porque OH! El político mintió! Ella que tiene toda la experiencia del mundo mundial no se lo vio venir OH! Castillo los cagó a todos. QUE SORPRESA! Qué inaudito! Sí, el pueblo  pobre y pintoresco ha sido engañado y ella, ELLA, la mal llamada experta en crisis, lo hizo posible. Es tan fuerte el momento que  resulta que lo que hemos visto es un recuerdo para saber cuál fue el punto de inflexión que la llevó a trabajar contra las injusticias latinoamericanas SPOILER FINAL.

Digan si no es lo más cojudo que han leído en mucho tiempo.

La culpa es de Peter Straughn, guionista que curiosamente hizo películas bastante aceptables como El Topo, La Deuda, Frank.

En Our Brand is crisis, es el absurdo lo que se impone en un relato que se focaliza en puntos de lucimiento para la Sandra. Hay cierto desgano, cierto valeverguismo en hacer la historia creíble y  el error mayor es haberla convertido en una “comedia” de medio pelo. Si a eso le agregamos que la película agarra onda de redención casi al final, imagínense qué tenemos.

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David Gordon Green es el director de este filme que se basa en un documental mucho más interesante del mismo nombre, ahí no vendían simulacros y nos decían directamente que ellos ponen y sacan presidentes cuando les da la gana y de la manera que les da la gana. In your face, Bolivia! Esos maquiavélicos sujetos deben estar en un país tercermundista haciendo de las suyas mientras nosotros vemos películas chabacanas de la Sandra.

Gordon Green tiene como su trabajo más conocido a Pineapple Express.

Sin comentarios.

A nivel actoral, pues yo sí respeto a la Sandra como actriz. No es mi favorita, pero me parece que trabaja bien. De hecho, es gracias a ella que se pueden disfrutar algunos momentos. El resto de los actores son meramente ornamentales, hasta Billy Bob está ahí con la misma intensidad que la llama Marco. Quizás lo más emputante eran los actores latinos que fingían ser bolivianos y decían sus textos con todo tipo de acentos.

Así las cosas, Bolivia tiene su pequeño cameo. Un cameo de plástico y cartulina.

Se estarán preguntando si, por lo menos, es entretenida. Pues si te la tomás como una película de la Sandra  que vas a ver por Billy Bob Thornton, puede que la pasés bien. Hubiera ganado mucho en ese punto si le quitaran toda la parte de la redención.

De lo contrario, este repaso a la existencia de Calamity Jane es una calamidad en toda regla, es como sentarte a comer un pedazo de pizza recalentada acompañada de una Coca-cola sin gas.

Y lo peor, es que cual político cochinón promete mejores cosas de las que finalmente entrega.

Mónica Heinrich V.

Lo mejor: tiene algunos momentos que sí arrancan por lo menos una sonrisa Lo peor: chicha sin dulce La escena: la Sandra con los tres bolivianos jodiendo a Billy Bob Lo más falsete: la mayor parte de los dizque bolivianos y claro, la redención de un personaje como Jane  El mensaje manifiesto: Bolivia es una vitrina rica en gags El mensaje latente: somos exóticos como el buitre barbudo y el ciervo de agua chino El consejo: mangueá la invitación a verla y hacelo en VOS, imagino el desastre que será doblada El personaje entrañable: la llama Marco El personaje emputante: el fan al pedo de Castillo (personaje de Reynaldo Pacheco) El agradecimiento: que termina.

EN CARTELERA: Spectre

Si el actor principal de una película dice que prefiere cortarse las venas antes de volver a interpretar su personaje, estamos ante una sincera declaración de principios, y nosotros como público podemos decir que sobre aviso no hay engaño.

En SkyFall acusábamos recibo de la falta de personalidad de la saga y la caída en desgracia de Bond, James Bond, personaje que nunca fue mi favorito: asesino, vampiro emocional, institucionalizado, sistémico, viviendo en medio del lujo a través de los impuestos del ciudadano común, patriotero, machista, con delirio mesiánico y otros trastornos, dicho vulgarmente: un pobre cojudo.

A pesar de todo, pasamos por alto sus sonrojantes “virtudes” y nos divertimos un poquito con el monólogo de las ratas de Bardem, la dirección de arte, la foto y hasta la música de la anterior entrega.

Ajá. En medio de toda la esterilidad narrativa y la interpretación semi-comatosa de Daniel Craig, hubo cosas para disfrutar, lo que no sucede con SPECTRE, intitulada así casi premonitoriamente.

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Se puede decir que el inicio es lo mejor de toda la película. Ese plano secuencia en pleno D.F., sumergido en la fiesta del Día de los Muertos, la entrada al edificio y la salida por la ventana estuvo muy bueno.

Y es triste, triste de verdad, que eso sea lo mejor de la película, porque luego tenés dos horas de película al pedo, donde lo único que te queda es esperar los créditos y poder marcharte a tu casa a olvidarla irremediablemente.

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Resulta que M (Judi Dench) antes de partir hacia el más allá le dejó a su hijo predilecto (Bond) un video en el que le daba instrucciones precisas sobre qué hacer cuando ella muera: Matar a un fulano y luego ir a Italia al funeral y ver qué onda.

La doña se da el trabajo de grabar el video, se toma su tiempito para decirle todo eso y no le explica más nada. Por qué? Pues porque a los guionistas se les canta.

Jhon Logan (a quien usaron y luego botaron como una chancleta en Skyfall) retorna a las lides del guión acompañado de Neal Purvis, Robert Wade y Jezz Butterworth. En esta ecuación la cara nueva es Jezz Butterworth (Black Mass, Al filo del mañana) mientras que el resto ya son unos acomodados de la franquicia y siguen torturándonos con sus pésimos guiones.

Después del video de la vieja, Bond hace exactamente lo que le piden, se va a México a buscar al objetivo, y luego vuela a Italia, al entierro, donde conoce a la viuda (Mónica Bellucci). En la historia, el orejón de Craig tiene más poder del que a simple vista parece porque no solo libra a la viuda de una muerte segura, sino que se la revuelca sin mayores preámbulos.

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Bellucci que lo ve por primera vez en su vida, además de soltarle “el sur”, le suelta otras pistas o claves que lo llevarán a toparse con un ex némesis. Ahí se fueron los 5 minutos de mujer florero por los que Bellucci se convirtió en Chica-Bond.

Seguimos. Una de las peores escenas del mundo mundial sucede cuando Bond se mete como Pedro por su casa a una reunión de súper-archi-villanos con complejo de Cerebro (vamos a conquistar el mundo) y descubre que Franz (Christopher Waltz) no estaba muerto andaba de parranda.

Qué bonito! Así, al hilo, nos ligan las últimas tres películas de James Bond como una sola, como un pequeño serial en el que no sabíamos que un puppet master invisible jugaba con el inocentonto James y con el espectador de turno.

Nuevamente te preguntás por qué carajos pasa algo así, y es como si escucharas las voces de cuatro sujetos diciendo al unísono: Porque se nos canta.

Por si fuera poco, la escena en la que el personaje del español da su discurso me hizo desear que exorcicen mis ojos.

Un horror. Menos mal que Dave Bautista lo liquida.

Después de semejante “giro” todo es un camino en bajada.

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Como trama paralela, el nuevo M (Ralph Phiennes) tiene problemas porque quieren prescindir de sus espías para instalar un moderno sistema de espionaje muy similar a lo que se propuso en Batman The DarkNight y por lo que el personaje de Morgan Freeman se rayó con Bruce Wayne. Por lo menos en Batman se maquillaba de conflicto ético, acá en realidad hay un simple problema de pegas que mantener.

Sí, lo quieren poner como novedad barata y algunos hasta se atreven a afirmar que es una crítica al control estatal, pero no mis amantes de Ian Flemming y del cochino mundillo del espionaje. No, no y no.

Despuesito entra en escena el otro florero femenino, Lea Seydoux que agarra su talento para tratar de vendernos la idea de una atracción carnal por Bond y el papel de damisela en apuros: Cero. Un cero al infinito.

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SPOILER

Los sinsentidos van y vienen sin control, la parejita huye de Waltz, Bautista los persigue, y luego van por su propio pie a meterse a su boliche. El escape es despatarrado, el reencuentro más bochornoso aún y Bond, al final, tomado de la mano de la tal Madeleine nos dice en nuestra cara pelada que el seriado ya no es seriado sino telenovela chota.

FIN DEL SPOILER

Nada a destacar, las actuaciones muy estándares. Craig sigue dándonos la nada que nos dio desde que interpreta o desinterpreta a Bond,  Waltz está tan en el borde de una parodia que no llega nunca a despuntar como villano aunque hay que reconocer que no tiene material al cual aferrarse, y las chicas lo mismo, quizás la francesa muestra que aun con un pobre papel tiene condiciones para mejores cosas.

Sam Mendes resbala de nuevo y esta vez ni la cuidada fotografía del suizo Hoyte Van Hoytema (Her, Interstellar, Let The Right one in) nos salvan de los brazos apretados del sopor.

Tiene todos los elementos: exóticas locaciones, mujeres sexis, percusiones por tierra, en auto, en helicóptero, en avioneta, a pie, en lanchita, you name it! tiene villanos, aliados, líos familiares, y bla bla bla…ingredientes que no son cocinados adecuadamente.

Si esto fuera Top Chef diríamos: Sam, por favor empaca tus cuchillos y vete.

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Ni Daniel Craig cree en James Bond ni nosotros lo hacemos. Spectre se convierte en el espectro del personaje de una franquicia que después de 24 entregas (producidas por EON Productions) necesita con urgencia un trasplante de corazón y de cerebro.

Sin embargo, el espectro mayor, casi como para que aparezca en las noches de Halloween, es el de la carrera de Sam Mendes, director que no consigue cumplir con la promesa hecha hace años de ser un realizador medianamente interesante.

Mónica Heinrich V.

Lo mejor: el plano secuencia inicial

Lo peor: aburrida, sin rumbo, 350 millones dilapidados al huevo

La escena: el plano secuencia inicial.

Lo más falsete: el helicóptero que aterriza en pleno zócalo, el video de la vieja, el encuentro con Bellucci, cuando se mete a la reunión, los diálogos con Waltz, las indicaciones que da el papá de Madeleine, la relación con Madeleine, el tema de los espías y el gran ojo de la vigilancia totalitaria, el reencuentro, la huevada del edificio, el final. Buuuuuuuu, abucheo.

El mensaje manifiesto: La plata no garantiza productos de calidad

El mensaje latente: se le puede sacar rédito a huevadas

El consejo: si la vas a ver elegí un buen horario, antes de las 9 de la noche, porque es larga y pajera.

El personaje entrañable: …

El personaje emputante: Bond, James Bond.

El agradecimiento: por la secuencia inicial

CURIOSIDADES

Gary Oldman fue tomado en cuenta para el papel del villano Franz pero estaba ocupado con otra producción y declinó el proyecto.

Christopher Nolan fue seriamente considerado para dirigir esta entrega pero Sam Mendes decidió repetir y el asunto quedó ahí nomás.

A sus 47 años, Daniel Craig manifestó que cada vez le cuesta más ponerse en forma para el personaje y que para filmar esta película tuvo que ejercitarse durante 6 meses.

La producción se fue al chancho y sobrepasaron el presupuesto estimado hasta convertirla en la película de James Bond más cara de su historia gastando un total de entre 300 a 350 millones de dólares.

Es la película número 24 de la franquicia.

Más de 1500 personas se contrataron como extras para la escena de apertura de México y el Día de los Muertos.

La película se filmó en México, Italia, Marruecos, Austria, e Inglaterra.

La principal fotografía se filmó en alrededor de 228 días.

Cinco idiomas se hablan durante la película: Alemán, español, francés, italiano e inglés.

EN CARTELERA: El Principito (The Little Prince)

Todos hemos sido niños. Todos tuvimos una infancia, mejor o peor, ideal o desgraciada, pero siempre, en algún periodo de nuestra vida, hubo un momento que dibujamos elefantes tragados por víboras.

En ese proceso leemos libros como El Principito.

Cuando sos chico no entendés muy bien las metáforas pero igual te gusta, cuando sos grande entendés las metáforas y alguna lágrima por el cadáver de tu infancia se deslizará por tu ya adulto rostro.

No, no es fácil agarrar El Principito y hacer lo que sea con él: teatro, canción, película, videoclip, haiku, publicidad de Mentisán.

La obra de Antoine de Saint Exupéry tiene demasiados elementos mágicos y es muy conocida como para que querrás ponerte ¨muy creativo¨ en la adaptación que tengás que hacer. Más aún, esa transición de obras maestras a la pantalla gigante siempre es un camino lleno de piedritas y piedrotas.

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Life is a bitch.

El señor Mark Osborne lo acaba de aprender en este su tercer largometraje titulado homónimamente El Principito. A Mark lo conocemos por Kung Fu Panda, y episodios de Bob Esponja, sí.

Ya de entrada tenemos este salto cualitativo y cuantitativo que no cuaja:

Kung Fu Panda + Bob Esponja : El Principito

Échemosle una mirada a sus guionistas: Irene Brignull (Boxtrolls) y Bob Persichetti (Shrek 2, Hércules, Mulan, Tarzán).

Es así nomás. No se le puede pedir peras al olmo y lo que esta abnegada troupé hizo con la obra de Saint Exupéry apenas llega a alcanzar aquello que es invisible a los ojos.

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La animación comienza bien, una niña cuya madre le ha cronometrado su vida y que aspira a entrar a una escuela de élite, traba amistad con un vecino pintoresco. El vecino pintoresco es un anciano que representa al famoso aviador y que comparte su historia del principito con la niña. El filme se desdobla en dos técnicas: una, la animación por computadora y otra, el stop motion para adentramos en las experiencias que recordamos del libro.

Esa primera parte tiene la belleza y la magia que esperás. La técnica elegida para diferenciar el relato del viejo es muy similar a las ilustraciones originales de Saint Exupéry, a lo que uno se imagina tiene que ser y a lo que deseás que sea.

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Una tibieza te inunda el corazón, el planeta chiquito del principito, la rosa, el zorro, los otros personajes aparecen en pantalla como soplo de fresca brisa.

No me estorbó que haya una historia dentro de otra historia, fue una decisión inteligente teniendo en cuenta que el contenido del libro es hasta filosófico y había que hacerlo más accesible al gran público. Lo triste fue que como en toda película chota de Hollywood los guionistas añadieron un forzado giro. Ese giro constituye para mí su pecado mayor, ajá, he dicho pecado, aunque bien podría ser atrevimiento, desubicación, traición o para decirlo claramente: boludez.

Viene un SPOILER. AVISO. SPOILER!

Las cosas de la infancia pertenecen y viven en la infancia. Soy de las que no quiere leer el libro en el que Heidi se casó con Pedro, o ver la versión fílmica de Jem and the Holograms o descubrir a una She-ra o a un He-man ancianos. Dicho esto, no, no me parece ver al Principito convertido en un adulto loser, con menos gracia que una maceta y algo tontito. Creo que la esencia del libro no es esa. No me parece que se valgan de ese recurso facilón para machacar con la idea de que crecer es una mierda si te olvidás de las cosas importantes que viviste de niño. Uno crece y punto. Te domestican y punto. Te desdomesticás y punto. Y más allá del pero narrativo a esa licencia terrorífica que se dieron, está el temita del ritmo. Una vez se les ocurre que la niña tiene que buscar al Principito y ser una especie de heroína pro fantasía y pureza, el ritmo decae tremendamente y esperás que la huevada termine pronto. Ya cuando se “liberan” de las crueles garras del villano, te estás preguntando por qué no buscaron mejores guionistas siendo el proyecto tan importante. POR QUÉ?

FIN DEL SPOILER

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Es como si no pudieran llenar los minutos necesarios para que sea un largometraje y tuvieron que estirar al pedo. Los personajes empiezan a recitar textos obvios y redundantes. La historia se pone cursi y predecible.

Quizás la escena de la niña y el aviador en el hospital consiga levantarla un poquito y volver a la magia que percibimos al principio.

Sí, el trabajo de animación es notable, sobre todo lo que corresponde a la parte del stop motion que te hace suspirar pensando: Qué hermoso. Sí, el libro en el que se basa es oro en polvo y una oportunidad perfecta para tratar de inocular la historia en una generación que está creciendo prendida a celulares y tabletas.

Desgraciadamente, el esperado estreno de El Principito en el cine se llena de  frustración. En un evidente esfuerzo por conformar y llegar a varios públicos, la propuesta queda descafeinada y sin personalidad. Adjetivos que jamás podrían adjudicarse a la obra de Saint Exupéry.

A la proyección que asistí, la platea infantil se veía inquieta y poco conectada a la trama. Así que no sé qué tan atractivo resulta para los niños más pequeños. El híbrido cocinado no resulta del todo infantil pero tampoco del todo maduro.

No voy a mentir, derramé algunas lágrimas por el cadáver de mi infancia, por el cadáver del niño de cabello ensortijado que dibujaba elefantes devorados por boas y por el cadáver del escritor francés que se estrelló en el Mediterráneo.

Aún así, la película de Mark Osborne no consigue domesticarnos.

Mónica Heinrich V.

Lo mejor: Todo lo relacionado con la historia original y la linda técnica del stop motion.

Lo peor: se pusieron «muy creativos» y con ese estúpido giro perdieron la esencia del libro.

La escena: la del zorro.

Lo más falsete: todo lo que sucede cuando la niña parte a buscar al Principito

El mensaje manifiesto: lo esencial es invisible a los ojos

El mensaje latente: hay gente que no ve lo esencial de ninguna manera

El consejo: y no sé, léete el libro mejor. Yo llegué a mi casa a releerlo.

El personaje entrañable: el zorro.

El personaje emputante: el principito adulto.

El agradecimiento: por los lindos momentos con el stop motion.

EN CARTELERA: Puente de Espías (Bridge of spies)

En el pasado, derramé mi fétido resentimiento por esa cursi y algo preocupante película sobre el caballo de guerra (acá el indignado link: Se murió mi amigo Bronco) y luego, así como quien cuenta un evento desagradable de la vida, narré lo que sentí al ver Lincoln (acá la prueba del delito: El cazador de Oscars).

Tres años después de mi, casi pugilístico,  encuentro con Steven Spielberg, me dirijo al cine a ver Puente de Espías.

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El mundo y el ser humano me han preparado psicológicamente para las más crueles decepciones, sí, soy como el enano de Juego de Tronos cuando descubre que su padre fue el que contrató a la puta.

Ya nada importa, todo puede pasar.

Sin embargo, Spielberg ha vuelto.

Dejó los kilos de azúcar granulada, morena, y en cubitos que usó para hacer sus cuatro últimas películas y nos da a nosotros, público aguantador, algo decente.

Gracias, Stevie, estornudaremos confeti.

Más adelante habrá tiempito para analizar el discurso y el obvio paternalismo yanqui, mientras tanto aclaremos que Puente de Espías NO es una divertida película sobre el mundo del espionaje.

Olvídense de James Bond o de Misión Imposible, acá vemos una partida de ajedrez, donde la tensión política y el arte de la negociación son los grandes protagonistas.

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Esto estará lleno de spoilers, así que sobre aviso no hay engaño.

Situada en plena Guerra Fría, se basa en hechos reales y narra cómo un espía ruso, Rudolf Abel (Mark Rylance) es detenido en USA en 1957.

Los gringos son justos y buenos, sí, señor, y le dan de abogado a James Donovan (Tom Hanks), un tipo que llevaba sus añitos sin ejercer en temas criminales, tan es así que trabajaba en el sector de Seguros. El tal Donovan, que fue parte del equipo legal del juicio de Nuremberg, empieza a poner mucho (demasiado) empeño a la defensa de su cliente.

La CIA está preocupada, su empresa le da a entender que tiene que meterle al estilo boliviano: mínimo esfuerzo, la opinión pública lo ve como un traidor, porque cómo va a defender a un invasor, a un fulano que amenaza el american life style, a un hijo de puta comunista (ya está, lo dije).

Eso a Donovan le resbala como mantequilla en marraqueta porque cual buen héroe de fina estampa está más allá de egoísmos patrioteros/familiares, él intentará hacer LO CORRECTO. En el fondo es una verdad a medias, porque el hombre se enfila a lo más representativo del sistema americano y todos los discursos de la película los da en pro de la bandera y lo que él considera la esencia americana: justicia y honor.

Si algo demuestra el personaje de Donovan, aparte de una integridad a prueba de balas (literalmente), es su astucia para manejar las situaciones y a las personas, así que en busca de evitar que el ruso sea condenado a muerte le pide al juez que lo sentencie a pasar su vida en la cárcel, porque por ahí, en el futuro, lo necesitan para intercambiar prisioneros americanos.

Oh, Donovan, oráculo de la sabiduría. Nostradamus del mapa político y estratégico americano.

Al tiempito, un gringo que está entrenado para morir en misiones estúpidas es tomado prisionero por los rusos. Momento muy oportuno para intentar canjearlo por el ruso que se pasa el día fumando, pintando cuadritos y siendo muy bien tratado en las cárceles americanas.

Luego resulta que un estudiante de Yale que decide hacer su tesis en la convulsionada Alemania, es apresado en Berlín del Este por espionaje.

Cartón lleno. Dos americanos, un ruso y el famoso puente de los espías: El Puente Glienicke, testigo de tantos canjes.

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Como la paranoia era el ingrediente básico en el que se cocinaban las acciones de esa época, la CIA propone enviar a Donovan a hacer las negociaciones de intercambio, porque claro, ni los rusos aceptan que el ruso que tienen ellos es espía, ni los americanos quieren darle importancia a los rusos/alemanes comunistas negociando oficialmente.

Donovan nuevamente se pliega a los intereses americanos y va hacia Alemania a hacer historia.

Visto desde afuera, todo se ve muy ridículo y complicado al pedo, pero bueno, así nomás eran las cosas.

El guión es de Matt Charman, que hasta la fecha se lo conoce por escribir episodios de un par de series y la película Suite Francesa. A él se unieron nada más y nada menos que los hermanos Cohen.

Están leyendo bien, dos estilachos (Spielberg vs Cohen) diametralmente opuestos chapoteando en la misma piscina.

¿Resultado?

Una película cuya primera parte es bastante pausada, enredada en los vericuetos legales de la defensa del ruso y que luego se desdobla en algo parecido al suspenso cuando Donovan parte hacia Alemania para hacer las negociaciones.

Las escenas del entrenamiento del piloto Francis Powers tienen tan poco peso que bien pudieron eliminarse, y dejarnos solo con su aparición al final. Igual, su desarrollo está destinado a mostrarnos a los salvajes rusos torturándolo mientras Abel, en las civilizadas prisiones americanas, duerme tranquilo.

Lo que más puede incomodar o hacer ruido de Puente de Espías es su falta de un género a todo trapo, ya que navega por el suspenso, por el cine político, por el melodrama con mucha tibieza. Es una película sin fuerza. Correcta en la forma, pero que carece de sorpresas.

Steven y Tom nos venden a un Donovan impoluto, sagaz, siempre un paso delante de todos, del lado de los rusos el director de la KGB (Mikail Gorevoy) y el famoso señor Vogel (Sebastian Koch) no parecen dar pie con bola. Son retratados como interlocutores algo torpes, ingenuos y a los que fácilmente se les puede tomar el pelo. La negociación termina siendo una bajada de mano de Donovan, que según la película, pone a ambos personajes contra la pared para terminar llevándose a los dos gringos.

Al final del día, Donovan paseará horrorizado por la Alemania Comunista y presenciará los fusilamientos de gente que intenta cruzar el infame muro de Berlín. Elipsis temporal de por medio, volverá a la segura Norteamérica donde unos chicos cruzan de barda en barda buscando una pelota, porque sí, allá pueden, son libres y nadie los va a matar.

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Las más de dos horas que dura Puente de Espías se pasan con relativo entretenimiento y poco rencor. Saldrá el letrerito que nos dice qué pasó con los personajes después, así sabremos que Donovan también fue enviado a Cuba a negociar la liberación de unos 1.100 presos por el incidente de Bahía de Cochinos y que al final, después de repetidos encuentros con Fidel Castro, terminó liberando a  9.600.

Uno se queda pensando que Donovan fue tan capo que hasta a Castro se lo echó al bolsillo.

Lo que el letrerito no cuenta es que Castro pidió a cambio más de 50 millones dólares en alimentos y medicina para Cuba, con un folio de casi 30 páginas especificando las características de la entrega.

Encima, la CIA intentó convencer al gringo de que asesine a Castro impregnando de tuberculosis y de otras cositas un traje de buzo que el cubano le había pedido como favor.

Nada, queridos, Donovan se rehusó de pecho y mandó a comprar el traje de buzo para entregárselo personalmente.

Esa es otra película.

Los créditos salen y ves que Spielberg ha trabajado con su director de fotografía de siempre: Janusz Kaminski. Con él filmó al estilo clásico, en 35 mm. Aunque la película está dotada de climas y escenas compuestas de forma bonita e interesante, no recuerdo nada que me sedujera hasta el WOW.

En el apartado musical, esta vez prescindió de John Willimas que trabajó a su lado desde El Color Púrpura, en su lugar entró Thomas Newman (Wall-e, Skyfall).

Nuevamente, todo está muy hasta ahí, muy tibio, quizá lo más notable de Puente de Espías es el juego de actuación de Tom Hanks y del inglés Mark Rylance, este último unos dos escalones más arriba de Hanks.

Así concluye la última película de Steven Spielberg.

Desde Munich es lo más decente que ha dado al cine. Sin apasionamientos entretiene y consigue que uno se interese por la historia. Casualmente, diremos, viene muy al dedillo del resurgimiento del tan temido enemigo ruso.

Y no, no hay mucho que exigirle ideológicamente  a un tipo que ha hecho películas como Rescatando al soldado Ryan, War Horse y Lincoln. Sabemos que este pato si no es pato conoce el camino a la laguna.

Mónica Heinrich V.

Lo mejor: Mucho más digerible que sus últimas películas.

Lo peor: tibia. nunca termina de lanzar esa explosión que necesita para destacar.

La escena: las de negociaciones. 

Lo más falsete: el retrato algo tosco y obtuso de algunos personajes.

El mensaje manifiesto: La cobardía termina con la integridad

El mensaje latente: La integridad puede cambiar una situación

El consejo: para ver subtitulada, debe perder mucho doblada.

El personaje entrañable: Donovan, hay que reconocer que el gringo fue toda su vida una oda a la corrección.

El personaje emputante: el de la CIA, el estudiante boludo de Yale.

El agradecimiento: porque no hay una historia de amor pelotuda ni besos apasionados en medio del peligro.

CURIOSIDADES

Se construyeron casi 300 yardas de muro de Berlín para la película.

Tuvo un presupuesto de 40 millones dólares.

La historia del intercambio captó el interés de Gregory Peck que estaba dispuesto a hacerla, sin embargo los conflictos políticos de la época hicieron que Peck deseche la idea.

Es la cuarta colaboración entre Spielberg y Tom Hanks.

Es la segunda colaboración entre Spielberg y los hermanos Cohen. La primera fue cuando Spielberg produjo True Grit.

Se filmó durante 12 semanas entre Nueva York, Berlín y Polonia.

Abel fue delatado por su asistente, un espía soviético que se gastaba el dinero en drogas y prostitutas. Después de varios años, Abel se queja a la KGB de la ineptitud del espía que es su subalterno. Moscú lo llama para hacer una investigación en la que solo puede tener dos destinos: la cárcel o la ejecución. El acusado decide negociar con USA y es cuando traiciona a su jefecito Rudolf Abel.

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