Aussebium

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En la otra esquina, de lo que puede ser, pero no es…está Perfidia.

El tercer largometraje de Rodrigo Bellot era esperadísimo desde aquellas declaraciones suyas a El Deber, cuando dijo “no es una película de masas, es más bien para un público intelectual; es por eso que apostaré a distribuir esta película de manera diferente. Traeré un proyector digital desde EEUU y organizaremos un evento para su exhibición, en el que únicamente 2 mil personas puedan ver la cinta. Quiero devolverle al arte del cine la importancia que se merece, por eso el estreno será todo un acontecimiento, pues el público tendrá que asistir con traje de gala a la presentación”.

No supe si hizo la presentación o no, si cobró los 20 $us. que se planeaba cobrar, o si la gente se vistió como muñequito de torta, sólo supe de un evento pequeño creo que en el Simón Patiño donde se podía asistir con invitación.

Igual, da lo mismo cómo piensa promocionar o no su película, da lo mismo cuánto pretenda cobrar de entrada, o si él realmente cree que sólo la «intelectualidad» boliviana la entenderá y/o valorará, da lo mismo. Cada director de cine puede tener las pajas mentales que quiera sobre su obra, por algo es SU obra.

Y de la misma manera, el público puede opinar como receptáculo de dicha obra. Así que después de dos años de su estreno oficial, PERFIDIA fue presentada a público abierto en Santa Cruz.

Dicho acontecimiento se llevó a cabo en la Casa de la Cultura, a sala llena, gracias al FENAVID, festival que sin duda se ha convertido en EL festival audiovisual del país. Y meses después, ahora se presenta en las salas del Cine Center y en los MegaCenter de Cochabamba y La Paz.

Weno, cuando yo la vi, Perfidia fue exhibida como parte de las actividades especiales del FENAVID, y Bellot estuvo presentándola. La sala estaba a reventar. A mi derecha, un señor mayor que reemplazaba a compañero de butaca me preguntó: «Muestra el mundo gay, no?», sonreí encogiéndome de hombros, sin saber a ciencia cierta la veracidad de la suposición. Luces OFF.

Los grises, nevados y solitarios paisajes de Ithaca nos dan la bienvenida, mientras la voz de Andrés Barba entona una linda versión del conocido tema musical Perfidia…

Hasta ahí la película parecía derramar intimismo, y mi mente asentía aprobando el trayecto por las calles frías, en las que la soledad era LA soledad.

Vemos al personaje de Gonzalo Valenzuela, a quien algo le pasa, algo le sucede. El tono del filme nos indica que existe despecho, decepción, abandono, traición…hmmm…perfidia pues. Seh, todo promete.

Valenzuela anota una dirección, se va a un hotel, y luego vivimos escenas de la vida cotidiana, donde el espectador simplemente contempla…acompañado de planos prolijos, bonitos, cuidados.

Poco diálogo, no es cierto eso de que el único diálogo sucede al final, hay poquísimo diálogo pero ahí está. Tampoco es cierto que es una sola locación, hay varias más, sólo que la acción principal sucede en una locación.

La película avanzaba, aunque no lo parezca. La contemplación comienza a perder su efecto de bella nostalgia y se transforma en estridencia. A esas alturas, otro señor a mi izquierda decía muy fuerte: «Pesadita, no?». Reí (reímos), empática.

El público empezó a salirse. Como a la media hora, 21 personas se salieron de la sala al mismo tiempo.

Eso no es referencia de nada, lo único que quedaba claro era que la «advertencia» de que NO era un filme de características masivas, era cierto.

Los prometedores minutos iniciales se iban desinflando, la música comentaba el drama que vive el personaje, lo subrayaba con marcador fosforescente, y Valenzuela se la pasaba casi todo el filme semi «chuto», en calzoncillos, para más señas: AUSSIEBUM, marca que no conocía, pero que luego de estar casi una hora y media viendo sus diseños, ahora (macabramente) forma parte de mi inconsciente.

La película se desarrolla, y conforme se acerca el final, ya tenés conclusiones intensas. Perfidia es una película efectivamente «pesadita», dirigida a un público muy específico, con aires de cine experimental contemplativo, que está bien filmada.

Eso no hay cómo negarlo. Y a Bellot, lo que es de Bellot. Técnicamente no hay nada que objetar.

Otra cosa a destacar es la actuación de Valenzuela, que le pone dignidad a ese, por ratos, cansador paseo de la cámara sobre su cuerpo y los Aussebium, claro.

 

La búsqueda de presentar algo diferente podría ser parte de lo positivo, no sé donde terminan las vísceras y comienza la impostura, pero definitivamente estamos ante un producto que propone. Lo triste es que de los trabajos bolivianos decentones a nivel técnico vistos este año, esa sería la palmadita en la espalda: la propuesta.

Según el mismo Bellot, escribió este guión después de ver En la cama, del chileno Matías Bize, que también protagoniza Valenzuela. Sin embargo, En la cama, tenía cierto…hmmm…llamémosle factor, que la hacía interesante y simpática, mucho más redonda en su contenido. Digamos que En la cama, tenía su brújula bien definida sobre hacia dónde iba y qué quería como filme. Perfidia, en cambio, no termina de asentarse por ningún lado y mientras más dilata su metraje, yo como espectadora me desconectaba más.

El guión, por otro lado, crea un argumento que llega a rozar lo infantil, y la resolución es torpe y carente de emoción.

Estamos ante un conflicto que anuncia desde el principio que acabará en tragedia, encima es alargado y condimentado al final con una escena ñoña, tipo telenovela, que pretende explicar al que se lo perdió o al que no captó, la esencia de la trama.

Intelectuales del mundo, uníos.

Esto último se supone que es lo «fuerte» de la propuesta, lo «emotivo, perturbador» o lo que sea que le llamen algunos. En esto es en lo que se intenta camuflar lo vacuo. Y eso es lo que yo no podía creer. Hubo un momento que hasta dije: «Nooooooooo», mientras intentaba imaginar cómo se llegó a ese final. Es el momento en que te golpea la certeza que estás ante una película, en líneas generales, fallida.

Entonces, tenemos un filme bien actuado por Valenzuela (los secundarios están de pena), bien filmado, pero cuyo guión no consigue sostenerse y no parece pasar del experimento novel.

No obstante, he sabido de compatriotas que la encontraron fabulosa, espectacular, con incontables lecturas psico-sociales, valiente, arriesgada, irreverente y otros floridos adjetivos… sus buenos motivos tendrán. Cada película es un mundo, cada espectador es un mundo.

Por mi parte, nada…ni irreverencia, ni valentía, ni fuerte, por ahí no la entendí (insertar guiñito) o es que el mundo real depara tanta brutalidad, que ese cheesecake me supo algo rancio.

LO MEJOR: valenzuela en los famosos aussiebums

LO PEOR: redundante y el final es tan cursi como telenovela de thalía

LO MAS FALSETE: el final

LA ESCENA: la de Luis Miguel

EL MENSAJE MANIFIESTO: no siempre menos es más

EL MENSAJE LATENTE: el cine nacional necesita desesperadamente una revolución

EL CONSEJO: Vela, por ahí sos parte del TEAM «hermosa, profunda, irreverente»

LA PREGUNTA: ¿dónde estás gran película boliviana?

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