TELEVISIÓN: Bojack Horseman

Por qué Bojack es relevante para la comedia

Por: Santiago Gutiérrez Echeverría 

Dicen que lo que todos buscamos es el sentido de la vida. No pienso que eso sea lo que buscamos. Creo que lo que buscamos es la experiencia de estar vivos, de modo que nuestras experiencias en el plano puramente físico tengan resonancia en el interior de nuestro ser y nuestra realidad más íntimos, de modo que realmente sintamos la alegría de estar vivos.

-Joseph Campbell.

Muchos opinan igual: al principio no parecía gran cosa. Era una serie hmmm sí, chistosa, y a ratos mediocre. Los episodios pasaron y, poco a poco, la audiencia se sorprendió al verse reflejada en un puñado de animales coloridos que viven emociones desde el optimismo tóxico hasta la depresión. Hubo un episodio casi mudo, uno de un monólogo, un poema sobre el suicidio, e incluso se representó la asexualidad. Así, Bojack Horseman concluyó como un ícono en la era del streaming, la animación y la comedia.

En los primeros episodios el humor era típico de una sitcom. De pronto los guionistas notaron que la serie tenía un elemento que valía la pena explorar: el absurdismo. ¿Cómo así? Pensaban como Camus: la vida no tiene un sentido inherente, y vivir buscándolo genera una contradicción, un absurdo. Esto equivale a Sísifo que, en el mito, carga una piedra hasta la cima de una cuesta, la ve caer y reemprende su tarea; a veces despabila al recomenzar y comprende que su condena no tiene sentido. Del mismo modo, las personas le dan a sus vidas una dedicación hasta que, de vez en cuando, se sienten absurdas, sin un fin. Entonces viene la crisis; la náusea, como la llamaba Sartre.

 

Todos los personajes en Bojack sufren la náusea, pero se aferran a una distracción o una meta para ignorar el problema o tener la esperanza de alcanzar la felicidad al final. Viven en la adicción al trabajo, el emprendimiento de negocios absurdos, las relaciones de pareja, la persecución del reconocimiento… pero en fin, el absurdo sigue ahí; entonces la depresión e incluso el suicidio amenazan.

¿Qué antídoto proponía Camus para la náusea? Abrazar el absurdo. Rebelarse. Negar a esa esperanza de lo eterno-absoluto y, una vez libres, vivir la mayor cantidad de experiencias ya que “todo está permitido”. Lo lindo está en que Bojack aplica esta filosofía y la cuestiona, o más bien la complementa. Dos personajes en especial (Bojack y Mr. Peanutbutter) aceptan el vacío y, aun teniendo muchas experiencias, descubren que eso no es suficiente. Camus pensaba que Sísifo aceptaba su piedra y c’est fini, era feliz; pero no pasa así en la serie ni en “la vida real”. La depresión no se cura razonando o con experiencias. Peor aún, pensar así puede llevar a la trampa nihilista de tomar comportamientos negligentes y valeverguistas porque «nada tiene sentido», y así dañar a otros, a uno mismo y, aunque ya se haya reconocido el absurdo, empeorar la náusea.

Darle sentido a la vida es una necesidad humana, aun cuando estemos racionalmente convencidos de que tal sentido no existe. La serie lo sabe y propone un absurdismo humano. Un post-postmodernismo. Ve necesario aceptar el sinsentido del mundo como primer paso, pero también pide aceptar a la humanidad y su inalienable necesidad de tener armonía. ¿La consecuencia? Querer progresar aunque nadie ni nada nos obligue a hacerlo.

Después de su novela El Extranjero, Camus humanizó el absurdismo con Calígula y La Peste, pero lo hizo con un tono trágico. En comedias como La Cantante Calva y Rick & Morty el absurdismo se aplicó con éxito, pero solo para hacer reír. Bojack exploró lo gracioso y lo serio del asunto, y esto no implicó que separase ambas cosas en secciones diferentes; las mezcló, y eso a veces fue chocante, pero así reforzó la filosofía del programa. El absurdo hace posible que en un mismo episodio alguien llore desamparado y en otra parte alguien abra una tienda de Halloween en enero.

Ok, la serie da su pequeño aporte a la filosofía del absurdo. ¿Pero es distinta a otras comedias? Pensemos en lo común de una comedia: suele representar, de manera graciosa, lo deforme o lo «feo», como decía Aristóteles, y generalmente concluye con un final feliz.

Primero hablemos de «lo feo» en la serie: la náusea y, de forma más particular, la depresión. Ambas se muestran con una audacia bien lograda, pues no se llega a banalizar ni, peor aún, romantizar estos fenómenos. Para hacerlo, la serie construye personajes decadentes que, con sus defectos, son antihéroes cotidianos. Sí, sí, lo sé; los antihéroes están de moda. ¿Qué hay de distinto en los de Bojack? El modo de narrarlos. Los antihéroes suelen ser esbozados para obtener el apoyo del espectador e incluso tienen defectos cool. En el caso de Bojack los antihéroes son construidos con historias y motivaciones complejas, pero no son redimidos si cometen una mala acción; toda su culpa y su estupidez los humillan. A veces incluso irritan, pero algo nos sigue agradando de ellos: su falibilidad. Sabemos que cometen errores, pero no por ser “malos”, sino por ser humanos, y deseamos que progresen. Eso sí: la serie no olvida lo irreversible de sus errores. Bojack perseguirá un progreso moral, pero las repercusiones de sus errores lo perseguirán a él.

 

Ahora hablemos de los finales felices. En el drama se suele convenir que el final de la comedia es feliz y el de la tragedia, triste. La tragedia tiene a la fatalidad (los dioses, el destino, el absurdo) que le arrebata a los personajes sus objetivos y entonces no hay final feliz. En la comedia, en cambio, no hay fatalidad: los objetivos y la felicidad final sí se alcanzan. Para lograrlos, los personajes recorren el “viaje del héroe”, una serie de aventuras con las que aprenden a merecer lo que ganan.

En una comedia absurdista la fórmula está al revés: la fatalidad (el absurdo) sí existe, pero la felicidad final no está. Si hay un viaje del héroe, no se llega a una meta, se aprende a andar entre lo bello y la mierda. Por eso el final de Bojack no es feliz ni fatal… es un final y ya. Los personajes no llegan a la felicidad definitiva, pero seguirán marchando sus vidas. La narrativa pop, al ser complaciente con el espectador, lo malacostumbró a ver cientos de héroes triunfando en sus viajes. Esto puede haber cuajado en la creencia de que todos merecemos culminar nuestro “viaje y alcanzar una felicidad definitiva, pero así no ocurre en un mundo real y absurdo, y Bojack nos lo enseña. La moraleja que Campbell hallaba en el viaje del héroe es que la dicha está en el camino y no en la meta, que es solo una metáfora. 

¿Los personajes progresan a pesar de que no existe un sentido en el viaje? Claro que sí, pero de un modo realista. Los arcos de sus historias no son nunca definitivos: nadie transita del negro al blanco y más bien todos mantienen, en una zona gris, algo de los vicios que los aquejaron siempre. “En el fondo la gente no cambia”, se pensará, “…pero aprende”. Si los personajes no llegan a asir su santo grial, al menos beben unas gotas de él. Ni los personajes ni los espectadores obtienen lo que quieren (ni siquiera la felicidad), pero aprenden lo más importante de vivir: comprometerse con el continuum de la existencia. 

Umberto Eco dijo que “la risa mata el miedo (…) y sin miedo al diablo ya no hay necesidad de Dios”. Con comedias como esta, le perdimos el miedo a ese endiablado absurdo y vimos que no hay necesidad de confirmar o negar a Dios para ser dichosos.

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