Seh…mañana gala del Oscar.
Yupi.
ZzzzzZZZ
Como no puede ser de otra manera, ya nos vimos TODAS las nominadas y llegamos a la amarga conclusión de que los pinches de la Academia nuevamente respondieron al dulce sabor del «beso negro» y nominaron (en algunos casos) gracias a muñecas y muñecos (léase con profundo doble sentido).
¿El resultado? Anomalías en la lista como Capitán Philipps, Dirty Wars o condescendencias como Omar o 12 años de esclavitud.
Igual, haré un resumen de cada una de ellas porque sí, porque tenemos que hablar de Kevin, digo del Oscar…y después hablaremos de las que se quedaron fueran, de las que por lo bajo dicen que merecían una nominación y de las que no se dijo nada pero estaban buenas igual. En los próximos días nos rasgaremos las vestiduras por la categoría Mejor Película Extranjera y los nominados a Mejor Película, Director y Fotografía, así como las ausencias en Mejor Actor, Mejor Actriz (principal y secundario), y nuestro alegato a favor de una gala sin alfombra roja, sin trapos, sin discursos pedorros de agradecimientos y solo con Joan Rivers como conductora leyendo los ganadores de cada categoría mientras un ukelele le hace cortina musical.
Empezaremos por los nominados a Mejor Documental que a excepción de Dirty Wars, me dejaron hondas heridas y reflexiones variopintas:
1.- The act of killing
Hay algo tan terrible en este documental que no se puede describir con palabras. La sensación que te deja es similar a la que te sacude cuando te asomás a un pozo séptico sin barbijo y el hedor te golpea la cara. Es estar ante la mierda misma, lo oscuro, lo podrido. Si queda alguna duda acerca de que el ser humano puede ser muy hijo de puta, en este documental esa duda se despeja.
Los directores Joshua Oppenheimer y Christine Cynn botan la casa por la ventana en el planteo conceptual de The act of killing.
El genocidio indonesio posterior a 1965 con la venia del dictador Suharto, es el objetivo narrativo de este trabajo. En lugar de recurrir al típico relato didáctico que se suele usar en los documentales, Oppenheimer y Cynn optan por contactar a los genocidas de la época y hacer que ellos mismos testimonien y recreen sus crueles acciones.
En un principio se buscaba hacer un documental con testimonios de las víctimas y sus familiares, pero la presión política del país fue tal que el equipo de producción se encontró entrevistando a los genocidas y descubrió con estupor que lejos de querer permanecer en la sombra, los sujetos no tenían problema en contar al mundo su versión de los hechos.
De esa manera, el enfoque del trabajo cambió y los líderes de los escuadrones de la muerte se pusieron ante las cámaras para relatar sin pudor las masacres perpetradas contra los comunistas reales o supuestos. Algo que en su momento se llamó la purga anti-comunista.
Asomarse al perfil psicológico de estos asesinos que miran hacia el pasado sin remordimientos y que cuentan sus fechorías con tono de orgullo y hasta deleite, es desconcertante y deja una herida profunda en el corazón.
El “Nuevo Orden” tiene en estos criminales a héroes de la patria y en Indonesia hasta se les rinde homenaje. El asesinato se institucionalizó y ante esa realidad los directores le piden a los genocidas que se valgan de recursos propios del cine de ficción para mostrar cómo actuaban en esos años sangrientos.
Torturas, asesinatos, desapariciones, todo se cuenta con aire desenfadado y actitud chabacana. Los genocidas no se consideran genocidas, los asesinos no se consideran asesinos, sus víctimas no son víctimas.
Anwar Congo es uno de los principales verdugos, fan del cine americano, revendedor de tickets de cine, incluso comenta que algunas películas de gángsteres lo inspiraron para sus acciones. Jhon Wayne, Marlon Brando son algunos de sus referentes. Un fan del cine americano devenido en asesino que está haciendo su propia película sobre sus asesinatos. Irónico.
En una secuencia una joven periodista le pregunta entre sonrisas a cuántas personas mató, Anwar Congo responde con igual soltura, como si hablara de cuántas flores recogió en el campo: “Unas mil”, la periodista lo observa con admiración y se comparten más sonrisas.
Indonesia parece un episodio de una serie televisiva en el que todos los personajes están locos.
El punto de giro llega cuando el genocida tiene que ponerse en el lugar de su víctima y recrear las acciones desde ese lado. ¿Llega la conciencia del horror? ¿Es posible, remotamente posible que ese ejercicio “lúdico” haya afectado de alguna manera al macabro/patético personaje principal? ¿O es que, en definitiva, no existe redención alguna?
Brillante documental, difícil de ver, de digerir, deja imágenes que nunca se te irán de la mente ni del corazón, te hace entender a cabalidad las palabras “mal”, “espeluznante” ,“perturbador”. Durante casi dos horas el estómago se te revuelve y la sensación de estar viendo algo demasiado obsceno no te abandona nunca.
Werner Herzog, que funge como uno de los productores, dijo acertadamente:
«No he visto un film tan potente, surreal y aterrador en la última década»
Al relato ausente de piedad le acompaña una hermosa fotografía, una banda sonora adecuada y la certeza de estarnos asomando a una ventana cerrada durante años, una ventana que da a un cuarto en el que se apilan millones de cadáveres.
El final llega, mirás los créditos y corrés a la ducha a intentar quitarte ese hedor, esa suciedad que ahora lo impregna todo.
Lo mejor: Un trabajo necesario Lo peor: la sensación que deja La escena: cuando Congo baila chachachá mientras describe un asesinato Lo más falsete: … El mensaje manifiesto: El mal puede ser parte de la norma y de lo establecido El mensaje latente: el mal que se institucionaliza es vomitivo El consejo: vela YA! imprescindible El personaje entrañable: las víctimas El personaje emputante: los verdugos El agradecimiento: por tener los huevos de hacerla…
2.- Cutie and the boxer
Cutie tenía solo 19 años, el boxeador tenía 41.
Noriko creó a Cutie y al boxeador, aunque como bien dice Ushio “Somos nosotros, es nuestra historia”.
Ushio Shinohara es un artista japonés que emigró a Nueva York, ahí creó un estilo poco comercial pero llamativo. Sus obras de arte las hace de cajas de cartón o sino se pone guantes de box con espuma en las puntas, los champa en pintura y empieza a golpear los lienzos. Ese trabajo lo exhibe en galerías, aunque en algunos círculos la calidad del arte de Ushio ha sido motivo de debate y de cuestionamiento.
Noriko/Ushio (Cutie y el boxeador) han vivido juntos 40 años en Nueva York.
El documental comienza como una mirada al trabajo de Ushio y una próxima exhibición, pero la sorpresa llega cuando de un vistazo al proceso creativo de este personaje, pasamos a ver a través del trabajo de Noriko la vida de ambos y el filme se convierte en una suerte de historia de ese truculento amor.
Noriko es artista también, era estudiante de arte cuando conoció a Ushio. Se enamoró inmediatamente de él. Noriko creó un personaje que se llama Cutie, que es ella misma y que le sirve de canal para contar su historia de vida. Una vida no exenta de tristezas, fracasos, y la sensación de estar siempre a la sombra de un tipo cuyo talento no es tan grande como él mismo piensa.
“NO soy su asistente”, aclara Noriko desafiante en una parte del documental, mientras que Ushio desde otro cuarto le comenta con sorna a la cámara “Los que no son genios tienen que apoyar al genio”.
En el documental Cutie cobra vida gracias a la animación, y se mueve para poder contar las cosas mejor, para que sepamos que Ushio era alcohólico, que Noriko abandonó su arte cuando quedó embarazada, que siempre hubo problemas de dinero, que tuvieron un hijo que ahora es artista también y que bebe mucho.
Cutie and the bóxer nos habla de esos artistas que “no lo consiguen”, que viven para y por su arte, pero que por algún motivo siempre están con lo justo, tratando de convencer a galeristas que sus obras merecen ser exhibidas, tratando de llamar la atención de medios y compradores.
En algún momento veremos un video de Ushio años atrás, en plena borrachera hablando de ser positivo en la vida, para luego descontrolarse y acabar llorando, gritando que no tiene nada, que su arte lo hace sufrir.
Finalmente un galerista acepta exhibir la obra de Ushio y va al taller a ver las piezas del artista. Noriko nos dice “le mostraré mi trabajo, para que vea que Ushio no es el único artista de la casa”. Luego de que el trabajo de Ushio es revisado, el curador ve el trabajo de Noriko y decide exhibirlo conjuntamente con el de Ushio.
Eso sucede entre imágenes del pasado, en las que las cintas de video muestran a una Noriko joven, inocente, y a un Ushio lleno de energía y vigor. La pareja joven-la pareja de la tercera edad. El relato de ambos de una vida marcada por un profundo amor al arte y por la lucha con sus demonios personales. Y claro, Cutie…el personaje que siempre está desnuda porque es muy pobre y Bullie (el boxeador) que en una viñeta le grita a Cutie que no le perturbe su libertad.
Zachary Heinzerling, el director, consigue un documental conmovedor que me arrancó algunas inesperadas lágrimas.
Heinzerling retrata con fino tino a un matrimonio, a unos artistas, a un hombre y a una mujer. Ahí donde pudo quedar una sensación ruin y mezquina de lo visto, el trabajo concluye con una mirada amable sobre estos extravagantes personajes. Una mirada a la que no le falta humor y creatividad.
Lo mejor: llega, toca y deja huella Lo peor: la pena que llegás a sentir por ambos La escena: la secuencia final es muy linda visualmente por la suite 7 de Bach que la acompaña Lo más falsete: … El mensaje manifiesto: el amor es un ROARRRR El mensaje latente: la vida es un viaje con subidas y bajadas El consejo: lindo documentar para ser visto El personaje entrañable: Noriko (es difícil no empalizar con ella) El personaje emputante: Ushio (a veces) El agradecimiento: por la humanidad que despide el relato…
3.- The Square
Egipto fue el inicio de lo que se llamó la Primavera Árabe. En el 2011 la directora Jehane Noujaim se dio cuenta que el lugar para filmar en ese momento era Egipto porque algo histórico estaba por suceder.
Ella y su equipo llegaron a El Cairo a tiempo para contactarse con los líderes de los autodenominados “revolucionarios” que estaban asentados en la plaza (The Square) Tahrir o Plaza de la Liberación.
La Plaza era símbolo de las protestas y reclamos de un país al borde del precipicio.
El documental comienza poco antes de que Mubarak dimita y deje el poder a manos de los militares. Ahí conocemos a Ahmed Hassan, Khalid Abdalla, el musulmán Magdy Ashour, entre muchos otros.
En el 2011 los discursos eran bastante unificados, y que Mubarak abandone el poder era el deseo popular y el fin en común que se perseguía. Finalmente, Mubarak renuncia y the square (la plaza) estalla en festejos y alegría.
La dicha dura poco, Mubarak se va, pero el régimen continúa igual o peor. Los revolucionarios vuelven a la plaza porque los militares tienen que irse también. En ese momento el documental exhibe una división que al principio pasa por alto, ahora los Hermanos Musulmanes se van hacia un lado y los cristianos toman el otro.
Los revolucionarios se siente traicionados por los Hermanos Musulmanes. Se convocan a elecciones presidenciales, saliendo triunfador Morsi que era un representante moderado del Partido Libertad y Justicia (fundado por los Hermanos Musulmanes).
Eso polariza más aún al país, y la plaza sigue siendo el lugar en el que los manifestantes a favor y en contra de Morsi se reúnen para enfrentarse. Se producen sangrientos enfrentamientos que el documental matiza con desgarradores testimonios y escenas muy bien filmadas a pesar del caos que reina en los intentos de tumbar a Morsi, y los intentos de éste de mantenerse en el poder.
The Square es un documental muy atractivo, pero al ser de características políticas hay que tomarlo con pinzas. Es así que las simpatías de los realizadores del trabajo están volcadas íntegramente con los cristianos. Los musulmanes son retratados como traidores, mientras que los revolucionarios se encuentran en la plaza únicamente para velar por los intereses del pueblo egipcio.
La mirada algo sesgada se extiende incluso a la interpretación del poder de la protesta y de lo inviable que es mantener a un presidente en el poder. Ahmed (uno de los líderes visibles del movimiento revolucionario) afirma que una de sus máximas alegrías es que los niños jueguen en la escuela a La protesta y que estén creciendo sabiendo que pueden sacar al presidente que les de la gana. Eso es bueno, pero al mismo tiempo surge una cultura similar a la del bloqueo en Bolivia, donde a raíz de la paralización de actividades (en este caso en la plaza Tahrir) y la concurrencia masiva a manifestaciones Egipto permanece en una inestabilidad social, económica y política que lo tiene estancado.
Magdy, el Hermano Musulmán que antes formaba parte del grupo de los “revolucionarios”, es quizás el matiz a esa sensación de que el documental está inclinado hacia un solo lado. Un matiz tenue, casi casi más por cumplir que por una mirada real a los deseos o posiciones de los Hermanos Musulmanes.
Aún así, The Square es un documento valioso que se ha filmado durante tres años y que arroja algo de luz (aunque cargue las tintas) a un conflicto tan peliagudo como el que se vive en Egipto y que desencadenó una onda expansiva de repercusiones en sus países vecinos. Momentos históricos, tristemente históricos, donde pierden la vida seres anónimos gracias a las pugnas entre bandos que en apariencia quieren lo mejor para el país pero que tienen su propia agenda.
Lo mejor: no deja de ser atractivo el tema Lo peor: las tintas cargadas La escena: la manifestación más grande la historia de la humanidad, era un hervidero de gente realmente increíble Lo más falsete: la postura idealista de los revolucionarios El mensaje manifiesto: tumba y serás tumbado El mensaje latente: tumbar no es siempre renovar El consejo: para ver en una tarde gris El personaje entrañable: la plaza como símbolo de lucha El personaje emputante: los tiranos El agradecimiento: muy bien narrado y con lindas imágenes a pesar de lo caótico de las manifestaciones y enfrentamientos.
4.- 20 feet from stardom
El experimentado documentalista Morgan Neville que tiene más de una veintena de trabajos en su currículum, dirige este conmovedor documental sobre las coristas. Esas cantantes con mucho talento, con grandes voces, que son la sombra de las estrellas.
Todos conocemos a Sting, a los Rolling Stones, a David Bowie, pero ¿podemos nombrar a algunas de sus coristas?
Tata Vega, Judith Hill, Lisa Fischer, Darlene Love, Merry Clayton son solo algunas de ellas.
Con Darlene Love nos remontaremos a la época en que surgen las coristas negras, trayendo su estilo gospel a la música y dejando a las que ellas llamaban “las lectoras” (coristas blancas) en segundo plano. El surgimiento de la corista como elemento importante de la escena está relatado con gracia y elegancia en 20 feet from stardom.
Phil Spector contrata a Darlene Love para ser solista. Cuando sale el single que impulsaría la carrera de Love en solitario, Spector había metido su voz como parte de un grupo. El contrato esclavizaba a Love y tuvo que seguir su carrera con Spector vendiéndola como un grupo y sin que el público conociera su nombre.
A Tata Vega la comparan con Aretha Franklin, sin embargo la suerte tampoco la acompañó por mucho que lo intentó. Dijeron que era muy gorda, dijeron que era muy vieja, dijeron que no tenía lo suficiente para ser la tapa de un disco.
Lisa Fischer tiene presentaciones que son espectaculares e incluso ganó su propio Grammy, pero al decir de una de sus colegas de trabajo no tenía el tipo de ego que se requiere para ser la estrella principal y Lisa se quedó cómodamente siendo la corista principal de los Rolling Stones hasta el día de hoy.
A eso hay que agregarle que si no se tiene dinero, el artista depende de encontrar un buen compositor, un buen arreglaste, un productor que sepa comercializarlo y además de todo eso que sepa descubrir quién es como artista, cosa que no sucede con la frecuencia que se espera.
Sting en una parte del documental dice que no es el talento, que es suerte, destino, circunstancias lo que consigue sacarte del anonimato y llevarte a vender millones de discos.
Entrañable recuento de imágenes de archivo, historia musical, desfile de cantantes reconocidos (Bette Midler, Sting, Mick Jagger, Stevie Wonder, etc..) un tesoro de anécdotas sobre conciertos, sobre sueños que nacieron (la mayor parte de las veces en una iglesia) y aquellos que se quedaron en el camino. 20 feet from the stardom nos habla de una lucha, de la lucha porque esa voz que tienen estas mujeres sea escuchada y reconocida.
Infinidad de discos, de series de televisión, de comerciales de TV, de dibujos animados, de sonidos en películas, son el legado de estos personajes. Sus voces nos acompañan constantemente sin siquiera saberlo.
Un lindo documental para disfrutar hasta lo último no solo con relación a la historia que intenta contarnos sino por la maravillosa música que lo ambienta.
Lo mejor: la música Lo peor: una pena que tantos sueños no se cumplan La escena: cuando Lisa Fischer canta la canción que le dio el Grammy Lo más falsete: … El mensaje manifiesto: los sueños no siempre se alcanzan El mensaje latente: aunque no se alcancen hay otras compensaciones El consejo: para verla y disfrutar de buena música El personaje entrañable: Lisa Fischer y Judith Hill El personaje emputante: Phil Spector El agradecimiento: por contar esta historia.
5.- Dirty Wars
Lo que cuenta Dirty Wars es importante. O sea, como documental que está diciendo algo que vale la pena conocer, no tiene peros. El periodista Jeremy Scahill que lleva 10 años haciendo su trabajo en zonas de guerra y que lanzó un bestseller sobre los Blackwater (mercenarios), se va hasta Afganistán a investigar una masacre en un pequeño pueblo. Lo que parece ser algo sencillo y sin mayor trascendencia que la brutalidad de las fuerzas americanas, cobra relevancia cuando este hecho se vincula a una unidad de operaciones secretas que el gobierno americano solventa y a la que se le entrega listas de blancos específicos.
Dichas listas poco después del 9/11 eran reducidas, pero con el correr de los años han llegado a tener nombres de cientos de personas por día. Esta unidad se llama JSOC , unidad que después sería la encargada de llevar a cabo el operativo que terminaría (supuestamente) con la vida de Osama Bin Laden.
El relato está hecho en primera persona con una voz en off que pertence a Scahill y que nos comenta cómo llega a descubrir esa unidad secreta que tiene un poder de acción mayor a cualquier otro grupo militar americano y que no recibe represalias de ningún tipo.
Scahill consigue, también, entrevistar a un miembro de la unidad que revela su preocupación de la injerencia americana en tantos países. En un mapa que el periodista coloca en su oficina marca con pins los lugares donde estos asesinos a sueldo y con venia del gobierno de Obama andan activos. Son 70 países y claro, me fijé si Bolivia tenía su pequeño pin y ahí estaba.
Luego de la ejecución de Bin Laden, la JSOC sale de las sombras y convierte a sus miembros en héroes públicos. Envalentonado por el mediático momento, otro miembro habla con Scahill y manifiesta su convicción en la eliminación de blancos. Esos blancos, esas listas que ellos ejecutan son muertes necesarias para mantener la estabilidad y el orden mundial tal como lo necesita Estados Unidos y ellos, ellos están ahí para hacer ese favor a la patria.
Como dije, Dirty Wars cuenta cosas importantes, su problema radica en cómo está contado. La voz de Scahill se regodea en sí misma, por encima del jaleo de la JSOC y la lista de ejecuciones, la voz en off nos cuenta que él es muy valiente, bravío e inteligente para ir a cazar esa noticia, que nadie más se atreve pero que él sí. Habrá incluso una escena en la que vuelve a USA y está en el supermercado mientras su voz en off dice que tiene que volver a Afganistan porque la vida ahí es muy rutinaria. Claro.
El tono del documental es presentado muy en onda Michael Moore, pero sin la gracia y la agudeza del gordo. Scahill no consigue conectarse nunca con el espectador que a ratos tiene la ligera impresión que está ante un oportunista con ansias de figurar.
Las imágenes son de calidad cuestionable, que se entiende debido a las restricciones y peligros (según Scahill) que afrontaron durante la filmación.
De todas formas, no es un documental que como documental supere lo ya visto. Es un documental mediocre, protagonizado por un tipo algo desagradable y autoreferente, que cuenta algo importante y nada más. Ignoro a qué obedece su nominación, pero flojito flojito, como para pasarlo por la tele y nada más.
Lo mejor: importante en fondo Lo peor: la forma es de calidad cuestionable La escena: cuando el del JSOC dice que sus blancos son necesarios Lo más falsete: la actitud mesiánica de Scahill El mensaje manifiesto: La mano que mece la cuna es gringa El mensaje latente: esa mano tiene varios ayucos El consejo: igual hay que verla por la información que proporciona El personaje entrañable: … El personaje emputante: Scahill El agradecimiento: porque no se va a llevar el Oscar ni cagando.