RETRATO HABLADO

Antes de tirar la toalla, colgar los tenis, parar la imprenta, detener la digitación, o sea…antes de dejar de producir la revista física de este cataléptico blog…lanzamos a la calle nuestro famoso y experimental número 4! Sí, la revista que venía al revés y que tenía como tapa un cuadro rojo de Ejti Stih.
Como parte de este número «experimental», Alfonso Gumucio muy gentilmente nos cedió la oportunidad de publicar fotos que él ha sacado a lo largo de su vida. La idea era que Gumucio escriba unos párrafos acerca de las imágenes capturadas. Nos mandó un montón, pero terminamos eligiendo tres, con la idea de continuar la cuestión en los siguientes números, de eso ya casi 2 años. En ese momento las publicamos en alta resolución y a página entera. Desde acá, volvemos a agradecerle a Alfonso Gumucio tan bellas fotos y los textos. Siendo las tres elegidas:
Jaime Sáenz
La Paz, julio 1973
 

Con el Illimani cristalizado y casi invisible a sus espaldas, la imagen de Jaime es tan terrible como su obsesión por el lado oscuro de La Paz. Podemos leer y releer su «Felipe Delgado» -obra que él escribía cuando esta fotografía fue tomada- pero no es fácil penetrar en ese mundo sombrío y mágico del cual él tenía la llave. Era un hombre nocturno pero luminoso, que describía las cosas definibles y «la cosa» indefinible con un «modo azul» que hacía de su poesía un instrumento de precisión, un agudo filo de bisturí. Su pasión por los objetos es lo que ha marcado mi memoria. Me pongo fetichista cuando recuerdo su vitrola, sus cañas con ruido de agua, su dibujo de «calavera desnutrida», el prisma robado en Weimar en la casa de Goethe, su fotografía en uniforme alemán, la muñeca de cera, las 78 revoluciones de «Kantumarqueñita» de Adrián Patiño. Y versos como este: Cueste lo que cueste, antes que morir. Uno tendría que hacer todo lo posible por estar muerto.

Rafael Canogar
Madrid, febrero 1972

Al recorrer la retrospectiva de Canogar en Madrid sentí una extraordinaria identificación con las motivaciones del pintor español. Me rodeaban figuras de tamaño natural, oscuras y violentas, como aquellas que yo acababa de dejar atrás en la Bolivia de 1971. Canogar las había pintado y construido inspirado sin duda en ese torbellino de imágenes que la prensa ofrece todos los días. Sus figuras podían referirse a la España franquista o a la Bolivia banzerista. Sus obras eran una mezcla de protesta, crítica, horror y mensaje solidario. El color estaba ausente, porque la realidad descrita estaba ella misma construida en contrastes y sombras. Las figuras parecían querer liberarse del plano de la tela, para proyectarse en una tercera dimensión más agresiva, como si buscaran establecer un compromiso con el visitante. En ese contexto tomé la foto de Canogar, junto a sus «Encarcelados» que parecen tener más vida que el propio artista.

Luis Espinal
La Paz, enero 1979

Tengo muchas fotografías de Lucho, pero esta es la que mejor lo representa, porque en ella aparece entre la gente de la calle, donde siempre quiso estar como un hombre más, al margen de cualquier protagonismo. Fue el jueves 18 de enero de 1979, durante una manifestación de la COB. Desde el balcón del edificio ahora destruído de la Federación de Mineros, compuse este retrato accidental de Luis Espinal en el pueblo. Quien sabe si en esa concentración masiva maduró la determinación de Luis de fundar el semanario «Aquí» dos meses después. Lejos estábamos todos de suponer las consecuencias de ese hecho: por una parte, la fuerza que tuvo el semanario en su lucha contra el golpismo y la corrupción, pero por otra, la fatalidad que se abatió sobre Luis el 22 de marzo de 1980, cuando fue secuestrado, torturado y asesinado por paramilitares. Esta fotografía ha sido reproducida innumerables veces, las más sin autorización. Incluso la organización de los empresarios privados del país se permitió cierta vez la humorada de utilizar la foto para anunciar un evento empresarial.

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