Por: Mónica Heinrich V.
Nada como el cumpleaños del niñito Jesús para echarle una mirada a The two Popes, la más reciente película netflixera. Champémonos en las profundidades del último trabajo del brasileño Fernando Meirelles, a quien quisimos por Ciudad de Dios (2002) y a quien olvidamos por Ceguera (2008) y 360 (2011). Este arquitecto devenido en cineasta, regresa al cine con una especie de docuficción. Los dos papas se mueve como documental en su estilo, manejo de cámara, montaje y como una ficción en su libre (muy libre) interpretación de la amistad surgida entre el Papa Benedicto XVI y el Papa Francisco.
Joseph Ratzinger/Benedicto XVI (Anthony Hopkins) y Jorge Bergoglio / Francisco I (Jonathan Pryce) son los dos papas en cuestión, y la película de Meirelles los presenta como un par de abuelitos inteligentísimos, con un pasado que se puede cuestionar, pero donde hay arrepentimiento, y, al final, más allá de las sotanas y el suntuoso entorno del Vaticano, ves a dos buenos amigos compartiendo charlas de la vida y del espíritu.
Muy bonito. Ejemplificador. Edificante. Didáctico. Tal como las almas atribuladas del siglo XXI lo requieren.
Estamos ante una película lavadora White Westinghouse industrial. Le da tal lavada de cara al Vaticano, que el entusiasta centrifugado nos deja un poco mareados y confundidos, casi casi creyendo que sí, que efectivamente los trapitos sucios son blancos, pero ¿adivinen qué? Hay manchas que no salen ni con lavandina.
El guionista de este lavado modo “ropa delicada” es Anthony McCarten. Con eso digo todo, podemos apagar la luz y salir corriendo y gritando en la oscuridad. McCarten ha escrito las biopics más insulsas de los últimos años: La teoría del todo, versión edulcorada y bienintencionada sobre Hawking, Darkest Hour, versión exaltada y bienintencionada sobre Churchill, y Bohemian Rapsody, versión conservadora y bienintencionada sobre Freddy Mercury.
No es de extrañar que hoy tengamos la versión edulcorada, exaltada, conservadora, sobre todo bienintencionada del encuentro entre Benedicto XVI y Francisco I.
En el 2012, Benedicto XVI estaba sufriendo los Vatileaks, su secretario personal fue un incómodo protagonista filtrando documentos incendiarios sobre poder, corrupción, lobby gay y otros que afectaban directamente la Santa Sede y todos los colgandijos interiores y exteriores. A eso se le sumó una supuesta crisis de fe (aun no confirmada, pero comentada en la prensa) que hizo que el Papa renunciara a su puesto, algo inédito en el Vaticano desde hacía casi 600 años.
A rey muerto, rey puesto. Su sucesor lógico era Jorge Bergoglio un argentino bastante popular en la comunidad católica. Popular, y polémico, al mismo tiempo.
La película de Meirelles especula sobre el contenido de supuestas reuniones previas a la renuncia de Benedicto XVI entre ambos hombres. Falsea lo de la renuncia de Francisco I y Juega a: en esta esquina tenemos al ultraconservador, alemán, duro y recto Benedicto XVI y en esta otra esquina tenemos al hippie progre argentino amante del fútbol, del tango y de Abba, Francisco I. Una cosa muy yo escucho Serrat y vos Locomía.
Digamos que como premisa es encantadora. Tendremos charlas entre ambos personajes sobre temas casi en su totalidad banales y de orden espiritual, se acompañarán con flashbacks de la vida de Francisco, porque claro, el hippie progre es más interesante que el refunfuñón Benedicto a quien solo le conoceremos aficiones más tangibles como sus horarios de paseo, su necesidad de caminar, su forma de comer, boludeces.
Meirelles nos muestra el lado amable y benevolente de estos dos hombres, y si se toma como una ficción, al igual que todas las biopics escritas por McCarten ya mencionadas, el gran público creyente de lo benevolente estará más que dispuesto a disfrutar sin culpas de esta amistad papal.
A los que tenemos claro cómo se maneja el Vaticano y la ausencia total (remarco total con marcador fosforescente) de inocencia de ambos papas (o cualquier papa) se nos antojará a que exageraron con el blanqueador y el suavizante.
Pero primero centrémonos en la película como producto. Porque no falta el que te dice que estos pequeños regalos cinéfilos hay que disfrutarlos y digerirlos como inspiradas obras sin cuestionarles nada más.
Ya hemos dicho que su mayor logro es que funciona. Las actuaciones tanto de Pryce (el Gorrión Supremo en Juego de Tronos) como de Hopkins son sencillamente deliciosas, cómo será de bueno Hopkins que hace que le tengás simpatía al adusto Ratzinger. Pryce hace lo suyo como el bonachón Francisco. Es casi su doble viviente. La música, el montaje, la recreación de las áreas del Vaticano son sin duda un punto extra.
Sin embargo, los flashbacks me parecieron además de innecesarios, peor solucionados, las secuencias relacionadas al compromiso de Bergoglio con una mujer, la revelación sobre su vocación y lo relacionado a la dictadura, fue filmado y montado como un episodio telenovelero. La voz en español sobrepuesta a la de Jonathan Pryce, me estorbaba un montón. Entiendo que quisieron hacerlo más realista pero la verdad que se notaba demasiado, la sincronización con voces que son del personaje ya de por sí es muy difícil, intentar calzar una voz argentina con la boca gringa de Pryce, es pues más complicado aún. Se nota al tiro.
Por otro lado, es muy fácil retratar la parte buena de ambos papas, esa vocación didáctica se recibe por el espectador con complacencia como píldoras de sabiduría espiritual. Donde Meirelles batalla es cuando tiene que hablar sobre cosas realmente importantes, como cuando ambos papas confiesan los episodios más turbios de sus vidas. En el caso de Francisco I, su relación acomodaticia con la dictadura y en el caso de Benedicto XVI, su anuencia al ocultamiento de pruebas contra curas pederastas. Ambos temas perturbadores se solucionan con una palmadita en la espalda. En el caso del tema de la pederastia, se le da apenas unos minutos en pantalla que son luego silenciados por el mismo Meirelles cuando se trata de dar detalles. Porque nadie quiere poner mucha cochinera en una película tan limpia.
Pues no. Mostrar la sopresa de Francisco ante lo que le relata Benedicto me pareció un insulto. Todo el Vaticano sabe cómo se maneja el tema del abuso sexual en la Iglesia Católica, y que no es cosa de Benedicto, sino algo institucionalizado. Hay un documento elaborado por Juan Pablo II llamado Crimen Sollicitationis en el que se fijaron los procedimientos a seguir para afrontar los casos de clérigos acusados por sus fieles de comportamientos pedófilos o zoófilos. Esos procedimientos eran simplemente una forma de mantener la imagen de la Iglesia, por lo tanto el castigo era realizar “tratamientos” de uno o dos meses, la excomunión, relocalización del cura a otros lugares lejos del lugar donde cometió sus fechorías, y así, un mecanismo de encubrimiento en el que se ponderaba el silencio de la víctima y de la congregación.
La absolución brindada por el mismo Francisco a Benedicto (dentro de la película) fue otra gran ironía o sarcasmo involuntario, tomando en cuenta que Francisco, ya ejerciendo de papa, subestimó a una red de pederestia de 80 sacerdotes en Chile por la estrecha amistad que lo une a Juan Barros, el obispo que encubrió los abusos. Que haya decidido abolir el secreto pontificio sobre la pederastia hace apenas unos días, no quita que haya sido parte durante años del complejo sistema de encubrimiento de la institución.
Sí, sí, amigos netflixeros, muy bonita la amistad entre polos opuestos, muy divertida y emotiva la relación que construyen Benedicto y Francisco, muy lograda la transmisión de la creencia de que la Iglesia actualmente es más moderna y progre y que Francisco viaja por todo el mundo repartiendo su bienintencionada ayuda. Muy simpáticas las anécdotas «populares».
Meirelles saca lo mejor de una relación ficcional y especulativa entre ambos papas, y la pone ante los ojos del espectador Netflix, que estará encantado de descubrir humanidad en los hombres que representan a una institución tan dañada y cuestionada en la actualidad.
Mientras tanto, el principal “pecado” de la Iglesia Católica y del Vaticano sigue sin resolverse, las víctimas de la pederastia encubierta continúan sin justicia. Y claro, es solo una película muy bien hecha por un muy bien intencionado Meirelles que dice suelto de cuerpo «esa institución (la Iglesia Católica) es la única que hoy habla contra el sistema económico, a favor de los cambios que el planeta precisa. Yo quise hacer la película para poder conocer mejor al nuevo papa». Papito. Y así, también como él, al terminar de ver esta ficción que debemos recibir con complacencia por ser una ficción de Netflix, habrá gente que quedará con la sensación ficcional de qué buenos, lindos e inocentes son ese par de abuelitos. “Son iguales a nosotros”, dirá alguno emocionado mientras ve cómo los personajes son atendidos por monjas en lujosas salas.
Más mentiritas blancas para el mundo.
Lo mejor: se disfruta, entretiene, buen look, buen montaje Lo peor: muy didáctica adoctrinadora para mi gusto, complaciente y falsa…por momentos hasta insultante por su cinismo La escena: cuando mutean a Benedicto en los detalles de la pederastia encubierta, la del fútbol por simpática Lo más falsete: los diálogos con “mensaje”, el muteo a Benedicto en lo de la pederastia, el aire bienintencionado y pro Vaticano, el lavado con blanqueador y suavizante El mensaje manifiesto: las personas tienen fallas y derecho al arrepentimiento El mensaje latente: no hay perdón posible si no hiciste lo correcto para enmendar tu error El personaje entrañable: el espectador benevolente El personaje emputante: el falso virtuosismo del poder El agradecimiento: por una experiencia entretenida y bien planteada desde el lado cinematográfico.
EXTRA
Les dejo esto para moshear en año nuevo.
Que buen Analisis como siempre!
Lo vi en dos partes, ya que tuve oficio y no valía la pena retrasar la actividad por esto… Solo puedo decir que me entretuve viendo a los Extras que para mi no son personajes de ficción; Existen y ellos creen, lloran, adoran, atesoran, perdonan etc etc a su santa sede …
Un Saludo y siempre pendiente de tus reseñas aunque no las leo antes de ver las peliculas
Tenés toda la razón con lo de las personas reales que aparecen, siempre me conmueve la fe ciega de la gente, por eso también me duele que esa fe no sea recompensada o más que recompensada, que la Iglesia no se porte a la altura de ella.
Gracias por seguir nuestra paginita y las reseñas, me parece genial que no leas antes de ver jejeje yo no leo ni las sinopsis y cuando puedo escapar de saber qué actores aparecen, también lo intento. Abrazo.