NETFLIX: ¿Dónde está mi cuerpo? (J’ai perdu mon corps)

Por: Mónica Heinrich V.

Sí. Lo de Jéremy Clapin es raro. Hasta podría acusar a Francia. “Estos franceses”.  Pero la rareza de Clapin no viene solo con ¿Dónde está mi cuerpo? (J’ai perdu mon corps), si mirás detenidamente su filmografía encontrarás más material de análisis o de psicoanálisis. Sus cortometrajes tienen de todo, desde un hombre cuya columna está basculada en ángulo recto (Una historia vertebral, 2004) hasta Henry (Skhizein, 2008) un personaje que fue golpeado por un meteorito de 150 toneladas y cuyo cuerpo se desplazó de su ser 91 centímetros.

Sin duda, sobre aviso no hay engaño, su primer largometraje es un compendio de fantasmas que ya habitaban sus cortos.

Y esos fantasmas raros y esperpénticos hoy se vuelven conocidos porque invaden el Oscar a Mejor Animación y compiten con las americanísimas Cómo entrenar a tu dragón 3, Toy Story 4, Missing Link y la española Klaus. No hay que negarlo, la francesa es la apuesta más arriesgada de su categoría. De lejos.

Algo tiene que ver que la historia se base en un libro de Guilleaume Laurant, el escritor coguionista de la siempre recordada película Amélie del director también siempre recordado Jean Pierre Jeunet y que el mismo Laurant haya puesto sus manos (ironía) al servicio de la obra animada del libro que, claro, se llama Happy Hand.

Entendé bien lo que te estoy contando, en un mundo donde el destino es cada vez más una fantasía, Jéremy que hizo un corto el 2008 sobre un personaje que se desprende de su cuerpo 91 centímetros (me encanta repetirlo) se topa con un libro que cuenta la historia de una mano separada de su cuerpo. Eso fue el 2011. Tarda todos estos años en materializar en pantalla lo que parecía muy improbable: que él, Jéremy, tome la historia de Guillaume y la convierta en un largometraje animado.

Esta unión, este destino, esta cosa cósmica, este meteorito creativo ¿vale la pena?

Empezaré diciendo que ¿Dónde está mi cuerpo? tiene un tono de tristeza, de oscuridad al que es muy difícil escapar. Sigue a la mano de un chico llamado Naoufel. Sí. El personaje principal es la mano. La mano como ente vivo y separado, la mano perdida, la mano que busca reintegrarse al cuerpo al que un día perteneció. Una mano que recuerda y que tiene emociones propias producto de su vida como parte de un todo.

Al inicio no sabrás cómo esta mano pensante y autónoma acabó suelta por la vida, pero seguirás con interés sus “aventuras”. Y así es como llegarás a conocer a Naoufel, el dueño de la mano. Un joven francés de origen inmigrante que ha llevado una vida de mierda, si se entiende como vida de mierda a una vida que parece destinada al fracaso constante y a la ausencia de esperanza o de un futuro mejor. En esos minutos iniciales que descubrís a la mano de Naoufel y a Naoufel cuando aún tenía la mano, empatizás con ella, con él. Sabés que ese Naoufel con mano ya no existe más, y te preguntás cómo puede ser que su vida se recomponga ahora que además de todas los sinsabores que lo aquejan, encima ha perdido a su mano.

Hay momentos perturbadores en ¿Dónde está mi cuerpo? si se entiende por perturbador a algo más extra a la premisa de una mano buscando su cuerpo. Lo de la paloma, las ratas, las pizzas, la patética escena del iglú de madera, ¡Jesusito! dale algo de felicidad a Naoufel, a su mano, a la humanidad triste y sola que puebla las calles no solo de París, sino del mundo entero.

Racionalmente puede que encontrés inexactitudes en algo tan básico como “la mano no tiene ojos” para caminar o buscar la dirección de donde vive Naoufel, racionalmente puede que el morboso punto de vista de esta mano sin cuerpo resulte chocante, racionalmente la charla entre Naoufel en el intercomunicador con Gabrielle puede resultarte antojadiza y hasta exasperante cuando recurre al filosofismo, racionalmente podés objetar muchas cosas, pero racionalmente (también) sabés que estás ante una obra con mucha personalidad, con un  manejo delicado y hermoso de una temática que no es delicada ni hermosa. Podés admirar dónde el animador pone la cámara, las subjetivas de la mano, los fuera de foco, la técnica que parece sencilla pero que tanto en el trazo como en los colores te transporta a ese Paris que la mano recorre.

Y así, sin darte cuenta, querrás que la mano o Naoufel o los dos juntos consigan torcer el destino de miseria y fracaso al que ambos parecen destinados.

Gabrielle, la infatuación de Naoufel, en un determinado momento de la película le prestará su libro favorito, El mundo según Garp (PDF ACA). Esa novela de John Irving que también es rara y esperpéntica. En ella, los personajes se resisten a las convenciones. Uno de los principales, la abuela, la matriarca Jenny Fields pensaba que nosotros éramos Epidérmicos, Órganos Vitales, Ausentes y Sentenciados. Pero Garp, el personaje que cierra el libro, asume que todos somos casos perdidos.

Naoufel lee El Mundo según Garp, o eso quiero pensarY toma un salto de fe. Y ese final que un caso perdido como vos o como yo llamaría esperanzador resulta más triste que nunca. Triste incluso en su plano final. Se va a fondo negro, y, dependiendo de qué tan perdido estés, entre lágrimas sabés que el director francés lo logró una vez más. Tal como cuando abandonaste a Henry en su corto del meteorito del 2008 y Henry nunca te abandonó, el mundo de Naoufel seguirá orbitando en tu cabeza.

Lo mejor: creativa y con personalidad Lo peor: algunos momentos demasiado discursivos La escena: lo de la paloma, las ratas, el final Lo más falsete: cuando se pone discursivo el diálogo El mensaje manifiesto: a veces, la vida parece un eterno sinsentido el mensaje latente: hay que dar un salto de fe El personaje entrañable: la mano, Naoufel, el tío de Gabrielle El personaje emputante: la «familia» de crianza de Naoufel El agradecimiento: por una animación diferente. 

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