Por: Mónica Heinrich V.
La cosa es turbia, oscura y hedionda como agua de letrina. No hay palabras para describir la desazón y la indignación que quedan después de ver Expediente Chapecó, una producción original de Discovery que se encuentra en la plataforma de HBO Max.
La miniserie de cuatro episodios busca encontrar la verdad sobre lo ocurrido con el avión de LaMia y su caída antes de llegar a Medellín. A bordo estaban 77 pasajeros: los integrantes del equipo de fútbol Chapecoense, su cuerpo técnico, periodistas e invitados. Solo seis personas sobrevivieron y hasta la fecha no existe nadie preso, ni la indemnización correspondiente.
La serie tiene el respaldo de testimonios importantísimos como el de Marco Rocha (testaferro en Bolivia) y Ricardo Albacete (dueño de LaMia), dos de los principales acusados/responsables de la tragedia, Erwin Tumiri (el técnico de aviación boliviano que sobrevivió) dos de los futbolistas sobrevivientes, viudas de jugadores fallecidos, Romario como senador de Brasil, Mascherano contando su experiencia con la aerolínea, periodistas, bomberos y muchos otros que ayudan a dar un panorama general de la cadena de responsabilidades.
El diccionario dice que accidente significa: suceso imprevisto que altera la marcha normal o prevista de las cosas, especialmente el que causa daños a una persona o cosa. En el caso de lo ocurrido con el avión de LaMia estamos hablando de un crimen. No puede ni debe ser catalogado de otra manera.
La serie comparte momentos emotivos y datos terribles. En el episodio uno nos muestra el lado humano de la tragedia, nos hace conocer a esos chicos de entre 21 a 32 años que habían gestado la hazaña de llegar por primera vez a la final de la Copa Sudamericana de fútbol.
Vemos a los futbolistas, pero también a los padres, esposos, hijos, hermanos que eran. La felicidad por estar alcanzando un sueño los movía a tal punto que no se cuestionaron cuando la primera vez que viajaron con LaMia tuvieron un montón de percances. Las “anomalías” fueron inmortalizadas en clips filmados por los mismos jugadores cuando no pudieron abordar el avión en Brasil y tuvieron que volar hasta Corumbá y de ahí por tierra llegar a Puerto Suárez. LaMia no había conseguido permiso para volar desde Brasil y, a último momento, un viaje que debía durar máximo 5 horas terminó después de 12 horas. Para los pasajeros fue solo anécdota, aventura, lo que importaba era que ganaron su partido y llegaron a la final. El precio del chárter hizo que la dirigencia hiciera la vista gorda y volviera a contratar a LaMia. La aerolínea cobraba ida y vuelta lo que cualquier otro vuelo chárter cobraría solo ida.
El segundo vuelo que el Chapecoense contrató, que sería fatídico, tampoco pudo partir de Sao Paulo, el grupo tuvo que tomar un vuelo comercial hasta Santa Cruz de la Sierra y, con retrasos, partieron hacia Medellín donde se jugaría la final. El retraso hizo que no pudieran recargar combustible en Cobija (habitual punto de recarga) porque el aeropuerto solo funcionaba de día y llegaron de noche. La tacañería hizo que no recargaran combustible en Bogotá, porque en Bolivia el combustible es subvencionado y en esas decisiones incomprensibles el piloto apostó por jugársela tratando de llegar a Medellín sin hacer recarga en Bogotá. Posterior al accidente se encontraron cinco hojas de vuelo en las que quedaba en evidencia que LaMia siempre viajaba con combustible justo para el trayecto. La selección argentina, con Messi incluido, había viajado semanas antes con apenas 18 minutos extras de combustible cuando la norma estipula que debe existir excedente de combustible para unos 35 a 45 minutos de autonomía de vuelo.
Pero no fue solo la decisión del piloto Micky Quiroga de no recargar combustible, hay autoridades en el aeropuerto Viru Viru de Santa Cruz que permitieron que el avión saliera en esas condiciones. Cuando se escarba un poquito, resulta que todo es más triste aún de lo que parece. LaMia había intentado sacar la certificación que le permitiría operar en otros países sin éxito. Ricardo Albacete, el dueño y fundador, gracias a nexos con ex militares de la Fuerza Aérea Boliviana y con, obvio, algunos políticos, consigue sacar esa certificación en Bolivia. Pone de testaferros a Marco Rocha y a Micky Quiroga, y él y sus hijas operan por detrás una aerolínea que siempre tenía problemas de fondos. La viuda del paraguayo Gustavo Encinas (tripulante de vuelo) relata que el cabildeo llegaba hasta la CONMEBOL. La CONMEBOL fue quien empezó a recomendar a LaMia a los equipos de fútbol.
Expediente Chapecó es eso: un expediente que rompe el corazón. Abre con las víctimas, quiénes eran, las sonrisas que se perdieron, las ausencias que se extrañan; continúa con el accidente, cómo sucede, hay imágenes de Erwin Tumiri sentado bajo la lluvia, en shock gritando los nombres de sus compañeros mientras es atendido por bomberos o diciendo como en trance “debimos recargar combustible, debimos recargar combustible”; habla de los responsables, del cochino cabildeo, de todas las infracciones y negligencias que se pasaron por alto; nos cuenta que la dejadez e irresponsabilidad de LaMia llegó a tanto que ni siquiera tenían su póliza vigente y pagada; y concluye en cómo las aseguradoras trataron de lavarse las manos con la indemnización, cómo nadie se hizo responsable y todos se fueron pasando la pelotita de los muertos.
La serie fue filmada en Brasil, Argentina, Colombia, Bolivia, Paraguay, Estados Unidos y España, lo único para objetar es que pudieron ser más incisivos con las preguntas a Marco Rocha y a Ricardo Albacete, aunque lo que consiguen extraer es suficiente para no darles absolución.
Una pena que el caso no haya tenido el cierre a nivel de justicia que pedían a gritos los familiares, amigos, conocidos, y cualquier persona que haya visto ese funeral colectivo en el estadio con los ataúdes de los futbolistas que perdieron la vida y la gente dándoles su último adiós bajo la lluvia.
Los vivos, los que sobrevivieron, han tenido que seguir viviendo con ese dolor.
Lo mejor: testimonio y denuncia Lo peor: las vidas perdidas, el crimen que nunca obtuvo castigo Lo más falsete: la excusas de los responsables El mensaje manifiesto: las normas se hicieron para cumplirlas El mensaje latente: nunca falta un hijo de puta que se las pasa por el forro El personaje entrañable: los que se fueron, los que quedaron El personaje emputante: los criminales que permitieron que sucediera El agradecimiento: por el homenaje a las víctimas.
Tu lo dices Monica: un expediente que rompe el corazón! ¿cómo es posible que se permita funcionar a semejantes engendros de empresas?
Tambien lo dices tu: todo huele a agua de letrina, hedionda oscura con muuuuchos participantes que hoy deambulan libres de culpa y pena!
Una desgracia, Pablo! La verdad que ojalá se diera más nombres y datos de cómo les dieron los permisos…nunca lo sabremos :/