LOST IN CONTEMPLATION OF WORLD

CINE: Once upon a time in…Hollywood / Había una vez en…Hollywood

Por: Mónica Heinrich V.

Una sensación rara deja la última película de Quentin Tarantino. Esa sensación te acompaña mientras salís de la sala y se queda aleteando en tu mente y en tu corazón un buen tiempo. 

Por un lado, acusás recibo de la obra de un cinéfilo, porque Once upon a time in… Hollywood tiene dentro suyo un mix de lo que Tarantino ama del cine y de lo que siempre ha sido el cine de Tarantino. Por otro lado, hay cierta banalidad, cierta cosa maniqueista y simplista en el relato que resulta muy chocante.

Tarantino, que ya lleva nueve películas en su filmografía y que amenaza con retiro, agarra la trágica historia del asesinato de la actriz Sharon Tate y sus amigos para intentar retratar una época. Una época de paz y amor, cine hollywoodense dorado y cursi, que terminó cuando los acólitos de Charles Manson irumpieron en la casa de Tate, entonces esposa del director Roman Polanski. La escritora Joan Didion en su libro The White Album reflexionó: «Muchas de las personas que conozco en Los Ángeles creen que la felicidad y prosperidad de los años 60 terminó ese 9 de agosto de 1969, exactamente en el momento en el que los asesinos, atravesando la ciudad como una bala de fuego, llegaron a Cielo Drive».

De la historia se ha escrito y dicho mucho, que si el papel que era originalmente para Tate en la película El Bebé de Rosemary (dirigida por Polanski) le trajo una maldición, que si Manson quería desatar una guerra racial inspirado por The White Album de Los Beatles, que si los jóvenes asesinos nunca se arrepintieron, que si fue una conspiración, que si el hecho mostró la terrible brecha socioeconómica de finales de los 60s cuando los gringos aún intentaban lidiar con la Guerra de Vietnam…definitivamente hay un contexto histórico que vale la pena tener en cuenta.

Tarantino, picarón, intuye que detrás de esa creencia de que los horrendos asesinatos incitados por Manson finalizaron una era, hay una gran historia y la escribe. No nos engaña cuando titula su película con “Había una vez…” porque es una ficción en toda regla, un cuento… y si se mira como una ficción sin hacer espejo con la realidad es cuando podemos enamorarnos de algunas escenas, podemos admirar a un gran Leonardo Dicaprio en la piel del actor venido a menos Rick Dalton, podemos tenerle un poco de empatía a Brad Pitt interpretando a su fiel compañero Cliff Booth, podemos divertirnos y disfrutar de ellos, que juntos son la perfecta imagen de un “bromance”.

Todo lo relacionado al mundo del cine como industria, como ese mundo despiadado en el que los actores, las amistades y las carreras son desechables, me parece de lo más rescatable del filme. Fascinantes las escenas de Rick (Di Caprio) intentando aprender sus líneas, olvidándolas, simpática la charla con la niña actriz, y los esfuerzos de Rick por deslumbrarla. Disfrutables las secuencias de Cliff tratando de enfretarse a Bruce Lee, incluso con esa onda de chabacanería que se maneja y que hace ver a Lee como un pelotudo. Hay mucho cine y amor al cine en Había una vez en…Hollywood.

El guion comienza a torcerse cuando Sharon Tate, el leit motive de la película, el ícono del fin de una era, interpretada por Margot Robbie, aparece vacía en pantalla. Desfila por las calles con actitud aniñada, le compra un libro a su esposo, se mete al cine a verse a sí misma en una de sus películas, goza cuando el público ríe ante algunas de sus escenas, y su personaje tiene menos carne, menos contenido que el de la niña actriz que comparte con Rick Dalton. Sharon es solamente un objeto ornamental, un “mirá tan linda y dulce que era”. Y sí, era dulce y bella…pero capaz que no era solamente eso.

Similar visión idealizada sobre Polanski, la fiesta en la Casa de Playboy, y todo lo que rodea a Tate como parte de la industria, se recrea en pantalla. Polanski ya era un tipo oscuro antes de que finalizara la era de paz y amor. Jay Sebrings no era solamente el encandilado pretendiente de Sharon Tate, sino un habitual consumidor de drogas igual que Tate. La Casa de Playboy no era solamente el paraíso de baile y felicidad que muestra Tarantino. La escena de McQueen horrible, esa es una de las escenas más al pedo de la película. La casa de Cielo Drive no era la casa a la que había que mirar con envidia y embeleso, en ella, según cuentan sus biógrafos, Sharon Tate vivió una relación tormentosa de constante abuso y control con Polanski, quien además no estaba de acuerdo con su embarazo y por ese motivo no se encontraba en la casa el día de los asesinatos. «Tenemos un buen acuerdo. Roman me miente y yo hago de cuenta que le creo», ironizó Tate alguna vez al ser consultada sobre su vínculo con el cineasta.

Tarantino eligió usar los nombres reales de Polanski y de Tate, y el contexto histórico del asesinato de Tate para su película, y por ese motivo, no pude desprenderme de esos datos, aún sabiendo que el juego de Tarantino es hacer una ficción y que el mismo Tarantino ha dicho que quiso plasmar la mirada que él tenía de niño de ese mundo y que juguemos todos a que el mundo no es lo que es sino lo que podría haber sido. Y yo puedo jugar, jugar mucho, porque me encanta jugar a «El mundo no es una mierda V.2.1».

Lamentablemente, siempre hay un momento que el juego termina.

Casi al final, Tarantino se plagia a sí mismo, plagia a su Malditos Bastardos, película en la que le daba al público el final que muchos desearon para Hitler y los nazis. SPOILER Apreta acelerador a fondo y toda la sangre que no mostró en las primeras dos horas de su película, las salpica en esos minutos finales, y como un gran Deux ex Machina deja que Sharon Tate viva. Y cuando Sharon Tate vive, me conmuevo, porque aún conservo en mi memoria los detalles de su muerte, y cuando veo que vive hasta lagrimeo. Minutos antes de la debacle había susurrado: “no  lo mostrés”, “no te atrevás a mostrarlo”, y Sharon Tate vive, y para que Sharon Tate viva se monta una secuencia autoindulgente que el público celebra porque es «lo que hubiéramos querido», porque «así debió ser» todos jugando «El mundo no es una mierda V. 2.1.». Los asesinos, muy fiel al cine hollywoodense, son retratados como loquitos sin motivaciones, como ornamentos de la maldad, hay desenfado y espectáculo en esa venganza ficcional. El veterano destruye sin piedad el rostro de una de las chicas y Rick chamusca lo que queda de ella. Y los créditos empiezan a salir y uno siente pena. Por esa gran película que es en parte Había una vez en…Hollywood, y por esa incómoda sensación de que algo hace ruido. Y no es solo el uso ligero de la tragedia de Tate. Por ejemplo, se insinúa que el personaje de Brad Pitt es un feminicida estilo O.J. Simpson y sin embargo, termina salvando el día. Siendo el héroe del boliche. Ajá, podríamos hablar eternamente de la escena del bote, otro juego de Tarantino, el juego de ¿Asesinaste a tu esposa o no?  FIN DEL SPOILER

El campeón

Había una vez en…Hollywood, como dije al principio, es la obra de un cinéfilo, un mix de todo lo que ama Tarantino del cine y del cine que ha hecho hasta la fecha. Desde la butaca disfruté, porque me gusta jugar y me indigné, porque cómo cesan los sueños cuando sabemos que soñamos.

La película intenta ser un poco más instrospectiva que trabajos anteriores (no lo logra), es expansiva e hiperbólica, a ratos exagera en el tiempo que le dispensa a sus recreaciones de series de los sesenta,  y, claro, al ser basada en un hecho real importante que es retratado de la manera más banal y simplista del mundo…huele a película oportunista. Sí, y siendo honestos, abrazando la cinefilia que también recibimos mezclada con el oportunismo: estética y actoralmente es una gran película oportunista.

Lo mejor: el perro, algunas secuencias, y que no deja de ser una película de Tarantino con el encanto cinéfilo de Tarantino Lo peor: oportunista y ligera como nube de algodón La escena: cuando Cliff se mete al rancho de la secta, esos minutos de tensión fueron fantásticos y claro, el cambio de destino  Lo más falsete: esa visión tonta y vacía de Sharon Tate y su mundo  El mensaje manifiesto: El mundo no es una mierda  El mensaje latente: El mundo sí es  una mierda El consejo: para verla y conmoverte o putear El personaje entrañable: el perro El personaje emputante: Rick y Cliff, hay que reconocer que racionalizando, esos dos eran un par de gringos imbéciles El agradecimiento: sí, por los perros.

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