DOCUMENTAL/ CINE: Conversaciones con un asesino: Las cintas de Ted Bundy / Extremely Wicked, Shockingly Evil, and Vile

Por: Mónica Heinrich V.

Kimberly Leach tendría cuarenta y dos años.  Fue la última víctima de Ted Bundy y la más joven, tenía solo doce años cuando fue asesinada. Ella es un número más en una lista de una treintena mujeres que murieron a manos del psicópata más temido de Estados Unidos. La lista, en realidad, abarca alrededor de más de cien muertes de las cuales la mayor parte no llegó a una acusación legal por falta de pruebas. Todo esto sucedió entre los 70s y principios de los 80s, en el 2019 aún sabemos el nombre de Bundy y las víctimas han sido olvidadas.

Porque así funciona esto de las muertes a manos de un psicópata, por lo menos en USA hasta te puede hacer portada del Times, convirtiéndote en una persona famosa por las razones incorrectas. Y las víctimas, bien gracias. El caso de Bundy, sin duda, sentó un mal precedente en el manejo periodístico de este tipo de crímenes, mediatizó el crimen.

Y, además, dejó de lado algo importante: Bundy estaba enfermo. No estaba poseído por el demonio, no tenía una “maldad” innata, no era un monstruo como tal. La brutalidad de sus crímenes, la absoluta carencia de empatía por sus víctimas, las negación de sus actos, la dicotomía de su personalidad, la ausencia de remordimientos, su narcisismo, corresponden al perfil de una persona enferma. Y por eso, no sorprende que la literatura, el cine, la televisión, el cine quieran darle una explicación o un contexto a este personaje. Después de todo, ¿cómo lograr evitar que surjan estas anomalías si no es entendiendo de dónde vienen?

UNO DE NOSOTROS

La frase que más se ha repetido sobre Bundy es que era “uno de nosotros” entendiendo por uno de nosotros a una persona blanca, clase media, con un título de psicología, estudiando una segunda carrera (derecho), inteligente, estructurado, amable, atractivo físicamente, un tipo que se acomodaba a cualquier situación. Y la gente, el nosotros de donde aparentemente Bundy era parte, se horrorizaba al saber la magnitud de los crímenes que perpetró un igual. Sí, claro, el nosotros clasemediero americano suele ser muy impoluto.

El documental Conversaciones con un asesino: Las cintas de Ted Bundy, que se puede ver en Netflix, recoge las entrevistas que el periodista Stephen Michaud le hizo a Bundy en el corredor de la muerte a su solicitud. En un principio, Bundy intentó usar al periodista a su favor, pero luego gracias a una estratagema para que Bundy hable de los crímenes en tercera persona, es cuando empieza a dar una “opinión” sobre cómo y porqué ocurrieron los crímenes. Ahí descubrimos que Bundy disfrutaba la atención, adoraba los reflectores, la posibilidad de llenar 100 cintas con su voz e imaginar que sería escuchado por alguien en el futuro.

El documental consta de cuatro episodios en los que se repasan las cintas que Michaud grabó y se contextualizan con testimonios de policías, abogados, amigos, descripciones de los crímenes, de las víctimas, testimonios de los familiares de las víctimas, imágenes de archivo, notas de prensa, etc.. Siempre contando con cierta fascinación la pericia de Bundy para intentar evadir la justicia y sus constantes negativas a asumir su culpa a pesar de las evidencias. De hecho, hay algo molesto en el título juguetón de los episodios: Episodio 1: Diablo Hermoso, Episodio 2: Uno de nosotros, Episodio 3: No era mi turno de ver, Episodio 4: Arde, Bundy, Arde.

El director y también productor del trabajo es Joe Berlinger, que ya tiene experiencia en otros documentales sobre asesinos o crímenes. En su momento, admiré el gran trabajo que hizo en la trilogía Paradise Lost, una serie documental sobre el asesinato de tres niños en Arkansas y cómo los acusados por el crimen eran inocentes.

Conversaciones con un asesino: Las cintas de Ted Bundy intenta ir más allá del cuestionable monólogo de las cintas y no lo logra. No hay una investigación más exhaustiva al pasado de Bundy, a su familia o crianza, solo hay comentarios marginales o suposiciones de abuso, pero nunca conseguimos saber cómo o por qué Bundy terminó siendo uno de los psicópatas más peligrosos de la historia.

Otro detalle es que las víctimas pasan a segundo o tercer plano. Hay un plano principal que está ocupado por Bundy en una posición casi de celebrity, hay otro plano que rodea el tema legal y la investigación, y por último, las chicas muertas, las vidas truncadas son un telón de fondo para hacer más atractivo todo el relato principal.

Berlinger incluso no pone énfasis en la negligencia de la policía y en la terrible mediatización del caso, ni se escarba en el diagnóstico mental que le dieron a Bundy, ni siquiera en lo que significó la pena de muerte a nivel social, se conforma con exponer algunos datos y dejarnos con el mensaje a la conciencia que cualquiera puede estar tan dañado como Ted Bundy.

¿UNA HISTORIA DE AMOR?      

Como si fuera poco, y ya teniendo al aire el documental sobre Bundy, Berlinger se lanzó a hacerle una película, una ficción llamada Extremely Wicked, Shockingly Evil, and Vile. «Extremadamente malvado, sorprendentemente malvado y vil» fue una de las frases que dijo el juez al condenar a Ted Bundy a la pena de muerte, un triste recordatorio de cómo la salud mental está mal manejada incluso en la justicia.

La película protagonizada por Zac Efron tiene características de telefilme más que un trabajo para una sala de cine.

Aunque es la biopic de Bundy, la historia se cuenta desde la perspectiva (o eso nos quieren hacer creer) de Elizabeth Kloepfer (Lilly Collins) la novia de Bundy que sospechando de él, llamó a la policía para dar sus datos.

Vemos la historia de amor entre ambos, a Elizabeth desconfiar, siempre con una actitud ñoña y mojigata, vemos a Efron interpretando al Bundy que Bundy interpretó en la vida real, el circo en el que se transformó el juicio, pero todo con un barniz muy superficial, no hay una psicología del personaje que nos permita ni llorar a las víctimas, ni entender a Bundy.

Si Berlinger quiso hacer una biopic con cierto peso dramático o acaso alcanzar los climas que alcanzó Fincher con Zodiac, no lo consiguió. Cinematográficamente no aporta nada al género, hay un exceso de subrayado y musicalización. Hay mucha fascinación por el personaje y poco interés por ver a la persona. Hasta termina por suavizar la imagen de Bundy. Un error y un horror.

Berlinger, entonces, hizo un documental y una película que ese asesino en serie hubiera amado. De hecho, ya con la ejecución encima (murió en la silla eléctrica) declaró que estaba buscando vender su historia: teatro, cine, televisión, cualquier cosa para que el mundo sepa más de él. ¿Y qué sabemos de él? Solo lo que él, Bundy, quiso que supiéramos. Y Berlinger lo amplifica por partida doble.

 “¿Qué es una menos? ¿Qué significa una persona menos en la faz del planeta?” dijo Bundy en 1980, pues él le quitó al mundo casi un centenar de mujeres. Berlinger parece no haberlo entendido.

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