Uno de los tantos carteles con mensajes de Fidel o del Che o de Martí que se pueden leer en las calles de La Habana dice:
El Futuro pertenece por entero al Socialismo
Y no miente.
Para el turista, esa Habana es sinónimo de autos clásicos, habanos, souvenirs del Che, Tropicana, El Guajirito, Piñas coladas, Ropa Vieja y el Malecón.
Detrás hay un aparato gubernamental que funciona como reloj suizo desde que se pone un pie en Cuba y que garantiza esa visión romántica, y al mismo tiempo mantiene al cubano dentro de los márgenes de lo establecido.
La burocracia que tan bien retrató Tomás Gutiérrez Alea en La muerte de un burócrata está presente en los taxis, en los servicios de city tours, en los hoteles, en los Paladares, en cualquier cosa que el turista o el cubano miren y, claro, también vive en la educación.
Conducta, el filme escrito y dirigido por Ernesto Daranas, cuenta principalmente la historia de Chala, un niño de once años cuya madre es alcohólica y drogadicta. Su supuesto padre (nadie sabe si realmente es o no el padre del muchacho) gana dinero de las peleas de perros, actividad en la que Chala también está involucrado. Como es de esperar, el entorno disfuncional hace que Chala sea un chico problemático que solo tiene el voto de confianza de su profesora Carmela.
Carmela es una de las profesoras más antiguas de la escuela y se niega a aceptar que se envíe a Chala a la Escuela de Conducta, instancia última a la que se recurre cuando los niños son inmanejables.
Entrar a una Escuela de Conducta en Cuba significa llevar un estigma para toda la vida. El sistema directamente margina a los menores y los medica, lo hace dentro de esa burocracia inepta que no personaliza el trato y que ha arrojado dudosos datos sobre su eficacia.
Carmela lo sabe, pero las reglas de la escuela de Chala, las comisiones de educación y la maestra suplente, conspiran para que el niño tenga ese destino.
La película, también, toca por encima la situación de Yeny, niña compañera de clase de Chala. Yeny es hija única y con madre ausente, ella y su padre son “Palestinos”, porque migraron desde Holguín hacia la Habana. Nadie sabe muy bien cómo se empezó a designar Palestinos a los migrantes del interior a la Habana, el caso es que el término se usa peyorativamente ya no solo para rotular a la gente que migra, sino a los que son de ahí (zona oriental de Cuba) aunque estén legalmente establecidos en La Habana.
Tanto Chala como Yeny sufren por la burocracia y la estatización del sistema que no contempla excepciones ni una mirada humana a situaciones específicas. No importa que el papá de Yeny sea un hombre trabajador y que ella sea la mejor alumna de su clase, no están legales, son palestinos. La niña no se puede matricular y el padre no puede trabajar sin que la policía lo detenga cada cierto tiempo.
Sí, Conducta usa recursos conocidos: Profesora ejemplar que se enfrenta a las reglas, niño rebelde, mamá yonki, papá desconocido, abusos, pobreza, etc.. Sin embargo, la película no pretender ir más allá de lo que vemos: una historia sencilla y amable con las dosis justas de cuestionamientos a esa doble moral en la que se enseña al cubano sobre ser un hombre nuevo y al mismo tiempo se lo margina mezquinamente si no entra en el sistema.
Conducta en su sencillez y repetidos recursos, emociona. No importa si, por ejemplo, la escena de Yeny entregándole a Chala el libro de Jack London: Colmillo Blanco, suene a facilismo. Ni importa tampoco que algunos discursos de la profesora Carmela parezcan algo de panfleto: los calles de La Habana, las paredes descascaradas, los años 50s prácticamente estacionados en los edificios que siempre están en refacción, las puertas de los taxis que hay que cerrar despacio, los niños que crecen bajo una estricta educación, el miedo a las comisiones, a los castigos, a las “consecuencias”, los humildes regalos del amigo secreto, las reflexiones sobre las frases de Martí, lo que significa Patria, humanismo, el preso político que es liberado, todo eso hace que la película te llegue y capaz, sin darte cuenta, hasta derramés alguna lágrima insospechada.
Hermosa fotografía de Alejandro Pérez, sobre todo las escenas de las palomas, de Chala en lo alto de los edificios con una Habana de fondo que con todas sus precariedades es absolutamente maravillosa, de Yeni y sus clases de flamenco, de los abrazos, de los silencios.
En el apartado actoral, el director prescindió de los niños actores que se forman en la escuela estatal La Colmenita y usó niños sin experiencia de las zonas que la película retrata. Los niños cumplieron con lo que sus roles exigían. Especial mención a Armando Valdés (Chala) que en esa infancia rota que tiene que lidiar con cosas que los niños no deberían lidiar, hace una representación memorable.
Con los adultos tengo un poco más de reparos, sobre todo con la actriz que interpreta a la mamá de Chala y con Ignacio, el supuesto padre.
Aún así, estamos ante un filme correcto y emotivo. Curiosamente apoyado oficialmente por el gobierno a través del Ministerio de Cultura y además exhibido en los cines Yara y Chaplin con un éxito sin precedentes.
Cuando estuve en La Habana no pude resistirme a entrar al mítico cine Yara. Una encantadora niña de unos 6 años me tomó la mano en la oscuridad y me dijo: “Ven, te ayudo” y me llevó hasta mi butaca. La película era Vuelos Prohibidos, melosa historia entre un fotógrafo cubano que se topa en un aeropuerto con una francesa que está yendo a Cuba a conocer a su padre. Todo se resumía a charlas entre ambos sobre la Cuba de antes, la actual, la crítica de la francesa, la justificación del cubano ante algunas cosas y así, lo que me impresionó fue la reacción del público. Ellos se tomaban en serio lo que hablaban en la pantalla y detrás de mí un grupo de adolescentes discutían sobre si se irían de Cuba o no. Aunque la película era muy mala, un cerrado aplauso culminó su proyección.
Mientras veía Conducta envidié la posibilidad de verla en el cine Yara, rodeada de cubanos. Me pregunté cuál sería su reacción, su sentir por la maestra Carmela, por Chala, por Yeny, por la inocente estampita que no puede estar ahí ante los ojos de la próxima Inspección, me pregunté si los créditos serían acompañados por aplausos o si sus mentes, al igual que la mía, se quedaron con la frase de la canción que los niños cantan un par de veces: ¡Que nunca jamás se manche de sangre la guayabera!
Mónica Heinrich V.
Lo mejor: Linda y emociona
Lo peor: argumento ya visto, predecible y amable.
La escena: el final es un muy bonito final…
Lo más falsete: el cambio del tal Ignacio y tal vez, la relación con Yeny.
El mensaje manifiesto: la buena conducta es más que las normas establecidas.
El mensaje latente: La buena conducta tiene más que ver con una estatura moral y de nobleza.
El consejo: VELA EN EL FENAVID!!! este jueves 22 de octubre será exhibida en la AECID a las 20.30 (Arenales 583)
El personaje entrañable: Carmela y Chala
El personaje emputante: las temidas «consecuencias»
El agradecimiento: por la Habana, por Cuba.