Por: Mónica Heinrich V.
Es raro hablar de ego desde una película cuyo ego autoral está sobrepuesto por encima de su público. Así es, mis confundidos espectadores, Leos Carax emuló a la gran Britney Spears: Ups, he did it again. (Ups, lo hizo de nuevo).
A contracorriente de la receta típica de una película típica de lo más típico del cine típico, Carax presentó Annette en el más reciente festival de Cannes. Al finalizar la proyección, lo ovacionaron durante cinco minutos.
Momentito, Cannes también es un aglutinador de egos, y no es garantía que muchos egos se hayan puesto de pie para aplaudir Annette.
Quizás la clave para entender este trabajo es la exposición en la que Carax está trabajando para el próximo año en el Centre Pompidou donde exhibirá un video que se llama Hombre, el cine te perdona todo. Porque Carax cree y cito: «Es algo en lo que siempre he pensado. Hombres malos, padres malos y estos creadores que a veces eran hombres repulsivos pero que tanto me inspiraron. Por ejemplo, el escritor Céline» y claro, Céline fue un verdadero hijo de puta. Traidor, racista, antisemita, misógino, pero…buen escritor. Y Carax asume que a veces la obra consigue hacer que nos distraigamos de esos detallitos. Luego viene el eterno y caldeado debate sobre si esos detallitos realmente importan en la balanza de obra vs autor. Habría que preguntarse qué podríamos consumir si realmente consumiéramos solo lo que produce la gente de bien.
So ladies and gents, please, shut up and sit
Dentro de esas posiciones ante la vida, Annette tiene como protagonista a Henry (Adam Driver) un standpero/comediante que es adorado por su público al que menosprecia. “Hacer reír a la gente es una estafa», dice en medio de su acto. Esas rutinas de “comedia” muestran dos caras de un mismo escenario, por un lado, el egocéntrico comediante que usa tópicos densos tratando de ganarse la lisonja del público con la risa y, por otro lado, el público voluble que un día te amará y otro día querrá que te quemen vivo. Las rutinas cómicas de Henry son bastante hmmm no hay palabra en español que las defina, quizás lo más cercano sea «incómodas», aunque la expresión en inglés Cringe, le hace un poco más de justicia.
Henry, parece tenerlo todo: éxito, validación, está casado con Ann (una grácil y dulce Marion Cotillard) que es a su vez una exitosa cantante de ópera.
Pero algo no está bien. Recordemos que la felicidad no es llenar casilleros de cosas que hemos cumplido. Algo, dentro de Henry, no está bien. Se lo dice a su público, ya no puede hacerlos reír porque está enamorado y ese amor lo consume todo. Pensamiento machirulo 1.
Entonces, su carrera como comediante empieza a caer en picada, y porqué no, comienza a resentir el hecho de que ella, Ann, siga brillando mientras él, Henry, ya no. La envidia lo corroe como a viborita del desierto. Pensamiento machirulo 2.
Y cuando llega Annette, Baby Annette, el cringe, la envidia, las viboritas imaginarias y los pensamientos machirulos alcanzan otras cimas.
SPOILER
Quiero que vean muy bien la foto de Baby Annette. Ajá. Baby Annette es una marioneta. Desde que sale escupida por la vagina de Ann, Baby Annette es una marioneta. Rara, fermosa (fea + hermosa) y digna heredera del Cringe de su papá. Eso generará, sin duda alguna: Un mundo de sensaciones, un mundo de vibraciones.
FINAL DEL SPOILER
El guion escrito por el dúo de música Sparks (Ron y Russel Mael) surgió en un principio como un álbum que lanzarían como un proyecto musical narrativo. Conocieron a Leos Carax hace ya casi diez años en Cannes y fue juntar el hambre con las ganas de comer, así Leos decidió llevar a Annette a la pantalla gigante, sin dejar de lado su origen musical.
Amig@s, contándolo así parece todo muy razonable.
Pero oh, sorpresa. Esta no es la típica película del cine típico del típico Hollywood. Esto es un trabajo de Leos Carax. Así que ajústense los cinturones que el viaje será movidito.
Annette bordea peligrosamente el ridículo o lo esperpéntico. Hay excusas válidas para afirmar que solo lo bordea y no nada en estilo mariposa dentro de ambos. Digo bordea porque si asumimos que seguimos la historia desde la mirada de Henry que está sufriendo un quiebre mental, podemos interpretar esta realidad distorsionada como un síntoma. Prueba de ello es el final donde aparece Annette interpretada por la pequeña Devyn McDowell, que con tan solo 4 años consigue una de las mejores secuencias de la película.
Hay muchas escenas autoreferenciales a trabajos pasados de Carax, la forma de filmar una moto, la forma de filmar dentro del auto, el look, actitudes de sus personajes, estructura narrativa, hay cosas que nos llevan a Pola X o a Holy Motors (reseñada ACA).
Leyendo mi reseña de Holy Motors sabrán lo que siento por Leos. Pajero, sí. Pretencioso, sí. Posero, sí. Raro, sí. Puede que cojudo, sí. Me importa, no.
En sus dos horas y veinte minutos de duración, Carax va y viene, viene y va, te cansa, te emputa y a ratos se te escapa una risotada, que nada tiene que ver con la labor de comediante de Henry, sino más bien con esos momentos extrañamente incómodos, pero igual de cinematográficos que el francés ha convertido en un estilo.
Una cosa que siempre me ha fascinado del trabajo de Carax es su exquisito arte, su manejo del color, y la construcción de espacios estéticamente bellos. En Annette repite la paleta ya vista en Holy Motors, como una continuación a ese mundo verdoso, amarillento en el que los actores eran a su vez títeres de un mundo moderno que todo lo fagocitaba.
Las actuaciones son un poco teatrales, acorde al género musical: opera rock. Hay gestos grandilocuentes, escenas dramáticas casi de culebrones televisivos, la comentada escena en el que se mezclan cánticos y cunnilingus habitará un rincón de tu memoria quizás para siempre. Adam Driver, de eso ya no se vuelve.
Acompañando a Marion Cotillard y a Adam Driver está Simon Helberg (AKA Howard en The Big Bang Theory) en una escena muy alabada, porque Helberg nos vende esa escena con ímpetu, Leos nos vende esa escena con ímpetu. El ímpetu es otro de los grandes protagonistas. Admirás ese ímpetu. Hay gente que con más agua en la piscina, no salta así.
Parte del crew, los guionistas, Leos Carax y su hija Nastya aparecen al inicio y al final del filme rompiendo la ficción, y hablándole directamente al espectador, y cuando el director te habla y desea que te vaya bien, que llegués a tu casa seguro, ya te acostumbraste a la mancha que crece en el coto de Henry, ya aceptaste el sentido diálogo con la Annette de carne y hueso, ya querés (una vez más) a este Leos Carax que puede ser estúpido e inteligente, cursi e incisivo, bueno y malo, todo y nada.
Annette concluye así atestiguando que una película es un trabajo colectivo. Algunos, como en Cannes, la ovacionarán y no podrán sacarse de la mente escenas en las que su director juega como un niño. Otros la encontrarán insufrible, insoportable, hueca perorata del ego desmedido de un director que como dije sobre Holy Motors se hace una paja frente al espejo.
¿Audaz? ¿Arrogante?
Capaz sea un poco de las dos. Lo que sí me queda claro, es que Baby Annette marioneta y Baby Anette de carne y hueso se convertirán en un fantasma cinematográfico en tu memoria y una de esas frases que el cine deja omnipresente será: Ahora no tenés nada que amar.
Lo mejor: Jugada, hermosa, con mucho para analizar Lo peor: pajera, pretenciosa, cursi, boluda, esperpéntica, larga Lo más falsete: difícil elegir algo, es una película que bebe de lo que podría verse falso y/o ridículo El mensaje manifiesto: la fama y las vidas en apariencia felices, tienen su lado oscuro El mensaje latente: ese lado oscuro es un abismo La escena: la charla entre Annette y su padre en la cárcel El personaje entrañable: Baby Annette El personaje emputante: Henry El agradecimiento: por jugar.